La Revolución Francesa: el fin del Antiguo Régimen

Fuente: Historia National Geographic, 1/12/2016

Acabó con el Antiguo Régimen y consagró la libertad y la igualdad ante la ley, bases del actual Estado de derecho. Con ella se inicia la Edad Contemporánea.

La Revolución Francesa de 1789 representó el fin de un mundo, lo que luego se llamaría Antiguo Régimen, y el inicio de otro, una época moderna que en cierto modo sigue siendo la actual. Luis XVI encarnó en su tragedia personal la contradicción irresoluble entre las dos épocas. Convencido de que reinaba sobre los franceses en virtud de un derecho divino, y que por tanto no tenía que rendir cuentas de sus actos ante nadie, Luis se enfrentó a una situación totalmente nueva que nunca llegó a comprender, debatiéndose entre su personalidad afable y acomodaticia y el parecer de sus consejeros más autoritarios, entre ellos su esposa María Antonieta.

Aceptó de mala gana la convocatoria en 1788 de una asamblea estamental para discutir la crisis financiera de la monarquía, pero no creyó que la iniciativa fuera a tener consecuencias. Así, cuando se produjo el asalto popular contra la Bastilla, verdadero detonante de la Revolución, no consideró que el episodio tuviera suficiente importancia como para anotarlo en su diario personal. Los hechos enseguida le hicieron ver su error.

Unas semanas después, el palacio de Versalles era invadido por la masa revolucionaria, y Luis y María Antonieta eran llevados a París, donde se vieron obligados a actuar como reyes constitucionales. Tras el fracaso de su intento de huida en 1791, la hostilidad contra la monarquía se acentuó, hasta la insurrección de 1792 y la puesta en marcha del Terror revolucionario, una de cuyas primeras víctimas fue el mismo Luis XVI, guillotinado en 1793. Con esta ejecución y la proclamación de la República, los revolucionarios creían haber puesto fin a lo que veían como una larga época de opresión del pueblo por los reyes y la aristocracia, inaugurando una era de libertad, de igualdad y de fraternidad, como rezaba la principal máxima inspiradora de la revolución.

En la práctica, el desarrollo de la Revolución estuvo lejos de los sueños idealistas de los pensadores ilustrados. La guerra exterior, la lucha de partidos y la persecución implacable del adversario en el interior crearon una situación insostenible, que sólo se remedió con el establecimiento de un nuevo tipo de monarquía, la de Napoleón.

Germania: así era la lunática capital imperial nazi que salvó al arquitecto de Hitler de la horca por el Holocausto

El Capitolio que Adolf Hitler diseñó junto a su arquitecto, Albert Speer, como pieza central de la nueva capital del mundo, Germania.

Autor: STEPHEN BAYLEY

Fuente: El País, 14/11/2019

El proyecto nazi se libró de caer en el ridículo gracias a los alucinantes edificios que ideó Hitler y dibujó Speer.

P: ¿Fue usted un entusiasta nazi, artísticamente hablando?

R: Hum… Eh… Sí.

Los franceses tienen un dicho: “Comprender es perdonar”; pero en el caso de Adolf Hitler era más bien «comprender es condenar».

Aunque, como apuntó el novelista Thomas Mann, es inútil negar (y necesario explicar) que las ambiciones satánicas de Hitler, sus odiosos asesinatos, sus crueles esclavizaciones y sus cultos a la muerte, fueron facilitados en gran medida por el arte. Sin los uniformes alucinantes, los edificios asombrosos y las impresionantes máquinas, el proyecto nazi habría parecido ridículo, así como malvado. La gente mala puede hacer cosas buenas, como descubrió Albert Speer.

Speer nació en 1905 y trabajó como asistente de Heinrich Tessenow, un arquitecto cuyo estilo y filosofía tendían un puente entre el clasicismo tradicional y el funcionalismo moderno. Speer se convirtió en cuanto escuchó a Hitler pronunciar un discurso en 1931. Si no necesariamente a la guerra total y al genocidio, sí a la grandilocuencia, a los gestos altisonantes y a la creencia de que él podría ser el padre del nuevo Germanisches Techtonik (edificio alemán). En 1934, pasó a ser el líder de la Schonheit der Arbeit Office (la oficina de la belleza del trabajo).

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Recreación del Capitolio de Germania que hace la serie ‘The Man in the Highcastle’, una ucronía de un mundo en el que Alemania y Japón ganaron la Segunda Guerra Mundial.

Speer no era un matón nazi ignorante, sino un oficial de clase, un caballero (aunque de dudosos principios). Como arquitecto de Hitler, Speer recibió el encargo de crear Germania, una reinvención de Berlín concebida por un loco, e inspirada en Babilonia y Roma. Fue pensada como un centro simbólico y práctico del nuevo imperio alemán global. Y el trabajo de Speer era realizar el Gesamtbauplan fur die Reichshauptstadt (el Plan Total para la Capital Imperial).

La modestia no tenía cabida en su concepción. Debía haber un Prachtallee (paseo de los esplendores) de cinco kilómetros que recorriera la ciudad de Norte a Sur. Tanto las avenidas ceremoniales como las pragmáticas autopistas fueron fundamentales en la visión que Hitler tenía de la dominación mundial en 1950. Había, por ejemplo, un plan de una ciudad llamada Nordstern (Estrella Polar) cerca de Trondheim, en Noruega, que se conectaría con Klagenfurt, en Austria, por una nueva carretera de 2.452 kilómetros de largo.

La superioridad alemana en granito sueco

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Maqueta de Germania, la Capital Imperial soñada por Hitler y cuyo proyecto, que encargó a Speer, se detuvo para atender los costes de la guerra.

La Reichshauptstadt (capital imperial) debía tener un Arco del Triunfo inspirado en el de París, pero mucho mayor, pues en opinión de Hitler, Napoleón no era más que un enano. La Cancillería de Speer doblaba en tamaño a la Galería de los Espejos de Versalles, para reflejar un ego el doble de grande que el del Rey Sol. Irónicamente, la expresión de la superioridad alemana de Germania debía construirse con granito sueco importado.

Al final, poco de Germania se llevó a término, aunque Speer llegó a presentar una calzada que iba de Este a Oeste (lo que fue posible gracias a un cruel y ambicioso programa de demolición), justo a tiempo para el 50 cumpleaños del Führer en 1939. Para 1943, la guerra acaparaba todos los esfuerzos y se detuvo el desarrollo. Y cuando el Ejército Rojo invadió Berlín, se opusieron —de forma comprensible— a la Cancillería de Speer y la destruyeron.

Es justo decir que Hitler, un artista y arquitecto frustrado de talento modesto, vio en estas disciplinas una forma convincente de articular su demente visión. Parece que sus primeras inspiraciones fueron las producciones de Wagner que vio de adolescente. Desde ese momento, Hitler quedó hipnotizado por los espectáculos de luz y fuego. Con estos artefactos teatrales, como Fafner en Parsifal, Hitler se transformó, de un pequeño gusano desagradable, en un monstruo aterrador.

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Recreación del interior del Capitol de Germania,
destinado a ser el edificio cubierto más grande del mundo.

Aunque no se puede negar el compromiso del Führer con la arquitectura. La Biblioteca del Congreso de Washington guarda más de 3.000 documentos sobre arquitectura de su librería privada, incluyendo el Gesamtplan para Germania. Este Plan Total, claro, hace referencia a la idea de Wagner de convertir la ópera en una Gesamtkunstwerk (obra de arte total). Y las fotografías muestran un Hitler verdaderamente absorto en discusiones sobre modelos arquitectónicos.

Hay testigos de su entusiasta participación en presentaciones de diseño, haciendo intervenciones decisivas con sus propios bocetos. Se decía que podía retener en su cabeza los detalles de hasta 15 proyectos arquitectónicos diferentes a la vez. Un compañero en un viaje en tren de Múnich a Berlín coincidió con el Führer que iba charlando sobre la Puerta del León en Micenas, la Puerta de Ishtar en Babilonia, el Propileo de la Acrópolis de Atenas y la Puerta Roma, el arco triunfal de Federico II, en Capua.

Pero, ¿qué hizo realmente el arquitecto de Hitler?

El trabajo de Speer era satisfacer a su vesánico empleador. Aparte de la gran fantasía de Germania, Speer levantó una teatral Catedral de Luz, primero en Tempelhof, luego en Nuremberg. Para esto, requirió prácticamente todas las existencias de reflectores del Luftwaffe (el Ejército del aire alemán) y colocó 130 de ellos espaciados a intervalos de 12 metros, disparando vigas verticales a más de 7.600 metros de altitud. “El efecto estético”, anotó Speer, “superaba todo lo que yo había imaginado”.

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Estructura de prueba de carga pesada que se levantó para comprobar si el suelo aguantaría el peso del Arco del Triunfo proyectado para Germania, mucho mayor que el de París.

Como arquitecto, Speer se basó en una fórmula de columnatas clásicas (despojadas de detalles arqueológicos), cornisas enfáticas y pórticos, inspiradas en Schinkel, pero con un tope de 11. Su mayor edificio fue el pabellón alemán para la Exposición Internacional de París de 1937. Como el pabellón soviético de B. M. Iofan, era de un neoclasicismo lumpen. Según apuntó Hellmut Lehmann-Haupt en Art Under a Dictatorship (“el arte en las dictaduras”), los regímenes autoritarios tienden a hacer réplicas de mano dura de la arquitectura de la Atenas democrática de Pericles.

Pero Speer muy probablemente exageró su papel como diseñador interno de Hitler. El propio Führer era a menudo el padre de los conceptos arquitectónicos, así como quien elegía los materiales y, por supuesto, aportaba la financiación. De algún modo, Speer era el equivalente al Dr. Porsche, otro contratista que tan voluntariosamente cumplió los deseos del Führer. Uno ideó una ciudad lunática, el otro creó el Volkswagen, que nació como el Kraft durch Freude-wagen (el coche de la fuerza a través del disfrute).

El aeropuerto Tempelhof de Berlín fue diseñado por Ernst Sagebiel, no por Speer, y el Estadio Olímpico (que podía acomodar a 74.228 personas) fue obra de Werner Julius March, mientras el edificio nazi definitivo, el Hygienemuseum (museo de la higiene) de Dresden, fue diseñado por Wilhelm Kreis.

Las verdaderas ruinas de Speer

Ruinenwerttheorie (la teoría de la ruina) fue la idea del culto a la muerte por la que los edificios debían decaer con belleza. Aunque él no utilizó el término hasta 1969, es un concepto fundamental en el mórbido punto de vista de Speer sobre los edificios. Irónicamente, Germania nunca fue una ruina porque nunca existió.

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Maqueta a escala del Capitolio de Germania. Se puede comprobar el colosal tamaño de la construcción basta comprarla con el edificio situado a su derecha, la Puerta de Branderburgo de Berlín, de 26 metros de altura.

En los Juicios de Nüremberg, Speer persuadió al tribunal con éxito de que, aunque él era uno de los colaboradores más habituales de Hitler, no sabía nada del Holocausto. Como resultado, consiguió que no lo ahorcaran y fue enviado en su lugar a la prisión de Spandau hasta 1966. Aquí, mantuvo un proyecto tan imaginario, y quizá tan demente, como la propia Germania: utilizando mapas y guías de viaje enviadas por benefactores, Speer caminaba por el patio de la prisión, tomando notas, como si estuviera recorriendo el mundo.

En 1955, la escritora británica-húngara Gitta Sereny publicó una monumental semblanza de Speer, que lo descubría como un embaucador y un mentiroso que siempre supo del asesinato de los judíos.

Germania nunca fue construida, pero la ciudad que más sufrió la Blitzkrieg (la guerra relámpago) del Führer fue la última ciudad que vio Speer. Cuando murió en 1981, Speer se alojaba en el Claridge’s de Londres, la fantasía Art Decó preferida de los roqueros y las estrellas de Hollywood.

(*) Stephen Bayley, consultor, reconocido escritor y crítico cultural especializado desde hace más de 30 años en diseño y arquitectura, ha sido comisario de arte y profesor de Historia del arte en la Universidad de Kent. Fue el creador, junto con Terence Conrad del Boilerhouse Project, en el Victoria and Albert Museum, que fue el germen del actual Museo del Diseño de Londres. Ha publicado 15 libros sobre estética, diseño, sexo y arquitectura (no necesariamente en ese orden).

Elisa Garrido, la libertaria que voló una fábrica nazi de bombas

La ‘Carta de deportado resistente’ da fe de su paso por los campos de concentración nazis entre enero de 1944 y junio de 1945./ Cedida por la familia

Autor: Eduardo Bayona

Fuente: Público.es 8/11/2019

«Dentro del drama de lo que ocurrió, al menos uno sabe dónde llevarle una flor. Eso es lo importante dentro de las fases del duelo, que haya un homenaje, que es lo que no ocurre con tantos desaparecidos», explica la cantante Rozalén, que este viernes participa en Magallón (Zaragoza) en la jornada de reconocimiento que ese pueblo rinde a Elisa Garrido, una militante libertaria que en 1945 logró hacer saltar por los aires la fábrica de obuses en la que los nazis la explotaban como esclava de guerra, y a Justo, el tío abuelo de la artista albaceteña, el único integrante de la «Quinta del Biberón» que no regresó a su pueblo de la Sierra del Segura y cuyos restos reposan en una fosa de Arganda del Rey. 

La historia de Elisa ha sido recuperada por Afaem (Asociación de Familiares de Enterrados en Magallón), que preside su sobrina Pilar Gimeno, y por Amical de Mathausen, uno de cuyos miembros, Juan Manuel Calvo, logró documentar, mientras investigaba las vidas del millar largo de aragoneses que pasaron por los campos de concentración nazis, que las tres Elisa Ruiz de Angulo, Ruiz de Masalle y Ruiz Garrido cuyo rastro había localizado eran en realidad una sola: La Mañica, el apodo con el que se la conocía tanto en el movimiento libertario de la Barcelona de los años 30 como en la Resistencia a los nazis en la Francia de la década siguiente, donde también utilizó el seudónimo de FranÇoise

Elisa, natural de Magallón y que se ganaba la vida como sirvienta de una familia acaudalada, se afilió a la CNT y formó parte de las columnas libertarias que en las primeras semanas de la guerra civil salieron de Barcelona con el objetivo de liberar Zaragoza de los sublevados. Casi tres años después, cruzaba el Pirineo en dirección a Francia, donde acabaría afincándose en Toulouse con su compañero, Marino Ruiz.

Resistencia, cárceles y campos de concentración

Ella relevó a Marino como correo de la Resistencia y como guía para ayudar a fugitivos a cruzar la frontera cuando fue detenido por la Gestapo, que acabó atrapándola también a ella en noviembre de 1943. Comenzaron entonces varias semanas de torturas antes de su traslado de la cárcel tolosana a otra de París, desde donde fue deportada a primeros del año siguiente al campo de concentración de Ravensbrück, cercano a Berlín y donde los alemanes solo recluían a prisioneras. 

Elisa Garrido, con varios sobrinos-nietos en una de sus visitas a España./ Cedida por la familia

En septiembre de1944, los nazis la destinaron como esclava a una fábrica de obuses adscrita al campo de Buchenwald en el Kommando Hasag, un complejo de la industria militar alemana ubicado en Leipzig donde llevaría a cabo una arriesgada acción que hizo saltar por los aires buena parte de la factoría: dejaba parte de la carga explosiva en las bombas defectuosas que debían pasar de nuevo por la fresadora para ser pulidas hasta que la propia máquina acabó haciendo de percutor y provocando una explosión en cadena. 

Antes de ser liberada en un canje de prisioneros realizado en Frankfurt en junio de 1945 pasaría de nuevo por Ravensbrück. Todavía tardaría unos meses en regresar a Francia, para lo que tuvo que pasar por Dinamarca y Suecia. 

La pareja llegó a pasar unos años en España en la década de los 50, ella como pescatera en Cortes de Navarra y él como taxista en Mallén. Sin embargo, poco después regresaban a Francia, donde ella sería galardonada con la Legión de Honor y donde el Estado le reconoció el grado de teniente de la Resistencia.

¿Una calle en París?

«Da igual dónde los hayan matado o dónde hayan sufrido», explica Pilar Gimeno, organizadora del homenaje, dedicada “a todas las Elisas y a todos los Justos de España” y en la que, además de Rozalén, intervendrán varios periodistas como los reporteros de guerra Ramón Lobo y Gervasio Sánchez o Conchi Cejudo, que mantendrán un coloquio en el cine local a las cuatro de la tarde. La jornada, que será clausurada por el consejero de Cultura del Gobierno de Aragón, Felipe Faci, comenzará a las 11.45 con una ofrenda floral en el cementerio de Magallón. 

Elisa, ‘La Mañica’ o ‘FranÇoise’, es una de tantas personas que lucharon por las libertades y contra el fascismo y que, en una situación más que frecuente y que tiene como principal exponente el olvido local de La Nueve, la compañía de republicanos que liberó el Ayuntamiento de París y capturó al comandante de los nazis en septiembre de 1944, carecen en España del reconocimiento que sí se les da en otros países europeos. 

En este caso, Afaem ha tomado la iniciativa de dirigirse al Ayuntamiento de París para solicitar que le dedique una calle dentro del proceso de feminización del callejero de la ciudad impulsado por la alcaldesa Anne Hidalgo, y que ya ha llevado a la inclusión en él de Neus Català. El estudio histórico que acompaña la petición ha sido elaborado por la periodista Pilar Barranco, miembro de la asociación y que colaboró con el consistorio parisino en los preparativos del homenaje a La Nueve este verano.

Una fosa en Arganda del Rey

«Me impactó que volara la fábrica y, la verdad, tengo muchas ganas de que me cuenten allí su historia», explica Rozalén, comprometida con la Memoria desde que conoció lo que le ocurrió a su tío-abuelo. «Siempre he tenido muy claro que mis raíces y mis ancestros son importantes para mí, y en mi familia hubo una historia de desaparecidos». 

La ‘Carta de deportado resistente’ da fe de su paso por los campos de concentración nazis entre enero de 1944 y junio de 1945./ Cedida por la familia

«Nunca supimos muy bien cómo ocurrió, eran tiempos en los que no se podía hablar», recuerda, y «yo he vivido la angustia de una abuela preguntando dónde estaba su hermano, y he visto cómo su madre y otro hermano morían sin saber dónde estaba. En mi pueblo había una placa por los caídos por la patria, pero era como si mi abuelo no hubiera existido». 

Hace unos años, con la ayuda de la ARMH, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, y de uno de sus fundadores, Emilio Silva, lograron confirmar que sus restos están en una fosa de Arganda junto con los de otro cuarto de millar de víctimas de la guerra civil. «Mi abuela está feliz porque yo puedo llevarle flores», anota.

DDHHy reparación son algo de sentido común

Rozalén lleva años realizando colaboraciones con los espacios memorialistas, tanto en España como en otros países, como Chile. “Está el mundo plagado de falta de Memoria”, dice.  

“Creo en los derechos humanos y en la reparación a las víctimas, eso es algo de sentido común”, anota. Y ese es uno de los motivos por los que le cuesta entender la situación de España: “en la transición hicieron lo que tuvieron que hacer, pero ahora deberían explicarnos la historia tal como fue. Eso es necesario para entender los odios que se están levantando”. 

En este sentido, a la cantante le preocupa “muchísimo que se estén normalizando discursos de odio, de machismo, de xenofobia. Antes daba pudor decir esas cosas, pero ahora no. No sé qué va a pasar. Aunque soy optimista, yo tengo miedo. Ojalá el miedo haga reaccionar y votar a la gente”. 

El programa de la jornada no incluye ninguna actuación de Rozalén, aunque ella llevará consigo su guitarra. “Siempre la llevo. Cantar es mi manera de hablar y de convencer. Con las canciones se consiguen más cosas que con los discursos”, señala.

El muro que separó dos mundos, al detalle

Autores: JAVIER AGUIRRE y otros.

Fuente: elmundo.es 5/11/2019

Tras la derrota de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, las potencias aliadas ocupan militarmente el país y lo dividen en cuatro zonas. El Este pasa a ser controlado por la Unión Soviética y el Oeste por Estados Unidos, Reino Unido y Francia. La capital alemana a su vez también se divide en cuatro sectores. [Si no puede ver el gráfico pulse aquí.]

Esta segmentación da lugar a que en 1949 los territorios ocupados por los Aliados formen la República Federal Alemana (RFA) y la Unión Soviética, la República Democrática Alemana (RDA). Así la antigua nación y su capital quedan divididas en dos bloques: el occidental y el oriental.

Durante los años cincuenta, la ciudad de Berlín refleja el contexto de la Guerra Fría y la tensión se plasma en la ciudad con miles de ciudadanos huyendo del lado oriental al occidental.

Para paliar estas tensiones, de manera inesperada, en la madrugada del 12 al 13 de agosto las autoridades de la República Democrática Alemana cierran, en apenas tres horas, todos los pasos fronterizos de la ciudad. Soldados armados de Berlín Oriental colocan las primeras piedras del muro y extienden alambres de espino. Acción inicial tras la que se empieza a construir el primer muro de ladrillo y hormigón.

Se pretende aislar el territorio a toda costa. Se tapian los edificios adyacentes, se colocan minas antitanque y se excavan zanjas que rodean la línea divisoria del muro de Berlín. Una ciudad cuyos monumentos emblemáticos son separados. La Puerta de Brandenburgo, por ejemplo, queda en el lado oriental y el Reichstag en el occidental. Los puestos fronterizos se concentran en interior de Berlín e incluso la Estación Frierichstrasse se considera un puesto aduanero. [Si no puede ver el gráfico pulse aquí.]

La construcción de la barrera arquitectónica no basta sin embargo para impedir las fugas y la frontera es reforzada con miles de guardias militares. Medidas extremas que desarrollan el ingenio de numerosos ciudadanos a la hora de escapar del cerco de Berlín Oriental.

Más de 5.000 personas logran huir durante los 28 años que se mantiene en pie el muro y casi la mitad, unas 2.300, lo consiguen en 1962.

Una hazaña en la que se juegan la vida de tal modo que muchos mueren en su propósito. La mayoría por disparos cuando intentan cruzar o ahogados en el río Spree a través del cual discurre la frontera. Afortunadamente el 9 de noviembre de 1989 este muro fue derribado y es un recuerdo de un mundo pasado.

El Vaticano y España durante la Guerra Civil

Procesión y ofrenda del Cabildo Catedralicio y del Clero Secular a la Virgen del Pilar (entre 1936 y 1939). Miguel Marín Chivite / Biblioteca Nacional de EspañaCC BY-NC-SA

Autor: Santiago Navarro de la Fuente

Fuente: The conversation, 1/10/2019

En 1936, la nunciatura apostólica en España se enfrentaba a un cambio de ciclo. La marcha del ya cardenal Federico Tedeschini ponía fin a un periodo de representación iniciado en 1921, todavía durante el pontificado de Benedicto XV. El fin de etapa coincidía también con la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero y con la crisis del posibilismo católico tras la derrota. Pero no fue el único cambio.

El auditor de la representación, Tito Crespi, se suicidó en abril. Lo hizo mientras marchaba a Roma en barco para reponerse de un severo trastorno depresivo. Eso provocó que Silvio Sericano fuese destinado a la nunciatura de Madrid. Aquella llegada fue la primera de las provisionalidades que marcaron la representación del Papa en España durante la Guerra Civil, como he estudiado en el libro La Santa Sede y la Guerra Civil.

La etapa de Sericano

Poco después del suicidio de Crespi, en junio, fue cuando Tedeschini marchó definitivamente a Roma. La nunciatura quedó entonces en manos de Sericano como encargado provisional de negocios. Su papel estaba en mantener la representación a la espera de la llegada del nuevo nuncio, Filippo Cortesi.

Durante el periodo que medió entre la salida de Tedeschini y el golpe de Estado de julio, Sericano demostró gran habilidad a la hora de defender los derechos de los católicos usando el ordenamiento jurídico democrático de la Segunda República, en una muestra de la tendencia que la Santa Sede parecía querer imprimir al nuevo periodo de sus relaciones con el gobierno español.

El golpe de Estado de julio y el comienzo de la guerra sorprendieron a una nunciatura a cargo de Sericano, que hubo de mantener la representación en calidad de encargado de negocios en aquellas circunstancias. Finalmente, Cortesi nunca llegó y en la Navidad de 1936 fue destinado a Polonia.

Isidro Gomá en el XXX Congreso Eucarístico
Internacional en Cartago (1930). 
Fondo Marín-Kutxa Fototeka /
Wikimedia CommonsCC BY-SA

La condición provisional de la representación del Papa en España no sólo afectó a Sericano, sino que se proyectó también sobre los dos primeros representantes del pontífice ante el gobierno de los sublevados. Así, el cardenal arzobispo de Toledo Isidro Gomá fue representante confidencial y oficioso ante Franco entre la Navidad de 1936 y octubre de 1937.

Le sucedió, como encargado de negocios, Ildebrando Antoniutti, quien había llegado a España a finales de julio de 1937 con la misión inicial de ocuparse de la repatriación de los niños vascos evacuados antes de la caída de Bilbao.

Las relaciones provisionales

Este rasgo de provisionalidad que compartieron las tres misiones, muy distintas entre sí en muchos aspectos, permite analizar cómo las relaciones formales del gobierno de los católicos al máximo nivel se fueron apagando ante el gobierno de la Segunda República y comenzaron a construirse con las autoridades emanadas del golpe militar. No nos referiremos, por tanto, a la posición de la Iglesia a nivel español ante el conflicto; cuestión compleja, que merece un tratamiento por sí misma.

Retrato de Monseñor Cicogniani (1942).
 Ruiz Vernacci / Fototeca del Patrimonio HistóricoCC BY-NC

Las fuentes del Archivo Secreto Vaticano y las de la Sagrada Congregación para Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios permiten reconstruir cómo fue este proceso que culminó con la acreditación de Gaetano Cicognani como nuncio ante Franco. No fue un nombramiento casual, puesto que se trataba del último representante del Papa en Austria antes de la anexión de aquel país al III Reich.

Las orientaciones que la Santa Sede dio a sus distintos representantes en este periodo revelan muy bien las profundas diferencias entre las preocupaciones del episcopado español y las del gobierno romano de la Iglesia. También reflejan sus diferentes percepciones sobre los peligros y las potencialidades que aquel conflicto suponía para los católicos en particular y para los españoles y el resto del mundo en general.

Así, mientras en la primavera de 1937 Pío XI publicó tres documentos de máximo nivel sobre el “comunismo ateo”, el nazismo y la situación de la Iglesia en México, su contenido influyó muy poco en la elaboración de la Carta Colectiva del episcopado pocos meses después.

Vocablos de hielo

Esta fue una muestra más de la impermeabilidad de buena parte del catolicismo español a ciertas orientaciones de la Santa Sede, como lo había sido la parcial recepción del mensaje del Papa a los huidos de la guerra en septiembre de 1936; un texto que la prensa franquista tachó de “vocablos de hielo”, en una expresión que incomodó mucho a la Secretaría de Estado vaticana.

Las misiones diplomáticas provisionales de la Santa Sede durante la Guerra Civil abordaron no sólo los problemas derivados de la persecución religiosa y la destrucción de los templos y las estructuras eclesiales. También se ocuparon de la reconstrucción de la Iglesia en cuanto fue posible y procuraron la asistencia a los fieles que permanecían en la zona republicana. Llevaron a cabo determinadas misiones de caridad destinando a ello importantes sumas llegadas tanto del Vaticano como de católicos de otras partes del mundo y se afanaron en influir en el mayor grado posible para que la España que resultase del dramático conflicto fuese lo más conforme al catolicismo, tratando de neutralizar las amenazas percibidas en ambos contendientes.

La trascendencia del enfrentamiento entre españoles también afectó a la Iglesia en otros muchos países, en los que el apoyo a cada uno de los contendientes fue motivo de especial debate. Sobre todo, fue causa de distintas movilizaciones a favor de los católicos españoles: ya fuera acogiendo a los niños evacuados del conflicto o enviando ayuda económica para la atención de los damnificados y la reconstrucción de templos (aunque en alguna ocasión puntual el destino de aquellas cantidades fuera desviado hacia lo militar).

Nazismo, comunismo, prácticas eugenésicas, políticas educativas, orientaciones pastorales hacia la conquista o hacia la reconciliación… todo ello puebla las trepidantes misiones que en aquellos años ostentaron Sericano, Gomá y Antoniutti. Unos meses que marcaron irreversiblemente sus vidas y en los que su acción también se reveló determinante para la situación de los católicos en España.

Trece minutos para matar a Hitler: homenaje al carpintero comunista que atentó contra el dictador

El carpintero Georg Elser. Archivo Nacional de Polonia

Autora: Carmen Valero.

Fuente: El Mundo, 4/11/2019

La ciudad de Hermaringen rinde homenaje a Georg Elser, autor del primer atentado contra Hitler, hace 80 años. Elser fabricó una bomba y la escondió en una cervecería que el Führer solía visitar

Ochenta años ha tardado la ciudad de Hermaringen (al oeste de Alemania) en rendir homenaje al carpintero Georg Elser, autor de lo que se considera el primer atentado contra Adolf Hitler, el 8 de noviembre de 1939. Este lunes, la ciudad natal del hombre que podría haber cambiado el rumbo de la Historia, lo ha hecho descubriendo un monumento en su honor con la presencia del presidente Frank-Walter Steinmeier.

A diferencia de los oficiales de la operación Valkiria que luego se llevarían la gloria, el carpintero comunista actuó en solitario. Trabajó durante meses en una cantera para hacerse con explosivos y un detonador y, cuando consideró que la bomba de tiempo que construyó estaba lista, se mudó a la ciudad de Múnich. Allí comenzaba la fase mas complicada de su plan.

Era sabido que Hitler, desde su fallido golpe de Estado del 9 de noviembre de 1923, acudía todas las vísperas del aniversario a la cervecería Bürgerbräukeller, un salón con capacidad para 1.800 personas en el que realizaban mítines políticos. La cervecería era muy frecuentada por oficiales, incluido Hitler,y sus discursos incendiarios. Georg Elser decidió que el del 8 de noviembre de 1939 fuera el último. Durante 30 noches, Elser se dejó encerrar en el local. La idea era ahuecar una de las columnas de la cervecería y esconder allí la bomba. Hecho el trabajo, puso en marcha el mecanismo de relojería y abandonó Múnich en dirección a Suiza.

Hitler cumplió con la tradición, pero su discurso fue más breve. Poco después de las nueve de la noche ya había abandonado el local. Trece minutos después, la bomba estalló dejando una estela de destrucción, ocho muertos y varios heridos.

Elser fue detenido en la frontera y puesto a disposición de la Gestapo, torturado y llevado a los campos de concentración de Sachsenhausen y Dachau en calidad de «prisionero especial del Führer». Días antes de finalizar la II Guerra Mundial, el 9 de abril de 1945, fue asesinado de un tiro en la nuca.

En 1964 se hallaron las actas completas de los interrogatorios a Elser. «Quería evitar la guerra», respondió a sus torturadores. Y no, «nunca dudé de lo que hacía», aseguró.

Aunque tardío, el homenaje de la ciudad de Hermanringen a su hijo no es el primero que este carpintero recibe en Alemania: en Berlín cuenta con un monumento desde 2011. Se trata de una silueta de su rostro en acero y 17 metros de altura. Está en la Wihelmstrasser, donde se encontraba el centro de poder nazi y a pocos metros del búnker donde se suicidó Hitler.

Cómo la icónica máquina de coser Singer cambió la vida de millones de personas en todo el mundo

La primera máquina de coser Singer, hecha por Isaac Singer y patentada en 1851. Getty images

Pocas máquinas han sido tan atesoradas en los hogares del mundo, pasadas de generación en generación, evocando memorias e inspirando sueños como la máquina de coser Singer.

Es además uno de los productos más vendidos de la historia.

La Compañía Máquina de Coser fue la creación de un excéntrico estadounidense llamado Isaac Merritt Singer, quien inventó lo que llamó «el motor de coser» y lo patentó en 1851.

Aunque no fue la primera máquina de coser, pues había sido inventada por Walter Hunt en 1833, la Singer era más confiable y capaz de coser continuamente 900 puntadas por minuto, 20 veces más que una costurera experta.

Dos años después fue aclamada como «uno de los dispositivos de ahorro de mano de obra más eficientes que se haya presentado al público».

Todo un espectáculo

Singer y su socio comercial Edward Clark se dedicaron a establecer lo que llegaría a ser un imperio comercial internacional.

«Singer era brillante para el espectáculo. Era muy bueno vendiendo la máquina de coser. Abrió fantásticas salas de exhibición grandes y lujosas en EE.UU. Además las llevaba a ferias y circos», le contó a la BBC la historiadora de textiles Lin Gadner.

Isaac Singer
Image captionSinger había sido actor y tenía una gran facilidad para montar espectáculos, y su talento contribuyó a crear la imagen de su máquina. En 1869, el artista Edward Harrison May lo retrató en una pose y ropa que reflejaba su riqueza y extravagancia característica.

«Sabía que tenía que persuadir no solo a los manufactureros de que las adoptaran, sino también a los consumidores de que las prendas cosidas a máquina eran tan buenas, y hasta mejores, que las cosidas a mano», señala Gardner.

«Durante toda la historia, la gente había cosido a mano todos y cada uno de los pedazos de tela, y de repente apareció esta máquina que supuestamente se iba a encargar de hacerlo… ¡era difícil de creer!«, explica Alex Askaroff, especialista en máquinas de coser.

«Así que montaron espectáculos públicos en Broadway, Nueva York: pagabas 10 centésimos de dólar y podías ver que era cierto. Y así es como todo empezó».

La creación de una ciudad

En la década de 1870, varias compañías estadounidenses se dieron cuenta de que podían vender sus máquinas en el extranjero.

Publicidad de Singer en español
Image captionLas máquinas Singer se llegaron
a vender en todo el mundo.

Para Singer, el mercado más obvio en el cual experimentar era Reino Unido.

Primero establecieron una fábrica en Glasgow, Escocia. Pero pronto fue evidente que, aunque producían más de mil máquinas a la semana, no podían satisfacer la demanda.

Así que buscaron otro sitio en Europa para hacer una sede más grande y, al final, se quedaron en Escocia, en un lugar que tenía todo lo que necesitaban: un río, bosques y tren.

La fábrica se empezó a construir en 1882 y 2 años después estaba lista. Era una instalación de vanguardia, la más grande de su tipo en el mundo.

«Hay un mapa brillante de 1861 en el que lo único que ves es un ferrocarril, un canal y el río Clyde», cuenta Gardner. «Y en el mapa de 1891 ya hay un laberinto de calles y la enorme fábrica».

«Literalmente cambió la geografía del lugar».

GUÍA INTERACTIVAMapa de la zona antes y después de la llegada de Singer

1891

Mapa de la zona depués de la llegada de Singer

1861

Mapa de la zona antes de la llegada de Singer

Más que eso.

Con el mundialmente famoso astillero de John Brown en el área empleando una enorme cantidad de personas y la flamante fábrica Singer, que atrajo a miles más, el aluvión de la industria inadvertidamente creó una ciudad completamente nueva que se llamó Clydebank.

Pero su gran impacto lo tuvo en los hogares de todo el mundo.

En las fábricas

No obstante, ese no fue el primer destino de la que era considerada una maravilla tecnológica.

Inicialmente la compañía abordó las fábricas, pensando que, al enterarse que con la máquina podían hacer un sombrero o un abrigo en dos días en vez de dos semanas, la comprarían.

Máquina Singer usada en la encuadernación de libros.
Image captionCosiendo libros desde el siglo XIX hasta el XXI.

Y efectivamente así fue: encargaron decenas, centenas y, en ocasiones, miles.

Además, su uso se extendió más allá de la manufactura de prendas de vestir. Alterando la forma de partes de la máquina, podía usarse para hacer una variedad de cosas, desde zapatos y guantes hasta libros.

De hecho, hoy en día siguen habiendo encuadernadoras de libros que las utilizan y no son nuevos modelos, sino las mismas máquinas que compraron hace décadas.

Hechas para perdurar

Las máquinas de coser Singer producidas a principios del siglo XX eran finamente diseñadas. Construidas con hierro fundido y una combinación de aleaciones, estaban hechas para durar. Eran virtualmente indestructibles.

Pero tenían un problema: también eran extremadamente costosas.

Así que en la década de 1870 se les ocurrió una idea que para entonces era toda una novedad: entregarle al consumidor la máquina y dejar que la pagara en cuotas a lo largo de algunos años.

Máquina Singer
Image captionEran casi indestructibles y llevaban decoraciones en pan de oro.

En el primer año las ventas subieron de 5.000 a 25.000 máquinas y cada año después la cantidad se doblaba.

Para 1918, al final de la Primera Guerra Mundial, las máquinas de coser Singer eran tan populares que estaban en uno de cada cinco hogares en el mundo.

Y esa no era la única táctica de marketing. Tenían vendedores de puerta a puerta, en las vitrinas de sus tiendas ponían chicas atractivas a coser, ofrecían cursos para aprender a manejar las máquinas… toda una estrategia que le aseguró a la marca su lugar a la cabeza de todas las demás durante décadas.

Así que abrieron fábricas en varios otros lugares del mundo.

En el hogar

Gran parte del éxito de Singer se debía a la lealtad de sus consumidoras. La compañía había alimentado esa relación desde que empezó a vender a particulares.

Conscientes de que la idea de llevar una máquina a la casa para que la usara una mujer era una idea sui generis, la presentaron como un aparato que ahorraba tiempo y podía ayudarles a ganar dinero.

Afiche promocional
Image captionUna máquina que tenía cabida
en todos los hogares, según la compañía.

A menudo se dice que este o aquel producto cambió la vida de la gente. Este es uno de esos casos.

Para darnos una idea, Andrew Godley, historiador de gestión y negocios, cuenta que, según «los diarios que escribían las amas de casa en EE.UU. en las décadas de 1860 y 1870, pasaban el equivalente a dos días a la semana haciendo o reparando ropa, cosiendo a mano y otras tareas asociadas con ello».

«La máquina de coser les ahorró el 90% de ese tiempo«, dice Godley.

Además, no solo podían coser para su familia más rápido, sino también para otra gente, cobrar y así ganar su propio dinero, algo realmente transformativo.

Un final feliz

Pero todo llega a su fin.

Cuando se recuperaron las industrias que habían estado inhabilitadas debido a la Segunda Guerra Mundial, el monopolio de Singer se vio amenazado.

Nuevas máquinas de coser mejores y más baratas entraron al mercado. Singer no adoptó la estrategia adecuada para competir y eso, combinado con la llegada de la revolución de la moda de los años 60 -con ropa barata y atractiva- llevó a que la compañía perdiera el estatus que por tanto tiempo había conservado.

No obstante, en algunos lugares las máquinas de coser Singer siguen transformando vidas.

Uno de ellos es la organización Street Girls Aid (o «Ayuda a chicas de la calle») en Ghana, donde reciben máquinas de coser restauradas por la organización benéfica Herramientas para la Autosuficiencia en un taller en Southampton, en el sureste de Inglaterra.

Gloria Boakyewaa
Image captionGloria Boakyewaa es una de las chicas que recibió una de las máquinas Singer.

Son máquinas Singer de principios del siglo XX y, sin embargo, generalmente solo necesitan una limpieza profunda para funcionar como nuevas.

Herramientas para la Autosuficiencia restaura unas 300 máquinas al año y las envía a Accra, a 5.000 kilómetros de distancia en dirección sur.

En Street Girls Aid decenas de jóvenes aprenden a coser, a diseñar y a soñar.

«No importa si las máquinas que tenemos son nuevas o viejas, lo que importa es que son duraderas«, dice Vida Amoako, la directora de la organización.

De hecho, la mayoría de las chicas prefieren máquinas de coser manuales, «porque no tienes que pagar cuentas de electricidad», dice una de ellas.

«Al final del curso de un año, se llevan la máquina con la que han aprendido. Así pueden abrir su propio negocio», explica Amoako.

Más de 20 jóvenes se gradúan cada año.

«¡Tener esta máquina de coser va a cambiar mi vida a más no poder!», exclama Abena Ntiriawah.

«Cuando termine el curso, voy a tener mi propio negocio para poder trabajar para mí misma», asegura Gloria Boakyewaa. «Voy a ser una profesional perfecta, una costurera de alta calidad».

Este artículo está basado en parte en el documental de la BBC Scotland «The Singer Story: Made in Clydebank» (La historia de Singer: hecho en Clydebank»)