Cómo una epidemia en Haití ayudó a Estados Unidos a convertirse en una potencia

La revuelta de los esclavos haitianos puso en marcha cambios que terminaron afectando la geopolítica mundial.

Autor: Ángel Bermúdez

Fuente: BBC 28/06/2020

Fue una epidemia cuyos efectos cambiaron la geopolítica mundial por muchos siglos.

A finales de 1801, Napoleón Bonaparte envió a Haití una de las mayores flotillas desplegadas hasta entonces por la Armada de Francia y sus fuerzas terminaron sucumbiendo ante un mosquito.

Decenas de miles de soldados franceses murieron víctimas de la mayor epidemia de fiebre amarilla registrada en el Caribe en 300 años.

Así naufragaron los planes de Bonaparte para las Indias Occidentales, en los cuales Haití era una pieza central.

Su fracaso creó las condiciones propicias para la consolidación de una pujante pero aún joven nación: Estados Unidos, cuyo ascenso transformaría el tablero internacional en los siglos por venir.

Pero ¿de dónde surgía tanto interés de Bonaparte por Haití?

Un imperio de azúcar y café

Tras haberse establecido a inicios del siglo XXVII de forma informal en la parte occidental de La Española -como se conocía entonces al territorio que hoy ocupan República Dominicana y Haití-, Francia logró que la corona española le cediera formalmente un tercio de la isla en 1697 con la firma del Tratado de Rijswijk.

Barcos franceses en Saint Domingue.
Image captionMás de 700 barcos recalaban en Saint Domingue cada año para exportar sus productos, sobre todo, azúcar y café.

Bautizada entonces como Saint Domingue, pronto se convirtió en la más próspera posesión de Francia en todo el Nuevo Mundo gracias a su producción de azúcar y café, de los que era el principal exportador a Europa, y, en menor medida, de cacao y añil.

A inicios de la década de 1780, más de 700 barcos recalaban cada año a cargar productos de esta colonia que por entonces representaba dos tercios de las inversiones francesas en el extranjero.

Toda esa prosperidad, sin embargo, se erigía sobre la base del uso masivo y brutal de la mano de obra de esclavos africanos.

Estos estaban atrapados en un círculo vicioso pues los hacendados dedicaban a su manutención la menor cantidad posible de recursos, persuadidos de que no merecía la pena gastar más debido a su alta tasa de mortalidad.

Como consecuencia de ello, la mitad de los esclavos morían durante su primer año en Haití debido a las duras condiciones de vida.

Esto hacía necesario «importar» cada año decenas de miles de humanos, lo que -a su vez- convertía la trata de esclavos en un suculento negocio.

Socialmente, Saint Domingue era una bomba de tiempo con múltiples clases que se odiaban y se temían mutuamente. Como describió el historiador francés Paul Fregosi:

«Blancos, mulatos y negros se aborrecían entre sí.

«Los blancos pobres no toleraban a los blancos ricos; los blancos ricos despreciaban a los blancos pobres; los blancos de clase media estaban celosos de los blancos aristócratas; los blancos nacidos en Francia menospreciaban a los blancos locales.

«Los mulatos envidiaban a los blancos, repudiaban a los negros y eran despreciados por los blancos.

«Los negros libres vejaban a los que aún eran esclavos; los negros nacidos en Haití consideraban como salvajes a aquellos traídos de África.

«Todo el mundo -con mucha razón- vivía con terror de los demás…Haití era un infierno, pero Haití era rico«.

En 1791, paradójicamente inspirados en la Revolución Francesa y en su Declaración de los Derechos del Hombre, los esclavos de Saint Domingue iniciaron una revuelta que 13 años más tarde culminaría en la declaración de independencia, la primera de un país de América Latina.

Muchos hacendados murieron en manos de sus esclavos y numerosas plantaciones fueron quemadas.

Levantamiento de esclavos en gran plantación en Cap-Français
Image captionMuchos hacendados blancos fueron asesinados y muchas plantaciones quemadas durante la revuelta de esclavos de 1791.

El alzamiento derivó en una guerra civil entre castas, en la que interesadamente también se inmiscuyeron otras grandes potencias coloniales como España e Inglaterra, que apoyaron a uno u otro grupo según sus conveniencias.

La presión de la revuelta fue logrando extraer concesiones de las autoridades francesas, que comenzaron a ofrecer la libertad a los esclavos que se sumaran a sus filas, haciendo de la necesidad, virtud.

Para 1794, Francia abolió la esclavitud en todas sus colonias en el Caribe.

A inicios de la década siguiente, François-Dominique Toussaint Louverture, un exesclavo devenido en jefe militar que formalmente juraba lealtad a Francia, se hizo con el control de Saint Domingue y en 1801 se hizo nombrar «gobernador general vitalicio».

Sus movimientos no pasarían inadvertidos en París.

Una invasión, un engaño

Decidido recuperar el control efectivo sobre la antigua colonia y restaurar su «grandeur«, en el otoño de 1801, Bonaparte envió una flotilla conformada por 26 fragatas, 35 navíos de línea, 22.000 soldados y unos 20.000 marinos, según datos recogidos por el historiador estadounidense J.R. McNeill.

Desembarco de las tropas francesas en Saint Domingue.
Image captionCon tropas mejor entrenadas y apertrechadas, Leclerc no tuvo dificultades para conquistar terreno en Saint Domingue.

A finales de enero de 1802, esta fuerza inicial llegó a su destino, desembarcando en tres puertos distintos.

En los meses siguientes recibirían más refuerzos, aunque no hay consenso entre los expertos sobre la magnitud de los mismos. Se estima que la fuerza total enviada a Saint Domingue osciló entre los 60.000 y los 85.000 hombres.

Al frente de esta expedición iba el general Victor Emmanuel Charles Leclerc, esposo de Pauline, la hermana menor y favorita de Napoleón.

El jefe militar había recibido instrucciones secretas sobre su misión.

«Napoleón planeaba que Leclerc, por medio de engaños o por la fuerza, restaurara la economía de plantación, restituyera Saint Domingue a Francia y pusiera fin a la independencia de facto impuesta por Toussaint», escribe McNeill en su libro «Mosquito Empires: Ecology and War in the Greater Caribbean, 1620-1914«.

Sus designios también incluían la reinstauración de la esclavitud pero solamente cuando se hubiera desarmado a los negros y deportado a sus líderes a Francia, por lo que había que mantener la discreción sobre estos planes.

Napoleón también instruyó a Leclerc para que actuara con astucia ante Touissant: primero debía mostrarle respeto para que bajara su guardia y, entonces, debía capturarlo.

François-Dominique Toussaint Louverture
Image captionPara 1801, el líder haitiano Toussaint Loverture se había hecho con el control de Saint Domingue.

Con unas tropas experimentadas y bien apertrechadas frente a las mal equipadas milicias locales, no fue difícil para Leclerc ir ganando cada vez más terreno hasta que en mayo de 1802 acordó un armisticio con Toussaint, quien accedió a retirarse a una de sus muchas haciendas en el campo.

Un mes más tarde, sin embargo, el líder haitiano cometió la imprudencia de acudir a una cita con Leclerc, quien lo arrestó para luego deportarlo a Francia, donde murió en un calabozo menos de un año más tarde.

Un enemigo pequeño y mortal

Algunos historiadores consideran que la captura de Toussaint se precipitó luego de que Leclerc descubrió que el líder haitiano, en realidad, estaba intentando ganar tiempo a la espera de que los franceses se retiraran derrotados por un enemigo implacable: la fiebre amarilla.

Mosquito Aedes aegypti.
Image captionEl pequeño Aedes aegypti puso fin a los planes de Bonaparte en el Nuevo Mundo.

«Toussaint tenía conocimiento médico y conciencia de cuándo y dónde las fiebres golpearían a sus enemigos europeos. Aparentemente él sabía que maniobrando para llevar a los blancos hacia los puertos y las tierras bajas durante la temporada de lluvias, estos morirían en masa», señalan los historiadores médicos John S. Marr y John T. Cathey.

Esta estrategia parece insinuarse en una carta que el general haitiano le escribió a Jean-Jacques Dessalines, quien le sucedería como líder y se convertiría en el primer mandatario del Haití postcolonial.

En su texto, Toussaint le da instrucciones a Dessalines para que incendie un puerto donde los franceses tenían una guarnición y le indica: «No olvides que mientras esperamos a la temporada de lluvia, que nos librará de nuestros enemigos, solamente tenemos la destrucción y el fuego como nuestras armas».

Sus cálculos estaban bien orientados, una vez iniciada la temporada de lluvias en 1802, las tropas francesas empezaron a caer bajo los ataques del pequeño pero implacable mosquito Aedes aegypti.

Leclerc da cuenta de que cuán difícil era esa batalla en una carta que por entonces envió al ministro de Defensa francés, Denis Descres:

«Un hombre no puede trabajar duro acá sin arriesgar su vida y es imposible para mí quedarme acá más de seis meses… ¡Mi salud es tan precaria que me consideraría afortunado si logro durar ese tiempo! La mortalidad sigue y el miedo causa estragos… usted verá que el ejército que calcula en 26.000 hombres está reducido en este momento a 12.000… en este momento tengo 3.600 hombres en el hospital», escribió.

«En las noches recientes he perdido entre 30 y 50 hombres al día en la colonia, y no pasa un día sin que entre 200 y 250 hombres entren en el hospital, de los cuales no más de 50 salen», agregó.

Victor Emmanuel Charles Leclerc,
Image captionEl general Leclerc, cuñado de Bonaparte, tenía instrucciones de reinstaurar la esclavitud en Haití.

Las condiciones en las que vivían las tropas francesas en fuertes atestados o en barcos en los puertos ofrecían un ambiente propicio para la reproducción y los ataques del mosquito.

Las fuerzas recién llegadas del extranjero no poseían, además, una cierta inmunidad a la enfermedad como la que podían haber desarrollado quienes llevaban tiempo residiendo en la isla.

Como consecuencia, las tropas de Leclerc se vieron diezmadas por la fiebre amarilla.

Según estimaciones de McNeill, entre 80% y 85% de los soldados franceses enviados a Haití perdieron la vida, la mayor parte de ellos debido a la enfermedad y solo unos pocos en combate.

«Según todos los estándares, el número de fallecidos y la tasa de mortalidad (en este caso) son difíciles de entender a menos que uno tome en cuenta la convergencia de factores ambientales y ecológicos ideales para un desastre epidemiológico«, resumieron John S. Marr y John T. Cathey.

Una de esas víctimas mortales fue el propio Leclerc, quien falleció en noviembre de 1802. Un año más tarde, las fuerzas francesas terminarían por retirarse de la isla y abandonar formalmente su intento de reconquista.

A su derrota contribuyeron algunos errores estratégicos como la captura de Toussaint, la decisión de Napoleón de reinstaurar la esclavitud en la isla de Guadalupe y las despiadadas acciones del sucesor de Leclerc, general Donatien Rochambeau, que llevaron a Francia a encontrar con cada vez mayor resistencia entre los negros y mulatos.

Ninguno de estos elementos, sin embargo, tuvo un efecto tan demoledor como la fiebre amarilla.

El nacimiento de una potencia

El intento de Napoleón de retomar el control de Saint Domingue fue seguido con interés por el resto de potencias pero causaba gran inquietud, especialmente, en un país recién independizado y aún en formación: Estados Unidos.

Thomas Jefferson
Image captionThomas Jefferson preveía que la ocupación francesa de Luisiana llevaría a conflictos con Estados Unidos.

A finales de 1800, España cedió a Francia a través de un acuerdo secreto la colonia de Luisiana.

Ese territorio abarcaba los actuales estados de Arkansas, Iowa, Misuri, Kansas, Oklahoma y Nebraska, así como partes de Minesota, Nuevo México, Dakota del Sur, Texas, Wyoming, Montana y Colorado; además del propio estado de Luisiana y de porciones de las provincias canadienses de Alberta y Saskatchewan.

Pero al gobierno de Thomas Jefferson no le preocupaba tanto la extensión del territorio sino su ubicación: controlaban el río Misisipi y el puerto de Nueva Orleans, por donde transitaban tres octavos de los productos que exportaba Estados Unidos.

Otro motivo de intranquilidad era el hecho de que el nuevo propietario fuera una potencia en pleno auge, como la Francia de Napoleón.

«Esto cambia completamente todas las relaciones políticas de Estados Unidos y generará una nueva época en el acontecer político», escribió el mandatario estadounidense en abril de 1802, poco después de haber recibido confirmación sobre la cesión de Luisiana.

«España habría podido retenerla tranquilamente durante años… no puede esperarse que esto ocurra nunca en las manos de Francia. La impetuosidad de su temperamento, la energía y lo inagotable de su carácter, la ponen en un punto de fricción eterna con nosotros…resulta imposible que Francia y Estados Unidos puedan seguir siendo amigos cuando se hallan en una situación tan irritante«, dijo el presidente estadounidense, según relata en su biografía el historiador Jon Meacham.

Intentando solucionar la crisis antes de que esta se presentara, Jefferson envió a inicios de 1803 a James Monroe como su enviado especial a París para negociar la compra de Nueva Orleans con Napoleón.

James Monroe
Image captionJames Monroe fue enviado a Francia a negociar la compra de Nueva Orleáns y adquirió toda la colonia de Luisiana.

El objetivo se consiguió pero con una sorpresa añadida: a la propuesta de compra de Nueva Orleans, Francia añadió la oferta de entregar toda la colonia de Luisiana.

Pero, ¿por qué tomó esta decisión?

«Para Francia mantener y defender tierras tan lejos de Europa se estaba haciendo cada vez más costoso y problemático. La derrota a manos de las fuerzas de los esclavos en Saint Domingue era especialmente irritante para Napoleón, quien creía que tenía que destinar sus recursos a campañas más próximas a casa», explica Meacham.

Así fue como el 30 de abril de 1803 se firmó el acuerdo mediante el cual Estados Unidos compraba Luisiana, con lo que ponía fin a cualquier preocupación sobre las ambiciones territoriales de Francia en su entorno más próximo y lograba duplicar su territorio a un precio de oferta: US$15 millones de la época, equivalentes a unos US$340 millones de 2020.

Historiadores como Bob Corbett colocan a Saint Domingue en el centro de la estrategia de Francia para el Nuevo Mundo, en la cual Luisiana estaba destinada a servir como productor de productos para alimentar a los esclavos de la isla.

«Sin la isla, el sistema tenía manos, pies e incluso cabeza pero no cuerpo. ¿De qué servía Luisiana cuando Francia había perdido la principal colonia que Luisiana debía alimentar y fortalecer?«, se preguntaba el historiador Henry Adams.

Otros investigadores creen -sobre la base de algunos indicios- que Bonaparte, en realidad, tenía planes para hacerse con el control de Luisiana y desde allí conquistar Estados Unidos o, al menos, establecerse como una gran fuerza en ese territorio, que había estado dividido entre estadounidenses, franceses y españoles.

Aún si alguno de esos escenarios hubiera fuera el correcto, la derrota en Saint Domingue parece haber puesto fin a esas ambiciones.

La compra de Luisiana abrió las puertas para la futura expansión estadounidense hacia el oeste, incluyendo la guerra con México tras la cual Estados Unidos se anexó Texas formalmente y compró California y el resto de los territorios al norte del Río Bravo.

Mapa de la compra de Luisiana.
Image captionLa compra de Luisiana permitió a EE.UU. duplicar su territorio y abrió las puertas para su expansión hacia el oeste.

Esta consolidación territorial no solamente ayudó a convertirle en el cuarto país con mayor territorio del mundo sino que además limitó a dos el número de países con los que compartía frontera terrestre y dejó a los océanos Atlántico y Pacífico como barreras naturales que le protegían de agresiones.

Todos estos elementos han sido fundamentales para evitar que el territorio continental de Estados Unidos sea atacado por enemigos externos y ha evitado que sus infraestructuras (y en gran medida su economía) se vean afectadas por conflictos bélicos.

Y todos estos cambios fueron posibles por la epidemia de fiebre amarilla que azotó a las tropas francesas en Haití.

Queda claro por qué el investigador Erwin Ackerknecht llegó a decir que probablemente esa haya sido «la epidemia más importante de la historia»

La revolución de los negros de Haití

Autor: Josep Torroella Prats

Fuente: Descubrir la historia 14/03/2020

Haití fue la primera colonia latinoamericana que rompió sus lazos con la metrópoli. A costa de un gran derramamiento de sangre, entre 1792 y 1804 los negros haitianos no sólo lograron quitarse de encima el yugo colonial francés, sino también acabar con la esclavitud. Para lograr su objetivo tuvieron que combatir duramente durante años contra los franceses, pero también contra británicos y españoles.

Actualmente la República de Haití es uno de los países más pobres del mundo. En América, ocupa el último lugar entre los más desfavorecidos. Raramente es noticia, y cuando los medios hablan de él casi siempre es por el mismo motivo: una catástrofe natural, una crisis humanitaria o un conflicto político. Pero hubo un tiempo en que Haití fue una próspera colonia francesa con la que la metrópoli realizaba una cuarta parte de su comercio de ultramar. Allí estaban los colonos más ricos, las haciendas más florecientes del Imperio colonial francés, y en Por-au-Prince, la capital, se levantaban iglesias, bellos palacios, teatros y casas de placer.

La Revolución francesa de 1789 no fue solamente un hecho europeo. Las ideas de libertad, igualdad y fraternidad no tardaron en cruzar el Atlántico y desembarcar en América. Uno de los lugares donde llegaron primero fue la parte francesa de La Española, la isla antillana explorada por Cristóbal Colón y primer asentamiento europeo en el Nuevo Mundo. España tuvo que ceder el tercio occidental de esta isla a Francia en 1692 por la paz de Ryswick, durante el desafortunado reinado de Carlos II, el último Habsburgo hispánico. La pequeña colonia, que los franceses llamaban Saint-Domingue luego pasó a denominarse Haití.

En el siglo XVIII Haití era el territorio más rico de las Antillas; más que Cuba y que Jamaica. Algunos publicistas llamaban a Haití «la perla de las Antillas». Francia realizaba una cuarta parte de su comercio ultramarino con aquella pequeña posesión caribeña. A Port-au-Prince, la capital, y otros puertos haitianos llegaban cada año cientos de barcos franceses. Descargaban esclavos africanos y brandy, y partían con las bodegas llenas de diversos productos rumbo a Marsella, Burdeos, Nantes y otros puertos franceses. En vísperas de la revolución, Haití producía casi la mitad del azúcar que se consumía en Europa y América. Solo en Burdeos había dieciséis fábricas que refinaban el azúcar haitiano. Haití también exportaba algodón, índigo, café y cacao. Todo el chocolate que consumían los franceses se obtenía a partir de cacao procedente de Haití.

Estos productos eran muy valiosos en el Siglo de las Luces. Como las clases altas y medias cada vez consumían más café y té, aumentó la demanda de azúcar. Los productos agrícolas que producía Haití eran el fruto del trabajo de cientos de miles de esclavos. En términos porcentuales, ninguna otra isla caribeña tenía tantos. En 1789 había en Haití cerca de 500.000 esclavos para una población libre de 30.000 colonos.

Con la explotación de aquella masa de mano de obra gratuita se habían enriquecido unas cuantas miles de familias blancas. Los negros hacían todo tipo de trabajos: desbrozaban los montes, cultivaban las plantaciones, cargaban y descargaban los barcos, transportaban la caña recogida en las plantaciones a los ingenios azucareros, trabajaban en las mansiones de sus amos… Para incrementar la producción se les trataba con brutalidad. Era frecuente ver a blancos azotando a esclavos en las calles de Port-au-Prince.

La pirámide social de Haití tenía por tanto una base muy amplia. Por encima de la masa de esclavos se encontraban los llamados gens de couleur; o sea, mulatos (algunos eran propietarios de tierras) y negros libertos. Más arriba, les petits blancs. Y en la cúspide, les grans blancs; europeos o criollos, eran dueños de vastas plantaciones, grandes comerciantes, traficantes de esclavos, funcionarios civiles y militares de alto rango. O sea, la flor y nata de Haití. Las desigualdades sociales en la colonia no podían ser más extremas. Y los intereses opuestos de unos y otros sólo podían desembocar en un conflicto violento.

La Citadelle (Wikimedia).

Para prevenir cualquier rebelión, la población esclava era tratada con suma severidad. Toda falta era castigada con dureza; todo intento de rebelión, con extrema crueldad. La brutalidad con que amos y capataces trataban a los esclavos empujó a muchos de ellos a huir a las montañas, donde se ocultaban entre la espesura y formaban bandas que sobrevivían como podían, a menudo asaltando haciendas, por lo que eran perseguidos sin tregua. Eran los cimarrones.

En 1757 un esclavo manco llamado Mackandal huyó al monte. Gran orador, desde su refugio llamó a sus congéneres a la rebelión. Como era un sacerdote vudú, pronto se convirtió en el líder. El cimarrón pretendía envenenar los pozos, quemar las haciendas, matar a los colonos. Pero su plan aniquilador llegó a oídos de éstos. Capturado después de muchas batidas, Mackandal fue quemado vivo en una plaza en presencia de muchos esclavos. Sin embargo, los esclavos haitianos se negaron a creer que las llamas habían acabado con él. El cimarrón se convirtió en una leyenda.

La Revolución francesa y los haitianos

Al llegar a la colonia la noticia del estallido de la revolución en Francia, los diversos sectores sociales de Haití celebraron el suceso. Todos vieron en el movimiento revolucionario una oportunidad para lograr sus objetivos. Los colonos esperaban conseguir la libertad de comercio y más autonomía política; las gentes de color libres, la igualdad de derechos que reclamaban desde hacía tiempo; los esclavos, naturalmente la abolición de la esclavitud. Los intereses de unos y otros eran contrapuestos. En un primer momento, sólo los grandes propietarios lograron sus propósitos.

Las revueltas de mulatos fueron duramente reprimidas por las autoridades y los colonos. El dirigente de la primera, iniciado en octubre de 1790, era Vincent Ogé, un instruido y rico mulato que se encontraba en Francia por razones de negocios cuando estalló la revolución. Allí había conocido a algunos políticos y sus discursos le habían inflamado. De regreso a Haití, Ogé encabezó una revuelta. Perseguidos, los mestizos insurrectos buscaron refugio en el territorio español de la isla. Allí, las autoridades entregaron a Ogé y a sus seguidores a los franceses. En febrero de 1791 Ogé fue ejecutado. Sus verdugos le rompieron los huesos en la rueda. Haití no era Francia. En la remota colonia los colonos defendieron sus intereses pasando por encima de las leyes.

Al llegar a la capital francesa la noticia del atroz ajusticiamiento de Ogé, fueron muchos los que se horrorizaron. En la Asamblea Nacional, Robespierre declaró que era mejor que Francia perdiera sus colonias si aquel era el precio que había que pagar por la libertad. El mestizo Ogé se convirtió en símbolo de las injusticias cometidas por los blancos de Haití. Aquella privilegiada minoría quería restringir los beneficios de la revolución a su clase, la de los grandes propietarios.

En cuanto a los esclavos, los grandes principios de la revolución —Liberté, Egalité, Fraternité— tropezaron muy pronto con los intereses económicos de los colonos de Haití. ¿Serían rentables las plantaciones si había que pagar un salario a los negros por su trabajo, hasta entonces gratuito? Para ellos, resultaba evidente que no. Por consiguiente, su liberación se demoró. Si los negros de Haití querían quitarse las cadenas de encima, tendrían que luchar para conseguirlo. Cuando se sublevaron, contaron con el apoyo de muchos hombres libres de color.

Cuando, en 1789, se convocaron los Estados Generales en Versalles, los colonos de Haití quisieron tener voz en aquella asamblea que no se reunía desde hacía más de un siglo. Pero en la isla había mulatos y negros libres que deseaban lo mismo. Aquella aspiración abrió las puertas de un debate en el centro del cual se encontraba la lacra de la esclavitud. A medida que la revolución progresaba, el debate se acentuó.

No se podía hablar de los principios de la revolución olvidando la existencia de medio millón de esclavos en Haití. En la vecina Inglaterra, la abolición del esclavismo cada vez tenía más defensores. En 1787 se había creado allí The Society for the Abolition of the Slave. Sus fundadores era dueños de una imprenta y las publicaciones de la sociedad pronto llegaron a Francia.

Batalla en Santo Domingo, cuadro de January Suchodolsk inspirado en un choque contra los haitianos en Santo Domingo, territorio que llegaron a dominar durante varios años tras su revolución (Wikimedia).

En 1788 se fundó en París la Societé dels Amis des Noirs, que abogaba por la abolición de la esclavitud en las colonias francesas. Entre sus miembros se hallaban el conde de Mirabeau, el marqués de Condorcet, Robespierre, Brissot y otros conocidos personajes de la cultura, el pensamiento y política de Francia. Incluso figuraba una mujer, Olympe de Gouges, autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de los Ciudadanos, abolicionista como todas las feministas de su tiempo.

François Dominique Toussaint

La independencia de Haití fue un proceso revolucionario de carácter abolicionista. No se trataba sólo de liberar a la colonia de la metrópoli, sino también de acabar con el esclavismo. El protagonista principal de este proceso fue François Dominique Toussaint, llamado L’Ouverture por sus seguidores porque abrió una puerta hacia la esperanza, hacia la libertad.

Toussaint era un antiguo esclavo hijo de un príncipe de Benín llevado a América como esclavo. Puesto que los esclavos eran vistos como mercancía por sus propietarios, su fecha de nacimiento se desconoce. Hombre muy capacitado, en la plantación donde vino al mundo pronto se convirtió en el cochero de su capataz. Más tarde se le encargó de cuidar de todo el ganado que pacía en la hacienda. Su dueño, que le tenía en gran estima, le concedió la libertad en 1776.

Entre 1793 y 1802 Toussaint dirigió la revuelta haitiana de esclavos con éxito. Era una persona inteligente, instruida. Su amo le había enseñado a leer y le había proporcionado algunos libros. Además, Toussaint tenía carisma y dotes de mando, sabía cómo arengar a sus tropas de desharrapados. Este ejército era numeroso, pero iba mal armado y estaba poco disciplinado, pero con él luchó contra británicos y franceses, a quienes puso en jaque y obligó a abandonar Haití.

«He emprendido la venganza de mi raza —escribió Toussaint al principio de la insurrección—. Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Uniros, hermanos, y combatid conmigo por la misma causa».

Pese a la violencia del sistema esclavista, Toussaint nunca actuó con sed de venganza como hicieron muchos de sus compañeros. Era católico —su amo le había hecho bautizar— y no quería saber nada del mundo de vudú, tan arraigado entre los negros de Haití. Protegió a la familia de su antiguo dueño y la de otros colonos que conocía de los desmanes, de la carnicería que se desató en la isla. Por esta razón recibió duras críticas de los individuos más radicales del alzamiento.

El año 1791 estalló una revuelta de esclavos en el norte de Haití y Toussaint se unió a los sublevados. Aunque él ya era un hombre libre —e incluso propietario de una pequeña plantación— quería estar al lado de los que no lo eran y compartir sus penalidades. En poco tiempo Toussaint se convirtió en el líder de los alzados. Unos seis mil hombres le seguían dispuestos a vencer o morir. Iban armados con hachas, palos, machetes, cuchillos y algunas carabinas. Sus dirigentes, vestidos con uniformes chillones, se autoproclamaban generales y almirantes. Para acabar con la esclavitud, quemaban plantaciones, destruían ingenios y mataban a propietarios.

Cuando Toussaint se enteró de que en Francia los revolucionarios habían guillotinado a Luis XVI, propuso a sus hombres ponerse bajo la bandera de Carlos IV, el monarca español. En la vecina colonia española de Santo Domingo recibió instrucción militar. España estaba en guerra contra Francia desde 1793, tras la decapitación del monarca francés. Toussaint llegó a convertirse en general de las tropas de Carlos IV, y las autoridades hispánicas ofrecieron la libertad a todos los negros haitianos que pisaran suelo español. Pero aquella situación duró poco tiempo. El Tratado de Basilea, en julio de 1795, puso fin a la guerra de la Convención entre España y Francia. Pero entonces Toussaint ya era el líder indiscutible de la negritud haitiana.

El 4 de febrero de 1794 la Asamblea Nacional abolió la esclavitud en todos los territorios coloniales franceses. Era una decisión esperada tras la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, el Gobierno francés mantuvo el dominio sobre sus colonias en la creencia que los no europeos no estaban preparados para gobernarse, y Haití no era una excepción. Los esclavos haitianos eran libres pero seguían estando bajo el yugo francés.

Los colonos blancos que sobrevivieron a las matanzas huyeron despavoridos a Jamaica y Estados Unidos. Si los negros se habían pasado temporalmente a España, ellos se pasaron a Gran Bretaña, que envió tropas a Haití desde Jamaica. Un tercio de los 25.000 soldados que desembarcaron en la isla perdió la vida allí, más por la fiebre amarilla que por heridas de guerra. Los británicos finalmente capitularon. Fue una vergonzosa derrota que se ocultó durante mucho tiempo. Toussaint entró triunfante en Port-au-Prince.

Durante el Directorio, la Asamblea Nacional envió a Haití dos comisarios para ganarse a Toussaint con la promesa de libertad. Lentamente la colonia se recuperó, se fomentó la agricultura y se abrieron escuelas. Entonces Toussaint declaró la guerra a los españoles, que en Santo Domingo mantenían el comercio de esclavos. España contaba con escasas fuerzas militares en aquella colonia, mientras que Toussaint lideraba multitudes. Se alzó con la victoria.

De esta manera el antiguo esclavo gobernó sobre toda la isla caribeña hasta que España recuperó su dominio sobre Santo Domingo en 1814.

Henri I de Haití (Wikimedia).

Entonces, sin haber osado aún proclamar la independencia de Francia, Toussaint reunió a un grupo de hombres para que redactaran una constitución. Los redactores fueron negros, mulatos e incluso algún blanco. Toussaint no podía prescindir de los colonos que sobrevivieron a las matanzas porque la mayoría de los negros y muchos mulatos eran analfabetos.

Napoleón y Haití

Mientras tanto, en Francia, Napoleón Bonaparte había sido nombrado Primer Cónsul. Napoleón no amaba mucho a los negros y pronto se dispuso a intervenir en Haití. De momento envió delegados a la colonia. Cuando, en 1802, firmó la paz con Gran Bretaña por el Tratado de Amiens, ordenó preparar una poderosa fuerza armada. En la empresa participaron España y Holanda, países aliados de Francia. En dos años fueron enviados a Haití más de 10.000 soldados. Al frente de los invasores iba el general Leclrec, cuñado de Napoleón. Su esposa, Paulina Bonaparte a —la que retrató el artista italiano Canova como Venus Victoriosa— soñaba con un pequeño reino antillano. De hecho, la hermana del Primer Cónsul vivió en Haití unos meses con su marido y su hijo.

La guerra fue larga y ambos bandos perdieron muchos hombres. Como años antes los británicos, los franceses tuvieron muchas bajas a causa de la malaria. Al final Toussaint se vio obligado a aceptar la paz porque muchos de sus «generales» se habían pasado a los franceses. Engañado, Toussaint fue capturado y enviado a la prisión más segura de Francia, donde murió un año después de ingresar en ella. Cabe suponer que no fue muy bien tratado por sus carceleros.

Pero en Haití se reanudó la contienda. Los haitianos no daban su brazo a torcer. Ahora quien dirigía la lucha era Jean-Jacques Dessalines, un antiguo esclavo de un negro liberto. Tras vencer a las tropas napoleónicas, el 1 de enero de 1804 Dessalines proclamó la independencia de Haití. Como no quería ser menos que Napoleón, poco después se proclamó emperador con el nombre de Jacques I. Dessalines gobernó como un sátrapa y fue asesinado durante una revuelta de mulatos. Entonces la joven república se fragmentó en dos partes. Al norte, un reino dirigido por Henri Christophe, otro hombre con delirios de grandeza. Al sur, una república dirigida por un mulato llamado Pieton.

Henri Christophe se hizo coronar y tomó el nombre de Henri I. Hizo construir varios palacios, entre los cuales el de Sans Souci, como el de Federico II de Prusia. Ante la amenaza de una nueva invasión francesa, ordenó levantar una poderosa fortaleza sobre una montaña, La Citadelle, donde almacenó armas, municiones y alimentos para resistir un largo sitio. Miles de súbditos, incluso mujeres y niños, trabajaron en la obra. Henri I también dio instrucciones sobre cómo había que actuar cuando tuviera lugar el desembarco de tropas francesas. En pocas palabras, había que poner en práctica una política de tierra quemada, una acción devastadora que ya se había llevado a cabo en diversos momentos históricos.

Sin embargo, la tan temida invasión francesa nunca de produjo. Napoleón renunció para siempre a Haití, aquel lejano territorio donde los negros defendían con uñas y dientes su libertad y la de su país. De hecho, Francia renunció a reconstruir el dominio colonial de Francia en el Caribe. En 1803, un año antes que los haitianos proclamasen la independencia de su país, Napoleón había vendido la Luisiana al gobierno de Estados Unidos. 

Para saber más

—Franco, José Luciano (1966). Historia de la revolución de Haití. La Habana: Instituto de Historia.

—Gainot, Bernard (2017). La Révolution dels esclaves d’Haïti, 1763-1803. Vendemiaire.

—Roupert, Catherine Eve (2011). Histoire d’Haïti. La première republique noire du Nouveau Monde. Perrin.

—Arciniegas, Germán: Biografía del Caribe. Círculo de Lectores, 1975.

—James, C.L.R.: The Black Jacobins: Toussain L’Ouverture and the San Domingo Revolution. Vintage, 1989.

La multimillonaria multa que Haití le pagó a Francia por convertirse en el primer país de América Latina en independizarse.

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Entre todos los pesares de Haití, hay uno que llama especialmente la atención por su incongruencia.

Fuente: BBC, 30/12/2018.

Hace 215 años Haití se convirtió en la primera nación independiente en América Latina, la república negra más antigua del mundo y la segunda república más antigua del hemisferio occidental después de Estados Unidos.

Todo esto se logró tras la única revuelta de esclavos exitosa en la historia humana.

Esas son muchas razones de orgullo para una nación que, desde hace mucho tiempo, encabeza otras listas mucho más dolorosas.

Haití es el país más pobre de América y uno de los más pobres del mundo, según cualquiera de los organismos que elabora esas clasificaciones, incluidos el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Las razones son tantas que quienes quieren ayudar se quedan atónitos.

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Haití es un país que ha sido golpeado por múltiples tragedias.

Haití ha sido escenario de esclavitud, revolución, deuda, deforestación, corrupción, explotación y violencia. Sin olvidar la colonización, la ocupación por EE.UU., revueltas, golpes de Estado y dictaduras hasta la llegada en 1957 de François «Papa Doc» Duvalier, quien impuso uno de los regímenes más corruptos y represivos de la historia moderna que duró 28 años y causó muchas atrocidades y malversaciones.

No sorprende que ni la infraestructura, ni la educación, ni la salud, ni ningún otro bien público haya sido prioridad.

Eso en un país con el infortunio de estar ubicado sobre la falla principal entre las placas tectónicas de Norteamérica y el Caribe y en la pista principal de huracanes de la región, lo que hace que los desastres naturales sean aún más desastrosos.

En medio de tantos pesares, hay uno que resalta por incongruente a ojos contemporáneos: por declarar su independencia Haití tuvo que pagarle una cuantiosa indemnización al poder colonial del que se liberó.

De Ayiti a La Española a Saint-Domingue

Cristóbal Colón llegó a la isla que hoy alberga las Repúblicas de Haití y Dominicana en diciembre de 1492.

Mapa de cuando era colonia española y francesaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionUno de los primeros lugares con los que se topó Colón.

Asumiéndola como territorio de la corona española, Colón bautizó la isla La Hispaniola o La Española, conoció a los nativos, que eran taínos, los llamó «indios» y con ellos pasó su primera Navidad en el Nuevo Mundo.

Aunque inicialmente la explotación de yacimientos de oro y la producción azucarera entusiasmó a los colonizadores, el descubrimiento de una enorme riqueza en el continente americano hizo que el interés por La Española menguara, particularmente el interés por la parte occidental de la isla.

Así, los bucaneros ingleses, holandeses y franceses se disputaron lo que los nativos taínos habían conocido como Ayiti.

Los que viajaban con la bandera de Luis XIV, «el Rey Sol» francés, asumieron gradualmente el control de esa esquina de la isla y en 1665 Francia la reclamó formalmente y la nombró Saint-Domingue.

30 años más tarde, Madrid le cedió formalmente un tercio de La Española a París.

La perla de las Antillas

Los franceses convirtieron Saint-Domingue en una de las colonias más ricas del mundo, y la más lucrativa del Caribe.

Llegando a Santo Domingo, grabado del siglo XVII.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLos bucaneros franceses llegan en la costa occidental de la isla española de Hispaniola, también llamada Santo Domingo/Saint-Domingue, en el Caribe.

Para 1789, el 75% de la producción de azúcar del mundo provenía de Saint-Domingue, así como gran parte de la riqueza y gloria de Francia.

La llamada perla de las Antillas producía además café, tabaco, cacao, algodón e índigo, y lideró el mundo en la producción de cada uno de estos cultivos en un momento u otro durante el siglo XVIII.

La enorme riqueza que producía la fabulosa colonia era extraída gracias a la importación de decenas de miles de esclavos al año y la implementación de un duro sistema de esclavitud.

Azúcar amarga

Es aquí donde los números se tornan amargos: a finales de ese económicamente exitoso siglo XVIII, la perla de las Antillas fue el destino de un tercio de todo el comercio de esclavos en el Atlántico.

La alta demanda era resultado de la alta tasa de mortalidad de los esclavos: su promedio de vida era 21 años, y muchos morían tan solo tres meses después de haber llegado.

Enfermedad, exceso de trabajo y el sadismo de los supervisores eran los causantes de la mayoría de las muertes.

Grabado de un boceto del soldado británico Marcus Rainsford que muestra cómo entrenaban a los sabuesos en Santo Domingo usando esclavos, 1791-1803.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionGrabado de un boceto del soldado británico Marcus Rainsford que muestra cómo entrenaban a los sabuesos en Santo Domingo usando esclavos, 1791-1803.

Un escrito del autor haitiano Pompée Valentin, a menudo citado por su rareza y su elocuencia, ilustra el tratamiento que se le daba a los esclavos en las plantaciones haitianas:

¿No han colgado hombres con la cabeza hacia abajo, los han ahogado en sacos, los han crucificado en tablas, los han enterrado vivos, los han aplastado con morteros?

¿No los han obligado a consumir las heces?

Y, después de haberlos desollado con el látigo, ¿no los han arrojado vivos para ser devorados por gusanos o sobre hormigueros, o los han atado a estacas en el pantano para ser devorados por mosquitos? ¿No los han echado en calderos de jarabe de caña hirviendo?

¿No han puesto hombres y mujeres dentro de barriles tachonados con púas y los han hecho rodar por las laderas de las montañas hasta el abismo?

¿No han consignado estos negros miserables a los perros que se comen al hombre hasta que estos últimos, saciados por la carne humana, dejaron a las víctimas destrozadas para ser rematadas con bayoneta y puñal?

La Revolución de les gens de couleur de Saint-Domingue

El eco de la Revolución Francesa de 1789 llegó a la rica colonia donde los denominados gens de couleur y los esclavos se empezaron a preguntar cómo aplicaba la Declaración de los Derechos Humanos del Hombre a su situación.

En 1791, un hombre de origen jamaicano llamado Boukman se convirtió en el líder de los esclavos africanos en una gran plantación en Cap-Français.

Siguiendo el modelo de la revolución en Francia, el 22 de agosto de ese año, los esclavos destruyeron las plantaciones y ejecutaron a todos los blancos que vivían en la región.

Levantamiento de esclavos en gran plantación en Cap-FrançaisDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionPrimer ataque de una lucha que se extendería por 12 años.

Fue la primera acción de un levantamiento que se convirtió en guerra civil y luego en batalla frontal contra las fuerzas de Napoleón Bonaparte, y que tardó 12 años en alcanzar su objetivo: expulsar a los franceses.

El 1 de enero de 1804, Haití declaró su independencia y Jean-Jacques Dessalines se convirtió en su primer gobernante, inicialmente como gobernador general, y después como emperador Jacques I de Haití, título que él mismo se asignó.

Dessalines dio la orden de que todos los hombres blancos fueran condenados a muerte.

Y así fue: desde principios de febrero hasta mediados de abril de ese año tuvo lugar la masacre de Haití, que se cobró la vida de entre 3.000 y 5.000 hombres y mujeres blancos de todas las edades.

Sin intención de ocultar lo sucedido, Dessalines hizo una declaración oficial: «Hemos dado a estos verdaderos caníbales guerra por guerra, crimen por crimen, indignación por indignación. Sí, he salvado a mi país, he vengado a América».

La cuenta de cobro

La larga lucha por la independencia les había dado a los esclavos autonomía, pero también había destruido la mayoría de las plantaciones y la infraestructura del país.

El costo humano era también enorme: se calcula que de los 425.000 esclavos quedaron sólo 170.000 en condiciones de trabajar para reconstruir el flamante país.

Dessalines con cabeza de blanco cortadaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionDessalines siguió el ejemplo de la Revolución Francesa, pero sin guillotinas.

La brutal venganza contra los blancos tomada después de que Francia se rindiera trajo el desprecio de muchas naciones.

ninguna reconoció a Haití diplomáticamente.

Sumado a esto, lo que había ocurrido en Saint-Domingue era la peor pesadilla de todos los poderes que tenían colonias en la vecindad, por lo que dejaron a Haití en «cuarentena» para prevenir el contagio.

Fue así que ocurrió lo difícilmente imaginable.

El 17 de abril de 1825, el presidente haitiano Jean-Pierre Boyer firmó la Real Ordenanza de Carlos X.

Callejón con una sola salida

La ordenanza le prometía a Haití reconocimiento diplomático francés a cambio de un arancel del 50% de reducción a las importaciones francesas y una indemnización de 150.000.000 francos (unos US$21.000 millones de hoy), pagadera en cinco cuotas.

¿Por qué una indemnización?

Porque el nuevo país tenía que compensar a los plantadores franceses por las propiedades que habían perdido, no sólo tierra sino también esclavos.

François-Dominique Toussaint L'ouverture, alias El Napoleón Negro, uno de los héroes de la Revolución que tan caro les costó. George De BaptisteDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionFrançois-Dominique Toussaint L’ouverture, alias El Napoleón Negro, uno de los héroes de la Revolución que tan caro les costó.

Y si el gobierno haitiano no firmaba el acuerdo, el país no sólo seguiría aislado diplomáticamente sino que sería bloqueado por una flotilla de buques de guerra franceses que ya estaba en la costa haitiana.

Esos 150.000.000 francos en oro equivalían a los ingresos anuales del gobierno haitiano multiplicados por 10, de manera que no sorprendió que cuando llegó el momento de hacer el primer pago Haití tuviera que pedir un préstamo.

Francia no tenía problema con que lo hiciera, siempre y cuando acudiera a un banco francés.

La deuda de la Independencia

Así empezó formalmente lo que se conoce como la deuda de la Independencia.

Dibujo de la bandera de 1838Derechos de autor de la imagen GETTY IMAGES
Image captionDibujo de la bandera de 1838, cuando ya el país estaba irremediablemente endeudado.

Un banco francés le prestó a Haití 30.000.000 francos -el monto de la primera cuota que debía- y le dedujo automáticamente 6.000.000 francos por comisiones.

Con lo que quedó, 24.000.000 francos, Haití le empezó a pagar reparaciones a Francia, lo que quiere decir que ese dinero pasó directo de las bóvedas del banco francés a las de la tesorería francesa.

En ese mismo instante, Haití quedó debiéndole 30.000.000 francos al banco francés y 6.000.000 francos más de la deuda total a Francia que lo que debía antes de hacer el primer pago.

Era una espiral sin fin para pagar una deuda inmensa que incluso cuando fue rebajada a la mitad en 1830 era demasiado alta para el país caribeño.

Tuvo que pedir enormes préstamos a bancos estadounidenses, franceses y alemanes con tasas de interés exorbitantes que le obligaban a destinar la mayor parte del presupuesto nacional en reembolsos.

Finalmente, en 1947 Haití terminó de compensar a los dueños de las plantaciones de aquella colonia francesa que fue la perla de las Antillas.

Le tomó 122 años pagar su deuda de la Independencia.