Napoleón ha vuelto… y está de moda.

Ilustración de Napoleón y sus obsesiones mentales para la exposición Napoleón estratega, en el Museo del Ejército de París. ILUSTRACIÓN DE VIOLAINE & JÉRÉMY

AUTOR: BORJA HERMOSO.

FUENTE: El País, 23/05/2018

Dos siglos después, debajo de su bicornio inmortal, Napoleón Bonapartesigue cabalgando a lomos de Marengo y ganando batallas: ni Austerlitz ni Wagram, ni Friedland ni las Pirámides de Egipto, sino victorias póstumas. Las que otorga el veredicto del tiempo. Aquellas más relacionadas con la trascendencia histórica y el juicio de los hombres que con la sangre, el honor y la conquista. Hasta aquí, todo perfecto y bien enmarcado. Claro que, como la Historia es así de caprichosa y no nos llega en forma de hechos comprobados sino como sucesivas interpretaciones y reinterpretaciones según los autores y las fuentes, podría decirse que dos siglos después, bajo su casaca de general de división, Napoleón sigue huyendo del enemigo y perdiendo batallas: ni Leipzig ni Waterloo, sino derrotas póstumas. Las que otorga el veredicto del tiempo. Las que hablan más que de una gloria nacional de un bragado sanguinario que mandó a la tumba a millones de personas. Las que prefieren la versión de un führer avant la lettre a la de un héroe al servicio de Francia.

Napoleón aportó a las campañas militares nuevas formas de hacer la guerra, como el uso de redes de espionaje y el estudio geográfico y político de las zonas de batalla

 

Las dos versiones valen, probablemente porque el Primer Cónsul y Emperador de los Franceses fue ambas cosas: héroe y sanguinario a partes iguales. Un cruce de caminos entre el hombre bien pertrechado de códigos de honor y el invasor insaciable de Europa. Las dos valen porque son, sencillamente, las que conviven 197 años después de su muerte en el destierro de Santa Elena. Conviven entre sus eternos compatriotas, los franceses, y conviven entre sus eternos estudiosos, los historiadores de medio mundo. Pero una cosa está clara: Napoleón I ha vuelto y –perdónese la expresión- está de moda. Aunque justo es decir que nunca se fue.

El joven general, durante la batalla de Arcole, pintura de Antoine-Jean Gros (1796).
El joven general, durante la batalla de Arcole, pintura de Antoine-Jean Gros (1796). GÉRARD BLOT (RMN-GRAND PALAIS-VERSALLES)

Todo resulta extraordinario y ambiguo en la figura de Bonaparte, que sigue, pues, ganando y perdiendo batallas. Entre sus activos: su astucia como estratega en el campo de batalla y su capacidad para salir victorioso en inferioridad numérica y en situaciones críticas, sus incomparables dotes para ganarse el fervor de mariscales y soldados rasos a pesar de una escasa o nula empatía, su habilidad para traducir los triunfos militares en triunfos políticos, su mano de hierro a la hora de condenar al oprobio y la deshonra a sus colaboradores caídos en desgracia… y sobre todo su indisimulada ansia de poder hasta el punto de dar golpes de estado (18 Brumario), urdir bodas de interés (la suya con la emperatriz María Luisa, sobrina de María Antonieta e hija del Emperador de Austria, tras divorciarse de Josefina Beauharnais) o autocoronarse Emperador en la mismísima Notre-Dame y en presencia del Papa. Entre los pasivos: no conocer sus límites, no saber perder ni retirarse a tiempo con honor, no observar ni piedad ni respeto por el adversario y, muy probablemente, un egotismo tan exacerbado que llegó a creerse el auténtico Dios inmortal de los franceses, en la estirpe que va desde Hugo Capeto a Luis XIV y desde De Gaulle a Emmanuel Macron. Y aquí se llega al meollo del asunto.

Napoleón Bonaparte está de moda, sí, aunque la expresión pueda indignar a historiadores y profesores. Regresa el Emperador. Lo hace en forma de exposiciones, ensayos, gigantescos volúmenes de cartas, libros de ficción con base histórica e incluso líneas de interpretación que emparentan al viejo militar, guerrero y estadista corso con el actual inquilino del Palacio del Elíseo. ¿Guardan Napoleón Bonaparte y Emmanuel Macron las similitudes de las que tanto se ha hablado y escrito en Francia? ¿Son meras aproximaciones de trazo grueso y vocación oportunista? Pues depende del cristal con que se mire.

“Fue un general al servicio de la Revolución, pero en el fondo sentía un gusto secreto por la realeza y sus símbolos” (Frédéric Lacaille, comisario de exposición)

 

En su reciente y controvertido libro Macron Bonaparte, el ensayista y analista político Jean-Dominique Merchet dejó bien clara su personal tetralogía de puntos concomitantes entre ambos personajes. Merchet los ha explicado así: “El espíritu de conquista, término que utilizaba Bonaparte y que el propio Macron utilizó en su campaña electoral y que un De Gaulle, por ejemplo, nunca hubiera empleado; la irrupción de dos personajes, Napoleón y Macron que triunfan frente a políticos incapaces de gestionar el país y que tienen presiones de la extrema izquierda y de la extrema derecha: los jacobinos y los realistas en el caso de Napoleón, y la izquierda de Mélenchon en el caso de Macron; una mezcla de autoritarismo, capacidad de seducción y falta de empatía en ambos personajes; y el hecho de tomarse los dos la política como una aventura personal y casi novelesca, debido a sus personalidades ególatras”.

Napoleón I descansando en el campo de batalla de Wagram, el 6 de julio de 1809. Pintura al óleo de Adolphe Roehn.
Napoleón I descansando en el campo de batalla de Wagram, el 6 de julio de 1809. Pintura al óleo de Adolphe Roehn. RMN-PALACIO DE VERSALLES

Una interpretación que se dio de bruces con otra opuesta, también en forma de libro, en lo que supuso el germen de uno de sus debates editorial-intelectuales genuinamente franceses. En este caso fue el también ensayista Olivier Gracia quien, en La Historia siempre se repite dos veces, sostenía que el actual presidente de la República no se parecía en realidad a Napoleón, sino a Luis Felipe de Orléans, el último rey de Francia. ¿Su argumentación?: “Macron ha despolitizado la burguesía; da igual que sea de derechas o de izquierdas, lo único importante es que la economía funcione… y eso es exactamente lo que hizo Luis Felipe, un rey que reconcilió los dos bloques. Ni Macron ni Luis Felipe son ni bonapartistas, ni legitimistas, ni republicanos… son ellos mismos”.

Cabe preguntarse si, en la Francia de Macron, es un estricto fruto del azar el hecho de que estén abiertas al público dos gigantescas exposiciones a la mayor gloria de Bonaparte. “No es más que una casualidad, no hay que buscarle más explicaciones”, zanja con un ligero rictus de ironía Fréderic Lacaille. Él es conservador jefe del patrimonio en los Museos Nacionales de Versalles y Trianon, además de uno de los comisarios de la muestra Napoleón. Imágenes de la leyenda, que abrió sus puertas el pasado 7 de octubre en el Museo de Bellas Artes de Arras (norte de Francia), donde permanecerá hasta el mes de noviembre.

En el libro ‘Macron Bonaparte’, el analista político Jean-Dominique Merchet subraya las similitudes entre el actual presidente francés y el cónsul y emperador

 

Se trata de un verdadero desembarco de los tesoros artísticos que en torno a la figura del general, cónsul y emperador albergan las galerías históricas creadas en el palacio de Versalles por el rey Luis Felipe de Orleans en 1837. “Versalles sigue siendo un gran museo napoleoniano que guarda la mayor parte de las pinturas, esculturas y objetos decorativos encargados por Bonaparte entre 1799 y 1815 con el fin de comunicar su poder. Pero estas colecciones son mal conocidas, porque la mayor parte de la gente que va a Versalles quiere a Luis XIV y a María Antonieta, y ni siquiera saben que todas estas obras están allí”, explica Lacaille en el vestíbulo de la antigua abadía de Saint-Vaast, hoy sede del museo.

Esta pintura al óleo de Eugène Isabey muestra el regreso de las cenizas de Napoleón Bonaparte de la isla de Santa Elena a Francia. 1840.
Esta pintura al óleo de Eugène Isabey muestra el regreso de las cenizas de Napoleón Bonaparte de la isla de Santa Elena a Francia. 1840. RMN-PALACIO DE VERSALLES

El conjunto es apabullante. La exposición recorre con lujo de detalle la vida del personaje desde su nacimiento en Ajaccio (Córcega) en 1769 hasta su muerte en la isla británica de Santa Elena en 1821. Es la biografía artístico-histórica de un hombre que se graduó con 15 años en la Real Escuela Militar de París, que con 26 ya era general de brigada, que conquistó media Europa y que acabó alcanzando las mayores cotas de poder imaginables, como Cónsul, primero, y como Emperador, después. Revolución francesa, Directorio, Consulado, Imperio y Monarquía: Napoleón Bonaparte lo vivió todo y lo vivió sin desmayo. Francia nunca le respondió con un veredicto unánime: demonio para unos, héroe para otros.

Pistola hallada en la maleta de Napoleón en Waterloo.
Pistola hallada en la maleta de Napoleón en Waterloo.RMN-PALACIO DE VERSALLES-MUSÉE DE L’ARMÉE

El bicornio de Napoleón en la campaña de Rusia.
El bicornio de Napoleón en la campaña de Rusia.MUSEO DEL EJÉRCITO-RMN-GRAND PALAIS

“Fue un joven general al servicio de la Revolución pero si usted contempla algunas de estas pinturas comprobará que, en el fondo, sentía un secreto gusto por la realeza y sus símbolos”, argumenta el comisario de la exposición. Las emperatrices Josefina y María Luisa, los mariscales de Napoleón –Murat, Duroc, Lannes, Lefebvre, Ney…-, los políticos y ministros a su servicio como Tayllerand, Denon o Carnot, los miembros de su familia –sus padres, sus hermanos José Bonaparte o Caroline Bonaparte…-, y algunos personajes de la época con quienes mantuvo relaciones tormentosas, como Chateaubriand, Madame de Staël o el siniestro ministro de Policía Joseph Fouché, desfilan por las salas de la exposición con la firma de los principales artistas al servicio de Napoleón: David, Gérard, Gros, Lefèvre y Lejeune, entre otros. Pero son ante todo las grandes pinturas de batallas las que vertebran el conjunto. Las campañas de Italia y Egipto, las sucesivas y triunfales contiendas contra Gran Bretaña, Rusia, Prusia y Austria… y también las sonoras derrotas en España y Rusia delimitan en luces y sombras la asombrosa trayectoria del militar y el hombre de Estado. Algunas de las obras más célebres sobre Napoleón están aquí, como una de las cinco versiones ejecutadas por Jacques-Louis David de Bonaparte cruzando los Alpes a lomos de su caballo blanco (aunque en realidad los cruzó montado en una mula, pero él encargó el cuadro para asimilarse a Aníbal y a Alejandro Magno, cosas del ansia de posteridad).

La otra cita es en el Museo del Ejército, situado en el edificio de Los Inválidos de París. A tiro de piedra de la colosal tumba de mármol donde reposan desde 1861 los restos del Emperador -siempre rodeada de turistas y donde el presidente Macron llevó del brazo a Donald Trump durante la visita del presidente de EEUU a París en julio del año pasado-, se despliegan las siete salas de la exposición Napoleón estratega.

Casaca de coronel de caballería de la Guardia Imperial.
Casaca de coronel de caballería de la Guardia Imperial. RMN-PALACIO DE VERSALLES-MUSÉE DE L’ARMÉE

La muestra, con un sinfín de obras de arte, casacas, gorros militares, armas (como la espada del Emperador durante la batalla de Austerlitz), mapas, maquetas e instalaciones interactivas,se centra en las hazañas militares del general corso y del arte de la guerra que corría por sus muy belicosas venas. Inaugurada el pasado 6 de abril (hasta el 22 de julio), pretende dar cuenta de la preparación de las campañas militares, a las que Napoleón aportó a partes iguales sus profundos conocimientos de la instrucción militar clásica y nuevas formas de hacer la guerra, que incluyen la puestas en marcha de redes de espionaje, el estudio geográfico y político previo y profundo de las zonas de batalla y, ante todo, un principio innegociable: llegar al escenario del combate antes que el enemigo.

Telescopio del general en la batalla de las Pirámides.
Telescopio del general en la batalla de las Pirámides.MUSEO DEL EJÉRCITO-RMN-GRAND PALAIS

Básicamente Napoléon avanzaba rápido y en línea recta, y le daban igual las distancias y los accidentes geográficos o meteorológicos. En 1805 contaba con un imponente ejército de 150.000 soldados. Siete años y muchas victorias después, eran más de medio millón. Fue el único jefe militar que tomó sucesivamente Berlín (1806), Viena (1805 y 1809) y Moscú (1812). “Pero en su país, en España, Napoleón se encontró con una forma de guerra que no conocía y para la que sus ejércitos demostraron no estar preparados: la guerra de guerrillas… y esa, junto con Rusia, fue su tumba”, explica la historiadora y conservadora Émilie Robbe, comisaria de esta asombrosa exposición.

La espada de Napoleón en la batalla de Austerlitz.
La espada de Napoleón en la batalla de Austerlitz.RMN-PALACIO DE VERSALLES-MUSÉE DE L’ARMÉE

Fue el Gran Corso un joven general imbuido de los principios de la Revolución que guerreó por toda Europa en defensa de la grandeur francesa. También, sin duda alguna, un émulo discreto del Rey Sol, un apasionado del boato y la alcurnia de los salones de la realeza y las intrigas de corte. Quizá, al cabo, un monumental ídolo con pies de barro, un pobre diablo atrapado en su incapacidad de poner límite a la codicia política y militar. Desde luego, un personaje real que supera toda ficción, como lo demuestra la excelente novelita La muerte de Napoleón, de Simon Leys, editada recientemente en español por Acantilado.

La culminación, por parte de la Fundación Napoleón y la editorial francesa Fayard, de la correspondencia completa de Bonaparte -15 años de trabajo, 15 volúmenes para un total de 40.000 cartas escritas o dictadas- acaba de cerrar el círculo de la semblanza definitiva de uno de los personajes más importantes de la Historia mundial. Muchas de ellas permanecían inéditas hasta ahora. Por ejemplo, una fechada el 5 de mayo de 1821 en Longwood (isla de Santa Helena, Atlántico Sur) que dice: “Señor Gobernador, el Emperador Napoleón ha muerto a las seis menos diez de esta tarde como consecuencia de una penosa enfermedad. Tengo el honor de informaros de ello, él me autorizó a comunicaros, si así lo deseáis, sus últimas voluntades”.

La carta la firma el Conde de Montholon.

En realidad la había dejado escrita Napoleón Bonaparte, Emperador de los Franceses.

Cómo fue la «crisis de los tulipanes», la primera gran burbuja financiera de la historia mundial.

Derechos de autor de la imagen ALAMY Image caption Los tulipanes llegaron a los Países Bajos en el siglo XVII y causaron furor. Una pintura de Ambrosius Bosschaert del siglo XVII

Fuente: BBC Mundo

En la secuela de la película «Wall Street» que se estrenó en 2010, el personaje del inescrupuloso financista Gordon Gekko -famosamente interpretado por Michael Douglas- advierte sobre los peligros de la especulación financiera, usando como ejemplo «la peor burbuja de todos los tiempos».

«En los años 1600 los holandeses tuvieron fiebre especulativa hasta el punto de que se podía comprar una hermosa casa en el canal de Ámsterdam por el precio de un bulbo», afirma Gekko, apuntando a unos tulipanes.

«Lo llamaron tulipomanía. Luego colapsó», agrega. «La gente fue aniquilada».

El personaje se estaba refiriendo a lo que también se conoció como la «crisis de los tulipanes«, un fenómeno que se produjo en los Países Bajos en la primera mitad del siglo XVII.

Es ampliamente considerada la primera gran burbuja especulativa de todos los tiempos y hoy son varios los expertos que remiten a ese ejemplo para advertir sobre los peligros del bitcoin, la criptomoneda que más ha crecido en todo el mundo.

En noviembre pasado esta moneda virtual alcanzó valores récord, llegando a aumentar su precio en más de 1.200%.

Desde entonces, su valor ha fluctuado. Pero los más escépticos creen que ese repentino aumento de precio en un producto que no tiene valor intrínseco tiene todas las características de una tulipomanía.

Bitcoin
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image caption Muchos trazan paralelos entre lo que pasa con los bitcoins y lo que pasó con los tulipanes en los Países Bajos en el siglo XVII.

¿Mito o realidad?

Aunque muchos usen ese ejemplo histórico lo cierto es que no hay un consenso sobre lo que realmente ocurrió durante la crisis de los tulipanes.

Algunas de las anécdotas más llamativas de la época señalan lo que dijo Gekko: que en las décadas de 1620 y 1630 los bulbos de esta flor llegaron a costar lo mismo que una casa.

En su libro de 1999 «Tulipomanía: La historia de la flor más codiciada del mundo y las pasiones extraordinarias que despertó», el historiador Mike Dash confirma este hecho.

Dash detalla que para 1637 un solo bulbo de una variedad llamada Semper Augustus llegó a costar 10.000 florines.

«Eso era suficiente para alimentar, vestir y alojar a toda una familia holandesa por media vida o para comprar una de las mejores casas en el canal más de moda de Ámsterdam», señala el autor.

En cambio, otra de las anécdotas más coloridas de la crisis -que muchos quedaron en bancarrota y se lanzaron a los canales en desesperación cuando la burbuja de los tulipanes explotó- no parece tener tanto asidero.

Incluso hay quienes disputan el hecho de que se trató de una crisis generada por la especulación financiera.

De moda

El programa sobre economía «More or Less» de la BBC Radio 4, analizó la tulipomanía y llegó a la conclusión de que en realidad «hemos malinterpretado el comercio de los tulipanes».

Pintura de los Países Bajos mostrando la venta de bulbos de tulipán.
Derechos de autor de la imagen ALAMY Image caption La locura de los holandeses por el comercio de tulipanes fue satirizado por algunos artistas de la época.

Según los periodistas Lizzy McNeill y Sachin Croker las investigaciones más recientes sugieren que «no fue una fiebre especulativa sino factores culturales los que hicieron que la gente valorara estas flores».

El programa entrevistó a la profesora de historia europea temprana Anne Goldgar, del King’s College de Londres, quien explicó por qué se pusieron de moda algunos tipos de tulipanes.

«Después de cultivar un tulipán blanco durante nueve años, más o menos, de repente se verá rayado o moteado», explicó Goldgar. «Esto se debe a una enfermedad, pero la gente no sabía eso en ese momento».

«Realmente no sabías lo que iba a pasar con tus tulipanes y la gente amaba el hecho de que constantemente cambiaban».

En el siglo XVII los tulipanes -originalmente cultivados en el Imperio Otomano- eran algo nuevo en los Países Bajos y sus colores cambiantes los convirtieron en un producto codiciado por quienes valoraban lo estético y la moda.

Por otra parte, en un artículo escrito para la BBC, el crítico de arte del diario británico Daily Telegraph Alastair Sooke remarcó que «el creciente interés por los tulipanes coincidió con un período especialmente próspero en la historia de los Países Bajos».

«En el siglo XVII (Holanda) dominaba el comercio mundial y se convirtió en el país más rico de Europa».

«Como resultado, no solo los ciudadanos aristocráticos, sino también los adinerados comerciantes e incluso los artesanos y comerciantes de la clase media de repente descubrieron que tenían dinero extra para gastar en lujos como flores caras».

Tulipanes
Derechos de autor de la imagenPA Image caption La profesora de historia europea temprana Anne Goldgar sostiene que el interés por los tulipanes no tuvo que ver con la especulación financiera.

Estatus

Goldgar mantiene que fue un interés cultural y una cuestión de status social -y no una especulación económica- lo que llevó a algunos a gastar fortunas en tulipanes.

Pero relativiza aquello de los precios alocados que se pagaron durante la tulipomanía.

«Solo encontré 37 personas que gastaron más de 400 florines en flores en esa época», contó, poniendo en contexto los 10.000 florines que llegaron a costar los tulipanes, según recogió Dash.

Además, la experta explicó que quienes pagaron las sumas más grandes eran coleccionistas de arte con mucho dinero para gastar.

«Las personas que compraban pinturas tendían a ser las mismas que compraban tulipanes».

Eso explica por qué uno de los principales mitos sobre esta burbuja financiera no es verdad: según Goldgar, nadie se arrojó a un canal por las pérdidas sufridas cuando se desplomó el precio de los tulipanes.

«De hecho, no pude encontrar a nadie que estuviera en bancarrota debido a la tulipomanía», señaló.

¿Qué pasó?

Lo que sí es cierto es que después de alcanzar niveles récord en 1636, el valor de los tulipanes cayó estrepitosamente en febrero de 1637.

Charles Mackay
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionEl sensacionalista historiador escocés del siglo XIX Charles Mackay fue el primero que popularizó el mito sobre la tulipomanía.

Las causas, según esta profesora, fueron los temores de una sobredemanda y lo insostenible de un mercado que había empezado como un hobby entre unos pocos amantes de la horticultura.

No obstante, Goldgar asegura que la explosión de la burbuja no afectó la economía de los Países Bajos, como sostienen otros expertos.

¿Por qué entonces se hizo tan famosa la supuesta fiebre especulativa del tulipán?

El responsable -o uno de ellos- parece haber sido un historiador escocés del siglo XIX llamado Charles Mackay, a quien le encantaban las historias sensacionalistas.

Fue él quien popularizó el relato sobre la tulipomanía.

A Mackay no se lo tomó muy en serio como historiador. Sin embargo, sus coloridas crónicas han perdurado.

Irónicamente, el propio Mackay se vio envuelto en una verdadera manía especulativa: la burbuja ferroviaria británica de la década de 1840, que algunos estudiosos consideran la mayor burbuja tecnológica de la historia y uno de los mayores fracasos financieros.

Sin dudas, la historia de Mackay es una lección para todos: es muy fácil burlarse de las burbujas especulativas del pasado e incluso mofarse de la estupidez de quienes quedaron atrapados en ellas.

Henry Ford, el amigo americano de los nazis.

Autor: Nacho Otero.

Fuente: Muy Historia.

El lugar: Cleveland, Ohio (EE UU). La fecha: 30 de julio de 1938. Un emocionado pero vigoroso anciano que cumple ese día 75 años recibe, de manos del cónsul alemán, el mejor regalo de aniversario imaginable para un hombre como él, la Gran Cruz de la Orden del Águila Alemana –Grosskreuz des Ordens vom Deutsche Adler, consistente en una estrella de ocho puntas con una Cruz de Malta y una banda de color rojo. Es la más alta condecoración que los nazis conceden a un extranjero; el piloto Charles Lindbergh, otro “héroe americano” muy bien avenido con el hitlerismo –aunque luego redimido por su actuación en la II Guerra Mundial–, tendrá que conformarse, el 19 de octubre de ese mismo año, con una medalla de menor valor, la estrella de seis puntas. Pero es que ese anciano no es alguien cualquiera: se trata de Henry Ford, el único estadounidense mencionado por su nombre en Mein Kampf.

En efecto, Ford fue probablemente el más ilustre de los abiertos simpatizantes con que contó Hitler en las democracias occidentales, y aun más que eso: fue una de sus grandes influencias. Millonario nacido en la pobreza, inventor prolífico, fundador de la multinacional del automóvil Ford Motor Company y padre de la producción industrial en cadena –el fordismo–, era además un antisemita fanático con veleidades periodísticas. Y así, el libro El judío universal: el mayor problema mundial (1920), una recopilación de los artículos antijudíos que dictaba para su periódico The Dearborn Independent, sería leído por el dictador nazi cuando aún gestaba su ideario y se convertiría en su obra de cabecera. Hitler llegó a colgar la foto de Ford en la pared de la celda en la que pergeñó Mein Kampf (1925) y basó varias secciones de su libro en los escritos del americano, al que decía “reverenciar”: “Solo Ford mantiene su total independencia frente a los judíos (…). Haré lo que pueda para poner sus teorías en práctica en Alemania”. Dicho y hecho: el Volkswagen, el coche del pueblo orgullo del nazismo, fue modelado a imagen del Ford T.

La banca siempre gana

Pero Ford no solo proveyó a Hitler de ideas, sino también de dinero y material industrial, y en esa forma de colaboración con el enemigo no estuvo ni mucho menos solo. En su polémico libro Wall Street and the rise of Hitler (Wall Street y el ascenso de Hitler), el economista británico Antony C. Sutton afirma que, sin el apoyo de la banca y el mundo financiero e industrial americano, no habría existido Hitler, o al menos no habría logrado llevar al mundo, en 1938, al borde del abismo. Sutton ofrece contundentes testimonios y pruebas de la financiación del Partido Nazi desde sus mismos orígenes, y más tarde del ambicioso programa de obras públicas y rearme del Tercer Reich, por parte de diversos gigantes corporativos y grupos bancarios estadounidenses.

Los nombres citados no son los de ningún advenedizo. Aparte del ideológicamente afín Ford y su Ford Motor Company, aparecen otros personajes y empresas no menos señalados, aunque con motivaciones aparentemente más espurias (el mero ánimo de lucro): John D. Rockefeller y la Standard Oil; el Chase Bank y el Morgan Bank, también controlados por la familia Rockefeller; James Mooney, jefe ejecutivo para operaciones en el extranjero de General Motors –condecorado asimismo por los nazis–; la Union Banking Corporation, dirigida por Prescott Bush, padre y abuelo de sendos presidentes americanos… Se da la curiosa circunstancia de que esta última corporación sería la única castigada por la Administración Roosevelt por sus conexiones con el nazismo, si bien solo tras la entrada en la guerra de EE UU; antes, el Departamento del Tesoro había aprobado todas sus transacciones. En 1942, sus activos fueron incautados y Bush y otros directivos fueron a parar a la cárcel.

Nakba, la «catástrofe» de los palestinos.

Sentados en camiones cargados con burros o caballos, o sencillamente a pie. En interminables filas avanzaban en el verano de 1948 miles de personas que, tras la fundación de Israel, perdieron su patria y debieron huir.

Autor: Kersten Knipp (DZC/CT), 13/05/2018

Fuente: dw.com

Durante mucho tiempo se había anunciado la «Nakba», o la catástrofe, como conocen los palestinos a las consecuencias del surgimiento de Israel. Más de 30 años antes, el 1 de noviembre de 1917, el ministro de Exteriores británico, lord Arthur James Balfour, le había explicado al presidente de la Federación Sionista Británica, Lionel Walter Rothschild, que Gran Bretaña respaldaría y apoyaría con fuerza la creación de una «patria» para el pueblo judío.

Poco tiempo antes, miles de judíos escapaban de Europa y de los pogromos, las acciones antisemitas, hacia Palestina. Entre 1882 y 1939 fueron cerca de 380 mil personas. Llegaron a un país donde vivían 450 mil personas, de los cuales cerca del 90 por ciento eran árabes musulmanes.

Los árabes se sienten amenazados

Desde la década de 1920, las tensiones provocadas por la inmigración aumentaron. Pronto, dos movimientos nacionales se enfrentaron: el judío-sionista por un lado y el palestino por el otro. Los árabes veían su propia existencia cada vez más amenazada, un sentimiento que llevó a un primer levantamiento entre 1936 y 1939.

Libro sobre la Nakba.
Libro sobre la «Nakba».

 

Para aminorar las tensiones, Gran Bretaña restringió la llegada de más judíos, a pesar de la creciente presión generada por los judíos que querían abandonar la Alemania nacionalsocialista. Esto llevó a cada vez más grupos sionistas a enfrentarse contra los británicos del Mandato. Ya en 1942, sus dirigentes exigieron la creación de un Estado judío una vez que finalizara la Segunda Guerra Mundial.

Después de 1945, luego de que los nazis asesinaran a un estimado de seis millones de personas, las tensiones continuaron. Gran Bretaña pidió la mediación de las Naciones Unidas, que decidió en noviembre de 1947 la partición de Palestina. El Estado judío se quedaría con el 57 por ciento del territorio, quedando el 43 por ciento restante para los árabes.

Guerra tras la fundación

El 14 de mayo, el ministro de Gobierno provisional David Ben Gurión, leyó la proclamación de independencia del nuevo estado de Israel. Poco después comenzó la guerra entre israelíes y árabes. Por un lado peleaban cinco estados (Egipto, Irak, Jordania, Líbano y Siria), y por el otro los israelíes, para los que las fronteras establecidas ya no se aplicaban más debido a los enfrentamientos. La guerra no finalizó hasta la firma de numerosos tratados de paz.

El conflicto significó para los árabes de la región una verdadera catástrofe. Ellos, escribió el autor palestino Sari Nusseibeh, uno de los grandes defensores del entendimiento entre ambas partes, fueron desde un comienzo inferiores a los combatientes sionistas. Estos habían formado un «Ejército de espíritu espartano, templado por los horrores de Europa. Además, estaban mucho mejor equipados: disponían de un enorme arsenal de armas que habían sido introducidas de contrabando en el país desde el Viejo Continente o que habían sido robadas durante la guerra a los británicos. En pequeños talleres fabricaban vehículos blindados, morteros y granadas», escribió Nusseibeh en sus memorias «Érase una vez un país. Una vida en Palestina».

Naqba Nakba Palästina Gedenkfeier Gedenken Vertreibung
Las llaves, símbolo de una esperanza.

Un enorme número de personas debió abandonar sus casas ubicadas en barrios ahora controlados por las fuerzas israelíes. Alrededor de 530 aldeas fueron destruidas deliberadamente, tras una cuidadosa planificación, con el único fin de impedir que los palestinos tuvieran chances de sobrevivir en ellas. En ciudades como Tel Aviv, Jaffa, Haifa y Jerusalén apenas quedaron árabes. Tanto en el campo como en la ciudad, los colonos judíos se apropiaron de las pertenencias de los desplazados.

«Como toda Palestina, Jerusalén también entró en una guerra civil», dice Nusseibeh. «Profesores, médicos y comerciantes de ambos bandos tomaron posiciones y dispararon a personas que, en otros tiempos, felices habrían recibido en sus casas como visitantes. Las reglas de la civilización fueron redefinidas, dos pueblos amantes de la paz ahora solo pensaban en la batalla».

Las llaves, símbolo de esperanza

«750.000 personas perdieron con la fundación de Israel sus bienes y propiedades. Esa fue la cantidad que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés) registró desde que comenzó su trabajo, en 1950», escribió la experta en Medio Oriente Marlène Schnieper en su libro «Nakba. Las heridas abiertas». Las consecuencias de ese éxodo masivo son visibles hasta el día de hoy. «Con sus hijos e hijos de sus hijos, los refugiados han llegado a ser cinco millones», apunta Schnieper. «Y la cifra sigue creciendo». Por ahora, los refugiados palestinos registrados viven en campos reconocidos oficialmente en Líbano, Jordania y Siria, así como en la Franja de Gaza y Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental. Muchos, al ser expulsados, se llevaron consigo las llaves de sus casas, con las que reflejan la esperanza de los palestinos por alguna vez volver a ellas.

La masacre de Deir Yassin perpetrada por soldados israelíes.
La masacre de Deir Yassin perpetrada por soldados israelíes.

El conflicto árabe-israelí sigue sin ser resuelto hasta hoy. Al contrario, los enfrentamientos entre los bandos se han repetido a lo largo de los años. Entre los más relevantes se cuenta la llamada «Guerra de los Seis Días» en 1967, en la que Israel se defendió exitosamente de ataques coordinados por fuerzas egipcias, sirias y jordanas. Como consecuencia, ocupó la Franja de Gaza, Cisjordania y parte de la Península del Sinaí.

Conflicto latente

A raíz de la guerra de 1967, Israel comenzó a construir asentamientos en Cisjordania. La resistencia contra la anexión no reconocida por Naciones Unidas ha llevado a dos levantamientos: la primera (1987-1993) y la segunda Intifada (2000-2005). Los palestinos, claramente superados militarmente, dependen de acciones armadas aisladas, como atentados suicidas contra el transporte público, para hacer patente su malestar. Los israelíes, por su parte, ejercen una fuerte presión a los palestinos a través de sus fuerzas de seguridad. Uno de los medios más polémicos ha sido la destrucción de las casas de los atacantes suicidas.

El conflicto sigue sin resolver 70 años después. En la primavera, a propósito del aniversario de la fundación de Israel, miles de personas se han manifestado en la Franja de Gaza, en la frontera con Israel. La «catástrofe», como llaman los palestinos a la creación del Estado judío, sigue negándose a una solución.

El alzamiento irlandés de 1916

Autora: 

Fuente: Muy Historia.

Esta rebelión irlandesa contra las autoridades británicas se puso en marcha el 24 de abril de 1916. Como era lunes de Pascua, coincidió con un día de celebración religiosa para la comunidad católica irlandesa que se ha vuelto simbólico. El objetivo de los sublevados era extender la revuelta a toda la isla, pero el levantamiento no se produjo en todo el territorio.

Mientras que en Belfast se optó por no actuar debido a la preeminencia unionista, la insurrección se centralizó en Dublín, donde se movilizaron más de un millar de personas armadas para ocupar posiciones estratégicas y simbólicas de la ciudad.

Un pequeño grupo de poetas, escritores y maestros socialistas revolucionarios que contaba con el apoyo tibio de Alemania ocupó la Oficina General de Correos de la Sackville Street (hoy O’Connell Street), reemplazó la bandera del Reino Unido por la tricolor (el verde nacionalista, el naranja unionista y el blanco de la paz y la reconciliación), y Patrick Pearse leyó con voz solemne la proclamación de la República que empieza así: “Irlandeses e irlandesas, en el nombre de Dios y de las generaciones muertas de las cuales recibió su vieja tradición y nacionalidad, Irlanda, a través de nosotros, convoca a sus hijos bajo su bandera y se rebela por su libertad”.

 

Fue un texto muy progresista para su tiempo, el primero de esta naturaleza que se dirigía por igual a los hombres y a las mujeres, prometía el fin de la discriminación religiosa, y abogaba por la igualdad de oportunidades y el sufragio universal.

Organizado por los siete miembros del consejo militar de la Hermandad Republicana Irlandesa y con el apoyo de únicamente 1.600 rebeldes en todo el país, el Alzamiento de Pascua fue portada de The New York Times ocho días seguidos.

Las autoridades de Reino Unido habían destinado la mayor parte de sus esfuerzos a la Primera Guerra Mundial y el Gobierno de Londres mantenía una presencia militar muy reducida en Irlanda. Esto hizo que las tropas inglesas no pudieran enviar suficientes efectivos para responder a la insurrección hasta dos días después. Aun así, una vez llegó con los batallones suficientes para actuar, la armada británica atacó con dureza y al cabo de cuatro días acabó con la rebelión.

Una semana más tarde, tras la llegada de veinte mil soldados británicos, la insurrección había sido sofocada con un balance de 450 muertos, más de la mitad civiles, y dos mil heridos.

Dos centenares de edificios del centro de la capital fueron destruidos por la artillería británica.

Poco después fueron fusilados todos los cabecillas de la sublevación.

La única excepción fue Éamon de Valera, cuya sentencia de muerte fue conmutada por haber nacido en Nueva York y tener pasaporte norteamericano, y que acabó siendo presidente del Gobierno irlandés.

En la fachada de la casa de correos de Dublín, que todavía perdura en el centro de la ciudad y que fue el cuartel general del levantamiento, pueden verse las marcas de los disparos y está considerado como un monumento nacional.

Irlandesas combatientes

Enfermeras, cocineras, mensajeras y también combatientes, las mujeres irlandesas también fueron protagonistas heroicas de aquella rebelión en la Pascua de 1916 que condujo a sus líderes ante el pelotón de fusilamiento, pero que levantó al pueblo irlandés hasta conquistar su independencia.

Rosa Parks, lucha contra la discriminación.

Fuente:  La Aventura de la Historia.

Autor: Redaccion Historia.  

Tras terminar su jornada laboral, el 1 de diciembre de 1955, Rosa Parks, una costurera negra de 42 años, subió a un autobús en Montgomery, Alabama, para regresar a su casa. Pagó 10 centavos y se sentó en la quinta fila, la primera de la sección de color, detrás de la zona de los blancos. Junto a un hombre y a la altura de otras dos mujeres, al otro lado del pasillo. Cuando el autobús ya estaba lleno, entró un pasajero blanco. Entonces, el conductor ordenó que las cuatro personas negras de la quinta fila se levantaran para que el nuevo pasajero se pudiera sentar. Las dos mujeres y el hombre, obedecieron. Rosa Parks, no. Decidió luchar contra la discriminación. “Voy a llamar para que la arresten”, dijo el conductor.

“Puede hacerlo”, respondió ella.

La rebeldía de Rosa Parks dio inicio a toda la lucha por los derechos civiles que desembocaría en la eliminación de la discriminación racial institucionalizada en EE UU. La decisión de la costurera fue espontánea, un acto reflejo. Vivía la discriminación de la población negra desde que nació. Había sido testigo, a diario, de casos de humillación racial. “Recuerdo irme a la cama cuando niña y sentir que pasaba a caballo el Ku Klux Klan por la noche y escuchar unlinchamiento y tener miedo de que la casa empezara a arder en llamas”. Esas experiencias hicieron nacer en ella el deseo de enfrentarse a aquella injusticia. Ya desde su adolescencia había librado pequeñas batallas personales. Prefería subir las escaleras de un edificio antes que entrar en un ascensor para “sólo negros”. O pasaba sed por no beber en la fuente que solamente utilizaban las “personas de color”.

A los 20 años se casó con Raymond Parks, del que tomó el apellido y con el que se fue a vivir a Montgomery. Tras lograr el título de enseñanza media, trabajó como costurera y ama de casa. Entonces se hizo miembro de la NAACP (Nacional Association for the Advancedment of Colored People), la asociación más relevante en defensa de los derechos de los afroamericanos contra la discriminación, fundada con la colaboración del escritor W. E. B. Du Bois.

En 1943, Rosa Parks fue elegida secretaria de esta agrupación en Montgomery. Desde este puesto, se esforzó en luchar contra el sistema de ciudadanía de segunda clase y la discriminación impuestos a los afroamericanos y que persistía desde el último tercio del siglo XIX.

 Es largo el camino 

Tras la Guerra Civil entre el Norte y el Sur, el gobierno federal de Estados Unidos trató de extender la igualdad a toda la población afroamericana. En 1865 se aprobó la 13ª Enmienda a la Constitución, que prohibía la esclavitud, seguida de la 14ª Enmienda, de 1868, que otorgaba la ciudadanía estadounidense de forma automática a cualquier persona nacida dentro de las fronteras del país o que hubiera pasado por un proceso de naturalización, y que ofrecía idéntica protección de las leyes para todos los ciudadanos. En 1870, se promulgó la 15ª Enmienda, que garantizaba el derecho al voto a todos los ciudadanos, independientemente de su raza.

Durante esa posguerra, conocida como Período de Reconstrucción (1865-1877), tropas del Norte ocuparon el Sur y obligaron a que estas enmiendas se cumplieran. Los negros empezaron a ascender en la escala social, alcanzando, incluso, cargos políticos.

El Compromiso de 1877 entre Norte y Sur llevó a la presidencia de EE UU a Rutherford Hayes, quien estableció que las tropas del Norte debían de ser retiradas del Sur. El esfuerzo de Hayes por borrar los agravios de la guerra de Secesión y por establecer una paz sobre el respeto al derecho y costumbres sureñas, reconstruyó el país, pero permitió, también, la persistencia del racismo y la discriminación tradicionales. Así pudieron abrirse paso las llamadas leyes Jim Crow(estereotipo popular del negro rural tosco e ignorante), que dieron lugar a la doctrina de “separados pero iguales”, base de la nueva organización social en el Sur, refrendada por la Corte Suprema de EE UU con el caso Plessy v. Ferguson (1896).

Homer Plessy, negro en una octava parte, desafió una ley del Estado de Louisiana, de 1890, que obligaba a la separación de negros y blancos en los trenes, sentándose en un lugar designado para blancos. Plessy fue arrestado y condenado, pese a sus 7/8 partes blancas y la sentencia legitimó el proceso de discriminación racial iniciado unos años atrás. Su esfuerzo por mantener separadas legalmente a las poblaciones blanca y negra convirtió el Sur en una sociedad estructurada en castas.

 Negros y perros  

A los afroamericanos no se les permitía compartir un taxi con blancos o utilizar la misma entrada para acceder a un edificio público. Tenían servicios separados, iban a diferentes escuelas, eran enterrados en cementerios distintos. Se les excluían de bibliotecas públicas y restaurantes. En muchos parques colgaban letreros de “Prohibido el paso a negros y a perros”. Las normas de etiqueta segregacionistas eran igualmente estrictas.

Los negros debían apartarse para dejar pasar a los blancos, y a los hombres se les prohibía mirar a los ojos a una mujer blanca. Mientras que los blancos debían recibir el tratamiento de Mr., Miss o Mrs., ellos tuteaban a los negros, utilizando directamente sus nombres propios: Tom, Jane, cuando no genéricos, como boygirl o, incluso despectivos, como nigger.

Esa discriminación incluía, también, una separación socioeconómica que confinaba a la gente de color a empleos precarios, no cualificados. El derecho constitucional al voto se negó también a los afroamericanos empleando algunas argucias como la “cláusula del abuelo” (que permitía votar sólo a quienes ya lo hubieran hecho antes de la guerra civil), impuestos electorales (exigidos a los negros), primarias blancas (sólo los demócratas podían votar, sólo los blancos pueden ser demócratas) o tests de lectura, escritura y preguntas capciosas sobre conocimientos, por ejemplo: “nombra todos los vicepresidentes y jueces del Tribunal Supremo de la historia de Estados Unidos”.

Para mantener ese estado de discriminación, los gobiernos del sur no tuvieron escrúpulos en recurrir a la violencia física y a castigar brutalmente cualquier incumplimiento de las normas impuestas. Durante las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, miles de negros fueron impunemente linchados por grupos de blancos, en ocasiones con la colaboración de las fuerzas de seguridad. Hubo casos en que estos linchamientos fueron masivos como los de Elaine County, Arkansas, en 1917. o los de Tulsa, Oklahoma, en 1921. En el primer caso, las cifras oficiales, blancas, fueron de 25 víctimas, pero algunos historiadores las elevan hasta 800; en el segundo caso no existen cifras oficiales, pero se piensa que pudieron alcanzar los tres centenares. Los afroamericanos no tenían posibilidad de defenderse ya que se les excluía de cualquier cargo (jurados, jueces, policías o funcionarios de prisiones) en un sistema judicial compuesto íntegramente por blancos.

 Pequeños avances  

Esta situación de disparatada discriminación racial continuaba sin grandes modificaciones hace cincuenta años, cuando Rosa Parks se negó a ceder su asiento. Tras la II Guerra Mundial, se habían logrado algunos avances durante la administración de Truman. La Guerra de Corea forzó el fin de las unidades segregadas en el Ejército.

La política de ganar batallas judiciales, puesta en práctica por la NAACP, se había visto recompensada con algunos éxitos. El mayor de ellos fue el caso Brown v. Board of Education of Topeka (1954), en el que el Tribunal Supremo promulgó la ilegalización de la segregación en las escuelas públicas. La política de “separados pero iguales”, en vigor desde el caso Plessy (1896), era oficialmente rechazada en un caso que sentaba jurisprudencia y reconocía, como los líderes de la NAACP habían venido argumentando enérgicamente, que la igualdad prevista en la Constitución no se garantizaba con esta fórmula, ya que las instalaciones (escuelas, servicios, etc.) de los afroamericanos eran radicalmente más pobres que la de los blancos.

El autobús en que fue detenida Rosa Parks.
El autobús en que fue detenida Rosa Parks.

Esta dinámica de éxitos parciales y tímidos pasos hacia delante, cambió de forma radical el día que Rosa Parks se negó a ceder su asiento en el autobús de Cleveland Avenue.

Cuando llegó el policía, llamado por el conductor, Rosa Parks le espetó:

–¿Por qué nos intimidáis?

–No lo sé –replicó el policía–, pero la ley es la ley y usted queda detenida.

La llevaron a comisaría, le tomaron las huellas, fotos y la encarcelaron. Los líderes afroamericanos se reunieron para discutir el asunto, bajo el liderazgo de un joven de 26 años, pastor baptista de la Iglesia de Dexter Avenue, Martin Luther King. Decidieron convocar un boicot contra la empresa de autobuses de Montgomery. Hicieron un llamamiento a la población de color para que no usara el transporte público y lograron una respuesta masiva. La gente empezó a usar bicicletas, a ir a pie, a organizarse en automóviles o a coger los taxis negros que cobraban una tarifa de 10 centavos, la misma que un viaje en autobús.

A pesar de las presiones recibidas (la casa de King fue incendiada), el boicot se prolongaba todavía en diciembre del año siguiente, arruinando a la empresa de autobuses, cuyos clientes eran en un 75 por 100 negros. Finalmente, 381 días después del plante de Rosa Parks, en diciembre de 1956,el Tribunal Supremo decidió que la discriminación en los autobuses violaba la Constitución. Fue la primera victoria en la lucha por los derechos civiles.

La cobertura mediática que recibió la campaña a escala nacional fue tan intensa y esperanzadora que Martin Luther King fundó la Southern Christian Leadership Conference (SCLC), una organización que aspiraba a seguir luchando para superar las desigualdades en las que la comunidad negra vivía. La labor de este grupo se basaba en dos principios: la desobediencia civil (concepto básico del pensamiento político estadounidense, teorizado en 1849 por Henry D. Thoreau) y la resistencia pacíficainspirado en la lucha de Gandhi, figura admirada por el pastor baptista. Los líderes agrupados en la SCLC siguieron convocando protestas por los estados del Sur. En 1960, unos jóvenes crearon el Comité de coordinación estudiantil de la no violencia (SNCC) con el que llevaron a cabo acciones como los famosos “Viajes por la libertad” (freedom rides), en los que se trasladaban al Sur con objeto de realizar actos no violentos que perseguían terminar con la segregación en el transporte público interestatal.

 Respuesta violenta  

Todas estas actuaciones eran, generalmente, respondidas con violencia. Sin embargo, la publicidad mediática que recibían ejercía una gran presión sobre el Gobierno central para que éste tomara medidas y suscitaba la simpatía hacia el movimiento en el Norte de EE UU. La brutalidad con que las autoridades reprimieron una campaña del SCLC en 1963, en Birmingham, en la que llegaron a soltar perros o barrieron a los estudiantes de secundaria con potentes mangueras, o el asesinato de tres trabajadores por los derechos civiles en Mississippi, el verano de 1964, a manos del Ku Klux Klan, actos como la Marcha sobre Washington (1963), en la que unos 250.000 manifestantes se reunieron delante de la estatua de Abraham Lincoln para escuchar el famoso discurso de Martin Luther King, I have a Dream, llevaron a la administración liderada por Lyndon B. Johnson a promulgar, en 1964, el Acta de Derechos Civiles (Civil Rights Act), que ilegalizaba la discriminación en instituciones públicas, en el gobierno o en puestos de trabajo.

En 1965, se aprobó la Ley de los Derechos de Voto (Voting Rights Act), que prohibía cualquier tipo de test o argucia legal que impidiese el registro para el voto a los miembros de la población negra. Estas dos leyes significaron, desde el punto de vista legal, el ocaso del sistema creado por las Normas Jim Crow.

Martin Luther King fue asesinado tres años más tarde, en 1968, sospechándose, incluso, que se trató de un complot gestado por el FBI. Eran momentos en el que su doctrina de integración pacífica comenzaba a suscitar muchas dudas entre la comunidad negra. Las doctrinas violentas, nacionalistas y separatistas respecto a los blancos, sostenidas por líderes como Malcolm X o Stokeley Carmichael, iban calando cada vez más entre los jóvenes. En 1966, se fundó el movimiento de las Panteras Negras y cuando fue asesinado Martin Luter King, lo que se había puesto de moda era el Black Power.

A pesar de las campañas que trataron de desprestigiarle, exponiendo infidelidades matrimoniales o acusándolo de haber plagiado alguna de sus obras, como su propia tesis doctoral, Martin Luther King, ganador del Premio Nobel en 1964, fue el líder indiscutible de la lucha por los derechos civiles en los años sesenta y muchas encuestas le consideran una de las diez personas más relevantes de la historia de los Estados Unidos.

Rosa Parks con Martin Luther King.
Rosa Parks con Martin Luther King.

Tampoco ha sido olvidada Rosa Parks. Aunque en España sea prácticamente una desconocida, en Estados Unidos es una leyenda. En una encuesta de 1973, historiadores e intelectuales la designaron como la tercera mujer norteamericana más influyente del siglo XX. Recientemente, Rosa Parks ha sido incluida por la revista Time, entre las cien personas más influyentes del siglo XX.

 Precedentes fallidos 

Es verdad que la llamada “madre del movimiento por los derechos civiles” no fue la primera en negarse a levantarse de un asiento en un transporte público. Hubo casos anteriores. El propio jugador de béisbol Jackie Robinson, primer afroamericano en jugar en la liga profesional, se negó a trasladarse a la parte trasera de un autobús en 1944, cuando era oficial del Ejército en Texas.

A consecuencia de ello, tuvo que enfrentarse a un consejo de guerra que terminó absolviéndolo. Claudette Colvin, de 15 años de edad, y Mary Louise Smith, fueron detenidas por el mismo motivo tan sólo meses antes de la acción de Rosa. Sin embargo, ninguna de las dos presentaba el perfil suficientemente recio y decidido, imprescindible para llegar hasta el final en un proceso cuya sentencia sería histórica. Rosa Parks, sí.Gozaba del respeto de la comunidad afroamericana, estaba casada, trabajaba, era una activista de la NAACP y desde su niñez se había negado a plegarse a la discriminación sureña.

Ganadora de la Medalla de Honor del Congreso, en 1999, máximo galardón concedido por el gobierno de EE UU, Rosa Parks, falleció el 25 de octubre en Detroit. Hasta el último momento, trabajó en el Instituto Rosa y Raymond Parks para el Autodesarrollo, institución que había fundado en 1987, tras la muerte de su esposo. En él se ofrece ayuda y motivación a jóvenes afroamericanos.

Juan Antonio Sánchez Giménez

*Artículo publicado en La Aventura de la Historia, número 86.

 

Jenny von Westphalen, la aristócrata que renunció a su riqueza por casarse con Karl Marx e impulsó sus ideales revolucionarios.

Fuente: BBC Mundo, 6 de mayo 2018.

Es sabido que Karl Marx -quien nació hace 200 años- fue uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, ya que su obra inspiró a líderes comunistas como Lenin, Stalin y Mao.

Pero lo que es menos conocido es que quizás nada de eso hubiera ocurrido si Marx no hubiese conocido a Johanna Bertha Julie von Westphalen, su esposa durante 38 años.

Jenny -como la llamaban todos- podía hacer algo que nadie más podía: ¡entender la letra de su marido!

Y es que la caligrafía de Marx era famosamente mala, tanto así que resultaba indescifrable para muchos editores.

Por eso, Jenny siempre era la primera en leer todos sus artículos y tenía la crucial tarea de transcribirlos y enviarlos a las editoriales.

Pero reducir su importancia histórica e influencia a su papel como «traductora» de Marx sería una injusticia.

Von Westphalen era una pensadora política y escritora que participaba activamente en discusiones con políticos y filósofos, a la par de su marido.

Fue la primer miembro de la Liga comunista, la organización revolucionaria fundada por su esposo y Federico Engels en 1847, que se convertiría en el Partido Comunista.

Manifiesto del Partido ComunistaDerechos de autor de la imagen WIKIMEDIA COMMONS
Image caption La Liga comunista publicó en 1848 el famoso Manifiesto del Partido Comunista.

Muchos historiadores resaltan los sacrificios personales que debió hacer Jenny para acompañar y potenciar a su marido.

Y es que en realidad ella pudo haber tenido una vida de lujo y riqueza y en vez se dedicó a luchar por las clases obreras.

Pero su sacrificio más grande fue la pérdida de cuatro de sus sietes hijos, que fallecieron en su infancia como consecuencia indirecta de la pobreza que padeció la familia Marx por seguir sus ideales políticos.

Sangre aristocrática

Von Westphalen nació en el seno de una prominente familia de la aristocracia alemana (entonces Prusia).

Heredó de su padre el título de baronesa y su familia, tanto paterna como materna, estaba repleta de duques y nobles europeos.

Además era considerada una belleza y según sus biógrafos era codiciada por varios hombres de mucha fortuna.

Retrato de Johanna Bertha Julie von Westphalen en la década de 1830Derechos de autor de la imagenWIKIMEDIA COMMONS
Image captionJenny era una heredera que pudo haberse casado con un aristócrata rico. En vez, siguió su corazón y ayudó a cambiar la historia.

Pero ella los ignoró y se casó con Marx, vecino de la infancia, que provenía de una familia de clase media y era cuatro años más chico que ella.

Los unía una enorme pasión por la lectura, afición que compartían desde la adolescencia.

Él -que estudiaba para ser abogado, como su padre- le dedicó una colección de poesías y todos los relatos coinciden en que la pareja se amaba profundamente.

Pero ese amor tuvo su costo: debido a su activismo político Marx fue expulsado de varios países, incluyendo Prusia, y la familia terminó viviendo en el Reino Unido,exiliada, perseguida y en situación de pobreza.

No ayudó que Karl -experto en teoría económica- manejaba pésimamente el dinero de la familia, lo que los obligó a depender de la ayuda de Engels.

Incluso cuando Jenny heredó dinero de su familia, Marx lo invirtió en comprar una gran casa en el acomodado norte de Londres que según varias fuentes estaba por encima de su capacidad económica.

Pérdida trágica

El aspecto más trágico de esta vida que llevaban fue la pérdida de los tres hijos varones de la pareja y de una niña.

Todos fallecieron al poco tiempo de vida, algo que ha sido asociado a la pobreza y el hacinamiento que padecía la familia.

Retrato de Engeles, Marx y sus tres hijas (circa 1860)Derechos de autor de la imagenWIKIMEDIA COMMONS
Image captionEngels (izquierda) y Marx con sus tres hijas que sobrevivieron. Todas fueron nombradas en honor a su madre: Jenny Caroline (1844-1883), Jenny Julia Eleanor (1855-1898) y Jenny Laura (1845-1911). Las tres continuaron con la obra de su padre.

No obstante, y a pesar de haber dado a luz siete veces y de criar a tres hijas, Jenny nunca dejó de ayudar a su marido.

En su libro «Amor y Capital: Karl y Jenny Marx y el nacimiento de una revolución», de 2011, la autora Mary Gabriel cuenta cómo Jenny, embarazada, viajaba para juntar dinero para financiar el trabajo de Marx.

Y es que incluso eso debió hacer por él: las autoridades prusianas le quitaron a Marx la ciudadanía y los británicos se rehusaban a otorgarle el documento, por considerarlo una figura peligrosa. Así que Marx era, en esencia, un hombre sin nacionalidad.

Tampoco tenía la fama: cuando su obra más famosa, «El capital», fue publicada en 1867, pasó sin pena ni gloria.

Fue mucho tiempo después que Marx sería reconocido como uno de los grandes intelectuales de la historia.

Para entonces él ya había fallecido. Y también Jenny, que murió en 1881, dos años antes que su esposo. Se la llevó un cáncer de hígado a los 67 años.

Tumba de Marx en el cementerio de Highgate, en LondresDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa famosa tumba de Marx en el cementerio de Highgate, en Londres. El nombre de Jenny está escrito en la lápida, opacado por el tributo a su marido.

Hoy ambos siguen enterrados, lado a lado, en el cementerio de Highgate, en el norte de Londres.

En la lápida que comparten hay una enorme escultura de la cabeza de Marx y el nombre de él está escrito en grandes letras doradas.

Miles de personas peregrinan hasta allí para ver la tumba. Pero seguramente solo unos pocos sepan que la mujer que yace junto al famoso Marx merece su propio tributo.

raya

Cuando la pulga desafió al elefante. La ruptura entre Albania y la URSS

Fotografía que muestra al yugoslavo Miladin Popović, a una partisana no identificada y a Enver Hoxha (Wikimedia).

Autor:  Xavier Baró Queralt,  

Tras la muerte de Stalin en 1953, la URSS inició un proceso de revisión de las políticas estalinistas. La Albania socialista de Enver Hoxha decidió plantar cara a la URSS de Jruschov y, de la mano de la China de Mao, generó una verdadera crisis en el seno del comunismo internacional.

El 5 de marzo de 1953 murió Iósif V. Stalin. Tras diversas luchas palaciegas, a las que se sumó la ejecución de Lavrenti Béria (1899-1952), considerado un obstáculo para la desestalinización, subió al poder Nikita Jruschov (1884-1971). Jruschov cuestionó de manera clara la política de Stalin, sobre todo en lo que se refiere al culto al líder y las excesivas purgas. El nuevo líder soviético, antiguo colaborador de Stalin, no dudó en afianzarse en el poder eliminando a sus antiguos colaboradores, y optó por revisar muchos aspectos de la política estalinista. Así, por ejemplo, el concepto de «dictadura del proletariado» fue progresivamente substituido por el de «Estado de todo el pueblo», y se optó por restablecer las relaciones diplomáticas con la Yugoslavia de Josip Briz, Tito (1892-1980).

Funeral de Stalin (1953) (Wikimedia).
Funeral de Stalin (1953) (Wikimedia).

¿Cómo reaccionó ante tales acontecimientos la Albania de Enver Hoxha (1908-1985)? Desde un primer momento, Hoxha estableció un régimen netamente marxista-leninista, marcado por una clara identificación con las políticas estalinistas. A pesar de que el pequeño estado balcánico se libró del yugo fascista y nazi sin la ayuda de los soviéticos, los comunistas albaneses se alinearon siempre con los postulados estalinistas. Hay que tener presente que Hoxha se sintió siempre amenazado por sus vecinos, la Grecia capitalista y la Yugoslavia socialista de Tito, que pocos años antes había pretendido anexionarse Albania, y a su vez había tenido la osadía de plantar cara a la todopoderosa URSS de Stalin. Así pues, en la Albania socialista no sentaron muy bien las nuevas políticas aperturistas («revisionistas», según Hoxha) de los jruschovistas. 

En un primer momento, ambos regímenes optaron por mantener las formas, y la colaboración se mantuvo con toda normalidad. De hecho, los acuerdos económicos firmados entre la URSS de Jruschov y la Albania de Hoxha comportaron una clara mejora en la maltrecha economía albanesa, a la sazón uno de los estados más pobres de Europa. Así, hay un acuerdo unánime entre los especialistas en afirmar que la ayuda soviética a Albania mejoró de manera clara las duras condiciones de vida de los albaneses: se triplicó el número de médicos (129 en 1950; 378 en 1959), se multiplicó por cuatro el número de camas de hospital (1765 en 1945; 5500 en 1953) y disminuyó la mortalidad infantil. Mejoró también el desarrollo en educación: entre 1945 y 1950 se duplicó el número de escuelas, alumnos y profesores, y el analfabetismo pasó del 85% en 1945 al 31% en 1950. En 1957 se fundó la Universidad de Tirana. Por todos estos motivos, los historiadores se refieren al bienio 1958-1959 como «los años dorados» de la economía albanesa.

Nikita Jruschov (Wikimedia).
Nikita Jruschov (Wikimedia).

Pero el régimen de Hoxha no estaba dispuesto a tolerar ningún atisbo de «revisionismo», y aún menos si esto podía suponer que se cuestionara su autoridad en el país. La economía se hallaba supeditada a la ideología. La Albania socialista inició una política de propaganda enérgica y contundente en la que se cuestionaba la falta de coherencia de Jruschov, y la prensa albanesa recogió con todo lujo de detalles de qué manera la Unión Soviética se apartaba de los postulados estalinistas. 

Así, se inició una doble actividad política. Por una parte, Hoxha apartó del Partido del Trabajo de Albania (PTA) a los elementos filosoviéticos, como la dirigente Liri Belishova, de la que se dijo que «le han ofuscado las adulaciones y los epítetos sonoros de los dirigentes soviéticos y se ha puesto de acuerdo con ellos». Por otra parte, el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) había convocado una reunión de 81 partidos comunistas de todo el mundo para el mes de noviembre de 1960 en el que se pretendía afianzar el liderazgo de Jruschov, sobre todo frente a la creciente influencia de la China de Mao Zedong (1893-1976). Hoxha optó de manera clara por la vía maoísta, que consideraba que se mantenía fiel al legado estalinista. Los medios de comunicación albaneses se movilizaron para reivindicar la ortodoxia del socialismo albanés, y los titulares fueron cada vez más enérgicos y combativos, resaltando con orgullo que un pequeño país como Albania podía (y debía) plantar cara a un gigante como la URSS. Merece la pena destacar algunos textos, eminentemente clarificadores: «iremos a Moscú no con diez banderas, sino con una sola, con la bandera del marxismo-leninismo» (discurso de Hoxha, 6 de septiembre de 1960), «que la declaración de Moscú sea lo más fuerte posible, que contenga pólvora y no algodón» (carta de Hoxha, 4 de octubre de 1960), «los albaneses estamos dispuestos a quedarnos incluso sin pan con tal de no violar los principios, no traicionar al marxismo-leninismo» (discurso de Hoxha, 31 de octubre de 1960).

Mientras tanto, los colaboradores de Jruschov acusaban a los albaneses de dogmáticos y sectarios, y les amenazaban con retirar cualquier tipo de ayuda económica. Criticaban a Hoxha su excesivo recelo hacia la Yugoslavia de Tito, y apelaban al espíritu internacionalista del socialismo para que los albaneses no desentonaran en la cumbre de Moscú. Unos días antes de la celebración de dicha cumbre tuvo lugar en el Kremlin un encuentro del más alto nivel diplomático entre Enver Hoxha y Nikita Jruschov. Las fuentes soviéticas y albanesas coinciden en el fracaso que supuso dicha cumbre, y Hoxha recogió en un libro de memorias una transcripción de las acaloradas discusiones. Ya sabemos que los libros de memorias siempre se deben tomar con cautela, puesto que pueden contener muchas inexactitudes y manipulaciones. En cualquier caso, hay una anécdota que merece la pena la pena ser transcrita y, sea como fuere, «se non è vero, è ben trovato»:

«—Jruschov: Se acalora usted, me ha salpicado de saliva, no se puede discutir con usted.

—Hoxha: Usted dice siempre que somos coléricos.

—Jruschov: Y ustedes deforman mis palabras. ¿El intérprete conoce bien el ruso?

—Hoxha: No le eche la culpa al intérprete, porque conoce muy bien el ruso. Yo le respeto a usted, y usted debe respetarme.

—Jruschov: Así quiso hablar conmigo Macmillan, antiguo primer ministro de la Gran Bretaña.

—Shehu y Kapo (albaneses): El camarada Hoxha no es Macmillan, por lo tanto, retire lo que acaba de decir.

—Jruschov: ¿Y dónde me lo meto?

—Shehu: Métaselo en el bolsillo.

—Kapo: No estoy de acuerdo en que se desarrollen así las conversaciones».

El presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, visitó a Mao Zedong en 1972 (Wikimedia).
El presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, visitó a Mao Zedong en 1972 (Wikimedia).

Podemos apreciar de manera clara que las relaciones entre albaneses y soviéticos no podían pasar por peor momento. Finalmente, llegó el día de la intervención de Hoxha en la conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros. El 16 de noviembre de 1960 estalló toda la artillería albanesa ante la mirada incrédula de Jruschov y el resto de líderes comunistas del planeta. Hoxha acusó a la URSS de haber traicionado a la ideología marxista-leninista, de haber vertido falsas acusaciones sobre Stalin, y de haber iniciado una política servil ante los Estados Unidos de América. También, por supuesto, recriminó la actitud pactista con la Yugoslavia de Tito. La coexistencia pacífica, según Hoxha, sólo suponía la derrota ante el bloque capitalista.

Tras la reunión de Moscú, los líderes albaneses regresaron a su país, satisfechos por haber plantado cara al gigante «revisionista». Las críticas de la URSS y del resto de países socialistas, a las que se debe sumar la posición enérgica de la española Dolores Ibárruri, «La Pasionaria» (1895-1989), quien acusó a los albaneses de morder la mano que les daba de comer, reafirmó aún más al nacionalismo comunista albanés, que formalizó la ruptura oficial con la Unión Soviética, y consolidó las alianzas con la China de Mao. 

Sin embargo, y ya en la década de 1970, Mao recibió a Richard Nixon (1913-1994), presidente de los Estados Unidos, y los albaneses comunistas, fieles a sus principios, también abandonaron las alianzas con la China «revisionista». Pero esta es ya otra historia. En cualquier caso, no debe sorprendernos que, cuando Jruschov escribió sus memorias, dedicara estas dos perlas a la Albania socialista, a la que definió como «el perturbador número uno de los países socialistas», y sentenció que «los albaneses son peores que animales».

Para saber más:

Crankshaw, Edward (editor) (1970). Kruschev recuerda. Madrid: Santillana. 

Droz, Jacques (dir.) (1983). Historia general del socialismo: de 1945 a nuestros días, vol. IV, Barcelona: Destino.

Halliday, Jon. (1986). The Artful Albanian: The Memoirs of Enver Hoxha. Londres: Chatto&Windus.

Hoxha, Enver. (1977). Albania frente a los revisionistas jruschovistas. Tirana: Casa Editora “8 Nëntori”.

Hoxha, Enver. (1980). Los jruschovistas. Tirana: Casa Editora “8 Nëntori”.

Kruschev, Nikita. (1975). Memorias: el último testamento. Barcelona: Editorial Euros.

Vickers, Miranda. (2014). The Albanians: a Modern History. Londres/Nueva York.

El Imperialismo.

ce785-imperialismo

Autor: Rafael Rodríguez Fernández.

Fuente: http://kappostorias.blogspot.com.es/2011/12/el-imperialismo.html

El término “imperialismo” comenzó a utilizarse a finales del siglo XIX para referirse a la expansión de las potencias europeas por el mundo, especialmente a partir de 1870, fecha en que comienza la Segunda Revolución Industrial. En 1916 Lenin publicó un libro titulado El imperialismo, fase superior del capitalismo en el que afirmaba que el imperialismo era una consecuencia lógica del capitalismo.

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=Vyp6PcxLHWk]

En cuanto a los rasgos del imperialismo, destacan: la aparición de monopolios con un papel decisivo en la vida económica, el desarrollo del capitalismo financiero que supuso una unión entre la banca y la industria para buscar nuevos lugares de inversión, el impulso del comercio internacional de capitales frente al comercio de mercancías, la formación de cárteles y el reparto del territorio entre las grandes potencias capitalistas.

Factores que explican la aparición del imperialismo:

– Económicos: Los países europeos necesitaban materias primas, que buscaron en otros territorios del mundo, especialmente en África. De este modo, se repartieron gran parte de África de manera excluyente. Por otro lado, las potencias europeas buscaban nuevos mercados que les permitieran vender los productos que fabrica la metrópoli. El desarrollo del capitalismo financiero conllevó la búsqueda de nuevas salidas a las cantidades ingentes de capital obtenido durante la Segunda Revolución Industrial.

– Demográficos: El aumento de la población provocó una fuerte corriente migratoria de Europa a otros continentes. A pesar de no ser un factor determinante del imperialismo sí permite justificar la expansión colonial.

– Políticos: Razones de prestigio: Los países más importantes y poderosos eran aquellos que poseían más territorios. Por ello, España en el siglo XIX era un país empobrecido y débil, ya que tenía pocas colonias. Sin embargo, Alemania era un país fuerte y en expansión con un gran imperio colonial.

Razones estratégicas: Los países buscan territorios o enclaves geoestratégicos, lugares para el desarrollo de mercados o la explotación de materias primas, como Gibraltar, China o la India, para el Reino Unido,

Deseo de paz social: Las potencias europeas pretenden desviar la opinión pública de problemas graves, para centrarse en otros acontecimientos beneficiosos para el país: victorias, colonización de nuevos territorios, así, se evita el descontento de la sociedad y se previenen posibles sublevaciones.

– Ideología: El imperialismo se ve impulsado por el desarrollo del nacionalismo, un sentimiento que provoca la justificación de que una nación es superior a las otras y tiene más derecho a ocupar territorios. Además, el Romanticismo favorece un cambio de mentalidad y promueve la conquista de tierras exóticas y el contacto con nuevas culturas. Aparecieron grupos de presión vinculados a grandes intereses económicos que presionaron a los países para conseguir la ocupación de nuevos territorios. Por otra parte, grupos de misioneros se encargaron de evangelizar a los indígenas con el objetivo de salvarles. Por último, se defiende la superioridad de la raza blanca: Joseph Chamberlain sostiene la clara superioridad de la raza británica con derecho y deber de civilizar a las razas inferiores.

REPARTO DE ÁFRICA:

Hasta 1880, la presencia europea en África era mínima ya que se desconocía gran parte del continente. La conquista de África comenzó a partir de 1885: los países europeos se repartirían todos los territorios africanos, a excepción de dos países: Etiopía y Liberia. Entre 1884 y 1885 se celebró una Conferencia en Berlín convocada por Bismarck para tratar el problema del Congo.


Se pretendía decidir cómo repartir África sin dar lugar a una guerra. En esta Conferencia se toman una serie de decisiones importantes:

– El reparto de una serie de áreas de influencia, a partir de los paralelos y los meridianos, desde la costa hacia el interior. Se trata de una expansión condicional, ya que no es posible debido a que se cruzan las áreas de influencia de los distintos países.

– La primera nación que llegase a un territorio tenía derecho a colonizarlo. Se produjo una carrera por el reparto de África entre los países europeos.

El país con más territorios era Francia, ya que poseía el Sahara (territorio muy extenso pero poco productivo). Los países más beneficiados fueron el Reino Unido y Alemania puesto que poseían territorios estratégicos.

NORTE DE ÁFRICA:

El Norte de África era, en su mayoría, un territorio de dominio francés: Argelia (1830), Túnez (1881)

El lugar estratégico del Reino Unido era el Canal de Suez en Egipto (1885). Italia también poseía una zona estratégica: Libia (1912). Los franceses no consiguieron atravesar el eje este-oeste de colonización de áfrica ya que el Reino Unido ocupaba Egipto. En 1898 Francia y Reino Unido estuvieron a punto de llegar a la guerra por el incidente de Fachoda. El conflicto se solucionó vía diplomática: los franceses se retiraron y reconocieron el dominio británico de Egipto y Sudán a cambio de libertad de acción en Marruecos, posteriormente repartida con España (Algeciras 1906)

SUR DE ÁFRICA (África Subsahariana o África Negra):

Bélgica ocupó el Congo como una propiedad personal del rey Leopoldo. Los británicos poseían Sudáfrica, desde las guerras napoleónicas y después de dos guerras con los Boer, o Nigeria. Los portugueses dominaban Angola y Mozambique, Alemania ocupó Camerún, Namibia y Tanzania, mientras Francia dominaba la denominada Africa Ecuatorial Francesa (República del Congo, Chad y Gabón)

Ningún país logró completar ninguno de sus ejes: ni los franceses (eje este-oeste al Norte de África) ni los británicos (eje sur-norte: desde Sudáfrica hasta Egipto). Dos países permanecieron libres: Liberia (territorio creado por EE.UU. entre 1822 y 1847) y Etiopía, imperio cristiano que derrotó a los italianos en Adua en 1898).

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=CQRGuiS7tns]

ASIA:

En Asia se reparten algunos territorios pero no el continente entero.


China: Era un gran territorio y los países no se ponían de acuerdo sobre cómo dividirlo. Tras dos guerras denominadas del opio, los británicos se hicieron con Hong Kong. Posteriormente las potencias se repartieron áreas de influencia pero China nunca fue completamente colonizada por los europeos. En 1900 tuvo lugar la “Revolución de los Boxer”: se trata de una revolución popular de nacionalistas chinos para atacar a los europeos, que fue tolerada por el gobierno chino.

Japón: Surgió como una potencia económica mundial tras derrotar a los chinos y a los rusos en las respectivas guerras. En 1895 los japoneses se hicieron con Corea, tras la Primera Guerra Chino-Japonesa Entre 1904 y 1905 tuvo lugar la guerra ruso-japonesa.

Cómo quedó repartida Asia de Oeste a Este:

– Imperio Otomano: Los Balcanes, la actual Turquía, las actuales naciones de Israel, Jordania, Libano, Siria, Kuwait y parte de la península de Arabia.
– Irán: país muy grande e importante. No fue colonizado aunque existían áreas de influencia de británicos y rusos.
– Afganistán: No pertenecía a ningún país aunque poseía áreas de influencia. (Tanto Irán como Afganistán pueden considerarse estados tapón).
– India: es uno de los principales países de Asia. Pertenecía a los británicos, que no querían tener frontera con territorios de otros países (Irán, Afganistán, Tíbet y Tailandia rodeaban a la India y eran países independientes).
– Indochina era un territorio francés.

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=yukTAq4Enso]

CONSECUENCIAS DEL IMPERIALISMO

– Economía dual: (dos economías): la economía europea era capitalista mientras que la de los países colonizados era de subsistencia.

– Demografía: Los europeos sanaron a los indígenas para que vivieran más. Como consecuencia, aumentó la población, que no podía sobrevivir con los recursos insuficientes del país. Los europeos se beneficiaron de la superpoblación salvaje, utilizándola como mano de obra. Se evoluciona de un ciclo de población antiguo (muchos nacimientos y muchas defunciones) a uno más moderno (muchos nacimientos y pocas defunciones).

– Cambios en la estructura social: La sociedad se divide en blancos europeos (raza superior), clases altas (ejemplo: Marajá), burguesía (comerciantes o funcionarios indígenas) y sociedad indígena.

– Aculturación: Los países se ven influidos por dos culturas. Aparecen grupos de “mestizos” que comparten ambas culturas: la tradicional y la europea. Se desarrollan zonas de mestizaje cultural.

Filmografía:

Amanecer Zulú
El Hombre que pudo reinar
La Guerra del opio
Kartum
Las cuatro plumas
55 días en Pekín

Textos:

Conferencia de Berlín 1885 
Discurso de Jules Ferry ante la Cámara, París. 1885.

Bibliografía:

Lenin El Imperialismo fase superior del capitalismo