Estados Unidos en el Sáhara: 45 años de favores a Marruecos

Henry Kissinger durante una audiencia con Franco en 1973 Biblioteca de la Universidad de Alcalá

Autor: Carlos Hernández-Echevarría

Fuente: eldiario.es 11/12/2020

“Hubo una época de mi vida en la que no sabía dónde estaba el Sáhara español y era igual de feliz que ahora”. Era 9 de octubre de 1974 y Henry Kissinger intentaba explicarle al ministro franquista Pedro Cortina lo poco que le importaba a EEUU el conflicto con Marruecos a cuenta de la descolonización. Cortina estaba inquieto porque había leído en el Washington Post que EEUU estaba a favor de un acuerdo para que España cediera el territorio a Hassan II y quería comprobar que EEUU mantendría su neutralidad. “Nunca leo el Washington Post, salvo la sección de deportes”, respondió Kissinger, “es un disparate”. 

Por supuesto, un año después, España salió huyendo de su colonia y EEUU torpedeó en la ONU cualquier acción internacional contra la ocupación marroquí. Los documentos desclasificados muestran que a Kissinger, efectivamente, no le importaba lo más mínimo la suerte de “40.000 personas que probablemente ni saben que viven en el Sáhara español”, pero lo que menos quería era una guerra entre dos aliados fundamentales. Tampoco a Donald Trump le importan ahora los saharauis pero, reconociendo por sorpresa esta semana la soberanía marroquí sobre el territorio, ha conseguido que otro país árabe normalice relaciones con Israel. Una vez más, los saharauis son peones en el tablero internacional.

Peones en la Guerra Fría

Cada vez que se habla de la relación Washington y Rabat, se cuenta que fue el sultán de Marruecos el primer monarca del mundo en reconocer la independencia de EEUU cuando abrió sus puertos al nuevo país en 1777. Sin embargo, cuando “la marcha verde” marroquí ocupó el Sáhara 200 años después, el vínculo entre ambos países era menos romántico y mucho más estratégico.

En 1975, Marruecos quería hacerse con el Sáhara, España quería salir de allí sin hacer el ridículo ni romper sus promesas y EEUU estaba entre medias de los dos. Por un lado, tenía una profunda relación militar con la España franquista y, con el dictador gravemente enfermo, no quería que una guerra colonial desestabilizara el país en un momento de cambios fundamentales. Por otro lado, EEUU tenía que proteger a Hassan II. 

En la Guerra Fría Marruecos era oficialmente un país neutral o “no alineado”, pero durante el reinado de Hassan II el país se había acercado a EEUU. El monarca presumía de anticomunismo y había reprimido con fuerza protestas de izquierdas en la década anterior. Durante la marcha verde, el propio Kissinger le dijo al presidente Ford que si Hassan no lograba ocupar el Sáhara español “estaba acabado” y corría el riesgo de perder la corona. Por tanto, añadió, “debemos trabajar para que lo consiga” a través de una votación “amañada” en la ONU. 

Hay debate sobre si EEUU presionó a España para que aceptara las demandas marroquíes y abandonara Marruecos, pero la mayoría de los historiadores creen que, con Franco en coma, el gobierno español necesitó poca motivación para firmar los acuerdos de Madrid y entregar de forma efectiva el Sáhara a Marruecos. El número dos de la CIA en aquel momento, Vernon Walters, era amigo personal del rey Hassan y ha sido acusado de haber presionado a las autoridades españolas, pero él nunca quiso dar detalles: “parecería que el rey de Marruecos y el Rey de España son peones de EEUU y eso interesa a nadie”. 

Lo que sí hizo EEUU fue asegurarse de que Marruecos no era castigado internacionalmente por haber ocupado el territorio. Cuando arrancó la marcha verde, pactó una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU que “deploraba” la invasión marroquí y pedía su retirada, pero que no incluía ninguna sanción ni nada parecido. El consejo no volvió a pronunciarse sobre tema y el entonces embajador de EEUU ante Naciones Unidas, Daniel Patrick Moynihan, escribió en sus memorias que su tarea había sido que la ONU “se mostrara tremendamente inefectiva” y que lo logró. 

El embajador cantaba victoria porque consideraba al Frente Polisario un “peón” de la Unión Soviética, aunque lo cierto es que la URSS nunca ayudó directamente a la lucha saharaui. Hassan II había intentado convencer a Kissinger del peligro de que en el Sáhara se creara un nuevo estado que cayera bajo la influencia de Moscú y, aunque no está muy claro que el diplomático se lo creyera, tras la retirada española el argumento sirvió para justificar las ayudas militares y de inteligencia de EEUU a Marruecos en los siguientes 15 años de guerra contra el Polisario. 

Marruecos, siempre clave

Mientras la Guerra Fría avanzó paralela a la guerra entre Marruecos y el Polisario, todos los gobiernos estadounidenses apoyaron económica y materialmente el esfuerzo militar de Rabat. Tanto los presidentes demócratas como los republicanos mantuvieron las ayudas. La Administración Carter argumentó increíblemente que la venta de armas a Marruecos “podía contribuir a la negociación de una solución que refleje los derechos” de los habitantes del Sáhara. El equipo de Ronald Regan fue más claro al declarar en sede parlamentaria que “las decisiones sobre la venta de material militar no se condicionarán a los intentos marroquíes de mostrar progreso hacia una paz negociada”.

Sin embargo, a principios de los 90, con la URSS en agonía y el fin de la Guerra Fría a la vista, se abrió la posibilidad de que EEUU pudiera ser algo más exigente con Marruecos. La ONU logró impulsar un alto el fuego y una misión internacional para celebrar un referéndum, y la administración Bush advirtió a Rabat de que la relación entre ambos países se vería “seriamente afectada” si no cooperaba. El gobierno estadounidense incluso entró en contactos directos con los saharauis mediante un encuentro entre el secretario de Estado y el presidente de la República Árabe Saharaui Democrática.

A pesar de todo esto, el rey Hassan II consiguió anular cualquier distancia que se hubiera creado EEUU gracias a una decisión audaz: cuando Bush padre anunció en 1990 que iba a atacar al Irak de Saddam Husseín tras su conquista de Kuwait, Marruecos no solo apoyó la operación sino que envió a 1.700 de sus soldados a contribuir a la campaña contra el que había sido un histórico aliado. Aunque parte de su propia población rechazó el movimiento con multitudinarias manifestaciones, lo cierto es que la relación con EEUU mejoró.

Desde el alto el fuego con el Polisario en 1990, Marruecos lleva 30 años alargando plazos y torpedeando la celebración de un referéndum de autodeterminación, mientras que EEUU cada vez toma posiciones más favorables a su causa. Si el apoyo de Rabat a la primera Guerra del Golfo solucionó algunas tensiones surgidas por el final de la Guerra Fría, en el mundo posterior al 11-S Washington no se podía permitir estar a malas con uno de sus grandes aliados en el mundo musulmán. Cuando Bush hijo ordenó ocupar Irak en 2003, el rey Mohammed VI no mostró el entusiasmo de su padre durante la primera invasión, pero sí que se cuidó muy mucho de criticar a EEUU a pesar de las protestas en las calles de Marruecos.

Conforme Marruecos ha ido consolidándose aún más como uno de los grandes aliados musulmanes de EEUU, la tibieza de Washington con respecto a la autodeterminación del Sáhara se ha ido acrecentando más y más. Desde 2001, Washington apuesta por una autonomía saharaui dentro del reino de Mohammed VI, negando la posibilidad de un estado propio, pero ahora Trump ha dado un paso más y uno que es difícilmente reversible. Con el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental solo no se acerca la paz y sino que se reduce la capacidad estadounidense de presionar a Rabat.

Unas semanas antes de dejar la Casa Blanca, Trump se apunta un tanto en la que considera su gran contribución a la política exterior de EEUU: la normalización internacional de Israel. Está por ver si Joe Biden mantiene la apuesta o da marcha atrás enfureciendo a Marruecos pero, de momento y como tantas otras veces, son los saharauis los que pagan el precio de que un líder estadounidense tenga prioridades mayores que el destino de “40.000 personas que probablemente ni saben que viven en el Sáhara español”.

Los acuerdos tripartitos de Madrid: papel mojado

Soldados marroquíes y de la Minurso observan con prismáticos desde el muro militar levantado por Marruecos en el Sahara Occidental. CHRISTIAN MARTÍNEZ

Autor: Equipe Media Sahara

Fuente: elsaltodiario.com 15/11/2020

A 45 años de la firma de los acuerdos entre Marruecos, Mauritania y España, con los que las potencias negaron el derecho de autodeterminación del pueblo Saharaui, Rabat insiste en su papel colonial violando el alto al fuego en la región fronteriza de Guerguerat.

l 14 de noviembre se conmemora el cuadragésimo quinto aniversario de la firma de los denominados acuerdos tripartitos de Madrid, que fueron el resultado de dos días de negociaciones entre España, Marruecos y Mauritania, y terminaron condenando al pueblo del Sahara Occidental al desplazamiento forzado,   obstaculizando su desarrollo durante medio siglo.

Las potencias imperiales competían a contra reloj, tras la resolución del Tribunal Internacional de Justicia dictada el 16 de octubre de 1975, para desvincularse de sus responsabilidades y conseguir ventajas políticas y económicas; para soslayar el enfrentamiento con un movimiento revolucionario de liberación que empezaba a desarrollarse y fortalecerse en el terreno del Sahara Occidental.

Pese al dictamen del Tribunal Internacional de Justicia que establece la necesidad de posibilitar al pueblo saharaui conseguir su inalienable derecho a la autodeterminación, y otorgarle la palabra para decidir su futuro, España estaba enfrascada en la formulación de un acuerdo a través del cual otorgaba lo que no le pertenecía a quien no se lo merecía.

Pese al dictamen del Tribunal Internacional de Justicia que establece el derecho saharaui a decidir sobre su autodeterminación, España estaba enfrascada en el que otorgaba lo que no le pertenecía a quien no se lo merecía

Los acuerdos de Madrid no tenían ningún valor legal porque se firmaron en ausencia de la parte saharaui; y no establecían el traslado de la soberanía sobre el territorio a dos países vecinos, solo establecían el traslado de la administración del mismo. Según lo dispuesto en los acuerdos de Madrid, la administración del territorio dependía de una serie de medidas cuya vigencia terminaría el 26 de febrero de 1976. Además, la Organización de las Naciones Unidas, que no reconoce los acuerdos de Madrid, tiene una postura diferente acerca del estatus del Sahara Occidental; ya que lo incluye en la lista de los territorios no autónomos y pendientes de descolonización.

Campamento Gdeim Izik

Durante la guerra entre el Frente Polisario, por un lado, y las dos potencias invasoras —Marruecos y Mauritania—, por otro lado, el vecino del sur se vio obligado a retirarse dadas la grandes pérdidas sufridas a causa del conflicto bélico, firmando un acuerdo de paz con la República Árabe Saharaui Democrática. Este hecho. que deja sin valor los acuerdos tripartitos de Madrid, dejó al descubierto otra vertiente de la naturaleza de la política expansionista de Marruecos, un estado que apuesta por la creación de guerras y tensiones para garantizar la existencia de una corona construida sobre las cadáveres de humildes personas que fueron esclavizadas y humilladas.

Ante los escollos que obstaculizan la resolución de la causa saharaui, que se deben en gran medida a la conspiración de Francia, España y Marruecos, el Frente Polisario, obligado a dolorosas cesiones, moderó sus objetivos pasando de reclamar directamente la liberación de la patria a la defender el derecho de su pueblo a decidir libre y democráticamente mediante un justo y trasparente referéndum de autodeterminación. 

En este escenario, surgieron soluciones y propuestas políticas entre las que se destacan el Plan de Paz para la autodeterminación del pueblo del Sahara Occidental, o el Plan Beker II que fue enterrado a pesar de ser admitido por el Consejo de Seguridad Internacional de la ONU, y el ayudante del exsecretario General de la ONU Hans Corriel, quien llamó a España a asumir sus responsabilidades en la administración del territorio en una fase transitoria tal y como pasó en la resolución del conflicto de Timor.

En una flagrante violación del alto el fuego, las fuerzas de ocupación marroquíes abrieron este viernes tres nuevas brechas en el muro marroquí de la vergüenza para dispersar y atacar a los manifestantes pacíficos saharauis que cerraron de forma pacífica en Guerguerat

Durante el aniversario de la firma de los acuerdos tripartitos, el pueblo saharaui, más organizado y más armado, hace frente a los intereses de las potencias imperiales que no quieren permitirle ejercer su soberanía sobre sus tierras. Así, el pueblo saharaui reitera, sus reivindicaciones legitimas conforme a los principios de las reglas del derecho internacional, tendiendo una mano para la paz y otra para la defensa armada. 

Por otra parte. en una flagrante violación del alto el fuego, las fuerzas de ocupación marroquíes abrieron este viernes tres nuevas brechas en el muro marroquí de la vergüenza para dispersar y atacar a los manifestantes pacíficos saharauis que que bloqueaban de forma pacífica Guerguerat.

Las fuerzas del Ejército Popular de Liberación saharaui respondieron a este ataque con firmeza para proteger a los civiles saharauis de esta agresión militar marroquí.

En respuesta a la brutal violación del Alto el fuego, el Frente Polisario declara la guerra necesaria de todo el pueblo.Según el Ministerio de Defensa de la RASD el ejército de liberación ha lanzado distintos ataques contra las bases marroquíes apostadas a lo largo del “muro de la vergüenza”, causando bajas y destruyendo las instalaciones en los sectores de Mahbes, Hausa, Auserd y Farsia, como respuesta a la violación del alto el fuego por parte de Marruecos en el Guerguerat.

El desastre de Annual de 1921 y Alfonso XIII. El informe Picasso

Cadáveres de los soldados españoles en Monte Arruit

Autor: EDMUNDO FAYANAS ESCUER

Fuente: nuevatribuna.es 24/04/2020

Entre los meses julio y agosto del año 1921, el ejército español sufrió una gran derrota militar en Annual frente a las tribus rifeñas. Se produjo el abandono de la posición de Annual y la posterior retirada y rendición del fuerte Arruit. Es la mayor debacle sufrida por un ejército colonial europeo en el territorio africano. No se sabe con seguridad el número de muertos, pero la cifra más aproximada ronda los 12.000 hombres.

¿Qué pasó en Annual?

El general Martínez Silvestre cruza el río Almerkan y se acerca a las colinas de Annual, que era la zona donde se encontraban las cabilas más belicosas del Rif, como las de Tesaman y los Beni Urriaguel de Abd el Krim.

Ante el avance del ejército español, las cabilas contraatacan. El veintiuno de julio conquistan el fuerte de Igueriberi y al día siguiente el campamento de Annual. Así fue relatada la retirada:

“Se abandona la posición con todos sus elementos, sin órdenes, sin instrucciones, con prisas, sin conocer ni plan ni dirección, revueltas las fuerzas, confundidas, sin jefes, puede decirse acosadas por el enemigo, y sin más idea visible que la salvación individual, por la huida, vergonzosa en unos, inexplicable en otros y lamentable en todos, siendo inútiles los esfuerzos de unos cuantos para contener esta avalancha que tan impremeditadamente se había dejado desbordar…

Es imposible hacer la descripción exacta de esos momentos de pánico, descrito de tan diversos modos por los diferentes testigos, que de ello no se saca más que una triste impresión”.

Nador se encontraba solamente a trece kilómetros de Melilla. Se rinde a los rifeños el tres de agosto. El nueve de agosto, una columna de tres mil hombres dirigida por el general Felipe Navarro, que había resistido un asedio de trece días en el monte Arruit, es masacrada.

Se derrumbó todo el frente en sólo veinte días, dándose el caso de que algunas posiciones fueron abandonadas sin haber sido hostigadas.

El general Fernández Silvestre encabezó una serie de decisiones erróneas desde el punto de vista militar. Se adentró en el Rif sin tomar las mínimas precauciones, estableciendo posiciones defensivas aisladas e inconexas, lo que unido a la ausencia de suministros básicos a la tropa que carecía incluso de agua, llegando a beberse su propia orina, careciendo de alimentos, falta de munición, de calzado adecuado…, todo esto generó una masacre entre los soldados a manos de los rebeldes rifeños.

Abd el Krim hace prisioneros a unos seiscientos soldados españoles. El jefe de las cabilas solicita un rescate de un millón de pesetas a cambio de liberar a estos soldados. La respuesta de Alfonso XIII fue negativa, añadiendo el siguiente comentario “qué cara es la carne de gallina”.

Es difícil explicar esta derrota, pues las tribus rifeñas no eran muy numerosas, ni estaban bien armadas, aunque si contaban con fusiles construidos en Europa.

El ejército español no contaba con la suficiente preparación y las tropas en general estaban mal equipadas. A pesar de esto, esta derrota solo es posible entenderla por los grandes errores del mando del ejército español en África, con un plan excesivamente ambicioso y precipitado.

El informe Picasso se convirtió en una dramática sucesión de muestras de incompetencia militar, de cobardía y desorganización, reveló el desastre en toda su crudeza y no escatimó en detalles sobre los vicios y corruptelas del Ejército

El ejército español contaba en esas fechas en Melilla con 25.790 hombres, de los cuales unos 5.000 eran tropas indígenas y casi la totalidad de estas tropas indígenas desertaron y se unieron a los rifeños.

Algunos historiadores consideran que la actuación del general Fernández Silvestre se debió a que se había sentido menospreciado al nombrarse como Alto Comisionado en Marruecos a su compañero, el general de división, Dámaso Berenguer, y no él.

Sin embargo, otros historiadores, entre los que me encuentro, consideramos que siguió las órdenes directas de Alfonso XIII, saltándose la cadena de mando. Esto fue lo que le llevó al desastre y a su propio suicido para salvar el papel del rey.

CONSECUENCIAS EN LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

El impacto en la sociedad española de la derrota de Annual fue brutal, no sólo por la derrota, sino por la cantidad de muertos que generó. Era preciso determinar las responsabilidades y las negligencias, que se habían producido. Para dirigir la investigación se nombra al General de División, Juan Picasso González.

Este general estaba destinado en el Consejo Supremo de Guerra Marina y era el representante militar español en la Sociedad de Naciones. Era tío del pintor Pablo Picasso. Su nombramiento levantó bastante oposición, porque se consideraba que su trabajo era salvar el honor del ejército, acallar las responsabilidades de los políticos y salvar el papel del rey Alfonso XIII, que tuvo una participación muy directa en el desastre.

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Antes de darse a conocer el informe Picasso, muchas personas y bastantes políticos consideraron que este informe sólo buscaba distraer y alargar la situación, para que este desastre se fuera olvidando con el transcurso del tiempo.

Indalecio Prieto, diputado socialista por Bilbao decía lo siguiente:

“Quien quiera enterarse de lo ocurrido en la zona de Melilla, por esta información había que dedicar un par de años de lectura, no se enterará de nada y acabará por perder la cabeza: veinte generaciones de ratones harán sus nidos en esta montaña de papel, He aquí en qué parará toda la depuración de responsabilidades a través de las investigaciones oficiales”.

Indalecio Prieto llegó incluso a referirse al general Picasso como “el constructor del panteón del olvido”. Todos eran escépticos con la actuación del general Picasso. En el periódico La Libertad en su edición del seis de septiembre del año 1921, el periodista Luis de Tapia publica unas coplillas que decían:

Si en telegramas o cables.
Oís decir que Picasso.
Va a encontrar responsables
No hagáis caso.
Los errores fueron ciertos;
Pero en asuntos de guerra, a las causas y a los muertos se les echa tierra…..
¡La plancha será no chica
Si en buscar en lo alto da.
Si Picasso en lo alto pica, marrará.

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A pesar de las serias dudas de la labor que debía realizar el general Picasso, éste hizo un intenso trabajo de nueve meses, escribiendo un detallado expediente, que iba mucho más allá del típico informe judicial. Este informe supuso un ejercicio de memoria, para cuya realización se emplearon fuentes orales, documentales y de todo tipo, con la debida prevención y una pulcra metodología.

Indalecio Prieto que había fustigado anteriormente al general Picasso en una intervención de noviembre de 1922, agradece al presidente haber llevado el expediente al Congreso y dice lo siguiente. “mi más ferviente, mi más rendido, más obligado todavía que además tiene la virtud de que nadie pudiera poner la mácula de sospecha de una adulación al dignísimo general del Ejército español que ha instruido este expediente”.

En otra intervención de Indalecio Prieto dice lo siguiente: “Hemos sentido la amargura de ver en ellas ratificado con el sello indiscutible de la imparcialidad y de la documentación, una síntesis admirable donde campean el mérito y la claridad de exposición. El mejor relato moral lo hace este hombre verdaderamente insigne, este ciudadano, que se llama don Juan Picasso”.

El objetivo de dicho informe era recuperar la memoria de aquellos días y salvarla para el futuro. Además de su valor judicial, lo debemos considerar como un gran trabajo de memoria histórica muy contrastado.

El informe es recogido por parte de la clase política con variedad de opiniones. El sector político crítico con dicho Expediente lo formaban los partidos de la derecha, que habían estado gobernando esos años, pues pone en evidencia el desastre de su gestión y además pensaban que se les podía pedir responsabilidades políticas. En este sector de la derecha política estaban los conservadores y los liberales.

INICIO DEL PROCESO DE INVESTIGACIÓN

El general Picasso conocía bien la realidad de Marruecos, tanto de su terreno geográfico, como de sus gentes, pues poseía una Laureada obtenida en el conflicto de Melilla en el año 1893.

El general Berenguer, que era el Alto Comisionado en Melilla, solicita al ministro de la Guerra, el vizconde de Eza, el nombramiento de un oficial general, para que investigase los hechos y depurase las responsabilidades por el desastre de Annual.

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Se publica una Real Orden, el cuatro de agosto de 1921, por parte del ministro de Guerra, donde se nombra al General de División Picasso para la investigación del desastre de Annual que contaría con la ayuda del auditor de Brigada Juan Martínez de la Vega.

Coincide este nombramiento con la dimisión del gobierno presidido por Allende Salazar. Alfonso XIII nombra a Antonio Maura como presidente del gobierno y éste nombra ministro de la Guerra a Juan de la Cierva.

Picasso solicita al general Berenguer los planes de operaciones el quince de agosto, para saber cómo había actuado el general Fernández Silvestres (este general era amigo íntimo de Alfonso XIII). El general Berenguer traslada un escrito, el veinte de agosto, al ministro de la Guerra, solicitando instrucciones si dar o no dar los planes de operaciones ya que no se considera autorizado para darlas al general Picasso y además muestra sus reticencias a entregárselos.

El veinticuatro de agosto hay una Real Orden, en la que se prohíbe el acceso al general Picasso a los planes de operaciones y a las disposiciones al respecto del Alto Comisionado y exige al general Picasso que sus investigaciones debían limitarse a los hechos realizados por los jefes, oficiales y tropas, nada más.

El general Picasso muestra en carta enviada al ministro de la Guerra, el treinta y uno de agosto, su total desacuerdo con el Real Orden y plantea la posibilidad de poder investigar todo lo sucedido y considera que: “… Dicho sea en el mayor respeto, no parece sujeto proporcionado a mi representación”, ya que consideraba Picasso que la Real Orden de cuatro de agosto le daba facultades para “… Con arreglo al artículo 762 del Reglamento de Campaña… esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en los sucesos de este campo… sería insigne sutileza concretar las responsabilidades a sucesos incidentales, consecuencia natural u obligada de los errores y desaciertos del mando”.

El general Picasso muestra su queja por estas restricciones y así por ejemplo cuando critica duramente la retirada de Annual dice: “….y en ese momento aparece un punto oscuro, que no se ha podido dilucidar en la información gubernativa por la limitación impuesta al juez instructor y a la que con tanta frecuencia nos hemos tenido que referir…, relacionada con un telegrama del Alto Mando”. Y continúa: “Vine a la ingrata comisión que desempeño animado de la mejor conformidad, acometiéndola con empeño superior a mis fuerzas y, desde luego, ratifico que entró en mi ánimo, deliberadamente, envolver en las actuaciones al Alto Mando, por prestigio del mismo, por deber de justicia y por respetuoso afecto; pues si de algo tengo que tildarle es, en mi opinión, de condescendía; y por ello he tomado como punto de partida de mis indagaciones el suceso lamentable y significativo de Abarrán”.

En la misma carta, el general Picasso solicita que se le relevase de la investigación de los hechos sucedidos en Annual y se le permita continuar su trabajo como representante militar español ante la Sociedad de Naciones.

A pesar de esto, el general Picasso se traslada a Melillay hace declarar a setenta y siete personas que habían participado en Annual. Tras nueve meses de trabajo, regresa a Madrid, el veintitrés de enero de 1922, con un expediente formado por 2.433 folios. El general entrega el expediente, el dieciocho de abril de 1922, y un resumen al ministerio de la Guerra.

El general Picasso tenía presente en todo momento que los testigos tenían la prioridad no de favorecer la depuración de responsabilidades o esclarecer la verdad de los hechos, sino evitar en la medida de lo posible que les salpicara la investigación y salvar sus responsabilidad.

Por Real Orden del veintiuno de abril, se entrega el expediente Picasso al Consejo Supremo de Guerra y Marina. También se proporciona el expediente Picasso al fiscal militar, José García Moreno, el veinticuatro de abril. Éste lo devuelve al Consejo Supremo el veintiséis de junio, pronunciándose de la siguiente forma:

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pasar lo actuado al reunido, en Sala de Justicia, por haber hallado indicios de responsabilidades penales, solicitando ratificar todos los testimonios y subsanar las deficiencias halladas; abrir expediente para detallar méritos y recompensas; y comunicar lo actuado al Ministerio de la Guerra”.

El fiscal togado, Ángel Romanos, remitió, el veintiocho de junio, un escrito al Consejo identificándose con el informe del fiscal militar. El fiscal militar, José García Moreno resumía su conclusión sobre la derrota de Annual de la siguiente manera: “… Se debió a la negligencia e irresponsabilidad del Alto Mando”.

Se reunió el Consejo Supremo en pleno, el seis de julio, acordando pasar lo actuado a la recién constituida Sala de Justicia. Rechaza la formación de expedientes de recompensas y remite al Ministerio de la Guerra una copia del expediente, del informe del fiscal militar y de los acuerdos del Consejo.

Ese mismo día, reunido el Consejo Supremo de Guerra y Marina, presidido por el general Aguilera, decidió procesar a treinta y nueve militares por negligencia o abandono de su deber en Annual, además de los treinta y siete oficiales que aparecían imputados en el propio expediente Picasso. Entre los encausados se incluía al general Dámaso Berenguer, que era Alto Comisionado en Marruecos cuando ocurrieron los hechos, a quien el Expediente Picasso no acusaba, pero del que se criticaba la estrategia que había seguido.

Así el diez de julio, el pleno del Consejo Supremo acuerda el procesamiento del general Dámaso Berenguer, pidiendo al Senado el suplicatorio correspondiente dada su condición de senador, y por esta razón el general Berenguer dejó el cargo de Alto Comisario.

Se acuerda no procesar a ningún civil en ese mismo auto por no corresponder a la jurisdicción del Consejo, por lo que quedaron fuera del sumario el presidente del gobierno en ese tiempo. Manuel Allendesalazar y el ministro de la Guerra Juan de la Cierva.

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El informe Picasso se convirtió en una dramática sucesión de muestras de incompetencia militar, de cobardía y desorganización, reveló el desastre en toda su crudeza y no escatimó en detalles sobre los vicios y corruptelas del Ejército, concluyendo claramente, que habían sido los principales causantes de la debacle, junto con los errores estratégicos del mando.

El general Picasso sintetizaba el informe de esta manera:

“En resumen: hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y no prever nada y de nuestro exceso de confianza; y todo ello constituye, a juicio del declarante, una grave responsabilidad, que el país tiene derecho de exigir a todos; porque si es cierto que las autoridades e incluso ex Ministros han visitado el territorio y encontrado todo perfectamente, y que el Mando ha felicitado por los resultados alcanzados, que después se desplomaron como un castillo de naipes, no lo es menos, por desgracia, que la oficialidad, en su misión de preparar el instrumento que ha de usarse para combatir, ha olvidado que cuando por medios que podrán tener excusas, pero que eran graves, obtuvo ventajas materiales, prometió solemnemente dedicar todos sus esfuerzos, en primer término, a mejorar la condición de soldado y la capacidad del Ejército, y ha dejado incumplida esta promesa, en perjuicio de la Patria, que necesita, no un Ejército que se sacrifique, sino un Ejército que triunfe, preparándose en los periodos de paz, porque en la guerra no se aprende nada”.

LAS MEDALLAS DE ANNUAL

Uno de los aspectos que llamó la atención del general Picasso es la gran petición de condecoraciones y de ascensos solicitados por méritos de guerra, que se demandaron a pesar del desastre de Annual.

Picasso reconoció algunos méritos en la defensa de algunas posiciones, pero señalaba grandes prevenciones y decía lo siguiente “los militares de cualquier clase no aleguen por servicio distinguido el regular desempeño de su obligación…, pues si tantos creen haberse comportado tan esforzadamente, no se comprende entonces la consumación de la catástrofe en las condiciones que los hechos relatan”.

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Picasso y su investigación permitieron que muchas de las condecoraciones solicitadas fueran denegadas y aquellas que fueron concedidas alcanzaron gran valor, a pesar todo, se evitó el clientelismo y la picaresca en este tipo de condecoraciones.

Veamos un ejemplo de solicitud de condecoración y fue el caso de la defensa del pozo número dos de Tistutin. Este pozo estaba custodiado por los cabos Jesús Arenzana y Rafael Lillo junto a cuatro soldados. Así es el relato que se presentó:

El cabo Arenzana relató la heroica defensa del pozo, un pacto con los rifeños que duró mientras hubo agua y una hábil retirada hacia territorio colonial francés, en la cual fueron descubiertos por dos rifeños, a los que dio muerte el propio cabo. Sus compañeros ratificaron dicho testimonio.

El general Picasso se creyó este caso y propusieron el ascenso de estos seis hombres. La opinión pública los trató como héroes y se solicitó la Laureada para el cabo Arenzana.

El periódico ABC, en noviembre del año 1922, los trató de héroes y decía “Del veintiocho de julio al dos de agosto resistieron de forma inverosímil, llegado el último extremo, reuniéndose los seis defensores con su jefe, y relevándole de toda responsabilidad, inutilizaron las armas y el motor del pozo y se internaron en la zona francesa, después de haber pasado grandes peligros y penalidades”.

Sin embargo, a finales de 1922 se iba a conocer, que la verdad era muy diferente a la relatada por el cabo Arenzana y entre todos habían creado una gran mentira. Lo cierto es que se habían rendido sin resistir, además de pagar cien pesetas, para que los llevaran a la zona francesa.

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El informe Picasso en el congreso

El Congreso se había mostrado muy crítico con la actuación del ejército y su intento de ocultación de los hechos. Por eso, muchos diputados pedían la creación de una Comisión de Investigación de los hechos y destacaba el diputado socialista Indalecio Prieto. El presidente del gobierno, el conservador José Sánchez Guerra, ante las presiones que recibía, decidió entregar el expediente Picasso al Congreso.

LA PRIMERA Comisión Parlamentaria de Responsabilidades

Se forma una Comisión Parlamentaria de Responsabilidades, que recibe el nombre de los “Diecinueve”. El tres de noviembre del año 1922, el ministro de la Guerra remitió al Presidente del Congreso de los Diputados una relación de testimonios deducidos del expediente y una serie de documentos y telegramas considerados de interés.

El trece de noviembre se reciben siete documentos más. Durante ese mes hubo grandes debates en el Congreso sobre el informe Picasso y sobre lo ocurrido en Melilla.

Estos debates transcienden a la prensa, así como algunos hechos de la derrota de Annual, que indignaron a la opinión pública, sobre todo al conocer el real número de muertos que en algunos casos se cifraban en 12.000 muertos españoles.

Se producen fuertes debates en el Congreso los días veintiuno y veintidós. El diputado socialista, Indalecio Prieto acusó directamente al rey Alfonso XIII de lo sucedido, como jefe del Ejército y del Estado. Los monárquicos y los conservadores intentaban defender al rey y el buen nombre del ejército

Ante las acusaciones que se vertían en estas sesiones parlamentarias, el presidente del gobierno, Sánchez Guerra, decidió presentar su dimisión ante el Congreso de los Diputados diciendo:

“Señor Presidente del Congreso de los Diputados: en vista de la actitud de las minorías, digo a S.S. que la sesión no puede continuar porque no hay Gobierno, pues yo me marcho desde aquí a Palacio a presentar la dimisión”.

Para sustituirlo, Alfonso XIII nombró al liberal Manuel García Prieto. Sin embargo, el debate sobre las responsabilidades políticas por la derrota de Annual siguió. El Congreso se convirtió en una auténtica pesadilla para el rey, con el asunto de las responsabilidades debatiéndose abiertamente en comisiones y discursos.

LA SEGUNDA Comisión Parlamentaria de Responsabilidades

Se constituyó la Segunda Comisión de Responsabilidades el diez de julio de 1923, formada por 21 diputados, que debía emitir una resolución en veintiún días.

El general Berenguer, que era Alto Comisionado en Marruecos en esa época, fue llamado a declarar ante la Comisión el siete de agosto.

Se niega a la Comisión las actas de la Junta de Defensa Nacional, el día once de agosto.

Esto hace entender que el propio rey estaba implicado en el desastre, de ahí la negativa de la entrega de la documentación. Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos y la falta de acuerdo de los miembros de la Comisión, acordaron convocar el Pleno de la Cámara para el dos de octubre y que se efectuase una votación general sobre el asunto.

Sin embargo, el Pleno nunca llegó a reunirse, pues el trece de septiembre de 1923 el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, da un golpe militar, disuelve el Parlamento español y proclama la Dictadura con el visto bueno del rey, finalizando así el proceso de depuración de responsabilidades.

EL EXPEDIENTE PICASSO Y LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA

Cuando se produce el golpe militar gobernaba, Manuel García Prieto del Partido Liberal, que contaba con mayoría absoluta con 222 escaños sobre los 437 que formaban el Congreso y había sido elegido, en las elecciones de abril de 1923, y había obtenido el 54,28% de los votos.

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El general Miguel Primo de Rivera en el manifiesto que hizo público para justificar el golpe de Estado, aludió: “a las pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades… El país no quiere oír hablar más de responsabilidades, sino saberlas, exigirlas pronta y justamente, y esto lo encargaremos, con limitación de plazo, a Tribunales de autoridad moral y desapasionados de cuanto ha envenenado hasta ahora la política”.

No es aventurado afirmar, que el expediente Picasso tuvo mucho que ver en ese golpe realizado por el general Primo de Rivera, pues el golpe militar se produjo en buena medida para frenar la labor de unas Comisiones de Investigación, que partieron del exhaustivo informe del general Picasso, empleándolo además como fuente fundamental para juzgar los hechos.

El golpe de Estado de Primo de Rivera sería la respuesta de los militares, que con él venían a considerar responsables a todo el sistema político.

Al día siguiente del golpe, toda la documentación de la Comisión Picasso que se encontraba en el Congreso de los Diputados fue requisada. De esta forma, Alfonso XIII consigue evitar sus responsabilidades.

Paraliza la Comisión de Responsabilidades y apuesta por la impunidad del Ejército, que se materializa en las amnistías, que desde febrero de 1924 se conceden a Navarro, Cavalcanti, Araujo, Berenguer, Lacanal y Tuero.

Para justificarse, se permitió que siguiera la actuación del Consejo Supremo de Guerra, para así evitar, que se dijera que el golpe militar intentaba tapar el escándalo sobre la actuación de Alfonso XIII en el desastre de Annual.

El Expediente Picasso califica de negligente la actuación de los generales Dámaso Berenguer que era el Alto Comisionado en Marruecos y el general Felipe Navarro segundo Jefe de la Comandancia General de Melilla y de temeraria la del general Manuel Fernández Silvestre.

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Ante la duda que se planteaba sobre la actuación de algunos de los componentes del Consejo Supremo, se procedió a sustituir a aquellos miembros más críticos por otros adictos al Dictador. Como consecuencia de estos cambios, su presidente, el general Aguilera presentó su dimisión en marzo del año 1924, para no ser cómplice de la situación.

Se emite la sentencia, en junio de 1924, y en dicho fallo se declara absuelto al general Felipe Navarro que era el segundo jefe de la Comandancia General de Melilla y el general Dámaso Berenguer que era Alto Comisionado en Marruecos cuando se produjeron los hechos, recibió una pena leve, que consistía en la separación del servicio y el pase a la reserva.

El cuatro de julio de 1924, Alfonso XIII decreta una amplia amnistía para todos los implicados en el desastre de Annual, incluido el general Dámaso Berenguer. El rey Alfonso XIII acabaría nombrando un tiempo después al general Berenguer jefe de su casa real.

Se daba carpetazo con esta sentencia al asunto de las responsabilidades sin ninguna consecuencia. La factura que tuvo que pagar el rey por intentar poner fin a su pesadilla personal, al final resultaría muy costosa, pues la decisión de unir su suerte a la del Dictador y a la de la Dictadura, lo llevara al exilio siete años y medio después.

La Asamblea Nacional, en el año 1927, exigía enjuiciar la política general desde el uno de julio de 1909. Como consecuencia, se lleva a cabo una importante búsqueda documental que afectaría en gran medida a Marruecos. De nuevo, pasa a la actualidad el informe Picasso y Primo de Rivera deposita en el Congreso, lo que ha logrado reunir de dicho informe, creándose la Tercera Comisión de Responsabilidades.

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Esta Comisión fue un fracaso, pues se le negó toda la información reservada o había sido retirada previamente, con lo cual las investigaciones quedaron en nada

LA SEGUNDA REPÚBLICA Y EL EXPEDIENTE PICASSO

Convencido de que Primo de Rivera quería destruir el expediente, el diputado Bernardo Mateo Sagasta Echeverría, que era el presidente de la segunda Comisión de Investigación, se llevó el expediente de los archivos del Congreso y lo ocultó en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos, de la que era director.

En este lugar, permaneció hasta el advenimiento de la Segunda República, cuando Mateo Sagasta devolvió el Expediente al Congreso en el año 1930.

El rey fue procesado y condenado in absentia en las Cortes, entre los días diecinueve y veinte de noviembre, por la Comisión de Responsabilidades. Esta condena se produce no sólo por el propio Expediente Picasso, sino por la documentación que se obtuvo en el registro domiciliario de José Antonio Primo de Rivera que era hijo del Dictador.

El Dictador, Miguel Primo de Rivera, tras abandonar el poder, y salir de España camino de París llevaba varias maletas de documentos. El Resumen elaborado por el propio Juan Picasso fue enviado a las Cortes y fue publicado en el año 1931, al igual que los informes de la Comisión de Responsabilidades.

EL INFORME PICASSO EN LA ACTUALIDAD

El informe Picasso fue recuperado en su totalidad y transferido al Archivo Histórico Nacional en el año 1990. El Expediente Picasso propiamente dicho consta de 10 piezas y 2. 418 folios. Todo este contenido ha sido digitalizado y puede consultarse en el Portal de Archivos Españoles, donde aparece como “Información Gubernativa instruida para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de posiciones del territorio de la Comandancia General de Melilla en el mes de julio de 1921”.

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Junto con el Expediente Picasso, el Archivo Histórico Nacional contiene una pieza íntimamente relacionada, que incluye testimonios obtenidos con posterioridad, por parte de los prisioneros españoles implicados en el desastre de Annual y liberados años más tarde. Tiene como nombre “Causa en única instancia instruida por el Consejo Supremo de Guerra y Marina para depurar las responsabilidades en que pudiera haber incurrido el Mando con motivo de los sucesos desarrollados en el territorio de la Comandancia General de Melilla en los meses de julio y agosto de 1921”. Esta causa posee 39 piezas separadas, todas ellas públicamente accesibles.

Alfonso XIII y el desastre de Annual

Durante los veintiocho años del reinado de Alfonso XIII siempre intervino en la vida política del gobierno, no asumiendo que era un rey bajo una Constitución y la cual le marcaba cual era su papel, sin embargo, esto no lo aceptó nunca. Su intromisión en los asuntos militares fue de forma continua y persistente.

Recordemos lo que dijo el uno de enero de 1902:

“En este año me encargaré de las riendas del Estado, acto de suma transcendencia tal como están las cosas, porque de mi depende si ha de quedar en España la monarquía borbónica o la república; porque yo me encuentro el país quebrantado por nuestras pasadas guerras, que anhela por un alguien que les que de esta situación.

La reforma social a favor de las clases necesitadas, el ejército con una organización atrasada a los adelantos modernos, la marina sin barcos, la bandera ultrajada, los gobernadores y alcaldes que no cumplen las leyes, etc.

En fin, todos los servicios desorganizados y mal atendidos. Yo puedo ser un rey que llene de gloria regenerando a la patria, cuyo nombre pase a la Historia como recuerdo imperecedero de su reinado, pero también puede ser un rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y por fin puesto en la frontera.

Yo espero reinar en España como Rey justo. Espero al mismo tiempo regenerar la patria y hacerla, si no poderosa, al menos buscada, o sea, que la busquen como aliada. Si Dios quiere para bien de España”.

Alfonso XIII tenía una pobre formación política, pero fue consciente, de que el papel del Rey había quedado reducido a una función institucional. Sin embargo, esto nunca lo asumió Alfonso XIII y, creía que solo una monarquía con capacidad de acción política podría evitar el avance del republicanismo, que crecía visiblemente, reforzado por los movimientos socialista y anarquista.

Lo grave del tema de la derrota de Annual para Alfonso XIII era su íntima amistad con el general Manuel Fernández Silvestre, que seguía directamente las órdenes que le daba el rey. Debemos saber, que fue este general el que lanzó la ofensiva sin ninguna preparación y sin los medios necesarios, de ahí el fracaso de la operación.

El general Manuel Fernández murió en la misma mañana, que se produjo la desbandada en Annual. Parece ser que se suicido tras pegarse un tiro, de esta forma protegía a su amigo Alfonso XIII del deshonor.

El apoyo que da Alfonso XIII al golpe militar de Primo de Rivera, en un momento que era cuestionado su papel, no solo por las fuerzas políticas, sino por cada vez más amplias capas de la población española, viene a corroborar, que su apoyo al golpe, era un pacto con ellos, para limpiar sus responsabilidades junto con las del propio ejército español, que una vez más había mostrado su mala calidad militar y la corrupción que le carcomía por dentro.

OTROS ASPECTOS DEL INFORME PICASSO

La derrota de Annual fue el mayor fracaso de un ejército colonial europeo en África. Sin embargo, otros países también sufrieron grandes derrotas, Gran Bretaña fue derrota en la batalla de Isandhlawana y esto sólo provocó una acusación contra el primer ministro Disraeli, por haber descuidado los asuntos de Sudáfrica.

Italia fue derrotada en Adua y provocó la caída del gobiernos Rudini, pero apenas hubo más consecuencias.

El general Picasso murió en cinco de abril de 1935 y lo único que apareció en prensa, fue alguna esquela con un par de días de retraso y sin ninguna referencia al principal motivo de su fama.

El general Picasso adquirió la fama pero hemos de saber, que contó con la inestimable ayuda del general Aguilera, presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina. También jugaron un papel muy importante muchos de los subordinados del general que trabajaron con él.


BIBLIOGRAFIA

VV.AA. “El expediente Picasso: las sombras de Annual”. 2004. Almena. Madrid. Carrasco García, Antonio. “Las imágenes del Desastre”. 1999. Almena. Madrid.
La Porte Fernández-Alfaro, Pablo. “El desastre de Annual y la crisis de la Restauración en España (1921-1923)”. 2003, Moreno.
Pando Despierto, Juan. “Historia secreta de Annual”. 1999. Ediciones Temas de Hoy, S.A. Madrid.
Palma Moreno, Juan Tomás. “Annual 1921. 80 años del Desastre”. 2001. Almena. Madrid.

La memoria de Annual: una incierta gloria

El general Berenguer y su Estado Mayor. Postal de la época. Colección particular.

Autor: JOAN PALOMÉS

Fuente: ctxt.es 24/09/2019

La patria está en peligro, dicen en el Congreso de los Diputados. Y esos mismos apelan a nostalgias nocturnales. Los Reyes Católicos velan las esencias y los redobles de los Tercios de Flandes apuran el sueño. La derecha se refuerza con espadones. Vox, por ejemplo, ha presentado cinco generales como cabezas de lista en las elecciones generales. La patria está en peligro…

La Ley de Memoria Histórica, tantas veces diferida, tantas veces cuestionada, es la bestia negra de una narrativa que dormitaba en el mausoleo del Valle desde la Transición y que resurge, ahora ya sin escrúpulos, para reivindicar la historia fascista plasmada en aquella parcial “Causa General instruida por el Ministerio Fiscal sobre la dominación roja en España” de 1940. Sólo existe una verdad, la de los vencedores –que todavía lo son– y que debiera quedar atada y bien atada. “Quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el pasado”, decía George Orwell.

España es tierra de excelsas impunidades y notables falsificaciones. El siglo XX, todo él, es una buena prueba de ello. Se consagran las gestas épicas y los contados héroes entorchados, pero se omiten las muchas vergüenzas y los numerosos descalabros con miles y miles de muertos a costa del pobrerío. Las guerras de Marruecos y la dolorosa aventura colonial española en África están trufadas de desastres silenciados y responsabilidades olvidadas. El Protectorado de Marruecos, al fin y al cabo, marcó las horas de la política española durante cincuenta años: 25.000 soldados muertos, la Semana Trágica y otras revueltas, las recurrentes crisis gubernamentales con 15 presidentes de Gobierno entre 1917 y 1923, el fin de la Restauración borbónica y el exilio de Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera, las tensiones en el seno del ejército entre africanistas y junteros… De Melilla salen las primeras tropas sublevadas contra la República y los generales africanistas son golpistas, salvo algunas excepciones que se mantuvieron fieles al gobierno (Riquelme, Miaja…).

El Protectorado

La entrada española en la rapiña africana fue accidental. A la greña franceses, británicos y alemanes en el expolio del continente, acordaron esas potencias que la estratégica puerta del Mediterráneo –las regiones de Rif y Yebala del norte marroquí, equivalente a la provincia de Badajoz– quedara asignada a una potencia menor, decadente y sin mayores pretensiones. España estaba sumida en una depresión existencial –el unamuniano “me duele España”–  después de perder en 1898 de manera humillante los últimos jirones del Imperio de ultramar, Filipinas, Cuba, Guam y Puerto Rico, tras vergonzosas derrotas navales en Santiago de Cuba y Cavite, incompetencia militar estratégica incluida. El país había quedado sin honra ni barcos.

El tratado de Fez de 1912, en definitiva, no era más que un subarriendo a España de una zona del Protectorado francés de Marruecos, la más áspera, yerma e indómita que ni el sultán había podido domeñar y que complementaría las plazas españolas de Ceuta, Melilla, Alhucemas y Vélez de la Gomera. Así, el Protectorado español de Marruecos se percibió como una oportunidad de recuperar el prestigio nacional y el honor de un ejército desolado.

Y luego estaba eso que se denominaba “misión civilizadora”, exquisito eufemismo de las potencias coloniales para justificar el saqueo. El conocimiento científico que se tenía del territorio y los autóctonos no era excesivamente sofisticado. “El berberisco es astuto, cauteloso, sanguinario y traidor. La conmiseración y el perdón los suele tomar siempre por debilidad. Sólo el castigo le puede meter en orden y en disciplina”, se lee en el tratado de 1910 Geografía Militar de Marruecos del capitán de Infantería Antonio García Pérez. Y más adelante, reivindica con soltura las “sobradas pruebas que acreditan las excepcionales condiciones de la raza española para colonizar pueblos, por muy apartados que éstos se hallen y por muy diferentes que sean sus cualidades étnicas; las aptitudes de nuestra raza márcanse en la historia de la humanidad de modo brillante, unas veces por el genio, otras por la bravura y siempre por la abnegación más contagiosa”.

Pero España, en esos años, no estaba para demasiadas misiones civilizadoras en tierras africanas: la tasa de analfabetismo entre la soldadesca superaba el 60% y en la península, también en esos años, una comitiva encabezada por un campechano Alfonso XIII y el obispo de Coria descubría el inframundo de las Hurdes, tierra de hambre y miseria, atraso endémico, bocio y cretinismo y donde la civilización estaba ausente.

Antecedentes nada gloriosos

Las hazañas bélicas del ejército español en territorio rifeño nunca han sido especialmente gloriosas. Habría que remontarse a mediados del siglo XIX con las victorias del general Prim en Wad-Ras y Castillejos contra el sultán de Marruecos, plasmadas en los óleos de Mariano Fortuny y en el callejero de las ciudades españolas. Poco después, finalizando el siglo XIX, tiene lugar la denominada “guerra de Margallo”, donde se produce la primera desbandada de las tropas españolas frente a los rifeños en la que muere el general y gobernador de Melilla García Margallo. Refiere Manuel Ciges Aparicio en su libro España bajo la monarquía de los Borbones que fue un joven oficial llamado Primo de Rivera –el futuro dictador– quien le descerrajó un tiro en la cabeza al general por su conexión con un lucrativo negocio de venta de armas a los mismos rifeños a los que combatía. El historiador Gerald Brenan también mantiene la tesis según la cual el general y gobernador Margallo y su camarilla hicieron una cuantiosa fortuna con el contrabando de armas al enemigo. La corrupción con galones será una constante a lo largo de todo el Protectorado.

En el mes de julio de 1909 se dieron los prolegómenos de lo que vendría pocos años después. Un batallón al mando del general Pintos es sorprendido en el barranco del Lobo, en las estribaciones del monte Gurugú. La retirada vulnera las más elementales reglas de la estrategia militar y se produce la escabechina: casi 200 muertos, entre ellos el general Pintos, y 600 heridos. La historia oficial bautizó el revés como el Desastre del Barranco del Lobo. Fue el primer Desastre oficial y las coplas de luto inundarán las calles españolas:

 “Melilla ya no es Melilla,

Melilla es un matadero

donde van los españoles

a morir como corderos”.

Ese mismo mes, en Barcelona, los barrios populares se levantaron contra el sistema de leva que convertía Marruecos en un moridero de pobres. Las prácticas tan extendidas de la redención a metálico y la sustitución permitían a los hijos de las clases acomodadas y de la burguesía librarse de la guerra o ser sustituidos por otro mozo por la módica cantidad de 2.000 pesetas. Un obrero de los Altos Hornos de Bilbao ganaba en esa época 5 pesetas diarias. En 1912 esa infame práctica se “democratizó”: se derogaban las circunstancias eximentes pero nacía el soldado de cuota que a cambio de una aportación económica –entre 1500 y 3000 pesetas– tenía el privilegio de elegir destino, pernoctar en su domicilio y limitaba su estancia a cinco meses en el cuartel en lugar de los tres años que duraba el servicio militar para el resto de desdichados. Eso sí: el equipo y el uniforme corrían por su cuenta. “Hijo quinto y sorteao, hijo muerto y no enterrao”, se decía en la calle.

Juan Pando, en su memorable Historia secreta de Annual, aporta otra de las diversas maneras de escaqueo entre la oficialidad. La familia del movilizado en el Rif donaba a la unidad donde se hallaba destinado el beneficiario un coche rápido, así llamados los Ford 20HP, que costaban unas 4.000 pesetas, a condición de que el oficial o suboficial en cuestión fuese el conductor del vehículo más un ayudante por él designado. Estos rápidos cargados de jefes y oficiales huyendo hacia Melilla simbolizarían la imagen de la suprema cobardía cuando se produce el derrumbe de Annual en 1921.

Annual

El Desastre de Annual es la mayor derrota que un ejército colonial haya sufrido nunca. Entre julio y agosto de 1921, 14.000 soldados en desbandada dejaron la vida en los pedregales, veredas, vaguadas, poblados, destacamentos, blocaos y montes del Rif. “Había tantos muertos en algunas partes del trayecto entre Uestía y Río Seco que el camión tenía que ir pisando los cadáveres”, relata el soldado Vicente Garrido, testimonio recogido en el Expediente Picasso. En apenas dos meses, una amplia ofensiva de las cabilas lideradas por el líder rifeño Abdelkrim Al Jatabi, de la cabila de Beni Urriaguel, provocó la debacle que aniquiló la Comandancia General de Melilla.

Abarrán, Sidi Dris, Igueriben, Annual, Izzumar, Arruit, Zeluan, Nador… son nombres cubiertos de luto que deberían fijarse en la memoria colectiva y, sin embargo, ausentes en los libros de texto. No hay ninguna calle de Annual o plaza de Monte Arruit en las ciudades españolas. La retórica patriótica glosa las gestas heroicas, las muertes vanamente gloriosas y los oropeles del valor pero omite con pudor la cobardía y el pavor del mando, la ineptitud del general, la corrupción del oficial, la incompetencia de la comandancia y, en fin, la responsabilidad del rey.

De Annual los patriotas recuerdan con arrobo la gesta del Regimiento de Caballería Alcántara 14, al mando del teniente coronel Primo de Rivera –hermano del futuro dictador–,  porque con sus cargas a galope tendido protegió la huida desesperada de las tropas que huían de Annual  hacia Monte Arruit a un alto precio: de un contingente de 700 hombres, apenas sobrevivió un centenar. La hazaña todavía se recuerda entre los nostálgicos. En el año 2012, noventa años después, el Consejo de Ministros decidió conceder al regimiento la Laureada de San Fernando por aquella actuación.

EL DESASTRE DE ANNUAL ES LA MAYOR DERROTA QUE UN EJÉRCITO COLONIAL HAYA SUFRIDO NUNCA

Del puñado de Laureadas que se repartieron en Annual destaca la del cabo Arenzana, que con un reducido contingente de soldados resistió durante trece días en el destacamento del Pozo nº 2 de Tistutín frente a cientos de moros aviesos. La numantina resistencia incluía asaltos a bayoneta calada, luchas cuerpo a cuerpo a cuchilladas y decenas de moros muertos. Un par de años después, durante un interrogatorio a uno de los soldados integrantes del destacamento, que hasta entonces había permanecido en el hospital, se destapa la trola. Ni épica ni gloria: que se habían rendido desde el primer día; que habían permanecido en calidad de prisioneros en el propio destacamento; que salvaron la vida a cambio de hacer funcionar el motor que sacaba el agua del pozo para la aguada de los animales de la zona; que cuando se acabó la gasolina los despojaron de todas sus pertenencias y los dejaron libres dirigiéndose hacia la zona francesa, unos kilómetros al sur. Al cabo Arenzana, ascendido a sargento, le respetaron el grado pero lo desposeyeron de la condecoración en total y absoluto silencio y discreción. El bochorno era abrumador y, al fin y al cabo, no abundaban los héroes del pueblo.

Un glorioso ejército

Y es que, en definitiva, las condecoraciones, medallas, ascensos y galones son la savia que alimenta el espíritu militar. El Ejército español era especialmente pródigo en ese capítulo, tanto como mezquino con el rancho y las alpargatas de los soldados. Entre 1909 y 1914, se produjo una verdadera tómbola de entorchados repartiéndose 132.925 condecoraciones y 1.587 ascensos por méritos de guerra, una cifra inaudita habida cuenta de las pocas victorias a reseñar o batallas memorables que recordar. El despropósito quedaba así: 54 Cruces de San Fernando, 878 Cruces de María Cristina, 28.771 Cruces Rojas del Mérito Militar pensionadas y otras 100.605 sin pensionar, amén de otros abalorios de menor calado. Ojo al dato de las cruces pensionadas tan anheladas por los señores oficiales…

Poco después, durante el Desastre del 21, los caminos y veredas que presenciaron la desbandada de las tropas quedarían regados de estrellas, galones y medallas de la oficialidad –de aquella oficialidad gloriosamente condecorada– de las que se despojaban para confundirse con los soldados de a pie. “El testigo encontró que mucha gente se acogía entre los mulos, aguardando la primera ocasión de montarlos, bajo pretexto de estar heridos o enfermos” (…) “y otros oficiales se arrancaban las divisas, las gorras y hasta los leggins, para que no conocieran su condición”, relata el teniente de Artillería Fernando Gómez López en el expediente Picasso. Otro testimonio, el del paisano Verdú, refiere que “pasaban muchos rápidos con oficiales, y a eso de las catorce del día 23, vieron llegar a dos que dijeron ser oficiales y que iban con alpargatas y guerreras de soldados, que fueron los primeros en llegar a pie, pues los anteriores pasaban en rápidos” .

El teniente coronel Fernández Tamarit, también interrogado, reconocía que “no hubo quien restableciera el orden, brillando por su ausencia el Mando. Muertos unos, arrastrados otros por el torrente, nadie pudo ni supo contenerlo” (…) “la retirada terminó en un sálvese quien pueda desdichado, fatal consecuencia de errores que eran de todos, y de los que la oficialidad del Ejército, ni aún muriendo, pueden redimir a éste”.

El expediente está repleto de testimonios relatando la inopia del Mando, incluso entre las conclusiones del propio general Picasso: “Es necesario exigir responsabilidades a cuantos, con olvido del honor militar y del prestigio de las armas, no han sabido responder al cumplimiento de sus indeclinables deberes en el general fracaso de la moral, absteniéndose, eludiendo o excusando su participación personal, suscribiendo capitulaciones incomprensibles, evadiéndose del territorio, desamparando posiciones o abandonándose a desalentada fuga presa de pánico insuperable”.

La falta de empaque ya se anticipaba en una carta del teniente coronel Fernández Tamarit al general Silvestre, comandante general: “Es una vergüenza eso de que los coroneles pasen la vida en la plaza (Melilla) o en España con permiso, rascándose la barriga, y solo suban al campo cuando va a hacerse una operación con la columna de  recompensas”. En los días críticos de julio de 1921, cuando empieza la debacle, la mitad de jefes no se encontraba en sus puestos y el general Picasso se asombra del número de permisos por enfermedad concedidos.

En cuanto a las capitulaciones incomprensibles, destaca el relato que hace el general Picasso de la rendición de Monte Arruit por el general Navarro, en ese momento Comandante General de Melilla tras la muerte –o suicidio– del general Silvestre en Annual. “El día 11 de agosto, al fin, mientras se corrían las órdenes para el desarme y salida de las tropas, a la una de la tarde, el general con algunos oficiales, buscando un lugar de sombra, salieron de la posición acompañados de unos jefes moros que, poco a poco, fueron alejándolos hasta la estación de ferrocarril, donde entraron, y en ese momento los moros irrumpieron en la posición, abriendo a traición el fuego sobre las tropas, agotadas e indefensas en su mayoría, dedicándose los moros al saqueo”. La guarnición fue aniquilada tras la salida del general y sus oficiales en busca de una sombra. En apenas treinta minutos de fuego graneado y degüello a discreción el campamento y sus alrededores quedaron sembrados con 2.600 cadáveres de desdichados. Dos años después, el general Navarro y sus oficiales, junto con otros oficiales, tropa y algunos civiles capturados en otras guarniciones, hasta alcanzar la cifra de 357, fueron canjeados a cambio de 4,3 millones de pesetas. 

Una estructura obsoleta

El ejército de la Restauración que heredó Alfonso XIII en 1902 era un ejército de camarillas y favoritos, de estómagos agradecidos y compadreo, de espadones y ambiciosos, tan anquilosado como sobredimensionado, tan costoso como anticuado. La decisiva participación de la cúpula en la vida política era proverbial y contaba con admiradores tanto entre las filas liberales como conservadoras.  El propio rey constituyó su particular lobby –quizá el más influyente junto al de los industriales– con sus allegados, gerifaltes y generales que medraron a su amparo. Un ejército pretoriano, como lo definió el historiador e hispanista Stanley Payne. De hecho, los dos grandes responsables del Desastre, los generales Dámaso Berenguer, Alto Comisario de Marruecos, y Manuel Fernández Silvestre, Comandante General de Melilla, eran gentilhombres del rey, sus compañeros de francachelas e instalados en sus cargos africanos a instancias de Alfonso XIII.

En esos años, en el escalafón figuraban 529 generales y casi 24.000 oficiales para una tropa de poco más de 100.000 hombres: un oficial por cada cuatro soldados. Una ratio delirante si la comparamos con la proporción de los ejércitos británico y francés, que era de 1 a 20. Y aún en 1921, el Anuario Militar registraba 466 generales en activo. No es extraño, pues, que entre la guerra y las onerosas mamandurrias de las charreteras el presupuesto militar de 1922 devorase el 51% de los fondos del Estado. El editorial del diario ABC, en su edición del 10 de noviembre de 1922, era rotundo al respecto: “España paga un presupuesto de guerra muy superior a sus recursos. Y, sin embargo, no hay ejército. Desde los 157 millones de pesetas en 1906, el presupuesto de guerra ha llegado a los 581 millones de 1921, que representa, en tan breve periodo, un aumento del 267%. Y no hay ejército”.

La vida alegre de Melilla

Melilla, durante el protectorado, era la perla del sur, el dinero corría a espuertas y no había compañía de variedades que se preciara que no incluyera Melilla en sus giras. Las tonadilleras Lola Montes y Concha Piquer regalaban sus coplas en el Teatro Reina Victoria y a la plaza de toros de la ciudad acudía lo más granado de la península: Juan Belmonte, Machaquito…  En el barrio del Real abundaban los prostíbulos de tronío para los jefes y oficiales y eran legendarias las casas de juego, las apuestas y las timbas en las que los militares con galones derrochaban auténticas fortunas. El juego y la corrupción, ambos muy extendidos, llegarían a ser una de las múltiples causas del hundimiento de la Comandancia General de Melilla. 

El diputado socialista Indalecio Prieto, poco después del Desastre del 21, iniciaba uno de sus discurso en el Congreso de Diputados con un “Melilla es un lupanar y una ladronera” y el diputado Crespo de Lara, tras exigir y obtener determinada información reservada al ministro de la Guerra, hizo enmudecer el Congreso: entre 1920 y 1921 “se han suicidado 47 jefes y oficiales; han perdido su carrera, por fallos del Tribunal de Honor, 63 (…) y a 144 oficiales se les había ofrecido retirarse para no ser sometidos a un Tribunal de Honor”. La mayoría de ellos a causa del juego. Y en el apartado de lo que benévolamente se denominaban inmoralidades administrativas, es decir, desfalcos, malversaciones y corrupciones varias, “hay un número considerable, 59, y de éstos 30 corresponden a jefes y oficiales del ejército de operaciones de África”. Durante el año 1920, hasta 11 capitanes cajeros de Cuerpos de Melilla pidieron la separación del ejército, la mayoría de ellos por haber dispuesto indebidamente del dinero de sus cajas.

La corrupción estaba tan extendida que afectaba a todos los estamentos y beneficiaba a demasiados en mayor o menor medida, en función del escalafón. De ahí, la displicencia reglamentaria.  El Expediente Picasso recoge el peculiar caso del auxiliar de Intendencia Julio Lompart que, durante el asedio de Zeluán, “realizaba la venta a dinero, tanto a soldados como a unidades, de los artículos del depósito de víveres a su cargo”. En Zeluán sobrevivieron muy pocos. No fue el caso de Lompart que, sin embargo, murió con la satisfacción de haber hecho una buena caja.

Una práctica muy frecuente, casi rutinaria, era la de tasar los convoyes de mercancías duplicando el coste real. En el territorio había numerosos destacamentos y guarniciones que requerían de avituallamiento periódicamente.  En Meserah, una de tantas posiciones, se consumían semanalmente cerca de 500 cargas y mientras la contabilidad oficial valoraba cada carga en 36 pesetas, el coste real era de 19,85 pesetas. A medida que se ascendía en la jerarquía, los negocios eran más rotundos y voluminosos.

ESPAÑA TIENE EL DUDOSO HONOR DE HABER SIDO EL PRIMER PAÍS EN BOMBARDEAR DESDE EL AIRE CON GAS MOSTAZA ADUARES, ZOCOS EN DÍAS DE MERCADO Y CABILAS RIFEÑAS

Incluso, la prensa de la época se hizo eco de un escándalo que estalló en el Parque de Larache y al que se dio amplia cobertura a lo largo del juicio. El diario La Voz señalaba que “en Larache se repartían algunos oficiales de Intendencia de los que manejan fondos, del más alto al más bajo, la cantidad de 300.000 pesetas mensuales que obtenían haciendo diversos equilibrios y operaciones”. Eso que actualmente se denominaría contabilidad creativa. La cantidad mensual a repartir entre los socios era considerable habida cuenta que el sueldo de una capitán era de 600 pesetas y el negocio llevaba algunos años funcionando. Los comandantes Muñoz Calchineri, director del Parque, y José García Restrebada, Jefe de Administración, los capitanes García Bremón, Jordán y Rodríguez Aller, el comisario de Guerra Francisco Montes del Castillo, entre otros, se repartían entre 40.000 y 20.000 pesetas cada mes. Durante el proceso, la prensa reveló detalles de las fastuosas vidas de los imputados, como la del comandante Montes del Castillo, que ni siquiera vivía en Larache sino en Tánger, en la lujosa Villa Porchet, con numerosa servidumbre y una flotilla de coches de lujo o la del capitán Jordán que se pasaba meses en Puerto de Santa María, donde vivía su amante, y en Ronda, donde poseía una finca valorada en tres millones de pesetas.

Mientras tanto, morían los soldados, galeotes de la patria, en el Kert, en Abarrán, en Arruit o en Nador. El soldado Viance, protagonista de la novela Imán, de Ramón J. Sender, define crudamente su condición: “Nosotros somos lo que en la prensa y en las escuelas llaman héroes. Llevar sesos de un compañero en las alpargatas, criar piojos y beber orines: eso es ser héroes. Yo soy un héroe. ¡Un héroe!”.

El expediente Picasso

El Desastre de  Annual fue un sacrificio inútil de miles y miles de hijos de la clase trabajadora y jóvenes campesinos que conmocionó  la sociedad española hasta el punto que el ministro de la Guerra, vizconde de Eza, se vio obligado a enviar al general Juan Picasso a Melilla para investigar los hechos y depurar responsabilidades. Tras nueve meses de recabar documentación y testimonios surge el llamado Expediente Picasso, 2500 folios de honestidad y de memoria que retratan el pozo infecto en que se había convertido la Comandancia General de Melilla con responsabilidades que apuntaban al propio Alfonso XIII.

Las conclusiones contemplan un cúmulo de incongruencias estratégicas, errores militares, desidia ante la corrupción y decisiones equivocadas. Desde la insensata ofensiva del general Silvestre, Comandante General,  que desguarneció numerosas posiciones a la pusilanimidad del general Berenguer, Alto Comisario, que negó la ayuda a los destacamentos sitiados. De la ubicación de las posiciones, en altozanos, sin aljibe ni depósitos de víveres ni municiones, que convertiría las aguadas en un siniestro pimpampum que teñiría las aguas de sangre, a la instrucción de la tropa llevada al matadero, que “no conocían el manejo del arma, no habían salido nunca al campo, según sus propias manifestaciones, ni hecho práctica de fuego”, según relata el cabo Antonio Padró. Y todo ello bajo la sombra fúnebre de los 14.000 muertos contabilizados en el expediente.

A pesar de las limitaciones que se le impusieron, como la prohibición de acceder a documentación, correspondencia o informes que involucraran al Alto Estado Mayor y al rey, el general Picasso no pudo evitar incluir al general Dámaso Berenguer, Alto Comisario y máxima autoridad en el Protectorado, en el listado de 39 oficiales -20 de ellos superiores al grado de capitán- que debieran ser sometidos a juicio ante un tribunal militar. Una lista que, pocos meses después, aumentaría hasta 77 jefes y oficiales.

Cuando se hizo público el Expediente Picasso las calles estallaron de indignación y en el Congreso de Diputados se constituyó una comisión parlamentaria para depurar responsabilidades.  Pero en septiembre de 1923, una semana antes de la reunión prevista de la comisión investigadora en las Cortes, el general Primo de Rivera da un golpe de estado e instaura la dictadura, con el aplauso del rey Alfonso XIII, que respiraría aliviado. Una de las primeras medidas que tomó fue la de amnistiar a los militares que habían sido procesados, incluido Berenguer, y zanjar así la cuestión de Annual. Aunque el Protectorado seguiría siendo un matadero. En diciembre de 1924, y con el dictador asumiendo el mando en África, la retirada de Xauen enterraría 2.000 muertos más en el cementerio del Rif.

Dice la historia que Dámaso Berenguer fue nombrado Jefe de la Casa Militar del rey y, posteriormente, Jefe del Gobierno, sucediendo a Primo de Rivera. La vida seguía y la venganza no tardaría en llegar al Rif: España tiene el dudoso honor de haber sido el primer país en bombardear desde el aire con iperita –el gas mostaza– aduares, zocos en días de mercado y determinada cabilas rifeñas, violando el Tratado de Versalles que prohibía su uso.

La memoria histórica es un ejercicio de simple y elemental  justicia. La omisión, el silencio o el olvido de las atrocidades y las vergüenzas del Rif han falsificado impunemente la historia oficial, la de los héroes que mueren estúpidamente por la patria, la de las banderas al viento hacia la victoria, la de los caballeros del honor, la de los generales gloriosos, la de los desembarcos triunfales. Sin embargo, aquella mortandad, aquellos miles y miles de jóvenes llevados al pudridero merecen un reconocimiento. Eso sería memoria histórica.