Los 36 héroes republicanos que humillaron a 1.000 nazis en la batalla de La Madeleine

Guerrilleros de La Madeleine. Entre ellos una mujer, de la que se ignora incluso el nombre.

Autor: Julen Berrueta

Fuente: El Español 09/04/2020

«¡Aquí no estáis en vuestra casa!». Es el grito que muchos españoles como Henri Melich tuvieron que soportar cuando, vencidos y decaídos por la victoria del franquismo en España, se vieron obligados a huir a Francia. En España se enfrentaban a ser castigados y en el país vecino no eran bienvenidos. Melich se instaló junto a su familia en la comuna de Quillan y comenzó a trabajar como aprendiz de carpintero en una fábrica. Ni siquiera allí le dejaban en paz. «Eres un español del ejército vencido«, se burlaban.

En 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial y tanto franceses como exiliados españoles, muchos refugiados en campos de concentración, se vieron obligados a cambiar sus vidas. Nueve meses después, el gobierno francés capitulaba y el Tercer Reich controlaba el país galo. Tal y como explica a EL ESPAÑOL la periodista y escritora Evelyn Mesquida, oficialmente se decía que la Resistencia había comenzado en 1942 pero desde el inicio de la contienda ya había españoles saboteando y tejiendo redes de contacto entre antifascistas que pretendían expulsar a los alemanes.

Mediante su nuevo libro Y ahora, volved a vuestras casas (Ediciones B), la alicantina expone las vidas de figuras ocultas que combatieron y participaron en la guerra y que por ser españolas han permanecido en la sombra. «Son hechos históricos ocultos y era necesario sacarlos a la luz», subraya a este periódico. Por una parte, a Franco no le sedujo jamás conmemorar a un puñado de españoles republicanos y a los franceses les interesaba glorificar su propia patria.

No estaba la España de Franco, estaba la España republicana

Pero sus hazañas son una realidad histórica y, según Mesquida, «tienen que estar presentes en los libros de texto y en los colegios«. En el desembarco de Normandía, en la campaña de Provenza y en los bosques de Francia hubo españoles. «No estaba la España de Franco, estaba la España republicana», comenta.

«La hazaña heroica de La Madeleine»

A lo largo del país, miles de españoles se unieron a las filas francesas. En mayo de 1944, las unidades españolas incluidas en los FTP (Francotiradores y Partisanos) fueron reconocidas como totalmente españolas bajo el nombre de Agrupación de Guerrilleros Españoles y fueron inmediatamente integrados en las FFI (Fuerzas Francesas del Interior). A esas alturas del conflicto había más de 10.000 combatientes españoles en la Resistencia francesa.

De esta manera, el 23 de agosto, Miguel Arcas y Gabriel Pérez recibieron la orden de dirigir el combate contra el destacamento alemán que se acercaba a su posición. «Bajo el mando de ambos, 36 españoles y 4 franceses fueron distribuidos entre los muros del castillo, en el cruce de La Madeleine», escribe Mesquida. Por su parte, la columna alemana llegaba desde Toulouse y agrupaba más de 1.000 soldados alemanes.

Ante una desventaja tan abismal, los españoles tuvieron que preparar todo tipo de trampas. El oscense Joaquín Arasanz Raso, alias Villacampa, fue uno de los guerrilleros que organizó el devenir de la batalla bloqueando carreteras y dificultando el tránsito de los alemanes: «Decidimos también como estrategia hacer creer a los alemanes que estaban en presencia de un importante grupo de resistentes. Nuestros hombres debían desplazarse a toda velocidad para que sus tiros llegaran de lugares diferentes».

Monumento conmemorativo a los combatientes de la batalla de La Madeleine.

Las órdenes de Arcas eran claras: «Ni un solo tiro antes de la primera ráfaga de ametralladoras». Mesquida explica cómo fue la secuencia. Primero apareció un sidecar con dos soldados alemanes que los guerrilleros dejaron pasar y neutralizaron algo más lejos, sin necesidad de disparar. Después llegaron los primeros coches y detrás 60 camiones, 4 half-tracks y numerosos cañones, algunos de ellos antitanque y antiaéreos. Todo ello acompañado por más de mil soldados.

La batalla se decantaba por los guerrilleros ante la imposibilidad de avanzar de los nazis. «Los alemanes, acosados, solicitaron una tregua para parlamentar«. Tregua que ni Gabriel Pérez ni Miguel Arcas aceptaron. La batalla se reanudó y los Aliados contaban esta vez con dos aviones ingleses que ametrallaron la columna alemana. Finalmente, tras numerosas bajas y mas de 180 heridos, el Alto Mando pidió negociar con los atacante con una excepción. No negociarían con los españoles

Así, el general se rindió ante los superiores de los mandos británicos y franceses uniformados. «El jefe alemán pudo constatar que el ejército que él creía desplegado frente a ellos era solo un grupo de varias decenas de combatientes españoles sin uniforme y casi desarrapados, y que ese puñado de hombres había hecho capitular a más de 1.000 soldados de la Wehrmacht«, relata la escritora. Humillado y avergonzado, el general Konrad A. Nietzsche empuñó su pistola y se suicidó allí mismo. Fue «incapaz de aceptar la realidad de haber sido engañados y vencidos por un puñado de españoles harapientos«.

Mujeres ocultas

Evelyn Mesquida declara que en los libros franceses se menciona a las FFI como los vencedores de la batalla. No obstante, «si uno busca los nombres todos ellos eran españoles». Pedro Abellán, Luis Andrada, Mariano Cales, Diego Cuenca o Martín Vidal fueron algunos de los hombres que lucharon contra el millar de nazis. «Por la hazaña heroica de La Madeleine, por su combate sin repliegue», los 36 guerrilleros españoles fueron condecorados.

Todos ellos fueron condecorados con la estrella de plata en Marsella por el general Olleris. Todos menos ellas. Dos mujeres participaron también en la batalla de La Madeleine, pero «hasta hoy no se ha conseguido saber quiénes eran. Para ellas no hubo medallas«.

Mesquida admite a este periódico la dificultad de encontrar los nombres y las vidas de estos españoles olvidados, y más aún si eran mujeres. Para el libro ha consultado en Francia incontables archivos regionales, locales y departamentales. «He hecho lo que he podido», afirma y se muestra esperanzadora con que los historiadores futuros continúen con este legado. Acerca de las dos mujeres españolas que lucharon contra los alemanes lo tiene claro: «En algún sitio tienen que estar sus nombres«.

La madre de la química moderna que lo perdió (casi) todo en la Revolución Francesa

 Marie-Anne Pierrette Paulze

Autora: Rocío Benavente

Fuente: Nueva Tribuna, 5/10/2019

Durante la Revolución Francesa muchas ideas y conceptos que hoy damos por básicas en nuestro mundo nacieron o evolucionaron de forma fundamental. Entre ellas se encuentran las bases de la química moderna, que en este momento y de la mano de dos personajes, dio los pasos que separaban la alquimia de una ciencia moderna, racional y exacta. Uno de esos personajes fue Marie-Anne Pierrette Paulze, apodada precisamente la “madre de la química moderna” porque estuvo directamente implicada en la creación y modelado de esas ideas.

Pierrette Paulze nació en 1758 en Loire, en una familia de aristócratas de los que fue la única hija entre cuatro hermanos. Su madre murió cuando ella tenía tres años y su padre decidió que creciese en un convento, algo que se convirtió de hecho en una puerta a un mundo culto e ilustrado, ya que era en estos sitios donde más fácil resultaba recibir una educación de calidad en aquella época. En ese entorno y gracias a sus capacidades, su formación fue sólida y completa: aprendió varios idiomas, entre ellos inglés y latín, además de formarse en pintura hasta convertirse en una dibujante y grabadora con talento. Todo esto le serviría después en sus trabajos científicos.

Un matrimonio científico

Al llegar a la adolescencia el matrimonio era el objetivo, y no le faltaban candidatos. El principal, un hombre que le triplicaba la edad, el conde de Amerval, al que ella definió como “un tonto, un insensible rústico y un ogro”. Sin embargo, su padre, buscando un pretendiente algo más acorde a los gustos y personalidad de su hija, acordó finalmente casarla con Antoine Laurent Lavoisier, que solo tenía el doble de años (ella 14, él 28). A pesar de que seguía siendo una diferencia de edad notable, ambos se entendieron bien desde el principio, compartían intereses intelectuales y durante años su unión fue feliz y fructífera.

M. y Mme Lavoisier de Jacques-Louis David, 1788 (Museo Metropolitano de Nueva York). Imagen: Wikimedia Commons.

Antoine era ya un conocido científico y Marie-Anne comenzaría a trabajar con él, recibiendo y ampliando su educación formal en áreas científicas de la mano de renombrados químicos de la época y convirtiéndose en compañera de trabajo imprescindible de su marido. “La señora Lavoisier poseía una inteligencia arrolladora y no tardaría en trabajar productivamente al lado de su marido. A pesar de las exigencias del trabajo de él (abogado y economista y más adelante nombrado administrador de la pólvora del Arsenal de París) y de una activa social, conseguían la mayoría de los días dedicar cinco horas a la ciencia, así como todo el domingo”.

Desmontando la idea del flogisto

Como decíamos al principio, el trabajo de ambos fue esencial para la modernización de la química. Sus trabajos se centraron en la idea del flogisto que, proveniente de la alquimia, era central en los conceptos químicos de entonces. El flogisto era el nombre que recibía un supuesto elemento presente en los compuestos inflamables y que se liberaba durante la combustión. El flogisto era algo imposible de medir con precisión y que daba a los elementos que se quemaban propiedades difíciles de predecir, manteniendo a esa química incipiente en un estado confuso y con cierta irracionalidad.

Antoine, asistido siempre por Marie-Anne, criticó estas nociones y demostró que los elementos cuando arden responden a unas variaciones medibles y predecibles, aportando racionalidad y claridad a este aspecto de la química. Entre ambos y en colaboración con otros científicos de su época desarrollaron una nomenclatura sistemática para referirse a las sustancias químicas y sus compuestos, ampliando esa racionalidad científica que la química adolecía hasta entonces.

Traductora crítica, dibujante detallista

Dentro de su colaboración, el trabajo de Marie-Anne sentó las bases de los avances que podría lograr su marido, entre otras cosas porque gracias a sus conocimientos de latín e inglés tradujo para él obras fundamentales en el campo en el que trabajaba, principalmente el Ensayo sobre Flogisto de Richard Kirwan. Pero no se limitó a traducir de forma aséptica, sino que a medida que se iba formando introducía notas críticas sobre los errores químicos que ella percibía en el texto.

Experimentos sobre respiración humana. Dibujo de Madame Lavoisier, que muestra a la autora tomando notas en una mesa cercana. Imagen: Wikimedia Commons.

También su formación como pintora fue extremadamente útil en su tarea. Durante el día, el matrimonio Lavoisier pasaba horas en el laboratorio, él llevando a cabo experimentos y ella anotando observaciones, protocolos y resultados de forma metódica, además de dibujando diagramas y esquemas de los aparatos que utilizaba y sus diseños experimentales. Fueron trabajos tremendamente prácticos a posterior a la hora de entender los resultados del trabajo que hicieron. Ella se encargaría también más adelante de editar y organizar la publicación de los informes que elaboraban a partir de sus investigaciones. A pesar de ello, ella nunca incluyó su nombre en esas publicaciones.

La Revolución Francesa y el Terror

Lamentablemente, así como la Revolución Francesa sirvió de chispa que dio luz a esta época de avance científica, también tuvo en ella un impacto devastador. En 1973, durante la etapa llamada Reinado del Terror, Antoine fue acusado de traición debido a sus anteriores puestos de trabajo. El 28 de noviembre de ese año fue arrestado y encarcelado en la prisión de Port-Libre. Marie-Anne le visitaba con regularidad y trató de liberarle defendiéndole ante su acusador, que tenía a su vez el poder de liberarle. Utilizó entre sus argumentos la importancia de sus trabajos científicos y la gran repercusión que tendrían para Francia.

No sirvió de nada. El 8 de mayo de 1794, Antoine fue ejecutado en París, el mismo día que lo fue también el padre de Marie-Anne. Ella misma pasó un tiempo en prisión y todos sus bienes fueron confiscados. Tras la muerte de Antoine, ella siguió trabajando para recopilar todos sus resultados y, tras no encontrar un editor interesado, los publicó ella misma en 1803.

Marie-Anne volvió a casarse, esta vez con un científico inglés llamado Benjamin Thompson, conde de Rumford. Sin embargo, ella siempre mantuvo el apellido Lavoisier y la relación nunca fue la misma que la que tuvo con Antoine. Thompson nunca invitó a Marie-Anne a colaborar con él, su vida matrimonial y social nunca fue igual de feliz y al final terminaron divorciándose.

La casa de Marie-Anne siguió siendo hasta su muerte un lugar de encuentro de científicos e intelectuales donde se mantenían apasionadas conversaciones científicas. Falleció en 1836 a los 78 años.

Referencias

Marie-Anne Pierrette Paulze,Wikipedia

María Angélica Salmerón, Marie-Anne Paulze Lavoisier y el nacimiento de la química moderna, La ciencia y el hombre vol XXIII, no. 1, 2010

Adela Muñoz Paéz, Madame Lavoisier: la madre de la química moderna, Redes no. 8, 68-69