Los católicos y la política en la Europa de finales del XIX

León XIII

Autor: EDUARDO MONTAGUT

Fuente: Nueva Tribuna, 18/07/2020

El catolicismo tuvo un evidente protagonismo en todos los movimientos contrarrevolucionarios, de signo legitimista (el carlismo en España, por ejemplo) o muy conservador en la época revolucionaria. Su gran formulación sería el ultramontanismo con un fuerte carácter integrista frente a los modernos Estados. Roma no aceptaba la nueva situación política generada por el triunfo del liberalismo, el avance del laicismo, ni por la creciente secularización de la sociedad ni, por supuesto, por un cada vez más extendido anticlericalismo.

El ultramontanismo se fomentó con el papa Pío IX. El Vaticano perseguía con esta idea liberar al Papado de la dependencia de los poderes civiles y dar más libertad de acción a la Iglesia, especialmente, cuando se consideró como prisionero en Roma, ya que la recién creada Italia le había despojado de los Estados Pontificios.

Pero cuando León XIII fue elegido papa se introdujeron cambios importantes en la forma en la que los católicos debían afrontar la vida política, superando, al menos, la hostilidad beligerante del pasado. En Alemania se produjo el conflicto del Kulturkampf, provocando un fenómeno que tendría fuertes influencias en el resto de Europa, la creación de un partido político específicamente confesional, el Zentrum católico, y que tuvo un enorme peso como oposición política en Alemania a partir de la década de los años setenta hasta el final de la República de Weimar.

El Zentrum defendía el catolicismo, los católicos y los estados alemanes con fuerte presencia de esta confesión, como Baviera o determinadas zonas del Rhin. Unía esa defensa, junto con la libertad religiosa, con una evidente preocupación social frente al poder prusiano, vertebrador del nuevo Reich. Aunque, por lo otro lado, sería un partido gobernado por la aristocracia y la alta burguesía católicas.

En Francia, la intensa política secularizadora iniciada en la década de los años ochenta, coincidiendo con la estabilización definitiva de una República, la Tercera, nacida con muy poco vigor republicano de las cenizas de Sedán y la Comuna, provocó un evidente enfrentamiento con la Iglesia Católica. Pero el papa León XIII optó por una política conciliadora en los inicios de la siguiente década. En 1892 se publicó la encíclica Au milier des sollicitudes que establecía que la Iglesia no estaba vinculada a ninguna forma de gobierno y que, por lo tanto, aceptar la República no implicaba aceptar la legislación secularizadora de la misma.

En ese momento nacería lo que se ha llamado el “catolicismo institucional”, o “derecha constitucional”, así como sus integrantes los “rallies”. Este grupo de católicos impulsados por la decisión papal deciden influir en la Tercera República en un sentido religioso tanto en lo político como en lo social. La gran figura de este grupo fue el conde Albert Marie de Mun (1841-1914), que había comenzado su carrera política en posturas muy extremas, pero que fue moderando. Interesa destacar cómo al calor de la RerumNovarum (1891), Mun y el catolicismo institucional defendieron las reformas sociales que se plantearon en la época, junto con el socialismo independiente de Aristide Briand.

En el caso español habría que citar a Alejandro Pidal y Mon (1846-1913) y su Unión Católica, fundada en 1881. Pidal pretendía buscar la unidad de los católicos que deseaban participar en el sistema político de la Restauración, aunque unos años antes criticara su establecimiento y su inductor, Antonio Cánovas del Castillo, por demasiado revolucionario. Pero Pidal no era un integrista como los Nocedal, y prefirió optar por una especie de posibilismo para influir siempre a favor de la Iglesia y de la moral católica en todos los debates legislativos que afectaran a ambas, como la confesionalidad del Estado, o contra el matrimonio civil, entre otras cuestiones. En 1883, el papa León XIII le instó a que participara intensamente en la política española, aunque no creando un partido sino apoyando al que considerara más afín. Debemos recordar que la Unión Católica no era un partido sino una asociación que en cada diócesis presidía el obispo correspondiente. Esta entrevista en Roma, junto una anterior con Alfonso XII, le animan a aceptar el puesto de ministro de Fomento, una cartera muy importante, con competencias educativas, en un gobierno del anteriormente denostado Cánovas, integrándose en el Partido Conservador. Posteriormente, tendría otras responsabilidades en el sistema de la Restauración.

¿Se justifica la reputación de Catalina la Grande de hipócrita, reaccionaria, usurpadora y maníaca sexual?

Catalina la Grande (1729-1796), quien llegó al trono en 1762. A los 14 años de edad, Catalina, una princesa alemana, fue elegida para ser la esposa de Pedro III de Rusia.

Autora: Janet Hartley

Fuente BBC History 25/07/2020

«Me sonrojo por la humanidad». Ese fue el veredicto fulminante de Nikolay Karamzin sobre el reinado de Catalina la Grande.

Karamzin, quien, a principios del siglo XIX, escribió una historia amplia de Rusia, no ha sido el único historiador en desaprobar el comportamiento de la emperatriz desde que ella murió, en 1796.

¿Qué hizo Catalina para que Karamzin se sonrojara?

De todas las críticas en su contra, cuatro se destacan:

  1. que usurpó el trono ruso de su esposo;
  2. que era irremediablemente promiscua;
  3. que se hizo pasar por una monarca iluminada mientras hacía poco para mejorar el sufrimiento de los pobres;
  4. que persiguió una política exterior rapaz.

Es una lista tremenda pero, ¿resiste el escrutinio? Yo creo que no.

El trono

Sin duda, tenía sus defectos. Pero si examinas su historial en el contexto de su época, es difícil no concluir que merece ser juzgada con más simpatía.

Toma el primero de sus principales ‘crímenes’: su toma del poder.

Es cierto que no tenía derecho al trono ruso: provenía de una familia principesca alemana que no estaba en su mejor momento.

También es cierto que su ascenso, de aristócrata anónima a emperatriz de Rusia a la edad de 33 años, fue impresionante.

Sin embargo, fue producto tanto de su propia ambición como del oportunismo de su madre, de las intrigas diplomáticas de la corte real y su capacidad para impresionar a la gobernante rusa, la emperatriz Isabel.

Pedro III
Image captionPedro III la humilló casi desde el primer momento de su relación.

La clave del ascenso de Catalina fue su compromiso con el heredero de la emperatriz Isabel, Pedro, el duque de Holstein Gottorp. Se casaron en 1745 y Pedro se convirtió en zar en 1761.

El matrimonio de la pareja fue tempestuoso y, poco más de seis meses después de que Pedro se convirtiera en zar (como Pedro III), Catalina lo derrocó con el apoyo de oficiales del ejército de los regimientos de guardias de élite, incluido su amante, Grigory Orlov.

Pocos días después del golpe, Pedro fue asesinado por el hermano de Orlov, supuestamente en una pelea de borrachos.

Catalina ciertamente se benefició de la caída de su esposo, pero estaba lejos de ser la única.

Un dicho común sobre el zarismo ruso es que fue «una autocracia moderada por el asesinato»; es decir, el gobernante tenía poderes casi ilimitados, pero siempre era vulnerable a ser destronado si enajenaba a las élites.

Count Alexei Grigoryevich Orlov
Image captionEl conde Alexei Grigoryevich Orlov fue uno de los dos grandes amores de Catalina y también uno de los que ayudó a derrocar a su esposo.

Pedro III había hecho exactamente eso, y en particular había ofendido los sentimientos patrióticos del cuerpo de oficiales del ejército al cambiar de bando en la Guerra de los Siete Años, firmar un acuerdo de paz con Federico el Grande de Prusia y abandonar las conquistas rusas en Prusia Oriental.

El emperador parecía caprichoso e inestable, lo que llevó a conspiraciones en su contra por parte de altos funcionarios.

Catalina misma estaba en riesgo, ya que su esposo amenazó con divorciarse de ella, casarse con su amante y desheredar a su hijo.

Es imposible saber cómo habría evolucionado el reinado de Pedro, pero los que diseñaron el golpe podrían, en años posteriores, revisar el historial de Catalina y concluir que habían actuado en beneficio de los intereses del país, así como los suyos.

Los amores

Catalina escribió una vez: «Si hubiera sido mi destino tener un esposo al que pudiera amar, nunca habría cambiado mis sentimientos hacia él«.

La emperatriz tenía poco en común con el emperador grosero e inmaduro, que pronto dejó en claro que ella le era indiferente y la humilló repetidamente en público. Así que Catalina buscó amor en otra parte, lo que nos lleva al segundo de los cuatro cargos principales que se le imputan: su promiscuidad.

Tuvo unos 12 amantes en su vida, incluidos varios antes de llegar al trono. Pero fue su aventura con el guapo Sergey Saltykov, mientras estuvo casada con Pedro, fue la que tuvo mayores ramificaciones.

Muchos historiadores creen que Saltykov era el padre del hijo de Catalina y futuro emperador, Pablo I (Pedro no pudo tener hijos con sus muchas amantes, por lo que se piensa que era infértil).

Pablo I de Rusia pintado por Vladimir Borovikovsky
Image captionEmperador Pablo I de Rusia… ¿hijo del amante de Catalina?

Pablo nació en 1754, cuando la emperatriz Isabel todavía estaba en el trono, y a ella le interesaba tanto como a Catalina proclamarlo como hijo legítimo del heredero al trono.

Pero, aunque produjo un heredero, esa no fue una de las dos grandes relaciones de la vida de Catalina. La primera fue con Grigory Orlov, que duró 12 años; la segunda, un apasionado romance con el estadista y general Grigory Potemkin.

Las cartas de Catalina a Potemkin dan testimonio de la profundidad de su amor por él:

«Mi querido amigo, TE AMO MUCHO, eres tan guapo, inteligente, jovial y divertido; cuando estoy contigo no me importa el mundo. Nunca he estado tan feliz«.

Pero también había un elemento trágico en la vida personal de Catalina. Parecía incapaz de mantener sus relaciones, y muchos de sus amantes le fueron infieles, incluido Orlov. Potemkin también cayó en desgracia con la emperatriz en la corte después de un par de años, aunque su profundo afecto mutuo se mantuvo.

Grigory Potemkin
Image captionPotemkin fue el otro gran amor de Catalina.

Su última carta, escrita el día de su muerte -que dejó devastada a Catalina-, fue para «mi pequeña madre, la más gentil dama soberana«.

Calificarla de promiscua es, sin embargo, una opinión personal.

Hacia el final de su reinado ciertamente hubo una procesión de jóvenes amantes, a menudo superficiales, pero siempre guapos.

Y no cabe duda de que eso le causó un daño considerable a su reputación y la de la corte rusa.

¿Mala práctica?

La tercera crítica dirigida contra ella, que era una hipócrita, seguramente es igualmente destructiva para su legado.

Afirman que como monarca no practicaba lo que predicaba.

Este cuadro titulado "Apoteosis del reinado de Catalina II", de 1767, pintado por Gregorio Guglielmi, fue encontrado en la Colección del Museo Hermitage, San Petersburgo.
Image captionEste cuadro titulado «Apoteosis del reinado de Catalina II», de 1767, pintado por Gregorio Guglielmi, fue encontrado en la Colección del Museo Hermitage, San Petersburgo.

Al comienzo de su reinado, Catalina convocó a una asamblea, llamada Comisión Legislativa, que estaba compuesta por casi 600 representantes elegidos de muchos de los grupos sociales que conformaban la población de Rusia. Aunque no había representantes de los siervos, sí había campesinos estatales (campesinos en tierras no nobles), gente del pueblo, no rusos y, por supuesto, nobles.

La emperatriz le presentó a la asamblea la llamada «Instrucción», que recomendaba teorías políticas humanitarias liberales. Para provocar debate, utilizó los escritos más modernos sobre política y derecho de pensadores franceses e italianos de la época.

En una autocracia como Rusia, ese tipo de propuestas eran radicales. Pero, en gran medida, todo quedó en propuestas. La «Instrucción» tuvo poco impacto práctico en Rusia: no desencadenó la emancipación de los siervos de la nación.

Además, Catalina plagió gran parte de la «Instrucción» de otros textos, incluido «El espíritu de las leyes» del filósofo francés Montesquieu, y distorsionó deliberadamente su análisis para poder describir a Rusia como una «monarquía absoluta» en lugar de un «despotismo».

En resumen, según las críticas, aunque aparentemente se presentaba como una gobernante moderna de la Ilustración, no lo era.

¿Pero es justa esta acusación?

Corona de Catalina la Grande
Image captionMonarca absoluta, sí; déspota, no… según la «Instrucción». (Corona de Catalina la Grande)

Ciertamente había una gran brecha entre las aspiraciones de su «Instrucción» y sus logros.

Sin embargo, eso puede explicarse por las realidades de su base de poder y la naturaleza del estado ruso.

En la Comisión Legislativa los nobles dejaron en claro que su principal deseo era mantener su derecho exclusivo a tener siervos, y, sin su apoyo, era imposible para Catalina modificar, y mucho menos abolir, la servidumbre.

Donde pudo implementar reformas, lo hizo.

Fue una importante mecenas de las artes; alentó las traducciones de libros extranjeros; estableció el primer sistema nacional de educación en Rusia basado en los mejores modelos de la época; abolió la tortura (al menos en principio); y mejoró los procedimientos judiciales y la administración local.

Además, promulgó dos cartas importantes en 1785 para ciudades y nobles: la primera intentó mejorar el estado de las ciudades y la gente del pueblo, mediante el establecimiento de nuevos órganos de autogobierno y gremios de artesanos modernos; la otra, aclaró y confirmó los derechos y privilegios de la nobleza en un intento de alinear su estatus con el de sus homólogos de Europa central y occidental.

Catalina la Grande
Image captionDicen que Catalina la Grande era hipócrita pero ¿realmente cuánto podía hacer sin el apoyo de las élites?

«Rusia es un estado europeo«, fueron las palabras de apertura de Catalina en el primer capítulo de su «Instrucción», y era una declaración cultural, no geográfica, en la que ella realmente creía.

Dentro de los límites en los que tenía que operar, trató de llevar la cultura rusa y las élites sociales rusas a un marco europeo ‘ilustrado’.

Diplomacia cínica

Donde era posiblemente menos iluminada era en el ámbito de las relaciones exteriores. No hay duda de que su Rusia fue una nación agresiva: luchó guerras contra el imperio otomano, Suecia y Polonia-Lituania, y sus victorias llevaron a la adquisición de franjas de territorio hacia el sur y el oeste.

Quizás es débil defensa decir que otros gobernantes de la época eran tan rapaces como ella. Pero es cierto. Federico el Grande de Prusia y María Teresa de Austria fueron tan despiadados como Catalina al sacrificar naciones enteras en el altar de sus ambiciones.

La principal víctima de este cínico tipo de diplomacia fue Polonia-Lituania, dividida por Rusia, Prusia y Austria no menos de tres veces a fines del siglo XVIII.

La desaparición de Polonia del mapa fue una fuente de inestabilidad a lo largo del siglo XIX. Pero el resultado para Rusia fue que logró estar presente en el corazón de Europa.

Segunda batalla ruso-sueca de Svensksund el 10 de julio de 1790. Artista: Johan Tietrich Schoultz, (1754-1807).
Image captionSegunda batalla ruso-sueca de Svensksund el 10 de julio de 1790. Artista: Johan Tietrich Schoultz, (1754-1807).

Catalina también se mantuvo firme en una serie de negociaciones a menudo difíciles con el imperio otomano, asegurando que Rusia adquiriera un territorio importante en la costa norte del Mar Negro. En 1783, cuando la emperatriz declaró la anexión de Crimea, los otomanos no tuvieron más remedio que consentir.

Con Rusia dominando el Mar Negro, parecía que Catalina aspiraba reclamar Constantinopla para el cristianismo ortodoxo.

La emperatriz había adquirido más territorio en Europa que cualquier gobernante ruso desde Iván el Terrible en el siglo XVI, y había convertido a Rusia en un «gran poder».

Juicio por género

Hay muchas razones por las cuales los historiadores han sido excesivamente duros con Catalina la Grande en los últimos 200 años. Pero creo que uno de ellos es su género: si hubiera sido un hombre, seguramente la habrían juzgado más favorablemente.

Los gobernantes varones, incluso aquellos que expresaron desaprobación por la conducta de Catalina, frecuentemente tenían amantes.

Y, ¿habría sido tachado de rapaz un emperador por extender las fronteras de Rusia tan extensamente como la emperatriz?

Pedro I y Alejandro I también amenazaron el equilibrio de poder, pero sus acciones no se describieron en los mismos tonos despectivos.

Estos dobles raseros quedaron plasmados de manera perturbadora en la caricatura británica «An Imperial Stride!«.

Caricatura explicada abajo

En ella, Catalina está a horcajadas con un pie en Rusia y otro en Constantinopla, mientras gobernantes europeos miran bajo su falda y hacen comentarios lascivos: «¡Qué expansión prodigiosa!» comenta George III; «¡Nunca vi algo así!» declara Luis XVI; «Todo el ejército turco no la satisfaría«, exclama el sultán turco.

La caricatura data de 1791, en la cima del poder ruso.

Pero si bien, como hace palpable la misma caricatura, sus compañeros gobernantes se burlaban de Catalina, también le temían pues su país resurgente representaba una amenaza para las superpotencias tradicionales de Europa.

Janet Hartley es profesora de historia internacional en la London School of Economics and Political Science. Sus libros incluyen «Rusia 1762-1825: Poder militar, el Estado y el pueblo»

Proyecto Manhattan: todo por la bomba atómica

Autora: Eva Millet.

Fuente: La Vanguardia 16/07/20250

Hace 75 años estallaba en un desierto de Nuevo México la bomba Trinity, que revelaba el éxito del proyecto liderado por Robert Oppenheimer y cambiaba el mundo para siempre

Todo empezó con una carta, del 2 de agosto de 1939, dirigida al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt. La firmaba Albert Einstein, cuya ecuación E = mc² puso las bases del desarrollo de la energía atómica. Ante el auge del nazismo, Einstein había abandonado su Alemania natal en 1933, instalándose en América. Ese verano estaba en Long Island, en una agradable casa alquilada frente al mar, con un jardín frondoso y un porche de madera.

Cuentan que era un pésimo navegante y apenas sabía nadar, pero disfrutaba de aquel lugar tranquilo. Sin embargo, el genio recibía numerosas visitas. Quizá ninguna fue tan relevante como la que le hicieron los físicos húngaros Leo Szilard y Eugene Wigner ese agosto de hace poco más de ochenta años.

Nacido en Budapest en 1898, Leo Szilard era un físico nuclear que también huyó de Alemania en 1933. Su primer destino fue Londres, donde ayudaba a otros académicos refugiados a encontrar trabajo.

Lord Rutherford aseguraba que no era posible utilizar la energía atómica con fines prácticos

Aquel mismo año, frente a un semáforo del barrio de Bloomsbury, tuvo su momento eureka. Había leído en The Times un artículo sobre lord Rutherford, el padre de la física nuclear, en el que este aseguraba que no era posible utilizar la energía atómica con fines prácticos. Furioso ante aquel rechazo, y al tiempo que cruzaba la calle, a Szilard se le ocurrió la idea de una reacción nuclear en cadena: la base de la bomba atómica.

La fisión nuclear

Szilard no fue el único que teorizaba sobre las posibilidades de la energía atómica. Había otras mentes brillantes –como la del italiano Enrico Fermi– que trabajaban sobre ella en las universidades de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. También se investigaba en Alemania, entonces en la vanguardia de la ciencia y la tecnología mundiales, con premios Nobel como el físico Werner Heisenberg. Por ello, cuando Szilard se enteró, a finales de 1938, de que los químicos alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann habían descubierto la fisión nuclear, no dudó de la veracidad de la información.

La prueba Trinity, desarrollada en el marco del Proyecto Manhattan, fue la primera detonación de un arma nuclear de la historia.
La prueba Trinity, desarrollada en el marco del Proyecto Manhattan, fue la primera detonación de un arma nuclear de la historia. (Dominio público)

Hahn y Strassmann demostraron que el núcleo del uranio podía ser dividido en dos o más partes mediante el bombardeo de neutrones, partículas descubiertas en 1932 por el británico James Chadwick. Esta división provocaba un desprendimiento enorme de energía y la emisión de dos o tres neutrones que, a su vez, ocasionaban más fisiones al interactuar con nuevos núcleos, que emitían nuevos neutrones… El efecto multiplicador de la reacción en cadena.

Unos meses antes de la invasión de Poloniala Alemania de Hitler estaba en vías de fabricar una bomba nuclear. En este contexto se gesta la carta de Einstein a Roosevelt, firmada en el porche de la casa de Long Island. La redactó Szilard, pero era necesaria la firma de alguien como Einstein para que el presidente reaccionara. Hasta entonces, los esfuerzos de Szilard y Fermi para conseguir financiación con que investigar la energía nuclear habían tenido muy poco éxito.

La carta de Einstein informaba a Roosevelt de que ya era posible conseguir una reacción en cadena sobre una cantidad importante de uranio, lo que permitiría “generar ingentes cantidades de energía”. Este nuevo fenómeno “podría desembocar en la construcción de bombas” extremadamente potentes, con capacidad “de destruir un puerto entero y el territorio adyacente”.

Estos proyectiles serían tal vez demasiado pesados para su transporte, pero Einstein instaba al presidente a que su administración mantuviera un “contacto permanente” con los físicos que trabajaban en la reacción en cadena en Estados Unidos.

El presidente ordenó la creación de un nuevo grupo de trabajo para construir la bomba atómica

La carta tardó más de dos meses en llegar a Roosevelt, pero su reacción fue rápida: decidió establecer el Comité del Uranio como enlace entre gobierno y laboratorios. Sin embargo, el compromiso pleno de su gobierno no llegó hasta julio de 1941. Fue entonces cuando el espionaje británico informó de que, para los alemanes, la fabricación de una bomba, de uranio o plutonio, lo suficientemente pequeña como para ser transportada en avión era viable.

Ante aquello, el presidente ordenó la creación de un nuevo grupo de trabajo, integrado por militares y políticos de alto rango, para construir la bomba atómica. Un arma capaz de decidir el desenlace de la guerra en Europa, que parecía estar ganando Alemania. Sin dilación, el llamado Comité S-1 se dispuso a materializar un proyecto todavía sin nombre.

El Proyecto Manhattan

El 7 de diciembre de 1941, tras el ataque de Japón a su flota estacionada en Pearl HarborEstados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial. Con ello, el Departamento de Guerra se adhirió al Comité S-1. Lo hizo a través de los US Army Corps of Engineers: el cuerpo de ingeniería pública más grande del mundo. Debido a que la mayor parte de la investigación nuclear se había hecho en la Universidad de Columbia, en Manhattan, los Corps de este distrito fueron puestos al mando.

El general Leslie R. Groves dando un discurso en agosto de 1945.
El general Leslie R. Groves dando un discurso en agosto de 1945. (Dominio público)

De ahí surge el nombre en código “Proyecto Manhattan”, para el que no se escatimaron recursos: dos mil millones de dólares de la época para construir las diferentes infraestructuras que lo integraron. A la cabeza de las actividades se puso al coronel Leslie R. Groves.

Miembro del Cuerpo de Ingenieros, había sido fundamental en la construcción del recién estrenado Pentágono. Un éxito organizativo que él quería dejar atrás para combatir en el frente. Pero las órdenes fueron permanecer en Estados Unidos para una nueva misión que, si resultaba un éxito, haría que su país ganase la guerra. Una vez accedió a su nuevo puesto, la primera orden de Groves fue comprar 1.200 toneladas de uranio mineral del entonces Congo Belga.

A Groves le impresionó “la arrogante ambición” de Oppenheimer. “Es un genio”, resumió

Brusco, eficaz y físicamente intimidante, Groves, que fue ascendido a general al serle asignado el Proyecto Manhattan, era lo opuesto al otro hombre clave en el mismo: Julius Robert Oppenheimer. Este físico teórico, nacido en Nueva York, de aspecto y gustos sofisticados, fue el escogido por el militar para dirigir la parte científica.

Una decisión controvertida, porque Oppenheimer, profesor de la Universidad de Berkeley, ni tenía un Nobel ni experiencia en gestión de equipos. Pero ya en su primer encuentro a Groves le impresionó “la arrogante ambición” de Oppenheimer, quien parecía saberlo “todo”, y no solo de física teórica. “Es un genio”, resumió el general.

Los Álamos

Groves supo ver en Oppenheimer una mente brillante, capaz de encontrar la solución a problemas de distintas disciplinas. Le gustó su idea de que el laboratorio donde se construyera la bomba se ubicase en un lugar aislado, lo que facilitaba la seguridad. Oppenheimer sugirió situarlo en Nuevo México, donde poseía un rancho. Los paisajes prístinos de aquel estado al sur del país eran su pasión.

Conocía bien la zona y sabía de la existencia, al norte de Santa Fe, de un internado para niños llamado Los Álamos, en una de las mesas que rodeaban la llamada llanura de Pajarito. El lugar era aislado y bellísimo, perfecto para un trabajo que requería tanto concentración como asueto. Groves sentenció que habían encontrado el sitio perfecto para la “sede Y” del Proyecto Manhattan: el laboratorio donde se diseñaría la primera bomba atómica de la historia.

Dio la orden de adquirir los terrenos y envió la maquinaria de los Corps para construir el complejo, al que Oppenheimer se mudó en la primavera de 1943. Años más tarde, el físico manifestaría sentirse culpable por haber destrozado un paisaje maravilloso. En ese momento no se le ocurrió que la logística derivada del Proyecto Manhattan podría causar impacto en esa naturaleza espléndida.

Lo cierto es que, mientras él se encargaba de reclutar a los científicos que necesitaba, Groves construía, en un tiempo récord, un flamante laboratorio nuclear, rodeado de una pequeña ciudad en mitad de la nada.

Por sugerencia de Oppenheimer, las familias del personal del proyecto residirían también en Los Álamos. Mientras las obras avanzaban, Oppenheimer convocaba a los científicos más brillantes de su generación para unirse a la empresa.

Entre otros, estaban Leo Szilard, por supuesto, y Enrico Fermi (Nobel en 1938). Los químicos Harold C. Urey (Nobel en 1934) y Willard Frank Libby (Nobel en 1960). James Chadwick, el descubridor de los neutrones (Nobel en 1935). Los físicos Isidor Rabi (Nobel en 1944) y Hans Bethe (Nobel en 1967). El físico teórico Richard Feynman (Nobel en 1965), el físico de origen español Luis Walter Álvarez (Nobel en 1968) y el físico de origen húngaro Edward Teller, futuro padre de la bomba de hidrógeno y, según Fermi, “el más inteligente de todos nosotros”.

El general Groves temía filtraciones (y, de hecho, las hubo)

El potente equipo humano fue aumentando a medida que pasaban los meses. Como explicaría Rose, la hija de Hans Bethe, la idea inicial de Oppenheimer era reclutar a treinta científicos, más un grupo de apoyo de unas cien personas. Pero la cifra se disparó, y en 1945, en Los Álamos trabajaban unas seis mil. A veces, seis premios Nobel intervenían en un mismo proyecto. Los egos eran enormes. Pero, con un savoir-faire que sorprendería a muchos, Oppenheimer resultó idóneo para dirigir a ese grupo de divos de la ciencia.

Lo que se hacía en Los Álamos era secreto de Estado. También la existencia de la instalación, cuya única dirección de correo era el apartado postal 1663, Santa Fe, Nuevo México. Groves estaba obsesionado por la seguridad y temía filtraciones (y, de hecho, las hubo). Todos necesitaban una acreditación para entrar y salir del recinto. Oppenheimer iba siempre con guardaespaldas, y a los científicos les estaba prohibido comentar su trabajo, incluso con sus más allegados.

Cambio de turno en la instalación de enriquecimiento de uranio Y-12.
Cambio de turno en la instalación de enriquecimiento de uranio Y-12. (Dominio público)

En Santa Fe se rumoreaba que el internado se había convertido en una base para reparar submarinos o en una maternidad de la rama femenina del Ejército. Lo cierto es que en Los Álamos hubo un inesperado baby boom que no agradó a Groves. Cuando se lo hizo saber a Oppenheimer, este tuvo poco que argumentar: su segunda hija nació allí, en 1944. Como con los otros bebés, en su certificado, el lugar nacimiento constaba como “apartado postal 1663”.

En el Proyecto Manhattan coincidieron las maneras de hacer de la ciencia y lo militar. Mientras Oppenheimer consideraba clave el intercambio de ideas en un ambiente distendido, Groves abogaba por el secretismo y la formalidad. Aquella divergencia provocaba discrepancias entre los máximos responsables del proyecto, pero, en general, la relación fue de mutuo respeto.

Pese a la gravedad y urgencia de la tarea encomendada, en aquella joven comunidad existía una vida social intensa. Oppenheimer era el primero en organizar fiestas en su casa, donde preparaba unos perfectos dry martinis. El magnífico entorno era idóneo para las caminatas que tanto gustaban a científicos como Enrico Fermi. Se organizaban también excursiones a caballo y pícnics junto al río. Incluso se construyó una pista de esquí: George Kistiakowsky, el químico al mando de la implosión de la bomba, se encargó de limpiar parte del bosque. Con explosivos, naturalmente.

Una cuestión ética

Pese a aquellos hobbies, el trabajo era intenso: jornadas de diez, doce y hasta catorce horas para crear “el artefacto” –como se lo llamaba– antes que los nazis. Ese era el objetivo de los científicos involucrados, muchos de ellos refugiados del fascismo. Qué pasaría si Estados Unidos conseguía antes la bomba era una cuestión que ni se planteaba.

Pero, en 1944, tras el desembarco aliado del 6 de junio en Normandía, las cosas cambiaron. Los aliados iban camino de ganar la guerra en Europa, y estaba claro que Alemania no lograría fabricar la bomba. ¿De qué servía seguir adelante con aquella arma de destrucción masiva? Empezaron a surgir voces críticas. Como la del físico polaco Joseph Rotblat, que se quedó helado cuando, en una cena en casa de James Chadwick, escuchó al general Groves decir que el fin de la bomba no era derrotar a Hitler, sino dominar a los soviéticos.

Rotblat sabía que Stalin no era un santo, pero también sabía que miles de rusos seguían muriendo cada día en el frente en su mismo bando. Percibió las palabras del general como una traición, y pocos meses después abandonó Los Álamos. No podía seguir participando, dijo, en la creación de un arma cuyo objetivo, vencer al nazismo, había quedado obsoleto. Dedicó el resto de su vida a la erradicación de las armas nucleares, lo que le valió el Nobel de la Paz en 1995.

El secretismo del Proyecto Manhattan era tal que Truman no lo conoció hasta poco antes de ser investido

La de Rotblat no fue la única voz disidente. A finales de 1944, el estadounidense Robert Wilson, jefe de la división de física experimental, convocó una reunión en el complejo para discutir la ética del proyecto. Aunque se había adherido “con la vocación de un soldado profesional”, también empezaba a albergar dudas con el cambio de rumbo de la guerra. Acudieron una veintena de personas, incluido Oppenheimer, que les convenció de seguir adelante.

Su argumento estaba inspirado en el de su mentor, el eminente físico danés Niels Bohr, que había visitado Los Álamos un año antes. Para Bohr, la bomba era algo terrible, pero también la “Gran Esperanza”. Bien manejada, podría ser garante de la paz en el mundo, cambiar las dinámicas de la guerra como tal. Pero para ello era necesario un control internacional de la energía atómica y la cooperación entre científicos del mundo capitalista y el comunista.

Así, el trabajo en Los Álamos siguió a toda marcha: los equipos, coordinados por Oppenheimer, iban solucionando los problemas para la construcción del artefacto, que, en su mayoría, estaban relacionados con la implosión. Los explosivos necesarios (el uranio y el plutonio enriquecidos) eran suministrados desde los reactores de los complejos de Oak Ridge (Tennessee) y Hanford (Washington), también construidos para el proyecto.

En paralelo, la historia se desarrollaba a toda velocidad: el 12 de abril de 1945 falleció Roosevelt, a quien sucedió en la Casa Blanca Harry Truman . Una buena prueba del secretismo del Proyecto Manhattan es que Truman desconoció su existencia hasta poco antes de su investidura como presidente. En Europa, Hitler se suicidó el 30 de abril en su búnker de Berlín. Ocho días después, Alemania se rendía.

Con el nazismo derrotado, fueron más los que se preguntaron qué sentido tenía seguir con aquello. Pero en el Pacífico la guerra continuaba con virulencia, y el Ejército ya había seleccionado diecisiete posibles blancos en Japón para el bombardeo atómico. El proyecto continuaba; solo había cambiado el objetivo.

Aquello horrorizó a Leo Szilard, ya convencido de que el uso del arma sería nefasto. En junio de 1945 impulsó, junto a otros destacados científicos, el llamado Informe Franck, donde instaban al presidente a no utilizar la bomba. Sin embargo, la decisión parecía estar tomada, y el arma, cada vez más cerca

El 16 de julio tuvo lugar la prueba Trinity en el desierto de Jornada del Muerto, en Nuevo México. La explosión de la primera bomba nuclear de la historia se produjo a las 5.30 h de la madrugada. Fue un éxito. La detonación, con la característica nube en forma de hongo, superó todas las expectativas.

Pero fue la brillantísima luz que produjo lo que más impactó a los testigos. “Fue como descorrer una cortina en una habitación oscura”, recordaría Teller. “Pensé que algo había salido mal y que el mundo entero estaba en llamas”, dijo James Conant, presidente de la Universidad de Harvard. Isidor Rabi declaró que, pese al calor, “tenía la piel de gallina”. Hans Bethe sintió “que habían hecho historia”. Oppenheimer declaró que fue una explosión “terrible” a la que “muchos niños no nacidos aún le deberán su vida”.

El hongo sobre Hiroshima producido por la explosión de la Little Boy el 6 de agosto de 1945.
El hongo sobre Hiroshima producido por la explosión de la Little Boy el 6 de agosto de 1945. (Dominio público)

El 6 de agosto de 1945, el bombardero Enola Gay despegó de la base americana de la isla de Tinián, en las Marianas, a las 7.30 h de la mañana. En sus tripas llevaba el resultado del Proyecto Manhattan: Little Boy, o la primera bomba atómica a punto de ser arrojada sobre una población civil.

El artefacto fue lanzado sobre Hiroshima, ciudad que no había sido atacada hasta ese día. Tras la explosión, el piloto dijo que “no vio nada más que oscuridad”. Sin embargo, debajo del hongo nuclear quedaron una ciudad arrasada, 70.000 muertos y muchos más (casi el doble), que fallecerían a causa de la radiación. El mundo ya no sería el mismo.

Este artículo se publicó en el número 615 de la revista Historia y Vida.

A propósito de los soldados de Franco: represión, disciplina, vigilancia y silencio

Autora: Patricia Martínez Fernández

Fuente: Nueva Tribuna 13/07/2020

¿Quién formaba el ejército sublevado? Hasta hace unos años, nadie en el mundo historiográfico y social se preguntaba esto. Se daba por hecho que se trataba de militaristas y contrarrevolucionarios procedentes de partidos de la derecha reaccionaria y causantes de la represión. La misma impresión tenía la ciudadanía, en la que se daba por sentado que el ejército era fascista y se repetía el mantra de “a mi abuelo (o padre) le tocó ir porque vivía aquí”. Se tenía una vaga idea de quiénes eran, pero se desconocía su historia. La investigación previa de Soldados de Franco. Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar (Siglo XXI, España), de Francisco J. Leira, se centra en responder a esa pregunta, sin sospechar que la respuesta era muy compleja.


Retrocedamos en el tiempo. A partir del 8 de agosto de 1936, se envió a miles de jóvenes al frente para luchar en una guerra civil que no habían provocado y que no entendían ni deseaban, una confrontación armada que rompía esquemas de vida y planes de futuro. La movilización se desarrolló como consecuencia del fracasado golpe de Estado de julio de 1936, que encabezó una parte de la jerarquía militar. La movilización forzosa se inició por la necesidad de incrementar la tropa para combatir en una lucha de duración desconocida cuyo objetivo era controlar a la sociedad en retaguardia. El reclutamiento se extendió desde el 8 de agosto de 1936 hasta el 9 de enero de 1939 e incluyó a todos los varones nacidos entre el año 1907 y el año 1920.

La recluta forzosa y el terror formaron parte de un solo cuerpo que sirvió para nutrir de hombres al ejército, evitando las huidas y teniendo fiscalizada la retaguardia, en clara conexión entre represión y necesidades bélicas

Es destacable la maquinaria represiva que desarrollaron los golpistas, tanto a través de los juicios sumarísimos que se pusieron en marcha tanto por la declaración del estado de guerra como por las milicias civiles formadas al calor del golpe, controlado todo ello siempre por el ejército insurgente. La meta era romper los lazos de solidaridad de una sociedad civil compleja. La recluta forzosa y el terror formaron parte de un solo cuerpo que sirvió para nutrir de hombres al ejército, evitando, en la medida de lo posible, las huidas, y tener fiscalizada la retaguardia, clara conexión entre represión y necesidades bélicas. Todas las familias se vieron relacionadas con los nuevos poderes, por motivos como la movilización forzosa, la muerte, el encausamiento, o el ser testigo o delator. Este fenómeno vino acompañado por una movilización civil que se organizó en torno a milicias, que resultó insuficiente para que triunfase el golpe, pero relevante en términos numéricos, y que ayudó a recrudecer la presión social y la represión. La idea del escenario de violencia es crucial, pues revela que la aparente –solo en la retórica insurgente– recluta masiva y entusiasta fue en realidad un mecanismo de supervivencia de todo tipo de individuos.

El bagaje sociopolítico y cultural llevado a cabo desde finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX no es en absoluto desdeñable. Se había formado una sociedad civil compleja que había traído consigo espacios de socialización donde los individuos se manifestaban y desarrollaban formas críticas de entender la realidad en que vivían, no exclusivamente de corte político, sino también social, íntimo y familiar. El golpe de Estado quebró inmisericordemente esos cimientos. Afectó especialmente a los jóvenes sujetos a movilización ante el encuadramiento militar que estaban desarrollando las fuerzas golpistas, con excepción de las quintas de menor edad. Esto se comprobó con la resistencia activa al golpe (des)organizada por organizaciones políticas del espectro de la izquierda, pero también con la oposición al reclutamiento militar que, a menudo de forma individual, realizaron muchas personas.

La respuesta fue diversa. Es prácticamente imposible cuantificar y encuadrar los comportamientos sociales adoptados por la ciudadanía ante el reclutamiento. Basta asomarse a las páginas de Soldados de Franco (Siglo XXI España) para que quede claro que el perfil de los combatientes del ejército sublevado fue mucho más complejo que el elaborado por las simplificaciones discursivas del pasado y que, tristemente, aún predominan en el presente y nos imposibilitan ser objetivos y aprender de ello como correspondería a una sociedad adulta.

Por lo tanto, ese ejército diverso obligó a los mandos golpistas a establecer una maquinaria de vigilancia y castigo que se fue perfeccionando a medida que avanzaba la contienda.En el frente de guerra se impusieron la integración, la disciplina, la vigilancia y el castigo. A partir de la formación del primer Gobierno franquista se desarrollaron las medidas más eficientes y crueles para el control de los combatientes. Estas manifestaban un doble deseo: asegurar la victoria militar y la implantación, a través de la fuerza, del nuevo régimen. El papel de estas reglas coercitivas fue fundamental para la represión sociopolítica desarrollada en la posguerra. A todo ello contribuyó sobremanera el Servicio de Información, que generó informes de todos los territorios que conquistaban y de los soldados que se integraban en sus filas, un trabajo coordinado por el SIMP, con la ayuda de la Guardia Civil, de los gobernadores provinciales y de todos los civiles y militares que esperasen obtener réditos sociopolíticos del nuevo contexto.

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Abundando en ello, hay que señalar que se hacía partícipe del sistema punitivo a todos los miembros del ejército. Cuando se abría un juicio dentro de un regimiento, testificaban todos los compañeros del batallón. De esta forma, se intentaba que los compañeros se convirtiesen en elementos de disuasión frente a posibles actitudes discordantes mediante el miedo a ser objeto de represalias. En definitiva, el bando sublevado desarrolló un sistema coercitivo y disciplinario que no podría haberse llevado adelante sin la participación, en ocasiones forzada e indeseada, de los miembros que componían su ejército.Así pues, a la sensación de ser vigilados, al miedo, a la supervivencia individual, familiar y colectiva, habría que sumarle la culpabilidad por convertirse en los ejecutores de las órdenes de Franco. No en vano fueron estas las herramientas que empleó el franquismo para asentarse socialmente durante la posguerra.

El fin de la guerra civil española estuvo plagado de dificultades, al contrario de lo que se le había hecho creer a la sociedad durante la guerra. En abril de 1939 flotaba en el ambiente la sensación de que, con el cese de la violencia, se volvería a la normalidad, pero aquella España previa al golpe del verano de 1936 quedó diluida para siempre con la implantación de una dictadura militar fascistizada y ultracatólica que se impuso durante cuarenta años. En su mayoría, los soldados republicanos fueron enviados al abarrotado sistema carcelario franquista. Por su parte, en el ejército sublevado existía la sensación de que, con el fin de la guerra,llegaría el fin de su vida militar, pero tampoco eso ocurrió. Tras el parte de la victoria no fue desmovilizado ninguno de los reemplazos. Muchos no volvieron a sus casas hasta finales de año, y en ocasiones, debido a la legislación, se les volvió a llamara filas en los años cuarenta por los problemas coloniales del Rif. Así, el fin de la guerra no supuso la desmovilización militar, puesto que todos tuvieron que pasar revista y estar localizables, por si el “Nuevo Estado” los necesitaba, una situación que se extendería hasta mediados de la década de los años cincuenta.

Por lo demás, la desmovilización también presentó dificultades. A esta realidad hay que sumarle la mala planificación económica del Estado franquista, que quiso aplicar una política autárquica que solo reportó más miseria a un país ya arruinado por la guerra. Esto causó que las medidas desarrolladas para mitigar el paro obrero, como el Servicio de Reincorporación al Trabajo y la Delegación Nacional de Excombatientes fuesen un fracaso, hasta tal punto que muchos ya ni acudían a él.

Del mismo modo, existieron consecuencias sociales, pues el pasado quedó sepultado en la memoria de quienes lo vivieron y se aceptaron las normas impuestas por el “Nuevo Estado”. En este sentido, muchos mantuvieron el silencio en la posguerra y no se atrevieron a transmitir sus recuerdos de la Segunda República, el golpe y la guerra a sus hijos ya décadas más tarde. La mayoría de los excombatientes intentó adaptarse y convivir con sus propios demonios, aquellos que entraron en su mente a causa de la experiencia de guerra, una de las más desagradables que puede vivir un hombre.

Esta intrahistoria terrible que subyace tras los legajos que reposaban en diversos archivos merece ser conocida y reconocida, tanto por los que no supieron de ella en las clases de Historia de hace dos o tres décadas como por los estudiantes actuales, así como por toda la sociedad. Las inhumanas vivencias que soportó toda la población, el dejar en suspenso un país durante cuarenta años y la imposición de la ley del silencio no favorecen la integración de nuestro país en un mundo que está cambiando a gran velocidad. Es necesario comprender lo que sucedió en ambos bandos y conversar sobre ello, honrar a las familias que vieron truncadas sus vidas y asimilar que no puede repetirse o el futuro, que ya es presente, nos sorprenderá de nuevo con el paso cambiado y volveremos a quedar fuera.


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Título: Soldados de Franco. Reclutamiento forzoso, experiencia de guerra y desmovilización militar.
Editorial: Siglo XXI España
Lugar: Madrid
Páginas: 347
Premio Miguel Artola a Historia Contemporánea, 2018.

Premio Ciencias Sociales Juana de Vega, 2012.

Mención honorífica en el concurso de ensayo histórico George Watt de la ALBA-VALB, 2012.

Los audios de Nixon

Autores: ÁLVARO DE CÓZAR|GONZALO CABEZA

Fuente: elpais.com 2020-06-08

A principios de los setenta, la Administración del presidente estadounidense Richard Nixon estaba preocupada por el futuro de España. Les inquietaba la mala salud del general Franco y pensaban que su muerte podría traer inestabilidad a un país que necesitaban para mantener sus bases militares y sus empresas. El Mediterráneo se había convertido en una zona disputada con los comunistas y los americanos tenían en España un firme aliado.

La preocupación de Nixon le hizo disponer de toda la maquinaria diplomática para estrechar los lazos con los protagonistas del tardofranquismo e incluso organizar misiones secretas para obtener información.

Los avatares de esa relación entre Estados Unidos y España quedaron registrados en el sistema de grabación que el presidente hizo instalar en el Despacho Oval de la Casa Blanca y en el audiodiario de un miembro de su staff. Esos audios se encuentran en la Biblioteca Presidencial de Nixon y han sido transcritos y traducidos íntegros por primera vez para la elaboración de XRey, un podcast sobre la vida del rey Juan Carlos que se emite en Spotify.

EL PAÍS los publica ahora íntegramente:

Arriba, Francisco Franco y Richard Nixon en Madrid, durante la visita del presidente de EE UU a España en 1970. Debajo, a la derecha, Nixon y su esposa en la Casa Blanca, junto a los entonces príncipes de España Juan Carlos y Sofía durante la visita de estos a Washington a primeros de 1971. Debajo, el secretario de Estado Henry Kissinger y el presidente del Gobierno de España Luis Carrero Blanco en Madrid en diciembre de 1973. Y a la izquierda, esquema de las bases militares estadounidenses en España recogido en las actas del Congreso de EE UU en 1970.EFE / US NATIONAL ARCHIVES

Enlace a los audios

El desastre de Annual de 1921 y Alfonso XIII. El informe Picasso

Cadáveres de los soldados españoles en Monte Arruit

Autor: EDMUNDO FAYANAS ESCUER

Fuente: nuevatribuna.es 24/04/2020

Entre los meses julio y agosto del año 1921, el ejército español sufrió una gran derrota militar en Annual frente a las tribus rifeñas. Se produjo el abandono de la posición de Annual y la posterior retirada y rendición del fuerte Arruit. Es la mayor debacle sufrida por un ejército colonial europeo en el territorio africano. No se sabe con seguridad el número de muertos, pero la cifra más aproximada ronda los 12.000 hombres.

¿Qué pasó en Annual?

El general Martínez Silvestre cruza el río Almerkan y se acerca a las colinas de Annual, que era la zona donde se encontraban las cabilas más belicosas del Rif, como las de Tesaman y los Beni Urriaguel de Abd el Krim.

Ante el avance del ejército español, las cabilas contraatacan. El veintiuno de julio conquistan el fuerte de Igueriberi y al día siguiente el campamento de Annual. Así fue relatada la retirada:

“Se abandona la posición con todos sus elementos, sin órdenes, sin instrucciones, con prisas, sin conocer ni plan ni dirección, revueltas las fuerzas, confundidas, sin jefes, puede decirse acosadas por el enemigo, y sin más idea visible que la salvación individual, por la huida, vergonzosa en unos, inexplicable en otros y lamentable en todos, siendo inútiles los esfuerzos de unos cuantos para contener esta avalancha que tan impremeditadamente se había dejado desbordar…

Es imposible hacer la descripción exacta de esos momentos de pánico, descrito de tan diversos modos por los diferentes testigos, que de ello no se saca más que una triste impresión”.

Nador se encontraba solamente a trece kilómetros de Melilla. Se rinde a los rifeños el tres de agosto. El nueve de agosto, una columna de tres mil hombres dirigida por el general Felipe Navarro, que había resistido un asedio de trece días en el monte Arruit, es masacrada.

Se derrumbó todo el frente en sólo veinte días, dándose el caso de que algunas posiciones fueron abandonadas sin haber sido hostigadas.

El general Fernández Silvestre encabezó una serie de decisiones erróneas desde el punto de vista militar. Se adentró en el Rif sin tomar las mínimas precauciones, estableciendo posiciones defensivas aisladas e inconexas, lo que unido a la ausencia de suministros básicos a la tropa que carecía incluso de agua, llegando a beberse su propia orina, careciendo de alimentos, falta de munición, de calzado adecuado…, todo esto generó una masacre entre los soldados a manos de los rebeldes rifeños.

Abd el Krim hace prisioneros a unos seiscientos soldados españoles. El jefe de las cabilas solicita un rescate de un millón de pesetas a cambio de liberar a estos soldados. La respuesta de Alfonso XIII fue negativa, añadiendo el siguiente comentario “qué cara es la carne de gallina”.

Es difícil explicar esta derrota, pues las tribus rifeñas no eran muy numerosas, ni estaban bien armadas, aunque si contaban con fusiles construidos en Europa.

El ejército español no contaba con la suficiente preparación y las tropas en general estaban mal equipadas. A pesar de esto, esta derrota solo es posible entenderla por los grandes errores del mando del ejército español en África, con un plan excesivamente ambicioso y precipitado.

El informe Picasso se convirtió en una dramática sucesión de muestras de incompetencia militar, de cobardía y desorganización, reveló el desastre en toda su crudeza y no escatimó en detalles sobre los vicios y corruptelas del Ejército

El ejército español contaba en esas fechas en Melilla con 25.790 hombres, de los cuales unos 5.000 eran tropas indígenas y casi la totalidad de estas tropas indígenas desertaron y se unieron a los rifeños.

Algunos historiadores consideran que la actuación del general Fernández Silvestre se debió a que se había sentido menospreciado al nombrarse como Alto Comisionado en Marruecos a su compañero, el general de división, Dámaso Berenguer, y no él.

Sin embargo, otros historiadores, entre los que me encuentro, consideramos que siguió las órdenes directas de Alfonso XIII, saltándose la cadena de mando. Esto fue lo que le llevó al desastre y a su propio suicido para salvar el papel del rey.

CONSECUENCIAS EN LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

El impacto en la sociedad española de la derrota de Annual fue brutal, no sólo por la derrota, sino por la cantidad de muertos que generó. Era preciso determinar las responsabilidades y las negligencias, que se habían producido. Para dirigir la investigación se nombra al General de División, Juan Picasso González.

Este general estaba destinado en el Consejo Supremo de Guerra Marina y era el representante militar español en la Sociedad de Naciones. Era tío del pintor Pablo Picasso. Su nombramiento levantó bastante oposición, porque se consideraba que su trabajo era salvar el honor del ejército, acallar las responsabilidades de los políticos y salvar el papel del rey Alfonso XIII, que tuvo una participación muy directa en el desastre.

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Antes de darse a conocer el informe Picasso, muchas personas y bastantes políticos consideraron que este informe sólo buscaba distraer y alargar la situación, para que este desastre se fuera olvidando con el transcurso del tiempo.

Indalecio Prieto, diputado socialista por Bilbao decía lo siguiente:

“Quien quiera enterarse de lo ocurrido en la zona de Melilla, por esta información había que dedicar un par de años de lectura, no se enterará de nada y acabará por perder la cabeza: veinte generaciones de ratones harán sus nidos en esta montaña de papel, He aquí en qué parará toda la depuración de responsabilidades a través de las investigaciones oficiales”.

Indalecio Prieto llegó incluso a referirse al general Picasso como “el constructor del panteón del olvido”. Todos eran escépticos con la actuación del general Picasso. En el periódico La Libertad en su edición del seis de septiembre del año 1921, el periodista Luis de Tapia publica unas coplillas que decían:

Si en telegramas o cables.
Oís decir que Picasso.
Va a encontrar responsables
No hagáis caso.
Los errores fueron ciertos;
Pero en asuntos de guerra, a las causas y a los muertos se les echa tierra…..
¡La plancha será no chica
Si en buscar en lo alto da.
Si Picasso en lo alto pica, marrará.

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A pesar de las serias dudas de la labor que debía realizar el general Picasso, éste hizo un intenso trabajo de nueve meses, escribiendo un detallado expediente, que iba mucho más allá del típico informe judicial. Este informe supuso un ejercicio de memoria, para cuya realización se emplearon fuentes orales, documentales y de todo tipo, con la debida prevención y una pulcra metodología.

Indalecio Prieto que había fustigado anteriormente al general Picasso en una intervención de noviembre de 1922, agradece al presidente haber llevado el expediente al Congreso y dice lo siguiente. “mi más ferviente, mi más rendido, más obligado todavía que además tiene la virtud de que nadie pudiera poner la mácula de sospecha de una adulación al dignísimo general del Ejército español que ha instruido este expediente”.

En otra intervención de Indalecio Prieto dice lo siguiente: “Hemos sentido la amargura de ver en ellas ratificado con el sello indiscutible de la imparcialidad y de la documentación, una síntesis admirable donde campean el mérito y la claridad de exposición. El mejor relato moral lo hace este hombre verdaderamente insigne, este ciudadano, que se llama don Juan Picasso”.

El objetivo de dicho informe era recuperar la memoria de aquellos días y salvarla para el futuro. Además de su valor judicial, lo debemos considerar como un gran trabajo de memoria histórica muy contrastado.

El informe es recogido por parte de la clase política con variedad de opiniones. El sector político crítico con dicho Expediente lo formaban los partidos de la derecha, que habían estado gobernando esos años, pues pone en evidencia el desastre de su gestión y además pensaban que se les podía pedir responsabilidades políticas. En este sector de la derecha política estaban los conservadores y los liberales.

INICIO DEL PROCESO DE INVESTIGACIÓN

El general Picasso conocía bien la realidad de Marruecos, tanto de su terreno geográfico, como de sus gentes, pues poseía una Laureada obtenida en el conflicto de Melilla en el año 1893.

El general Berenguer, que era el Alto Comisionado en Melilla, solicita al ministro de la Guerra, el vizconde de Eza, el nombramiento de un oficial general, para que investigase los hechos y depurase las responsabilidades por el desastre de Annual.

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Se publica una Real Orden, el cuatro de agosto de 1921, por parte del ministro de Guerra, donde se nombra al General de División Picasso para la investigación del desastre de Annual que contaría con la ayuda del auditor de Brigada Juan Martínez de la Vega.

Coincide este nombramiento con la dimisión del gobierno presidido por Allende Salazar. Alfonso XIII nombra a Antonio Maura como presidente del gobierno y éste nombra ministro de la Guerra a Juan de la Cierva.

Picasso solicita al general Berenguer los planes de operaciones el quince de agosto, para saber cómo había actuado el general Fernández Silvestres (este general era amigo íntimo de Alfonso XIII). El general Berenguer traslada un escrito, el veinte de agosto, al ministro de la Guerra, solicitando instrucciones si dar o no dar los planes de operaciones ya que no se considera autorizado para darlas al general Picasso y además muestra sus reticencias a entregárselos.

El veinticuatro de agosto hay una Real Orden, en la que se prohíbe el acceso al general Picasso a los planes de operaciones y a las disposiciones al respecto del Alto Comisionado y exige al general Picasso que sus investigaciones debían limitarse a los hechos realizados por los jefes, oficiales y tropas, nada más.

El general Picasso muestra en carta enviada al ministro de la Guerra, el treinta y uno de agosto, su total desacuerdo con el Real Orden y plantea la posibilidad de poder investigar todo lo sucedido y considera que: “… Dicho sea en el mayor respeto, no parece sujeto proporcionado a mi representación”, ya que consideraba Picasso que la Real Orden de cuatro de agosto le daba facultades para “… Con arreglo al artículo 762 del Reglamento de Campaña… esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en los sucesos de este campo… sería insigne sutileza concretar las responsabilidades a sucesos incidentales, consecuencia natural u obligada de los errores y desaciertos del mando”.

El general Picasso muestra su queja por estas restricciones y así por ejemplo cuando critica duramente la retirada de Annual dice: “….y en ese momento aparece un punto oscuro, que no se ha podido dilucidar en la información gubernativa por la limitación impuesta al juez instructor y a la que con tanta frecuencia nos hemos tenido que referir…, relacionada con un telegrama del Alto Mando”. Y continúa: “Vine a la ingrata comisión que desempeño animado de la mejor conformidad, acometiéndola con empeño superior a mis fuerzas y, desde luego, ratifico que entró en mi ánimo, deliberadamente, envolver en las actuaciones al Alto Mando, por prestigio del mismo, por deber de justicia y por respetuoso afecto; pues si de algo tengo que tildarle es, en mi opinión, de condescendía; y por ello he tomado como punto de partida de mis indagaciones el suceso lamentable y significativo de Abarrán”.

En la misma carta, el general Picasso solicita que se le relevase de la investigación de los hechos sucedidos en Annual y se le permita continuar su trabajo como representante militar español ante la Sociedad de Naciones.

A pesar de esto, el general Picasso se traslada a Melillay hace declarar a setenta y siete personas que habían participado en Annual. Tras nueve meses de trabajo, regresa a Madrid, el veintitrés de enero de 1922, con un expediente formado por 2.433 folios. El general entrega el expediente, el dieciocho de abril de 1922, y un resumen al ministerio de la Guerra.

El general Picasso tenía presente en todo momento que los testigos tenían la prioridad no de favorecer la depuración de responsabilidades o esclarecer la verdad de los hechos, sino evitar en la medida de lo posible que les salpicara la investigación y salvar sus responsabilidad.

Por Real Orden del veintiuno de abril, se entrega el expediente Picasso al Consejo Supremo de Guerra y Marina. También se proporciona el expediente Picasso al fiscal militar, José García Moreno, el veinticuatro de abril. Éste lo devuelve al Consejo Supremo el veintiséis de junio, pronunciándose de la siguiente forma:

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pasar lo actuado al reunido, en Sala de Justicia, por haber hallado indicios de responsabilidades penales, solicitando ratificar todos los testimonios y subsanar las deficiencias halladas; abrir expediente para detallar méritos y recompensas; y comunicar lo actuado al Ministerio de la Guerra”.

El fiscal togado, Ángel Romanos, remitió, el veintiocho de junio, un escrito al Consejo identificándose con el informe del fiscal militar. El fiscal militar, José García Moreno resumía su conclusión sobre la derrota de Annual de la siguiente manera: “… Se debió a la negligencia e irresponsabilidad del Alto Mando”.

Se reunió el Consejo Supremo en pleno, el seis de julio, acordando pasar lo actuado a la recién constituida Sala de Justicia. Rechaza la formación de expedientes de recompensas y remite al Ministerio de la Guerra una copia del expediente, del informe del fiscal militar y de los acuerdos del Consejo.

Ese mismo día, reunido el Consejo Supremo de Guerra y Marina, presidido por el general Aguilera, decidió procesar a treinta y nueve militares por negligencia o abandono de su deber en Annual, además de los treinta y siete oficiales que aparecían imputados en el propio expediente Picasso. Entre los encausados se incluía al general Dámaso Berenguer, que era Alto Comisionado en Marruecos cuando ocurrieron los hechos, a quien el Expediente Picasso no acusaba, pero del que se criticaba la estrategia que había seguido.

Así el diez de julio, el pleno del Consejo Supremo acuerda el procesamiento del general Dámaso Berenguer, pidiendo al Senado el suplicatorio correspondiente dada su condición de senador, y por esta razón el general Berenguer dejó el cargo de Alto Comisario.

Se acuerda no procesar a ningún civil en ese mismo auto por no corresponder a la jurisdicción del Consejo, por lo que quedaron fuera del sumario el presidente del gobierno en ese tiempo. Manuel Allendesalazar y el ministro de la Guerra Juan de la Cierva.

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El informe Picasso se convirtió en una dramática sucesión de muestras de incompetencia militar, de cobardía y desorganización, reveló el desastre en toda su crudeza y no escatimó en detalles sobre los vicios y corruptelas del Ejército, concluyendo claramente, que habían sido los principales causantes de la debacle, junto con los errores estratégicos del mando.

El general Picasso sintetizaba el informe de esta manera:

“En resumen: hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y no prever nada y de nuestro exceso de confianza; y todo ello constituye, a juicio del declarante, una grave responsabilidad, que el país tiene derecho de exigir a todos; porque si es cierto que las autoridades e incluso ex Ministros han visitado el territorio y encontrado todo perfectamente, y que el Mando ha felicitado por los resultados alcanzados, que después se desplomaron como un castillo de naipes, no lo es menos, por desgracia, que la oficialidad, en su misión de preparar el instrumento que ha de usarse para combatir, ha olvidado que cuando por medios que podrán tener excusas, pero que eran graves, obtuvo ventajas materiales, prometió solemnemente dedicar todos sus esfuerzos, en primer término, a mejorar la condición de soldado y la capacidad del Ejército, y ha dejado incumplida esta promesa, en perjuicio de la Patria, que necesita, no un Ejército que se sacrifique, sino un Ejército que triunfe, preparándose en los periodos de paz, porque en la guerra no se aprende nada”.

LAS MEDALLAS DE ANNUAL

Uno de los aspectos que llamó la atención del general Picasso es la gran petición de condecoraciones y de ascensos solicitados por méritos de guerra, que se demandaron a pesar del desastre de Annual.

Picasso reconoció algunos méritos en la defensa de algunas posiciones, pero señalaba grandes prevenciones y decía lo siguiente “los militares de cualquier clase no aleguen por servicio distinguido el regular desempeño de su obligación…, pues si tantos creen haberse comportado tan esforzadamente, no se comprende entonces la consumación de la catástrofe en las condiciones que los hechos relatan”.

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Picasso y su investigación permitieron que muchas de las condecoraciones solicitadas fueran denegadas y aquellas que fueron concedidas alcanzaron gran valor, a pesar todo, se evitó el clientelismo y la picaresca en este tipo de condecoraciones.

Veamos un ejemplo de solicitud de condecoración y fue el caso de la defensa del pozo número dos de Tistutin. Este pozo estaba custodiado por los cabos Jesús Arenzana y Rafael Lillo junto a cuatro soldados. Así es el relato que se presentó:

El cabo Arenzana relató la heroica defensa del pozo, un pacto con los rifeños que duró mientras hubo agua y una hábil retirada hacia territorio colonial francés, en la cual fueron descubiertos por dos rifeños, a los que dio muerte el propio cabo. Sus compañeros ratificaron dicho testimonio.

El general Picasso se creyó este caso y propusieron el ascenso de estos seis hombres. La opinión pública los trató como héroes y se solicitó la Laureada para el cabo Arenzana.

El periódico ABC, en noviembre del año 1922, los trató de héroes y decía “Del veintiocho de julio al dos de agosto resistieron de forma inverosímil, llegado el último extremo, reuniéndose los seis defensores con su jefe, y relevándole de toda responsabilidad, inutilizaron las armas y el motor del pozo y se internaron en la zona francesa, después de haber pasado grandes peligros y penalidades”.

Sin embargo, a finales de 1922 se iba a conocer, que la verdad era muy diferente a la relatada por el cabo Arenzana y entre todos habían creado una gran mentira. Lo cierto es que se habían rendido sin resistir, además de pagar cien pesetas, para que los llevaran a la zona francesa.

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El informe Picasso en el congreso

El Congreso se había mostrado muy crítico con la actuación del ejército y su intento de ocultación de los hechos. Por eso, muchos diputados pedían la creación de una Comisión de Investigación de los hechos y destacaba el diputado socialista Indalecio Prieto. El presidente del gobierno, el conservador José Sánchez Guerra, ante las presiones que recibía, decidió entregar el expediente Picasso al Congreso.

LA PRIMERA Comisión Parlamentaria de Responsabilidades

Se forma una Comisión Parlamentaria de Responsabilidades, que recibe el nombre de los “Diecinueve”. El tres de noviembre del año 1922, el ministro de la Guerra remitió al Presidente del Congreso de los Diputados una relación de testimonios deducidos del expediente y una serie de documentos y telegramas considerados de interés.

El trece de noviembre se reciben siete documentos más. Durante ese mes hubo grandes debates en el Congreso sobre el informe Picasso y sobre lo ocurrido en Melilla.

Estos debates transcienden a la prensa, así como algunos hechos de la derrota de Annual, que indignaron a la opinión pública, sobre todo al conocer el real número de muertos que en algunos casos se cifraban en 12.000 muertos españoles.

Se producen fuertes debates en el Congreso los días veintiuno y veintidós. El diputado socialista, Indalecio Prieto acusó directamente al rey Alfonso XIII de lo sucedido, como jefe del Ejército y del Estado. Los monárquicos y los conservadores intentaban defender al rey y el buen nombre del ejército

Ante las acusaciones que se vertían en estas sesiones parlamentarias, el presidente del gobierno, Sánchez Guerra, decidió presentar su dimisión ante el Congreso de los Diputados diciendo:

“Señor Presidente del Congreso de los Diputados: en vista de la actitud de las minorías, digo a S.S. que la sesión no puede continuar porque no hay Gobierno, pues yo me marcho desde aquí a Palacio a presentar la dimisión”.

Para sustituirlo, Alfonso XIII nombró al liberal Manuel García Prieto. Sin embargo, el debate sobre las responsabilidades políticas por la derrota de Annual siguió. El Congreso se convirtió en una auténtica pesadilla para el rey, con el asunto de las responsabilidades debatiéndose abiertamente en comisiones y discursos.

LA SEGUNDA Comisión Parlamentaria de Responsabilidades

Se constituyó la Segunda Comisión de Responsabilidades el diez de julio de 1923, formada por 21 diputados, que debía emitir una resolución en veintiún días.

El general Berenguer, que era Alto Comisionado en Marruecos en esa época, fue llamado a declarar ante la Comisión el siete de agosto.

Se niega a la Comisión las actas de la Junta de Defensa Nacional, el día once de agosto.

Esto hace entender que el propio rey estaba implicado en el desastre, de ahí la negativa de la entrega de la documentación. Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos y la falta de acuerdo de los miembros de la Comisión, acordaron convocar el Pleno de la Cámara para el dos de octubre y que se efectuase una votación general sobre el asunto.

Sin embargo, el Pleno nunca llegó a reunirse, pues el trece de septiembre de 1923 el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, da un golpe militar, disuelve el Parlamento español y proclama la Dictadura con el visto bueno del rey, finalizando así el proceso de depuración de responsabilidades.

EL EXPEDIENTE PICASSO Y LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA

Cuando se produce el golpe militar gobernaba, Manuel García Prieto del Partido Liberal, que contaba con mayoría absoluta con 222 escaños sobre los 437 que formaban el Congreso y había sido elegido, en las elecciones de abril de 1923, y había obtenido el 54,28% de los votos.

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El general Miguel Primo de Rivera en el manifiesto que hizo público para justificar el golpe de Estado, aludió: “a las pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades… El país no quiere oír hablar más de responsabilidades, sino saberlas, exigirlas pronta y justamente, y esto lo encargaremos, con limitación de plazo, a Tribunales de autoridad moral y desapasionados de cuanto ha envenenado hasta ahora la política”.

No es aventurado afirmar, que el expediente Picasso tuvo mucho que ver en ese golpe realizado por el general Primo de Rivera, pues el golpe militar se produjo en buena medida para frenar la labor de unas Comisiones de Investigación, que partieron del exhaustivo informe del general Picasso, empleándolo además como fuente fundamental para juzgar los hechos.

El golpe de Estado de Primo de Rivera sería la respuesta de los militares, que con él venían a considerar responsables a todo el sistema político.

Al día siguiente del golpe, toda la documentación de la Comisión Picasso que se encontraba en el Congreso de los Diputados fue requisada. De esta forma, Alfonso XIII consigue evitar sus responsabilidades.

Paraliza la Comisión de Responsabilidades y apuesta por la impunidad del Ejército, que se materializa en las amnistías, que desde febrero de 1924 se conceden a Navarro, Cavalcanti, Araujo, Berenguer, Lacanal y Tuero.

Para justificarse, se permitió que siguiera la actuación del Consejo Supremo de Guerra, para así evitar, que se dijera que el golpe militar intentaba tapar el escándalo sobre la actuación de Alfonso XIII en el desastre de Annual.

El Expediente Picasso califica de negligente la actuación de los generales Dámaso Berenguer que era el Alto Comisionado en Marruecos y el general Felipe Navarro segundo Jefe de la Comandancia General de Melilla y de temeraria la del general Manuel Fernández Silvestre.

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Ante la duda que se planteaba sobre la actuación de algunos de los componentes del Consejo Supremo, se procedió a sustituir a aquellos miembros más críticos por otros adictos al Dictador. Como consecuencia de estos cambios, su presidente, el general Aguilera presentó su dimisión en marzo del año 1924, para no ser cómplice de la situación.

Se emite la sentencia, en junio de 1924, y en dicho fallo se declara absuelto al general Felipe Navarro que era el segundo jefe de la Comandancia General de Melilla y el general Dámaso Berenguer que era Alto Comisionado en Marruecos cuando se produjeron los hechos, recibió una pena leve, que consistía en la separación del servicio y el pase a la reserva.

El cuatro de julio de 1924, Alfonso XIII decreta una amplia amnistía para todos los implicados en el desastre de Annual, incluido el general Dámaso Berenguer. El rey Alfonso XIII acabaría nombrando un tiempo después al general Berenguer jefe de su casa real.

Se daba carpetazo con esta sentencia al asunto de las responsabilidades sin ninguna consecuencia. La factura que tuvo que pagar el rey por intentar poner fin a su pesadilla personal, al final resultaría muy costosa, pues la decisión de unir su suerte a la del Dictador y a la de la Dictadura, lo llevara al exilio siete años y medio después.

La Asamblea Nacional, en el año 1927, exigía enjuiciar la política general desde el uno de julio de 1909. Como consecuencia, se lleva a cabo una importante búsqueda documental que afectaría en gran medida a Marruecos. De nuevo, pasa a la actualidad el informe Picasso y Primo de Rivera deposita en el Congreso, lo que ha logrado reunir de dicho informe, creándose la Tercera Comisión de Responsabilidades.

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Esta Comisión fue un fracaso, pues se le negó toda la información reservada o había sido retirada previamente, con lo cual las investigaciones quedaron en nada

LA SEGUNDA REPÚBLICA Y EL EXPEDIENTE PICASSO

Convencido de que Primo de Rivera quería destruir el expediente, el diputado Bernardo Mateo Sagasta Echeverría, que era el presidente de la segunda Comisión de Investigación, se llevó el expediente de los archivos del Congreso y lo ocultó en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos, de la que era director.

En este lugar, permaneció hasta el advenimiento de la Segunda República, cuando Mateo Sagasta devolvió el Expediente al Congreso en el año 1930.

El rey fue procesado y condenado in absentia en las Cortes, entre los días diecinueve y veinte de noviembre, por la Comisión de Responsabilidades. Esta condena se produce no sólo por el propio Expediente Picasso, sino por la documentación que se obtuvo en el registro domiciliario de José Antonio Primo de Rivera que era hijo del Dictador.

El Dictador, Miguel Primo de Rivera, tras abandonar el poder, y salir de España camino de París llevaba varias maletas de documentos. El Resumen elaborado por el propio Juan Picasso fue enviado a las Cortes y fue publicado en el año 1931, al igual que los informes de la Comisión de Responsabilidades.

EL INFORME PICASSO EN LA ACTUALIDAD

El informe Picasso fue recuperado en su totalidad y transferido al Archivo Histórico Nacional en el año 1990. El Expediente Picasso propiamente dicho consta de 10 piezas y 2. 418 folios. Todo este contenido ha sido digitalizado y puede consultarse en el Portal de Archivos Españoles, donde aparece como “Información Gubernativa instruida para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de posiciones del territorio de la Comandancia General de Melilla en el mes de julio de 1921”.

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Junto con el Expediente Picasso, el Archivo Histórico Nacional contiene una pieza íntimamente relacionada, que incluye testimonios obtenidos con posterioridad, por parte de los prisioneros españoles implicados en el desastre de Annual y liberados años más tarde. Tiene como nombre “Causa en única instancia instruida por el Consejo Supremo de Guerra y Marina para depurar las responsabilidades en que pudiera haber incurrido el Mando con motivo de los sucesos desarrollados en el territorio de la Comandancia General de Melilla en los meses de julio y agosto de 1921”. Esta causa posee 39 piezas separadas, todas ellas públicamente accesibles.

Alfonso XIII y el desastre de Annual

Durante los veintiocho años del reinado de Alfonso XIII siempre intervino en la vida política del gobierno, no asumiendo que era un rey bajo una Constitución y la cual le marcaba cual era su papel, sin embargo, esto no lo aceptó nunca. Su intromisión en los asuntos militares fue de forma continua y persistente.

Recordemos lo que dijo el uno de enero de 1902:

“En este año me encargaré de las riendas del Estado, acto de suma transcendencia tal como están las cosas, porque de mi depende si ha de quedar en España la monarquía borbónica o la república; porque yo me encuentro el país quebrantado por nuestras pasadas guerras, que anhela por un alguien que les que de esta situación.

La reforma social a favor de las clases necesitadas, el ejército con una organización atrasada a los adelantos modernos, la marina sin barcos, la bandera ultrajada, los gobernadores y alcaldes que no cumplen las leyes, etc.

En fin, todos los servicios desorganizados y mal atendidos. Yo puedo ser un rey que llene de gloria regenerando a la patria, cuyo nombre pase a la Historia como recuerdo imperecedero de su reinado, pero también puede ser un rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y por fin puesto en la frontera.

Yo espero reinar en España como Rey justo. Espero al mismo tiempo regenerar la patria y hacerla, si no poderosa, al menos buscada, o sea, que la busquen como aliada. Si Dios quiere para bien de España”.

Alfonso XIII tenía una pobre formación política, pero fue consciente, de que el papel del Rey había quedado reducido a una función institucional. Sin embargo, esto nunca lo asumió Alfonso XIII y, creía que solo una monarquía con capacidad de acción política podría evitar el avance del republicanismo, que crecía visiblemente, reforzado por los movimientos socialista y anarquista.

Lo grave del tema de la derrota de Annual para Alfonso XIII era su íntima amistad con el general Manuel Fernández Silvestre, que seguía directamente las órdenes que le daba el rey. Debemos saber, que fue este general el que lanzó la ofensiva sin ninguna preparación y sin los medios necesarios, de ahí el fracaso de la operación.

El general Manuel Fernández murió en la misma mañana, que se produjo la desbandada en Annual. Parece ser que se suicido tras pegarse un tiro, de esta forma protegía a su amigo Alfonso XIII del deshonor.

El apoyo que da Alfonso XIII al golpe militar de Primo de Rivera, en un momento que era cuestionado su papel, no solo por las fuerzas políticas, sino por cada vez más amplias capas de la población española, viene a corroborar, que su apoyo al golpe, era un pacto con ellos, para limpiar sus responsabilidades junto con las del propio ejército español, que una vez más había mostrado su mala calidad militar y la corrupción que le carcomía por dentro.

OTROS ASPECTOS DEL INFORME PICASSO

La derrota de Annual fue el mayor fracaso de un ejército colonial europeo en África. Sin embargo, otros países también sufrieron grandes derrotas, Gran Bretaña fue derrota en la batalla de Isandhlawana y esto sólo provocó una acusación contra el primer ministro Disraeli, por haber descuidado los asuntos de Sudáfrica.

Italia fue derrotada en Adua y provocó la caída del gobiernos Rudini, pero apenas hubo más consecuencias.

El general Picasso murió en cinco de abril de 1935 y lo único que apareció en prensa, fue alguna esquela con un par de días de retraso y sin ninguna referencia al principal motivo de su fama.

El general Picasso adquirió la fama pero hemos de saber, que contó con la inestimable ayuda del general Aguilera, presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina. También jugaron un papel muy importante muchos de los subordinados del general que trabajaron con él.


BIBLIOGRAFIA

VV.AA. “El expediente Picasso: las sombras de Annual”. 2004. Almena. Madrid. Carrasco García, Antonio. “Las imágenes del Desastre”. 1999. Almena. Madrid.
La Porte Fernández-Alfaro, Pablo. “El desastre de Annual y la crisis de la Restauración en España (1921-1923)”. 2003, Moreno.
Pando Despierto, Juan. “Historia secreta de Annual”. 1999. Ediciones Temas de Hoy, S.A. Madrid.
Palma Moreno, Juan Tomás. “Annual 1921. 80 años del Desastre”. 2001. Almena. Madrid.

María Andresa Casamayor de La Coma, la primera autora de un libro de ciencia en España

Sello conmemorativo por el 300 aniversario del nacimiento de María Andresa Casamayor de la Coma.

Autora: MARTA MACHO-STADLER

Fuente: Nueva Tribuna 05/07/2020

María Andresa Casamayor de La Coma nació en Zaragoza un día de San Andrés, hace 300 años, en 1720. Correos le dedica un Pliego Premium que puso a la venta el 29 de junio. Su valor postal es de 1,45 euros, es decir, el de las cartas y tarjetas postales ordinarias con destino algún lugar de Europa (incluida Groenlandia).

Correos introduce la imagen elegida en su sello homenaje a María Andresa Casamayor de La Coma de esta manera:

«El sello que recuerda el nacimiento de esta increíble mujer tan adelantada a su tiempo y con unos intereses poco habituales, muestra una imagen femenina, borrosa, una especie de espejismo como fue su autoría literaria la mayor parte del tiempo.

Una mano que traza números con una tiza blanca, completa el diseño que quiere poner en alza la labor de esta mujer de ciencia, de ella y de todas aquellas que alcanzaron grandes hitos científicos, que los están alcanzado y que por supuesto los alcanzarán.».

María Andresa, una matemática ilustrada

María Andresa nació en Zaragoza en el seno de una familia acomodada dedicada al comercio textil. Era la séptima de los nueve hijos del mercader francés Juan Joseph Casamayor y la zaragozana Juana Rosa de La Coma (también de ascendencia francesa). Probablemente recibió educación formal en casa, junto al resto de sus hermanas y hermanos.

Con solo 17 años María Andresa escribió el manual sobre aritmética Tyrocinio arithmetico, Instrucción de las quatro reglas llanas (Zaragoza: Joseph Fort, 1738). Más tarde llegaría “El para sí solo” de Casandro Mamés de la Marca y Arioa. Noticias especulativas y prácticas de los números, uso de las tablas de las Raízes y reglas generales para responder à algunas demandas que con dichas tablas se resuelven sin álgebra, un manuscrito de aritmética avanzada que nunca llegó a publicarse.

El ‘Tyrocinio’

El Tyrocinio arithmetico, Instrucción de las quatro reglas llanas es un manual práctico de aritmética que contiene numerosos ejemplos y casos reales para aprender de manera directa el empleo de las cuatro reglas básicas: suma, resta, multiplicación y división. En sus líneas se evidencia, además, un conocimiento riguroso de las unidades de longitud, peso y moneda (y sus equivalencias) tan necesarias para las transacciones comerciales de la época.

En aquel tiempo muchas comarcas tenían sus propias unidades de medida, lo que dificultaba el comercio entre localidades relativamente próximas. Por ejemplo, en Aragón, los vinos se medían por nietros (es decir, 16 cántaros) que equivalían a 159,7 litros en la provincia de Huesca y a 158,56 litros en la de Zaragoza. Un cántaro pesaba 28 libras, el cántaro de vino de Aragón equivalía a 20 cuartillos y 5 doceavos de Castilla, el cuartillo de Castilla pesaba 16 onzas, y la cántara castellana (es decir, 32 cuartillos) correspondía a un cántaro, 9 cuartillos, una onza, 11 arienzos y 9 granos de Aragón.

María Andresa comparaba en su tratado muchas de estas unidades utilizadas en Aragón, Navarra y Castilla. Esto contribuyó a una mayor fluidez en los intercambios comerciales.

Había otros textos dedicados a explicar las reglas de la aritmética, pero eran extensos, incluidos en obras más generales, complicados de leer y no siempre asequibles a cualquier persona. Sin embargo, el Tyrocinio tenía una marcada intención didáctica: se dirigía a comerciantes y población en general. Sin duda ayudó a este colectivo a revisar operaciones y evitar engaños y malentendidos.

Primera página del ‘Tyrocinio arithmetico, Instrucción de las quatro reglas llanas’. Biblioteca Nacional de España

El Tyrocinio es el primer manual científico escrito por una mujer en España del que se tiene constancia. María Andresa publicó este texto (que se conserva en la Biblioteca Nacional) bajo seudónimo de “Casandro Mamés de la Marca y Araioa”, un elaborado anagrama de su verdadero nombre que, sin duda, evitaba el menosprecio inmediato a un tratado de matemáticas escrito por una mujer.

El firmante de la obra, Casandro, se reconocía como “discípulo de la Escuela Pía” y dedicaba el Tyrocinio a la “Escuela Pía del Colegio de Santo Tomás de Zaragoza”. A pesar de esta dedicatoria, María Andresa no pudo recibir formación allí, ya que en aquella época los escolapios solo admitían alumnos varones en sus centros.

El escolapio y catedrático de matemáticas Juan Francisco de Jesús y el fraile de la Orden de Predicadores Pedro Martínez fueron los encargados de las censuras (las reseñas) necesarias para aceptar la publicación del Tyrocinio. Pedro Martínez expresaba que los textos de estas características solían ser más extensos, lo que incrementaba su precio, revelando las intenciones del autor: «Su fin, en esta Obrilla solo es facilitar esta instrucción a muchos, que no pueden lograrla de otro modo.». El dominico, matemático e intelectual, fue uno de los principales protectores y colaboradores de la joven.

En 1738 falleció el padre de María Andresa, y un año más tarde Pedro Martínez. La joven tuvo que trabajar para ganarse la vida ya que, contra las costumbres de la época, ni se casó ni ingresó en la Iglesia. Se mantuvo como maestra de niñas y de primeras letras en las aulas públicas de la ciudad. Probablemente su Tyrocinio fue una de sus cartas de presentación.

María Andresa no fue una auténtica investigadora, pero sí una persona de ciencia. Una mujer matemática valorada por sus contemporáneos.

El pasado 13 de febrero, la Biblioteca Nacional de España fue la anfitriona del preestreno de La mujer que soñaba con números, un hermoso documental sobre María Andresa Casamayor de La Coma que merece ser admirada y recordada.

Tráiler “La mujer que soñaba con números”


Este texto tiene como referencia principal el artículo Soñando con números, María Andresa Casamayor (1720-1780) de Julio Bernués y Pedro J. Miana (Suma: Revista sobre Enseñanza y Aprendizaje de las Matemáticas 91, 2019, 81-86).


Marta Macho-Stadler, Profesora de matemáticas, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

La aplastante y olvidada victoria de España sobre Inglaterra que decidió el futuro de Argentina

Autor: Luis Gorrochategui

Fuente: ABC 05/07/2019

Hoy hace 212 años, bonito capicúa, de una de las más decisivas victorias españolas de la historia. Una con un alcance geoestratégico aún incalculable. Me estoy refiriendo a lo ocurrido en Buenos Aires el 5 de julio de 1807. Algo de la envergadura del enfrentamiento entre Blas de Lezo Vernon en 1741 en Cartagena de Indias, felizmente hoy recuperado para nuestra consciencia colectiva, o del choque entre María Pita Drake en 1589, que supera al archideformado fiasco de la Invencible del año anterior, y está siendo ya aceptado por la comunidad historiográfica internacional. ¿Pero de qué me habla usted? ¿Otra gran victoria española en Buenos Aires en 1807? Pues sí. Se lo cuento.

Inglaterra se pasó siglos soñando con quedarse con la América hispana, y sus ínfulas se dispararon tras el Tratado de Utrecht (1713). España hubo de ceder el asiento de negros y un navío de permiso, una limitada penetración comercial en América que sin embargo generó en Inglaterra grandes expectativas de negocio, pronto frustradas, lo que propiciaría la Burbuja de los mares del Sur, la crisis financiera o crack británico de 1720. En este contexto nacerá el panfleto anónimo Una propuesta para humillar a España, donde por vez primera, y más allá de minucias y navíos de permiso, se detalla un plan para la conquista total de la América española iniciándola por su parte más débil y propicia: el Cono Sur. A este plan se sucederán otros, y, tras sonados fiascos ingleses, como el mencionado de Cartagena de Indias, o la práctica expulsión del Nuevo Continente tras las acciones de Bernardo de Gálvez y la emancipación de los nacientes Estados unidos (1775-1783), Inglaterra encontrará su gran oportunidad a principios del siglo XIX. Una España ya en franca decadencia, y la victoria en Trafalgar, la animará a lanzar su envite final por las Indias. De este modo, expulsada de América del Norte, intentará quedarse, por las bravas, con la América del Sur. Su plan, hijo de planes anteriores, consistirá en un ataque combinado a ambos flancos del Cono Sur: contra Buenos Aires en el Atlántico, y contra Santiago de Chile en el Pacífico.javascript:falsePUBLICIDAD 

El 3 de febrero de 1807 cae la bien amurallada Montevideo tras tenaz resistencia, y una colosal fuerza se prepara entonces para marchar contra Buenos Aires. Más de 30.000 británicos, y más de 200 barcos (incluyendo navíos de guerra, transportes, y mercantes) se concentran ya en el Río de la Plata. España, estrangulada por Francia y noqueada por la apatía de su clase dirigente, no puede enviar un ejército para defenderla, y América parece ya perdida para siempre. Pero, al modo de lo que ocurrirá en la península con su levantamiento contra el francés, también se va a enfrentar en América contra el inglés, aunque esta sea una historia mucho menos conocida. Efectivamente, espoleada por un ataque pirático previo en busca de botín realizado el año anterior de 1806, Buenos Aires decide convertirse en un ejército para repeler la inminente ofensiva a gran escala. Los vecinos, ni cortos ni perezosos, se organizan en regimientos según sus regiones de origen y sus etnias. Así nacerán los regimientos de Patricios (nacidos en América), vascos, gallegos, catalanes, andaluces, cántabros, Pardos y Morenos… de toda América afluyen voluntarios, dinero, pólvora, pertrechos.

Portada del libro de Luis Gorrochategui dedicado al tema
Portada del libro de Luis Gorrochategui dedicado al tema – ABC

La gran batalla, lo dijimos, se desencadena el 5 de julio de 1807. Al amanecer suenan los 36 cañonazos de ordenanza y el ejército británico inicia su marcha por catorce calles paralelas de la geométrica Buenos Aires. Los esperan los vecinos con sus diferenciados y flamantes uniformes para impedirlo. Llevan meses haciendo instrucción militar, incluyendo prácticas de tiro, y se han apostado en las azoteas, bocacalles y plazas según minucioso plan. En su arrogancia, los británicos ni imaginan lo que les espera, pero la más épica y desesperada refriega por el control de América está a punto de empezar. Los milicianos se han distribuido en dos anillos defensivos concéntricos. El más pequeño protege la Plaza Mayor, la Fortaleza, Recova y calles adyacentes. En un obstáculo clásico, tiene barricadas, artillería, fusilería, y hasta se ha cavado un foso. El segundo es bien distinto. No ha sido diseñado para repeler sino para aniquilar, y en él espera el grueso del ejército rioplatense apostado en secreto en las azoteas cuadrangulares de las casas de Buenos Aires. Efectivamente, las calles de Buenos Aires son todas paralelas y se cortan en ángulos rectos, formando cuadrados casi iguales entre si. Las casas están hechas de ladrillo y, con vistas a la defensa, las paredes son gruesas, las ventanas tienen barras de hierro, las puertas fuertes cerrojos. Las azoteas son lisas, con un parapeto de dos pies de altura y troneras. Están intercomunicadas. Como dirá el teniente coronel británico Lancelot Holland.

Pero cuando los británicos se dirigen hacia el mar con la intención de rodear el primer anillo, el único de que son conscientes, son sorprendidos por la mayor emboscada jamás realizada por milicianos hispanos. La flor del ejército cae muerta o prisionera. A modo de ejemplo, tenemos el testimonio del teniente coronel Cadoganel enemigo apareció de repente en gran número en algunas ventanas, en la azotea de aquel edificio y desde las barracas del lado opuesto de la calle y desde el extremo de la misma. En un momento, la totalidad de la compañía de vanguardia de mi columna, y algunos artilleros y caballos fueron muertos o heridos…

«Rendición de Whitelock»
«Rendición de Whitelock»

John Whitelocke, comandante en jefe de la fuerza expedicionaria, y gobernador, con un sueldo adicional de 4.000 libras, de la nueva América británica, cuya conquista ya se ha dado como segura, se verá obligado a rubricar el más favorable de los armisticios que jamás otorgó Inglaterra. Pues, según sus palabras, Sudamérica jamás podrá pertenecer a los ingleses… la obstinación de todas las clases de los habitantes es increíble. Según la capitulación los británicos tienen 10 días para abandonar Buenos Aires y dos meses para evacuar el Plata. Antes de irse han de reparar las murallas de Montevideo, y los españoles les facilitarán su marcha. Para entender la magnitud del desastre, nada mejor que leer «The Times» del 14 de septiembre de 1807: El ataque sobre Buenos Aires ha fracasado y hace ya tiempo que no queda un solo soldado británico en la parte española de Sudamérica. Los detalles de este desastre, quizás el más grande que ha sufrido este país desde la guerra revolucionaria, [guerra de Independencia de los EEUU] fueron publicados ayer en un número extraordinario… El ataque de acuerdo al plan preestablecido, se llevó a cabo el 5 de julio, y los resultados fueron los previsibles. Las columnas se encontraron con una resistencia decidida. En cada calle, desde cada casa, la oposición fue tan resuelta y gallarda como se han dado pocos casos en la historia.

Y así Argentina, la eternamente plateada por su victoria inaugural contra Inglaterra, y los demás países hispanoamericanos, han tenido y siguen teniendo su ocasión de existir. Incluyendo la oportunidad de entender que la fragmentación de Hispanoamérica, fue sí, el plan B que Inglaterra pondría en marcha poco después para debilitar esa tierra indómita que no pudieron conquistar. Pero eso es otra historia.

Luis Gorrochategui Santos es autor de « Las derrotas inglesas en el Río de la Plata. Victoria decisiva en Buenos Aires» (Ediciones Salamina).

Cómo la heroína, la cocaína y otras drogas comenzaron siendo medicamentos saludables

“Gotas para el dolor de muelas de cocaína”, anuncio de 1885. Wikimedia Commons

Autores: Francisco López Muñoz y Cecilio Álamo González

Fuente: theconversation.com 25/06/2020

Muchas de las actuales drogas de abuso iniciaron su carrera social como “utilísimos” y benéficos medicamentos. Tal es el caso de la heroína, la cocaína, el cannabis o las anfetaminas, ente otras.

Aunque ampliamente utilizado desde la Antigüedad en numerosas culturas, el cannabis fue introducido en la medicina occidental por el médico irlandés William Brooke O’Shaughnessey, profesor del Colegio Médico de Calcuta, quien publicó, en 1839, sus propiedades anticonvulsivantes. Tras volver a Londres, en 1842, entró en contacto con el farmacéutico Peter Squire, consiguiendo producir el primer extracto comercial de cannabis; “Squire’s Extract”.

Bote de extracto de cannabis índica. Wikimedia Commons

Posteriormente, Sir John Russell Reynolds, médico personal de la Reina Victoria de Inglaterra, publicó en 1890, en The Lancet, un artículo donde resumía sus treinta años de experiencia clínica con el hachís en el tratamiento del insomnio, neuralgias, jaquecas, epilepsia o dismenorrea, entre otros trastornos.

A finales del siglo XIX, el cannabis o hachís, en diferentes presentaciones, era ampliamente utilizado en la práctica médica y se encontraba presente en todas las farmacopeas occidentales. Sin embargo, su uso terapéutico declinó tras su eliminación de la Farmacopea Británica, en 1932.

Freud, la coca y la depresión

La cocaína, un alcaloide de la planta de la coca (Erythroxylon coca) aislado en 1859 por el químico alemán Albert Niemann, fue comercializado como medicamento en Estados Unidos en 1882, fundamentalmente para el dolor odontológico en los niños y para el tratamiento de la gota.

Pero el verdadero descubridor de sus propiedades farmacológicas fue el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, quien en su juventud estaba más inclinado hacia la investigación que hacia el ejercicio práctico de la medicina, por la que parece que sentía verdadera aversión.

En 1884 llegó a sus manos un artículo de un médico militar alemán que llevaba por título “Importancia y efectos psicológicos de la cocaína”, y aunque nunca había oído hablar de esta sustancia, intuyó la posibilidad de que podría servir para el tratamiento de ciertas enfermedades mentales.

A partir de ese momento, Freud inició sus estudios sobre la cocaína. Inicialmente, la probó él mismo y comprobó una mejoría en su estado depresivo, además de una mayor seguridad y capacidad de trabajo. En el transcurso de sus ensayos, Freud comprobó que la lengua y los labios quedaban insensibilizados después de haber consumido cocaína, así como que calmaba los dolores de la mucosa bucal y los debidos a gingivitis.

Über coca (Sigmund Freud, 1884).

En 1884, escribió su famoso trabajo Über Coca (“Sobre la coca”), en el que afirmaba que esta sustancia era un medicamento muy eficaz para combatir la depresión, eliminar molestias gástricas de tipo nervioso e incrementar la capacidad de rendimiento físico e intelectual. Afirmaba también que no producía hábito, ni efectos secundarios, ni vicio.

Tras cinco artículos de auténtico proselitismo sobre la cocaína, Freud abandonó su defensa y finalmente se negó a que éstos figurasen en sus obras completas, tras comprobar sus efectos indeseables, incluida la muerte de su amigo y colega Ernst Fleischl.

No obstante, recomendó la cocaína al oftalmólogo Carl Köller, quien confirmó su gran eficacia, diluida en forma de colirio, como anestésico en intervenciones quirúrgicas oculares, como las cataratas. Con este descubrimiento, la medicina dio un paso de gigante y nació la anestesia local.

Anuncio de Vino Mariani con la imagen del papa León XIII. Wikimedia Commons

Sin embargo, el mayor éxito “terapéutico” de la cocaína surgió con su inclusión en multitud de “elixires milagrosos” que se vendían, en la época del cambio de siglo, por sus propiedades energizantes y vigorizantes. El más famoso de todos fue el desarrollado por el químico y farmacéutico corso Angelo Mariani, que elaboró un vino con extractos de hojas de coca patentado como “Vino Mariani”.

Mariani fundó, en 1863, la primera gran industria basada en la coca, e incluso recibió una condecoración por el Papa León XIII por sus méritos en pro de la Humanidad. En Estados Unidos, John Styth Pemberton formuló en 1885 un sucedáneo exento de alcohol de este vino, al que llamó “French Wine Coca”.

Coca…cola

En 1886, la publicidad de Coca-Cola se basaba en la promoción de sus ingredientes principales: los extractos de la hoja de coca y la nuez de cola. En 1903 la coca fue sustituida por cafeína. Wikimedia Commons

Este tónico y estimulante nervioso fue reformulado al año siguiente bajo el nombre de “Coca-Cola”. La compañía Coca-Cola  fue fundada en 1886 e inicialmente anunciaba su producto como remedio para el dolor de cabeza y como estimulante, además de como una agradable bebida: “bebida medicinal intelectual y para el temperamento”.

Aunque la compañía Coca-Cola eliminó la cocaína de su bebida en 1903, sustituyéndola por cafeína y hojas de coca descocainizadas como aromatizante, en 1909 había en Estados Unidos unas 69 bebidas que contenían cocaína como ingrediente.

La heroína, más segura que la morfina

Por su parte, la heroína nació en un intento de mejorar el perfil de seguridad de la morfina, un alcaloide del opio, aunque inicialmente no se desarrolló como un agente analgésico.

La diacetilmorfina, nombre técnico de esta droga, fue sintetizada en 1874 por el químico Alder Wright, en el St. Mary’s Hospital Medical School de Londres, al tratar la morfina con ácidos orgánicos, pero, a pesar de comprobar su capacidad para disminuir la presión arterial y la frecuencia respiratoria, este agente no despertó el suficiente interés clínico, ni cuando, en los siguientes años, se demostró, en pacientes tuberculosos, que calmaba la tos y facilitaba el sueño.

Anuncio de jarabe Bayer de Heroína publicado en la prensa española en 1912. Wikimedia Commons

Finalmente, Heinrich Dreser, investigador de la compañía farmacéutica Friedrich Bayer & Co., se interesó por la diacetilmorfina, a la que consideró más potente para el alivio del dolor y con un perfil de seguridad más aceptable que la morfina.

En 1895 logró su producción industrial, siendo comercializada en 1898 únicamente para calmar la tos. Dreser describió este fármaco como una “droga heroica”, por lo que el nombre comercial aportado por Bayer fue “Heroína”. Este fármaco adquirió un rápido éxito comercial, siendo utilizado ampliamente en todo el mundo, especialmente como antitusígeno.

La aparición de las anfetaminas para la congestión nasal

A finales de la década de 1920, la monopolización del comercio de la Ephedra vulgaris, planta a partir de la cual se obtenía la efedrina, determinó que este principio activo escaseara y se elevase de precio, lo que motivó el desarrollo de nuevas alternativas terapéuticas para el tratamiento del asma y la congestión de vías respiratorias. Así, se investigó la anfetamina, una sustancia sintetizada en 1887 por el químico japonés Nagayoshi Nagai, y los laboratorios Smith Kline and French la comercializaron para uso inhalatorio como descongestionante nasal.

El periodo de máximo esplendor en el uso médico de las anfetaminas fue la década de 1960. En Gran Bretaña, por ejemplo, el 2,5% de todas las prescripciones oficiales del año 1959 eran preparados que contenían anfetaminas, siendo recomendadas, además de como anorexígenos en la obesidad, para el tratamiento de la epilepsia, esquizofrenia, depresión, colon irritable, esclerosis múltiple, traumatismos cerebrales y disfunciones sexuales.

El éxtasis y la Armada norteamericana

El prototipo de “droga de diseño”, la metilendioximetaanfetamina, conocida popularmente como “éxtasis”, fue sintetizada en 1914 en los laboratorios alemanes Merck también como agente anorexígeno, aunque no llegó a ser comercializada.

Patente concedida por el Imperio alemán a Merck por la síntesis de MDMA, presentada en 1912 y aceptada en 1914. Wikimedia Commons

Sin embargo, fue utilizada con fines de investigación por la Armada norteamericana durante las décadas de 1950 y 1960, y como agente facilitador de la comunicación (agente entactógeno) entre el psicoterapeuta y el paciente durante la década de 1970.

Otras drogas de abuso de introducción más reciente en el arsenal recreativo vienen del mundo de los anestésicos, como la fenciclidina, denominada en el mercado ilegal “polvo de ángel”; la ketamina, otro anestésico general disociativo usado especialmente en niños y ancianos, además de en cirugía veterinaria, que pasó al uso recreacional (“ketas”, “special K”) al descubrirse casualmente, en la década de 1990, sus efectos psicodélicos tras la recuperación de la anestesia; o el gammahidroxibutirato (GHB), conocido vulgarmente como “éxtasis líquido”, otro anestésico empleado también en el tratamiento del edema cerebral y del alcoholismo y como ingrediente de complementos alimenticios de uso en gimnasios.

Agentes de la Oficina Federal de Estupefacientes de Estados Unidos introducen en una incineradora bloques de heroína confiscados en 1936. Shutterstock / Everett Collection

Los fenómenos adictivos asociados al consumo de heroína y cocaína ya eran conocidos en las primeras décadas del siglo XX. La Pure Food and Drug Act, de 1906, puso las primeras restricciones a la manufacturación de ambas sustancias. En 1914 la cocaína fue ilegalizada en Estados Unidos en aplicación de la Harrison Narcotic Control Act, y una década después, en 1924, se prohibió la heroína. Finalmente, en 1937 se publicó la Marihuana Tax Act, que prohibía el consumo de cannabis, incluido en la lista de sustancias prohibidas de la Convención sobre Drogas Narcóticas en 1961.

Todos ellos claros ejemplos, en la metáfora farmacéutica, del paso de héroes a villanos.