Las crisis que trajeron el auge de los fascismos: lecciones del siglo XX para un presente pandémico

Wall Street el 24 octubre 1929, cuando quebró la bolsa, una de las imágenes que ilustran el libro del CELAN.

Autor: Diego Saz

Fuente: eldiario.es 24/04/2020

‘1919, 1929, 1939: Crisis de la democracia’ narra una historia que se repite. Las crisis que genera el periodo de entreguerras y el resurgir de nacionalismos, populismos y fascismos que tradicionalmente han acabado por derrocar libertades ciudadanas. Se trata de una publicación surgida a raíz de las jornadas que el Centro de Estudios Locales de Andorra (CELAN) organizó el pasado 2019, coincidiendo con su 20º Aniversario y con el Centenario del Tratado de Versalles.

Explica el coordinador de la publicación y presidente del CELAN, Javier Alquézar, que ‘1919, 1929, 1939: Crisis de la democracia’ es una obra para reflexionar sobre el momento que atraviesa el país y para despertar la atención en el crecimiento de determinadas ideologías nacionalpopulistas que aparecen después de las crisis y «tienen un resultado fatal». «No se trata de comparar, pero hay reacciones suficientes para poder pensar que la historia nos enseña cómo funcionan las cosas», señala.

La publicación del centro de estudios andorrano sigue la misma estela de las jornadas en las que está basada y se divide en tres grandes bloques analizados por un autor diferente. El propio Alquézar abre la primera parte con ‘De mal en peor. Las relaciones internacionales en el periodo de entreguerras’, donde dibuja el mapa de Europa después de la Primera Guerra Mundial, con la conciencia del desastre que supuso el conflicto, la pérdida de confianza en el mundo de progreso y sus instituciones liberales y el intento de trazar la paz y un nuevo orden internacional con el Tratado de Versalles y la posterior Sociedad de Naciones.

Se trataba entonces de desestimar la guerra como forma de dirimir las diferencias y generar un espíritu de concordia. Sin embargo, tal y como relata el autor, el crac del 29, acompañado de una crisis económica, demográfica y de moral, así como del desequilibrio de Europa, el miedo al comunismo y la confrontación de clases sociales, impulsaron una tendencia hacia el autoritarismo, con nacionalismos y extremismos. La inacción de la Sociedad de Naciones y el desplanteamiento de las normas internacionales, además, aplanaron el camino hacia la Segunda Guerra Mundial.

El crac del 29: el mercado no se autorregula

La segunda parte de la publicación ahonda precisamente en el crecimiento de las ideologías nacionalpopulistas. ‘El catastrófico periodo de entreguerras: crisis económica y polarización política’, a cargo de Luis Germán Zubero, narra la etapa «más complicada» que ha vivido el mundo durante el siglo XX, con «los mayores progresos de la humanidad desde el punto de vista tecnológicos y de las mayores tragedias». El autor explica cómo Europa perdió protagonismo tras la Primera Guerra Mundial, en favor de Estados Unidos, que salió reforzado tras el hundimiento de Alemania.

Rusia continuaba con una economía alternativa al capitalismo, Japón tomaba protagonismo frente a China en oriente y en occidente, las condiciones del Tratado de Versalles, que apostaban por que los países vencidos pagaran en líquido sus deudas a los vencedores, la inflación y la falta de regulación del mercado por el sistema liberal, preveían una crisis financiera que hundiría la economía desde dentro. Ante la Gran Depresión, Estados Unidos repatrió sus capitales e impuso aranceles a productos extranjeros y Europa cerró fronteras, estableció el proteccionismo e impulsó pequeñas áreas comerciales.

Cada país apostó por adoptar medidas diferentes, pero la enorme sombra de la crisis dejaba paso libre a los «salvadores de la patria». Comienza aquí el tercer bloque de la publicación, ‘1939, año de los fascismos’, en el que Gustavo Alares analiza el auge fascista como «fenómeno transnacional», que sedujo a «millares de almas». El autor explica los elementos característicos del fascismo, como la capacidad de transmitir certezas y soluciones identitarias emocionales y simples frente a los miedos e inseguridades o el ultranacionalismo que encuentra los enemigos en el exterior o en el interior y la idea de una nación, lengua, raza y tradiciones frente a esos rivales.

También el estado totalitario se acompañaba del racismo y antisemitismo, basado en prejuicios y falsedades, la virilidad violenta del hombre en un modelo patriarcal de sociedad y familia, el culto a la personalidad del líder, la religión política y el uso de la propaganda como emoción colectiva, manipulando la realidad con el objetivo de legitimar el poder y seducir a las masas, tal y como precisa Alares. «Los fascismos se plantearon como garantes de la seguridad, la identidad y la pertenencia», añade el autor.

Alares finalizó su charla en las Jornadas del CELAN con el caso de España y también así lo hace en la publicación, donde ilustra cómo la República española fue «la gran damnificada» al recibir los sublevados el apoyo nazi y fascista italiano. Se consiguió instaurar tras la Guerra Civil una «dictadura fascistizada», compuesta por falangistas con capacidad militarizadora y conexiones internacionales, carlistas y nacional-católicos, «la derecha conservadora que abandonó la democracia».

Paralelismos con la realidad

La publicación del Centro de Estudios Locales de Andorra ha visto la luz, sin quererlo, en una crisis sanitaria y económica que también ha demostrado la ineficacia del modelo. «Hay que pensar si el modelo económico y social actual sirve, si el neoliberalismo sirve y si cuando volvamos a la realidad hay que volver a las andadas, ignorando cómo está la naturaleza», indica el presidente de la entidad, Javier Alquézar.

Alquézar reconoce que no estamos ante una situación como las que se vivieron en el siglo XX, pero asegura que es el momento de analizar el planteamiento futuro. En este sentido, cuestiona la deslocalización de las empresas y la «dependencia absoluta» de España con el exterior. Critica además la posición de la oposición frente a la crisis actual que insiste en que «no es banal». «No quieren simplemente desgastar el gobierno, sino resistirse a que luego haya unos replanteamientos en el modelo de la política económica y social».

El CELAN es un centro que se dedica desde hace 20 años a la investigación y la organización de actividades culturales. Ofrece publicaciones didácticas sobre historia local, así como nacional e internacional que permiten conocer el contexto de cada situación. La entidad está vinculada con el Instituto de Estudios Turolenses (IET) y con el Instituto de Bachillerato, donde varios de los componentes del centro fueron profesores.

Las dos grandes crisis económicas de entreguerras: hiperinflación alemana y crac del 29.

Autor: Jesús de Blas Ortega.

Fuente: Descubrir la Historia, 18/03/2019.

Durante el período de entreguerras se produjeron dos grandes crisis económicas cuyas consecuencias fueron dramáticas, tanto desde un punto de vista social, como político: la hiperinflación alemana, que se extendió durante los años 1922 y 1923, y el crac bursátil de 1929, que daría paso a la Gran Depresión de los años 30.

La hiperinflación alemana coincidió en el tiempo con la ocupación militar franco-belga de la cuenca del Ruhr, una de las zonas más industrializadas del continente europeo, y estuvo a punto de llevar a Alemania y a Europa a una situación crítica. Alemania fue el escenario de una escalada de acontecimientos revolucionarios que alcanzaron su apogeo en 1923 (gobiernos revolucionarios de Sajonia y Turingia) y también de la primera intentona golpista contrarrevolucionaria de las fuerzas de la extrema derecha (Hitler y Ludendorff en Munich). Los cambios políticos que se produjeron en Francia y en Reino Unido tras las elecciones de 1924, favorables al centroizquierda, así como el apoyo financiero diseñado por el norteamericano Charles Dawes, permitieron una estabilización temporal de la situación económica, social y política europea. Pero el estallido del crac bursátil en Nueva York en octubre de 1929 iba a dar paso a una década dominada por la Gran Depresión económica mundial, caldo de cultivo de una conflictividad social creciente que iba a dar paso a una radicalización política, tanto a izquierda, como a derecha. El desarrollo del fascismo y del nazismo en Europa, con su componente militarista y expansionista, iba a contribuir a precipitar el estallido de la II Guerra Mundial.

La Primera Guerra Mundial había sido la consecuencia de la rivalidad interimperialista por repartirse los mercados con el objetivo de las principales potencias de llegar a dominar la economía mundial. La devastación que se había conocido en Europa permitió a EE.UU. alcanzar un lugar preeminente como potencia hegemónica, tanto en el plano económico, como en el militar, o en el político. Pero las bases económicas y políticas sobre las que sustentaba la estabilidad europea y mundial eran muy débiles. Así, cuando se produjo el estallido de la burbuja bursátil en Nueva York, todo el edificio que se había ido construyendo con grandes dificultades durante la posguerra (Conferencia de París, Sociedad de Naciones, Conferencia de Génova, Plan Dawes, Plan Young, etc.), se vino abajo.

Vamos a analizar en este artículo estas dos grandes crisis de entreguerras, partiendo de la situación en que se encontraba el mundo tras la finalización de la Gran Guerra, con sus profundos desequilibrios económicos, monetarios y financieros.

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