Benito Mussolini, a 75 años de su muerte

Benito Mussolini fue capturado por los partisanos el 27 de abril de 1945 cerca de la frontera entre Italia y Suiza y ejecutado al día siguiente.

| «La gran mentira sobre Mussolini es que fue un dictador bueno que quería a su pueblo: fue él quien mató a más italianos en la historia del país»

Autor: Angelo Attanasio

Fuente: bbc.com 28/04/2020

En Italia, una de cada cinco personas cree que «Mussolini fue un gran líder que solo cometió algunos errores», según una encuesta del centro estadístico Eurispes de enero de 2020.

Es decir, que 75 años después de la muerte de «Il Duce» y casi 100 desde su toma de poder, millones de italianos creen que a Mussolini le deben el actual sistema de jubilaciones, la construcción de carreteras y acueductos o la reducción de los índices de criminalidad.

En definitiva, muchos italianos creen que el legado de Mussolini no es tan negativo, sobre todo si se le compara con la clase política actual.

Pero, ¿son ciertas todas estas creencias?

Según Francesco Filippi (Italia, 1981), historiador de las mentalidades y colaborador de la Universidad de Trento, no.

En su libro, titulado irónicamente Mussolini ha fatto anche cose buone («Mussolini hizo también cosas buenas», en castellano, editorial Bollati Boringhieri), Filippi explica cómo se generaron las que él define como «fake news del fascismo» y por qué consiguieron circular casi intactas hasta hoy, imponiéndose en las redes sociales y en los discursos públicos.

Francesco Filippi
Image captionEl historiador Francesco Filippi imparte talleres de memoria histórica para adolescentes en la asociación Deina.

«Mi intención era utilizar los instrumentos de la investigación histórica para desmontar algunos de los mitos más radicados sobre el fascismo», explica Filippi en conversación con BBC Mundo.

El libro salió en marzo de 2019 y sigue siendo un éxito comercial en el país europeo. Algo que claramente enorgullece a su autor, pero que también le preocupa.

«Porque», aclara Filippi, «si 75 años después de la muerte de Mussolini todavía hace falta un manual como este para arrojar luz sobre el régimen más sanguinario de la historia de Italia, quiere decir que todavía tenemos problemas con la memoria pública sobre el fascismo».

BBC

¿Cuál de las ideas sobre Mussolini es las más arraigada en la cultura italiana?

Seguramente, la madre de todas las fake news sobre Mussolini es la que pinta al «Duce» como un dictador bueno, que quiso a su pueblo, como si hubiese sido un padre para toda la nación.

En realidad, fue él quien, con sus decisiones, mató a más italianos en las historia del país, que provocó una guerra en la que murieron centenares de miles de personas, que causó daños irreparables al patrimonio cultural, social y económico de este país.

Benito Mussolini
Image captionBenito Mussolini fundó los «Fasci italiani di combattimento» el 23 de marzo de 1919, en Milán, Italia.

Hay una anécdota muy representativa a este respecto. Según cuenta Galeazzo Ciano, su cuñado y ministro de Exteriores, durante el invierno de 1940, seis meses después de que Italia entrara en guerra al lado de la Alemania nazi, Mussolini miraba desde su despacho cómo nevaba sobre Roma. ‘Me alegra de que haga tanto frío’, le dijo el Duce a Ciano, «así nos libramos de todos los blandengues’.

Eso muestra que Mussolini odiaba a una parte de sus «súbditos’. Por suerte nunca hubo un genocidio del pueblo italiano, pero podemos decir que el fascismo fue el momento en el que el pueblo italiano en su totalidad estuvo más en peligro.

Habría que preguntarse por qué, a pesar de eso, una quinta parte de los italianos lo siguen considerando un buen líder.

Entonces, ¿cuál es tu respuesta?

Hay dos razones principales. Por lo que respecta a la primera, parte de la culpa la tenemos los historiadores. Porque si, 75 años después de su muerte y a pesar del enorme número de libros publicados, aún se desconoce la verdad, quiere decir que hay una separación entre la academia y la sociedad, y nosotros tenemos parte de responsabilidad.

Y eso es algo que pasa no solo en Italia, sino en muchos países europeos.

Benito Mussolini dando un discurso
Image captionLa retórica del «Duce», según Filippi, fue una revolución mundial, y por eso sus mensajes y su lenguaje siguen circulando con fuerza hasta hoy.

¿Y la segunda?

Un segundo problema es cómo la figura del hombre fuerte, del padre autoritario, atrae a las sociedades cuando atraviesan períodos de crisis.

Hay períodos en los que las personas necesitan respuestas sencillas a problemas complejos. Es lo que yo llamo «infantilismo social»: así como los niños, delante de determinados problemas, no quieren entender de soluciones difíciles, algunas sociedades, en determinados momentos, esperan que un adulto les resuelva los problemas con una varita mágica.

En el momento en que personajes históricos como Mussolini consiguen encarnar ese papel de solucionador de problemas, a la gente ya no le importa si eso es verdad o no, porque se siente tranquilizada.

Benito Mussolini en Palacio venezia
Image captionEl «Duce»celebraba periódicamente discursos desde el balcón de Palacio Venezia, en Roma, a los que asistían miles de personas.

¿Qué es lo que preocupa tanto a los italianos como para añorar a Mussolini?

La generación más joven está comprimida entre un presente en constante mutación y un futuro incierto, donde sus condiciones de trabajo y de vida serán peores que las de sus padres.

Entonces, no le queda otra que refugiarse en un pasado mítico, tranquilizador, aunque sea falso: un pasado donde, por ejemplo, se podía salir de casa dejando la puerta abierta o donde todos vivían mejor.

En realidad, ese pasado sirve para proyectar las esperanzas que el presente y el futuro no pueden cumplir.

Según repiten muchos italianos, sin embargo, Mussolini sí consiguió numerosos logros como gobernante. Tú dedicas cada capítulo a analizar y desmontar uno de ellos. ¿Cuál es el más significativo?

Uno de los convencimientos más sólidos en Italia es que Mussolini introdujo el sistema de jubilaciones para los ancianos. En realidad existían desde el 1895, ¡cuando el «Duce» tenía 12 años!

Pero insistir en que Mussolini introdujo las jubilaciones quiere decir contar el cuento del dictador que quiso mucho a nuestros abuelos y que les dio seguridad. Es dibujar el perfil de un atento arquitecto de una sociedad que piensa en los más débiles. Es mostrarlo como un dictador simpático.

Benito Mussolini
Image captionEn las imágenes de propaganda más comunes del fascismo aparecía Benito Mussolini mientras realizaba trabajos manuales como cortar el trigo en el campo.

¿Por qué son tan fuertes algunos mensajes de Mussolini como para ser considerados actuales?

Si hay algo que el fascismo hizo muy bien fue hablar de sí mismo. La propaganda fascista fue muy eficaz porque era primitiva, sencilla y directa.

La retórica del «Duce» fue una revolución mundial, y por eso sus mensajes y su lenguaje siguen circulando con fuerza hasta hoy.

Mussolini fue el primero en entender la importancia de los medios de comunicación y del contacto directo con las masas.

Luego tanto Hitler, quien declaró su admiración por Mussolini, como las democracias occidentales entienden la importancia de visibilizar al líder.

Mussolini y Hitler
Image captionBenito Mussolini y Adolf Hitler fueron aliados durante la Segunda Guerra Mundial y tenían una fuerte relación personal.

Esto es lo mismo que pasó con las redes sociales. Si pensamos en lo que pasa en la democracia por excelencia del día de hoy, Estados Unidos, vemos cómo su presidente publica decenas y hasta centenares de tuits cada día y dialoga directamente con su base electoral. Pero esto pasa en todos los países occidentales.

Esta forma vertical de comunicar es la versión 2.0 de la revolución comunicativa de Mussolini: sus eslóganes funcionaban tan bien en las plazas de los años 20 del siglo pasado como lo hacen ahora en las plazas virtuales.

Justamente, en un plaza de Milán se puso final hace 75 años la vida de Mussolini y la experiencia del fascismo en Italia. ¿Qué representa hoy en día la imagen del «Duce» colgado de los pies delante de la población italiana enfurecida que se ensañaba con su cuerpo?

Il Duce y sus compinches, colgados bocabajo en la Piazzale Loreto de Milán.
Image captionLos cuerpos del «Duce», de su pareja Claretta Petacci y de otros fascistas fueron colgados por los pies y expuestos en Piazzale Loreto de Milán el 29 de abril de 1945.

Fue el último acto de la parábola retórica del fascismo, de la relación corpórea entre el dictador y la muchedumbre.

Esa misma muchedumbre que lo había apoyado se siente ahora traicionada y humillada pero también huérfana, y se rebela contra ese padre y se ensaña con su cuerpo.

Fue el fascismo que se devoraba a sí mismo.

Una microhistoria del fascismo: la defensa del fascista Telesio Interlandi

 Leonardo Sciascia

Autor: Javier Gimeno.

Fuente: Nueva Tribuna 25/01/2020

“El fascismo constituye una enfermedad moral, un morbo contemporáneo esparcido por todos los lugares del mundo”.Benedetto Croce

El 25 de abril de 1945 y tras años de lucha contra el fascismo, la movilización popular logró acabar con la llamada República Social italiana de Benito Mussolini y éste fue ejecutado públicamente en una plaza de Roma. El periodista Telesio Interlandi [1], brazo derecho del Duce, dirigió por encargo suyo las principales publicaciones del fascio italiano, como el periódico Il Tevereo las revistas Quadrivio y La difesa della razza. Esta última era la más influyente, especialmente querida por el dictador, por ser el órgano propagandístico en Italia del nacionalsocialismo como arma ideológica para fundar el racismo italiano, cuyo principal teórico y mentor no era otro que el propio Telesio Interlandi.

Una vez derrotado el régimen faccioso, cientos de partisanos se lanzaron a las calles a perseguir y fusilar sin juicio a cuantos fascistas se toparan. Telesio Interlandi tuvo la inmensa fortuna de salvar su vida gracias a su detención junto con su hijo Cesare. Fortuna que vio colmada con la aparición del abogado socialista Enzo Paroli, cuya calidad ética y humana le llevó no sólo a ejercer su defensa en el juicio correspondiente sino también a arriesgar su vida y la de su familia escondiendo en su casa a Interlandi y a su hijo para librarles de la ira partisana.

Antes de decidir su defensa, el abogado quería conocer de su propia voz el pensamiento de Interlandi y para ello fue a visitarle a la cárcel. Enzo Paroli rechazaba el viejo maniqueísmo que de forma simplista divide a los hombres en dos bloques monolíticos y cerrados: el de los buenos y el de los malos, de modo tal que quienes pertenecen a uno jamás pueden recibir influencias del otro ni mucho menos abandonar el que le corresponde para pasarse al contrario. Paroli entendía que ambos bandos son perfectamente permeables y por consiguiente no resulta extraño que existan hombres a caballo entre uno y otro como algo consustancial a la naturaleza humana donde existe el bien y el mal en diferentes grados. Como hombre, el abogado se consideraba ejemplo de ello.

Tal vez por eso el abogado decidió asumir la defensa de aquel individuo, acaso porque la vida nos demanda a todos, justamente, la necesidad de vivir y de afirmar la propia vida en sí misma. También a los seres dominados por la vileza y la ignominia como el que tenía delante

“La historia humana es el pensamiento de Dios sobre la tierra de los hombres”, sostenía Interlandi, para quien Roma es una “fórmula divina a la que se tiende universalmente sin tener conciencia de ello”. Esta idea era nueva y antigua a la vez porque era la idea de la Nación y de la Patria con mayúsculas. Para el fascismo genuino, la Nación y la Patria se sustentaban en Roma como “fórmula divina a la que universalmente se tiende, el nuevo esplendor que busca aflorar entre las miles de miserias del mundo actual para dar a la criatura humana una patria menos ingrata”. Ello bajo la incuestionable idea de Dios como encarnación de la única Verdad reveladora de la identidad del espíritu que sustenta a la Raza Superior, la cual se sustancia en una “certeza absoluta, rotunda… la única capaz de dar sentido a las cosas, a la vida de un pueblo… liberadora de aquello que anhela perturbar la perfección de la ley que la rige, la absoluta perfección interna de cada idea verdadera y el orden que irremediablemente se desprende de ella”.

Para el fascista el mundo gravitaba con una indiferencia enorme y soberana que había combatido toda su vida, “la indiferencia de los débiles y necios, la perezosa y simulada mansedumbre de los temerosos y de los eternos indecisos”. Indiferencia y mansedumbre contra las que él mismo desde las páginas de sus publicaciones se había rebelado con firmeza removiendo la conciencia de los inertes y persuadiendo a los comedidos, de todos los incrédulos de la grandeza de la Patria, de la nueva Italia, del proyecto antiguo y siempre nuevo del Duce.

Interlandi estaba convencido de que los judíos se han comportado desde sus orígenes como una sola nación siempre agazapada e infiltrada en otras naciones, en especial, la germánica y la italiana, apoderándose de sus instituciones, de sus organizaciones sociales, de sus gobiernos, con afán de enriquecerse y controlar la economía para su uso exclusivo. Comportamiento que de siempre ha venido aparejado,a juicio del fascista, de un soberano desprecio a la hospitalidad de aquellas naciones que les han acogido.

“Había que acabar con eso de una vez por todas, ponerlos en posición de no hacer daño a la nación que delante de todos tenían el valor de llamar patria pero a la que estaban chupando la sangre como vampiros”, le explicaba Interlandi al abogado.Tras escucharle, éste se convenció de que en su intelecto y en su alma ese hombre portaba el mal en su sentido más profundo. Persuadido de que el pueblo judío era el pueblo más despreciable de la tierra y de que la raza a la que pertenecían era inferior –algo que nunca dejó de predicar durante años en las publicaciones fascistas que había dirigido-, el intelectual faccioso expresaba la firme convicción de su exterminio.

Sorprendió al abogado la existencia en ese hombre de una inteligencia constituida coherentemente, con lucidez, en un instrumento de abyección. Y comprendió que la posesión de un intelecto brillante no bastaba para inclinarse al mal y a la perversión. Se requería poseer, además, una suerte de lo que él llamaba “suplemento del alma”, un sentimiento recóndito en lo más profundo del alma humana que quien lo posee deja traslucir la verdad y el bien. Y también la piedad que inspira la compasión hacia un hombre a punto de ser condenado, y acaso, de morir. Y era justamente ese suplemento del alma lo que el Duce, Interlandi y todos los teóricos del fascismo en todas sus variantes se han empeñado –y continúan a día de hoy- en erradicar. Obviamente, aquéllos jamás han experimentado la debilidad que subyace en la compasión ante un hombre indefenso. Paroli, en cambio, se compadecía de su propio miedo y del pensamiento de quien tenía en frente y de lo que había provocado: la sed de venganza, la violencia agazapada en las miradas, en el lenguaje, en cualquier rincón; el “exilio de la razón”.

Se preguntaba Paroli si su alma dispondría de ese suplemento, no hallando respuesta. Sin embargo, decidió acometer la defensa de aquel individuo, quizá porque la vida nos demanda a todos, justamente, la necesidad de vivir y de afirmar la propia vida en sí misma. También a los seres dominados por la vileza y la ignominia como el que tenía delante, cuyos argumentos en defensa del exterminio de una raza inferior, y en consecuencia, de todas las otras razas igualmente inferiores, podrían convencer a cualquiera cuya alma no estuviera en posesión del suplemento antes aludido.

Paroli era consciente de que su defendido no había cometido en puridad ningún delito. Y sin embargo, fue el autor intelectual de las premisas ideológicas de las cámaras de gas que los nazis implantaron. No tuvo que deportar a nadie a los campos de exterminio –sin cuyas teorías tampoco habrían existido– pero había difundido pensamientos asesinos sin haber matado a ninguna persona con sus propias manos aunque sí con el arma más poderosa que tenemos: el pensamiento. Con sus ideas, Interlandi había provocado uno de los mayores, si no el mayor horror de la humanidad en su historia:“Usted ha contribuido, le decía Paroli, a que se consumase posiblemente el peor de los crímenes: ¡que haya razas y no hombres!… Desde ese punto de vista usted es indefendible… Sin embargo, su presencia aquí… representa para mí la prueba máxima de mi existencia, de mi honor como hombre… Salvarle a usted es salvarme a mí mismo”.

Tal vez por eso el abogado decidió asumir la defensa de aquel individuo, acaso porque la vida nos demanda a todos, justamente, la necesidad de vivir y de afirmar la propia vida en sí misma. También a los seres dominados por la vileza y la ignominia como el que tenía delante.

Enzo Paroli tuvo que sopesar todos los riesgos que enfrentaba al asumir la defensa. El primero, obviamente, era el que corría él y su familia de ser agredidos o asesinados por grupos de partisanos en cuanto se extendiera la voz de que iba a ser el abogado defensor de un fascista, y no de uno cualquiera. Como ocurría no pocas veces en situaciones semejantes, cuando caía un régimen desaparecían por arte de magia sus partidarios, y de la noche a la mañana todo el mundo se convertía en fiel seguidor del nuevo sistema. “Los peores enemigos son siempre los semejantes, los que forman en la misma fila”, pensaba Paroli. Es lo que estaba sucediendo en Italia nada más desaparecer el régimen de Mussolini.

Como ha recordado el filósofo Enzo Traverso, el antifascismo se convirtió en una suerte de religión civil en su afán de practicar la violencia revolucionaria contra cualquier sospechoso de fascista. Esa práctica ignominiosa que Passolini describió en una colección de sus ensayos recién publicada en Italia como el fascismo de los antifascistas[ii]. Ideas nobles como las que poseen argumentos sólidos que refutan los fundamentos de una ideología execrable pueden llegar a convertirse en su justificación por quienes las malinterpretan o tergiversan. Ejemplos los hallamos en las quemas de iglesias o persecuciones y asesinatos sin juicio de curas y monjas o de individuos adeptos –o tan sólo sospechosos sin pruebas de adepción- a los sublevados de la II República española.

En determinadas ocasiones, pensaba el abogado, la vida nos enfrenta a nuestras propias contradicciones, nos llama a ser nosotros mismos o a repudiarnos para siempre. Recordaba El entierro del conde de Orgaz que contempló en Toledo, la “gran serenidad y equilibrio de gesto” de la muerte expresada en su rostro ya cadavérico y en todos los caballeros que acompañaban su cuerpo. Y en ese momento pensaba que “es la muerte la que confiere dignidad a la vida: por qué se muere, por quién se muere”.

Dios, Nación, Patria, Raza Superior, Fórmula Divina, Idea Verdadera, Nuevo Esplendor, Verdad Reveladora, Certeza Absoluta, Absoluta Perfección, Orden, indiferencia de los débiles y necios, mansedumbre de los temerosos, de los pusilánimes y eternos indecisos. Mimbres que conforman las señas de identidad del fascismo, ideas fuerza argumentales de la raza superior frente a la raza inferior: la judía. Como bien sabemos, el fascismo se reproduce adaptando su lenguaje a la coyuntura de cada época y de cada lugar. Sustituyamos Nación o Patria por España, Francia, Alemania, Italia…; cambiemos Raza Superior o Absoluta Perfección por Españoles, Franceses, Alemanes, Italianos… también con mayúscula; en lugar de raza inferior estemos atentos para oír hablar de inmigrantes y pobres;si antes hablaban de desorden hoy hablan de dictadura progre; los que entonces eran débiles, necios, pusilánimes o eternos indecisos hoy son homosexuales, lesbianas, transexuales,ideología de género;frente al adoctrinamiento ideológico de populistas, comunistas y bolivarianos escucharemos a Dios, su Verdad Reveladora, la Fórmula Divina, el Pin Parental.

[i]Texto inspirado en la novela corta del escritor y juez italiano Vincenzo Vitale publicada en España con el título «En esta noche del tiempo» por El Perro Malo/Laertes, 2019. La idea inicial era de Leonardo Sciascia pero su enfermedad le impidió escribirla y poco antes de su muerte se la encargó a su íntimo amigo Vincenzo Vitale. Es de agradecer la labor que desempeñan pequeñas editoriales difundiendo obras de autores desconocidos en nuestro país, como la que hace El Perro Malo/Laertes de la mano de su editor Paco Carvajal. La introducción, traducción y entrevista que realiza Manuel Carreras al autor son también dignas de reconocimiento.

[ii] Colección de ensayos publicados en Italia en 2018 por la editorial Garzanti Classici. No existe edición española.

La Italia fascista que se retrató en la Guerra Civil

Cañones de artillería italianos en Sigüenza (Guadalajara), en octubre de 1936. La fotografía la tomó Guido Giovinazzi. CDMH / MINISTERIO DE CULTURA

Autor: Manuel Morales

Fuente: El País, 21/12/2019

Se los ve desembarcando en Cádiz o a punto de cruzar el Ebro para la gran batalla, también en sus pequeños carros de combate, que parecen de juguete, camino de Guadalajara, donde perdieron la única batalla importante que ganaron las tropas republicanas en la Guerra Civil. Son fotografías de episodios de la contienda española en los que participaron los soldados italianos del Cuerpo de Tropas Voluntarias, casi 50.000 hombres. Otras son de actos públicos en los que, por ejemplo, se ve al general Franco con su hija o condecorando a un soldado.

Como otras colecciones fotográficas del conflicto, esta ha permanecido décadas en manos de particulares, hasta que por fin ve la luz. Son 212 imágenes vintage en papel que pertenecieron al coronel Luis de Martín-Pinillos (1877-1956), militar africanista que participó en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, luego fue gobernador militar de Cáceres y, a partir del 29 de julio de 1937, Franco lo situó al frente de la poderosa y temible Inspección de los Campos de Concentración de Prisioneros de guerra (ICCP), organismo encargado de articular el sistema represivo. Los servicios prestados al régimen le valió el ascenso a general.

Martín-Pinillos no era fotógrafo, las imágenes que estuvieron en su poder y ha adquirido el Ministerio de Cultura, por unos 15.000 euros a una nieta suya, fue un regalo de los amigos y aliados italianos. Martín-Pinillos inició esa relación con los jefes de las tropas enviadas por Mussolini cuando pelearon juntos en el primer asedio a Cádiz, que lograron romper los republicanos. “Él no hizo ningún uso de esas fotos, han estado en manos de la familia. Se encontraban en una caja, pero en buen estado”, dice Teresa Engenios Martín, jefa del Servicio de  Coordinación Archivística, perteneciente al Ministerio de Cultura.

Casi todas las instantáneas llevan al reverso el sello del Istituto Nazionale LUCE (Libera Unione Cinematografica Educativa), órgano de propaganda italiano, creado en 1920, que se puso a las órdenes de la Italia fascista desde 1924. Cuando estalló la Guerra Civil, el LUCE envió a varios profesionales a España para loar las esperables hazañas bélicas de sus tropas. Tuvo incluso una sede permanente en Salamanca, desde diciembre de 1936, dependiente de la Oficina de Prensa y Propaganda italoespañola, a cuyo frente estaba el periodista Guglielmo Danzi. Precisamente a este se lo ve en una de las instantáneas del brazo del general José Millán-Astray, posando a las puertas de la Catedral nueva de Salamanca. Danzi era el enlace oficioso entre Franco y Mussolini.

El general Millán-Astray (derecha) con el periodista Guglielmo Danzi delante de la catedral nueva de Salamanca.
El general Millán-Astray (derecha) con el periodista Guglielmo Danzi delante de la catedral nueva de Salamanca. URBANI CDMH / MINISTERIO DE CULTURA

Además del material para trabajar, llegaron a España un jefe de reparto, dos operadores cinematográficos, un fotógrafo y tres técnicos. Hubo hasta tres reporteros que se dedicaron a aquella tarea, entre los que destacó Guido Giovinazzi. Su misión principal era documentar fotográfica y cinematográficamente los eventos en que participasen sus soldados, pero también ceremonias civiles y castrenses, manifestaciones folclóricas… Además, había un objetivo más ambicioso, como apunta el estudioso Félix Monguilot-Benzal en un artículo publicado por la Filmoteca Valenciana: «Crear las bases para una posterior afirmación de la cinematografía italiana entre el público y los empresarios». Por lo tanto, que se empezase a apreciar la marca italiana en los espectadores españoles para facilitar la posterior penetración de sus películas.

La llegada de las tropas italianas se produjo en Cádiz, en febrero de 1937, como muestra una de las imágenes. Tras el fracaso en Guadalajara, estos soldados fueron enviados a varios focos de lucha, como Sigüenza o el frente de Aragón, donde participaron en batallas tan sangrientas como Belchite, Teruel o la del Ebro. Entre las tomas hay una espectacular del puente de Fraga (Huesca) hundido y otras más curiosas, como la del aeródromo de Soria, en la que junto a un avión a la espera de entrar en combate se ve un carro tirado por bueyes.

Los fotógrafos siguieron durante todo el conflicto a los soldados de su país allí donde entraban en combate, ya fuese el cerro de Los Ángeles (Madrid) o Málaga… No son, sin embargo, imágenes de lucha, no hay heridos, sino que son tomas del antes y el después. Los voluntarios italianos regresaron a su país en octubre de 1938 y con ellos llegó el final de la presencia del LUCE en España.

La forja del Eje.

Autor: Nacho Otero.

Fuente: muyhistoria.

Cómo tres países tan distantes y distintos como la nórdica y severa Alemania, la mediterránea y exuberante Italia y el impenetrable y lejano Japón –bajo el liderazgo de un veterano de guerra austríaco de clase media, un buscavidas ex socialista de humilde extracción y un aristócrata de origen divino (la familia imperial nipona, según la tradición sintoísta, desciende de la diosa Amaterasu)– se convirtieron en aliados y amigos se explica por numerosos factores. El más obvio, la confluencia de intereses ideológicos, en el umbral de una conflagración a escala global, entre el nazismo germano, el fascismo italiano y el militarismo japonés; asimismo, la necesidad de Hitler de recabar ayuda en áreas geoestratégicas que le hubiera costado controlar por sí solo, y la de sus socios de apoyarse en el poderoso Tercer Reich para alcanzar sus propios objetivos. Por eso esta alianza prosperó, y no así el Bloque Latino con que soñara Mussolini: la mera similitud cultural no era argamasa suficientemente sólida para un frente común.

Pero en la aproximación de las tres naciones, que se inició mucho antes del Pacto Tripartito de 1940, pesó además un motivo de carácter más emocional que político, convenientemente agitado por sus respectivos dirigentes: un sentimiento solidario de humillación y derrota.

El germen de este rencor nacionalista hay que buscarlo en el resultado de la anterior contienda mundial y, concretamente, en las condiciones (e incumplimientos) del llamado Tratado de Versalles, que cerró –en falso, como luego se vería– las heridas de la Guerra del 14. Con razón o sin ella –con más razón en unos casos que en otros–, tanto Alemania como Italia y Japón se sentían “parte damnificada” por dicho acuerdo: a la primera, la gran perdedora de la I Guerra Mundial, se le impusieron en 1919-1920 sanciones draconianas y duras limitaciones (desarme absoluto, importantes concesiones territoriales, exorbitantes indemnizaciones) que hundieron su economía durante la República de Weimar; a la segunda, pese a haber luchado en el bando ganador, se la ninguneó en el reparto del “botín” incumpliendo las promesas de Francia e Inglaterra; al tercero, también alineado en aquella ocasión con los vencedores, se le vejó desde la misma mesa de negociaciones, de la que fue apartado con excusas netamente racistas.

Ese fue el caldo de cultivo del ascenso de los fascismos europeos, que desde 1931 contaron con un sosias en Japón, el gobierno militar sustentado en el movimiento Kodoha (Facción del Camino Imperial). Así, a partir de los años 30, se intensificaron los contactos entre los tres “resentidos de Versalles” que culminarían en la forja del Eje. No obstante, a diferencia de lo que ocurrió con los aliados, nunca llegó a haber una reunión conjunta de los tres líderes del Eje: la naturaleza sagrada del emperador Hirohito le impedía aparecer en público para mezclarse en asuntos mundanos, hasta el punto de que en los carteles propagandísticos que celebraban la amistad de Japón con Alemania e Italia su efigie era sustituida por la del primer ministro Fumimaro Konoe, pues otra cosa hubiera sido irreverente. Mussolini y Hitler, sin embargo, sí mantuvieron encuentros con bastante regularidad, encuentros que iban a empezar a propuesta del primero.

Mussolini toma la iniciativa

Porque, aunque sería lógico pensar lo contrario dada su posición jerárquica en la historia, lo cierto es que Hitler fue a rebufo del Duce en el progresivo acercamiento entre las Potencias del Eje; al principio, ya que luego le tomaría la delantera y tendría literalmente que empujarle a involucrarse en el esfuerzo bélico. De hecho, en honor a la verdad, el italiano había precedido al germano en casi todo: fundó los Fasci di Combattimento, germen del Partido Nacional Fascista, el 23 de marzo de 1919 en Milán –el NSDAP o Partido Nazi nació el 24 de febrero de 1920 en Múnich; dio el golpe que lo llevó al poder a finales de 1922, mientras que a los nazis les costó más de una década alcanzarlo (1933); inició su escalada colonialista e imperialista –Libia, Abisinia (Etiopía)– antes que su homólogo (en 1934)… e incluso se le adelantó en el uso de un título de resonancias clásicas y pretensiones grandilocuentes. En efecto, Mussolini escogió para sí el epíteto latino Dux –transformado en Duce–, que significa general, caudillo, y eso estimuló a Hitler a hacer lo propio con la palabra alemana Führer (jefe, líder, guía, conductor).

Los 70 minutos que decidieron el destino de miles de judíos italianos.

Un fotograma de ‘1938. Diversi’.

Autor: TOMMASO KOCH

Fuente: El País, 04/09/2018

El destino de los judíos se decidió en poco más una hora. Su suerte empezó a tambalearse a las 16.00. A las 17.10, cuando terminó el debate, ya estaba condenada. “En una atmósfera de consenso enfurecido”, según el documental 1938. Diversi, el Parlamento italiano aprobó las leyes raciales que entraron en vigor el 17 de noviembre de aquel año. “Me di cuenta solo entonces de que era judío”, cuenta uno de los entrevistados en el filme. Únicamente por ello, a partir de ese día, ya no podría ejercer como profesor, poseer terrenos, casarse con alguien de la presunta raza aria itálica y una infame lista de etcéteras. La estrategia antisemita que el régimen fascista de Mussolini llevaba años fraguando culminó así en una de las páginas más oscuras de la historia del país. 1938. Diversi, que se proyecta estos días fuera de competición en el festival de Venecia, indaga en el proceso que llevó a ese abismo nacional. Para no olvidarlo, justo cuando se cumplen 80 años de aquella vergüenza; y como aviso, porque la sombra del racismo vuelve a alargarse sobre Italia.

“Queríamos investigar más sobre esas leyes, tomar conciencia de ese periodo y esclarecerlo. Cuando empiezas a preguntar por ahí, llegan muchos silencios incómodos y respuestas confusas”, asevera Giorgio Treves, director del documental. Para excavar hacia la verdad, el cineasta ha acudido a las fuentes y los géneros más variados: historiadores, ensayistas, testigos directos, políticos y documentos de la época tratan de reconstruir el puzle; para narrarlo, se mezclan animación, grabaciones de archivo, entrevistas y recreaciones teatralizadas de las palabras de Mussolini. “No hay que creer que el Duce abrazara el antisemitismo por Hitler. Fue un camino autónomo”, agrega Treves.

El fascismo puede volver escondido tras las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo

UMBERTO ECO

Con otro anuncio del dictador, pronunciado por él mismo, arranca el documental. En septiembre de 1938, en Trieste, informa a una grey entusiasta de que “el judaísmo mundial ha sido un enemigo irreconciliable”. El dictador culpa de todos los males a un grupo que representa, en ese momento, una milésima parte de la población. Y que vivía tan integrado que se sentía “casi antes italiano que judío”, explica Treves: había protagonizado el movimiento de liberación del Risorgimento, participado con entusiasmo en la Primera Guerra Mundial y unos 200 incluso desfilaron en la marcha sobre Roma con la que el fascismo se adueñó del poder, como señala el documental. Muchos estaban afiliados al partido de Mussolini, aunque su presencia también fue poderosa en el antifascismo.

“El problema del judaísmo surge cuando el régimen lo impone desde arriba”, reflexiona Treves. Y varias voces del documental coinciden en ello: los italianos no eran entonces antisemitas, o racistas. Mientras el odio contra los judíos montaba en Europa, del caso Dreyfus a los pogromos rusos, pasando por la difusión de Los protocolos de los sabios de Sion, en Italia resistía un estatuto de 1848 que había abolido los guetos y sentenciado la igualdad de los ciudadanos. Mussolini, sin embargo, tenía ideas y, sobre todo, necesidades opuestas.

Otro fotograma de '1938. Diversi'.
Otro fotograma de ‘1938. Diversi’.

Así que, en 1936, empieza a imaginar el alejamiento de la vida pública de los judíos, según el filme. “Los italianos han de hacerse más duros, implacables, odiosos. Es decir, líderes”, escribe Mussolini. Para compactar a su pueblo y reforzar su poder, el dictador cita al imperio romano, lanza la guerra colonial contra Etiopía y envía sus tropas en apoyo a Franco. “Cuando termine la lucha en España, inventaré otra cosa”, son sus palabras que resuenan en 1938. Diversi. Y en la raza, Mussolini encuentra uno de los pilares más sólidos para su proyecto.

“Sus escritos juveniles contienen frases contra los judíos pero no se le podía considerar antisemita. Aunque el racismo encaja en la actitud fascista de abuso del fuerte sobre el débil”, defiende Treves. En el documental, se ve como el Duce pone a su propaganda a inculcar el mito de la raza italiana, sobre todo en los más jóvenes. Los artículos denigratorios se multiplican, “las páginas de sucesos solo hablan de judíos”, explica el filme. Y en el verano de 1938, el fascismo halla su base seudocientífica con la publicación del Manifiesto de la raza, encargado por Mussolini a 10 estudiosos.

Meses después, ya hay bares que prohiben la entrada “a perros y judíos”. Como dice uno de los testigos en el filme, “aquel hilo de tinta negra que firma las leyes raciales se engrosa hasta convertirse en la vía de tren que lleva a Auschwitz”. Mientras, la mayoría de los italianos asiste “con una indiferencia que se convierte en complicidad”, según la película. Y su director avisa de que aquel “virus” que el régimen inoculó en los italianos aún no ha sido aniquilado.

Umberto Eco ya lo dijo, en 1994: “El fascismo puede volver escondido tras las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo”. Y con esa frase se cierra el filme. “Cuando un político propone un censo de los gitanos, es peligroso”, tercia Treves. Así lo hizo el actual ministro del Interior de Italia y líder de la Liga, Matteo Salvini, volcado en la lucha contra la inmigración y quien también afirmó: “Los gitanos italianos, por desgracia, tenemos que quedárnoslos”. El cineasta encuentra denominadores comunes entre ambas épocas en el “estado de crisis, la necesidad de chivos expiatorios y las simplificaciones que se vuelven eslóganes”. Y pide ayuda a la memoria: “Todo eso ha existido. Recordémoslo. Y evitémoslo”. La lección está ahí, en la historia. Basta leerla.