Un invento español poco conocido: los campos de concentración.

Más se perdió en Cuba… Imagen de Latin American Studies.

El primer campo de concentración de la era moderna lo puso en marcha el general Valeriano Weyler en Cuba en 1895, en vísperas de la guerra con EEUU que finalizaría con la pérdida de las colonias de ultramar, en 1898. La idea del general era “reconcentrar” a los campesinos, con el fin de evitar que ayudaran al Ejército Libertador, conocidos como “mambises“.

La proclama que daba inicio a la reconcentración decía:

1. Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días. Todo aquel que desobedezca esta orden o que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal.

2. Queda absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes.

3. Se ordena a los propietarios de cabezas de ganado que las conduzcan a las ciudades o sus alrededores, donde pueden recibir la protección adecuada.

El general Weyler (izquierda) y algunos de los cubanos que sufrieron los campos de “reconcentración”.

Los cerca de 400.000 cubanos encerrados en estos campos hacia finales de 1896 vivían en “condiciones higiénicas deplorables” y carecían de una alimentación suficiente. Además, la privación de libertad de los campesinos provocó una hambruna que cercenó a un tercio de la población de la isla. La cifra de fallecidos en los campos entre 1895 y 1898 se estima entre 300.000 y 600.000, según el historiador Miguel Leal Cruz.

Por los servicios prestados a la Corona española, el general Valeriano Weylerostenta desde hace décadas una placa en el Paseo del Pintor Rosales: “Modelo de lealtad constitucional”, según puede leerse sin aparente ironía.

Tal fue el éxito de los campos de concentración que los ingleses no tardaron en copiar la idea y aplicarla en su guerra contra los boers en Sudáfrica, aunque fueron los nazis los que llevaron la idea de concentrar -y aniquilar- civiles hasta el paroxismo durante la Segunda Guerra Mundial.