Los orígenes del movimiento obrero

Fuente: sobrehistoria.com 26/12/2019

El movimiento obrero surge en el siglo XIX con la asociación o agrupación de trabajadores asalariados, que fundamentalmente se unen para alcanzar una serie de objetivos como son, la defensa y protección de sus derechos laborales y económicos. A continuación vamos a estudiar los orígenes del Movimiento Obrero,  cómo surgen, por qué surgen y que consecuencias tuvo.

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INDUSTRIALIZACIÓN Y ASOCIACIONES DE OFICIO

El movimiento obrero surge en Inglaterra en el siglo XVIII, como consecuencia de la Revolución Industrial y por tanto de la Industrialización.

Su principal objetivo fue el de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores ya que en una primera etapa de la Industrialización, no existía ningún tipo de legislación laboral que fijara los horarios o salarios de los trabajadores.

Los trabajadores o proletarios, dependían de las decisiones que en tono a las cuestiones laborales, tomaran los empresarios o burgueses. Estas condiciones que el empresario ofrecía eran:

  • Jornadas laborales excesivas.
  • Explotación infantil, donde los niños trabajaban las mismas horas que los mayores.
  • Salarios ínfimos que no les permitían cubrir las necesidades básicas y despidos sin indemnización y sobre todo miseria.
  • Viviendas en suburbios, hacinados, en unas condiciones pésimas de higiene, cuyas consecuencias eran constantes epidemias.

Todas estas condiciones lamentables en la que vivían los trabajadores, consiguieron que éstos tomaran lo que se llamó «conciencia de clase» y como consecuencia, comenzaron a agruparse reclamando mejoras en sus condiciones laborales.

Los trabajadores se organizaron en hermandades, siguiendo el modelo de los antiguos gremios formados en la Baja Edad Media. Estas hermandades además de reivindicar mejoras laborales y salariales, comenzaron a ayudarse entre ellos mismos ante situaciones trágicas como era el paro, viudedad, orfandad, enfermedad. etc.

Crearon las primeras asociaciones sindicales, atendiendo a los diferentes sectores laborales, como fue en Inglaterra el sindicato del algodón.

REPRESIÓN, RADICALISMO Y LUCHA SOCIAL

En esta situación, algunos sindicatos que protagonizaron el movimiento obrero, comenzaron a cuestionar los beneficios de la industrialización.

CARACTERÍSTICAS DE LA LUCHA SOCIAL

Las asociaciones o movimientos obreros pretendían mejorar las condiciones laborales como eran, las mejoras de los salarios, jornadas laborales más cortas, seguridad en el trabajo, etc.

A estas reivindicaciones se empezaron a sumar otras de carácter político como fueron:

  • La libertad de expresión
  • El derecho al voto
  • El derecho de asociación

La unión de los trabajadores se consiguió gracias a los debates que se realizaban dentro de las mismas asociaciones o sindicatos. Aparecen los primeros síntomas de rebeldía entre las clases obreras como fueron las huelgas o las manifestaciones obreras.

La fuerza de estos movimientos obreros era el trabajo en equipo, donde la fuerza del colectivo era más eficaz que las manifestaciones individuales. Tomando el diálogo y las negociación como una forma de llegar a un entendimiento entre trabajadores y empresarios.

REPRESIÓN Y RADICALISMO

Las manifestaciones obreras y exigencias de los trabajadores resultaron ser excesivas para los empresarios. Estas protestas y las huelgas no gustaron nada a los empresarios y como consecuencia de ésto, llegaron los problemas y los enfrentamientos entre estos dos clases sociales.

Los trabajadores comenzaron a sufrir la represión por parte de los empleadores, empezaban a ser un sector muy molesto y no era sólo por sus manifestaciones y huelgas sino también porque las ideologías de los obreros, éstas chocaban con las suyas propias.

Las formas reivindicativas de las masas obreras, también sufrieron el rechazo de la sociedad ya que utilizaron, en algunos casos, la violencia para conseguir los objetivos, actos violentos que rápidamente fueron reprimidos por las autoridades.

Las consecuencias de estas manifestaciones en muchos casos, fueron sofocadas con despidos masivos, una actitud que pronto tuvo otros tipos de consecuencias.

COMBINATION LAWS

En Inglaterra, las organizaciones obreras o sindicatos (Trade Unions), se ilegalizaron a través de las Combination Laws. Unas leyes que permitían la persecución de estos movimientos obreros, además apoyaron a los empresarios, facilitando las denuncias. Unas leyes de represión que ya se habían impuesto en Francia, años antes.

Los sindicatos fueron perseguidos durante unos años, apresando a los líderes de los movimientos obreros, dando lugar a otro tipo de protesta obrera como fue el ludismo. No obstante, el movimiento obrero fue demasiado grande como para poderlo controlar.

En 1824, la presión social y obrera obligó a derogar la ley de represión, permitiéndose la creación de sindicatos obreros. En 1825, se aprueba la Combination Act, por la que se despenalizaba el derecho a huelga y el sindicalismo pero castigaba la intimidación a los trabajadores no sindicados.

EL LUDISMO

Con la Revolución Industrial, surgen las primeras máquinas a vapor textiles. Éstas consiguen mayor producción y mejor acabado que los trabajos hasta ahora artesanales.

La demanda de textiles industriales se incrementa a la misma velocidad que desciende la demanda artesanal, obligando a éstos últimos a abandonar su oficio y trasladarse a las ciudades en busca de trabajo.

La afluencia masiva de éstos a las urbes generó tanta mano de obra que las incipientes industrias no podían absorber. La cantidad de desocupados era enorme y culparon directamente a las nuevas máquinas de su situación ruinosa.

La forma que encontraron para protestar por su situación, fue la destrucción de las nuevas máquinas. Grupos mas o menos organizados enviaron amenazas a los empresarios antes de emprender actos violentos contra las propias máquinas.

Todas estas amenazas eran firmadas en nombre de Ned Ludd, quién se cree que fue el primero en emprender una acción violenta contra un telar. Así nace el movimiento llamado Ludismo entre las últimas décadas del siglo XVIII y primeros años del XIX.

Estos actos violentos fueron duramente perseguidos y sus consecuencias fueron pagadas incluso con penas de muerte. Estas acciones contra las máquinas, se hicieron con el tiempo extensivas hacia los propios empresarios, esta vez por las condiciones penosas de sus trabajadores.

LAS PRIMERAS ORGANIZACIONES SINDICALES

En 1824 tras la abolición de las Combination Laws, como ya hemos comentado anteriormente, la asociación obrera comienza su periplo legal.

Las consecuencias inmediatas fue que el asociacionismo obrero se incrementó rápidamente, dando lugar a dos modelos fundamentales, los Trade Unions o sindicatos de oficio y las cooperativas.

Estos dos modelos reivindicaban únicamente las mejoras tanto profesionales como económicas. Las Trade Unions eran asociaciones formadas por obreros de una misma localidad y de un mismo gremio, estos sindicatos de oficio, prestaban ayuda a los trabajadores sindicados, en caso de necesidad.

La forma en la que éstas se financiaban era por medio de aportaciones monetarias que después redundarían en las pensiones de los trabajadores así como en subvenciones.

Poco a poco los sindicatos de oficio fueron ampliando sus horizontes hasta dejar de ser sindicatos dedicados a oficios y localidades determinados, para pasar a tener un ámbito de actuación estatal.

Así podemos decir que el primer sindicato obrero, de carácter estatal, que se creó:

  • En 1829 se crea en Gran Bretaña el sindicato del algodón.
  • En 1834, Robert Owen unificó varios sindicatos de oficio, creando la Great Trade Union, sindicato que fue ilegalizado por el alcance tan importante que llegó a tener.
  • Las reivindicaciones políticas surgen con el cartismo.
  • En 1871, se constituye legalmente los Trade Unions
  • En 1863 , se crea en Alemania la Asociación General de Trabajadores Alemanes
  • En 1886, en Estados Unidos surge el American Federation of Labor (AFL)
  • En 1888, surge en España el primer sindicato obrero, la Unión General de Trabajadores (UGT)
  • En 1895, nace en Francia la Confédération Génerale du Travail (CGT)

EL CARTISMO

En Gran Bretaña, los obreros comenzaron a sindicarse dirigiendo su lucha a la política, buscaban la igualdad de todos los ciudadanos en cuanto a derechos. Estas reivindicaciones políticas dieron lugar al cartismo, donde la lucha por conseguir derechos políticos para los asalariados, tuvo su máxima expresión entre 1838 y 1848.

Aparecen los primeros movimientos a favor del sufragio para los varones a partir de los 21 años, en el año 1838. Una reivindicación que corrió a cargo de la Asociación de Trabajadores de Londres, que entre otras peticiones, como eran:

  • Voto secreto
  • Elecciones anuales a Parlamento
  • Eliminación como requisito, de estar en posesión de una propiedad para poder formar parte del Parlamento,
  • Sueldo para los parlamentarios

El cartismo pretendía la democratización en el Parlamento, con más de 1 millón de firmas, se rechazó en el Parlamento la primera petición que éstos realizaron.

Este rechazo motivó la insurrección y huelga de los integrantes más radicales del movimiento, un hecho que fue duramente reprimido.

Finalmente el movimiento cartista comenzó a diluirse tras no haber conseguido ninguno de los objetivos marcados. No obstante, poco a poco estas exigencias fueron consiguiéndose a través de un proceso de reformas en el entorno laboral.

El cartismo fue una primera incursión de lo que sería posteriormente, las luchas tanto políticas como sociales de finales del siglo XIX, cuyas consecuencias fueron la aparición de nuevos partidos políticos, como el socialismo, el marxismo y el anarquismo.

Pero si algo consiguió este movimiento obrero fue constatar la organización de la masa obrera y su movilización por conseguir objetivos comunes, como proponía Karl Marx.

El movimiento obrero luchaba en cada país por alcanzar los mismos derechos sociales. La idea de Marx, sobre la organización obrera y la unión de todos los trabajadores en un frente común e internacional, tuvo sus consecuencias, la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), más conocida como la Primera Internacional.

EL SOCIALISMO UTÓPICO

El socialismo utópico fue una corriente ideológica donde los pensadores proponían un sistema económico igualitario, es decir, frente al capitalismo que había generado desigualdades e injusticias, entre las clases sociales.

El socialismo utópico proponía la igualdad. Se llamó utópico porque los mismos pensadores sabían que ésto era imposible.

Entre los pensadores más importante de la corriente socialista utópica destacamos a Henry de Saint-Simon, Robert Owen y Charles Fournier.

La huelga de las trabajadoras de Perkin Carpet en 1886

 Noticia publicada por El Socialista en 1886. (Archivo El Socialista)

Autor: Eduardo Montagut

Fuente: Nueva Tribuna 22/10/2019

En nuestro interés por profundizar en el movimiento obrero femenino nos acercamos, aunque sea brevemente, a una huelga de trabajadoras norteamericanas a finales del año 1886. Hemos empleado como fuente el número 43 de El Socialista.

El periódico obrero socialista español se hacía eco de una noticia consultada en el periódico The Socialist, órgano del Partido Obrero. Al parecer, 128 trabajadoras jóvenes se habían puesto en huelga en la fábrica de Perkin Carpet en Brooklyn (New York) en noviembre de 1886.

El motivo del conflicto no había sido salarial sino por el maltrato que estaban padeciendo por parte de quienes dirigían los trabajos en la factoría. La huelga era apoyada por la Asociación de los Caballeros del Trabajo.

Los socialistas españoles aprovecharon la noticia para recordar que la explotación burguesa se manifestaba en todas partes de igual manera, en repúblicas, monarquías e imperios. Ninguna de las formas de gobierno impedía a los que poseían los medios de producción arrebatar a los trabajadores una parte de su trabajo, explotar a los niños y mujeres, y valerse de la miseria para convertirlas en objetos o instrumentos de placer. En esa época se hicieron muchas referencias en El Socialista sobre el movimiento obrero norteamericano, tanto por la importancia que estaba adquiriendo –recordemos el año de esta noticia y su repercusión en la historia-, como para demostrar que en la República de los Estados Unidos, a pesar de su estructura política democrática, se explotaba al obrero de la misma forma que en sistemas políticos monárquicos, siguiendo la línea socialista contraria al republicanismo español, acusado de burgués.


Además del número citado del periódico socialista español como fuente es muy recomendable la consulta del trabajo de Kambach, Allyson B., «Arenas of negotiation: defining women’s roles in labor periodicals» (1996). Theses and Dissertations. Paper 432, donde alude a este conflicto, y que podemos consultar en la red.

Socialismo y trabajo asalariado de la mujer casada en los años veinte

Autor: EDUARDO MONTAGUT

Fuente: NUEVATRIBUNA.ES 07/07/19

El periódico socialista español se hizo eco a comienzos de 1929 de la polémica que se suscitó en algunos países europeos sobre el trabajo de la mujer casada en tiempos de paro, emitiendo su propia opinión al respecto, y que nos parece interesante estudiar.

El Socialista consideraba que la existencia de estos artículos demostraba que estaba cundiendo la idea en Europa de prohibir a las mujeres casadas que pudieran trabajar fuera de casa

Al parecer, el órgano de las mujeres socialistas belga, La Voix de la Femme, venía tratando en varios números la cuestión de si estaría justificada o no una ley que prohibiese a las mujeres casadas el trabajo asalariado. Por su parte, Fraunwelt (El Mundo Femenino),publicación socialista berlinesa, y que dirigía Toni Sender, había organizado una especie de concurso-debate para que opinasen las obreras y las esposas de los trabajadores. El premio se otorgaría a la participante que con mayor claridad y precisión explicase la esencia de la cuestión. Por fin, en el órgano sindical GewerkschaftlicheFrau-Zeitung de las mujeres berlinesas se insertaba un artículo donde se exponían las dificultades que hao sllaría una prohibición de esta naturaleza.

El Socialista consideraba que la existencia de estos artículos demostraba que estaba cundiendo la idea en Europa de prohibir a las mujeres casadas que pudieran trabajar fuera de casa. Era una propuesta, siempre según el periódico obrero, que podía provocar el enfrentamiento entre las obreras, en vez de unir a las mujeres asalariadas en la lucha común contra el paro. Pero, además, estaba indicando que la mujer tenía que elegir entre su matrimonio y el trabajo, en vez de potenciar la idea de la necesidad de que la mujer conquistase su independencia económica, clave para la emancipación femenina.

Si los socialistas debían que tener una opinión al respecto había que afirmar que esta supuesta prohibición era una idea caduca. Las mujeres socialistas tendrían el deber de procurar que los derechos y las prohibiciones no se estableciesen o midieran en función del género.

Pero, también es cierto que, en este evidente alegato feminista, partiendo de que el periódico socialista español consideraba que era una propuesta totalmente inadmisible, y fruto de la iniciativa de la burguesía para dividir a las trabajadoras, es decir, en clave de feminismo socialista, se planteaba una cierta contradicción, fruto del mantenimiento del paternalismo del pasado.

Nos referimos a que, aunque el movimiento obrero socialista ya había asumido en los años veinte el completo derecho de la mujer a trabajar fuera de casa, como hemos visto sobre la independencia económica, se recordaba que era un crimen privar a la mujer casada de su derecho a trabajar fuera de casa porque si lo hacía, después de su enorme carga en casa, era por necesidad.

Kautsky y la izquierda británica en 1913 .

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Eduard Bernstein con Karl Kautsky, hacia 1925

Autor: Eduardo Montagut.

Fuente: Nueva Tribuna, 21/02/2019

Kautsky publicó el 26 de diciembre de 1913 un artículo en Neue Zeit, la principal revista teórica del SPD, y que en España se pudo leer gracias El Socialista sobre la unidad del socialismo británico, y sobre el carácter del laborismo.

La Segunda Internacional siempre luchó para que en cada país solamente hubiera un partido socialista. Uno de los grandes objetivos fue su empeño en que se terminara con la intensa división en Francia, una recomendación que fue seguida con la creación de la SFIO en 1905. En este sentido, muy importante fue la resolución tomada por el Congreso de Ámsterdam. En dicho Congreso se aprobó una resolución sobre la unidad. Para que la clase obrera tuviera fuerza en su lucha contra el capitalismo se hacía indispensable que hubiera un único partido socialista en cada país, enfrente de los partidos burgueses, como había un único proletariado. En consecuencia, todos los militantes, fracciones u organizaciones que se considerasen socialistas tenían el deber de trabajar para conseguir la unidad sobre la base de los principios establecidos por los Congresos internacionales. La Segunda Internacional y los Partidos de las naciones donde existiese tal unidad tenían el deber de ponerse a disposición para ayudar a que este acuerdo tuviese éxito.

Pues bien, la Oficina de la Internacional, que se había reunido en Londres en 1913 para preparar el Congreso de la Internacional de Viena, también había tratado sobre la unidad socialista en Gran Bretaña y en Rusia, aprobándose que la Socialdemocracia alemana, pilar de la Segunda Internacional, debía ayudar con su ejemplo y estímulo a los socialistas de ambos países para conseguir la unidad organizativa.

Así pues, Kautsky se había puesto manos a la obra, y había escrito el trabajo aludido. Su análisis es de una gran lucidez, partiendo siempre de un análisis de la realidad económica, social y política británicas desde el siglo anterior, intentado adaptar el modelo de organización política socialista a dicha realidad, sin procurar imponer el alemán o continental.

El líder alemán consideraba que en Inglaterra faltaba una teoría común que ayudase a que se realizase la unidad. Allí habían nacido la Revolución Industrial y el capitalismo, y por eso, se había desarrollado antes que en ningún sitio la lucha política de la burguesía y del proletariado, pero antes de que se hubiera producido una investigación teórica profunda de la sociedad. En consecuencia, el país más avanzado económicamente había conservado los modos más antiguos de pensamiento. El proletariado británico se movía en unas líneas de pensamiento premarxista, sin un gran interés por la teoría, algo que compartía con la burguesía. En el Reino Unido la práctica había precedido a la teoría, generándose un evidente menosprecio a la misma y a todo tipo de política que no trajese ventajas prácticas. Kautsky estaba aludiendo, evidentemente, a la falta de marxismo en Inglaterra, a pesar de que allí escribiera gran parte de su obra Marx, y al sentido práctico británico, que compartían todas las clases.

El pensamiento de muchos socialistas británicos seguía bebiendo del radicalismo, una corriente que, como bien sabemos, se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVIII, y de una evidente filantropía de origen burgués. Kautsky citaba a Owen, Comte, Carlyle, Stuart Mill, Spencer y Henry George. Hasta el marxismo británico era peculiar. Los dos grandes marxistas, Hyndman y Ernest Belfort Bax rechazaban realmente la interpretación materialista de la Historia.

En la Europa continental, y especialmente en Alemania, en cambio, el movimiento social se había desarrollado después que el político, y los sindicatos, aunque organizaciones independientes del Partido, estaban íntimamente ligados al mismo. En Inglaterra, por su parte, el movimiento obrero solamente se había desarrollado desde mediados del siglo XIX a través de los sindicatos, que dirigían tanto las luchas económicas como las políticas de la clase trabajadora. Otro aspecto importante a destacar era cómo el Partido Liberal británico había conseguido seducir a los trabajadores durante un tiempo.

Pero los problemas de la industria británica en los años setenta del siglo XIX trajeron cambios en relación con el panorama descrito. Los sindicatos comenzaron a estancarse, y se desarrolló una intensa miseria en el seno de la clase trabajadora no organizada. Kautsky observaba un fenómeno que conoce bien la historiografía en relación con la crisis de 1873. En principio, la bajada de precios benefició a todos los grupos sociales, como se puso de manifiesto en la alimentación. La carne, un lujo durante gran parte del siglo XIX, comenzó a aparecer en la mesa de los obreros. Hubo un evidente estímulo del comercio, surgiendo tiendas y almacenes en los barrios. También hubo un abaratamiento del transporte público, como el popular tranvía. Los salarios de los obreros cualificados, a pesar de la deflación, se mantuvieron relativamente altos gracias al poder y presión de las Trade Unions. La huelga, ya legal, era un instrumento muy eficaz y temido. Los sindicatos contaban con bolsas de resistencia para las huelgas, por lo que ya no era tan fácil romperlas. Además, tenían un enorme control sobre la formación profesional e impedían que los patronos pudieran contratar a mano de obra menos cualificada para los puestos que necesitaban una formación alta. En conclusión, los obreros más cualificados resistieron muy bien la crisis. Estaríamos hablando de una verdadera aristocracia obrera.

Pero los trabajadores no cualificados, que eran la mayoría, no disfrutaron de las mismas ventajas. Aunque no vieron bajar sustancialmente sus salarios, las pagas siguieron siendo inseguras y las jornadas laborales muy largas, como mínimo de diez horas. Pero el problema principal era el aumento vertiginoso del paro. Se calcula que en tiempos de la Gran Depresión hasta un 30% de la población de la capital londinense tenía serios problemas para subsistir.

Esta situación explosiva de gran parte de la clase obrera, no atendida por el sindicalismo clásico, motivó el surgimiento de un nuevo tipo de sindicato para los más desfavorecidos y que se centró en tres grandes objetivos. Si el sindicalismo de los trabajadores cualificados buscaba el mantenimiento y/o mejora del status de sus afiliados, el nuevo sindicato recuperó y actualizó las antiguas reivindicaciones del movimiento obrero: mejora salarial y reducción de la jornada laboral. Aunque la principal demanda sería el mantenimiento del puesto de trabajo. Era un sindicalismo mucho más radical y eso asustó a la patronal, a las autoridades y hasta la clase media, ya acostumbrada al otro sindicato, compuesto por miembros que no se encontraban tan alejados de su propia condición socioeconómica.

La tensión volvió a Gran Bretaña cuando ya se había casi olvidado la que se había desatado en la época del cartismo, casi medio siglo antes. El 13 de noviembre de 1887 tuvo lugar el conocido como Bloody Sunday, es decir, el Domingo Sangriento. Una manifestación convocada en pleno centro de Londres, en Trafalgar Square para pedir la libertad del líder nacionalista irlandés Parnell terminó con más de cien heridos y dos muertos. Dos años después, en 1889, se produjo la primera gran huelga de trabajadores sin cualificación profesional. Era la huelga de los estibadores del puerto londinense. En 1890 se celebró la primera manifestación del Primero de Mayo. En 1893 los mineros de Yorkshire, las Midlands y del Lancashire paralizaron las minas durante casi cuatro meses, algo inaudito. En ese año se alcanzó un récord de horas perdidas por huelgas.

Esta conflictividad generó una intensa represión, pero también la reacción de los políticos y pensadores más conservadores. Para los gobiernos y la patronal el estallido de huelgas sería la causa de la crisis económica y las dificultades por las que pasaba el Taller del Mundo, cuya hegemonía era ya seriamente cuestionada por la potencia económica de Alemania y de los Estados Unidos. En este clima se agudizó también el darwinismo social.

Pero también es cierto que esta conflictividad supuso la entrada en una nueva etapa del movimiento obrero en Gran Bretaña, la que permitió el nacimiento del socialismo de tipo anglosajón, ya que surgieron pensadores que consideraron que esta agitación se terminaría si se alcanzaba la justicia social y el fin de la evidente miseria que se vivía junto con la opulencia más ostentosa. Esto es a lo que se refería Kautsky cuando decía que en los años ochenta comenzó a surgir la necesidad de crear un partido socialista. Así pues, en 1884 un grupo de seguidores de Marx fundaron la Social Democratic Federation, de la que se escindiría la Liga Socialista de Morris. Para el político y pensador alemán la SDF había hecho un gran trabajo para expandir el pensamiento socialista, pero no se había conseguido crear un partido de masas, como el alemán o el de otros países europeos. Y no lo había conseguido porque los trabajadores británicos seguían creyendo en el sindicato, antes que nada. Las organizaciones políticas socialistas se habían quedado en sociedades de propaganda. Kautsky no alude explícitamente a la Sociedad Fabiana, pero podríamos encuadrarla en este contexto.

laborismo

Los padres del marxismo británico habrían buscado un camino distinto para llegar a constituir un partido del trabajo, que uniera las sociedades marxistas con los sindicatos, y que fuera totalmente independiente de los partidos existentes, como el liberal, algo que Kautsky consideraba muy diferente al modelo socialdemócrata alemán o europeo continental. Un partido del trabajo formado por los sindicatos, en alusión explícita al Partido Laborista, era distinto al SPD, partido socialista de masas al lado de los sindicatos. Esa era la causa que, en su opinión, no terminaban de cuajar la SDF británica en este modelo de partido.

Un sindicato o federación de sindicatos no podía adoptar una actitud tan decidida y clara como una organización puramente política, porque los sindicatos tendían a aglutinar en su lucha económica a elementos de opiniones políticas distintas y hasta indiferentes hacia la política. Si la tradición era sindical, era muy complicado que un partido de sindicatos (el Partido laborista) pudiera superar dicha tradición.

Pero Kautsky, aunque claramente partidario de su modelo, no era un defensor de que se aplicase a Inglaterra porque contradecía un principio defendido por Engels, y que era la consideración de que la situación del proletariado dependía de características históricas de cada lugar, que había que tener siempre en cuenta, por lo que intentar aclimatar lo que se había hecho en Alemania o en la Europa continental, como habían intentado los marxistas británicos era un claro fracaso. Así pues, la cuestión no era elegir entre un modelo u otro, sino atender a la realidad británica, y que no era otra que la del partido de sindicatos para conseguir un partido de masas. Kautsky había defendido siempre que el Partido del Trabajo inglés fuera admitido en la Segunda Internacional. 

En contraposición, los marxistas ingleses se habían enfrentado al Partido del Trabajo, como si fuera simplemente un partido social avanzado como otros del continente europeo, pero Kautsky no interpretaba el laborismo así, aunque tuviera elementos de tipo liberal. Que el Partido no fuera declarado socialista no significaba que los socialistas debían mantenerse alejados del mismo, sino trabajar unidos. Kautsky consideraba que, si un día los trabajadores británicos llegasen tan lejos intelectualmente como los alemanes, serían los más poderosos del mundo. Si en Alemania la lucha política se dirigía a la conquista del poder, en Inglaterra era por conquistar a los trabajadores.

Esa lucha solamente alcanzaría éxito dentro de la única organización política de masas británica, el laborismo. Si los marxistas británicos querían influir en el mismo debían integrarse. Kautsky era, en conclusión, un firme partidario de la unidad.

Hemos trabajado con el número 1686 de El Socialista.

Manifiesto del Partido Comunista.

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Autor: Víctor Arrogante.

Fuente: Nueva Tribuna, 17/02/2019

Un 21 de febrero de 1848, hace ahora 171 años, se publicaba el Manifiesto del Partido Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels. Una crítica a la sociedad y un programa de acción que marcaron el siglo XX e inspiraron muchos regímenes, desde la Revolución rusa en adelante. Desde su frase inicial «un espectro se cierne sobre Europa, el espectro del comunismo», hasta la convocatoria final: ¡Proletarios de todos los Países, uníos!, es un canto hacia la igualdad y la justicia social.

No pretendo hacer un análisis pormenorizado de la obra, pero si esbozar su fundamento, resaltando aquellas cuestiones que han ido moldeándose según las previsiones y doctrina marxista que hoy sigue estando vigente. El texto, escrito y publicado en alemán, fue el resultado del encargo de la Liga de los Justos; una sociedad secreta revolucionaria a la que los autores se habían afiliado un año antes. Aunque su difusión inicialmente estuvo limitada a grupos revolucionarios alemanes, en la segunda mitad del siglo XIX fue traducida a multitud de idiomas y alcanzó gran notoriedad a medida que el movimiento obrero socialista se difundía por Europa y sus áreas de influencia.

El Manifiesto del Partido Comunista se divide en un preámbulo y cuatro capítulos: «I. Burgueses y proletarios», «II. Proletarios y comunistas», «III. Literatura socialista y comunista» y «IV. Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición». Conocidos por sus obras anticapitalistas, que forman la base del marxismo, Marx y Engels, han sido los escritores políticos más influyentes de la historia. Sus libros más destacados son: El Capital (1867) y El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte (1852), que comienza con la frase: «La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa».

En 2018 se conmemoró el bicentenario del nacimiento de Karl Marx, padre del socialismo científico. Filósofo, teórico político y crítico de la economía política, cuyos escritos aspiraban a alterar el curso de las disciplinas económicas, sociales y científicas ya existentes en su época. Marx se declaró apátrida, ateo y revolucionario. Su investigación se centró en el campo de la filosofía, la historia, la ciencia política, la sociología y la economía. El marxismo, representa al comunismo moderno, al materialismo histórico y al socialismo científico.

Marx y Engels, dejan claro que los comunistas son parte del movimiento proletario y no se encuentran por encima de él. Lo que los distingue del resto del movimiento proletario es destacar en cada acción los intereses comunes que tienen los proletarios de todas las naciones. Los autores describen la teoría del comunismo en la fórmula: «abolición de la propiedad privada», pero aclarando que no se refieren a la abolición de la propiedad en general, sino de la propiedad privada burguesa, que resulta de la explotación capitalista, buscando abolir la forma burguesa que adoptan determinadas instituciones como la propiedad, el trabajo, la familia, la nacionalidad o la individualidad.

En el Siglo XIX, los nuevos modos de producción, comunicación y distribución habían creado una enorme riqueza, que no se distribuyó por igual. El 10% de la población poseía prácticamente toda la propiedad; el otro 90% no poseía nada. A medida que las ciudades y pueblos se industrializaban, a medida que la riqueza se concentraba más y los ricos se enriquecían, la clase media comenzó a hundirse al nivel de la clase trabajadora. A medida que desaparecían las ideologías, que habían hecho que la desigualdad pareciera natural y ordenada, era inevitable que los trabajadores de todo el mundo vieran el sistema como lo que era, se levantara y lo derrocara.

Marx era un verdadero revolucionario. Todo su trabajo fue escrito al servicio de la revolución que predijo en el Manifiesto Comunista. Después de su muerte, las revoluciones comunistas se cumplieron, no exactamente dónde o cómo él se imaginaba pero sí en su nombre. Una de las aportaciones fundamentales de Karl Marx fue el materialismo histórico. Consideraba que la sociedad estaba determinada por sus condiciones materiales o por las relaciones personales. Así, para el desarrollo de una sociedad, la producción de bienes materiales debía considerarse fundamental. El aspecto más importante en la teoría del materialismo histórico, es haber fijado la atención en la producción de material y en las leyes económicas de la sociedad, dejando como conclusión que la sociedad evoluciona al incrementarse sus producciones materiales.

Uno de los principios clave de Marx fue que la teoría siempre debía estar unida a la práctica. Ese es el punto de la famosa undécima tesis sobre Feuerbach: «Los filósofos hasta ahora solo han interpretado el mundo de varias maneras; la clave es cambiarlo». Marx no estaba diciendo que la filosofía fuese irrelevante, sino que los problemas filosóficos surgen de las condiciones de la vida real, y que solo pueden resolverse cambiando esas condiciones, rehaciendo el mundo. Y de hecho las ideas de Marx se utilizaron para rehacer el mundo, o una gran parte de él. El socialismo científico, se trata de un modelo sociopolítico que, según Karl Marx y Friedrich Engels, se diferenciaba de los demás socialismos del siglo XIX por incluir premisas científicas. Modelo a su vez basado en el materialismo histórico en el que la lucha de clases conduce a cambios en la sociedad regida por los humanos.

Diferenciándose de los «socialistas utópicos», Marx y Engels se propusieron formular los principios de un «socialismo científico», partiendo de una crítica al orden capitalista y a las leyes de su funcionamiento; leyes que llevarían al sistema a su destrucción. El Manifiesto fue mucho más que una simple proclama política. En él, Marx volcó una teoría de la historia y del progreso, del funcionamiento de la economía y de las clases sociales. Además, profetizó la revolución proletaria. Pese a ser caracterizado como materialista, pese a proclamar que las sociedades no cambiaban por las ideas sino por un determinismo basado en las contradicciones entre los sistemas y los intereses de clase, lo que se formula en el manifiesto es el orden de las utopías. La utopía de la igualdad, de la propiedad colectiva de los medios de producción, de todos los hombres trabajando a la par, no en beneficio propio e individual, sino del conjunto. Una utopía voluntarista.

Para Marx y Engels, «la historia de toda sociedad hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases», desde los patricios y los plebeyos en la antigua Roma, los siervos y los señores en el feudalismo, hasta los burgueses y los proletarios en el capitalismo. El burgués posee los medios de producción pero son los proletarios −que no los poseen− quienes generan el valor de las mercancías con esos medios. La burguesía es una clase dinámica que ha jugado en la historia un papel revolucionario al derrocar al poder feudal. Su prosperidad deriva del crecimiento de la industria y del comercio, potenciados por la apertura de nuevos mercados, como resultado del descubrimiento de América y la apertura de mercados en Asia.

Marx y Engels, esbozan un programa general con 10 propuestas: 1.- Expropiación de la propiedad de la tierra y empleo de la renta para gastos del Estado. 2.- Fuertes impuestos progresivos. 3.- Supresión del derecho de herencia. 4.- Confiscación de la propiedad de los emigrantes y sediciosos. 5.- Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional. 6.- Centralización del transporte en manos del Estado. 7.- Multiplicación de las fábricas nacionales, de los medios de producción. 8.- Proclamación del deber general de trabajar y creación de ejércitos industriales, principalmente en el campo. 9.- Articulación de las explotaciones agrícolas e industriales. 10.-Educación pública y gratuita de todos los niños. Abolición del trabajo infantil fabril. Unificación de la educación con la producción material.

En el prólogo de la edición alemana de 1872, Marx y Engels declaran que la aplicación de estos 10 principios dependerá de las circunstancias históricas existentes, llegando incluso a admitir que: «Si tuviésemos que formularlo hoy (en 1872), este pasaje presentaría un tenor distinto en muchos respectos». Por último matizan que, si bien el proletariado en lucha contra la burguesía, se ve obligado a la conquista del poder político, una vez «hayan desaparecido las diferencias de clase y toda la producción esté concentrada en manos de la sociedad», la hegemonía política de clase del proletariado dejará de ser necesaria, «Y la vieja sociedad burguesa, será sustituida por una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos».

En definitiva, El Manifiesto Comunista era un programa para la organización mundial del proletariado, y como tal, se fue actualizando en función de las lecciones extraídas de las experiencias históricas de la clase trabajadora. Desde esta perspectiva, Engels, tras la muerte de Marx, continuó la obra, no sólo completando la edición de El Capital, sino también revisando y corrigiendo, cada artículo que se publicaba. El Manifiesto Comunista es el segundo libro más vendido de la historia.

Karl Marx y Friedrich Engels, no pudieron verificar sus predicciones sobre el fin del capitalismo, pero el marxismo, sigue siendo válido para el análisis de la realidad social y económica, porque el marxismo ha penetrado profundamente en la historia. Entendieron la construcción de una ideología antihegemónica y el desmantelamiento de la ideología burguesa en la clase trabajadora. De hecho, el Manifiesto fue un esfuerzo consciente para moldear la ideología de los líderes de la nueva y creciente clase trabajadora, para convencerlos a que se organizaran. Cualquier comunista, socialista o progresista, que haya tratado de organizar a un colectivo de trabajadores, se ha enfrentado al poderoso rol desorganizador de la ideología burguesa.

La lucha contra los imperialismos y el poder económico capitalista, es la clave para conseguir el bienestar, la igualdad y la libertad: ¡Trabajadores y trabajadoras del mundo, uníos!

Rosa Luxemburgo, “La Rosa Roja”.

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Autor: Edmundo Fayanas Escuer

Fuente: Nueva Tribuna, 26/12/2013

Nace el cinco de marzo de 1871 en Zanosc, cerca de Lublin en Polonia, siendo en esta época territorio ocupado por el imperio ruso. Su origen es judío. Su padre fue Elias Luxemburgo III, un industrial de la madera y su madre Line Lowenstein. Dicho matrimonio tuvo cinco hijos, los cuatro primero fueron hombre, y la quinta fue Rosa.

Esta nació con un defecto en su desarrollo, que la incapacitara físicamente toda su vida. Esto le hizo estar postrada por una dolencia en la cadera, a la edad de cinco años, consecuencia de ello, tuvo una cojera permanente.

Su familia disfrutaba de un nivel económico alto y se desenvolvía en un ambiente culto. Rosa estudia en los mejores institutos polacos, conocían todo el mundo intelectual europeo, especialmente la cultura alemana. Destacaba por su inteligencia, lo que le permitió estudiar, a pesar de los prejuicios, que imperaban contra las mujeres de esa época y pese a la creciente discriminación antisemita que recorría toda Europa contra los judíos.

“La libertad no es nada cuando se convierte en un privilegio”

Su familia se trasladó a vivir a Varsovia en el año 1880, asistiendo a clase en un reconocido instituto femenino. A la edad de quince años se afilia al partido polaco izquierdista “Proletariat”, participando en la organización de una huelga general, que ocasionará una fuerte represión contra este partido, la cual provocó su desaparición. Siendo condenados a muerte cuatro de sus dirigentes.

Rosa termina su educación secundaria, en el año 1887, con un buen expediente académico, pero tiene que huir en 1889 a Suiza para evitar ser detenida por la policía polaca. Estudia en la universidad de Zurich, distintos campos del conocimiento como la filosofía, historia, política, economía y matemáticas, especializándose en “la teoría del Estado”, “la Edad Media” y “las crisis económicas”.  Trabajó como periodista. Destacaba por el hecho de que hablaba once idiomas, algo realmente excepcional y que nos indica su gran capacidad intelectual.

En el año 1893, fundó junto a Leo Jogiches y Julián Marchlewski el periódico “La causa de los trabajadores”, donde se oponía a las políticas de tinte nacionalista, que por entonces desarrollaba el partido socialista polaco. Rosa pensaba, que sólo era posible una Polonia independiente si surgía una revolución comunista en Alemania, Rusia y Austria.

Defendía que la lucha obrera debía centrarse en el capitalismo y no en una Polonia independiente, lo que le llevaba a negar el derecho de autodeterminación bajo el socialismo, planteamiento este, que le lleva a enfrentarse a Lenin.

En el año 1898, Rosa Luxemburgo se casa con el alemán Gustav Lubeck, por lo que obtuvo la ciudadanía alemana. Participa activamente en el Partido Socialdemócrata alemán, al mismo tiempo que apoya al partido socialdemócrata de Polonia y Lituania, siendo su principal teórica.

Rosa Luxemburgo denunció el conformismo de la socialdemocracia alemana, ante el peligro de que hubiera una guerra. Insiste en las diferencias entre el capital y el trabajo, proponiendo que los trabajadores deben de tomar el poder para producir un cambio en los medios de producción.

El debate  en el interior del Partido Socialdemócrata Alemán fue muy intenso. Al principio, se asoció con Kautsky para defender la ortodoxia marxista frente al revisionismo imperante en gran parte del partido que Bernstein encabezaba este sector.

Participa en debates con los socialistas franceses, que desarrollaban prácticas reformista, como las que estaba planteando Bernstein en el Partido Socialdemócrata alemán, bajo el lema ”el movimiento es todo, el fin es nada”. Para este sector reformista de la II Internacional, lo importante era la obtención de conquistas prácticas, ya que el fin de cualquier socialista es lograr una sociedad sin explotadores ni explotados.

Para Rosa Luxemburgo el papel que debe de jugar la socialdemocracia en la sociedad capitalista es el de la oposición y sólo debe ser gobierno, cuando el Estado burgués esté acabado. Es decir, solo debe ser poder por la vía revolucionaria y no a través del Parlamento. Rosa Luxemburgo dice que no se trata de conseguir reformas, sino con que métodos estas se consiguen. Si estas se logran a través de la lucha obrera, eso fortalece al partido, pero si se obtienen por métodos parlamentarios, o acuerdos entre partidos burgueses, esto sólo favorece al capitalismo

Más tarde se distancia también de Kautsky y de la mayoría del partido, a medida que estos se inclinan hacia los métodos parlamentarios, pasando a ser reconocida como la líder principal del SPD.

Rosa Luxemburgo plantea que el partido socialdemócrata alemán debe hacer agitación para la consecución de la huelga general política. Pero Kautsky se opone, argumentando que si el partido hace agitación dentro del parlamento sobre la huelga general política significaría, que se busca el derrocamiento del poder burgués. Para este dirigente era peligroso para la supervivencia del partido y para las conquistas ya logradas. Para el sector reformista era mejor seguir con la estrategia de desgastes y seguir organizando a la clase obrera en los sindicatos, aumentando el peso del partido en el Parlamento y seguir consiguiendo mejoras para la clase obrera

Creía en una opción internacional alejada de particularismos y nacionalismos, en la que las masas obreras, solidariamente, tomaran el poder hasta entonces en manos del capital, verdadero enemigo a combatir.

Son frecuentes sus críticas al militarismo e imperialismo alemán. Para ello, plantea la organización de una huelga general de los trabajadores para así evitar la guerra. El líder socialdemócrata alemán, Kautsky se opone y no se desarrolla tal huelga, acabando con la ruptura entre ambos.

Rosa Luxemburgo plantea que la II Internacional incluya en su proyecto político el objetivo de “Huelga general  política” y que la pueda llevar a cabo cuando surja el momento adecuado. Este proyecto nunca es aceptado y anticipa su reformismo político y su posterior posición en torno a la I Guerra Mundial.

La socialdemocracia europea siempre limitaba sus objetivos huelguísticos a huelgas parciales de corte económico. Para Rosa Luxemburgo es la clase obrera rusa la que demuestra la potencia de la huelga general como método de acción, que se puede ir mucho más allá de la lucha económica parcial, ampliándola a huelgas generales y revolucionarias, permitiendo que sectores sociales más atrasados se puedan unir a estas acciones.

La clase trabajadora rusa con el uso de la huelga general y la sublevación armada a través de los soviets de diputados obreros, marcan el camino para los sectores de la socialdemocracia europea más revolucionaria

A lo largo de los años 1904-1906, padeció tres encarcelamientos, debido a su actividad política. En 1907, participó en el V Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso celebrado en Londres, donde tuvo un largo encuentro con Lenin.

A finales de la primera década del siglo XX, impartió clases de economía y marxismo, y fue alumno suyo Friedrich Ebert (socialdemócrata), que fue el primer presidente de la República de Weimar, fue bajo su gobierno cuando la mataron las fuerzas que él dirigía.

En su obra “La acumulación del capital” hace una crítica profunda a Karl Marx y su argumentación parte de las predicciones de éste acerca de las crisis cíclicas  del capitalismo. Marx pensaba que el capitalismo, como sistema económico y político basado en el crecimiento y la búsqueda constante del beneficio, debía colapsarse en algún momento por saturación.

Sin embargo, mucho después de la muerte de Marx,  se da cuenta de  que las crisis periódicas del capitalismo parecen aplazarse o se solventan sin producir grandes sobresaltos en el sistema. Rosa Luxemburgo explica que esto se debe a la existencia del colonialismo tan de boga en ese momento histórico, hallando que el crecimiento de las potencias capitalistas encontró una vía de expansión en las colonias, que al mismo tiempo les daban una gran cantidad de materias primas a muy bajo coste y servían también de mercado donde colocar sus productos manufacturados.

[Lo más notable de esto es que todos los afectados, el conjunto de la sociedad, consideran y tratan a la crisis como algo fuera de la esfera de la voluntad y el control humanos, un golpe fuerte propinado por un poder invisible y mayor, una prueba enviada desde el cielo, parecida a una gran tormenta eléctrica, un terremoto, una inundación. (Rosa Luxemburgo)]

También trabajó en las primeras teorías sobre el imperialismo, que posteriormente también serían desarrolladas por Lenin. Pero lo que planteó Lenin sobre el imperialismo provocó fuertes críticas de Rosa Luxemburgo, sobre todo en aspectos como la democracia en el partido y la dictadura del proletariado. Este proponía un menor dirigismo y una mayor integración de las bases en la dinámica partidista. Plantea una feroz crítica a la concepción centralista y autoritaria del partido de revolucionarios profesionales, que defendía el comunismo ruso y Lenin a su cabeza

Tras el atentado de Sarajevo, del 28 de junio de 1914, donde fallecieron el archiduque Francisco Fernando y su esposa, la guerra parecía ya inevitable. Rosa Luxemburgo llama a los trabajadores a la objeción de conciencia al servicio militar y a no atender los llamamientos a filas del ejército. Esta propuesta le costó un año en las cárceles alemanas.

El 28 de julio de 1914, comienza la primera Guerra Mundial. Alemania declara la guerra, el 3 de agosto, siendo aprobada está declaración de guerra por unanimidad en su Parlamento, contando con el apoyo del Partido socialdemócrata alemán, el cual prometió abstenerse de declarar huelgas generales, mientras durase la guerra. Esto supuso un gran fracaso personal para Rosa Luxemburgo, que se oponía frontalmente a la guerra pues sabía perfectamente las consecuencias que esta tendría.

Junto con otros dirigentes socialdemócratas fundó, en agosto de 1914, el grupo político Internacional, que llevaría posteriormente a la creación, en enero de 1916, de la Liga Espartaquista.

En la constitución de la Liga Espartaquista pronuncia estas palabras: “La historia es el único maestro infalible, y la revolución la mejor escuela para el proletariado. Ellas aseguran que las pequeñas hordas de los más calumniados y perseguidos se conviertan, paso a paso, en lo que su visión del mundo les destina: la luchadora y victoriosa masa del proletariado socialista y revolucionario”.

Esta constante lucha por detener la Primera Guerra Mundial provocó, que en junio de 1916, fuera detenida, permaneciendo dos años y medio en la cárcel. Al principio en la cárcel de Poznan y posteriormente fue trasladada a la cárcel de Breslau. Este tiempo de reclusión fue aprovechado por Rosa para escribir varios artículos que serían su referencia doctrinal.  De ellos destaca “La revolución soviética”, donde critica ampliamente el modelo bolchevique advirtiendo, que este modelo acabaría en una dictadura. En este artículo, cabe destacar la frase “la libertad siempre ha sido y es la libertad para aquellos que piensan diferente”.

También cabe mencionar el artículo “la crisis de la socialdemocracia”.

A raíz de la intervención de los Estados Unidos en la primera Guerra Mundial en el año 1917, la situación bélica cambia de forma radical. La Liga Espartaquista de Rosa Luxemburgo pasa a formar parte del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania. Momento en que se produce la abdicación del Kaiser Guillermo II.

En su obra “El comienzo”, empieza a agitar a las  masas para una revolución social “la abolición de la ley del capital, la implantación de un orden social socialista, esto y nada más, es el tema histórico de la presente revolución. Es una formidable empresa, que no puede desarrollarse en un abrir y cerrar los ojos simplemente mediante decretos desde arriba. Sólo puede llevarse a cabo a través de la acción consciente de las masas trabajadoras en la ciudad y en el campo, sólo mediante la más alta madurez intelectual y un inmarchitable idealismo puede ser conducida seguramente a través de todas las tempestades hasta arribar a buen puerto”.

El 4 de noviembre de 1918, se produce la llamada “revolución de noviembre”, que tiene su centro en la ciudad costera de Kiel, donde 40.000 marineros e infantes de marina toman el control del `puerto por negarse a que se produzca un nuevo enfrentamiento de la marina alemana con la británica, cuando la guerra se encuentra totalmente pérdida.

El 8 de noviembre de 1918, se crean Comités de trabajadores/soldados que controlan la mayor parte del oeste de Alemania y siguen con un modelo organizativo parecido a los sóviets rusos, creando la República de Consejos. En esta fecha, sale liberada de la cárcel Rosa Luxemburgo, que vuelve a reorganizar la Liga Espartaquista. Se edita el periódico “Bandera Roja”, que tiene como objetivos inmediatos la amnistía para los presos políticos y la eliminación de la pena de muerte.

Esta unión en torno  a la República de Consejos se rompe rápidamente por la postura del Partido Socialdemócrata alemán. Esto hace, que diversos grupos políticos formados por socialistas, comunistas y entre ellos la Liga Espartaquista, crearán el Partido Comunista de Alemania, el uno de enero de 1919, jugando un papel muy importante Rosa Luxemburgo.

En enero de 1919, vuelve nuevamente un proceso revolucionario, al que Rosa Luxemburgo se opone porque es consciente de que va a fracasar. Así sucedió e hizo que la República de Weimar practicara una fuerte y cruel represión dirigida por el líder socialdemócrata Friedrich Ebert, que provocó grandes redadas contra el Partido comunista alemán. Rosa Luxemburgo es detenida, el 15 de enero de 1919, siendo asesinada el mismo día, cuando un soldado le destroza el cráneo con un culatazo de su fusil.

Las últimas palabras conocidas de Rosa Luxemburgo, escritas la noche de su muerte, fueron sobre su confianza en las masas, y en la inevitabilidad de la revolución:

«El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de esta derrota.’ ¡El orden reina en Berlín!’ ¡Estúpidos secuaces! Vuestro ‘orden’ está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré!»

Su cuerpo fue arrojado aun canal. El 31 de mayo su cuerpo es encontrado y se le entierra el 13 de junio de 1919. Rosa Luxemburgo es conocida como “la Rosa Roja”.

Entre sus obras de referencia cabes destacar el libro de 1899 ¿Reforma social o revolución? Publicó “La acumulación del capital” en el año 1913 y posteriormente “La revolución rusa”. También hay que mencionar su activa participación en la prensa de la época, con numerosísimos artículos, que marcaron todo su pensamiento revolucionario.

Rosa Luxemburgo fue una de las pocas mujeres, que jugó un papel dirigente muy importante en la Segunda Internacional. Fundadora de la III Internacional, en un momento que lo masculino era lo dominante en estos instantes históricos, recordándonos como la misoginia, que era tradicional en movimientos burgueses y en todo tipo de instituciones también se daba en el movimiento obrero de aquella época.

Rosa es un personaje ya histórico muy reivindicado desde distintos sectores, porque su vida es de una total entrega y sacrifico. Nunca buscó su beneficio personal o una posición segura. Tiene convicciones y no las abandona ante los obstáculos. Se le identifica como una libertaria o una persona romántica, pero la realidad es que era una militante consciente. Así, cuando estalla la revolución rusa, se emociona, período que se encontraba encarcelada y reivindica el movimiento bolchevique como aquel que se atrevió a poner fin a la Primera Guerra Mundial y a tomar el poder por métodos revolucionarios.

Mujer de vasta influencia en el ámbito del socialismo, sus aportaciones teóricas, su lucha personal y su dramática muerte contribuyeron a hacer de ella uno de los referentes de la izquierda del siglo XX.

Rosa Luxemburgo: mujer, marxista, pacifista.

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Autor: Joaquín Estefanía.

Fuente: El País, 13/01/2019

En el hotel Eden de Berlín, el soldado Runge le destroza el cráneo y la cara a culatazos; otro militar, también al servicio del capitán Pabst, la remata de un tiro en la nuca. Atan su cadáver a unos sacos con piedras para que pese y no flote, y es arrojado a uno de los canales del río Spree, cerca del puente Cornelio. No aparecerá hasta dos semanas después. El Gobierno del socialdemócrata Friedrich Ebert acababa así con la vida de Rosa Luxemburgo (RL), la más importante dirigente marxista de la historia, antigua militante del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), la líder más significativa de la Liga Espartaquista y fundadora del Partido Comunista de Alemania.

Unos minutos antes, los mismos personajes habían asesinado al principal compañero de RL en su larga marcha. Karl Liebknecht, el único parlamentario que en primera instancia (año 1914) votó en el Reichstag (Parlamento) en contra de los créditos de guerra para financiar la presencia de Alemania en la Primera Guerra Mundial, iba a ser trasladado a la cárcel desde el mismo hotel, pero antes de abandonar el local donde había sido interrogado le dan dos culatazos que lo dejan aturdido y se desmaya; arrastrado hasta un automóvil, es trasladado al Tiergarten, el gran parque berlinés, donde es rematado a sangre fría con disparos de pistola y abandonado en el suelo hasta que alguien lo encuentra. “Intento de fuga”, dirá la nota oficial; la de Luxemburgo rezará: “Linchada por las masas”.

Era la noche del 15 de enero de 1919. Este martes se cumplirá el centenario de la detención y asesinato de los principales líderes de la Liga Espartaquista e iconos históricos de la revolución alemana de 1918-1919, que estalla inmediatamente después de que el Ejército germano fuese derrotado y humillado en la Gran Guerra. RL había pasado los cuatro años largos de la guerra en prisión, después de que en un mitin, en Fráncfort, hubiera pedido a los soldados, con su arrolladora oratoria, que se negasen a combatir, hermanos contra hermanos, y a los trabajadores de su país, que iniciasen una huelga general que se debía contagiar a los trabajadores de los otros países en el bando contrario, para que todos confluyesen bajo la misma bandera más allá de las patrias. Sale de la cárcel a principios de noviembre de 1918 y se une a la oleada revolucionaria que inunda las calles de las principales ciudades y, sobre todo, de Berlín. Dos años antes, en otro mitin, el 1 de mayo de 1916, en medio de la conflagración, Liebknecht finaliza su arenga al grito de “¡Abajo la guerra, abajo el Gobierno!”. También es detenido y pasa en prisión dos años y medio. Sale el 23 de octubre de 1918.

A partir de ese momento, a los dos dirigentes espartaquistas les quedaban apenas dos meses de vida, y dedican sus fuerzas a publicar un periódico (La Bandera Roja) y a fundar el Partido Comunista de Alemania (KPD). Se convierten en objeto del desprecio y del odio de sus antiguos compañeros de la socialdemocracia, que gobernaban en Alemania desde unas semanas antes. Odio mortal. El historiador Sebastian Haffner (La revolución alemana de 1918-1919; Historia Iné­dita) escribe que el asesinato de RL y de Liebknecht se planeó, como tarde, a principios de diciembre de 1918 y se ejecutó de forma sistemática. Aparecieron carteles en los postes de las calles que decían: “¡Obreros, ciudadanos! ¡A la patria se le acerca el final! ¡Salvadla! Se encuentra amenazada y no desde fuera, sino desde el interior, por la Liga Espartaquista. ¡Matad a sus líderes! ¡Matad a Liebknecht! ¡Entonces tendréis paz, trabajo y pan!”. Firmado: “Los soldados del frente”. A pesar de las generalizadas amenazas, ninguno de los dos abandonó Berlín ni llevaba guardaespaldas; simplemente cambiaban de domicilio.

¿Quiénes fueron los autores intelectuales del asesinato? El protagonista material fue el capitán Pabst (quien décadas más tarde, en 1962, protegido por la prescripción del delito, habló abiertamente de lo sucedido) y su escuadrón de la muerte, pero —según el historiador Haffner— no actuaron como simples ejecutores que obedecían con indiferencia una orden, sino como autores voluntarios y convencidos de lo que hacían. La prensa burguesa y socialdemócrata difundió sin pudor sucesivas incitaciones al asesinato, mientras que los responsables socialdemócratas —Ebert, Noske, Scheidemann…— miraban hacia otro lado y permanecían callados.

Cuando RL y ­Liebknecht salen de la cárcel, los frentes alemanes de la guerra se van desmoronando y se extiende la desmoralización en las trincheras. El káiser Guillermo II se refugia en Holanda. El mismo día en que RL es liberada, el socialdemócrata Scheidemann proclama la república alemana desde un balcón del Reichstag. Ebert ocupa la presidencia, forma un Consejo de Ministros socialdemócratas moderados y pide al pueblo que abandone las calles y vuelva a la normalidad. El ala mayoritaria del SPD quería la república y las libertades, mientras que los espartaquistas pretendían la revolución proletaria, como indican las proclamas: “Ha pasado la hora de los manifiestos varios, de las resoluciones platónicas y las palabras tonantes. Para la Internacional ha sonado la hora de la acción”. Ambas facciones, reformistas y revolucionarios, lucharán encarnizadamente en las calles de Berlín, a veces edificio por edificio. El Gobierno de Ebert confía la represión de los insurrectos al socialdemócrata moderado Noske, que organiza una fuerza militar en la que permite la integración de los oficiales del antiguo Ejército monárquico. El 13 de enero había sido sofocada la insurrección espartaquista. Dos días después, acaban violentamente con la vida de sus principales líderes.

Retrato de Rosa Luxemburgo.
Retrato de Rosa Luxemburgo. ROSA LUXEMBURG STIFTUNG

RL no llegó a cumplir los 50 años. Nacida en la Polonia rusa en el año 1871 en el seno de una familia judía, pronto se dio cuenta de que la lucha por su ideario marxista sería muy reducida si se quedaba en su país y que para tener influencia debía traspasar la frontera de Alemania, donde existía el Partido Socialdemócrata (SPD) más fuerte del mundo. Para ser ciudadana alemana legal, firmó un matrimonio de conveniencia con un socialista alemán, lo que le dio derecho a la nacionalidad de ese país. A partir de ese momento, Alemania fue su principal campo de acción. En el seno de la socialdemocracia y de la Segunda Internacional, aunó teoría (multitud de artículos y libros muy importantes) y praxis (intervención en congresos, debates con muchos de los popes del marxismo —su amigo Franz Mehring la definió como “la mejor cabeza después de Marx”—, clases en la escuela de formación del partido…). En cambio, no tenía dotes organizativas. Su presencia física era una mezcla de fuerza y de ternura, de decisión y de prudencia, dicen sus biógrafos. Un dirigente judío la describe del siguiente modo: “Rosa era pequeña, con una cabeza grande y rasgos típicamente judíos, con una gran nariz, un andar difícil, a veces irregular debido a una ligera cojera. La primera impresión era poco favorable, pero bastaba pasar un momento con ella para comprobar qué vida y qué energía había en esa mujer, qué gran inteligencia poseía, cuál era su nivel intelectual”.

De su vasta producción teórica destacan los temas que forman parte de su legado y que constituyen lo que, una vez muerta Rosa, se denominó “luxemburguismo”, una escuela marxista de características propias: su pacifismo, su lucha contra el revisionismo y la defensa de la democracia en el seno de la revolución. Sus posiciones, a veces intransigentes, le hicieron polemizar con las figuras más relevantes del socialismo marxista, como Lenin, Trotski, Bernstein, Kautsky…

Recomendaba preparar a las masas para aprovechar las crisis nacionales e internacionales y asaltar el poder

 

Reivindicándose del mejor marxismo (aunque también polemizó con algunas de las ideas del Marx economista en el libro La acumulación de capital), argumentó en favor del internacionalismo como forma de pensar y de vivir. El Manifiesto comunista terminaba con la célebre fórmula de “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, y RL y Liebknecht la hicieron suya relacionándola con la Gran Guerra. Los partidos socialdemócratas habían defendido tradicionalmente que en caso de conflicto bélico entre potencias capitalistas, los trabajadores se negarían a combatir y llamarían a la huelga general (la “huelga de masas” en la terminología luxemburguista). Pero en el momento decisivo, el SPD, el partido más grande y más influyente de la Segunda Internacional (más de un millón de afiliados), votó a favor de los empréstitos de guerra, y el resto de los partidos socialistas siguió sus pasos. Cada uno de ellos se puso detrás de sus Gobiernos. Prevaleció la patria sobre la clase social.

Ya a principios del siglo XX, en un congreso de la Internacional en París, RL presentó una ponencia de convicciones profundamente antimilitaristas, las que mantendría hasta el final de sus días. En ella se defendía que los ataques armados entre potencias imperialistas devendrían en formidables coyunturas revolucionarias. Diecisiete años después, la revolución bolchevique fue un testimonio irrefutable de esta tesis. RL recomendaba no solo una crítica abierta al imperialismo, sino que se preparase a las masas con vistas a aprovechar las crisis internacionales y las eventuales crisis nacionales generadas por aquellas para asaltar el poder. Consideraba imprescindible intensificar la acción de todos los partidos socialistas contra el militarismo.

Siete años después, en otro congreso de la Internacional, RL presenta una enmienda firmada conjuntamente con Lenin y Mártov (que luego sería el líder menchevique) que sostiene que, si existe la amenaza de que la guerra estalle, es obligación de la clase trabajadora y de los representantes parlamentarios, con la ayuda de la Internacional como poder coordinador, hacer todos los esfuerzos por evitar los enfrentamientos violentos; en el caso de que a pesar de ello se multiplicase el conflicto armado, era su obligación intervenir a fin de ponerle fin enseguida y aprovechar la crisis creada por la guerra para agitar los estratos más profundos del pueblo para “precipitar la caída de la dominación capitalista”. Estas palabras suponían una llamada a la insurrección, que fue lo que hicieron los espartaquistas en 1919, con la participación de RL.

Esa Rosa Luxemburgo, asesinada por los soldados prusianos, más que posiblemente con la complicidad activa o pasiva de sus antiguos compañeros socialdemócratas, fue despedida en su entierro por su amiga Clara Zetkin (otra espartaquista) con las siguientes palabras: “En Rosa Luxemburgo, la idea socialista fue una pasión dominante y poderosa del corazón y del cerebro; una pasión verdaderamente creativa que ardía incesantemente. (…) Rosa fue la afilada espada, la llama viviente de la revolución”.

LENIN, STALIN Y LOS MARXISMOS

J. E.

El núcleo de aliados políticos de Rosa Luxemburgo fue siempre muy pequeño. Todo lo contrario que el de sus adversarios, entre los que se encontraron muchos de los dirigentes del ala derecha de la socialdemocracia y los sindicalistas burocratizados, a los que atacó sin piedad. Pero ambos núcleos fueron blancos móviles: dependían de los momentos y de los temas. Lenin, Trotski, Kautsky, Jaurès, etcétera, fueron algunos de los marxistas legendarios que compartieron y disintieron del ideario y la práctica política de la alemana. Un ejemplo de ello fue la relación con Lenin, el líder soviético; ambos se admiraron y pactaron, pero también se criticaron.

En 1918, apenas unos meses después del triunfo de la revolución bolchevique, RL publica un folleto titulado La revolución rusa que reivindica los acontecimientos de Leningrado y Moscú, pero que critica algunos aspectos que pueden torcer su futuro, sobre todo los relacionados con el terror revolucionario (que protagonizaría en buena parte un amigo polaco de RL, que dirigiría la Cheka y la sede de la Lubianka, el sangriento Félix Dzerzhinski) y la supresión de la democracia.

En el folleto citado, RL escribe que sólo la libertad de los que apoyan al Gobierno, sólo la libertad para los miembros de un partido, “no es libertad en absoluto. La libertad es siempre libertad para el que piensa de manera diferente”. Creía que el socialismo sólo puede ser resultado del desarrollo de la sociedad que lo construye, y para ello se requiere la más amplia libertad entre el pueblo (lo que no quiere decir que no sea necesario el control político). Si se sofoca la vida política, la parálisis acabará afectando a la vida de los sóviets; sin elecciones generales, sin libertad de prensa y de reunión, sin la libre confrontación de las opiniones, la vida de cualquier institución política perecerá, se convertirá en una vida aparente en la que la burocracia será el único elemento vivo.

En su libro sobre la revolución rusa, la revolucionaria RL acierta premonitoriamente con lo que iba a suceder en la Unión Soviética, sobre todo a partir del momento en que se inicia el futuro estalinista. Algunas decenas de dirigentes del Partido, animados por una energía inagotable y por un idealismo sin límites, dirigirán y gobernarán; el poder real se encontrará en manos de unos pocos de ellos, dotados de una inteligencia singular. La aristocracia obrera será invitada de cuando en cuando a asistir a las reuniones para aplaudir los discursos de los dirigentes y votar por unanimidad las resoluciones propuestas; en el fondo será un gobierno de camarillas, una dictadura en verdad, pero no la dictadura del proletariado, sino una dictadura de un puñado de políticos. En muchos casos la realidad superó a los pronósticos luxemburguistas.

A pesar de este severo cuestionamiento, reivindica el papel histórico del partido de Lenin, siempre en contraposición con sus camaradas alemanes: “Por eso los bolcheviques representaron todo el honor y la capacidad revolucionaria de la que carecía la socialdemocracia occidental. Su insurrección de octubre no sólo salvó la revolución rusa; también salvó el honor del socialismo internacional”.

Con esta idea de la democracia se explica que Stalin no subiese nunca a Rosa Luxemburgo al altar de la iconografía máxima del socialismo. Fue una heterodoxa hasta el final de su vida.

El ludismo: la sublevación del hombre contra las máquinas.

Autor: Eduardo Montagut

Origen: nuevatribuna.es

La aplicación de los nuevos inventos de las máquinas en la industria textil provocó un claro empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores en la Revolución Industrial: bajada de salarios y aumento del paro. Una máquina podía hacer más trabajo que el que hacían los trabajadores y se podían bajar los sueldos a los que no era despedidos. Así pues, no parece extraño que los trabajadores expresaran su descontento destruyendo la maquinaria, en la primera fase del movimiento obrero, en el proceso de toma de conciencia de clase. Se pretendía presionar a los patronos para evitar despidos, mejorar las condiciones laborales y buscar aumentos de salario. Hobsbawm denominó a esta etapa la de la “negociación colectiva a través del motín”. Estas acciones tenían algún grado de organización, aunque muy rudimentario. Los trabajadores enviaban comunicados amenazadores a los empresarios antes de una acción violenta contra las máquinas. Siguiendo una vieja tradición, eran firmados con el nombre de Ned Ludd, un legendario calcetero que, supuestamente, fue el primero en romper el bastidor de un telar. Ese es el origen del nombre de este movimiento- ludismo- y que se refiere, por tanto, a las acciones organizadas por los trabajadores ingleses en los últimos decenios del siglo XVIII y primeros años del siglo XIX, contra las máquinas. Acciones parecidas se produjeron en el resto de Europa.

La primera medida contra la destrucción de máquinas y fábricas se dio en 1769 con una ley aprobada por el Parlamento inglés. Estos delitos serían castigados con la pena capital. Los trabajadores elevaron protestas al parlamento para que se prohibiese el empleo de las máquinas. Al no conseguir ninguna respuesta positiva a sus demandas, se reanudaron las destrucciones en los primeros decenios del siglo XIX. Como el movimiento alcanzó una enorme dimensión, el gobierno inglés respondió con el empleo del terror. En 1812 se generó, al respecto, un intenso debate parlamentario. Lord Byronpronunció un discurso contra el proyecto de ley, pero de nada sirvió. La ley castigaría con la pena de muerte, como antes, las destrucciones.

En España también se dio el fenómeno de la destrucción de máquinas e incendios de fábricas en los albores del proceso de industrialización. Las primeras manifestaciones de ludismo en España tuvieron lugar en Alcoy en el mes de marzo de 1821, en plenoTrienio Liberal. Los tejedores ocuparon la ciudad y una multitud destruyó muchas máquinas, exigiendo al Ayuntamiento que se desmontasen las que quedaban. Estos hechos provocaron la intervención del ejército. Las Cortes tomaron la decisión de indemnizar a los fabricantes. Las autoridades quisieron ver la mano de la reacción absolutista detrás de esta violencia pero, en realidad, fue el primer episodio de odio hacia una tecnología que podía afectar al salario y al empleo. El siguiente episodio tuvo lugar en Camprodón, al destruirse máquinas de hilar y cardar. Se detuvo a algunos de los responsables y cuatro de ellos fueron juzgados. También se produjeron sucesos semejantes en Segovia y otras localidades.

Ante esta sucesión de acontecimientos y para evitar su reproducción se dictó la Real Orden  de 24 de junio de 1824, ya restaurado el absolutismo fernandino y que fue obra del ministro Luis López Ballesteros. La disposición establecía tres medidas. La primera de ellas podría ser calificada de pedagógica, ya que ordenaba a las autoridades locales, religiosas y militares de los distintos lugares que instruyesen a los parados sobre los beneficios que proporcionaba la introducción de la tecnología. La segunda medida era claramente punitiva porque advertía que si se repetían los desórdenes se abrirían procesos judiciales y se dictarían severas penas. Por fin, la tercera medida tenía un componente social. Había que procurar emplear a los parados en caminos, obras públicas y trabajos comunitarios.

Pero esta orden no frenó los incidentes. En aquel momento el problema tenía que ver con la cuestión del alargamiento de las piezas textiles. La introducción de la maquinaria permitía producir más piezas en menos tiempo. Los patronos pretendían que se aumentase el largo de las piezas y, de ese modo, pagar menos salario, ya que éste se abonaba por pieza, además de poder despedir a una parte de los trabajadores. Por eso el ludismo prendió tanto entre los obreros que seguían teniendo trabajo como entre los que se quedaban sin él. Ante el aumento de los conflictos a finales de los años veinte en Barcelona, las autoridades obligaron a imponer a los fabricantes un límite para el largo de las piezas. Esto ocurría en 1827, pero los empresarios no hicieron mucho caso a esta disposición. Los tejedores protestaron y la Comisión de Fábricas no atendió las demandas. Al final, en 1831 la autoridad intervino para intentar evitar los conflictos e impuso un máximo para el largo de las piezas.

Pero la medida del límite del largo tampoco frenó la conflictividad social, especialmente en Barcelona. En 1834, los obreros protestaron ante el capitán general por la bajada de los salarios y los despidos. Los patronos contestaron en la Comisión de Fábricas que no estaban bajando los salarios y acusaron a los obreros de holgazanería. Las quejas continuaron al año siguiente.

En 1835 se produjo uno de los hechos más conocidos de este fenómeno de destrucción de máquinas, aunque debe ser enmarcado en un contexto más amplio de fuerte agitación social y política, con el gobierno de Toreno y la Milicia Nacional enfrentados, en pleno auge de la guerra carlista y con la primera quema de conventos de la Historia contemporánea española. Nos referimos al incendio de la fábrica “El Vapor” de Bonaplata y Cía, el día 5 agosto. En los días sucesivos fueron ejecutados cuatro de los responsables y encarcelados otros muchos. Es curioso comprobar que la prensa de Barcelona se lanzó contra estos hechos y no tanto contra la quema de conventos. Muchos empresarios se asustaron y no instalaron las máquinas que habían comprado, aunque muchos otros decidieron aumentar de nuevo la longitud de las piezas. El jefe político de Barcelona dictó un Bando obligando a los fabricantes a cumplir lo que se había establecido sobre el largo de las piezas textiles en el año 1831, pero dejó muy claro que se arrestaría a los obreros que se moviesen bajo el pretexto de que el fabricante no cumplía lo estipulado. Además se creó una Comisión mixta que debía inspeccionar las fábricas y con el fin de resolver los conflictos laborales. Pero en junio de 1836 losobreros de Sabadell intentaron destruir máquinas. En estos momentos comenzó a superarse esta etapa del movimiento obrero español porque empezó a tenerse conciencia de la importancia de luchar por el reconocimiento del derecho de asociación, aunque siguió habiendo algunos episodios de ludismo.