La patada que valió una guerra: incidentes de Zagreb (13 de mayo de 1990).

Autor: Fernando Torres Lara

Fuente: revistadehistoria.es.  28/09/2018

Zagreb, 13 de mayo de 1990, la violencia se apoderaba del deporte, una vez más los grandes focos de un estadio sirvieron de escenario al odio y el nacionalismo.

En el encuentro que enfrentaban a los equipos del Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado se vivieron uno de los momentos más tensos de la historia del deporte y es que lo que para Boban fue un acto de justicia social sería uno de los desencadenantes de una guerra que se cobraría 145.000 vidas.

La patada que valió una guerra: incidentes de Zagreb

Croacia y Serbia eran las dos principales repúblicas de la antigua Yugoslavia, aquel país comunista atípico y neutral, gobernado con mano de hierro por el mariscal Broz Tito hasta su muerte en 1980 estaba formado por seis repúblicas y cinco nacionalidades, además de las ya nombradas la SFR Yugoslavia la conformaban Eslovenia, Macedonia, Bosnia y Herzegovina y Montenegro y tres religiones: católica, ortodoxa y musulmana. Algunas voces del nacionalismo croata incitaban al odio a través de las diferencias étnico-culturales y religiosas, añadían que Croacia, un país europeo y católico vivía secuestrado de un país ortodoxo y bizantino.

A la muerte de Tito, los Estados Unidos habían puesto su interés comercial en Yugoslavia, lo que había facilitado el acceso al capitalismo y que permitió que las regiones de Croacia y Eslovenia se enriquecieran fruto del comercio y la industrialización y que sintieran que su economía tenía un crecimiento por debajo de los esperado por las rémoras que representaban las estériles economía de las repúblicas meridionales de Montenegro y Macedonia, mientras que las clases serbias con mayor poder adquisitivo pensaban que el gobierno beneficiaba a los albanokosovares por lo que pronto se vería mermada las aportaciones al Fondo Común de Yugoslavia.

Hasta entonces la vida en la antigua SFR Yugoslavia parecía funcionar sin mayores problemas, sin embargo, a la muerte de Tito se unió el viraje político y el auge de los nacionalismos yugoslavos a esto se sumaba los intereses de la mayoría étnica serbia representada por S. Milosevic que pretendió la centralización yugoslava en el proyecto de una gran nación Serbia. El movimiento nacionalista croata obtuvo la victoria en abril de 1990 tras el fracaso de la XIV Liga de los Comunistas Yugoslavos, estos pretendían impulsar un proyecto de confederación yugoslava. Milosevic por su parte pretendía por todos los medios que el Partido Comunista conservara el poder en la totalidad del territorio yugoslavo por lo que pretendió convocar unas nuevas elecciones en la que el valor de cada hombre fuera el de un voto aprovechando la mayoría étnica serbia. Las manifestaciones de ambas facciones se habían saldado con víctimas mortales que no eran sino un síntoma más de la gangrena que consumía cada una de las extremidades de la malograda Yugoslavia.

Una semana antes del partido había tenido lugar las elecciones croatas y la crispación social invadía todos los ámbitos de la vida cotidiana y es que el nuevo gobierno del HDZ (Hrvatska Demokratska Zejednika) representaba un peligro para los intereses paneslavos de Serbia. La prensa pro-Serbia tomaron los resultados con cierto recelo y publicaron en la prensa artículos que incitaban al odio entre ambas etnias.

Tudman, el líder nacionalista croata del HDZ fue amenazado de muerte en los cánticos de ultras serbios que subían al tren al son del cántico “od topole”, surgido como canto nacionalista serbio contrario a la ocupación turca y utilizado en la Guerra de los Balcanes como canción patriótica,  que los llevaría hasta Zagreb para acudir a un partido que, si bien siempre fue de alta tensión por la máxima rivalidad entre dos de los clubes, en esta ocasión se sobrepasarían unos límites provocados por la tensión política entre ambas naciones. En los aledaños del estadio se habían producido incidentes entre los grupos ultras de los dos equipos. Sin embargo, los ultras de Delije Seber (grupo ultra del Estrella Roja de Belgrado que posteriormente conformarían el grupo paramilitar los Tigres de Arkan) en la zona del estadio que se les había asignado comenzaron a provocar destrozos y a lanzar asientos contra el resto de aficionados al grito de “Zagreb je Srbija” (Zagreb es Serbia) y “ubicémo Tudmana” (mataremos a Tudman). Los croatas por su parte acudieron al estadio cargados de piedras y comenzaron a quemar banderas yugoslavas a la vez que alzaban la “Trobojnika” (tricolor).

A la media hora del comienzo de los incidentes los BBB (Bad Blue Boys), ultras del Dinamo de Zagreb invadieron el campo y la policía intervino con gas lacrimógeno e intentaron inmovilizar a los invasores, ante la mirada de veinte mil personas que acudieron al Stadion Maksimir cuando Boban, quien llegara a ser posteriormente capitán del A.C. Milán de Italia, intervino con una patada voladora para ayudar a un ultra croata que estaba siendo atacado por la policía, fue ese el momento que desencadenaba la guerra de Croacia para muchos de los aficionados que acudieron aquel día al campo de fútbol.

Boban diría tiempo después:

“Ahí estaba yo, una cara pública, dispuesto a arriesgar mi carrera, todo lo que la fama puede comprar, por un ideal, por una causa: la causa croata”

Ese maldito 13 de mayo, no se jugó en Zagreb un solo minuto de fútbol, tiempo después autoridades del deporte yugoslavo admitieron que ese partido jamás debió haberse organizado, debido a la tensión política y social que vivían ambas naciones en tal momento. Los incidentes de aquel día dejaron más de 70 heridos por arma blanca e intoxicación por inhalación de humo. Sin embargo, este sería el entrante de una guerra que comenzaría en marzo del año siguiente y que se extendió por más de 4 años que acabaría con la muerte de 145.000 personas.

Bibliografía:

  • Boban, y la patada que originó el fin de Yugoslavia – Libertad Digital 11/08/2013.
  • La derecha nacionalista triunfó en las elecciones de Croacia – El País 25/04/1990.

Yugoslavia, de la grada a la trinchera – de Nacho Carretero en jotdown.es.

Más información.

 

Del brutalismo del mariscal Tito al Valle de los Caídos: la reivindicada arquitectura de los dictadores.

Monumento brutalista al levantamiento del pueblo de Kordun y Banija construido durante la Segunda Guerra Mundial por el arquitecto Veliki Petrovac en Croacia.

Autor: Mario Suárez,

Fuente: El País, 29/08/2018

Bogdan Bogdanović (Belgrado, 1922- Viena, 2010) probablemente fue uno de los arquitectos europeos más importantes del siglo XX. Pero pocos conocen su nombre. Ni sus obras. El mariscal Tito, el dictador yugoslavo que estuvo en el poder desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte en 1980, le encargó la construcción de 20 monumentos conmemorativos contra el fascismo. Hoy, muchos de estos espacios están marginados, relegados por su vinculación con la dictadura socialista.

El caso de Bogdanović no es el único. Se podrían añadir a la lista de arquitectos de la ex-Yugoslavia en el olvido por su relación con un régimen dictatorial nombres como Juraj Neidhardt, Svetlana Kana Radević, Edward Ravinikar, Vjenceslav Richter o Milica Sterić. Todos ellos forman parte de una exposición en el MoMA (Museo de Arte Moderno) de Nueva York que habla de memoria y de justicia arquitectónica, Concrete Utopia: Architecture in Yugoslavia, 1948-1980.Esta muestra abre el debate sobre los grandes y olvidados arquitectos que colaboraron en la difusión de las dictaduras europeas, como la de Franco o Hitler.

La torre Avala TV, cerca de Belgrado. Destruida en 1999 y reconstruida en 2010. Sus arquitectos son Uglješa Bogunović y Slobodan Janjić.
La torre Avala TV, cerca de Belgrado. Destruida en 1999 y reconstruida en 2010. Sus arquitectos son Uglješa Bogunović y Slobodan Janjić.

La exposición que acoge el MoMA habla, a través de 400 dibujos, maquetas y fotografías de la capacidad arquitectónica de la época socialista, con ejemplos de brutalismo y experimentación constructiva desconocida aún hoy, casi tres décadas después desde la caída de la República de Yugoslavia en 1992. “La muestra excede la visión de lo público, habla de este brutalismo pop, muy reivindicado hoy en redes sociales como Instagram. Pero también es una muestra polémica, porque estos edificios se construyeron para conmemorar victorias socialistas y, tras la caída de la dictadura de Tito, se quedaron abandonados”, cuenta Iván López Munuera, comisario de exposiciones y crítico de arte y arquitectura.

Ilinden, conocido como Makedonium, es un monumento en Kruševo, República de Macedonia.
Ilinden, conocido como Makedonium, es un monumento en Kruševo, República de Macedonia.

Si en las últimas tres décadas muchas de estas joyas arquitectónicas fueron aniquiladas del patrimonio –hoy recuperados por el fenómeno del brutalismo en Instagram–, lo mismo pasó con esos arquitectos. Bogdanivić, por ejemplo, con la llegada del nacionalismo serbio de Slobodan Milošević, vivió como disidente en su propio país. “Esta muestra plantea cuestiones contemporáneas sobre memoria e historia, abre un debate sobre la integración de los monumentos contemporáneos en el patrimonio. Es muy trasladable a lo que está pasando en España con el Valle de los Caídos, sobre cómo los monumentos pueden contener diferentes ideologías”, explica López Munuera.

Yugoslavia, que en los años de dictadura socialista vivió en la llamada Tercera Vía –alejada de la Guerra Fría– focalizó su modernización en la mejora de la vida cotidiana de los ciudadanos con grandes propuestas de urbanismo. Aquí la arquitectura tomó un rumbo político que se materializó en grandes rascacielos, edificios con formas sorprendentes y magnos monumentos.

“Existen ejemplos como la Biblioteca Nacional de Kosovo, que tiene referencias otomanas, brutalistas –fue utilizada para los refugiados de Bosnia-Herzogovina y Croacia durante la guerra de Yugoslavia­– y que realmente hoy se entiende como un monumento a las relaciones entre las diferentes identidades, que incluso fue reivindicado por Susan Sontag”, comenta el crítico de arquitectura. “Algo parecido debería hacerse con el Valle de los Caídos, no desmontarlo. Lo acertado es transformarlo en un lugar de discusión”, añade.

La Biblioteca Nacional de Kosovo, del arquitecto Andrija Mutnjakovic.
La Biblioteca Nacional de Kosovo, del arquitecto Andrija Mutnjakovic.

En España, tras la decisión del gobierno de exhumar los restos de Franco de su mausoleo, comienza el debate de reivindicar la figura de arquitectos adscritos a la dictadura franquista, como Pedro Muguruza y Diego Méndez –arquitectos del Valle– o Francisco de Asís Cabrero, entre otros. “Fueron una serie de arquitectos que, en edad temprana y antes de la Guerra Civil, experimentaron mucho, aunque luego se dejaron llevar por el falangismo”, cuenta David Pallol, historiador y autor de Construyendo un imperio: Guía de la Arquitectura franquista en el Madrid de la Posguerra (La Librería).

El Palacio de La Prensa y el edificio Coliseum, de Pedro Muguruza y Casto Fernández-Shaw, situado en el corazón de la Gran Vía de Madrid; o la Casa Sindical –actual Ministerio de Sanidad–, de Francisco de Asís Cabrero y Rafael Aburto, son ejemplos de buena arquitectura de vanguardia realizada por arquitectos adscritos al régimen. “Siguieron las directrices de la Escuela de Chicago. Se fijaban mucho en Nueva York, aunque lo más interesante que hicieron durante el régimen fueron las viviendas sociales”, añade Pallol. “La colonia de casas de la Virgen del Pilar (Avenida de América) fue una propuesta muy experimental, con nuevas técnicas de construcción que, al no representar al poder, se creaban con más audacia por estos arquitectos”, remata el historiador.

Palacio de la Prensa, del arquitecto falangista Pedro Muguruza, y el edificio Capitol, de los arquitectos Luis Martínez-Feduchi y Vicente Eced y Eced.
Palacio de la Prensa, del arquitecto falangista Pedro Muguruza, y el edificio Capitol, de los arquitectos Luis Martínez-Feduchi y Vicente Eced y Eced. GETTY IMAGES

“Respecto al Valle de los Caídos, desde el punto de vista arquitectónico, no vale nada, es plomizo, muy pesado, tétrico. No hay por dónde cogerlo. Lo único que tiene valor es lo paisajístico. El propio Muguruza tuvo que luchar mucho contra Franco, porque el dictador tenía un concepto mucho más caduco de la arquitectura y quería meter cruces por todos lados”, explica Pallol.

La recuperación y puesta en valor de estas construcciones realizadas en periodos dictatoriales en Europa también se cuestiona en Alemania con los restos arquitectónicos de los nazis. El último ha sido el Campo Zeppelin levantado por el arquitecto del Tercer Reich Albert Speer, en Nüremberg. Esta mole de 1934, inspirada en el Altar de Pérgado de origen helénico para ver los desfiles militares nazis, se cae a pedazos. Nadie se atreve a poner sobre una mesa los 70 millones de euros que costaría su restauración.

Campo Zeppelin levantado por el arquitecto del Tercer Reich Albert Speer, en Nüremberg.
Campo Zeppelin levantado por el arquitecto del Tercer Reich Albert Speer, en Nüremberg. ALAMY