Feminismo liberal y radical: la década de 1960 en EE. UU.

Autora:  Cristina Herrero Ferrer

Fuente: archivoshistoria.com 06/03/2020

La década de 1960 supuso la explosión, en Estados Unidos, de los feminismos. Las olas de feminismo liberal y radical nacen en un momento de boom económico que trajo consigo una etapa de nuevos cambios sociales. La sexualidad y la moralidad tuvieron un papel fundamental. Junto con la lucha por los Derechos Civiles (Ollhof, 2011), el movimiento en pro de la libre expresión (Ashbolt, 2013) o la incipiente cultura juvenil debido al baby boom de posguerra, surgió la segunda ola del feminismo (Horowitz, 1998). Esta incluyó tanto autoras y organizaciones que entroncaron con la tradición del feminismo liberal heredada desde el sufragismo de finales del XIX y principios del XX como un nuevo feminismo, el radical. El movimiento feminista despegó en estos momentos a partir del cuestionamiento de los roles sexuales tradicionales (Miles, 2006: 13).

Sin embargo, la cuestión femenina no comenzaba a tratarse ahora, sino que se trataba de una cuestión de largo alcance. Para comprender esta ola de feminismo se debe retroceder un poco en el tiempo. La Ilustración fue el periodo en el que se considera que nace el feminismo, con autores como Kant, John Stuart Mill o Condorcet que ya hablan de la exclusión «natural» de la mujer.

Pero su eclosión definitiva no es hasta la aparición de Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792), que busca una igualdad moral entre sexos. La obra rompe con los escritos realizados hasta ese momento  por mujeres. También se habla de la exclusión femenina en la educación. Para Wollstonecraft, las mujeres son las que educan a sus hijos, por lo que es necesario que reciban una educación acorde a esta responsabilidad. Con este antecedente, comienzan a surgir las conocidas como «olas» del feminismo.

La primera ola del feminismo cobró protagonismo en Estados Unidos e Inglaterra desde finales del siglo XIX y hasta mediados del XX. En un principio, su principal objetivo era la obtención de la igualdad frente al varón en términos de propiedad o de matrimonio, entre otros. Los derechos políticos y, especialmente, el sufragio femenino, fueron las reivindicaciones clave de esta lucha. La Convención de Séneca Falls de 1848 en Nueva York fue el momento culmen de esta primera ola. Tuvo trescientos participantes y espectadores y fue firmada por unas cien mujeres. A partir de este momento, el movimiento feminista comienza a extenderse, de forma que, a principios del siglo XX las mujeres comenzaron a obtener paulatinamente el derecho al voto.

Sin embargo, esto solo supuso un comienzo para el movimiento y así lo plasmó Simon de Beauvoir en El segundo sexo (1948). En este ensayó, Beauvoir reflexionó acerca de lo que significa ser mujer. Para la autora, la mujer es un producto cultural construido por la sociedad: ser madre, esposa, hija, hermana… En esta obra, Simone de Beauvoir sostivo una tesis que ha generado y genera debates extensos en la actualidad: No se nace mujer, se llega a serlo. Con ello, Beauvoir le daba un papel preponderante a lo social en la construcción de la feminidad y la masculinidad. Según esta autora, la sociedad ha separado al ser humano entre hombres y mujeres, excluyendo a estas últimas y encasillándolas en un papel determinado.

Es por ello que, cuando surgió la segunda ola del feminismo, ésta ya no se centraba en la búsqueda de la superación de los obstáculos legales como sí había hecho el feminismo liberal. Esta vez se incorporaba el punto de vista sexual, familiar, laboral. El derecho al aborto y al acceso a métodos anticonceptivos por ejemplo, pasó al centro del debate (Nash, 2007). No obstante, los primeros años sesenta son importantes como período de transición entre una era más conservadora, cauta, complaciente, y otra más desenfrenada (Rorabaugh, 2002).

Esta nueva revolución femenina comenzó con la introducción de la píldora anticonceptiva, aprobada por la Food And Drug Administration en 1961. Fue introduciéndose lentamente y permitiendo así a las mujeres elegir su pareja sexual, decidir su maternidad o planificar sus embarazos frente a la vida laboral. Hacia 1965, el 20% de las mujeres utilizaba la píldora u otros métodos anticonceptivos. A finales de los sesenta se redujo por primera vez de modo drástico el índice de natalidad (Rorabaugh, 2002: 183). Sin embargo, la ambición de la mayoría de los estadounidenses era casarse, comprarse una bonita casa con jardín en una zona tranquila y formar una familia (Soley, 2015).

Los avances tecnológicos también tuvieron mucho que ver en estas cuestiones. A medida que los electrodomésticos surgían o mejoraban, las tareas domésticas se hacían menos arduas para las amas de casa. Eso «permitió» una inclusión mayor de las mujeres en el mercado laboral. Muchas de ellas a tiempo parcial y con salarios escasos, pero las mujeres de clase media comenzaban a incorporarse al trabajo.

Las mujeres trabajaban con una finalidad concreta, como la de comprar una casa o pagar los estudios universitarios de los hijos. Hacia 1960 trabajaba (fuera de casa) el 37% de las mujeres solteras y el 30% de las mujeres casadas. Si bien las actitudes masculinas frente al trabajo femenino cambiaron, el modelo ideal de familia se mantenía. La familia ideal estadounidense guía siendo aquella en que solo trabajaba el varón. En 1960 pocas mujeres, incluso entre la minoría trabajadora, cuestionaban este estereotipo (Rorabaugh, 2002: 117).

La situación de la mujer: antes del feminismo liberal y radical

En los primeros años sesenta, las carreras profesionales femeninas no eran aún lo habitual. El matrimonio seguía sucediendo a una edad muy temprana y conllevaba, además, unos índices de natalidad muy altos. Las mujeres contraían matrimonio con una media de 20 años. Sus maridos, con 22 años de media. En esta época, además, el número de hijos por familia había pasado de 2 a 3 (Rorabaugh, 2002: 184-185).

A pesar de ser un momento de cambios acelerados en lo social (en el ámbito religioso, en el étnico, en cuestiones de clase social) la sociedad parecía anclada aún a viejas fórmulas. La libertad sexual iba abriéndose camino, creciendo incluso la libertad para hablar de sexo. Sin embargo, el matrimonio aún parecía una institución estable y relevante a nivel general en 1960. Pocas parejas se planteaban la posibilidad de convivir sin un vínculo matrimonial. Incluso los propietarios desalojaban por sistema a las parejas no casadas. En este sentido, prevalecía una doble moral (Rorabaugh, 2002: 184-185).

El sexo prematrimonial en la mujer estaba considerado como una inmoralidad. En casos más extremos, incluso como prostitución Las mujeres jóvenes solteras tenían terror al embarazo. No obstante, a falta de métodos anticonceptivos, este sólo se podía interrumpir por medio del aborto. Era, por otra parte, una opción ilegal, cara y peligrosa. Además, el tema era tabú y no se podía tratar en público (Rorabaugh, 2002: 184-185).

La palabra “embarazada” se consideraba tan subida de tono que los conservadores la evitaban. (Rorabaugh, 2002: 184-185)

El concepto de la monoparentalidad no existía, o más bien no se planteaba como una opción con normalidad. En el caso de las mujeres viudas o divorciadas, se consentía que constituyeran familias  monoparentales. Sin embargo, nadie osaba a imaginar que una mujer soltera y/o joven decidiera voluntariamente tener un hijo que naciera fuera de un matrimonio y educarlo sola (Rorabaugh, 2002: 184-185).

Imagen de Mad Men que ilustra el ideal de familia norteamericana criticado por el feminismo liberal y radical
Ideal de familia norteamericana plasmado en la serie Mad Men

El auge de los suburbios empeoró esta situación. Estas formas de población, tan arquetípicas en el modelo familiar estadounidense, alejaban a las mujeres de sus familias, amigos o instituciones. La distancia entre los suburbios y las zonas urbanas recluía a las mujeres en nuevas zonas residenciales. Era el lugar donde la clase media protestante, católica y judía buscaba el ascenso social.

Se plasmó el nuevo ideal de familia norteamericana en todas partes. Se trata de esa imagen arquetípica que series como Los Simpsons parodian. Una familia idílica, que vivía en zonas residenciales, con una clara estructura de familia nuclear en la que el padre o cabeza de familia trabajaba. Mientras la mujer, perfecta ama de casa, se ocupaba de la casa y de los niños. El feminismo liberal en Estados Unidos fue, en parte, una reacción a la extensión de este modelo de familia ideal y hegemónico que, aún hoy, copa los medios de comunicación.

Censura de Hollywood

Portada del Código Hays

La sociedad estadounidense, como puede observarse, seguía siendo bastante tradicional. Esa moral se extendió de facto hasta la industria del cine. La existencia del Código Hays, implantado entre 1934 y 1967, censuraba todo lo que se podía o no se podía ver en las producciones estadounidenses. Regularizó la sexualidad de forma que “el carácter sagrado de la institución del matrimonio y del hogar será mantenido”.

La infidelidad era también duramente censurada. “El adulterio y todo comportamiento sexual ilícito[…], no deben ser objeto de una demostración demasiado precisa, ni ser justificados o presentados bajo un aspecto atractivo”

Las demostraciones de afecto o de erotismo tampoco eran permitidas, evidentemente, puesto que el Codigo Hays marcaba que “no sé mostrarán besos ni abrazos de una lascividad excesiva, de poses o gestos sugestivos”. Por otra parte, afirmaba también que “las perversiones sexuales y toda alusión a éstas está prohibido”. La protección sobre los esquemas tradicionales de la sociedad, entre los que se incluía el matrimonio y la familia nuclear era extrema. No obstante, la producción cinematográfica era una forma de reproducción de las mismas esencial en ese contexto. El código marcaba, de hecho, que “no debe presentar la institución del matrimonio como antipática”. Incluso, en las noticias de la NBC, el uso de las palabras “violación” o “aborto” estaba prohibido.

La mayoría de esta censura afectaba específicamente al papel de la mujer y en su actuación ante las cámaras. Sin embargo, la existencia de unas restricciones tan estrechas  provocó que comenzaran a aparecer dobles sentidos, recursos y referencias para engañar al proceso de censura.

Primeros cambios

Estas cuestiones alimentaron un caldo de cultivo perfecto para la emergencia de un feminismo liberal y, posteriomente, uno radical. Quedaban lejos de conformarse con las reivindicaciones con las que habían comenzado a manifestarse las sufragistas y el feminismo liberal en general. La sexualidad, las libertades reproductivas o las cuestiones laborales saltaron al centro del debate. La píldora anticonceptiva supuso uno de los cambios fundamentales en esta revolución sexual y feminista, pero no el único de ellos.

La incorporación de la mujer al mundo laboral había tenido sus comienzos durante la Segunda Guerra Mundial. Comenzaron ocupando cargos anteriormente desempeñados por hombres, que en esos momentos se encontraban en el frente. Y, como se mencionaba, en estos momentos comenzaba a normalizarse, si bien con unas restricciones muy concretas. Con el auge económico de posguerra, además, habían llegado también los electrodomésticos. Estos, como se ha explicado antes, facilitaron las labores del hogar, por lo que a la mujer le quedaba más tiempo libre. Este tiempo libre permitía poder encontrar un trabajo a tiempo parcial y, además, con bajos salarios.

Ante esta extensión del trabajo femenino, con la llegada de John F. Kennedy a la presidencia de Estados Unidos se creó la Comisión Presidencial sobre el Estatus de la Mujer el 14 de diciembre de 1961. El 11 de octubre de 1963 se publicó un informe que reveló la existencia de desigualdad de género en el ámbito laboral. Proponía una serie de medidas para un mayor acceso a la educación, ayudas para el cuidado de los hijos o la baja por maternidad (Hunt, 2015).

También se impulsaron leyes como la Ley de Igualdad Salarial de 1963, y el Título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964. Este prohíbe la discriminación de los trabajadores en base a su color, etnia, sexo, origen nacional o religión. También es relevante el fallo de la Corte Suprema Griswold v. Connecticut de 1965. En él, el estado de Connecticut prohibía el uso de anticonceptivos. Este fallo se acabó declarando inconstitucional. A su vez, se nombró a mujeres en altos cargos de su administración, como fue el caso de Esther Peterson. Muchas ciudades eligieron a mujeres como alcaldesas en los setenta (Jones, 1995: 536). Estas cuestiones supusieron un avance considerable. Sin embargo, quedaban aún lejos de todas las reivindicaciones del feminismo liberal.

Nace el feminismo liberal

La aparición de un movimiento femenino organizado llegó con la publicación de The Feminine Mystique (1963) por Betty Friedan. En él, hace referencia al “problema que no tiene nombre”. Betty Friedan criticó el carácter romántico que se le otorgaba a lo doméstico y a la idea de que la mujer solo podía sentirse realizada siendo madre y ama de casa. En 1966, y con ayuda de Friedan, se fundó la mayor organización feminista estadounidense, la Organización Nacional de Mujeres (National Organization for WomenNOW).

Esta organización tenía como fines principales la igualdad económica y de derechos y el derecho al aborto. A ello se le sumaban cuestiones como la lucha contra el racismo y la violencia de género, entre otros. Estos grupos y la existencia de algunas teóricas del feminismo liberal como la propia Friedan suponen los antecedentes más claros e influyentes sobre lo que después conformaría la segunda ola de feminismo, la del feminismo radical. La organización sirvió de inspiración para la creación de grupos de liberación de la mujer en otras partes del país.

“Para las mujeres, en las columnas, los libros y los artículos de expertos que les decían a las mujeres que su papel consistía en realizarse como esposas y madres. Una y otra vez las mujeres oían, a través de las voces de la tradición y de la sofisticación freudiana, que no podían aspirar a un destino más elevado que la gloria de su propia feminidad” (Friedan, 2009: 51).

Según Friedan, la salida de las mujeres del hogar produjo un agravamiento en su situación de desigualdad (Amorós coord., 1994: 132). Ahora la mujer tenía doble trabajo, el laboral y el del hogar. Y, en el primero de ellos, se acentuaban las desigualdades con respecto a los trabajadores masculinos. Para Betty Friedan era necesario redefinir el concepto de familia y las estructuras sociales (Amorós coord., 1994: 133-134).

Gloria Steinem trabajando como Conejita Playboy

La voz de Betty Friedan o de las teóricas del feminismo no fue la única en resaltar estas cuestiones. Puede mencionarse también el caso de Gloria Steinem, una periodista que se infiltró en la Mansión Playboy como Conejita Playboy. Pretendía documentarse para la realización de un artículo. Con ello dio a conocer las condiciones en las que se encontraban estas mujeres y las demandas sexuales que recibían, comúnmente al borde de la ley. Gracias a este artículo, se convirtió en una de las principales voces feministas del momento, junto con Betty Friedan o Jo Freeman.

Del feminismo liberal al feminismo radical: organización y radicalización

Pese a que NOW fue la primera organización feminista nacida en EEUU, surgieron muchas otras usando ésta como inspiración. Sin embargo, muchas mujeres abandonaron NOW por ser demasiado radical. Mientras, otras lo hicieron por considerarla demasiado conservadora (Ryan, 1992: 44). El aborto fue quizá el tema fundamental de estas escisiones. Las mujeres que estaban en contra del derecho al aborto formaron Women’s Equility Action League (WEAL).

Pero los derechos reproductivos no fueron la única cuestión que dividió al feminismo en estos momentos. El feminismo radical había mantenido unas premisas comunes, no sin discrepancias. Sin embargo, el movimiento se fragmentaba de forma más fuerte en estos momentos. La presencia del colectivo LGTB (concretamente, del lesbianismo) fue otro factor crucial que dividió a las feministas. No obstante, esta fue también una época de eclosión de la lucha del colectivo LGTB. A lo largo de 1968 y 1969, comenzaron a formarse pequeños grupos de liberación de mujeres en las principales ciudades del país (Ryan, 1992: 47). Paralelamente, en 1969, estallaba la mecha que prendió la lucha por los derechos de las personas homosexuales, bisexuales y trans, los disturbios de Stonewall

NOW, una de las organizaciones protagonistas de las olas de feminismo liberal y radical
National Organization for Women, NOW

Con Jo Freeman y Shulamith Firestone, autora de La dialéctica del sexo (1970) como pioneras, nace el movimiento de liberación de las mujeres (Women’s Liberation Movement, WLB). La rama WLM del feminismo radical, basada en la filosofía contemporánea, estaba compuesta por mujeres. Tenía, no obstante, trasfondos racial y culturalmente diversos. Estas plantearon que, para que las mujeres dejasen de ser ciudadanas de segunda clase en sus respectivas sociedades, era necesaria su libertad económica, psicológica y social (Bullock, Trombley y Lawrie, 1999: 314). La segunda ola de feminismo comenzaba a dejar paso, desde el feminismo liberal, al feminismo radical.

Kate Millet fue la escritora de otra de las grandes obras de esta segunda ola feminista, Sexual Politics (1969). Es un libro que une crítica literaria, antropología, economía, historia, psicología y sociología en una combinación propia de la Escuela de Frankfurt la cual inspiraba los movimientos contestatarios de la época (Amorós coord., 1994: 142). En un primer momento, Millet había militado en NOW, pero más adelante se unió al grupo de feministas radicales fundado por Pam Allen en 1967, el New York Radical Women. Paralelamente, surgieron otros grupos radicales por todo el país, como el New York Radical Feminists, entre otros. Estos tienen su apogeo ya en la década de los setenta, también en Estados Unidos.

El feminismo radical, en sus diversas ramificaciones y grupos, se originó en los movimientos contestatarios norteamericanos de los sesenta. En un contexto de eclosión de lo contracultural, la ola de feminismo radical fue resultado de la insatisfactoria respuesta que se había dado a las reivindicaciones feministas del feminismo liberal anterior. Para este feminismo radical, su lucha no se trata simplemente de ganar el espacio público. No es solamente una cuestión de igualdad en el trabajo, en la educación o en los derechos civiles y políticos.

El feminismo radical va a lo que considera la raíz del problema, como su propio nombre indica, por lo que pretende transformar también el espacio privado. Para este feminismo, el patriarcado es el sistema de dominación básico en la sociedad. Sobre él, se asientan los demás: la raza, la clase. Consideran, por lo tanto, que no puede haber una verdadera revolución si no se destruye (Amorós -coord-, 1994: 142-145). Con estas premisas, el feminismo radical va a ir ganando espacios, terrenos y capacidad de reivindicación.

Una oveja coronada Miss America 1969

Oveja coronada Miss América 1969

El 7 de septiembre de 1968, el movimiento feminista se presentó al mundo. Lo hizo interrumpir la retransmisión en directo para todo el país de la elección de Miss América 1969, celebrado en Atlantic City, Nueva Jersey (Miles, 2004: 45). Esta reivindicación fue orquestada por Robin Morgan, de la New York Radical Women y en ella participaron cientos de feministas de diferentes organizaciones y grupos defensores de los derechos civiles.Para las protestantes, los estándares de belleza y el certamen oprimían, degradaban y explotaban a la mujer.

Llamaron al desfile “el degradante símbolo de Mujer Imbécil con Tetas”. Simbólicamente, colocaron un cubo de basura al que nombraron Cubo de Basura de la Libertad (Freedom Trash Can). Arrojaron toda clase de productos considerados femeninos. Productos de higiene, pestañas postizas, fregonas, sujetadores, menaje de cocina, la revista Playboy o la Cosmopolitan, entre otros. Éstos eran objetos considerados como “instrumentos de tortura femenina” (Duffett, 1968: 4).

De esta forma y al grito de «¡No más Miss América!» (No more Miss America!) afirmaban que el concurso era comparable a una feria de ganado. Además, desde el inicio del concurso en 1921, solo habían sido aceptadas concursantes caucásicas como finalistas. Reclamaban el hecho de que nunca hubiera sido coronada una Miss América negra. Por último, decidieron coronar a una oveja como Miss América. A raíz de esta protesta surgió el mito de la quema de sujetadores, que eran símbolo de opresión femenino. La protesta fue cubierta por todos los medios de comunicación del país y fue un éxito para el movimiento.

Feminismo radical como «contracultura»

Cuando se habla de contracultura, se agrupa como tal a aquellos grupos sociales que van en contra de la sociedad establecida, del establishment. Este término fue acuñado por el autor estadounidense Theodore Roszak en su libro El nacimiento de una contracultura (1968). La contracultura de la década de 1960 en Estados Unidos se caracterizó por ser la cuna de diversos movimientos sociales. Estos irrumpieron en la sociedad norteamericana durante esta década. En esta amalgama de movimientos sociales que se opusieron a la cultura establecida pueden mencionarse el movimiento por los derechos civiles, el movimiento a favor de la libre expresión, la lucha por los derechos del colectivo LGTB la revolución sexual y el feminismo, entre otros.

Todos estos movimientos sociales se desarrollaron en un ambiente en el que dominaba la estética psicodélica. También la eclosión de nuevas fórmulas artísticas en todos los ámbitos, como la literatura, cuyo cariz contracultural puede rastrearse incluso en los poetas de la generación Beat de la década de los 50 o la música, lo cual se manifestó en la explosión de festivales como el de Altamont o Woodstock.

Angela Davis, una de las protagonistas de las olas de feminismo liberal y radical.
Angela Davis hablando ante una multitud

En su momento se consideró al movimiento feminista, incluso en sus orígenes como feminismo liberal, como un movimiento contracultural de los sesenta. Iba en contra de lo establecido por la sociedad tradicional estadounidense en lo relacionado con el rol de la mujer. Así mismo, los partidarios de los diversos movimientos sociales antes mencionados también podían vincularse a la lucha feminista o viceversa. Este es el caso de Angela Davis. Davis fue y es una de las grandes figuras de este contexto y del feminismo en general. No obstante, se trata de una mujer afroamericana, homosexual, comunista y miembro de los Black Panthers o Panteras Negras. Por todo ello, fue calificada por el FBI como una de los “criminales más buscados” del país.

En definitiva, durante los sesenta cualquier movimiento que fuera contra los valores tradicionales del país se leía como un movimiento «contra corriente» o «contra la cultura». El feminismo, en su paso desde el feminismo liberal al radical acabó siendo incorporado, junto con otros movimientos de carácter neo-izquierdista, a la lista de contraculturas.

Bibliografía

Libros

AMORÓS, Celia, coordinación: Historia de la teoría feminista, Madrid, Instituto de Investigaciones Feministas, 1994.

ASHBOLT, Anthony: A Cultural History of the Radical Sixties in the San Francisco Bay Area, Nueva York, Routledge, 2013.

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Artículos

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Cibergrafía

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Videografía

She’s Beautiful When She’s Angry (2014). Documental dirigido por Mary Dore. Disponible en HBO.