Por Navidad, todos a casa

Soldados británicos en la I GM

Autor: JESÚS ESPELOSÍN

Fuente: nuevatribuna.es 20/11/2020

Julio 1914. Europa se encuentra en máxima tensión después de varios años de prolongación de aquella paz que Bismarck había propiciado manteniendo el equilibrio entre las cinco potencias europeas. Pero aquello no se sostenía y la guerra parecía inevitable, además de que, se pensaba, podía ser una solución. «La guerra que acabaría con todas las guerras» llegó a decirse.

Por otra parte, la experiencia de las guerras del siglo XIX, después de las napoleónicas, decía que una guerra era cosa de pocos meses, no más de seis en el peor de los casos. Por eso, en Reino Unido se hizo famosa la frase de «Por Navidad, todos a casa«. Se refería a la vuelta de los muchachos que había enviado al frente en tierras francesas y belgas. Después, es sabido que, dividido en dos guerras mundiales, aquello no acabó hasta 1944.

La guerra contra el coronavirus, que debiera ser más mundial que las dos tan famosas del siglo pasado, no la estamos tratando como tal, los norteamericanos, al igual que en las dos guerras mundiales ya mencionadas, entraron tarde

Misma preocupación, la Navidad de 2020, parece existir hoy en la guerra contra el  coronavirus. Puede leerse que se están haciendo planes para que el virus nos dé una tregua en Navidad que permita a las familias reunirse en torno al belén, al abeto y, sobre todo, al pavo, en esos días tan entrañablemente distintos en los que hasta los cuñados son bien recibidos. Pero resulta que el coronavirus no es como aquellos soldados franceses y alemanes que en la noche del 24 de diciembre de 1914 salieron momentáneamente de las trincheras y dejaron de dispararse durante unas horas para pasar su Navidad. El virus, como no tiene sentimientos, no puede ponerse sentimental y, por tanto, no va a dar una tregua navideña. Mas bien, es de esperar que, favorecido por la cercanía de las personas, la concentración de las mismas y cierta efusividad, derivada de la situación, el virus haga su agosto en diciembre.

El hombre, y también la mujer desde las leyes de igualdad, es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y, parece, que estamos dispuestos a tropezar nuevamente con esta piedra navideña pensando que la realidad va a ser como la deseamos sin hacer mucho para que así sea. Porque, además, esto de la Navidad no es lo único que no hemos aprendido.

La guerra contra el coronavirus, que debiera ser más mundial que las dos tan famosas del siglo pasado, no la estamos tratando como tal. Primero, porque hemos renunciado a tener un Estado Mayor. La Organización Mundial de la Salud, que debiera haber cumplido ese papel, está tan desprestigiada que nadie hace caso de sus recomendaciones. Debido a eso, cada cual hace la guerra por su cuenta, y nunca mejor empleada la frase. Frente a la unidad de acción del virus, cuya única estrategia, táctica, actividad y ocupación es reproducirse, cosa que hace con enorme facilidad y eficacia, los demás utilizamos multitud de respuestas.

Los norteamericanos, al igual que en las dos guerras mundiales ya mencionadas, entraron tarde. Esta vez no les podemos atribuir la «zona cero» de la gripe llamada «española» de 1918, pero el que el virus haya podido extenderse en una población de más de 300 millones de personas antes de que Trump se enterase del problema, no ha ayudado al caso. Y, mas, habida cuenta del papel de líder del mundo occidental que tienen atribuido. Quizás ese papel de liderazgo ha podido influir en que paises como México o Brasil, con gobernantes trumpistas y poblaciones millonarias, siguieran su ejemplo de negar la evidencia.

Pero es que, en Europa la respuesta ha sido, aunque temprana, dispersa. Habrá mucha reunión telemática entre responsables sanitarios y/o políticos pero la falta de unas directivas de Bruselas tan precisas como las que marcan el tamaño de las naranjas, por ejemplo, ha evitado la acción conjunta. Luego, la soberanía de cada país se ha encargado de que la lucha europea contra el coronavirus pueda recordarnos al gran Pancho Villa de sus mejores tiempos.

Excepto en España donde, además, el coronavirus nos pilló con el pie cambiado de una sanidad descentralizada en 17 responsables de su gestión, una por cada una de las comunidades autónomas en que está dividido nuestro país. Eso ha hecho que Sánchez no haya podido actuar como la admirada Merkel, la ciudadana prusiana que no tenía que convencer a 17 personas de lo que debía hacerse y ha actuado con la determinación de sus antecesores, no voy a decir como Hitler (que no era prusiano) pero si como Bismarck. Y he empezado por decir que excepto en España porque, estoy escribiendo de memoria, creo que somos la excepción en esa forma de proceder.

Eso de tomar decisiones por comunidades se ha llevado, no solo hasta el nivel territorial del municipio, si no al de barrios y, en algún sitio como Madrid, hasta la división administrativa de «zona sanitaria». Bien, no voy a ser yo, desde mi ignorancia en la materia, quien diga cómo debe hacerse, pero me extrañaría mucho que una pandemia mundial se combatiese como se hace en el mus cuando las cosas van mal: cada uno con las suyas.

Y, desde luego, que nadie piense en una tregua viral navideña. Podemos empeñarnos en levantar las restricciones una vez que se enciendan las luces multicolores de muchas calles españolas, pero, en ese caso, quien se va a dar un atracón en esas fiestas va a ser el virus.

Ah, y ya que estamos, Feliz Navidad.

‘Senderos de gloria’, una película contra todas las guerras

Autor: Ínigo Sáenz de Ugarte.

Fuente: guerraeterna.com 09/02/2020

Muchos años después del estreno de ‘Senderos de gloria’, Kirk Douglas contó en 1969 al crítico de cine Roger Ebert que estaba convencido de que la película seguiría siendo un clásico para siempre, además de su mejor actuación. «Esa es una película que siempre será buena, también dentro de muchos años. No tengo que esperar 50 años para saberlo. Lo sé ahora». Douglas era consciente de que la película se había hecho gracias a él en primer lugar. El proyecto de Stanley Kubrick no había recibido ningún apoyo en los grandes estudios de cine. El interés de Douglas por el guión y por interpretarla lo cambió todo y United Artists aceptó financiarla con 935.000 dólares.

La muerte de Kirk Douglas con 103 años el pasado 5 de febrero ha recordado ahora algunas de sus mejores actuaciones. ‘Senderos de gloria’ (1957) es una de ellas, a lo que se une el hecho de que está considerada una de las grandes películas de guerra y una con el mensaje antibelicista más claro y nítido de entre todas ellas. Desde el primer momento, su fuerza resultó evidente, aunque no fuera un éxito de taquilla. El Gobierno francés dejó claro que no permitiría su estreno en el país, con lo que la distribuidora prefirió no intentarlo. No llegó a Francia hasta 18 años más tarde, en marzo de 1975.

Kubrick, con sólo 29 años, demostró una habilidad casi impropia de su edad. Ya entonces tenía un temperamento autoritario en el rodaje al ser un hombre con las ideas muy claras sobre lo que debía hacer. Tuvo choques con Douglas, una gran estrella, lo que no impidió que dos años después el actor le ofreciera la dirección de ‘Espartaco’ después de que Anthony Mann sólo durara una semana.

Si saber engañar o cautivar a los actores es una tarea imprescindible en algún momento para un director, no cabe duda de que Kubrick demostró un gran talento al convencer a Adolphe Menjou de que interpretara el papel del general Broulard. Nacido en EEUU de padre francés, Menjou era un republicano radical que pensaba que Roosevelt era un socialista que sólo quería arrebatar a los ricos el dinero que habían ganado (incluido el suyo). Cooperó sin problemas con la caza de brujas, porque sostenía que Hollywood estaba lleno de comunistas. Había participado en la IGM como capitán en una unidad de ambulancias. Era improbable que quisiera participar en una película de mensaje antibélico.

Kubrick lo consiguió jugando la carta del ego. Le dijo que su papel era básico en la película –lo que era cierto, pero no el sentido en que pensaba Menjou– y que Broulard era un buen general que intentaba asumir la responsabilidad del mando en circunstancias difíciles. Para completar la jugada, el director sólo le entregó las páginas del guión en las que aparecía su personaje.

En el rodaje, Menjou tuvo que soportar una de las características por las que es conocido Kubrick. La repetición de las escenas hasta que quedaran exactamente como él quería. En una de esas ocasiones, el actor montó en cólera, dijo a gritos que no podía hacerlo mejor y se quejó de la inexperiencia del director en la dirección de actores. Kubrick no perdió la calma. Dejó que Menjou explotara y le dijo sin levantar la voz: «No ha quedado bien y vamos a seguir haciéndola hasta que quede bien. Y lo conseguiremos, porque vosotros sois muy buenos». La dosis justa de elogios tranquilizó al actor, que aceptó hacer una toma más.

Años después, Kubrick explicó a Gene Philips la razón de su perfeccionismo en los rodajes: «El cineasta debe recordar que tendrá que vivir con esa película el resto de su vida, una vez que la haya terminado». Si el director hace demasiadas concesiones en el rodaje con los actores o cualquier otra persona para evitar conflictos, esos errores quedarán fijos para siempre.

Al igual que en otras de sus películas como ‘La chaqueta metálica’ o ‘Barry Lyndon’, Kubrick plantea al espectador el elemento deshumanizador que caracteriza a cualquier guerra, donde los soldados sólo son carne de cañón con la que satisfacer los deseos de los gobiernos o los generales. Ambientada en la Primera Guerra Mundial, el escenario del segundo acto es un ataque imposible contra las defensas alemanas para el que el general Mireau (George Macready) no tiene en cuenta ni la fortaleza de las posiciones enemigas ni el estado de sus tropas. El coronel Dax (Kubrick) se convierte en una pieza fundamental de la maquinaria de guerra, pero al mismo tiempo es consciente del destino que espera a sus hombres. Sólo puede cumplir órdenes, aunque intuye que todo acabará en una matanza.

Será en el tercer acto –los generales ordenan la celebración de un consejo de guerra a tres soldados elegidos de forma arbitraria para castigar el fracaso del ataque– cuando Dax da un paso al frente. Defiende en el juicio a los acusados y después reprocha al general Broulard (Adolphe Menjou) su falta de humanidad. Broulard ha sabido que Mireau llegó a ordenar un ataque de artillería contra sus propias tropas para que no se retiraran. De forma astuta, le comunica que habrá una investigación, a la que resta toda importancia, y le releva del mando. De inmediato, ofrece el puesto a Dax, que no puede creer lo que oye. Convencido de que todos son como él, el general se burla de su perplejidad: «No exagere la sorpresa», le dice sonriendo. «Ha buscado ese puesto desde el principio. Todos lo sabemos, chico».  Obviamente, Broulard piensa que todos son como él. Dax ya no puede disimular: «Señor, ¿puedo sugerirle lo que puede hacer con ese ascenso?». Broulard le exige que se disculpe y Dax estalla: «Pido disculpas por no haberle dicho antes que es un viejo degenerado y sádico».

La película está basada en la novela del mismo nombre de Humphrey Cobb publicada en 1935 que a su vez estaba inspirada en un hecho real ocurrido en la IGM. El 17 de marzo de 1915, el general francés Delétoile ordenó fusilar a seis soldados elegidos al azar para castigar a una unidad por cobardía en el frente. La práctica de ejecutar a un número de soldados en representación de un grupo numeroso procede de las legiones romanas. La ‘decimatio’ consistía en dividir a una cohorte señalada por un motín o cobardía en grupos de diez soldados y ordenar que uno de ellos fuera asesinado por el resto.

Las condenas a muerte por deserción fueron frecuentes en la IGM, aunque la mayoría eran conmutadas por una pena de prisión. En el caso del Ejército británico, hubo por este motivo cuatro ejecuciones en 1914, 55 en 1915 y 95 en 1916, según cuenta Adam Hochschild en su libro ‘Para acabar con todas las guerras. Una historia de lealtad y rebelión (1914-1918). Hochschild precisa que la cifra real puede ser mayor, porque desaparecieron los registros de las ejecuciones realizadas en los destacamentos de los 100.000 soldados indios que combatieron en Europa.

Los enfermeros se llevan a un soldado herido de una trinchera alemana conquistada en la batalla del Somme en 1916. Imperial War Museum

Los mandos militares de esa guerra, como de muchas posteriores, nunca entendieron que pudiera existir algo como la neurosis de guerra. El síndrome de estrés postraumático no se empezó a considerar como una dolencia hasta los años 70. La experiencia de soportar durante largos periodos de tiempo el bombardeo de la artillería o morteros terminaba destrozando los nervios de muchos soldados y provocaba crisis nerviosas, pánico a morir o a quedar enterrado en la trinchera, o deseos irrefrenables de huir. «Aparte de la cantidad de personas que volaban en pedazos, las explosiones eran tan aterradoras que cualquiera que se encontrara en un radio de cien metros podía perder la razón después de varias horas, y el séptimo batallón tuvo que enviar lejos del frente a varios hombres en un estado de balbuceante indefensión», escribió un teniente británico después de pasar por esa experiencia en Ypres (citado por Hochschild en su libro).

Una escena de ‘Senderos de gloria’ muestra esa realidad. El general Mireau está inspeccionando las trincheras y entablando breves conversaciones con los soldados. Uno de ellos tiene la mirada pérdida y no termina de responder a las preguntas. «Tiene neurosis» (shell-shocked), dice un sargento. «Perdone, sargento. No existe tal cosa», dice Mirabeu. El soldado termina viniéndose abajo. «Compórtese. Está actuando como un cobarde», grita el general. «Yo soy un cobarde, señor», responde el soldado y Mireau le da una bofetada.

En la película, el consejo de guerra a los tres soldados se celebra en el cuartel general de las tropas francesas para el que Kubrick eligió un palacio alemán situado cerca de Múnich. El contraste entre el lujo del edificio con sus muros altos y relieves en las paredes no puede ser más llamativo con las trincheras abarrotadas de soldados que hemos visto antes. El juicio es una farsa. Está claro desde el principio que serán condenados, a pesar de todos los esfuerzos de Dax. Los soldados pagarán con su vida, porque los generales no aceptarán que el fracaso de la operación se debía a sus planes irreales.

Kubrick filma la ejecución con toda su crudeza sin hurtar al espectador el plano en el que figuran tanto el pelotón disparando como los soldados muriendo bajo las balas. No hay una elipsis ni se resume el fusilamiento en los rostros de las personas que lo presencian. Una de las víctimas está atada a una camilla al estar inconsciente a causa de un golpe en la cabeza producido por una caída en la celda la noche anterior. En una película no demasiado larga, 87 minutos, Kubrick se toma su tiempo para no obviar ningún detalle de la ejecución.

Lions led by donkeys (leones dirigidos por burros). En los años posteriores a la IGM, la devastadora carnicería extendió la idea de que los bravos soldados británicos o franceses habían sido comandados en el campo de batalla por generales imbéciles que los habían enviado a la muerte con una estrategia que no podía tener éxito. Con el paso del tiempo, ese punto de vista ha sido discutido o matizado por los historiadores. El empate estratégico producido a finales de 1914 provocó una guerra de trincheras y sucesivas ofensivas de las que ningún bando obtuvo una ventaja significativa durante mucho tiempo. El segundo acto de ‘Senderos de gloria’ refleja con verosimilitud ese escenario sin entrar en un análisis histórico preciso de las condiciones en que produjo la guerra.

Pocos acontecimientos reflejan tan bien ese drama como la batalla del Somme en 1916. El primer día de esa batalla (1 de julio) tuvo un balance estremecedor para los británicos: 57.470 bajas, incluidos 19.240 muertos. El peor día en la historia de su Ejército. Al final de los combates en noviembre, los aliados habían avanzado diez kilómetros. El precio en vidas humanas fue increíble en ambos bandos. 146.000 muertos y desaparecidos entre los aliados, 164.000 entre los alemanes. Batallas como esa fueron lo que hizo que el general Douglas Haig, jefe máximo de las fuerzas británicas, fuera denominado ‘el carnicero del Somme’. Al igual que otros militares de la época, también entre los alemanes, Haig pensaba en 1914 que la guerra duraría meses, no años.

El historiador británico Max Hastings me contó en una entrevista que esos generales se subieron superados por unas circunstancias que no podían controlar: «En los años treinta se pensaba que, si los generales (de la IGM) hubieran sido más inteligentes, habrían podido ganar la guerra sin que muriera tanta gente. Pero los académicos actuales creen que la tecnología de la defensa era mucho más fuerte que la tecnología del ataque».

Es evidente que cuando la aviación jugó en la IIGM un papel mucho más importante la posibilidad de establecer una defensa infranqueable en campo abierto era mucho más reducida (un caso distinto es el de los combates en ciudades, como Stalingrado). Entre 1914 y 1918, cuenta Hastings, los generales pensaban que esas ofensivas masivas contra posiciones bien defendidas por un alto número de soldados eran la única forma de ganar la guerra, de provocar tal desgaste en el enemigo que más tarde o más temprano tendría que ceder. Eso sólo ocurrió en 1918 en el momento en que Alemania llegó al límite de su resistencia después de sucesivas y constantes matanzas.

La realidad es que «por pura inocencia, hay gente que piensa que hay una forma humana de luchar en una guerra, pero eso no es así», decía Hastings.

La única forma de hacerlo es no empezar esa guerra.

https://youtu.be/XohngVy9cho

La Primera Guerra Mundial: Todo lo que necesitas saber

 

Autor: Luis Martín MIllán.

Fuente: geopolitico.es. 08/10/2018

El ser humano es la criatura más inteligente del planeta tierra, y por eso su nombre científico es Homo Sapiens, pero, a pesar de esto, en la historia de la humanidad han existido desacuerdos y peleas que han llevado estas diferencias al siguiente nivel, llegando así al punto de matar con el propósito de cumplir su cometido. Una de las guerras más significativas de la historia fue La Primera Guerra Mundial que para su momento fue la más grande conocida y existente, que no solo dejo una historia que contar sino también una huella en el continente europeo y en el resto del mundo. Pero surgen muchas preguntas sobre esta guerra, sobre las razones por las cuales estalló, cuantas vidas se perdieron o quien gano finalmente esta sangrienta batalla. Aquí encontrarás respuesta tanto a estas como a otras preguntas sobre este amargo episodio de la historia mundial, ¡La Primera Guerra Mundial!

La Primera Guerra Mundial

Se le llamó Primera Guerra Mundial cuando surgió la Segunda Guerra Mundial, pero, cuando estalló solo se le conocía como La Gran Guerra o La Guerra Mundial, y fue básicamente una confrontación bélica ocurrida principalmente en el continente europeo, su duración fue de un poco más de cuatro años, desde el 28 de Julio de 1914 hasta el 11 de Noviembre de 1918 cuando Alemania se sujetó a las condiciones y términos del Armisticio.

El numero de muertes cobradas por la Primera Guerra Mundial no se sabe con exactitud, lo que los registros arrojan es que mas de nueve millones de combatientes y al menos siete millones de civiles perdieron la vida, lo que representa según la cantidad de personas en el mundo en aquel momento, que el 1% de la población mundial perdió la vida debido a la guerra, una cifra que resulta absurdamente elevada dada la sofisticación tecnológica e industrial de los beligerantes.

Por esta razón la Primera Guerra Mundial es considerada como el quinto conflicto más mortífero que ha experimentado el mundo en la historia de la humanidad.

Protagonistas de la Primera Mundial

Muchas de las naciones envueltas en la Gran Guerra, también forman parte hoy día de Europa, esto no significa que es algo que los enorgullece, pero sin duda alguna, si es algo que ha quedado plasmado para la historia internacional. Algo que caracterizaba la guerra eran las alianzas existentes entre naciones y una de ellas era la “Triple Alianza” que era conformado principalmente por las potencias centrales, es decir: El Imperio Alemán como principal protagonista, y así también junto con Alemania, Austria-Hungría. Por otro lado, el papel de Italia, figuraba sumándose a la Triple Alianza junto a Alemania, Austria y Hungría, pero la nación dio un giro inesperado al no se unirse a las potencias centrales, dando como razón que Austria, violando los términos pactados, fue la nación agresora que desencadeno el conflicto.

Por otro lado, se encontraba otra alianza de igual manera compuesta por tres naciones, a tal alianza se le llama La Triple Entente que era básicamente compuesta por El Reino Unido, Francia y también El Imperio Ruso.

Por supuesto estas alianzas experimentaron cambios y terminaron creciendo con la integración de otras naciones a las ya establecidas alianzas, sea a uno u otro de los bandos según como fuera evolucionando La Gran Guerra, como fue el caso por ejemplo de la Triple Entente a la cual se le juntaron El Imperio del Japón, los Estados Unidos y curiosamente después de haber formado parte de la Triple Alianza, Italia terminó sumándose a la Triple Entente.

No obstante, El Imperio Otomano El Reino de Bulgaria tiempo después de haberse desarrollado la guerra, se sumaron a la Triple Alianza, compuesta por las potencias centrales. La cuenta de los participantes en la guerra era más de 70 millones de combatientes, y al menos unos 60 millones eran militares provenientes de Europa, que se movilizaron y pasaron a ser protagonistas activos del conflicto mas grande de la historia.

El Inicio de La Primera Guerra Mundial

Cuando los austrohúngaros el 28 de Julio comenzaron los actos ofensivos al intentar invadir Serbia. A su vez Rusia estaba movilizándose cuando Alemania invadió Bélgica, que por su parte había tomado la decisión de declararse neutral, y Luxemburgo en vía a Francia.

Este primer acto hostil invadido sobre la soberanía belga, llevo al Reino Unido a tomar cartas en el asunto declarando la guerra a Alemania. Aunque la Gran Guerra o Guerra Mundial se desarrolló en múltiples locaciones terrestres y marítimas dentro y fuera del territorio europeo, uno de los más importantes y concurridos de ellos fue el Frente Occidental en el cual parte de los alemanes se encontraban detenidos por las autoridades francesas a 120 kilómetros de la capital París, luego de haber intentado tomar parte del país para transportar libremente su armamento balístico; comenzando de esta manera una guerra de desgaste en las cuales las líneas de trincheras, las cuales servían como protección y resguardo para los combatientes, fueran siquiera modificadas hasta el año 1917.

Por otro lado, en el Frente Oriental, el ejército de Rusia consiguió algunas victorias frente a los astro-húngaros, pero prontamente estos fueron detenidos por el ejercito de Alemania en su esfuerzo por apoderarse de Prusia Oriental. El Imperio Otomano se unió a la guerra en noviembre de 1914, lo que tuvo como consecuencia la apertura de diversos frentes en el Cáucaso, Mesopotamia y el Sinaí. Al año siguiente Italia y Bulgaria se sumaron al conflicto, luego en 1916 se anexo Rumania y un año más tarde en 1917 los Estados Unidos, como ultimo participante del atroz conflicto.

Una característica que hizo destacar a esta guerra o conflicto de todas las demás fue la implementación de armas químicas, su empleo o utilización fue masivo a pesar de estar prohibido en las conferencias de la Haya de 1899 y 1907. Durante la Gran Guerra fue utilizado una amplia gama de gases, entre los cuales podríamos mencionar el Cloro, gas Mostaza, y el Fosgeno; mientras que se iban implementando el uso ilegal de estas armas en la guerra, también se fueron creando junto con ellas contramedidas eficaces, como las mascaras de gas, lo cual hizo que se redujera el peligro y no solo eso, también obtuvieron beneficios de usarlos ya que solo una mínima parte de las victimas heridas mortalmente fueron por causa de tales agentes químicos, aproximadamente tan solo un 3% de las muertes durante la guerra.

El desenlace de la Guerra Mundial

La Gran Guerra la Guerra Mundial tuvo un periodo que se pudiera llamar estancamiento, en la cual solo se produjeron muertes, pero ningún avance significativo para los propósitos de ninguna de las dos alianzas. No fue sino hasta marzo de 1917 cuando comenzó el desenlace de la Gran Guerra, cuando cae el gobierno ruso tras la Revolución de Febrero, así como también la firma de un tratado o acuerdo de paz, pacto hecho entre la Rusia Revolucionaria y las Potencias Centrales luego de la Revolución de Octubre, en marzo de 1918.

En noviembre de 1918 fue solicitado un armisticio por parte del imperio astro-húngaro. Por todo el frente occidental Alemania demostró una gran ofensiva a comienzos de 1918, por lo cual los aliados hicieron retroceder a la línea alemana en una serie de victorias bélicas. Siguiendo este mismo marco de ideas, Alemania durante la Revolución, solicito de la misma manera un armisticio el 11 de noviembre de 1918, poniendo un punto final a la guerra con la victoria aliada.

Consecuencias de la Primera Guerra Mundial

Uno de los efectos más evidentes a largo plazo de La Gran Guerra fue la gran ampliación de los poderes y responsabilidades gubernamentales en Francia, Estados Unidos y Reino Unido, con el objetivo de aprovechar a cabalidad el potencial que tiene el país, con la formación de instituciones y ministerios nuevos. Se elaboraron nuevos impuestos y se promulgaron otras nuevas leyes, todas ellas pensadas para reforzar el esfuerzo bélico, algunas de las cuales siguen vigentes aun hasta nuestros días.

Estados Unidos desde el año 1919 exigió a Reino Unido la reintegración de los préstamos, que procedieron al menos en parte de las reparaciones de guerra alemanas, que de la misma manera podían pagar por préstamos de Estados Unidos a Alemania. Este sistema circular se destruyó en 1931 y los pagos pendientes cesaron de reintegrarse; razón por la cual, todavía para 1934, El Reino Unido seguía debiendo a EEUU 4400 millones de dólares, deuda que nunca ha sido saldada.

La Primera Guerra Mundial también produjo un desequilibrio en el número de habitantes por género, esto debido a la cantidad de hombres que se sumaron y murieron en el conflicto, dándose un número de mujeres mucho más alto que el de hombres. Casi un millón de hombres ingleses murieron durante La Gran Guerra, lo que hizo que aumentara la diferencia en número de género en esa nación de cerca de 670.000 a 1.700.000 mujeres más que de hombres.

La cantidad de mujeres solteras que buscaban independencia económica creció de manera impresionante, no obstante, la desmovilización y el declive económico de la posguerra trajo con ella altas tasas de desempleo, y a pesar que la guerra había aumentado el número de mujeres trabajadoras, el retorno a sus países de los soldados desmovilizados, muchos de ellos trabajadores antes de la contienda, y el cierre de muchas fábricas, provocaron un descenso en el empleo femenino.

Azaña en la Primera Guerra Mundial: lo que aprendió en Verdún y no pudo practicar en la Batalla del Ebro.

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Destrucción en la ciudad de Reims. Al fondo, su catedral.

Autor: DARÍO PRIETO

Fuente: El Mundo, 18/12/2018

Una exposición sobre su viaje al frente francés en la I Guerra Mundial

 

«Estábamos detrás de la alambrada, a donde habíamos llegado arrastrándonos como lombrices por un tubo empapado de barro viscoso. Acurrucados en un hoyo atisbábamos la línea alemana, queriendo descubrir un movimiento cualquiera, una señal de actividad, percibir una voz, un ruido… ¡Nada! Un silencio de muerte pesaba sobre el campo (…) Pensábamos en los pobres soldados obligados a vivir meses y meses bajo tierra, como topos, vigilantes como serpientes, enervados por el acecho».

Mucho antes de liderar uno de los dos bandos de la Guerra Civil, Manuel Azaña(Alcalá de Henares, 1880 – Montauban, 1940) conoció de primera mano los desastres de otra gran contienda, la mayor que hasta entonces había conocido el ser humano. Siendo secretario del Ateneo de Madrid, realizó una serie de viajes a varios frentes de los Aliados durante la Primera Guerra Mundial. La destrucción que presenció le hizo tomar conciencia de que había que hacer algo y, a su vuelta, plasmó sus experiencias en una serie de conferencias y en una crónica, Nuestra misión en Francia, publicada en el Bulletin Hispanique en invierno de 1917.

De aquellos viajes Azaña trajo consigo una serie de placas fotográficas de cristal, tomadas en colaboración con las agencias de prensa que trabajaban para el ejército francés, que ilustraban la devastación causada por los bombardeos alemanes. Dichas imágenes tenían como objetivo conmover a unos españoles que entonces gozaban de la relativa calma de la neutralidad. Aquellas placas desaparecieron, pero fueron redescubiertas tiempo después en el Palomar del Ateneo de Madrid, la institución que ahora las expone, acompañadas de los textos de las crónicas y conferencias, en la exposición Manuel Azaña en Reims y Verdún. Impresiones de un viaje a Francia (1916).

La muestra ha sido realizada en colaboración entre el Ateneo, la Universidad de Alcalá de Henares, la Fundación Francisco Largo Caballero, el ayuntamiento complutense y la Fundación General de la Universidad alcalaína, que se ha encargado de la restauración de las piezas centenarias. Tras pasar por Montauban, localidad donde descansan los restos de Azaña, la exposición llega ahora al lugar donde empezó todo, comisariada por Jesús Cañete Ochoa.

«Verdún es un montón de escombros», describe Azaña una de las imágenes. «Hay casas que han sido rajadas de arriba abajo como por un hachazo y muestran la mitad interior de sus viviendas con muebles abiertos y enseres y menajes domésticos, todavía en el lugar de uso. Esto da la impresión de una catástrofe que instantáneamente hubiese acabado allí con la vida humana». Sin embargo, «ninguna fotografía puede dar idea del estado de destrucción en que la ciudad se encuentra, porque enseguida se hacen antiguas, enseguida las ruinas se añaden a las ruinas y los escombros se van pulverizando. Todo ello tiene un aspecto torvo».

Cañete Ochoa explica que, «de los intelectuales españoles, Azaña fue el que conoció más de cerca la guerra y el que visitó más veces el frente. Viajó en octubre de 1916 a Francia junto con Américo Castro, Ramón Menéndez Pidal y Rafael Altamira. Luego visitó el frente italiano en septiembre de 1917 con Miguel de Unamuno. Y a final de año volvió a Francia en compañía de Ramón Casas y Santiago Rusiñol, entre otros». Fue, según el comisario, «un defensor de la causa aliada y se comprometió con ella». Así, pronunció en enero de 1917 en el Ateneo la conferencia Reims y Verdún (Impresiones de un viaje a Francia), situada aquel escenario de destrucción. Las placas que trajo eran «como una especie de power point para ilustrar sus palabras», explica Cañete Ochoa. Sin embargo, «pide al público que no se quede con lo pintoresco». Para el futuro presidente de la República, «se estaba destruyendo lo mejor que había conseguido la civilización europea».

Destrucción del «patrimonio cultural europeo»

La catedral de Reims fue el lugar de coronación de los monarcas franceses. Y los alemanes se empeñaron a fondo en la destrucción de la ciudad, igual que en Verdún. «Lo primero que le sorprende», abunda el comisario sobre las impresiones de Azaña, «es la aniquilación, la cantidad de muertos y heridos. Y también la destrucción de ese patrimonio cultural europeo, entendiendo como patrimonio aquello que no nos pertenece a nadie y que debemos legar a las futuras generaciones».

También le llama la atención la situación ejército francés, que dos años después plasmaría en un libro de estudios de política militar gala. Entonces lo describe así: «Hormigueaba la tropa bajo los árboles, ocupada en sus faenas: lavar, cortar leña, limpiar los caballos. Algunos hombres se hacían la toilette al aire libre, mostrando su torso desnudo: otros, tendidos en la tierra, fumaban tranquilamente. Era, en fin, un tráfago vigoroso; la vida plena de la guerra, de la que no veíamos los horrores. Todos aquellos caminos canalizaban el fruto de la energía nacional, la absorbían, la chupaban, vertiéndola a pocos pasos de allí en el horno que la consumía sin agotarla».

Todo ello tenía un propósito claro: «El de movilizar; su misión era que España rompiera la neutralidad y entrase en la guerra», sentencia el comisario de la exposición. «Mientras la postura de Valle-Inclán y Unamuno se podría comparar a la de cronistas de guerra, en el caso de Azaña fue netamente política contra la neutralidad». Al no conseguir ese objetivo, «durante la Guerra Civil sentirá el abandono a las potencias aliadas, que él interpretará, en parte, como consecuencia remota de la falta de intervenció»».

Pero Azaña se fue de la Gran Guerra con otra lección. «Lo que descubre allí, y lo lo que le va a suponer un enfrentamiento con Negrín y el general Vicente Rojo, es la idea de que ya no hay batallas decisivas. Verdún es una lucha de desgaste, de resistencia». En la Guerra Civil, apunta Cañete Ochoa, «se esperaba que hubiese una que marcase definitivamente el curso de la contienda, pero ni siquiera sucedió así con la Batalla del Ebro. Azaña es consciente de que la estrategia militar contemporánea no va a por ese lado».

También se maravilló con las redes de protección civil y el importantísimo papel de las mujeres y de los inmigrantes (vietnamitas en su mayoría) en el esfuerzo de guerra. Una industria coordinada que le causó admiración y que marcaría su posterior proyecto de renovación del ejército español. «No lo culminó y las consecuencias son las que todos sabemos», reflexiona el comisario.

La Primera Guerra Mundial marcó el devenir del siglo XX.

Fuente: dw.com.

Entrevista a Herfried Münkler, primer alemán en mucho tiempo que se ha atrevido a hacer un análisis completo de la Primera Guerra Mundial. Según él, se puede aprender mucho de esa guerra para evitar conflictos en el presente.

DW: Señor Münkler, desde principios de 2014 los medios de comunicación están publicando datos esenciales acerca del estallido de la Primera Guerra Mundial, hace 100 años. En realidad, ¿se debe solo al aniversario que tendrá lugar en verano o, por el contrario, estamos siendo testigos de una nueva forma de elaboración de la historia?

Herfried Münkler: Una cosa no excluye a la otra. A menudo, este tipo de conmemoraciones nos ofrecen la posibilidad de volver a tratar ciertos temas con tranquilidad y en profundidad. Y es que parece que la “Gran Guerra”, como la conocen los británicos, franceses e italianos, ha sido la que marcó el devenir del siglo XX. Se puede aprender mucho de ella, especialmente acerca de lo que no se debe hacer. En este sentido, puedo entender que, tratándose de un acontecimiento de este tipo, los europeos den lugar a la reflexión y se concentre en los fracasos ocurridos durante la primera mitad del siglo XX, con el fin no volver a cometer los mismos errores en el siglo XXI.

En Europa conocemos la guerra que tuvo lugar entre 1914 y 1918 como la “Primera Guerra Mundial”. ¿Por qué ha titulado usted su libro “La Gran Guerra”?

En primer lugar, el término “Gran Guerra” parece, a primera vista, algo extraño. En

Herfried Münkler, politólogo de la Universidad Humboldt de Berlín.
Herfried Münkler, politólogo de la Universidad Humboldt de Berlín.

 

segundo lugar, tiene carácter simbólico, por lo menos para el oído alemán. Es la guerra que ha definido a la Europa del siglo XX. Se puede decir que, sin esa guerra, nunca habría habido una Segunda Guerra Mundial, seguramente tampoco habrían surgido ni el nacionalsocialismo, ni el estalinismo, y habría sido difícil contemplar una toma de poder bolchevique en Petrogrado. Habría sido un siglo totalmente diferente. En este sentido, utilizar el término “Gran Guerra” es acertado.

Si, en efecto, la Primera Guerra Mundial ha sido tan determinante para el devenir del siglo XX, ¿por qué ha estado tan poco presente en Alemania en el reconocimiento de los errores del pasado? Al menos, comparándola con la elaboración que hace Alemania de la Segunda Guerra Mundial.

Es necesario diferenciar. Para nuestros vecinos europeos, como Italia, Francia o Gran Bretaña, la Primera Guerra Mundial siempre ha sido considerada como la Gran Guerra. Esto también tiene que ver con el número de víctimas que esta guerra provocó, que en el caso de estos países fue superior a las sufridas en la Segunda Guerra Mundial. En el caso de Alemania es diferente puesto que, primero, está relacionada con los desplazamientos, segundo, con los destrozos masivos ocasionados por las bombas y, tercero, con los crímenes y la culpa alemana. Si nos seguimos desplazando hacia el Este de Europa, vemos el papel clave que tiene la Segunda Guerra Mundial en el recuerdo colectivo. De hecho, se podría hablar de un declive oeste-este en la cultura europea de la memoria.

Un siglo después del final de la guerra se vuelve a abrir un debate acerca de los culpables, impulsado por la publicación del libro “El sonámbulo” del historiador australiano Christopher Clar. En la obra, el autor revé críticamente la tesis tradicionalmente aceptada acerca de la culpa exclusivamente alemana en lo referente al conflicto. Allí se señala que todas las grandes potencias fueron incapaces de impedir una guerra que tuvo su origen en los Balcanes. ¿Cuál es su posición en este debate acerca de la culpabilidad de la guerra? ¿Cree que conduce a algo?

Yo sostengo que el término culpable es poco útil en este contexto. Es, quizá, un término moral o jurídico. Al menos, así fue formulado en el Artículo 231 del Tratado de Versalles: “Alemania carga con toda la culpa”. Pero esta es una discusión que no tenemos por qué continuar hoy. Tiene más sentido hablar de responsabilidades que de culpa, y centrar la atención en las fallas de apreciación y en los desaciertos. Eso es lo que, cien años después, puede resultar útil para aprender de los errores de entonces.

¿Con qué responsabilidad cargó por aquel entonces el Gobierno alemán en el centro de Europa?

Alemania no se había percatado de su significado como centro geopolítico. Aunque no es posible descartar la idea de que ésta u otra guerra hubiesen tenido lugar de todos modos durante el siglo XX, pero el factor clave fue su localización. Lo que hicieron los alemanes es dirigir y controlar distintos focos de conflicto al mismo tiempo, como eran el manifiesto conflicto de los Balcanes y el en latente, pero no urgente conflicto de la Alsacia y Lorena o, por otro lado, el relacionado con el control del Mar del Norte. Esto fue, a fin de cuentas, una estupidez política.

¿Por qué la diplomacia no fue capaz de hacer nada? En 1914 ya estaba funcionando un sistema de alianzas entre las distintas casas reales. ¿Por qué no fueron capaces de parar la guerra?

Como usted sabe, el fracaso de la diplomacia tuvo algo que ver. Lo que parecía claro es que no seríamos capaces de llevar a cabo una gran guerra en Europa, ya que todo el continente quedaría destrozado. Debido a esta concepción, fueron acciones menores y puntuales las que, junto a las rápidas decisiones militares tomadas por los estados

Tapa de La Gran Guerra, de Herfried Münkler.
Tapa de «La Gran Guerra», de Herfried Münkler.

 

mayores, delimitaron e hicieron factible la guerra. Lo fatal para Alemania fue el condicionante que representaba enfrentarse una guerra con dos frentes abiertos –al oeste con Francia, y al este contra Rusia-. El paso a través de Bélgica al inicio de la guerra con Francia puso de manifiesto la necesidad de actuar antes y mejor organizado que el enemigo. Todo eso es parte del intento de prevenir táctica y técnicamente una gran catástrofe, que, como sucede a menudo, conduce precisamente hacia esa catástrofe.

¿Qué conclusiones podemos sacar hoy en día acerca de cómo se actuó en 1914?

Lo determinante es evitar, por medio de normativas institucionales, una escalada de desconfianza mutua. Y esto es lo que los europeos han conseguido con organismos como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), la UE o la OTAN. Asimismo, siempre es necesario prestar atención a las chispas que pueden saltar desde la periferia. Y es que la guerra tuvo su origen en los Balcanes. Lo que podemos aprender es que ni debemos perder de vista ni debemos subestimar lo que ocurre a nuestro alrededor. Es necesario conocer el papel que desempeñan las fuerzas de seguridad, los ejércitos europeos y los incentivos económicos para los Balcanes. Pero no sólo los Balcanes nos atañen, sino también el Cáucaso y todas las crisis que tiene lugar entre Oriente Próximo y el Magreb.

En su libro cita también a Asia como una potencial región conflictiva, y compara a la actual China con el Imperio Alemán de aquel entonces.

Lo destacable es que a pesar de que China es tan grande y tan poderosa –sobre todo económicamente-, no se siente reconocida políticamente. Esta es una situación que coincide en muchos aspectos con la del Imperio Alemán de 1914. Se podría decir que algunas cosas que pasaban en la Europa de 1914 podrían pasar allí también hoy en día. Por tanto, son los hombres de Estado y los políticos chinos quienes deberían echar la vista atrás y tomar en cuenta la Primera Guerra mundial y la Crisis de Julio, con el objetivo de no volver a cometer los mismos errores.

En la actualidad se está discutiendo mucho acerca de si Alemania debería participar en el refuerzo de ciertas apuestas militares a nivel europeo. ¿Estamos viendo esto con el telón de fondo de nuestro propio pasado? ¿Le corresponde a Alemania dar la cara y, por tanto, participar en ello… o no?

O quizá le podemos invertir la pregunta: ¿Le corresponde a Alemania, en vista de su pasado, mantenerse al margen de todo tipo de conflicto y dar ante sus vecinos europeos una imagen de desidia, o acaso de aprovechador de la situación? Es como si los otros empujaran el carro y los alemanes se sentaran y se dejaran llevar mientras se benefician de esa situación. Creo que ese papel -que desempeñaron las antiguas RFA y RDA- finalizó definitivamente con la caída del Muro de Berlín, y que ahora, entre otras cosas, somos un pueblo, un país unificado. Aunque no tenemos por qué sentirnos excesivamente importantes, tampoco debemos rehuir nuestra responsabilidad.

Muchas gracias por la entrevista, señor Münkler.

Herfried Münkler es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Humboldt de Berlín.

Para leer más: Herfried Münkler: “Der Große Krieg: Die Welt 1914-1918”. Rowohlt, 2013. 29,95€ (Aún no está traducido al español.)

Todo lo que murió en la Gran Guerra.

Un niño herido toca el violín vestido de militar en las calles de Belgrado durante el invierno de 1918. CORBIS
Un niño herido toca el violín vestido de militar en las calles de Belgrado durante el invierno de 1918. CORBIS

Autor: Alberto Rojas.

Fuente: El Mundo, 11/11/2018.

Una sola bala, la que disparó el nacionalista bosnio Gavlilo Princip contra el archiduque Francisco Fernando, heredero del imperio austrohúngaro, en la esquina de la calle Franz Josef de Sarajevo, provocó que la historia descarrilara el 28 de junio de 1914. Un mes después, entre vítores y fuegos de artificio, se desató una política de alianzas en la que unos países se declaraban la guerra a otros con los que jamás habían tenido un solo conflicto. Se abrieron banderines de enganche para que medio continente acabara con el otro medio. Millones de soldados de todas las clases sociales, vestidos como si fueran a un carnaval (los franceses, con unos ridículos pantalones rojos y los alemanes, con un casco coronado por un pincho) se apuntaron a la pesadilla pensando que sería cosa de pocos días.

Lo primero que murió en la Gran Guerra de 1914 fue el concepto de guerra en sí misma. El ejército alemán enfiló hacia París y recorrió cientos de kilómetros en pocos días hasta que algún soldado cavó la primera trinchera y mató al conflicto clásico del siglo XIX. Se acabaron de golpe las cargas a caballo y sable y nacieron artilugios mucho más abyectos: los gases venenosos, la ametralladora, el tanque, el bombardero, el lanzallamas, el zepelín. A partir de ese momento, para avanzar unos metros se destinaron divisiones enteras con miles de muertos.

Con la Gran Guerra se fueron por el sumidero de la Historia la Belle Époque, la paz armada, la era de la seguridad y todo aquello que parecía inamovible. Cuatro imperios cayeron: zarista, otomano, alemán y austrohúngaro, así como sus territorios coloniales y casas dinásticas, nada menos que los Habsburgo, Romanov, Hohenzollern y la Sublime Puerta.

Todas las alianzas se hicieron trizas: tres de los dirigentes de las principales potencias eran primos: el zar Nicolás II, el káiser Guillermo II y el rey Jorge V de Inglaterra, de enorme parecido entre ellos, eran nietos de la reina Victoria. Una de las ficciones en las que vivía la realeza anterior a 1914 decía que emparentar a las grandes dinastías europeas era una garantía para la paz y contra el republicanismo. Murieron 16 millones de personas, ocho de ellos, civiles. Cada nueva leva era mayor que la anterior. Había miles de muertos que reemplazar de golpe en batallas como Verdún (diez meses, la más larga), Arrás, Galípoli o el Somme (la más sangrienta, con un millón de muertos).

La guerra, como una enfermedad bíblica, tumbó a todos los gobiernos en línea recta desde Alemania hasta Japón y se extendió por todos los confines del mundo. Las potencias enviaron armamento y soldados a sus colonias africanas y asiáticas. Las tropas alemanas se rindieron en Namibia en septiembre de 1915 mientras el conflicto avanzaba en Camerún, Togo, Tanzania, Kenia, el Congo y Gabón, con la movilización de cientos de miles de hombres procedentes de ejércitos tribales, algunos armados tan sólo de una lanza y un escudo. En Rusia engrasó la revolución bolchevique, un cataclismo ideológico en el siglo XX.

Cinco continentes participaron en la matanza. Además de Europa, donde prendió la mecha, el conflicto saltó a las colonias. Australia y Nueva Zelanda enviaron a sus jóvenes a luchar por el imperio británico, mientras que EEUU entró en la contienda después de que un submarino alemán hundiera el RMS Lusitania en mayo de 1915. En 1918, los grandes imperios habían perdido el 60% de su Producto Interior Bruto, se habían llenado de tullidos en sus calles y se encontraban exhaustos, sin moral ni recursos. Las primeras en pedir un alto el fuego fueron las potencias centrales.

A las 11 de la mañana y 11 minutos del día 11 del mes 11 de 1918, los silbatos sonaron en todos los frentes de batalla y se detuvieron las ofensivas y los bombardeos. Se había firmado el armisticio que ponía fin a cuatro años de la mayor carnicería creada por el ser humano hasta la fecha, pero la paz que se ofrecía contenía bombas de acción retardada que iban a provocar conflictos aún peores por todo el planeta. En diversos parques y castillos se firmaron los tratados de paz de Versalles (con Alemania), Saint Germain (con Austria), Trianon (con Hungría), Sèvres (con Turquía) y Neuilly (con Bulgaria) en los que se impusieron sanciones durísimas, reparaciones imposibles y responsabilidades inasumibles.

La delegación alemana recién llegada a París fue recibida por una turba borracha de odio que les despojó de todo su equipaje, les insultó, zarandeó y escupió hasta la llegada de su hotel. Cuando tuvo que firmar la humillante rendición, la pluma que les cedió el vengativo presidente galo Clemenceau no tenía tinta. El enviado alemán se esforzó por hacer un garabato legible ante la mirada glacial de todos los presentes en el salón de los espejos de Versalles. «Bueno, esto es el final», dijo Clemenceau cuando al fin pudieron firmar los alemanes con otra pluma prestada por el propio líder francés. El historiador Arthur J. Toynbee, presente en la sala, masculló en voz baja: «No, esto es sólo el principio». El revanchismo, el antisemitismo y el nacionalismo ya se incubaban en aquella encerrona. Muchos millones de muertos después, otra bala, la que disparó Adolf Hitler contra sí mismo con una pistola Walther PPK, la favorita de James Bond, terminó con el ciclo de violencia que abrió la de Princip en Sarajevo.

Primera Guerra Mundial: 5 grandes mitos sobre la Gran Guerra.

GETTY IMAGES Image caption La Primera Guerra Mundial tuvo lugar entre 1914 y 1918.

Autor: Dan Snow. 

Fuente: bbc.com11/11/2018

Ninguna guerra en la historia atrae más controversia y genera más mitos que la Primera Guerra Mundial.

Mucho de lo que pensamos que sabemos del conflicto que tuvo lugar entre 1914 y 1918 es errado.

Para los soldados que lucharon fue, en algunos aspectos, mejor que enfrentamientos anteriores y, en otros, peor.

Pero resaltarla como excepcionalmente horrible nos deja ciegos no sólo a la realidad de ese conflicto sino también a la de la guerra en general.

También nos puede llevar a no entender la experiencia de soldados y civiles atrapados en otros innumerables combates de ayer y hoy.

1. Fue la guerra más sangrienta en la historia hasta ese momento

Primera Guerra Mundial
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionLas muertes tanto de soldados como de civiles alcanzaron cifras de millones durante la Primera Guerra Mundial.

Estimados conservadores del número de muertos en los 14 años de la rebelión de Taiping empiezan entre los 20 y 30 millones de personas.

Unos 17 millones de soldados y civiles perdieron la vida en la Primera Guerra Mundial.

2. Nadie ganó

Grandes extensiones de Europa quedaron en ruinas, millones murieron o fueron heridos. Los sobrevivientes vivieron con severos traumas mentales. Es raro hablar de victorias.

No obstante, en un obtuso sentido militar, Reino Unido y sus aliados lograron una victoria convincente.

Los buques de guerra alemanes fueron contenidos por la Armada Real británica al punto que sus tripulaciones prefirieron amotinarse en vez de lanzar un ataque suicida.

El ejército alemán colapsó tras una serie de poderosos golpes de los aliados que segaron sus supuestamente inexpugnables defensas.

Primera Guerra Mundial.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionMuchos de los sobrevivientes de la llamada Gran Guerra padecieron severos traumas mentales.

Para finales de septiembre de 1918, el emperador alemán y su asesor militar Erich Ludendorff admitieron que no había ninguna esperanza de ganar y que Alemania debía rogar por paz. El armisticio del 11 de noviembre fue esencialmente una rendición alemana.

A diferencia de Adolf Hitler en 1945, el gobierno alemán no insistió en mantener una lucha inútil y sin sentido hasta que los aliados llegaran a Berlín, una decisión que salvó innumerables vidas pero que sirvió luego para alegar que Alemania nunca perdió realmente.

3. El tratado de Versalles fue extremadamente duro

El tratado de Versalles confiscó 10% del territorio de Alemania pero la dejó como la nación más grande y rica de Europa central.

No había casi fuerzas de ocupación, las reparaciones financieras fueron vinculadas a su habilidad de pagar y, en todo caso, en su mayoría no fueron reclamadas.

El tratado era marcadamente menos duro que los que le pusieron punto final a la Guerra franco-prusiana de 1870-71 y la Segunda Guerra Mundial.

Primera Guerra Mundial.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionEl Tratado de Versalles (1919) fue firmado por más de 50 países.

Los alemanes victoriosos en el conflicto franco-prusiano anexaron grandes trozos de dos ricas provincias francesas, en las que se producía el hierro francés. Además, le pasaron a París una enorme cuenta de cobro para pagar inmediatamente.

Respecto al final de la II Guerra Mundial, Alemania fue ocupada, dividida, las maquinarias de sus fábricas destrozadas o robadas y millones de prisioneros fueron forzados a quedarse con sus captores y trabajar como esclavos.

Alemania perdió todo el territorio que había ganado en la Primera Guerra Mundial y otro pedazo gigante.

Versalles no fue un tratado duro pero fue presentado como tal por Hitler, que buscaba crear una ola de sentimiento en contra del acuerdo que le impulsara hacia el poder.

4. Las tácticas en el Frente Occidental no cambiaron a pesar de repetidos fracasos

Nunca han cambiado las tácticas y tecnología tan radicalmente en cuatro años de lucha.

Fue un momento de innovación extraordinaria.

En 1914, los generales galopaban a caballo a través de los campos de batalla mientras que hombres con prendas de paño se abalanzaban contra el enemigo sin las defensas necesarias. Ambas partes estaban armadas más que todo con rifles.

Primera Guerra Mundial.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionLas armas de guerra estaban mucho más perfeccionadas hacia el final del conflicto.

Cuatro años más tarde, equipos de combate con cascos de acero avanzaban protegidos por cortinas de proyectiles de artillería.

Estaban armados con lanzallamas, metralletas portátiles y granadas que se disparaban con rifles.

Arriba, aviones, que en 1914 habrían sido inimaginablemente sofisticados, surcaban el cielo, algunos cargando radios experimentales y reportando en vivo.

Enormes piezas de artillería disparaban con precisión, pues usando tan sólo fotos aéreas y matemáticas lograban dar en el blanco con un sólo tiro.

Los tanques habían pasado de la mesa de diseño al campo de batalla en sólo dos años, cambiando la guerra para siempre.

5. Todo el mundo la odió

Como con cualquier guerra, depende de la suerte.

Puede ser que uno sea víctima de horrores inimaginables que lo dejan mental y físicamente incapacitado de por vida, o que no le pase nada.

Primera Guerra Mundial
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES Image captionDocenas de países se enfrentaron en esta sangrienta guerra.

Los soldados que tuvieron suerte en la Primera Guerra Mundial, no participaron en ninguna gran ofensiva y la mayor parte del tiempo estaban en mejores condiciones que en casa.

Los británicos, por ejemplo, comían carne todos los días -un lujo que no se repetía mucho en la vida civil-, tenían cigarrillos, té y ron, y una dieta diaria de más de 4.000 calorías.

Los índices de absentismo debido a enfermedades, un barómetro importante de la moral de las unidades, se mantuvieron -notablemente- casi iguales que en tiempos de paz.

Muchos jóvenes disfrutaron de los salarios garantizados, la intensa camaradería, la responsabilidad y una libertad sexual más grande que en tiempos de paz.

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La Primera Guerra Mundial resumida en 15 imágenes.

Fuente: El País, 28/09/2018

La denominada Gran Guerra causó 10 millones de muertos, trastocó el mapa de Europa, tumbó tres imperios, contribuyó a la revolución soviética y fue una causa latente de la Segunda Guerra Mundial. El 29 de septiembre de 1918, Bulgaria firmó un armisticio con las potencias aliadas que desencadenaría el final de la Primera Guerra Mundial. Con motivo del centenario, repasamos en 15 imágenes las claves del conflicto

Fotografía tomada el 28 de junio de 1914 del terrorista serbio Gavrilo Princip (2º derecha) tras su arresto después del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa en Sarajevo, uno de los episodios que desencadenaría el inicio de la Gran Guerra.
1. Fotografía tomada el 28 de junio de 1914 del terrorista serbio Gavrilo Princip (2º derecha) tras su arresto después del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa en Sarajevo, uno de los episodios que desencadenaría el inicio de la Gran Guerra. AFP 

En esta foto de archivo tomada el 2 de agosto de 1914 y publicada por el Historial de Péronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra un cartel que llama a la movilización de la población civil en las paredes en Francia, al comienzo de la Primera Guerra Mundial.
2. En esta foto de archivo tomada el 2 de agosto de 1914 y publicada por el Historial de Péronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra un cartel que llama a la movilización de la población civil en las paredes en Francia, al comienzo de la Primera Guerra Mundial.AFP
En esta foto de archivo tomada en 1914, los taxis del Marne conducen en su camino hacia el frente.
3. En esta foto de archivo tomada en 1914, los taxis del Marne conducen en su camino hacia el frente. AFP
Una foto de archivo tomada durante la Primera Guerra Mundial muestra a soldados franceses cuidando a compañeros heridos, en una trinchera.
4. Una foto de archivo tomada durante la Primera Guerra Mundial muestra a soldados franceses cuidando a compañeros heridos, en una trinchera. AFP 

Una foto de archivo publicada por el Historial de Peronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra fuerzas de Triple Entente durante la operación de los Dardanelos en la Primera Guerra Mundial. El 25 de abril de 1915, las tropas británicas y francesas aterrizaron en la península de Gallipoli, en el estrecho de Dardanelos, en Turquía, aliada de Turquía. El imperio otomano cerró los estrechos al comienzo de la guerra, cortando a Rusia del Mediterráneo. La campaña aliada, presionada por Winston Churchill, apunta a atravesar los estrechos y más allá, atacar a Alemania y Austria desde el este y establecer un vínculo con Rusia.
5. Una foto de archivo publicada por el Historial de Peronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, muestra fuerzas de Triple Entente durante la operación de los Dardanelos en la Primera Guerra Mundial. El 25 de abril de 1915, las tropas británicas y francesas aterrizaron en la península de Gallipoli, en el estrecho de Dardanelos, en Turquía, aliada de Turquía. El imperio otomano cerró los estrechos al comienzo de la guerra, cortando a Rusia del Mediterráneo. La campaña aliada, presionada por Winston Churchill, apunta a atravesar los estrechos y más allá, atacar a Alemania y Austria desde el este y establecer un vínculo con Rusia. STR AFP 

Una foto de archivo tomada en 1916 muestra a soldados franceses entrando en ataque desde su trinchera durante la batalla de Verdún, en el este de Francia, durante la Primera Guerra Mundial. El 25 de febrero de 1916, las fuerzas alemanas lanzaron una ofensiva en Verdún, al este de París, para "desangrar a Francia de blanco" y obligar al país a la mesa de negociaciones. Las fuerzas alemanas avanzan pero están contenidas. Cuando terminan los combates en diciembre, las líneas de frente apenas han cambiado a pesar de las bajas asombrosas.
6. Una foto de archivo tomada en 1916 muestra a soldados franceses entrando en ataque desde su trinchera durante la batalla de Verdún, en el este de Francia, durante la Primera Guerra Mundial. El 25 de febrero de 1916, las fuerzas alemanas lanzaron una ofensiva en Verdún, al este de París, para «desangrar a Francia de blanco» y obligar al país a la mesa de negociaciones. Las fuerzas alemanas avanzan pero están contenidas. Cuando terminan los combates en diciembre, las líneas de frente apenas han cambiado a pesar de las bajas asombrosas. AFP 

Una foto de archivo del 8 de octubre de 1916 muestra a un soldado francés y uno alemán, muertos en una zanja después de un duelo a muerte.
7 . Una foto de archivo del 8 de octubre de 1916 muestra a un soldado francés y uno alemán, muertos en una zanja después de un duelo a muerte. STR AFP 

Una foto de archivo, tomada el 1 de junio de 2016, muestra imágenes de archivo de los soldados de la Primera Guerra Mundial en el centro histórico dedicado a las batallas de la Primera Guerra Mundial del Somme en Thiepval, al este de Francia. La batalla de 141 días del Somme es la más sangrienta de la guerra, con más de un millón de bajas, incluyendo alrededor de 400,000 muertos o desaparecidos. El 1 de julio de 1916 las fuerzas aliadas, principalmente británicas, atacan a las tropas alemanas en el frente del río Somme para aliviar la presión sobre el ejercito francés en el frente de Verdún.
8. Una foto de archivo, tomada el 1 de junio de 2016, muestra imágenes de archivo de los soldados de la Primera Guerra Mundial en el centro histórico dedicado a las batallas de la Primera Guerra Mundial del Somme en Thiepval, al este de Francia. La batalla de 141 días del Somme es la más sangrienta de la guerra, con más de un millón de bajas, incluyendo alrededor de 400,000 muertos o desaparecidos. El 1 de julio de 1916 las fuerzas aliadas, principalmente británicas, atacan a las tropas alemanas en el frente del río Somme para aliviar la presión sobre el ejercito francés en el frente de Verdún. DENIS CHARLET AFP 

 Una foto sin fecha tomada durante la Primera Guerra Mundial muestra la mano de la víctima en un campo de batalla en el norte de Francia.  Las batallas más sangrientas y decisivas de la Primera Guerra Mundial se libraron en Europa, en el frente occidental atravesando los campos fangosos del norte de Francia y Bélgica. La línea del frente se extendía a más de 700 kilómetros (435 millas), desde el Mar del Norte hasta las montañas de los Vosgos, cerca de Suiza
9. Una foto sin fecha tomada durante la Primera Guerra Mundial muestra la mano de la víctima en un campo de batalla en el norte de Francia. Las batallas más sangrientas y decisivas de la Primera Guerra Mundial se libraron en Europa, en el frente occidental atravesando los campos fangosos del norte de Francia y Bélgica. La línea del frente se extendía a más de 700 kilómetros (435 millas), desde el Mar del Norte hasta las montañas de los Vosgos, cerca de Suiza STF AFP
Tropas estadounidenses en el frente francés durante la Primera Guerra Mundial. En enero de 1917, Alemania, bajo la presión de un bloqueo marítimo británico, intensifica una campaña de ataque a los buques mercantes británicos con submarinos, con el objetivo de estrangular la isla. Impulsa a los Estados Unidos a entrar en el conflicto, enojado por el torpedeo de barcos neutrales en el Atlántico y buques que transportan ciudadanos estadounidenses. Washington declara la guerra a Alemania el 6 de abril y el 26 de junio llega el primer despliegue estadounidense al puerto francés de Saint-Nazaire.
10. Tropas estadounidenses en el frente francés durante la Primera Guerra Mundial. En enero de 1917, Alemania, bajo la presión de un bloqueo marítimo británico, intensifica una campaña de ataque a los buques mercantes británicos con submarinos, con el objetivo de estrangular la isla. Impulsa a los Estados Unidos a entrar en el conflicto, enojado por el torpedeo de barcos neutrales en el Atlántico y buques que transportan ciudadanos estadounidenses. Washington declara la guerra a Alemania el 6 de abril y el 26 de junio llega el primer despliegue estadounidense al puerto francés de Saint-Nazaire. STR AFP
Junio 1917. Tarjeta postal publicada por el Historial de Peronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, de John Joseph 'Black Jack' Pershing (Centro - derecha), el general del ejército estadounidense que dirigió la Fuerza Expedicionaria Americana, recibido en Boulogne, en el norte de Francia, por el general francés Peltier, miembro de la misión militar francesa para ayudar a la instalación del ejército de los EE. UU en Francia
11. Junio 1917. Tarjeta postal publicada por el Historial de Peronne, Museo de la Primera Guerra Mundial, de John Joseph ‘Black Jack’ Pershing (Centro – derecha), el general del ejército estadounidense que dirigió la Fuerza Expedicionaria Americana, recibido en Boulogne, en el norte de Francia, por el general francés Peltier, miembro de la misión militar francesa para ayudar a la instalación del ejército de los EE. UU en Francia STR AFP 

Una foto de archivo tomada en septiembre de 1918 durante la primera Guerra Mundial muestra a los artilleros estadounidenses golpeando a los soldados de las líneas alemanas cerca de Verdún.
12. Una foto de archivo tomada en septiembre de 1918 durante la primera Guerra Mundial muestra a los artilleros estadounidenses golpeando a los soldados de las líneas alemanas cerca de Verdún. AFP 

Una foto sin fecha publicada por la Biblioteca Internacional de Documentación Contemporánea (BDIC) muestra a un soldado francés sosteniendo un cráneo humano en un campo de batalla durante la Primera Guerra Mundial.
13. Una foto sin fecha publicada por la Biblioteca Internacional de Documentación Contemporánea (BDIC) muestra a un soldado francés sosteniendo un cráneo humano en un campo de batalla durante la Primera Guerra Mundial. STR AFP 

En octubre de 1918, Lenin se dirige a sus partidarios en Moscú durante el primer aniversario de la revolución bolchevique. Entre 1914 y 1917, Rusia pierde más de dos millones de soldados y oficiales en el Frente Oriental, donde sus fuerzas mal equipadas son diezmadas. El conflicto se vuelve altamente impopular.
14. En octubre de 1918, Lenin se dirige a sus partidarios en Moscú durante el primer aniversario de la revolución bolchevique. Entre 1914 y 1917, Rusia pierde más de dos millones de soldados y oficiales en el Frente Oriental, donde sus fuerzas mal equipadas son diezmadas. El conflicto se vuelve altamente impopular. AFP 

Esta foto de archivo tomada el 11 de noviembre de 1918, muestra en una foto de familia de los firmantes del tratado de armisticio entre los aliados y Alemania: el alemán Matthias Erzberger, el conde Alfred von Oberndorff, el capitán británico Ernst Vanselow, el primer marinero almirante Rosslyn Wemyss, el representante británico, el general francés Maxime Weygand, el jefe de personal de Foch, el mariscal Ferdinand Foch y el comandante supremo aliado, firmaron en el propio vagón de ferrocarril de Ferdinand Foch en el Bosque de Compiegne el tratado que marcó el final de la Primera Guerra Mundial en el frente occidental.
15 . Esta foto de archivo tomada el 11 de noviembre de 1918, muestra en una foto de familia de los firmantes del tratado de armisticio entre los aliados y Alemania: el alemán Matthias Erzberger, el conde Alfred von Oberndorff, el capitán británico Ernst Vanselow, el primer marinero almirante Rosslyn Wemyss, el representante británico, el general francés Maxime Weygand, el jefe de personal de Foch, el mariscal Ferdinand Foch y el comandante supremo aliado, firmaron en el propio vagón de ferrocarril de Ferdinand Foch en el Bosque de Compiegne el tratado que marcó el final de la Primera Guerra Mundial en el frente occidental. STR AFP

La Primera Guerra Mundial: Todo lo que necesitas saber.

Autor: Luis Martín Millán. 08/09/2018

Fuente: geopolitico.es

El ser humano es la criatura más inteligente del planeta tierra, y por eso su nombre científico es Homo Sapiens, pero, a pesar de esto, en la historia de la humanidad han existido desacuerdos y peleas que han llevado estas diferencias al siguiente nivel, llegando así al punto de matar con el propósito de cumplir su cometido. Una de las guerras más significativas de la historia fue La Primera Guerra Mundial que para su momento fue la más grande conocida y existente, que no solo dejo una historia que contar sino también una huella en el continente europeo y en el resto del mundo. Pero surgen muchas preguntas sobre esta guerra, sobre las razones por las cuales estalló, cuantas vidas se perdieron o quien gano finalmente esta sangrienta batalla. Aquí encontrarás respuesta tanto a estas como a otras preguntas sobre este amargo episodio de la historia mundial, ¡La Primera Guerra Mundial!

La Primera Guerra Mundial

Se le llamó Primera Guerra Mundial cuando surgió la Segunda Guerra Mundial, pero, cuando estalló solo se le conocía como La Gran Guerra o La Guerra Mundial, y fue básicamente una confrontación bélica ocurrida principalmente en el continente europeo, su duración fue de un poco más de cuatro años, desde el 28 de Julio de 1914 hasta el 11 de Noviembre de 1918 cuando Alemania se sujetó a las condiciones y términos del Armisticio.

El numero de muertes cobradas por la Primera Guerra Mundial no se sabe con exactitud, lo que los registros arrojan es que mas de nueve millones de combatientes y al menos siete millones de civiles perdieron la vida, lo que representa según la cantidad de personas en el mundo en aquel momento, que el 1% de la población mundial perdió la vida debido a la guerra, una cifra que resulta absurdamente elevada dada la sofisticación tecnológica e industrial de los beligerantes.

Por esta razón la Primera Guerra Mundial es considerada como el quinto conflicto más mortífero que ha experimentado el mundo en la historia de la humanidad.

Protagonistas de la Primera Mundial

Muchas de las naciones envueltas en la Gran Guerra, también forman parte hoy día de Europa, esto no significa que es algo que los enorgullece, pero sin duda alguna, si es algo que ha quedado plasmado para la historia internacional. Algo que caracterizaba la guerra eran las alianzas existentes entre naciones y una de ellas era la “Triple Alianza” que era conformado principalmente por las potencias centrales, es decir: El Imperio Alemán como principal protagonista, y así también junto con Alemania, Austria-Hungría. Por otro lado, el papel de Italia, figuraba sumándose a la Triple Alianza junto a Alemania, Austria y Hungría, pero la nación dio un giro inesperado al no se unirse a las potencias centrales, dando como razón que Austria, violando los términos pactados, fue la nación agresora que desencadeno el conflicto.

Por otro lado, se encontraba otra alianza de igual manera compuesta por tres naciones, a tal alianza se le llama La Triple Entente que era básicamente compuesta por El Reino Unido, Francia y también El Imperio Ruso.

Por supuesto estas alianzas experimentaron cambios y terminaron creciendo con la integración de otras naciones a las ya establecidas alianzas, sea a uno u otro de los bandos según como fuera evolucionando La Gran Guerra, como fue el caso por ejemplo de la Triple Entente a la cual se le juntaron El Imperio del Japón, los Estados Unidos y curiosamente después de haber formado parte de la Triple Alianza, Italia terminó sumándose a la Triple Entente.

No obstante, El Imperio Otomano El Reino de Bulgaria tiempo después de haberse desarrollado la guerra, se sumaron a la Triple Alianza, compuesta por las potencias centrales. La cuenta de los participantes en la guerra era más de 70 millones de combatientes, y al menos unos 60 millones eran militares provenientes de Europa, que se movilizaron y pasaron a ser protagonistas activos del conflicto mas grande de la historia.

El Inicio de La Primera Guerra Mundial

Cuando los austrohúngaros el 28 de Julio comenzaron los actos ofensivos al intentar invadir Serbia. A su vez Rusia estaba movilizándose cuando Alemania invadió Bélgica, que por su parte había tomado la decisión de declararse neutral, y Luxemburgo en vía a Francia.

Este primer acto hostil invadido sobre la soberanía belga, llevo al Reino Unido a tomar cartas en el asunto declarando la guerra a Alemania. Aunque la Gran Guerra o Guerra Mundial se desarrolló en múltiples locaciones terrestres y marítimas dentro y fuera del territorio europeo, uno de los más importantes y concurridos de ellos fue el Frente Occidental en el cual parte de los alemanes se encontraban detenidos por las autoridades francesas a 120 kilómetros de la capital París, luego de haber intentado tomar parte del país para transportar libremente su armamento balístico; comenzando de esta manera una guerra de desgaste en las cuales las líneas de trincheras, las cuales servían como protección y resguardo para los combatientes, fueran siquiera modificadas hasta el año 1917.

Por otro lado, en el Frente Oriental, el ejército de Rusia consiguió algunas victorias frente a los astro-húngaros, pero prontamente estos fueron detenidos por el ejercito de Alemania en su esfuerzo por apoderarse de Prusia Oriental. El Imperio Otomano se unió a la guerra en noviembre de 1914, lo que tuvo como consecuencia la apertura de diversos frentes en el Cáucaso, Mesopotamia y el Sinaí. Al año siguiente Italia y Bulgaria se sumaron al conflicto, luego en 1916 se anexo Rumania y un año más tarde en 1917 los Estados Unidos, como ultimo participante del atroz conflicto.

Una característica que hizo destacar a esta guerra o conflicto de todas las demás fue la implementación de armas químicas, su empleo o utilización fue masivo a pesar de estar prohibido en las conferencias de la Haya de 1899 y 1907. Durante la Gran Guerra fue utilizado una amplia gama de gases, entre los cuales podríamos mencionar el Cloro, gas Mostaza, y el Fosgeno; mientras que se iban implementando el uso ilegal de estas armas en la guerra, también se fueron creando junto con ellas contramedidas eficaces, como las mascaras de gas, lo cual hizo que se redujera el peligro y no solo eso, también obtuvieron beneficios de usarlos ya que solo una mínima parte de las victimas heridas mortalmente fueron por causa de tales agentes químicos, aproximadamente tan solo un 3% de las muertes durante la guerra.

El desenlace de la Guerra Mundial

La Gran Guerra la Guerra Mundial tuvo un periodo que se pudiera llamar estancamiento, en la cual solo se produjeron muertes, pero ningún avance significativo para los propósitos de ninguna de las dos alianzas. No fue sino hasta marzo de 1917 cuando comenzó el desenlace de la Gran Guerra, cuando cae el gobierno ruso tras la Revolución de Febrero, así como también la firma de un tratado o acuerdo de paz, pacto hecho entre la Rusia Revolucionaria y las Potencias Centrales luego de la Revolución de Octubre, en marzo de 1918.

En noviembre de 1918 fue solicitado un armisticio por parte del imperio astro-húngaro. Por todo el frente occidental Alemania demostró una gran ofensiva a comienzos de 1918, por lo cual los aliados hicieron retroceder a la línea alemana en una serie de victorias bélicas. Siguiendo este mismo marco de ideas, Alemania durante la Revolución, solicito de la misma manera un armisticio el 11 de noviembre de 1918, poniendo un punto final a la guerra con la victoria aliada.

Consecuencias de la Primera Guerra Mundial

Uno de los efectos más evidentes a largo plazo de La Gran Guerra fue la gran ampliación de los poderes y responsabilidades gubernamentales en Francia, Estados Unidos y Reino Unido, con el objetivo de aprovechar a cabalidad el potencial que tiene el país, con la formación de instituciones y ministerios nuevos. Se elaboraron nuevos impuestos y se promulgaron otras nuevas leyes, todas ellas pensadas para reforzar el esfuerzo bélico, algunas de las cuales siguen vigentes aun hasta nuestros días.

Estados Unidos desde el año 1919 exigió a Reino Unido la reintegración de los préstamos, que procedieron al menos en parte de las reparaciones de guerra alemanas, que de la misma manera podían pagar por préstamos de Estados Unidos a Alemania. Este sistema circular se destruyó en 1931 y los pagos pendientes cesaron de reintegrarse; razón por la cual, todavía para 1934, El Reino Unido seguía debiendo a EEUU 4400 millones de dólares, deuda que nunca ha sido saldada.

La Primera Guerra Mundial también produjo un desequilibrio en el número de habitantes por género, esto debido a la cantidad de hombres que se sumaron y murieron en el conflicto, dándose un número de mujeres mucho más alto que el de hombres. Casi un millón de hombres ingleses murieron durante La Gran Guerra, lo que hizo que aumentara la diferencia en número de género en esa nación de cerca de 670.000 a 1.700.000 mujeres más que de hombres.

La cantidad de mujeres solteras que buscaban independencia económica creció de manera impresionante, no obstante, la desmovilización y el declive económico de la posguerra trajo con ella altas tasas de desempleo, y a pesar que la guerra había aumentado el número de mujeres trabajadoras, el retorno a sus países de los soldados desmovilizados, muchos de ellos trabajadores antes de la contienda, y el cierre de muchas fábricas, provocaron un descenso en el empleo femenino.

 

El archiduque en Sarajevo, un atentado para detonar la guerra.

Fuente: El Mundo. La Aventura de la Historia. 28/06/2016

Autor: ÁLVARO LOZANO, Historiador y diplomático,

 

El domingo 28 de junio de 1914 amaneció caluroso y despejado sobre los Balcanes. Aquella mañana de verano, nada hacía presagiar que unas horas más tarde tendría lugar uno de los asesinatos políticos más decisivos de la Historia, magnicidio que a la postre sería el detonante de la Primera Guerra Mundial, aunque no su causa, en la que 13 millones de personas perderían la vida (contabilizando las víctimas civiles, 23 millones).

Para los serbios era un día muy especial: San Vitus (Vidovdan), patrón nacional de Serbia. En esa fecha se recordaba la trágica batalla de Kosovo Polje (el Campo de los Mirlos) de 1389, en la que el reino medieval serbio del príncipe Lázaro fue derrotado por los turcos. Para la Historia serbia, se iniciaba un largo período de sufrimiento bajo la opresión otomana, opresión que, para los nacionalistas serbios, era similar a la que, en 1914, representaba el Imperio Austro-Húngaro como sucesor del Imperio turco en los Balcanes.

Ese día era también especial, por razones diferentes, para el archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona de Austria-Hungría, ya que celebraba el decimocuarto aniversario de su matrimonio con Sofía Chotek. La pareja se encontraba en ese momento en Bosnia, asistiendo a las maniobras militares de verano y, terminadas estas, tenían programada una visita a la vecina ciudad de Sarajevo, donde serían recibidos con alto protocolo, algo impensable en Viena, puesto que la esposa del archiduque no era de sangre real.

Sofía, embarazada de su cuarto hijo, podría por fin acompañar a su marido en el mismo automóvil en un acto oficial, algo que le era vedado por el estricto protocolo de Viena, dirigido por el implacable gran maestro de ceremonias, el príncipe Montenuovo. También aquel 28 de junio era un día especial parta siete jóvenes serbo-bosnios.

Para ellos, la visita del Archiduque el día de la festividad del patrón nacional de Serbia constituía toda una provocación, por lo que representaba el momento oportuno para atentar contra él, representante y heredero del odiado Imperio, y un paso importante para alcanzar el sueño de la Gran Serbia, en la cual se integrasen la mayoría de los eslavos de los Balcanes. En ella debían incluirse, según las aspiraciones nacionalistas, las provincias de Bosnia-Herzegovina, que habían sido anexionadas por el Imperio Austro-Húngaro en 1908.

La Mano Negra

En Belgrado se habían formado diversas sociedades secretas, cuyo fin era atentar con todos lo medios disponibles contra el poder austro-húngaro, muy especialmente en las provincias que Serbia deseaba anexionarse. Una de tales sociedades era la llamada Ujedinjenje lli Smrt (Unión o muerte), popularmente conocida como La Mano Negra. Su misión era conseguir, a través de métodos terroristas contra personalidades y objetivos austríacos, la anexión de Bosnia a Serbia.

Entre la lista de objetivos no se encontraba el emperador de Austria-Hungría, Francisco José, ya que su figura era respetada en todo el Imperio y la causa serbia no ganaría ninguna simpatía con su desaparición. Por el contrario, el heredero al trono, su sobrino Francisco Fernando, constituía el mejor objetivo posible.

En la corte de Viena, el Archiduque no era muy popular. Por un lado, el emperador se había negado a dar a su enlace matrimonial otro carácter que el de morganático, lo cual excluía a sus descendientes de la sucesión monárquica. Por otro, eran bien conocidos sus proyectos de conceder más derechos a los serbios del Imperio, poniéndoles en pie de igualdad con austriacos y húngaros en el sistema dual, vigente desde el Ausgleich o compromiso de 1867.

Atentar contra alguien con proyectos favorables a los serbios parecería, a simple vista, una contradicción. Pero, para los nacionalistas serbios, las concesiones de Viena alejarían la posible insurrección, con lo que se perdería el objetivo de la Gran Serbia. Cuando se supo que el heredero del trono visitaría Sarajevo en junio de 1914, La Mano Negra decidió atentar contra él. Para ese fin se reclutó a siete jóvenes serbo-bosnios -se evitó reclutar directamente a terroristas serbios, para dejar a salvo la responsabilidad de Serbia-.

El entrenamiento y las armas para la misión provenían directamente de Serbia. La organización La Mano Negra estaba dirigida por el coronel Apis, cuya verdadera identidad era la del coronel Dragutin Dimitrevich, nada menos que la cabeza de la Inteligencia militar serbia. Los jóvenes, ligeramente adiestrados, llegaron a Sarajevo el 3 de junio.

Una vaga advertencia

Las conexiones de La Mano Negra con el ejército y la administración serbias, eran conocidas por casi todos los miembros del Gobierno de Belgrado. Cuando el primer ministro serbio, Nikoia Pasic, tuvo noticias indirectas de lo que se tramaba, se encontró con un dilema de difícil solución. Si dejaba actuar a La Mano Negra y ésta llevaba a cabo su plan con éxito, las numerosas conexiones de los terroristas con el Gobierno serbio no tardarían en salir a la luz, lo que llevaría sin duda a un conflicto con Austria-Hungría.

Por el contrario, si avisaba directamente al Gobierno austríaco, sus compatriotas le considerarían un traidor y se convertirla sin duda en el siguiente objetivo de La Mano Negra. Finalmente, decidió avisar al Gobierno de Viena en términos vagos, de forma que no se inculpase directamente a La Mano Negra. La persona elegida para trasladar el mensaje a las autoridades austríacas era el representante serbio en Viena, Jovan Jovanovic, un ardiente nacionalista que no era muy apreciado en la Cancillería austríaca.

Sin embargo, Jovanovic había cultivado una relación de amistad con el ministro de finanzas austríaco, Ritter Von Bilinski. La misión no era sencilla, ya que no podía dar la impresión de que Serbia estaba intentando intimidar a los austríacos hasta el punto de querer hacerles abandonar las proyectadas maniobras y la visita del heredero a Bosnia.

El día 5 de junio, Jovanovic se entrevistó con Von Bilinski, aconsejándole que el Archiduque renunciase a visitar Sarajevo y que las maniobras no se organizasen en Bosnia y mucho menos en junio, por la celebración del Vidovdan. Von Bilinski, totalmente ajeno al sutil lenguaje diplomático, no se percató de la advertencia y se limitó a responder: «Esperemos que no ocurra nada».

Al regresar a su embajada, Jovanovic comentó que su amigo Bilinski no se había dado cuenta del mensaje, pero no hizo más esfuerzos para avisar del grave peligro a las autoridades austríacas. La advertencia de Jovanovic a Bilinski nunca fue transmitida a los miembros de la Seguridad austríaca; en Sarajevo nadie fue detenido ni sometido a control. Europa se encontraba a tan solo un paso de la guerra.

Aquel año, el archiduque Francisco Fernando había sido invitado por el gobernador de Bosnia, el general Oskar Potoirek, a las maniobras militares de verano, que ese año tendrían lugar a las afueras de Sarajevo. La seguridad para la visita planeada dejaba mucho que desear. Al Archiduque le fastidiaba profundamente la presencia de miembros del servicio secreto en sus viajes y tampoco le gustaba que un cordón policial le separase de la gente en sus desplazamientos. Edmund Gerde, jefe de la Policía de Sarajevo, creía que existía un peligro real de atentado y pidió que se reforzaran las medidas de seguridad. La respuesta que recibió de los oficiales del Ejército fue que «estaba obsesionado con fantasmas». Los jóvenes terroristas nunca gozarían de una mejor ocasión.

Recepción con bomba

Francisco Fernando llegó el 25 de junio a Tarcin, localidad próxima a Sarajevo. Mientras, su mujer se entretuvo unas horas en esta ciudad. Su visita transcurrió sin novedad y es posible que comentara a su marido que nada había que temer. Comenzaba así la última etapa de su estancia en Bosnia. En tan sólo 30 horas calculaba estar de regreso en casa con sus hijos. A las 9 de la mañana del 28 de junio, una vez finalizadas las maniobras, la comitiva se dirigió en tren hacia Sarajevo. Allí les esperaban, a las 10 una recepción ofrecida en el Ayuntamiento y diversos actos, entre ellos la inauguración del museo local.

Posteriormente se dirigirían a almorzar con el general Potoirek en su residencia, e inmediatamente después partirían de regreso. La multitud esperaba a lo largo de la ruta para saludar a la pareja imperial. Entre la gente y apostados en diversos lugares del trayecto se encontraban los siete terroristas. El primero de ellos era un joven llamado Mehmedbasic y a pocos pasos se encontraba su compañero Cabrinovic.

Al acercarse la caravana, Mehmedbasic no actuó, porque un policía le bloqueaba el espacio por donde pensaba lanzar su bomba, pero al paso de la comitiva, Cabrinoviclanzó la suya hacia el vehículo del Archiduque. Francisco Fernando desde su asiento trasero se percató del objeto que volaba en su dirección y levantó el brazo para alejarlo de su mujer, que se encontraba a su derecha, entre él y Cabrinovic.

La bomba rebotó en el brazo del Archiduque y fue a parar al suelo donde estalló, hiriendo a una docena de personas. El conductor del vehículo resultó herido leve y la peor parte se la llevó el teniente coronel Erich von Merizzi, ayudante del general Potoirek, herido en la cabeza. Mientras tanto, el terrorista había ingerido el cianuro que llevaba y se había arrojado al río. Sin embargo, el veneno no hizo efecto y durante el verano el río Miljacka no tiene la profundidad suficiente para ahogarse. Unos minutos más tarde, Cabrinovic era detenido.

El asesinato que se pudo evitar

La comitiva siguió su camino sin que ninguno de los otros terroristas se decidiese a actuar, bien por falta de valor, bien porque pensaban que su compañero había tenido éxito. Cuando los vehículos llegaron al Ayuntamiento, el Archiduque estaba furioso y dirigiéndose al alcalde, quien había iniciado el discurso de bienvenida, le increpó: «¡Señor alcalde uno viene aquí de visita y es recibido con bombas! ¡Esto es un escándalo!».

El alcalde, ignorante de cuanto había sucedido, prosiguió el discurso. Se llegó así al momento más importante de aquel día: ¿cuáles deberían ser los planes para el resto de la jornada? Se discutió si no sería más conveniente que el Archiduque abandonase sin demora Sarajevo, pero él se negó a que se cambiaran los planes, pidiendo solo que se alterase su agenda para poder incluir una visita al hospital, donde se encontraban los heridos del atentado. Antes de partir, el gobernador Potoirek se dirigió al Archiduque, asegurándole que podía seguir su trayecto con toda tranquilidad, ya que se habían redoblado las medidas de seguridad y los controles en toda la ciudad.

A pesar de esta tranquilizadoras palabras, el Archiduque le pidió a su mujer que no le acompañase durante el resto de la jornada y que abandonase Sarajevo, a lo que ella se negó. A las 11 menos cuarto, los mismos vehículos de la mañana se ponían en marcha. El automóvil del Archiduque era conducido por un antiguo soldado llamado Leopold Sojka. A su lado se situó el general Potoirek. En la parte posterior, se sentaron Fernando y Sofía.

Para mayor seguridad, el conde Frantisek Harrach, dueño del vehículo y amigo personal del Archiduque, se apostó en el estribo por el lateral donde esa mañana habla caído la bomba.

Una casualidad para una guerra

Los vehículos debían dirigirse al Hospital siguiendo la avenida Appel, que bordea el río, sin adentrarse en las angostas callejuelas de la ciudad antigua.

El cambio de planes serviría de medida de seguridad, ya que nadie les esperaría por esta avenida y porque así se evitarían las calles más estrechas y concurridas de la ciudad. Sin embargo, ninguno de los conductores había sido informado de los cambios, por lo que pensaban seguir el camino originariamente trazado, por la calle Francisco José en dirección al Museo, para posteriormente dirigirse a la residencia del gobernador. El trabajo de alertar a los conductores sobre las rutas era responsabilidad del teniente coronel Merizzi, pero éste se encontraba herido en el hospital. Ese error iba a tener trágicas consecuencias.

Mientras tanto, los terroristas se encontraban desconcertados. Sin ninguna certeza de que el Archiduque fuese a seguir el itinerario previsto, se situaron en diversos puntos de la ruta. Uno de ellos, el estudiante de 19 años, Gavrilo Princip, deprimido por la falta de suerte de la misión, decidió comer algo mientras reflexionaba sobre lo que haría después. Se encaminó hacia la calle Francisco José, donde se detuvo para comprar un bocadillo en el establecimiento de un tal Moritz Schiller.

Al salir, se encontró con un amigo. Justo en ese mismo instante, ignorando el cambio de itinerario, el conductor del primer automóvil de la comitiva giró para adentrarse en la calle Francisco José, según las instrucciones que había recibido esa mañana. El general Potoirek se dio cuenta del error y le gritó para que rectificase: «¿Qué es esto? ¡Este es el camino equivocado, se supone que seguiríamos por la avenida Appel!». El conductor, sorprendido por los gritos del general, frenó en seco para dar marcha atrás. El automóvil se detuvo así a escasos pasos de Princip.

Pocas veces en la Historia un error ha tenido unas consecuencias tan graves. Princip se dio cuenta rápidamente de lo que estaba sucediendo. Apenas se lo podía creer: allí, a escasos metros se encontraba el Archiduque, el odiado enemigo. No se lo pensó dos veces, sacó su pistola del bolsillo y realizó dos disparos sin apenas apuntar. Tras ellos, el Archiduque y su mujer siguieron erguidos, Potoirek pensó que los terroristas habían vuelto a fallar y dio ordenes al conductor para que se dirigiera a toda prisa hacia la residencia del gobernador. Princip intentó suicidarse disparándose un tiro, pero un espectador le agarró el brazo y se lo impidió. Momentos después, estaba a punto de ser linchado por la multitud.

No es nada, no es nada…

Mientras el vehículo aceleraba a través del Puente Lateiner, un hilo de sangre comenzó a surgir de la boca del Archiduque. Había sido alcanzado en el cuello y la bala le había perforado la yugular, alojándose en la columna vertebral. Su mujer exclamó: «¡Por Dios! ¿Qué te ha sucedido?» y, acto seguido, se inclinó hacia delante. El general Potoirek pensó que se había desmayado e intentó ayudarla. Sin embargo, la duquesa Sofía había sido mortalmente alcanzada en el abdomen. Agonizando, su marido alcanzó a pronunciar: «¡Querida Sofía no te mueras, vive por nuestros hijos!», pero la duquesa Sofía estaba muerta y unos minutos después fallecería también el Archiduque. Sus últimas palabras fueron:

«No es nada, no es nada…» A las 11,30 de la mañana comenzaron a sonar todas las campanas de Sarajevo; los terroristas habían logrado su objetivo. En un primer momento pareció que nada iba a suceder en Europa tras el atentado; el asesinato de Sarajevo pareció ser algo distante y sin mayor importancia.

Al recibir la noticia en su central de Londres, la redacción de Reuter pensó que aquel mensaje urgente era el resultado de una carrera de caballos, con indicación de los vencedores: Sarajevo (1º), Fernando (2º), Asesinado (3º). En Viena se celebró un discreto funeral para el heredero; el origen plebeyo de la duquesa impidió su entierro en la iglesia de los Capuchinos en Viena, lugar reservado para la realeza de los Habsburgo. La pareja fue enterrada en el castillo de Arttesten, propiedad de Francisco Fernando.

Como señala Marc Ferro, «Viena siguió siendo Viena y la música no cesó de sonar». En Sarajevo, los terroristas, salvo uno, ya habían sido arrestados el 5 de julio. Dada la escasa simpatía que Francisco Fernando despertaba, Viena delegó la investigación policial a las autoridades de Sarajevo. Estas, únicamente pudieron establecer con claridad que las armas provenían de Serbia, pero nunca pudo probarse la complicidad del Gobierno serbio. Mas eso no salvaría a Belgrado, cuyas aspiraciones a la Gran Serbia atentaban directamente contra la supervivencia del Imperio Austro-Húngaro. Por eso, Viena decidió que el doble asesinato no podía quedar impune.

Así, tras recibir el acuerdo de su aliado alemán, dirigió el 23 de julio un ultimátum a Belgrado que, de haberlo aceptado en su totalidad, le hubiese reducido a un satélite de Austria. Serbia aceptó todas las condiciones, salvo la participación de investigadores austríacos en su territorio, por considerarla un atentado a su soberanía. La respuesta de Serbia no satisfizo a Austria, que le declaró la guerra el día 28 de julio.

La razón por la cual este atentado desencadenó un conflicto mundial estuvo en el funcionamiento automático de movilizaciones y en el sistema de alianzas establecidas en Europa desde hacía años. Rusia quería evitar el aniquilamiento de Serbia y así, el 26 de julio, el zar decretaba una movilización parcial para intimidar a Austria Hungría. El día 1 de agosto, Alemania declaraba la guerra a Rusia y el día 3, a Francia. Inglaterra entró en el conflicto el 4 de agosto. La Primera Guerra Mundial había comenzado, tal y como había previsto unos años antes el canciller Bismarck, «por alguna estupidez en los Balcanes».