Lenin y la primera escisión de la izquierda

Primer plano de Lenin durante uno de sus discursos en la Plaza Roja con motivo del aniversario de la Revolución. (ARCHIVO DE LA VANGUARDIA)

Autor: RAMÓN ÁLVAREZ

Fuente: La Vanguardia. 14/02/2020

EL CONTEXTO

El tránsito del marxismo al leninismo –de la teoría socialista a la práctica comunista soviética– no fue convulso sólo por los procesos revolucionarios y la guerra civil que se libró en el Imperio Ruso antes de imponerse por las armas, sino que conllevó una guerra de ideas que acabó escindiendo definitivamente lo que hasta 1919, año de la fundación de la Tercera Internacional, era una suma de tendencias convergentes.

Las divergencias que acabarían con la ruptura definitiva se evidenciaron ya en el Congreso Internacional Socialista que se celebró en Stuttgart en 1907. La ya conocida como Segunda Internacional Socialista, heredera de la constituida por Karl MarxFriedrich Engels Mijaíl Bakunin en 1864 y disuelta en 1876, se posicionó por alcanzar el poder mediante las urnas e iniciar a partir de ahí el camino hacia el socialismo. Sin embargo, los representantes de la corriente revolucionariaVladímir Ilich UliánovLenin y Rosa Luxemburg, consiguieron imponer una enmienda que llamaba a los partidos y organizaciones socialistas a desestabilizar a sus gobiernos en caso de guerra.

La guerra estalló en Europa , pero la Revolución sólo en Rusia , y la división se fue haciendo evidente mediante la publicación de libros y panfletos y se acentuó con las conferencias que los partidos y sindicatos revolucionarios celebraron ya en pleno conflicto en las ciudades suizas de Zimmerwald (septiembre de 1915) y Kienthal (abril de 1916). La ruptura definitiva llegó tras la Revolución de Octubre de 1917, que llevó a los bolcheviques rusos al poder.Una práctica condenada por la Conferencia Internacional Obrera y Socialista celebrada en Berna en febrero de 1919, convocada por una Internacional Socialista que insistió en la vía democrática.

La respuesta no se hizo esperar, y en el congreso fundacional de la Internacional Comunista –conocida como Tercera Internacional–, celebrado en Moscú, el propio Lenin respondió a la denominada despectivamente Internacional Amarilla con el argumentario que se convirtió en la base del marxismo-leninismo que a partir de entonces guiaría a la Unión Soviética y fijaría la doctrina del comunismo.

La ruptura llegó tras la Revolución de Octubre, que llevó a los bolcheviques al poder. Una práctica condenada por la Internacional Socialista

La defensa de la dictadura del proletariado ya fijada por Marx como la fase política inicial del socialismo y la condena a la “democracia burguesa” que perpetuaba el sistema de explotación hacia las clases trabajadoras y campesinas se convirtió en la principal tesis de las organizaciones que se adhirieron a esta Internacional. Un texto de obligada lectura tanto en la Unión Soviética como en los cursos de formación política comunista alrededor del mundo.

El discurso, que ofrecemos ligeramente extractado, quedó fijado bajo el título “Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado” en el libro Primer Congreso de la Internacional Comunista. Actas , publicado en Petrogrado –actual San Petersburgo– en 1921 por la Editorial Progreso en su versión en español.

EL DISCURSO

“El crecimiento del movimiento revolucionario del proletariado en todos los países ha dado lugar a una serie de esfuerzos convulsivos por parte de la burguesía y de sus agentes en las organizaciones de trabajadores para hallar argumentos políticos válidos en defensa del predominio de los explotadores. Entre estos argumentos destaca en particular la condena de la dictadura y la defensa de la democracia. La falsedad y la hipocresía de dicho argumento, repetido en mil formas por la prensa capitalista y la conferencia de la Internacional amarilla de Berna, celebrada en febrero de 1919, son evidentes para todo aquel que no desee traicionar los principios fundamentales del socialismo.

”En primer lugar, dicho argumento se basa en ciertas nociones de ‘democracia en general’ y ‘dictadura en general’ sin mencionar de qué clase se está hablando. Este planteamiento, que no toma en cuenta la cuestión de la clase, como si se tratara de un asunto general de cada país, es una burla flagrante a la doctrina fundamental del socialismo, a saber, la doctrina de la lucha de clases, que los socialistas que se han pasado al bando de la burguesía mencionan en sus discursos pero olvidan en sus acciones.

”Puesto que en ningún país capitalista civilizado existe ‘democracia en general’, sino únicamente una democracia burguesa; y no se habla de ‘dictadura en general’, sino de dictadura de las clases oprimidas, es decir, del proletariado respecto a los opresores y a los explotadores, o sea, la burguesía, para vencer la resistencia opuesta por los explotadores en la lucha por conservar su dominio.

La historia nos enseña que ninguna clase oprimida ha llegado nunca al poder y que no puede hacerlo sin sufrir un periodo de dictadura”

VLADÍMIR ILICH ULIÁNOV, LENIN

”La historia nos enseña que ninguna clase oprimida ha llegado nunca al poder y que no puede hacerlo sin sufrir un periodo de dictadura; es decir, la conquista del poder y la aniquilación definitiva de la resistencia más desesperada y frenética que no duda en recurrir a cualquier crimen y que siempre han opuesto los explotadores.

”La burguesía, cuyo papel defienden los socialistas que arremeten contra la ‘dictadura en general’ y que defienden la causa de la ‘democracia en general’, ha ganado poder en los países progresistas al precio de insurreccionesguerras civiles, aplastando reyes, señores feudales esclavistas, así como sus intentos de restauración. Los socialistas de todos los países han explicado al pueblo millones de veces el carácter de clase de esas revoluciones burguesas y de esa dictadura de la burguesía en libros panfletos, en las resoluciones de los congresos y en los discursos propagandísticos.

”Por consiguiente, la actual defensa de la democracia burguesa mediante discursos sobre la ‘democracia en general’ y los actuales lamentos y gritos contra la dictadura del proletariado encubiertos en lamentos sobre la ‘dictadura en general’ son una burla descarada del socialismo, y representan el paso efectivo a las filas de la burguesía, la negación del derecho del proletariado a su propia revolución proletaria y la defensa del reformismo burgués en el momento histórico en el que dicho reformismo provoca la destrucción del mundo; y en el que la guerra ha creado una situación revolucionaria.

La república burguesa más democrática es tan sólo una máquina para la opresión de la clase trabajadora por parte de la burguesía”

VLADÍMIR ILICH ULIÁNOV, LENIN

”Los socialistas, al explicar el carácter de clase de la civilización burguesa, la democracia burguesa o el parlamentarismo burgués, expresan el pensamiento formulado por Marx Engels con la máxima precisión científica al decir que la república burguesa más democrática es tan sólo una máquina para la opresión de la clase trabajadora por parte de la burguesía, para la opresión de la masa de trabajadores por un puñado de capitalistas.

”No existe ni un solo revolucionario, ni un solo marxista de todos esos que ahora vociferan contra la dictadura y a favor de la democracia que no hubiera jurado ante los trabajadores que reconocía esta verdad fundamental del socialismo. Y ahora, cuando el proletariado revolucionario comienza a actuar y a moverse para destruir esta maquinaria opresiva y conquistar la dictadura proletaria, esos traidores al socialismo exponen la situación como si la burguesía ofreciera a los trabajadores democracia pura, como si la burguesía hubiera abandonado la resistencia y estuviera dispuesta a someterse a la mayoría de los trabajadores, como si en una república democrática no existiera una maquinaria estatal ideada para la opresión del trabajo por el capital.

”Los obreros saben muy bien que la ‘libertad de reunión’, incluso en la república burguesa más democrática, no es más que una expresión vacía, pues los ricos cuentan con los mejores edificios públicos y privados a su disposición, y también con suficiente tiempo libre para reunirse y para proteger dichas reuniones por medio del aparato burgués de la autoridad. Los proletarios de la ciudad y del campo, así como los campesinos pobres, es decir, la aplastante mayoría de la población, no cuentan con ninguna de estas tres cosas. Mientras la situación siga siendo ésta, la ‘igualdad’, es decir, la ‘democracia pura’, es un engaño absoluto.

Los capitalistas siempre han llamado ‘libertad’ a la libertad de los ricos para amasar fortunas y a la libertad de los trabajadores para morirse de hambre”

VLADÍMIR ILICH ULIÁNOV, LENIN

”Los capitalistas siempre han llamado ‘libertad’ a la libertad de los ricos para amasar fortunas y a la libertad de los trabajadores para morirse de hambre. Los capitalistas llaman ‘libertad’ a la libertad de los ricos, a la libertad de comprar la prensa, de utilizar la riqueza, de manipular y de apoyar la llamada ‘opinión pública’.

”En realidad, los defensores de la ‘democracia pura’ resultan ser los defensores del sistema más sucio corrupto de dominio por parte de los ricos sobre los medios para la educación de las masas. Engañan al pueblo mediante frases atractivas, hermosas y biensonantes, aunque absolutamente falsas, tratando de disuadir a las masas del cometido histórico concreto de liberar a la prensa del sojuzgamiento por el capital.

”La libertad y la igualdad verdaderas sólo existirán en el orden establecido por los comunistas en el que será imposible hacerse rico a expensas de otro, en el que será imposible, tanto directa como indirectamente, someter a la prensa al poder del dinero, en el que no habrá obstáculo que impida a ningún trabajador disfrutar y llevar a la práctica el derecho igualitario al uso de las imprentas públicas y los fondos públicos de papel.

La dictadura del proletariado supone el verdadero ejercicio de la democracia por parte de las clases trabajadoras”

VLADÍMIR ILICH ULIÁNOV, LENIN

”La dictadura del proletariado se asemeja a la dictadura de otras clases en que está motivada por la necesidad de aplastar la rotunda resistencia de una clase que estaba perdiendo poder político. Sin embargo, lo que distingue de forma definitiva una dictadura del proletariado de una dictadura de las otras clases –de los terratenientes en la Edad Media, de la burguesía en todos los países capitalistas civilizados– es que la dictadura de los terratenientes y de la burguesía ha sido el aplastamiento de la resistencia ofrecida por la abrumadora mayoría de la población, es decir, por los trabajadores. Por el contrario, la dictadura del proletariado es el aplastamiento de la resistencia ofrecida por los explotadores, es decir, por una minoría insignificante de la población, los terratenientes y los capitalistas.

De esto se deduce que la dictadura del proletariado conlleva necesariamente no sólo cambios en la forma y las instituciones de la democracia, en términos generales, sino específicamente un cambio que asegure una extensión sin precedentes en la historia de la humanidad del verdadero ejercicio de la democracia por parte de las clases trabajadoras”.

Kautsky y la izquierda británica en 1913 .

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Eduard Bernstein con Karl Kautsky, hacia 1925

Autor: Eduardo Montagut.

Fuente: Nueva Tribuna, 21/02/2019

Kautsky publicó el 26 de diciembre de 1913 un artículo en Neue Zeit, la principal revista teórica del SPD, y que en España se pudo leer gracias El Socialista sobre la unidad del socialismo británico, y sobre el carácter del laborismo.

La Segunda Internacional siempre luchó para que en cada país solamente hubiera un partido socialista. Uno de los grandes objetivos fue su empeño en que se terminara con la intensa división en Francia, una recomendación que fue seguida con la creación de la SFIO en 1905. En este sentido, muy importante fue la resolución tomada por el Congreso de Ámsterdam. En dicho Congreso se aprobó una resolución sobre la unidad. Para que la clase obrera tuviera fuerza en su lucha contra el capitalismo se hacía indispensable que hubiera un único partido socialista en cada país, enfrente de los partidos burgueses, como había un único proletariado. En consecuencia, todos los militantes, fracciones u organizaciones que se considerasen socialistas tenían el deber de trabajar para conseguir la unidad sobre la base de los principios establecidos por los Congresos internacionales. La Segunda Internacional y los Partidos de las naciones donde existiese tal unidad tenían el deber de ponerse a disposición para ayudar a que este acuerdo tuviese éxito.

Pues bien, la Oficina de la Internacional, que se había reunido en Londres en 1913 para preparar el Congreso de la Internacional de Viena, también había tratado sobre la unidad socialista en Gran Bretaña y en Rusia, aprobándose que la Socialdemocracia alemana, pilar de la Segunda Internacional, debía ayudar con su ejemplo y estímulo a los socialistas de ambos países para conseguir la unidad organizativa.

Así pues, Kautsky se había puesto manos a la obra, y había escrito el trabajo aludido. Su análisis es de una gran lucidez, partiendo siempre de un análisis de la realidad económica, social y política británicas desde el siglo anterior, intentado adaptar el modelo de organización política socialista a dicha realidad, sin procurar imponer el alemán o continental.

El líder alemán consideraba que en Inglaterra faltaba una teoría común que ayudase a que se realizase la unidad. Allí habían nacido la Revolución Industrial y el capitalismo, y por eso, se había desarrollado antes que en ningún sitio la lucha política de la burguesía y del proletariado, pero antes de que se hubiera producido una investigación teórica profunda de la sociedad. En consecuencia, el país más avanzado económicamente había conservado los modos más antiguos de pensamiento. El proletariado británico se movía en unas líneas de pensamiento premarxista, sin un gran interés por la teoría, algo que compartía con la burguesía. En el Reino Unido la práctica había precedido a la teoría, generándose un evidente menosprecio a la misma y a todo tipo de política que no trajese ventajas prácticas. Kautsky estaba aludiendo, evidentemente, a la falta de marxismo en Inglaterra, a pesar de que allí escribiera gran parte de su obra Marx, y al sentido práctico británico, que compartían todas las clases.

El pensamiento de muchos socialistas británicos seguía bebiendo del radicalismo, una corriente que, como bien sabemos, se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVIII, y de una evidente filantropía de origen burgués. Kautsky citaba a Owen, Comte, Carlyle, Stuart Mill, Spencer y Henry George. Hasta el marxismo británico era peculiar. Los dos grandes marxistas, Hyndman y Ernest Belfort Bax rechazaban realmente la interpretación materialista de la Historia.

En la Europa continental, y especialmente en Alemania, en cambio, el movimiento social se había desarrollado después que el político, y los sindicatos, aunque organizaciones independientes del Partido, estaban íntimamente ligados al mismo. En Inglaterra, por su parte, el movimiento obrero solamente se había desarrollado desde mediados del siglo XIX a través de los sindicatos, que dirigían tanto las luchas económicas como las políticas de la clase trabajadora. Otro aspecto importante a destacar era cómo el Partido Liberal británico había conseguido seducir a los trabajadores durante un tiempo.

Pero los problemas de la industria británica en los años setenta del siglo XIX trajeron cambios en relación con el panorama descrito. Los sindicatos comenzaron a estancarse, y se desarrolló una intensa miseria en el seno de la clase trabajadora no organizada. Kautsky observaba un fenómeno que conoce bien la historiografía en relación con la crisis de 1873. En principio, la bajada de precios benefició a todos los grupos sociales, como se puso de manifiesto en la alimentación. La carne, un lujo durante gran parte del siglo XIX, comenzó a aparecer en la mesa de los obreros. Hubo un evidente estímulo del comercio, surgiendo tiendas y almacenes en los barrios. También hubo un abaratamiento del transporte público, como el popular tranvía. Los salarios de los obreros cualificados, a pesar de la deflación, se mantuvieron relativamente altos gracias al poder y presión de las Trade Unions. La huelga, ya legal, era un instrumento muy eficaz y temido. Los sindicatos contaban con bolsas de resistencia para las huelgas, por lo que ya no era tan fácil romperlas. Además, tenían un enorme control sobre la formación profesional e impedían que los patronos pudieran contratar a mano de obra menos cualificada para los puestos que necesitaban una formación alta. En conclusión, los obreros más cualificados resistieron muy bien la crisis. Estaríamos hablando de una verdadera aristocracia obrera.

Pero los trabajadores no cualificados, que eran la mayoría, no disfrutaron de las mismas ventajas. Aunque no vieron bajar sustancialmente sus salarios, las pagas siguieron siendo inseguras y las jornadas laborales muy largas, como mínimo de diez horas. Pero el problema principal era el aumento vertiginoso del paro. Se calcula que en tiempos de la Gran Depresión hasta un 30% de la población de la capital londinense tenía serios problemas para subsistir.

Esta situación explosiva de gran parte de la clase obrera, no atendida por el sindicalismo clásico, motivó el surgimiento de un nuevo tipo de sindicato para los más desfavorecidos y que se centró en tres grandes objetivos. Si el sindicalismo de los trabajadores cualificados buscaba el mantenimiento y/o mejora del status de sus afiliados, el nuevo sindicato recuperó y actualizó las antiguas reivindicaciones del movimiento obrero: mejora salarial y reducción de la jornada laboral. Aunque la principal demanda sería el mantenimiento del puesto de trabajo. Era un sindicalismo mucho más radical y eso asustó a la patronal, a las autoridades y hasta la clase media, ya acostumbrada al otro sindicato, compuesto por miembros que no se encontraban tan alejados de su propia condición socioeconómica.

La tensión volvió a Gran Bretaña cuando ya se había casi olvidado la que se había desatado en la época del cartismo, casi medio siglo antes. El 13 de noviembre de 1887 tuvo lugar el conocido como Bloody Sunday, es decir, el Domingo Sangriento. Una manifestación convocada en pleno centro de Londres, en Trafalgar Square para pedir la libertad del líder nacionalista irlandés Parnell terminó con más de cien heridos y dos muertos. Dos años después, en 1889, se produjo la primera gran huelga de trabajadores sin cualificación profesional. Era la huelga de los estibadores del puerto londinense. En 1890 se celebró la primera manifestación del Primero de Mayo. En 1893 los mineros de Yorkshire, las Midlands y del Lancashire paralizaron las minas durante casi cuatro meses, algo inaudito. En ese año se alcanzó un récord de horas perdidas por huelgas.

Esta conflictividad generó una intensa represión, pero también la reacción de los políticos y pensadores más conservadores. Para los gobiernos y la patronal el estallido de huelgas sería la causa de la crisis económica y las dificultades por las que pasaba el Taller del Mundo, cuya hegemonía era ya seriamente cuestionada por la potencia económica de Alemania y de los Estados Unidos. En este clima se agudizó también el darwinismo social.

Pero también es cierto que esta conflictividad supuso la entrada en una nueva etapa del movimiento obrero en Gran Bretaña, la que permitió el nacimiento del socialismo de tipo anglosajón, ya que surgieron pensadores que consideraron que esta agitación se terminaría si se alcanzaba la justicia social y el fin de la evidente miseria que se vivía junto con la opulencia más ostentosa. Esto es a lo que se refería Kautsky cuando decía que en los años ochenta comenzó a surgir la necesidad de crear un partido socialista. Así pues, en 1884 un grupo de seguidores de Marx fundaron la Social Democratic Federation, de la que se escindiría la Liga Socialista de Morris. Para el político y pensador alemán la SDF había hecho un gran trabajo para expandir el pensamiento socialista, pero no se había conseguido crear un partido de masas, como el alemán o el de otros países europeos. Y no lo había conseguido porque los trabajadores británicos seguían creyendo en el sindicato, antes que nada. Las organizaciones políticas socialistas se habían quedado en sociedades de propaganda. Kautsky no alude explícitamente a la Sociedad Fabiana, pero podríamos encuadrarla en este contexto.

laborismo

Los padres del marxismo británico habrían buscado un camino distinto para llegar a constituir un partido del trabajo, que uniera las sociedades marxistas con los sindicatos, y que fuera totalmente independiente de los partidos existentes, como el liberal, algo que Kautsky consideraba muy diferente al modelo socialdemócrata alemán o europeo continental. Un partido del trabajo formado por los sindicatos, en alusión explícita al Partido Laborista, era distinto al SPD, partido socialista de masas al lado de los sindicatos. Esa era la causa que, en su opinión, no terminaban de cuajar la SDF británica en este modelo de partido.

Un sindicato o federación de sindicatos no podía adoptar una actitud tan decidida y clara como una organización puramente política, porque los sindicatos tendían a aglutinar en su lucha económica a elementos de opiniones políticas distintas y hasta indiferentes hacia la política. Si la tradición era sindical, era muy complicado que un partido de sindicatos (el Partido laborista) pudiera superar dicha tradición.

Pero Kautsky, aunque claramente partidario de su modelo, no era un defensor de que se aplicase a Inglaterra porque contradecía un principio defendido por Engels, y que era la consideración de que la situación del proletariado dependía de características históricas de cada lugar, que había que tener siempre en cuenta, por lo que intentar aclimatar lo que se había hecho en Alemania o en la Europa continental, como habían intentado los marxistas británicos era un claro fracaso. Así pues, la cuestión no era elegir entre un modelo u otro, sino atender a la realidad británica, y que no era otra que la del partido de sindicatos para conseguir un partido de masas. Kautsky había defendido siempre que el Partido del Trabajo inglés fuera admitido en la Segunda Internacional. 

En contraposición, los marxistas ingleses se habían enfrentado al Partido del Trabajo, como si fuera simplemente un partido social avanzado como otros del continente europeo, pero Kautsky no interpretaba el laborismo así, aunque tuviera elementos de tipo liberal. Que el Partido no fuera declarado socialista no significaba que los socialistas debían mantenerse alejados del mismo, sino trabajar unidos. Kautsky consideraba que, si un día los trabajadores británicos llegasen tan lejos intelectualmente como los alemanes, serían los más poderosos del mundo. Si en Alemania la lucha política se dirigía a la conquista del poder, en Inglaterra era por conquistar a los trabajadores.

Esa lucha solamente alcanzaría éxito dentro de la única organización política de masas británica, el laborismo. Si los marxistas británicos querían influir en el mismo debían integrarse. Kautsky era, en conclusión, un firme partidario de la unidad.

Hemos trabajado con el número 1686 de El Socialista.

Jenny von Westphalen, la aristócrata que renunció a su riqueza por casarse con Karl Marx e impulsó sus ideales revolucionarios.

Fuente: BBC Mundo, 6 de mayo 2018.

Es sabido que Karl Marx -quien nació hace 200 años- fue uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, ya que su obra inspiró a líderes comunistas como Lenin, Stalin y Mao.

Pero lo que es menos conocido es que quizás nada de eso hubiera ocurrido si Marx no hubiese conocido a Johanna Bertha Julie von Westphalen, su esposa durante 38 años.

Jenny -como la llamaban todos- podía hacer algo que nadie más podía: ¡entender la letra de su marido!

Y es que la caligrafía de Marx era famosamente mala, tanto así que resultaba indescifrable para muchos editores.

Por eso, Jenny siempre era la primera en leer todos sus artículos y tenía la crucial tarea de transcribirlos y enviarlos a las editoriales.

Pero reducir su importancia histórica e influencia a su papel como «traductora» de Marx sería una injusticia.

Von Westphalen era una pensadora política y escritora que participaba activamente en discusiones con políticos y filósofos, a la par de su marido.

Fue la primer miembro de la Liga comunista, la organización revolucionaria fundada por su esposo y Federico Engels en 1847, que se convertiría en el Partido Comunista.

Manifiesto del Partido ComunistaDerechos de autor de la imagen WIKIMEDIA COMMONS
Image caption La Liga comunista publicó en 1848 el famoso Manifiesto del Partido Comunista.

Muchos historiadores resaltan los sacrificios personales que debió hacer Jenny para acompañar y potenciar a su marido.

Y es que en realidad ella pudo haber tenido una vida de lujo y riqueza y en vez se dedicó a luchar por las clases obreras.

Pero su sacrificio más grande fue la pérdida de cuatro de sus sietes hijos, que fallecieron en su infancia como consecuencia indirecta de la pobreza que padeció la familia Marx por seguir sus ideales políticos.

Sangre aristocrática

Von Westphalen nació en el seno de una prominente familia de la aristocracia alemana (entonces Prusia).

Heredó de su padre el título de baronesa y su familia, tanto paterna como materna, estaba repleta de duques y nobles europeos.

Además era considerada una belleza y según sus biógrafos era codiciada por varios hombres de mucha fortuna.

Retrato de Johanna Bertha Julie von Westphalen en la década de 1830Derechos de autor de la imagenWIKIMEDIA COMMONS
Image captionJenny era una heredera que pudo haberse casado con un aristócrata rico. En vez, siguió su corazón y ayudó a cambiar la historia.

Pero ella los ignoró y se casó con Marx, vecino de la infancia, que provenía de una familia de clase media y era cuatro años más chico que ella.

Los unía una enorme pasión por la lectura, afición que compartían desde la adolescencia.

Él -que estudiaba para ser abogado, como su padre- le dedicó una colección de poesías y todos los relatos coinciden en que la pareja se amaba profundamente.

Pero ese amor tuvo su costo: debido a su activismo político Marx fue expulsado de varios países, incluyendo Prusia, y la familia terminó viviendo en el Reino Unido,exiliada, perseguida y en situación de pobreza.

No ayudó que Karl -experto en teoría económica- manejaba pésimamente el dinero de la familia, lo que los obligó a depender de la ayuda de Engels.

Incluso cuando Jenny heredó dinero de su familia, Marx lo invirtió en comprar una gran casa en el acomodado norte de Londres que según varias fuentes estaba por encima de su capacidad económica.

Pérdida trágica

El aspecto más trágico de esta vida que llevaban fue la pérdida de los tres hijos varones de la pareja y de una niña.

Todos fallecieron al poco tiempo de vida, algo que ha sido asociado a la pobreza y el hacinamiento que padecía la familia.

Retrato de Engeles, Marx y sus tres hijas (circa 1860)Derechos de autor de la imagenWIKIMEDIA COMMONS
Image captionEngels (izquierda) y Marx con sus tres hijas que sobrevivieron. Todas fueron nombradas en honor a su madre: Jenny Caroline (1844-1883), Jenny Julia Eleanor (1855-1898) y Jenny Laura (1845-1911). Las tres continuaron con la obra de su padre.

No obstante, y a pesar de haber dado a luz siete veces y de criar a tres hijas, Jenny nunca dejó de ayudar a su marido.

En su libro «Amor y Capital: Karl y Jenny Marx y el nacimiento de una revolución», de 2011, la autora Mary Gabriel cuenta cómo Jenny, embarazada, viajaba para juntar dinero para financiar el trabajo de Marx.

Y es que incluso eso debió hacer por él: las autoridades prusianas le quitaron a Marx la ciudadanía y los británicos se rehusaban a otorgarle el documento, por considerarlo una figura peligrosa. Así que Marx era, en esencia, un hombre sin nacionalidad.

Tampoco tenía la fama: cuando su obra más famosa, «El capital», fue publicada en 1867, pasó sin pena ni gloria.

Fue mucho tiempo después que Marx sería reconocido como uno de los grandes intelectuales de la historia.

Para entonces él ya había fallecido. Y también Jenny, que murió en 1881, dos años antes que su esposo. Se la llevó un cáncer de hígado a los 67 años.

Tumba de Marx en el cementerio de Highgate, en LondresDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa famosa tumba de Marx en el cementerio de Highgate, en Londres. El nombre de Jenny está escrito en la lápida, opacado por el tributo a su marido.

Hoy ambos siguen enterrados, lado a lado, en el cementerio de Highgate, en el norte de Londres.

En la lápida que comparten hay una enorme escultura de la cabeza de Marx y el nombre de él está escrito en grandes letras doradas.

Miles de personas peregrinan hasta allí para ver la tumba. Pero seguramente solo unos pocos sepan que la mujer que yace junto al famoso Marx merece su propio tributo.

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