Casi 40 años después de su muerte, Albert Speer continúa siendo un enigma. ¿Cómo un ministro de Armamento y Guerra del Tercer Reich consiguió blanquear su imagen ante la opinión pública y librarse de la horca en los juicios de Núremberg? Su trayectoria en el nazismo despegó con 26 años cuando conoció a Adolf Hitler en un mitin para estudiantes.
“La libertad es una deidad nórdica, adorada por los anglosajones…/… el fascismo conoce ídolos, no adora fetiches y, si es necesario, volverá a pasar de nuevo con calma sobre el cuerpo más o menos descompuesto de Diosa Libertad…/…. Para las juventudes intrépidas, inquietas y duras que se asoman al crepúsculo matutino, hay otras palabras que ejercen un atractivo mucho mayor, y son: orden, jerarquía, disciplina”.
Esto lo decía Benito Mussolini en “Gerarchia”, en marzo de 1923. Y así lo recoge Antonio Scurati en “El hijo del siglo” en el que desvela con la precisión de un entomólogo, el ADN del fascismo italiano desde la nada hasta su llegada al poder.
Por supuesto que la historia cambia con los tiempos y no es cíclica. Es de desear que las circunstancias no se repitan, pero el ascenso de las corrientes ultras en Hungría, Francia, Italia, Alemania y España; y también en otros continentes como es el caso de Brasil o Ecuador, obliga a echar la vista atrás para no repetir viejos errores.
Pero sobre todo llama la atención cómo en la Italia de los años 20 del pasado siglo, llega un momento, al igual que en el caso de Hitler en Alemania, en el que las alianzas con otros sectores ideológicos hasta entonces mayoritarios con respecto al propio fascismo, resultan imprescindibles para que estos últimos “toquen” poder y los utilicen como trampolín para después acapararlo en su totalidad, momento en el que esos aliados, que creían poder embridarles, reciben la coz.
Las pautas y argucias para que se produzca la inicial alianza son siempre similares: el desorden, el desbarajuste, la supuesta o real debilidad del estado para hacer frente a las crisis bien ante potencias extranjeras tras la primera guerra mundial en el caso de Italia, o Alemania, o el espantajo de la invasión de inmigrantes que nos arrebatan el trabajo y nuestra forma de vida, aderezado con el peligro de ruptura de la “patria” en el caso español.
Los esperpentos son agitados y el desorden social orquestado como planteamiento y nudo en el teatro político, para que tenga como desenlace la recuperación del Estado fuerte: “…el fascismo reivindicará la plena libertad de acción y reemplazará al Estado que una vez más habrá dado pruebas de impotencia” (Cesaré Rossi. 1º de agosto de 1922)
Pero para ser riguroso, que canten los datos numéricos del cómo y con cuanto llega Mussolini al poder: en las elecciones de 1923 el parlamento nombra a Mussolini presidente del gobierno. Para lograrlo ha tenido que pactar con todo el espectro que no sea la izquierda, formando un ejecutivo en el que incluye, además de a los propios fascistas, a populares, nacionalistas, demócratas y liberales.
Ese parlamento estaba formado por 429 diputados. ¿Qué porcentaje tendrían los fascistas para el Duce fuese nombrado presidente? ¿El 60%?, ¿el 50%?, ¿el 40%? No: tenían el 8,15%; solo 35 de esos 429 diputados eran del partido fascista. La clave para que eso fuese posible fue muy simple, crear el desorden y que el centro y la derecha, con mucha más representación que ellos, pactaran creyendo que, al darles la responsabilidad del gobierno todo se encauzaría y volvería a ser un estado fuerte, contando con la fortaleza paramilitar del propio fascio. Es decir, con la promesa, de volver al orden que ellos mismos habían roto.
Por supuesto una de las primeras cosas que hizo Mussolini una vez tomó los mandos es reformar la ley electoral de tal manera que, al poco tiempo, al pasar de un sistema proporcional a un sistema de representación mayoritaria de los distritos, obtuvieron el 75% de los diputados en las siguientes elecciones, laminando a todos los demás puesto que ya no les eran necesarios.
Hay otro eje nada despreciable. La división de la izquierda facilitó el camino. En el 2020 la estrategia anterior, de la derecha, a la formación del gobierno de coalición entre los socialistas y Unidas Podemos era impedir el acuerdo a toda costa. Incluidas las amenas personales a diputados de ámbito local o minoritario y haciendo lo posible por dividir al PSOE apelando al “patriotismo” de “varones” e “históricos”.
De haber salido bien y tener que repetir las elecciones por tercera vez, por agotamiento ciudadano ante la “inoperancia” de los instrumentos institucionales, pocas dudas hay de que el pacto tripartito hubiese sido inevitable y justificado: “más vale que haya cualquier gobierno al desgobierno”, “si la izquierda no sabe pactar que gobierne la derecha”; cantinelas repetidas desde diversos sectores.
Benito Mussolini, Milán, 4 de octubre de 1922: “lo que nos separa de la democracia no son los adminículos electorales. ¿Qué la gente quiere votar? ¡Pues que vote! ¡Votemos todos hasta el hastío y la imbecilidad!”. “El momento fugaz que los socialistas no han sabido aferrar está ahora en manos del fascismo; nosotros, hombres de acción, no lo dejaremos escapar y marcharemos”.
La muralla y la plataforma en los tiempos actuales, para hacer imposible lo que plantea esa frase, y que han demostrado su eficacia en Alemania y en los sitios donde se ha practicado es el cordón sanitario del resto de formaciones. Y, la mascarilla y los guantes para alejar ese gran riesgo político, la unidad en la materialización del programa social y de progreso en el que la crítica y la discrepancia son fundamentales para la síntesis y el avance, pero en el que la “pureza” y el criticismo serían las cuñas para horadar el dique de contención.
El Centro Simon Wiesenthal divulgó hace unos días la lista de 12.000 nazis que, desde Argentina, giraron sumas millonarias a una cuenta en Suiza, presumiblemente dinero expoliado a las víctimas judías del Tercer Reich. La lista fue encontrada casualmente en el depósito donde funcionaron las dependencias de una organización nazi en Buenos Aires.
La lista contiene nombres, direcciones y fechas con las transferencias al Schweitzerische Kreditanstalt, actualmente Credit Suisse. Entidad que tendría cuentas inactivas desde la Segunda Guerra Mundial, con depósitos que alcanzarían los 35.000 millones de euros. Lo notable es que se creía que esta lista había sido quemada tras el golpe de Estado de 1943, en el que participó el entonces coronel Juan Domingo Perón.
Uno de los nombres de la lista es Ludwig Freude, afiliado al Partido Nazi con el número 405, tan amigo de Perón que le prestó su casa en vísperas del 17 de octubre de 1944 -fecha fundacional del peronismo-, cuando buscó refugio antes de ser detenido brevemente por sus compañeros de armas. El hijo de Freude sería secretario de Perón cuando éste se convirtió en presidente.
Argentina se convirtió en las décadas del 30 y el 40 en un centro de actividades nazis
La lista que dio a conocer el Centro Simon Wiesenthal había sido elaborada por la Comisión Especial para la Investigación de Actividades Anti-Argentina durante el gobierno del conservador Roberto M. Ortiz. La Comisión fue impulsada por el diputado socialista Enrique Dikmann en 1939. Además de la citada lista, se denunció la existencia de organizaciones paramilitares y una red de espionaje que comandaba el agregado naval de la embajada alemana. La misma estaba financiada por el citado Ludwig Freude. El informe de la comisión provocó en su momento la salida del país del embajador alemán, barón Edmund Von Thermann, que era oficial de las SS y muy próximo a Heinrich Himmler.
A pesar de la citada comisión, lo cierto es que Argentina se convirtió en las décadas del 30 y el 40 en un centro de actividades nazis. Especialmente a partir del golpe del general José Félix Uriburu, de septiembre de 1930. Dicho general fue también conocido con “Von Pepe”, por sus simpatías germanófilas. A partir de ese momento el nacionalismo rancio y antiliberal se apodera de los sucesivos gobiernos argentinos, que verán con simpatía los regímenes europeos que surgen en Alemania, Italia, Francia y Portugal. El mismo Perón, enviado a Italia en misión de estudios, no esconderá nunca su simpatía por Mussolini. Y la influencia alemana fue especialmente importante en el Ejército.
Rodolfo Freude (segundo desde la izquierda) en una imagen con Perón (Foto: Wikipedia)
La neutralidad argentina durante las dos contiendas mundiales fue interpretada siempre como un apoyo implícito a los alemanes. Y en el caso de la Segunda Guerra Mundial, fue el principal motivo de discordia con los Estados Unidos. En enero de 1942 se celebró la Conferencia de Río de Janeiro, que recomendó a todos los países de la zona la ruptura de relaciones con los países del Eje. Veinte países aceptaron la recomendación y siete declararon la guerra. Argentina esperó dos años y solo el 26 de enero de 1944, cuando la guerra ya estaba decidida. rompió relaciones, siendo el único país de América Latina que mantuvo la neutralidad hasta entonces. El secretario de Estado norteamericano de aquél entonces, Cordell Hull, dedicaría años después varios capítulos de sus memorias a la relación con Argentina, acusando al país de no responder a la política de buena vecindad del presidente Roosevelt. Señaló que las acciones del país sudamericano durante la contienda constituyeron “un crimen contra la democracia” y “el ejemplo del mal vecino”.
Según el reciente libro de la historiadora María Sáenz Quesada, “1943”, había en la Argentina de ese año más de 200 establecimientos educativos alemanes y sus 15.000 alumnos fueron integrados al plan de adoctrinamiento nazi. La enseñanza la impartían solo maestros arios, debía preservarse la cultura alemana y evitar que los germanos se integraran al crisol de razas del proyecto argentino. “Sin tapujos, los símbolos del nazismo y la propaganda del régimen se introdujeron en las escuelas”, con honrosas excepciones.
El ambiente favorable a los nazis en Argentina se había intensificado a partir de 1933, llevando a los dirigentes de la comunidad alemana en el país a excluir a los judíos de las instituciones alemanes en el país, como los clubes, asociaciones culturales y benéficas. La persecución se extendió también a las empresas alemanas y a los médicos judíos que trabajaban en el Hospital Alemán. Según un estudio de María Oliveira-Cézar, fue esencial la recolección de fondos: a partir de 1937 la mayoría de alemanes que trabajaban en empresas alemanas fueron requeridos para que voluntariamente o no, entregaran entre el 6% y el 10% de sus sueldos para la causa.
Acto nazi en el estadio Luna Park en apoyo al III Reich. (10 de abril de 1938).
En abril de 1938 se celebró en el estadio Luna Park de Buenos Aires un acto de apoyo al Tercer Reich, siendo el más numeroso de los realizados fuera de Europa para celebrar la anexión de Austria. Acto al que asistieron algunos funcionarios del gobierno argentino, como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel Fresco. Este clima explica la famosa “Circular 11”, de julio de 1938, que durante mucho tiempo fue secreta, con instrucciones a todos los consulados argentinos para restringir al máximo los visados a judíos que huían de la Alemania nazi.
El nuevo golpe militar, de 1943, fue organizado por militares integrados en la logia del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), en el que había muchos oficiales pro nazis. El principal impulsor del grupo fue Perón que, por su cargo miliar, en ese momento coronel, se mantuvo en un segundo plano. Los generales Rawson y Farrell ocuparían el poder formal, aunque Perón manejaba los hilos, ocupando la vicepresidencia, el ministerio de Guerra y la estratégica Secretaría de Trabajo y Previsión, desde donde construyó el poder que le llevaría a la presidencia, en las elecciones de febrero de 1946.
La tensión con los Estados Unidos fue máxima por esos años, acusando a Argentina de proteger a los nazis en su país
La tensión con los Estados Unidos fue máxima por esos años, acusando a Argentina de proteger a los nazis en su país. Entre 1942 y 1949 mantuvo un boicot económico y la tensión alcanzó su pico máximo con la llegada al país, en mayo de 1945, del nuevo embajador, Spruille Braden. Según el embajador británico en Buenos Aires, su colega americano llegaba “con la idea fija de que había sido elegido por la Providencia para derrocar al régimen Farrell-Perón”. Solo estaría en el país 127 días, ya que volvió a Washington para ocupar el cargo de Subsecretario de Estado. Pero se convirtió en el principal dinamizador de la oposición, señalando conexiones nazis y fascistas en el gobierno militar. Según el historiador Félix Luna, en su clásico libro “El 45”, la oficina de Braden, a tres manzanas de la Casa Rosada, se constituyó en la “virtual sede del estado mayor opositor”.
Estados Unidos publicaría antes de las elecciones de febrero de 1946 el Libro Azul, en el que detallaría sus denuncias. Eso le serviría a Perón para lanzar el slogan de Braden o Perón, de cara a los comicios.
Elecciones que ganaría Perón con el 52,4% de los votos. Ya en la presidencia, y acabada la Segunda Guerra Mundial, es sobradamente conocido el santuario que encontraron en Argentina muchos de los jerarcas del nazismo. Pero esta es ya otra historia.
La Gripe Española mató entre 1918 y 1920 a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Se desconoce la cifra exacta de la pandemia que es considerada la más devastadora de la historia. Un siglo después aún no se sabe cuál fue el origen de esta epidemia que no entendía de fronteras ni de clases sociales.
Aunque algunos investigadores afirman que empezó en Francia en 1916 o en China en 1917, muchos estudios sitúan los primeros casos en la base militar de Fort Riley (EE.UU.) el 4 de marzo de 1918.
Tras registrarse los primeros casos en Europa la gripe pasó a España. Un país neutral en la I Guerra Mundial que no censuró la publicación de los informes sobre la enfermedad y sus consecuencias a diferencia de los otros países centrados en el conflicto bélico.
Ser el único país que se hizo eco del problema provocó que la epidemia se conociese como la Gripe Española. Y a pesar de no ser el epicentro, España fue uno de los más afectados con 8 millones de personas infectadas y 300.000 personas fallecidas.
Hospital militar de emergencia durante la epidemia de Gripe Española. Camp Funston Kansas Estados Unidos. / Foto: Museo Nacional de Salud y Medicina
La censura y la falta de recursos evitaron investigar el foco letal del virus. Ahora sabemos que fue causado por un brote de influenza virus A, del subtipo H1N1. A diferencia de otros virus que afectan básicamente a niños y ancianos, muchas de sus víctimas fueron jóvenes y adultos saludables entre 20 y 40 años, una franja de edad que probablemente no estuvo expuesta al virus durante su niñez y no contaba con inmunidad natural.
Fiebre elevada, dolor de oídos, cansancio corporal, diarreas y vómitos ocasionales eran los síntomas propios de esta enfermedad. La mayoría de las personas que fallecieron durante la pandemia sucumbieron a una neumonía bacteriana secundaria, ya que no había antibióticos disponibles.
Sin embargo, un grupo murió rápidamente después de la aparición de los primeros síntomas, a menudo con hemorragia pulmonar aguda masiva o con edema pulmonar, y con frecuencia en menos de cinco días.
En los cientos de autopsias realizadas en el año 1918 los hallazgos patológicos primarios se limitaban al árbol respiratorio por lo que los resultados se centraban en la insuficiencia respiratoria, sin evidenciar la circulación de un virus.
Al no haber protocolos sanitarios que seguir los pacientes se agolpaban en espacios reducidos y sin ventilación y los cuerpos en las morgues y los cementerios. Por aquel entonces se haría popular la máscara de tela y gasa con las que la población se sentía más tranquila, aunque fueran del todo inútiles.
En el verano de 1920 el virus desapareció tal y como había llegado.
Portadores de la Cruz Roja durante la Gripe Española. Washington DC.
Y ASÍ LA LLAMARON…
Los periódicos españoles fueron los primeros en informar sobre una enfermedad que estaba matando a la población. En el resto de Europa, y a ambos lados de las líneas aliadas, censuraron toda información para no desmoralizar a las tropas ni mostrar debilidad ante el enemigo. Con lo cual, sólo se convirtió en noticia en los países neutrales. En un primer momento los medios de España intentaron también darle nombre extranjero bautizándola como ‘El soldado de Nápoles’ o ‘La enfermedad de moda’. Tras informar el corresponsal del The Times en Madrid, el termino de ‘La Gripe Española’ se extendería por el resto del mundo a partir del verano de 1918.
La I Republica española surge el once de febrero de 1873, y dura hasta el 31 de diciembre de 1874. Podemos dividir este periodo republicano en dos fases:
La primera parte que iría del once de febrero de 1873 hasta el dos de enero de 1874, que termina con el golpe militar del general Pavía. En este periodo hubo cinco gobiernos.
La segunda parte va del tres de enero del año 1874 hasta el treinta y uno de diciembre del mismo año y en ese periodo hubo tres gobiernos. Siendo esta parte republicana dominada por gobiernos conservadores.
Coincidió la primera república española con la tercera guerra carlista, el problema cantonal y la guerra de Cuba, con lo que la dificultas era máxima.
La Iª República española del año 1873 es consecuencia del proceso revolucionario iniciado en el año 1868 con la conocida como la revolución Gloriosa, que fue la primera que contó con un gran apoyo militar.
La caída de los Borbones fue el resultado en el plano político de la propia dinámica del capitalismo español, que necesitaba apoyarse en sectores políticos más progresistas, que posibilitasen el progreso y desarrollo del país.
No se trataba de una transformación radical de las estructuras socioeconómicas, aunque la ambigüedad de las formulaciones de los grupos que apoyaron la Revolución permitió aglutinar distintos sectores sociales.
Los excesos radicales del año 1869 situaron en una posición defensiva a las fuerzas conservadoras ligadas a los intereses económico, que trabajaron para establecer una Monarquía constitucionalmente fácilmente controlable. El intento fracaso por la dispersión de las fuerzas, que sustentaban y la situación de vacío de poder que se creó dio como resultado la Primera República española.
El general Prim había sostenido que una República en España era inconcebible, porque decía que el republicanismo era una actividad política muy minoritaria. Sin embargo, la Asamblea, compuesta por el Senado y el Congreso, votó la reforma de la Constitución en el sentido de que se declarase como forma de gobierno de la nación la República, que fue proclamada por 319 votos a favor.
Se habían unido lo radicales y los republicanos y Estanislao Figueras plantea que la única solución salvadora de la patria es la República. Debemos saber, que los radicales habían sido el principal apoyo de la Monarquía constitucional, pero no tuvieron ningún problema en apoyar la República, a pesar de contar con la oposición del jefe de los radicales de Ruiz Zorrilla.
Muchos consideran que la proclamación de la I República tuvo un origen ilegal, porque no era constitucional la fusión de las dos Cámaras para alterar la forma de gobierno. Por si fueran poco las dificultades para el desarrollo del planteamiento republicano, los propios republicanos estaban muy divididos.
Figueras fue nombrado presidente del Consejo, del formaban parte otros tres republicanos, Pi y Margall, Castelar y Salmerón y cinco radicales que antes habían respaldado el proyecto de monarquía de Amadeo de Saboya y eran Fernández de Córdoba. Echegaray, Berenguer, Becerras y F. Salmerón, mientras que el también radical Cristino Martos, fue elegido presidente de la Asamblea republicana española.
La Iª Republica española tuvo escaso apoyo exterior, siendo solo reconocida por los Estados Unidos, Suiza, Costa Rica y Guatemala. Ni la Francia de Thiers, que acababa de proclamar la III República, ni la Alemania de Bismarck, se mostraron partidarias de su reconocimiento por la desconfianza que generaba un sistema que podía recordar en algún momento a la Comuna de París.
Inglaterra tampoco la reconoció debido a los recelos que tenía ante la posibilidad de que España llegase a establecer con Portugal la Unión Ibérica, de la que no era en absoluto partidaria.
Los dirigentes del Partido Republicano se encontraron con una oposición bicéfala:
La de los radicales que deseaban una República no federal, sino unitaria.
La de los federalistas extremistas, que deseaban la República federal inmediatamente, no como una imposición de arriba abajo, sino como una expresión del impulso revolucionario de la base, es decir, de abajo arriba.
Pi i Margall reconocía que esta propuesta era imposible pues la proclamación de la República había sido votada con la condición de que fuesen unas Cortes Constituyentes las que determinasen la forma que debía adoptar esa República.
A Pi i Margall se le considera el padre del federalismo español. Sus ideas están expresada en su obra “La reacción y la revolución”, que fue publicada en el año 1854, Afirmaba que todo hombre era esencial y radicalmente libre, soberano de sí mismo, y entre soberanos no podía haber sumisión, sólo cabían los pactos. Estos pactos tenían que ser bilaterales sinalagmáticos y conmutativos y se establecían de abajo arriba, desde la familia hasta la federación universal, o pacto entre los países del mundo.
Los republicanos intransigentes no compartían la actitud de Pi i Margall y alentaron los desórdenes y las manifestaciones de violencia en la mayor parte del país. Se formó el Comité de Salud Pública en Madrid, a cuyo frente se encuentra Roque Barcia, que tenía una visión más radical y su objetivo era proceder de forma inmediata a la formación de cantones.
En Cataluña, el ocho de marzo, se proclamó el Estado catalán, y la Diputación se hizo con todos los poderes, decretando la abolición del ejército. El gobierno tuvo que reaccionar inmediatamente, pero se vio obligado a hacer concesiones a los federales. En Sevilla, también se produjo un intento parecido, pero la actitud enérgica del gobernador civil lo impidió.
La crisis estalla el veinticuatro de febrero como consecuencia de la disidencia entre los radicales y los republicanos federales a raíz de una discusión en torno a la renovación de las Diputaciones y Ayuntamientos.
Al día siguiente, el gobierno de coalición republicano-radical fue sustituido por un gobierno formado exclusivamente por republicanos, en el que seguía estando a la cabeza Estanislao Figueras y como ministro de Estado, Castelar, y de Gobernación, Pi i Margall.
La Asamblea seguía estando dominada por los radicales y de ahí que el Gobierno tratase de conseguir su disolución para proceder a unas nuevas elecciones. Estas se realizaron el diez de mayo, y su resultado fue una aplastante mayoría de los federales, lo cual no era más que consecuencia del retraimiento practicado por los radicales, los alfonsinos y los carlistas, aunque algunos se presentaron como candidatos a título individual.
La participación electoral fue sólo del 25%, la más baja de toda la historia parlamentaria de España hasta ese momento. Según dice Pi i Margall las Cortes elegidas de aquellas elecciones “se apresuraron a declarar, con sólo dos votos en contra, que la federación era la forma de gobierno de la nación española”.
Las Cortes se reunieron el uno de junio, pero los radicales que no renunciaron, a pesar de todo, al control sobre el Gobierno, consiguieron nombrar una Comisión Permanente, que estaba formada por ocho radicales, tres conservadores, cinco federales y tres radicales de conciliación.
Al mismo tiempo, los radicales intentaron una conspiración para proclamar la República unitaria y contaban con la colaboración de varios generales. Pi i Margall pudo disolver la Comisión, con lo que los radicales desaparecieron de la escena política.
Pi i Margall fue nombrado presidente del Consejo de Ministros a raíz de la constitución de las nuevas Cortes y de la sorprendente huida a Francia de su antecesor en el cargo, Estanislao Figueras.
El nuevo Gobierno trató de satisfacer al mismo tiempo la aspiración de la derecha, el orden, y la aspiración de la izquierda, la federación. El empeño de esta política era muy complicada, cuando además Pi i Margall tenía que enfrentarse simultáneamente a la guerra carlista, a las conspiraciones alfonsinas y a los federalista intransigentes, que habían iniciado ya un movimiento revolucionario cantonalista.
EL MOVIMIENTO CANTONALISTA
El nombramiento como presidente de Pi i Margall no sólo sirvió para controlar los excesos federalistas, sino que, por el contrario, dio rienda suelta a los que querían llevar su radicalismo al máximo.
Si seguimos al historiador Antoni Jutglar, a Pi i Margall le faltó la habilidad y la energía suficientes para asegurar lo que según él debía ser la garantía del orden: el programa y el sistema federal. Lo cierto es. que los excesos dieron lugar al fenómeno de los cantones.
Cuando Pi i Margall toma el poder seguían vigentes los problemas de orden público que había acompañado de siempre a la I República desde el mismo momento de su proclamación, especialmente en Andalucía.
Se trató de conseguir que los Gobernadores Civiles restablecieran la normalidad en las provincias donde ésta se hallaba más alterada para no tener que recurrir al ejército, como pretendían las autoridades militares. Málaga y posteriormente Sevilla, Cádiz, San Fernando y Sanlúcar fueron las poblaciones en las que la agitación se desarrollo entre finales de junio e inicios de julio.
¿Qué deseaban los sublevados?
Lo podemos comprobar en el manifiesto del Comité de Salud Pública de Cádiz que decía lo siguiente: “El Comité se ocupará sin descanso en la adopción de medidas necesarias para salvar la República y contrarrestar el espíritu centralizador de las organizaciones políticas pasadas y salvar para siempre al pueblo español de todas las tiranías”.
En la ciudad de Alcoy, que tenía una potente industria manufacturera, que daba trabajo a un gran número de trabajadores, se había instalado la sede de la Comisión Federal de la Federación Regional Española de la Primera Internacional. El nueve de julio, una huelga general organizada por las organizaciones bakunistas derivó hacía una situación de violencia, que acabó con el asesinato del alcalde la ciudad y el incendio de una fábrica.
Es llamado el ejército a la ciudad y al mando del general Velarde, pudo restablecer la situación tres días más tarde. Los sucesos de Alcoy revistieron un carácter especial por tratarse de una insurrección puramente obrera, en la que tuvieron una participación destacada los internacionalistas, cosa que no ocurrió en el movimiento cantonal en general.
El cantón de Cartagena es otro de los episodios importantes del cantonalismo. La proclamación del cantón de Cartagena se produjo con la colaboración del Comité de Salud Pública de Madrid, el cual instó a los intransigentes a sublevarse para constituir una Junta Revolucionaria.
El movimiento cantonalistas de Cartagena se vio reforzado no sólo por las tripulaciones de los buques Almansa y Vitoria, sino que el regimiento Iberia, que el gobierno había mandado para sofocar la sublevación de Málaga, se unió a los sublevados.
Pi i Margall se enfrentaba al reto de proceder a la restauración del orden y la autoridad. Además de reducir la insurrección mediante la utilización de la fuerza, cosa que repugnaba a su talante democrático, su respeto por la libertad y a su carácter antimilitarista.
Para salvar la situación, Pi i Margall mandó a las Cortes el proyecto de Constitución republicana que había sido redactada por Castelar en solamente veinticuatro horas.
La Constitución republicana constaba de 117 artículos divididos en 17 títulos. Según ésta, la nación española sumía la forma de República federal, integrada por diferentes Estados que en total eran diecisiete que quedaban configurados en su título primero.
El artículo 1º de la Constitución dice: “Componen la Nación española los Estados de Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico, Valencia, Regiones Vascongadas. Los Estados podían conservar las actuales provincias o modificarlas según sus necesidades territoriales”.
El título II detallaba los derechos individuales de los españoles con una precisión a la de la Constitución de 1869. Otra de las novedades dignas de reseñar es la aparición de un cuarto poder, que se añadía a los ya tradicionales y que se denominaba “poder de relación”. Ese poder sería ejercido por el presidente de la República. En el título XIII se establecían las facultades de los diferentes Estados que componían la nación y se delimitaban las competencias de éstos en relación al poder federal.
EL CANTÓN NAVARRO
Navarra siempre ha sido una única provincia, pero en algunos procesos constitucionales siempre ha sido cuestiona si seguir sola o en unión de otras. En la actualidad, todavía sigue el debate y el enfrentamiento por seguir sola o que se integre en Euskadi.
Veamos la discusión que se produce en Navarra con el tema del cantón navarro.
El dieciocho de junio de 1873, se recibe una comunicación dirigida a la Diputación provincial por parte de los diputados navarros a Cortes Generales, que dice lo siguiente:
“Sr. Presidente de la Diputación de Navarra. Muy Sr. Nuestro y de nuestra distinguida consideración. Los Diputados por Navarra que suscriben deseosos del mejor acierto, así como de interpretar los deseos de sus comitentes, ruega a Vd. se sirvan hacer presente a esa Corporación que oirán con agrado todas las observaciones que tenga a bien dirigirles acerca de los siguientes puntos:
1º ¿Convendría que Navarra constituyese por sí solo un Estado Federal?
2º En caso contrario sería preferible su unión a las provincias Vascas, a las de Aragón, ó la Rioja:
Es cuanto tenemos el gusto de manifestarles, encareciendo la urgencia de la contestación. Tienen el gusto de ofrecerse con este motivo.”
El diecinueve de junio, se convoca una reunión para tratar sobre la conveniencia o inconveniencia de que Navarra forme un Estado federal o se agregue a otras provincias.
Se reúne la Diputación provincial de Navarra bajo la presidencia de Esteban Camón, y en la que participan los diputados provinciales, Tomás Moreno, Fermín Ibarra, Baltasar Morrás, Gumersindo Ochoa y Miguel Aldaz. Deciden que se debe invitar a una reunión más amplia a personas representativas de la sociedad navarra para que opinen sobre el tema cantonal, que se plantea en la posible nueva Constitución republicana.
Se plantean tres alternativas a la Diputación. Veamos:
1º La formación de Navarra en un solo Estado y aceptar la unidad política con el respeto y acatamiento en un solo Presidente de la República federal española, de un solo Parlamento y las altas leyes políticas no opuestas a su autonomía foral.
En todo lo demás puede gobernarse sola, tanto en los apartados económico, administrativo por sus fueros y leyes, sin que perjudique a la marcha de los demás Estados en su régimen interior, pues así ha venido existiendo hasta la fechas sin oposición contraria.
2º La agregación a Aragón o Castilla en las que hay intereses generales creados, completamente diversos a Navarra, trayendo una perturbación inmediata. Navarra no iba a tomar nada de Aragón y Castilla. Estos obtendrían un provecho o ventaja que pueden gozar por sí solos.
Si Navarra se une a Aragón o Castilla y el Congreso o Consejo cantonal actúa para ambas provincias, no puede llegarse nunca a una uniformidad en ningún asunto.
Las diferencias en esas provincias en temas como la guardería del campo, la dación de las cuentas municipales, los goces de aprovechamientos de montes y pastos se han regido y rigen por las leyes generales, por más que se les conceda a estos Congresos facultades de legislar esas materias. Respecto a los pueblos de Navarra no puede legalmente la Diputación actual ni el Congreso de ambas provincias romper la costumbre en ley o la ley expresa de que en Navarra se nombran guardas en ciertos pueblos.
Se deja aparte otras consideraciones respecto a obras públicas por las que tan altos sacrificios ha hecho Navarra, en los que dando participación a otras provincias más retrasadas, pierde muchísimo después de tanto esfuerzo a su costa.
Como es posible, que un Congreso cantonal mixto de provincias ejerciese las atribuciones del antiguo Consejo de Navarra y Diputación del Reino, dadas privativamente a la actual Diputación provincial, por Decreto de 21 de enero de 1871 de Gobernación, es a la par Comisión provincial.
3º La unión a las provincias forales vascas, destaca la importancia de los puertos de mar y dejarían de crear problemas los derechos de entrada de nuestros vinos y líquidos en sus fronteras provinciales, con cuya cesación o disminución de pagos de aduanas se provocaría un crecimiento de nuestro comercio.
Ellos tienen su autonomía foral propia, que aunque inmejorable en su caso, como juzgamos la nuestra para nosotros, ha de sufrir un gran quebrantamiento, así no la nuestra, si a de fusionarse de acuerdo las cuatro provincias, de ahí las protestas mutuas de las cuatro provincias que pretenden conservar su independencia.
Hay por otra parte, una alta consideración que tener muy en cuenta: de todos es sabido, el espíritu político que se da en la mayoría de las provincias Vascongadas y Navarra, el espíritu de guerra que domina los destinos de la nación, su sistema gubernamental, puede anular, en la plenitud de sus facultades nuestros fueros y franquicias, y puede suponer un peligro que no debe ocultarse.
Formado un Estado con las cuatro provincias mencionadas, es muy posible o al menos factible que se desarrolle y aumente un espíritu de imposición al resto de España y a que no se consiga la mayoría política, valiéndose de la amplitud del sufragio.
Abierta la sesión por el Presidente de la Diputación provincial de Navarra, Esteban Camón invita a los participantes a que manifiesten su opinión y planteen todas las dudas que les surjan sobre el tema del Cantón, que plantea la Constitución republicana, sin ningún tipo de restricciones y con total libertad.
El resultado de dicha reunión es la información que pasa a sus diputados a Cortes en Madrid respecto su posición política respecto al cantón navarro en la futura Constitución republicana. Para ello, manda el siguiente telegrama a las Cortes:
“En sesión extraordinaria de hoy 19 de junio a la que han concurrido varios particulares de las Merindades, residentes aquí, ha quedado por unanimidad acordada la opinión de que conviene que Navarra constituya por sí sola un Estado Federal, salvando en todo caso su autonomía foral dentro de la unidad constitucional, como hasta el presente. Comuníquese a Diputados a Cortes”.
El veintisiete de junio, la Diputación acuerda dar una alocución a los habitantes de Pamplona ante el estado de perturbación política:
“Diputación foral y provincial de Navarra. Ciudadanos. La Diputación de Navarra que no desconoce el círculo de atribuciones administrativas se cree en el deber ineludible, por su carácter de autoridad dirigir su voz a esta capital de la Provincia: la impulsa a ello el deseo vehemente que tiene de que por ningún motivo sea turbado el orden, base firme de todo poder y condición preciso de todo Gobierno, si es que ha de marchar dentro de su legitima existencia y mucho más si la forma de él es apoyado en la democracia, en la República Federal proclamada por nuestras Cortes.
Deponed pues, toda idea de excitación aunque a ello os obligue el celo por los principios políticos que profesáis.
La Diputación que aceptó y proclamó la República asociada a las autoridades civiles y militares, la Diputación que en 19 de febrero se dirigió a todo el país recomendándole el acatamiento de todas las autoridades legítimas, hoy os repite lo mismo: orden y obediencia a las Autoridades.
Respecto al Gobierno de la República federal, declarada en las constituyentes que son la Soberanía Nacional. Confiad en nuestras autoridades que unidas como están e identificadas en su anhelo por la buena marcha del Gobierno, sabrán elevar al mismo nuestras aspiraciones, para que remueva todo obstáculo que se oponga a la consolidación del orden y de la República”.
El proyecto constitucional fue discutido durante tres días, y en los debates se puso de manifiesto la falta de acuerdo entre los republicanos de distinto signo, lo que hizo imposible su aprobación.
EL DEBATE FORAL EN EL CONGRESO Y EL SENADO
El diputado Madoz en una intervención en la Cortes el día seis de octubre dice: “que fuera de alguna excepción no había ningún fuero que se opusiese a la Constitución”.
El ministro de Gracia y Justicia, Luis del Río Ramos, interviene en el Congreso, en nombre del Gobierno para entre otras cosas decir que si caben en la Constitución los fueros y expone que es una paradoja el sostener el concepto siguiente:”nadie se ofende porque le den una cosa mejor que la que tiene. No basta que a mí me pareciera mejor lo que doy; es menester que lo parezca así al que lo reciba”.
El mismo día, el ministro Luis del Río Ramos replica al diputado Sancho diciendo: “que no comprendía, como el día cuatro de octubre, había exclamado que siendo hijos de la libertad, los fueros y la Constitución y suponiendo que cabían aun mismo tiempo en la casa paterna, viniese a decir ahora que los fueros no pueden recibir la luz o el reflejo constitucional; es decir, añadía que este hijo que entre en la casa paterna será ciego, no podrá ver su casa nunca”.
Ante las graves dudas que genera el fuero navarro en las Cortes Generales, la Diputación emite un comunicado que dice:
¡Cuánta razón tenía el ministro censurando que se hiciese cuestión de subterfugios y de pasiones está en que había de por medio objetos tan sagrados!
Solo así puede comprenderse que a la legislación especial de Navarra la llamasen hijo prodigo de la Constitución española, cuando esta había de derivarse de los antiguos principios políticos forales de Navarra en que estaban consignados los modernos derechos individuales, y en otra de la Novísima recopilación de Navarra; cuyas garantías decía Olózaga (el seis de octubre) adquiría Navarra y no estaban contenidas en los fueros: era mucho apasionarse en hombres a quien no podía considerarse ignorante, el decir que si el Estado moderno de la sociedad conquistaba esas grandes garantías, Navarra las conquista también; cuando se sabe que ya los tenía anteriormente y al gozarlas de nuevo, ningún favor se le hacía si en todo caso había de haber sido respetada su legislación antigua foral a falda de Constitución”.
Llevado el asunto de la Constitución al Senado, se vuelve a repetir el cuestionamiento de los fueros. En la sesión del dieciocho de octubre, el senador Viluma hace públicos sus temores acerca de la compatibilidad de los fueros y de la unidad constitucional por lo cual entiende “un solo Monarca sólo unos Cuerpos Colegisladores”.
El senador Ferrer dice: “Eran diferentes los de Navarra y provincias Vascongadas que los fueros municipales y económicos eran dignos de admiración y recomendables a la Nación para extenderlos a la misma y que por haberlos perdido algunas provincias se vieron caer en la miseria y ambición en que todas las veían; que los municipales y económicos que habían hecho la verdadera felicidad del país no estaban en oposición a la Constitución…”.
El duque de Fría espera que el Gobierno explique el sentido de la palabra “unidad constitucional”.
En nombre del Gobierno responde el ministro de Gracia y Justica diciendo:” La unidad de una cosa se salva en los principios de la Constitución, en los grandes vínculos en las grandes formas características y de ningún modo en los pequeños detalles… La Unidad Constitucional se salva habiendo un solo Rey Constitucional para todas las provincias, un mismo poder legislativo y una misma representación común”.
El senador Ferrer afirma “lo más generoso hubiera sido decir, ahí tenéis los fueros, que los españoles tienen una libertad nacional, consultad lo que os tiene más en cuanta, unámonos para formar una misma familia”.
El representante navarro, Conde de Ezpeleta interviene en la sesión del Senado el 19 de octubre y afirma: “Si la unidad constitucional se entiende como régimen constitucional, porque yo encuentro grande la diferencia. La diferencia de tomar las cosas en grande a venir a detenerse en las más pequeñas, si se toma en aquel sentido, estamos acordes; pero si es en el segundo, diré que es una decepción, un engaño; porque sería decir que darnos una cosa, no dándola y entonces no habría nada y las provincias quedaran reducidas a un estado peor que el de los últimos pueblos de Castilla”.
Antes de proceder en el Senado a la votación del texto constitucional republicano, el senador, Marqués de Montesa, pregunta si la palabra Fuero se entiende también la confirmación de las leyes de Navarra.
Le contesta el ministro de Gracia y Justicia de forma afirmativa diciendo:
“Me he extendido y acaso he estado difuso en estas explicaciones porque el punto es sumamente importante en la actualidad; he dicho al principio que opinaba porque Navarra constituyese un solo Estado a Cantón por si solo sin agregación. La razón primera esta dicha en la exigencia de las Cortes de que los Reyes o Poder Soberano no pudieran hacer que fuera Reino aparte sino sólo o de por él.
Aun que esto quisiese darse por abolido y completamente derogados por olvidados las tendencias históricas en defensa de ser y querer ser Navarra una sola arguyendo que había aceptado la unidad constitucional, una cosa es que se haya entendido y se entienda hoy distinta del régimen y otra cosa es que a pretexto de éste se intente prescindir de todo y sujetar a la provincia a anexiones por las cuales pierda su propia y foral autonomía administrativa que está comprendida en los 26 artículos de la Ley orden vigente de 16 de agosto de 1841”.
Antes que finalizasen esos debates constitucionales y ante los reproches que recibe Pi i Margall por parte de muchos diputados que le acusaban de ser el responsable de la insurrección cantonal por su política de concesiones y por contemporizar con la situación política. Pi i Margall ante esta situación presenta su dimisión
El dieciocho de julio, fue elegido nuevo presidente Nicolás Salmerón, con 119 votos frente a los 93 que recibió Pi i Margall. En cinco meses se habían sucedido ya cinco gobiernos y dos presidentes. Salmerón fue elegido con el apoyo de los monárquicos. Salmerón adoptó una actitud de mayor firmeza ante la revolución cantonal, que se había extendido por todo el sur y el levante español.
Sus primeras medidas consistieron en reorganizar el ejército para intentar sanearlo y cortar los brotes de connivencia que se había producido entre algunas unidades y los insurrectos. Formó expedientes a las autoridades que habían tomado parte en las sublevaciones cantonales, como los gobernadores de Murcia y Alicante.
Recurrió a los militares monárquicos como Martínez Campos, o radicales como Pavía, a quienes nombró, respectivamente, capitanes generales de Valencia y Andalucía, las regiones donde se había centrado el conflicto, para que ejercieran la mano dura.
Pavía reunió un ejército de tres mil hombres, que fueron suficientes para reducir los cantones andaluces de Córdoba. Sevilla y Cádiz a finales de julio e inicios de agosto. Málaga resistió algún tiempo más y fue sometida el dieciocho de septiembre. La mayor resistencia la ofreció Cartagena que resistió el asedio del general López Domínguez hasta el once de enero del año 1874.
Los conservadores españoles presentaron el movimiento cantonalista como una revolución social, sin embargo esto no es así. Solamente en el caso de Alcoy y algunas acciones aisladas en Andalucía tuvieron aspectos de revolución social.
Para el historiador José María Jover, la revolución cantonal fue en todas partes el golpe de mano de activistas políticos de una burguesía deseosa de detentar poder.
La utilización del ejército por parte de Salmerón le atrajo el ataque de la izquierda en las Cortes Generales. Sin embargo, Salmerón se negaba a firmar dos sentencias de muerte propuestas por las autoridades militares, el cinco de septiembre presentó su dimisión. Las Cortes apoyaron a Emilio Castelar que contó con 133 votos, mientras que Pi i Margall obtuvo 67.
Castelar fue el último presidente de la I República y su gestión se centró en conseguir el apoyo de los radicales, pues creía que su separación había sido el principal error de los políticos republicanos.
Protegió a los monárquicos y pactó con la Santa Sede, todo lo cual significa un importante golpe de timón para que la República se inclinase hacia la derecha. Su éxito más importante fue lograr la confianza del ejército. La I República giraba hacia la derecha y esto hace que la izquierda junto a Salmerón acuse a Castelar de crear una República que podían disfrutar los no republicanos.
El gobierno de Castelar fue derrotado en dos votaciones en la Cortes y crecía la posibilidad de que se restableciese el sistema federal. El Capitán General de Madrid, el radical, Manuel Pavía, irrumpió en las Cortes el tres de enero de 1874 y con uno pocos disparos, acabó con las Cortes Constituyente republicanas.
Pavía se dirige a los mandos del ejército diciendo:
“Dos veces ha sido derrotado el Ministerio de Castelar e iba a ser sustituido por lo es basan su política en la destrucción de la Patria.
En nombre, pues, de la salvación del ejército, de la Libertad y de la Patria, he ocupado el Congreso, convocado a los representantes de todos los partidos, exceptuando los cantonales y los carlistas, para que formen un gobierno nacional que salve tan caros objetos.
El Capitán General de Madrid no formaría parte del Gobierno, y continuará en su puesto. En nombre de la Patria, espero que secundará V.E mi patriótica misión, conservando el orden a todo trance”.
El golpe del general Pavía suponía una vuelta a la tradicional concepción del papel del ejército en la España liberal. Cuando se llegaba a un momento de crisis política y de revuelta social, como el que se daba en la I República española, el ejército asumía la responsabilidad de poner las cosas en sus sitio, restableciendo el orden y reconduciendo la marcha del país por los cauces que representaba la verdadera voluntad nacional, que no era otra que garantizar el poder a las elites nacionales en contra del sentir de la mayoría.
En este caso, como en otros anteriores y otros posteriores de la historia, el papel del ejército siempre ha sido el de garantizar el poder a las elites políticas y económicas sin importarles nada el coste para el resto de la población.
Una vez disueltas las Cortes, Pavía reunió a políticos y generales que se encontraban en Madrid para entregares el poder. Los generales Serrano, Concha, Topete y Berenguer, junto a los políticos Rivero, Martos, Sagasta acordaron que el Gobierno que se había de constituir siguiera llamándose Poder Ejecutivo de la República.
Se nombre presidente de la República al general Serrano y el gobierno estaría presidido por Zavala. La República no dejaba de existir, aunque tomaba una forma diferente, donde la alta burguesía, la aristocracia, el clero ocuparían lugar principal en el desarrollo político.
Con el fin de conseguir el mayor apoyo a esta República presidencialista, Serrano pidió la colaboración de Cánovas del Castillo, que era el representante de Alfonso XII y también la de Castelar, que era el republicano más conservador. Sin embargo, ninguno de los dos lo apoyo, pues no estaban de acuerdo con la salida política propuesta, ni aun como fórmula transitoria.
Serrano dio un papel principal al ejército y mandó disolver la I Internacional. A los pocos días de tomar el poder, se rendía el cantón de Cartagena a las tropas de López Domínguez.
Bilbao se encontraba sitiada por las tropas carlistas desde inicios de enero de 1874, y había fracaso los diversos intentos del ejército liberal de romper el cerco carlista de la ciudad.
Serrano toma el mando del ejército liberal del norte y con eso pretendía conseguir una victoria que reforzara su posición política. Mientras tanto, en Madrid se producían conspiraciones alfonsinas dirigidas por los generales Concha, Echague y Martínez Campos como se vio en abril y planteaban el restablecimiento de una monarquía encabezada por Alfonso XII.
El gobierno de Zavala tuvo que tomar en el campo financiero una medida de transcendental importancia y su ministro de Hacienda, Echegaray, hizo aprobar un decreto el diecinueve de marzo, por el que el Banco de España recibía el monopolio de la emisión de billetes, pudiendo poner en circulación dinero por cuatro veces superior al encaje oro y plata, y por cinco veces de su capital efectivo, que fue elevado a cien millones de pesetas.
La situación económica que había heredado la Revolución de 1868 de la monarquía de Isabel II era desastrosa. El ministro de Hacienda del gobierno provisional del año 1868, Laureano Figuerola, lo denuncio inmediatamente. La deuda superaba los ingresos anuales y los gastos comenzaron a crecer con el triunfo de la revolución Gloriosa, con lo que la situación económica empeora.
Figuerola plantea una serie de reformas para lograr la nivelación del presupuesto de forma gradual. El principal problema que había padecido la economía del país residía en los obstáculos que la política proteccionista de la era isabelina había impuesto al desarrollo mercantil e industrial de España. Su principal misión fue la supresión y la reforma de todos aquellos tributos que obstaculizasen la libertad de comercio o la circulación de mercancías.
La política que llevaron a cabo para igualar gradual los presupuestos fue la de recurrir al crédito, tanto para hacer frente al déficit heredado como para financiar los que se habían de producir en el proceso de transición. Se efectuaron una serie operaciones de crédito con bancos extranjeros en unas condiciones muy desfavorables para el Estado español que elevaron considerablemente la deuda exterior española.
Durante la República la producción manufacturera y el comercio exterior funcionó bien y la balanza comercial tuvo su único año de saldo favorable. Sin embargo, la brusca subida del oro en el mercado nacional agravó la situación por el retraimiento de las clases adineradas que prefirieron guardar sus reservas. Los fondos públicos bajaron y las peticiones de reembolsar billetes aumentaron. Se produjo una cierta crisis bancaria, pero las mayores consecuencias las sufrió el régimen republicano dirigido por el general Serrano.
El tres de septiembre de 1874 Zavala dimitió, siendo sustituido por Sagasta, lo que no evito que los seguidores de Alfonso XII siguiesen conspirando. A finales del año 1874, España había alcanzado su máximo grado de cansancio político. Después de una revolución, un régimen provisional, una monarquía democrática y una república que había atravesado en su corta duración por dos fases diferentes, ahora el régimen del general Serrano se mostraba falto de perspectivas y con escaso futuro.
Como todos estamos viendo, rápidamente fue eliminada la Iª República y el texto constitucional por el que se iba a regir nunca vio la luz ni fue puesta en práctica. La monarquía borbónica aparece como la única salida posible política a tantos intentos frustrados de encontrar una solución política para el país.
La década de 1960 supuso la explosión, en Estados Unidos, de los feminismos. Las olas de feminismo liberal y radical nacen en un momento de boom económico que trajo consigo una etapa de nuevos cambios sociales. La sexualidad y la moralidad tuvieron un papel fundamental. Junto con la lucha por los Derechos Civiles (Ollhof, 2011), el movimiento en pro de la libre expresión (Ashbolt, 2013) o la incipiente cultura juvenil debido al baby boom de posguerra, surgió la segunda ola del feminismo (Horowitz, 1998). Esta incluyó tanto autoras y organizaciones que entroncaron con la tradición del feminismo liberal heredada desde el sufragismo de finales del XIX y principios del XX como un nuevo feminismo, el radical. El movimiento feminista despegó en estos momentos a partir del cuestionamiento de los roles sexuales tradicionales (Miles, 2006: 13).
Sin embargo, la cuestión femenina no comenzaba a tratarse ahora, sino que se trataba de una cuestión de largo alcance. Para comprender esta ola de feminismo se debe retroceder un poco en el tiempo. La Ilustración fue el periodo en el que se considera que nace el feminismo, con autores como Kant, John Stuart Mill o Condorcet que ya hablan de la exclusión «natural» de la mujer.
Pero su eclosión definitiva no es hasta la aparición de Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792), que busca una igualdad moral entre sexos. La obra rompe con los escritos realizados hasta ese momento por mujeres. También se habla de la exclusión femenina en la educación. Para Wollstonecraft, las mujeres son las que educan a sus hijos, por lo que es necesario que reciban una educación acorde a esta responsabilidad. Con este antecedente, comienzan a surgir las conocidas como «olas» del feminismo.
La primera ola del feminismo cobró protagonismo en Estados Unidos e Inglaterra desde finales del siglo XIX y hasta mediados del XX. En un principio, su principal objetivo era la obtención de la igualdad frente al varón en términos de propiedad o de matrimonio, entre otros. Los derechos políticos y, especialmente, el sufragio femenino, fueron las reivindicaciones clave de esta lucha. La Convención de Séneca Falls de 1848 en Nueva York fue el momento culmen de esta primera ola. Tuvo trescientos participantes y espectadores y fue firmada por unas cien mujeres. A partir de este momento, el movimiento feminista comienza a extenderse, de forma que, a principios del siglo XX las mujeres comenzaron a obtener paulatinamente el derecho al voto.
Sin embargo, esto solo supuso un comienzo para el movimiento y así lo plasmó Simon de Beauvoir en El segundo sexo (1948). En este ensayó, Beauvoir reflexionó acerca de lo que significa ser mujer. Para la autora, la mujer es un producto cultural construido por la sociedad: ser madre, esposa, hija, hermana… En esta obra, Simone de Beauvoir sostivo una tesis que ha generado y genera debates extensos en la actualidad: No se nace mujer, se llega a serlo. Con ello, Beauvoir le daba un papel preponderante a lo social en la construcción de la feminidad y la masculinidad. Según esta autora, la sociedad ha separado al ser humano entre hombres y mujeres, excluyendo a estas últimas y encasillándolas en un papel determinado.
Es por ello que, cuando surgió la segunda ola del feminismo, ésta ya no se centraba en la búsqueda de la superación de los obstáculos legales como sí había hecho el feminismo liberal. Esta vez se incorporaba el punto de vista sexual, familiar, laboral. El derecho al aborto y al acceso a métodos anticonceptivos por ejemplo, pasó al centro del debate (Nash, 2007). No obstante, los primeros años sesenta son importantes como período de transición entre una era más conservadora, cauta, complaciente, y otra más desenfrenada (Rorabaugh, 2002).
Esta nueva revolución femenina comenzó con la introducción de la píldora anticonceptiva, aprobada por la Food And Drug Administration en 1961. Fue introduciéndose lentamente y permitiendo así a las mujeres elegir su pareja sexual, decidir su maternidad o planificar sus embarazos frente a la vida laboral. Hacia 1965, el 20% de las mujeres utilizaba la píldora u otros métodos anticonceptivos. A finales de los sesenta se redujo por primera vez de modo drástico el índice de natalidad (Rorabaugh, 2002: 183). Sin embargo, la ambición de la mayoría de los estadounidenses era casarse, comprarse una bonita casa con jardín en una zona tranquila y formar una familia (Soley, 2015).
Los avances tecnológicos también tuvieron mucho que ver en estas cuestiones. A medida que los electrodomésticos surgían o mejoraban, las tareas domésticas se hacían menos arduas para las amas de casa. Eso «permitió» una inclusión mayor de las mujeres en el mercado laboral. Muchas de ellas a tiempo parcial y con salarios escasos, pero las mujeres de clase media comenzaban a incorporarse al trabajo.
Las mujeres trabajaban con una finalidad concreta, como la de comprar una casa o pagar los estudios universitarios de los hijos. Hacia 1960 trabajaba (fuera de casa) el 37% de las mujeres solteras y el 30% de las mujeres casadas. Si bien las actitudes masculinas frente al trabajo femenino cambiaron, el modelo ideal de familia se mantenía. La familia ideal estadounidense guía siendo aquella en que solo trabajaba el varón. En 1960 pocas mujeres, incluso entre la minoría trabajadora, cuestionaban este estereotipo (Rorabaugh, 2002: 117).
La situación de la mujer: antes del feminismo liberal y radical
En los primeros años sesenta, las carreras profesionales femeninas no eran aún lo habitual. El matrimonio seguía sucediendo a una edad muy temprana y conllevaba, además, unos índices de natalidad muy altos. Las mujeres contraían matrimonio con una media de 20 años. Sus maridos, con 22 años de media. En esta época, además, el número de hijos por familia había pasado de 2 a 3 (Rorabaugh, 2002: 184-185).
A pesar de ser un momento de cambios acelerados en lo social (en el ámbito religioso, en el étnico, en cuestiones de clase social) la sociedad parecía anclada aún a viejas fórmulas. La libertad sexual iba abriéndose camino, creciendo incluso la libertad para hablar de sexo. Sin embargo, el matrimonio aún parecía una institución estable y relevante a nivel general en 1960. Pocas parejas se planteaban la posibilidad de convivir sin un vínculo matrimonial. Incluso los propietarios desalojaban por sistema a las parejas no casadas. En este sentido, prevalecía una doble moral (Rorabaugh, 2002: 184-185).
El sexo prematrimonial en la mujer estaba considerado como una inmoralidad. En casos más extremos, incluso como prostitución Las mujeres jóvenes solteras tenían terror al embarazo. No obstante, a falta de métodos anticonceptivos, este sólo se podía interrumpir por medio del aborto. Era, por otra parte, una opción ilegal, cara y peligrosa. Además, el tema era tabú y no se podía tratar en público (Rorabaugh, 2002: 184-185).
La palabra “embarazada” se consideraba tan subida de tono que los conservadores la evitaban. (Rorabaugh, 2002: 184-185)
El concepto de la monoparentalidad no existía, o más bien no se planteaba como una opción con normalidad. En el caso de las mujeres viudas o divorciadas, se consentía que constituyeran familias monoparentales. Sin embargo, nadie osaba a imaginar que una mujer soltera y/o joven decidiera voluntariamente tener un hijo que naciera fuera de un matrimonio y educarlo sola (Rorabaugh, 2002: 184-185).
Ideal de familia norteamericana plasmado en la serie Mad Men
El auge de los suburbios empeoró esta situación. Estas formas de población, tan arquetípicas en el modelo familiar estadounidense, alejaban a las mujeres de sus familias, amigos o instituciones. La distancia entre los suburbios y las zonas urbanas recluía a las mujeres en nuevas zonas residenciales. Era el lugar donde la clase media protestante, católica y judía buscaba el ascenso social.
Se plasmó el nuevo ideal de familia norteamericana en todas partes. Se trata de esa imagen arquetípica que series como Los Simpsons parodian. Una familia idílica, que vivía en zonas residenciales, con una clara estructura de familia nuclear en la que el padre o cabeza de familia trabajaba. Mientras la mujer, perfecta ama de casa, se ocupaba de la casa y de los niños. El feminismo liberal en Estados Unidos fue, en parte, una reacción a la extensión de este modelo de familia ideal y hegemónico que, aún hoy, copa los medios de comunicación.
Censura de Hollywood
Portada del Código Hays
La sociedad estadounidense, como puede observarse, seguía siendo bastante tradicional. Esa moral se extendió de facto hasta la industria del cine. La existencia del Código Hays, implantado entre 1934 y 1967, censuraba todo lo que se podía o no se podía ver en las producciones estadounidenses. Regularizó la sexualidad de forma que “el carácter sagrado de la institución del matrimonio y del hogar será mantenido”.
La infidelidad era también duramente censurada. “El adulterio y todo comportamiento sexual ilícito[…], no deben ser objeto de una demostración demasiado precisa, ni ser justificados o presentados bajo un aspecto atractivo”
Las demostraciones de afecto o de erotismo tampoco eran permitidas, evidentemente, puesto que el Codigo Hays marcaba que “no sé mostrarán besos ni abrazos de una lascividad excesiva, de poses o gestos sugestivos”. Por otra parte, afirmaba también que “las perversiones sexuales y toda alusión a éstas está prohibido”. La protección sobre los esquemas tradicionales de la sociedad, entre los que se incluía el matrimonio y la familia nuclear era extrema. No obstante, la producción cinematográfica era una forma de reproducción de las mismas esencial en ese contexto. El código marcaba, de hecho, que “no debe presentar la institución del matrimonio como antipática”. Incluso, en las noticias de la NBC, el uso de las palabras “violación” o “aborto” estaba prohibido.
La mayoría de esta censura afectaba específicamente al papel de la mujer y en su actuación ante las cámaras. Sin embargo, la existencia de unas restricciones tan estrechas provocó que comenzaran a aparecer dobles sentidos, recursos y referencias para engañar al proceso de censura.
Primeros cambios
Estas cuestiones alimentaron un caldo de cultivo perfecto para la emergencia de un feminismo liberal y, posteriomente, uno radical. Quedaban lejos de conformarse con las reivindicaciones con las que habían comenzado a manifestarse las sufragistas y el feminismo liberal en general. La sexualidad, las libertades reproductivas o las cuestiones laborales saltaron al centro del debate. La píldora anticonceptiva supuso uno de los cambios fundamentales en esta revolución sexual y feminista, pero no el único de ellos.
La incorporación de la mujer al mundo laboral había tenido sus comienzos durante la Segunda Guerra Mundial. Comenzaron ocupando cargos anteriormente desempeñados por hombres, que en esos momentos se encontraban en el frente. Y, como se mencionaba, en estos momentos comenzaba a normalizarse, si bien con unas restricciones muy concretas. Con el auge económico de posguerra, además, habían llegado también los electrodomésticos. Estos, como se ha explicado antes, facilitaron las labores del hogar, por lo que a la mujer le quedaba más tiempo libre. Este tiempo libre permitía poder encontrar un trabajo a tiempo parcial y, además, con bajos salarios.
Ante esta extensión del trabajo femenino, con la llegada de John F. Kennedy a la presidencia de Estados Unidos se creó la Comisión Presidencial sobre el Estatus de la Mujer el 14 de diciembre de 1961. El 11 de octubre de 1963 se publicó un informe que reveló la existencia de desigualdad de género en el ámbito laboral. Proponía una serie de medidas para un mayor acceso a la educación, ayudas para el cuidado de los hijos o la baja por maternidad (Hunt, 2015).
También se impulsaron leyes como la Ley de Igualdad Salarial de 1963, y el Título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964. Este prohíbe la discriminación de los trabajadores en base a su color, etnia, sexo, origen nacional o religión. También es relevante el fallo de la Corte Suprema Griswold v. Connecticut de 1965. En él, el estado de Connecticut prohibía el uso de anticonceptivos. Este fallo se acabó declarando inconstitucional. A su vez, se nombró a mujeres en altos cargos de su administración, como fue el caso de Esther Peterson. Muchas ciudades eligieron a mujeres como alcaldesas en los setenta (Jones, 1995: 536). Estas cuestiones supusieron un avance considerable. Sin embargo, quedaban aún lejos de todas las reivindicaciones del feminismo liberal.
Nace el feminismo liberal
La aparición de un movimiento femenino organizado llegó con la publicación de The Feminine Mystique (1963) por Betty Friedan. En él, hace referencia al “problema que no tiene nombre”. Betty Friedan criticó el carácter romántico que se le otorgaba a lo doméstico y a la idea de que la mujer solo podía sentirse realizada siendo madre y ama de casa. En 1966, y con ayuda de Friedan, se fundó la mayor organización feminista estadounidense, la Organización Nacional de Mujeres (National Organization for Women, NOW).
Esta organización tenía como fines principales la igualdad económica y de derechos y el derecho al aborto. A ello se le sumaban cuestiones como la lucha contra el racismo y la violencia de género, entre otros. Estos grupos y la existencia de algunas teóricas del feminismo liberal como la propia Friedan suponen los antecedentes más claros e influyentes sobre lo que después conformaría la segunda ola de feminismo, la del feminismo radical. La organización sirvió de inspiración para la creación de grupos de liberación de la mujer en otras partes del país.
“Para las mujeres, en las columnas, los libros y los artículos de expertos que les decían a las mujeres que su papel consistía en realizarse como esposas y madres. Una y otra vez las mujeres oían, a través de las voces de la tradición y de la sofisticación freudiana, que no podían aspirar a un destino más elevado que la gloria de su propia feminidad” (Friedan, 2009: 51).
Según Friedan, la salida de las mujeres del hogar produjo un agravamiento en su situación de desigualdad (Amorós coord., 1994: 132). Ahora la mujer tenía doble trabajo, el laboral y el del hogar. Y, en el primero de ellos, se acentuaban las desigualdades con respecto a los trabajadores masculinos. Para Betty Friedan era necesario redefinir el concepto de familia y las estructuras sociales (Amorós coord., 1994: 133-134).
Gloria Steinem trabajando como Conejita Playboy
La voz de Betty Friedan o de las teóricas del feminismo no fue la única en resaltar estas cuestiones. Puede mencionarse también el caso de Gloria Steinem, una periodista que se infiltró en la Mansión Playboy como Conejita Playboy. Pretendía documentarse para la realización de un artículo. Con ello dio a conocer las condiciones en las que se encontraban estas mujeres y las demandas sexuales que recibían, comúnmente al borde de la ley. Gracias a este artículo, se convirtió en una de las principales voces feministas del momento, junto con Betty Friedan o Jo Freeman.
Del feminismo liberal al feminismo radical: organización y radicalización
Pese a que NOW fue la primera organización feminista nacida en EEUU, surgieron muchas otras usando ésta como inspiración. Sin embargo, muchas mujeres abandonaron NOW por ser demasiado radical. Mientras, otras lo hicieron por considerarla demasiado conservadora (Ryan, 1992: 44). El aborto fue quizá el tema fundamental de estas escisiones. Las mujeres que estaban en contra del derecho al aborto formaron Women’s Equility Action League (WEAL).
Pero los derechos reproductivos no fueron la única cuestión que dividió al feminismo en estos momentos. El feminismo radical había mantenido unas premisas comunes, no sin discrepancias. Sin embargo, el movimiento se fragmentaba de forma más fuerte en estos momentos. La presencia del colectivo LGTB (concretamente, del lesbianismo) fue otro factor crucial que dividió a las feministas. No obstante, esta fue también una época de eclosión de la lucha del colectivo LGTB. A lo largo de 1968 y 1969, comenzaron a formarse pequeños grupos de liberación de mujeres en las principales ciudades del país (Ryan, 1992: 47). Paralelamente, en 1969, estallaba la mecha que prendió la lucha por los derechos de las personas homosexuales, bisexuales y trans, los disturbios de Stonewall
National Organization for Women, NOW
Con Jo Freeman y Shulamith Firestone, autora de La dialéctica del sexo (1970) como pioneras, nace el movimiento de liberación de las mujeres (Women’s Liberation Movement,WLB). La rama WLM del feminismo radical, basada en la filosofía contemporánea, estaba compuesta por mujeres. Tenía, no obstante, trasfondos racial y culturalmente diversos. Estas plantearon que, para que las mujeres dejasen de ser ciudadanas de segunda clase en sus respectivas sociedades, era necesaria su libertad económica, psicológica y social (Bullock, Trombley y Lawrie, 1999: 314). La segunda ola de feminismo comenzaba a dejar paso, desde el feminismo liberal, al feminismo radical.
Kate Millet fue la escritora de otra de las grandes obras de esta segunda ola feminista, Sexual Politics (1969). Es un libro que une crítica literaria, antropología, economía, historia, psicología y sociología en una combinación propia de la Escuela de Frankfurt la cual inspiraba los movimientos contestatarios de la época (Amorós coord., 1994: 142). En un primer momento, Millet había militado en NOW, pero más adelante se unió al grupo de feministas radicales fundado por Pam Allen en 1967, el New York Radical Women. Paralelamente, surgieron otros grupos radicales por todo el país, como el New York Radical Feminists, entre otros. Estos tienen su apogeo ya en la década de los setenta, también en Estados Unidos.
El feminismo radical, en sus diversas ramificaciones y grupos, se originó en los movimientos contestatarios norteamericanos de los sesenta. En un contexto de eclosión de lo contracultural, la ola de feminismo radical fue resultado de la insatisfactoria respuesta que se había dado a las reivindicaciones feministas del feminismo liberal anterior. Para este feminismo radical, su lucha no se trata simplemente de ganar el espacio público. No es solamente una cuestión de igualdad en el trabajo, en la educación o en los derechos civiles y políticos.
El feminismo radical va a lo que considera la raíz del problema, como su propio nombre indica, por lo que pretende transformar también el espacio privado. Para este feminismo, el patriarcado es el sistema de dominación básico en la sociedad. Sobre él, se asientan los demás: la raza, la clase. Consideran, por lo tanto, que no puede haber una verdadera revolución si no se destruye (Amorós -coord-, 1994: 142-145). Con estas premisas, el feminismo radical va a ir ganando espacios, terrenos y capacidad de reivindicación.
Una oveja coronada Miss America 1969
Oveja coronada Miss América 1969
El 7 de septiembre de 1968, el movimiento feminista se presentó al mundo. Lo hizo interrumpir la retransmisión en directo para todo el país de la elección de Miss América 1969, celebrado en Atlantic City, Nueva Jersey (Miles, 2004: 45). Esta reivindicación fue orquestada por Robin Morgan, de la New York Radical Women y en ella participaron cientos de feministas de diferentes organizaciones y grupos defensores de los derechos civiles.Para las protestantes, los estándares de belleza y el certamen oprimían, degradaban y explotaban a la mujer.
Llamaron al desfile “el degradante símbolo de Mujer Imbécil con Tetas”. Simbólicamente, colocaron un cubo de basura al que nombraron Cubo de Basura de la Libertad (Freedom Trash Can). Arrojaron toda clase de productos considerados femeninos. Productos de higiene, pestañas postizas, fregonas, sujetadores, menaje de cocina, la revista Playboy o la Cosmopolitan, entre otros. Éstos eran objetos considerados como “instrumentos de tortura femenina” (Duffett, 1968: 4).
De esta forma y al grito de «¡No más Miss América!» (No more Miss America!) afirmaban que el concurso era comparable a una feria de ganado. Además, desde el inicio del concurso en 1921, solo habían sido aceptadas concursantes caucásicas como finalistas. Reclamaban el hecho de que nunca hubiera sido coronada una Miss América negra. Por último, decidieron coronar a una oveja como Miss América. A raíz de esta protesta surgió el mito de la quema de sujetadores, que eran símbolo de opresión femenino. La protesta fue cubierta por todos los medios de comunicación del país y fue un éxito para el movimiento.
Feminismo radical como «contracultura»
Cuando se habla de contracultura, se agrupa como tal a aquellos grupos sociales que van en contra de la sociedad establecida, del establishment. Este término fue acuñado por el autor estadounidense Theodore Roszak en su libro El nacimiento de una contracultura (1968). La contracultura de la década de 1960 en Estados Unidos se caracterizó por ser la cuna de diversos movimientos sociales. Estos irrumpieron en la sociedad norteamericana durante esta década. En esta amalgama de movimientos sociales que se opusieron a la cultura establecida pueden mencionarse el movimiento por los derechos civiles, el movimiento a favor de la libre expresión, la lucha por los derechos del colectivo LGTB la revolución sexual y el feminismo, entre otros.
Todos estos movimientos sociales se desarrollaron en un ambiente en el que dominaba la estética psicodélica. También la eclosión de nuevas fórmulas artísticas en todos los ámbitos, como la literatura, cuyo cariz contracultural puede rastrearse incluso en los poetas de la generación Beat de la década de los 50 o la música, lo cual se manifestó en la explosión de festivales como el de Altamont o Woodstock.
Angela Davis hablando ante una multitud
En su momento se consideró al movimiento feminista, incluso en sus orígenes como feminismo liberal, como un movimiento contracultural de los sesenta. Iba en contra de lo establecido por la sociedad tradicional estadounidense en lo relacionado con el rol de la mujer. Así mismo, los partidarios de los diversos movimientos sociales antes mencionados también podían vincularse a la lucha feminista o viceversa. Este es el caso de Angela Davis. Davis fue y es una de las grandes figuras de este contexto y del feminismo en general. No obstante, se trata de una mujer afroamericana, homosexual, comunista y miembro de los Black Panthers o Panteras Negras. Por todo ello, fue calificada por el FBI como una de los “criminales más buscados” del país.
En definitiva, durante los sesenta cualquier movimiento que fuera contra los valores tradicionales del país se leía como un movimiento «contra corriente» o «contra la cultura». El feminismo, en su paso desde el feminismo liberal al radical acabó siendo incorporado, junto con otros movimientos de carácter neo-izquierdista, a la lista de contraculturas.
Bibliografía
Libros
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Artículos
DUFFETT, Judith: “WLM vs. Miss America”, Voice of the Women’s Liberation Movement, octubre de 1968, p. 4.
Muchos años después del estreno de ‘Senderos de gloria’, Kirk Douglas contó en 1969 al crítico de cine Roger Ebert que estaba convencido de que la película seguiría siendo un clásico para siempre, además de su mejor actuación. «Esa es una película que siempre será buena, también dentro de muchos años. No tengo que esperar 50 años para saberlo. Lo sé ahora». Douglas era consciente de que la película se había hecho gracias a él en primer lugar. El proyecto de Stanley Kubrick no había recibido ningún apoyo en los grandes estudios de cine. El interés de Douglas por el guión y por interpretarla lo cambió todo y United Artists aceptó financiarla con 935.000 dólares.
La muerte de Kirk Douglas con 103 años el pasado 5 de febrero ha recordado ahora algunas de sus mejores actuaciones. ‘Senderos de gloria’ (1957) es una de ellas, a lo que se une el hecho de que está considerada una de las grandes películas de guerra y una con el mensaje antibelicista más claro y nítido de entre todas ellas. Desde el primer momento, su fuerza resultó evidente, aunque no fuera un éxito de taquilla. El Gobierno francés dejó claro que no permitiría su estreno en el país, con lo que la distribuidora prefirió no intentarlo. No llegó a Francia hasta 18 años más tarde, en marzo de 1975.
Kubrick, con sólo 29 años, demostró una habilidad casi impropia de su edad. Ya entonces tenía un temperamento autoritario en el rodaje al ser un hombre con las ideas muy claras sobre lo que debía hacer. Tuvo choques con Douglas, una gran estrella, lo que no impidió que dos años después el actor le ofreciera la dirección de ‘Espartaco’ después de que Anthony Mann sólo durara una semana.
Si saber engañar o cautivar a los actores es una tarea imprescindible en algún momento para un director, no cabe duda de que Kubrick demostró un gran talento al convencer a Adolphe Menjou de que interpretara el papel del general Broulard. Nacido en EEUU de padre francés, Menjou era un republicano radical que pensaba que Roosevelt era un socialista que sólo quería arrebatar a los ricos el dinero que habían ganado (incluido el suyo). Cooperó sin problemas con la caza de brujas, porque sostenía que Hollywood estaba lleno de comunistas. Había participado en la IGM como capitán en una unidad de ambulancias. Era improbable que quisiera participar en una película de mensaje antibélico.
Kubrick lo consiguió jugando la carta del ego. Le dijo que su papel era básico en la película –lo que era cierto, pero no el sentido en que pensaba Menjou– y que Broulard era un buen general que intentaba asumir la responsabilidad del mando en circunstancias difíciles. Para completar la jugada, el director sólo le entregó las páginas del guión en las que aparecía su personaje.
En el rodaje, Menjou tuvo que soportar una de las características por las que es conocido Kubrick. La repetición de las escenas hasta que quedaran exactamente como él quería. En una de esas ocasiones, el actor montó en cólera, dijo a gritos que no podía hacerlo mejor y se quejó de la inexperiencia del director en la dirección de actores. Kubrick no perdió la calma. Dejó que Menjou explotara y le dijo sin levantar la voz: «No ha quedado bien y vamos a seguir haciéndola hasta que quede bien. Y lo conseguiremos, porque vosotros sois muy buenos». La dosis justa de elogios tranquilizó al actor, que aceptó hacer una toma más.
Años después, Kubrick explicó a Gene Philips la razón de su perfeccionismo en los rodajes: «El cineasta debe recordar que tendrá que vivir con esa película el resto de su vida, una vez que la haya terminado». Si el director hace demasiadas concesiones en el rodaje con los actores o cualquier otra persona para evitar conflictos, esos errores quedarán fijos para siempre.
Al igual que en otras de sus películas como ‘La chaqueta metálica’ o ‘Barry Lyndon’, Kubrick plantea al espectador el elemento deshumanizador que caracteriza a cualquier guerra, donde los soldados sólo son carne de cañón con la que satisfacer los deseos de los gobiernos o los generales. Ambientada en la Primera Guerra Mundial, el escenario del segundo acto es un ataque imposible contra las defensas alemanas para el que el general Mireau (George Macready) no tiene en cuenta ni la fortaleza de las posiciones enemigas ni el estado de sus tropas. El coronel Dax (Kubrick) se convierte en una pieza fundamental de la maquinaria de guerra, pero al mismo tiempo es consciente del destino que espera a sus hombres. Sólo puede cumplir órdenes, aunque intuye que todo acabará en una matanza.
Será en el tercer acto –los generales ordenan la celebración de un consejo de guerra a tres soldados elegidos de forma arbitraria para castigar el fracaso del ataque– cuando Dax da un paso al frente. Defiende en el juicio a los acusados y después reprocha al general Broulard (Adolphe Menjou) su falta de humanidad. Broulard ha sabido que Mireau llegó a ordenar un ataque de artillería contra sus propias tropas para que no se retiraran. De forma astuta, le comunica que habrá una investigación, a la que resta toda importancia, y le releva del mando. De inmediato, ofrece el puesto a Dax, que no puede creer lo que oye. Convencido de que todos son como él, el general se burla de su perplejidad: «No exagere la sorpresa», le dice sonriendo. «Ha buscado ese puesto desde el principio. Todos lo sabemos, chico». Obviamente, Broulard piensa que todos son como él. Dax ya no puede disimular: «Señor, ¿puedo sugerirle lo que puede hacer con ese ascenso?». Broulard le exige que se disculpe y Dax estalla: «Pido disculpas por no haberle dicho antes que es un viejo degenerado y sádico».
La película está basada en la novela del mismo nombre de Humphrey Cobb publicada en 1935 que a su vez estaba inspirada en un hecho real ocurrido en la IGM. El 17 de marzo de 1915, el general francés Delétoile ordenó fusilar a seis soldados elegidos al azar para castigar a una unidad por cobardía en el frente. La práctica de ejecutar a un número de soldados en representación de un grupo numeroso procede de las legiones romanas. La ‘decimatio’ consistía en dividir a una cohorte señalada por un motín o cobardía en grupos de diez soldados y ordenar que uno de ellos fuera asesinado por el resto.
Las condenas a muerte por deserción fueron frecuentes en la IGM, aunque la mayoría eran conmutadas por una pena de prisión. En el caso del Ejército británico, hubo por este motivo cuatro ejecuciones en 1914, 55 en 1915 y 95 en 1916, según cuenta Adam Hochschild en su libro ‘Para acabar con todas las guerras. Una historia de lealtad y rebelión (1914-1918). Hochschild precisa que la cifra real puede ser mayor, porque desaparecieron los registros de las ejecuciones realizadas en los destacamentos de los 100.000 soldados indios que combatieron en Europa.
Los enfermeros se llevan a un soldado herido de una trinchera alemana conquistada en la batalla del Somme en 1916. Imperial War Museum
Los mandos militares de esa guerra, como de muchas posteriores, nunca entendieron que pudiera existir algo como la neurosis de guerra. El síndrome de estrés postraumático no se empezó a considerar como una dolencia hasta los años 70. La experiencia de soportar durante largos periodos de tiempo el bombardeo de la artillería o morteros terminaba destrozando los nervios de muchos soldados y provocaba crisis nerviosas, pánico a morir o a quedar enterrado en la trinchera, o deseos irrefrenables de huir. «Aparte de la cantidad de personas que volaban en pedazos, las explosiones eran tan aterradoras que cualquiera que se encontrara en un radio de cien metros podía perder la razón después de varias horas, y el séptimo batallón tuvo que enviar lejos del frente a varios hombres en un estado de balbuceante indefensión», escribió un teniente británico después de pasar por esa experiencia en Ypres (citado por Hochschild en su libro).
Una escena de ‘Senderos de gloria’ muestra esa realidad. El general Mireau está inspeccionando las trincheras y entablando breves conversaciones con los soldados. Uno de ellos tiene la mirada pérdida y no termina de responder a las preguntas. «Tiene neurosis» (shell-shocked), dice un sargento. «Perdone, sargento. No existe tal cosa», dice Mirabeu. El soldado termina viniéndose abajo. «Compórtese. Está actuando como un cobarde», grita el general. «Yo soy un cobarde, señor», responde el soldado y Mireau le da una bofetada.
En la película, el consejo de guerra a los tres soldados se celebra en el cuartel general de las tropas francesas para el que Kubrick eligió un palacio alemán situado cerca de Múnich. El contraste entre el lujo del edificio con sus muros altos y relieves en las paredes no puede ser más llamativo con las trincheras abarrotadas de soldados que hemos visto antes. El juicio es una farsa. Está claro desde el principio que serán condenados, a pesar de todos los esfuerzos de Dax. Los soldados pagarán con su vida, porque los generales no aceptarán que el fracaso de la operación se debía a sus planes irreales.
Kubrick filma la ejecución con toda su crudeza sin hurtar al espectador el plano en el que figuran tanto el pelotón disparando como los soldados muriendo bajo las balas. No hay una elipsis ni se resume el fusilamiento en los rostros de las personas que lo presencian. Una de las víctimas está atada a una camilla al estar inconsciente a causa de un golpe en la cabeza producido por una caída en la celda la noche anterior. En una película no demasiado larga, 87 minutos, Kubrick se toma su tiempo para no obviar ningún detalle de la ejecución.
Lions led by donkeys (leones dirigidos por burros). En los años posteriores a la IGM, la devastadora carnicería extendió la idea de que los bravos soldados británicos o franceses habían sido comandados en el campo de batalla por generales imbéciles que los habían enviado a la muerte con una estrategia que no podía tener éxito. Con el paso del tiempo, ese punto de vista ha sido discutido o matizado por los historiadores. El empate estratégico producido a finales de 1914 provocó una guerra de trincheras y sucesivas ofensivas de las que ningún bando obtuvo una ventaja significativa durante mucho tiempo. El segundo acto de ‘Senderos de gloria’ refleja con verosimilitud ese escenario sin entrar en un análisis histórico preciso de las condiciones en que produjo la guerra.
Pocos acontecimientos reflejan tan bien ese drama como la batalla del Somme en 1916. El primer día de esa batalla (1 de julio) tuvo un balance estremecedor para los británicos: 57.470 bajas, incluidos 19.240 muertos. El peor día en la historia de su Ejército. Al final de los combates en noviembre, los aliados habían avanzado diez kilómetros. El precio en vidas humanas fue increíble en ambos bandos. 146.000 muertos y desaparecidos entre los aliados, 164.000 entre los alemanes. Batallas como esa fueron lo que hizo que el general Douglas Haig, jefe máximo de las fuerzas británicas, fuera denominado ‘el carnicero del Somme’. Al igual que otros militares de la época, también entre los alemanes, Haig pensaba en 1914 que la guerra duraría meses, no años.
El historiador británico Max Hastings me contó en una entrevista que esos generales se subieron superados por unas circunstancias que no podían controlar: «En los años treinta se pensaba que, si los generales (de la IGM) hubieran sido más inteligentes, habrían podido ganar la guerra sin que muriera tanta gente. Pero los académicos actuales creen que la tecnología de la defensa era mucho más fuerte que la tecnología del ataque».
Es evidente que cuando la aviación jugó en la IIGM un papel mucho más importante la posibilidad de establecer una defensa infranqueable en campo abierto era mucho más reducida (un caso distinto es el de los combates en ciudades, como Stalingrado). Entre 1914 y 1918, cuenta Hastings, los generales pensaban que esas ofensivas masivas contra posiciones bien defendidas por un alto número de soldados eran la única forma de ganar la guerra, de provocar tal desgaste en el enemigo que más tarde o más temprano tendría que ceder. Eso sólo ocurrió en 1918 en el momento en que Alemania llegó al límite de su resistencia después de sucesivas y constantes matanzas.
La realidad es que «por pura inocencia, hay gente que piensa que hay una forma humana de luchar en una guerra, pero eso no es así», decía Hastings.
La única forma de hacerlo es no empezar esa guerra.
Es evidente que en la década de los ochenta del siglo XIX la AIT estaba muerta, a la espera de la fundación de la Segunda Internacional al final de dicha década. Pero los socialistas seguían creyendo en el espíritu internacionalista, aunque, como bien sabemos, con algunas diferencias claras en relación con lo que se había puesto en marcha en Londres. Pues bien, en este artículo analizamos cómo el PSOE defendía ese espíritu en 1887 en un contexto determinado.
Efectivamente, en abril de 1887 en el contexto del debate parlamentario en el Senado del proyecto de ley liberal de Asociaciones, El Socialista sacó un artículo con el título de “La Internacional existe” (nº59) en respuesta a lo que se había debatido sobre el internacionalismo en la Cámara Alta.
Para los partidos socialistas u obreros no existían las fronteras. Sus enemigos eran la clase patronal y los gobiernos que la representaban. Los hermanos o amigos de dichos partidos eran, en cambio, los trabajadores
Al parecer, tanto senadores conservadores (marqués de Trives, Vida y Fabié) como fusionistas (liberales) (Aldecoa, y Letamendi) habían expresado en la Cámara Alta lo que los socialistas consideraban “sandeces y disparates”. Pero quien se había significado en esto había sido el ministro de Gobernación, a la sazón Fernando León y Castillo, que habría asegurado que el socialismo ya no era internacional. El periódico obrero quería dejar clara, especialmente, la supuesta falacia de esta afirmación.
Los partidos socialistas defenderían la emancipación de la clase obrera, pero era imposible conseguirla de forma local o nacional; solamente podía ser obra de un movimiento internacional.
Para los partidos socialistas u obreros no existían las fronteras. Sus enemigos eran la clase patronal y los gobiernos que la representaban. Los hermanos o amigos de dichos partidos eran, en cambio, los trabajadores.
En la lucha emancipadora económica y política los trabajadores de los distintos países debían auxiliarse. Y en el artículo se ponían como ejemplo la reciente huelga francesa de Decazeville y las elecciones alemanas. Para los socialistas la Comuna, en lo que tuvo de victoria, lo había sido de la clase trabajadora de todos los pueblos, y en lo que tuvo de derrota, también lo había sido de todos.
Los partidos socialistas aspiraban a la conquista del poder político, que no podía ser de forma parcial, sino general. No podía alcanzarse ese poder en unos países y no en otros.
En conclusión, el espíritu internacionalista seguía vivo entre los partidos socialistas, dirigiéndose directamente en el texto al ministro León y Castillo.
“Pronuncio ante sus eminencias temblando de conmoción, pero al mismo tiempo con humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración de un Sínodo Diocesano para la Urbe y de un Concilio Ecuménico para la Iglesia Universal”. CuandoJuan XXIIIse dirigió con estas palabras al Colegio Cardenalicio tras la celebración de la Conversión de san Pablo en la basílica vaticana no habían transcurrido aún tres meses desde su elección como Papa el 28 de octubre de 1958.
Con la misma sorpresa con la que había sido nombrado sucesor de Pío XII en la Cátedra de san Pedro, Angelo Giuseppe Roncalli daba un giro de timón a la Iglesia católica convocando el Concilio Vaticano IIe invalidando la consideración de pontífice de transición que le había atribuido la prensa por lo que entonces se consideró una avanzada edad (estaba a punto de cumplir los 77 años).
La Iglesia, en aquel momento, estaba instalada en el debate teológico, doctrinal y pastoral que había dejado abierto el Concilio Vaticano I, convocado por Pío IX en 1869 y suspendido abruptamente menos de un año después de su inicio por el estallido de la guerra franco-prusiana y la ocupación de los Estados Pontificios. La reacción al modernismo planteada en aquel concilio, reforzada durante el Pontificado de Pío X (1903-1914) contrastaba con las corrientes teológicas que cuestionaban el literalismo bíblico y las prácticas de una Iglesia urbana y misionera que habían abierto la puerta a los movimientos laicos.
Portada de La Vanguardia del 2 de junio de 1963 , dedicada a Juan XXIII y al Concilio Vaticano II
Juan XXII respondió a ese aggiornamento o puesta al día que exigían diversos sectores de la propia Iglesia, que aún oficiaba la misa en latín, con los retos de “promover el desarrollo de la fe católica, renovar la vida cristiana de los fieles, adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de los nuevos tiempos y lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales”, en un novedoso llamamiento al ecumenismo.
Tras más de tres años de preparativos para el que ha sido el mayor concilio eclesiástico, el Pontífice inauguró el Concilio el 11 de octubre de 1962 con este Gaudet Mater Ecclesia que aparece ligeramente extractado bajo estas líneas y donde apunta todas las líneas de trabajo de las sesiones. El concilio reunió a 2.450 obispos, así como a superiores generales de las grandes congregaciones católicas, expertos y teólogos invitados por el propio pontífice y representantes de otras Iglesias cristianas.
Juan XXII no pudo cerrar el concilio ni promulgar ninguna de sus resoluciones al fallecer repentinamente el 3 de junio de 1963, cuando aún se celebraba su primera etapa. Su sucesor, Pablo VI, presidió las tres restantes hasta su clausura el 8 de diciembre de 1965. En cualquier caso, el Vaticano II siguió tanto el guión como el espíritu trazado por Roncalli, situó a la Iglesia en el presente y la reforzó ante un mundo en transformación.
“La sucesión de los diversos Concilios celebrados hasta ahora atestiguan claramente la vitalidad de la Iglesia católica y señalan los puntos luminosos de su historia. El gesto del más reciente y humilde sucesor de San Pedro, que os habla, al convocar esta solemnísima asamblea tiene la finalidad de afirmar una vez más la continuidad del magisterio eclesiástico para presentarlo, de una forma excepcional, a todos los hombres de nuestro tiempo, teniendo en cuenta las desviaciones, las exigencias y las oportunidades de la edad moderna.
”Mas, junto a estos motivos de júbilo espiritual, es cierto, sin embargo, que sobre esta historia se extiende, a través de más de diecinueve siglos, una nube de tristezas y de pruebas. Por algo el anciano Simeón dijo a María, Madre de Jesús: “Este Niño está puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, y como señal de contradicción”. Y el mismo Jesús, ya adulto, fijó bien claramente la postura sucesiva del mundo con respecto a su persona a lo largo de los siglo en aquellas misteriosas palabras: “Quien a vosotros escucha a mí me escucha”. Y con aquellas otras: “Quien no está conmigo está contra mí y quien no recoge conmigo desparrama”. El gran problema planteado al mundo queda en pie tras casi dos mil años. Cristo, radiante siempre en el centro de la historia y de la vida.
”Los hombres o están con él, y con su Iglesia, y en tal caso gozan de la luz de la bondad, del orden y de la paz, o bien están sin él, y deliberadamente contra su Iglesia con la consiguiente confusión y aspereza en las relaciones humanas y con persistentes peligros de guerras fratricidas.
Hay además otro argumento que es útil proponer a vuestra consideración. En el cotidiano ejercicio de nuestro ministerio pastoral llegan a veces a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de almas que carecen del sentido de la discreción y de la medida. Tales son quienes, en los tiempos modernos, no ven otra cosa que prevaricación y ruina.
Llegan a veces a nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de almas que carecen del sentido de la discreción y de la medida y en los tiempos modernos no ven otra cosa que prevaricación y ruina”
Juan XXIII
”Van diciendo que nuestra edad, en comparación con las pasadas, ha empeorado, y, así, se comportan como quienes nada tienen que aprender de la historia, la cual sigue siendo maestra de la vida y como si en los tiempos de los precedentes Concilios Ecuménicos todo procediese próspera y rectamente en torno a la doctrina y a la moral cristiana, así como a la justa libertad de la Iglesia. Mas nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades que siempre están anunciando infaustos sucesos, como si fuese inminente el fin de los tiempos.
”En el presente orden de cosas, en el cual parece apreciarse un nuevo orden de relaciones humanas, es preciso reconocer los arcanos designios de la Providencia Divina que, al través –muchas veces sin que ellos lo esperen– se llevan a término, haciendo que todo, incluso las adversidades humanas, reducen en bien para la Iglesia. Fácil es apreciar esta realidad si se considera atentamente el mundo moderno, ocupado en la política y en controversias de orden económico hasta el punto de no encontrar ya tiempo para preocupaciones de orden espiritual que son las que pertenecen al sagrado ministerio de la Iglesia. Tal modo de obrar no es recto y es, por tanto, justo desaprobarlo.
”Con todo, no se puede negar que estas nuevas condiciones impuestas por la vida moderna tienen al menos una ventaja: la de haber hecho que desaparezcan los innumerables obstáculos que en otros tiempos impedían el libre obrar de los hijos de la Iglesia.
”Lo que principalmente atañe al Concilio Ecuménico es esto, que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz.Tal doctrina comprende al hombre entero, compuesto de alma y cuerpo, el cual –como peregrino que es sobre esta tierra– le enseña que debe aspirar al cielo. Esto demuestra que se debe ordenar nuestra vida mortal de modo que, cumpliendo nuestros deberes de ciudadanos de la tierra y del cielo, consigamos el fin establecido por Dios. Lo cual quiere decir que todos los hombres, particularmente considerados o reunidos socialmente, tienen el deber de tender sin treguas, durante toda su vida, a conseguir los bienes celestiales y a usar, llevados de este solo fin, los bienes terrenos sin que el empleo de los mismo comprometa la felicidad eterna.
Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades que siempre están anunciando infaustos sucesos, como si fuese inminente el fin de los tiempos”
JUAN XXIII
”Ha dicho el Señor: ‘Buscad primero el reino de Dios y su justicia’. Estas palabras, primero, expresan la dirección hacia la que deben moverse nuestros pensamientos y nuestras fuerzas, pero no han de olvidarse las otras palabras de este precepto del Señor: “Y todo lo demás se os dará por añadidura”.
”En realidad, hubo siempre en la Iglesia, y hay todavía, quienes buscando con todas sus energías la práctica de la perfección evangélica rinden una gran utilidad a la sociedad. Pero, a fin de que esta doctrina alcance a los múltiples campos de la actividad humana, referentes al individuo, a la familia, a la sociedad, es necesario, ante todo, que la Iglesia no se separe del patrimonio sagrado de la verdad, recibido de los padres, pero, al mismo tiempo, tiene que mirar al presente, considerando las nuevas condiciones y formas de vida introducida en el mundo moderno, que han abierto nuevas rutas al apostolado católico. Por esta razón la Iglesia no ha asistido inerte al progreso admirable de los descubrimientos del ingenio humano y ha sabido estimarlos debidamente. Mas, aun siguiendo estos desarrollos, no deja de advertir a los hombres para que, por encima de las cosas visibles, vuelvan sus ojos a Dios; fuente de toda sabiduría y de toda belleza y no olviden ellos, a quienes se dijo: ‘Sujetad la Tierra y dominadla’.
”Después de esto está claro lo que se espera del Concilio por cuanto a la doctrina se refiere. Es decir, el Concilio Ecuménico, que se servirá del eficaz e importante auxilio de aquellos que sobresalen por su ciencia en las disciplinas sagradas, por su experiencia en el apostolado y en la organización, quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones, la doctrina que durante veinte siglos se ha convertido en patrimonio común de los hombres. Patrimonio que aunque no haya recibido gratamente por todos, constituye una riqueza para todos los hombres de buena voluntad. Nuestro deber no es sólo custodiar este tesoro precioso como si únicamente nos ocupásemos de la antigüedad, sino también dedicarnos con voluntad diligente, sin temores, a la labor que exige nuestro tiempo, prosiguiendo el camino que la Iglesia recorre desde hace veinte siglos.
Las nuevas condiciones impuestas por la vida moderna tienen una ventaja: la de haber hecho que desaparezcan los obstáculos que en otros tiempos impedían el libre obrar de los hijos de la Iglesia”
Juan XXIII
”Ni la tarea principal del Concilio va a estar en discutir uno u otro artículo de la doctrina fundamental de la Iglesia. Para esto no era necesario un Concilio. Sin embargo, de la adhesión renovada, serena y tranquila a todas las enseñanzas de la Iglesia en su integridad y precisión, como todavía aparecen en las actas conciliares de Trento y del Vaticano y, sobre todo, el espíritu cristiano, católico y apostólico de todos espera que se dé un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que estén en correspondencia más perfecta con la fidelidad de la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponiéndola en conformidad con los métodos de la investigación y con la expresión literaria que exigen los tiempos actuales.
”Una cosa es la sustancia del depositum fidei, es decir, de las verdades que contiene nuestra venerada doctrina, y otra la manera cómo se expresa, y de ello ha de tenerse gran cuenta –con paciencia si fuese necesario– ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral.
”Al iniciarse el Concilio Ecuménico Vaticano II, es evidente como nunca que la verdad del Señor permanece siempre.Vemos, en efecto, que las opiniones de los hombres se suceden excluyéndose mutuamente y que los errores se desvanecen como la niebla ante el sol. Siempre se opuso la Iglesia a estos errores, frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestros tiempos, sin embargo, la esposa de Cristo prefiere usar de la medicina de la misericordia más que de la severidad. Piensa que hay que remediar a los necesitados mostrándoles la validez de su doctrina sagrada más que condenándolos.
La Iglesia tiene que mirar al presente, considerando las nuevas condiciones y formas de vida introducida en el mundo moderno, que han abierto nuevas rutas al apostolado católico”
Juan XXIII
”No es que falten doctrinas falaces, opiniones, conceptos peligrosos que hay que prevenir y disipar, pero ellos están así en evidente contraste con la recta norma de la honestidad y han dado frutos tan perniciosos que ya los hombres, por sí solos, hoy día parece que están por condenarlos, y, en especial, aquellos de la técnica dominadora o del bienestar fundado exclusivamente sobre las comodidades de la vida. Lo que más cuenta es que la experiencia les ha enseñado que la violencia causada a otros, el poder de las armas, el predominio político nada sirven para una feliz solución de los graves problemas que los afligen.
”Estando así las cosas, la Iglesia católica, al elevar la antorcha de la verdad religiosa, quiere mostrarse madre amable de todos benigna para con los hijos separados de ella. La Iglesia, pues, no ofrece riquezas caducas a los hombres de hoy, no promete una felicidad sólo terrena, sino que los hace participantes de los bienes de la gracia divina, que elevando a los hombres a la dignidad de hijos de Dios, constituye una poderosísima tutela y ayuda para una vida más humana, abre las fuentes de su doctrina vivificadora, que permita a los hombres iluminados por la luz de Cristo el comprender aquello que son realmente su excelsa dignidad, su fin.
Nuestro deber no es sólo custodiar este tesoro precioso como si únicamente nos ocupásemos de la antigüedad, sino también dedicarnos con voluntad diligente, sin temores, a la labor que exige nuestro tiempo”
JUAN XXIII
”Ella, finalmente, por medio de sus hijos, extiende por doquier la amplitud de la caridad cristiana, que más que ninguna otra cosa contribuye a extirpar las semillas de las discordias y con mayor eficacia que con cualquier otro medio fomenta la concordia, la justa paz y la unión fraternal de todos.
”La solicitud de la Iglesia en promover y defender la verdad deriva del hecho de que, según el designio de Dios, ‘el cual quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad’, no pueden los hombres, sin la ayuda de toda la doctrina revelada, conseguir una completa y firme unidad de ánimos a la que está ligada la verdadera paz y la salvación eterna. Desgraciadamente, la familia cristiana no ha conseguido plenamente esta visible unidad en la verdad.
”La Iglesia católica estima, por lo tanto, como un deber suyo el trabajar denodadamente a fin de que se realice el gran misterio de aquella unidad que Jesucristo ha invocado con ardiente plegaria del Padre Celestial en la inminencia de su sacrificio. Y, finalmente, la unidad en la estima y en el respeto hacia la Iglesia católica de parte de quienes todavía siguen religiones no cristianas. A este propósito es motivo de dolor considerar que la mayor parte del género humano –a pesar de que todos los hombres han sido redimidos por la sangre de Cristo– no participa aún de esas fuentes de gracia divina que se hallan en la Iglesia.
En nuestros tiempos, la Iglesia prefiere usar de la medicina de la misericordia más que de la severidad. Piensa que hay que remediar a los necesitados mostrándoles la validez de su doctrina sagrada más que condenándolos”
Juan XXIII
”Venerables hermanos: esto es lo que se propone el Concilio Ecuménico Vaticano II, el cual prepara y consolida ese camino hacia la unidad del género humano que constituye el fundamento necesario para que la ciudad terrenal se organice a semejanza de la ciudad celeste, “en la que reina la verdad, dicta ley la caridad y cuyas fronteras son la eternidad”.
”Ahora, ‘nuestra voz se dirige a vosotros’. Venerables hermanos en el episcopado: henos aquí juntos, reunidos en esta basílica vaticana, en torno a la cual gira ahora la historia de la Iglesia, donde el cielo y la tierra se unen en estos momentos estrechamente, aquí, junto al sepulcro de Pedro, junto a tantas tumbas de nuestros santos predecesores, cuyas cenizas parecen alborozarse en esta hora solemne con un estremecimiento arcano. El Concilio que comienza aparece en la Iglesia como un día prometedor de luz resplandeciente. Todo esto pide de vosotros serenidad de ánimo, concordia fraternal, moderación en los proyectos, dignidad en las discusiones y sabidurías en las deliberaciones.
”Quiera el Cielo que vuestros esfuerzos y vuestros trabajos satisfagan abundantemente las aspiraciones comunes”.