La verdadera historia de Ramón Mercader, el asesino de Trotsky

Ramón Mercader, tras haber asesinado a Trotsky, en una foto de archivo. (Cordon Press)

Autor: ÁLVARO VAN DEN BRULE

Fuente: El Confidencial 04/01/2020

«Cada cosa que amas, es muy probable que la pierdas, pero al final, el amor volverá de una forma diferente“.

Kafka y la Muñeca… la omnipresencia de la pérdida.

En medio de la canícula veraniega de un asfixiante verano del año 1940, en la entonces pequeña ciudad de Coyoacán, hoy barrio bohemio, alcaldía o distrito plenamente integrado en la mega urbe que es la capital mejicana; mientras en Europa los nazis reventaban la historia, un acontecimiento largamente orquestado en una inmensa mesa de pino en el Kremlin, fosilizaría el devenir de un formato de comunismo más dinámico y adecuado a las realidades del porvenir. Era un 21 de agosto y nada anticipaba que fuera a ocurrir algo tan brutal y decisivo en las entrañas de una ideología revolucionaria que a su vez, aniquilaría al más brillante y probablemente avanzado de sus líderes.

Ramón Mercader, en un retrato fotográfico de la época. (Wikipedia)
Ramón Mercader, en un retrato fotográfico de la época. (Wikipedia)

El hombre que había dado la orden en Moscú, tenía un mostacho muy poblado, más si cabe, que otro iluminado que a su vez, conspiraba a lo grande liderando otra dictadura inhumana y salvaje; uno se llamaba Iosif, y el otro Adolph. El del bigote grande, era una bestia de atar, el otro, el del bigotito rectangular y flequillo acrata era un poco más fino pero ambos, igual de alucinados. Aún hoy en día se debate si entre ambos se llevaron por delante cien millones de muertos entre los caídos en el conflicto que supuso la II Guerra Mundial incluyendo obviamente las hambrunas y deportaciones masivas que se produjeron posteriormente. La crueldad más insólita subiría al pedestal del horror hasta hacerse indesalojable.

Un 21 de agosto un comunista catalán selló de manera abrupta el acto por el que ha sido recordado hasta el día de hoy, el asesinato de León Trotsky. Un revolucionario que llegó a liderar el ejército rojo y que años más tarde, caería en desgracia firmando su sentencia de muerte a manos de un ángel exterminador venido del este. El enviado de Moscú era un agente de la NKVD, precursora de la que posteriormente daría en llamarse la KGB, una de las agencias de inteligencia más dinámicas y efectivas en el mundo del espionaje.

Desde la muerte de Lenin, las depuraciones llevadas a cabo por Stalin dejaron la cúpula del PC ruso como una Tabula Rasa, no quedó vivo ni el Tato

Ramón Mercader era hijo de una revolucionaria criado en el caldo de un ambiente burgués en el que al parecer el tema de la levedad del ser creaba legiones de aburridos que eran fácilmente presa de cualquier viento ideológico asociado al cambio del orden establecido. Este héroe de la Unión Soviética, más tarde olvidado en una cárcel mejicana durante años, sería el ejecutor físico de la probablemente mente más brillante de una revolución que ilusionó y decepcionó a partes iguales a cientos de millones de seguidores.

«El Tirano Rojo»

Mercader formó parte de varios grupos de ideología marxista y presa de sus filias comunistas, participaría activamente en los prolegómenos de la Guerra Civil Española. Tras su breve participación en la contienda nacional se le perdería el rastro una vez abandonada España en dirección a la Unión Soviética donde sería adiestrado en un centro de élite para una misión altamente confidencial. Un tiempo más tarde, sería enviado a Francia con objeto de entrar en contacto con elementos próximos al entorno de León Trotsky, ya caído en desgracia desde las purgas efectuadas en 1929 por el “Tirano Rojo”. El cuestionado líder revisionista, un judío comunista de origen ucraniano acabaría sus días plácidamente en México, país donde se rodearía de intelectuales y artistas de la categoría de Diego Rivera o la malograda Frida Kahlo. Desde este país, el que fue mano derecha de Lenin, se convertiría en toda una celebridad mundial al organizar la «Cuarta Internacional» para hacer frente al tirano georgiano.

El antiguo líder soviético era consciente de que estaba en la lista negra del brutal Stalin y en consecuencia sabía que su vida pendía de un hilo


Ya instalados en mayo de 1937, en Estados Unidos una Comisión de Investigación de cargos hechos contra León Trotsky en los Juicios de Moscú tras la Gran Purga, conocida como la «Comisión Dewey», tuvo como objetivo limpiar el nombre de Trotsky. Desde la muerte de Lenin, se puede decir sin ambages que las sucesivas depuraciones llevadas por Stalin (antes de la Gran Guerra Patria o II Guerra Mundial) dejaron la cúpula del PC ruso como una Tabula Rasa, no quedó vivo ni el Tato. Se calcula que antes de la invasión nazi este monstruo humano se había cepillado a más de cinco millones de rusos a través de ejecuciones sumarias, muertes por tortura y/o locura, suicidios simulados, y por supuesto, además, el siempre socorrido Gulag, expeditivos campos de exterminio donde los esclavos de aquella brutal tiranía caían como moscas.

Con la idea de integrarse en el círculo íntimo del antiguo dirigente, Mercader adoptaría multitud de identidades. Su vasta cultura y dominio de idiomas añadirían una carta clave en el acercamiento a su siniestro objetivo. Durante su estancia en París, hizo amistad con Sylvia Ageloff, una militante trotskista norteamericana que le acercaría si cabe más, a su destino como verdugo de aquel sentenciado.

Una misión definitiva

Mercader, que era un caballero español clásico, se preocupaba por Sylvia y de forma natural una cosa llevó a la otra y se enamoraron. La relación del español con la agente francesa afín al trotskismo sería determinante en su aproximación a la misión encomendada por Stalin en 1939, esto es, el asesinato de Trotsky. El antiguo líder soviético era muy consciente de que estaba en la lista negra del brutal Stalin y en consecuencia sabía que su vida pendía de un hilo. Además, meses antes había tenido que enfrentarse a un atentado fallido encabezado por el pro estalinista David Alfaro Siqueiros y una decena de pistoleros que dejaron un mosaico de más de trescientas balas en la fachada de la villa. Tras este fallido, se incrementarían notablemente las medidas de vigilancia en la villa ocupada por Trotsky.

HÉCTOR G. BARNÉS. Lenin, Trotski y Stalin bebiendo cerveza en los bares de Londres: que pasó de verdad. Aún pueden visitarse los vestigios del paso de los principales cabecillas de la revolución rusa en la gran urbe del capitalismo. Encuentros entre birras que cambiaron la historia

Las medidas de vigilancia, controles diarios y dificultades de diferente índole en el intento para acabar con la vida del purgado bolchevique, llevaron a Mercader al delirio de plantearse presa de la frustración, a contratar a un piloto civil norteamericano con el claro propósito de bombardear la vivienda del ex líder de la Revolución Rusa y acabar por las bravas con el tema que se traía entre manos.

Finalmente llegó el día fatídico del 20 de agosto de 1940 cuando el catalán llevó a cabo su misión. Tras arrearle en un momento de sorpresa con un piolet y una fuerte dosis de saña sin contemplaciones, dejaría a Trotsky sumido en profundas reflexiones. Milagrosamente, el revolucionario no solo no fallecería en aquel trágico día, el caso es que ni siquiera perdió el conocimiento. Un día después, el otrora líder revolucionario, ideólogo de la reforma permanente del sistema político que junto con Lenin y Stalin pondrían a Rusia en el mapa de los grandes acontecimientos históricos, acabaría, víctima de las durísimas lesiones recibidas con un severo derrame endocraneal irreversible.

Mercader, aquel romántico teniente republicano, pasó sus últimos años en Cuba, amable siempre con los visitantes, pero no con su pueblo

Aunque se recurrió a la respiración artificial a través del oxígeno y en última instancia a una trepanación, los galenos, que lo dieron todo para salvar a aquel que proponía el único atisbo de amejoramiento de una doctrina jibara enclaustrada en una clara carencia de motilidad ideológica casi hermética; no pudieron sacar adelante al que podría haber representado una izquierda más evolutiva y adaptable a entornos y retos cambiantes.

Mercader sería arrestado ‘in situ’ pasando a ser huésped durante años en una cárcel de la Ciudad de México. Stalin organizaría una misión para liberar al catalán, pero las enormes dificultades en la ejecución de la misma, no permitirían llevarla a cabo. Su estancia en presidio le permitiría tener una holgada economía que por lógica, alivió enormemente su estancia en aquel mísero lugar. Reconocido en una ceremonia secreta como «Héroe de la Unión Soviética», la más alta condecoración del régimen comunista, cambiaría su nombre por el de Ramón López para eludir la atención mediática.

Ramón Mercader durante su arresto. (Wikipedia)
Ramón Mercader durante su arresto. (Wikipedia)

A la muerte de Stalin, cuando la primavera se esbozaba, uno de los mayores monstruos de la humanidad moriría también de hemorragia cerebral en el año de 1953. Ironías del destino. El revisionismo de Nikita Krushev (Nikita y Iósif no hacían manitas) condenó al ostracismo a aquel que obtendría la más alta distinción de la Unión Soviética. Mercader, aquel romántico teniente republicano que combatió otra de las grandes lacras del siglo XX durante nuestra tragedia del 1936, pasó sus años postreros en esa Cuba, amable siempre con los visitantes que no con su pueblo. Los restos del héroe – asesino serían repatriados para pervivir enterrados en la extinta Unión Soviética, país por el que había dado la vida.

El asesinato de Trotsky.

Autores: Pablo Menendez Fernández y Nayade Libertad García Huelves, 30/08/2018

Fuente: revistadehistoria.es

El 20 de Agosto de 1940, Ramón Mercader clavó un piolet en la cabeza de Trotsky.

Mientras Mercader recibía una paliza brutal, cortesía de los guardaespaldas de Trotsky, este último gritaba:

“¡No le matéis! Tiene que decir quién le envía.”

Trotsky murió al día siguiente. ¿Por qué sucedió todo esto?

El asesinato de Trotsky

Es bien conocido el papel de Liev Davidovich Bronstein (conocido en España como León Trotsky), nacido en Ucrania en los últimos meses del año 1879 (la fecha exacta no se conoce con seguridad), en la Revolución Rusa de 1917, en la Guerra Civil Rusa, y su influencia como ideólogo y político de la URSS. Por ese motivo, el propósito de este artículo es hacer una breve semblanza de los hechos conocidos acerca de su asesinato.

El primer “punto de inflexión” que llevaría a la muerte de Trotsky es su exilio de la URSS en 1929, tras sus disputas ideológicas con Stalin y su progresiva degradación como dirigente del gobierno soviético por este motivo.

Trotsky iniciaría en los años siguientes un peregrinaje por Turquía, Francia y Noruega, hasta recalar finalmente en México en 1936, un país que ese momento estaba sufriendo un proceso de apertura bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas.

Es en este momento cuando entra en escena su asesino. Su nombre era Ramón Mercader del Río, aunque se hacía llamar Jacques Mornard. Nacido en Barcelona en Febrero de 1914, Mercader del Río provenía de una familia burguesa catalana. Su padre, Pablo Mercader, había hecho fortuna en la industria. Sin embargo, su madre, Eustaquia María Caridad del Rio Hernández, nacida en Cuba pero de origen español, tenía opiniones izquierdistas.

Caridad del Río Hernández formó parte de la GPU como agente secreto en Paris. Ramón Mercader del Rio fue miembro del Partido Socialista Unificado de Cataluña. Participó en la guerra civil española, como soldado del ejército republicano español. En 1937 viajaría a la URSS. Pronto ingresó en los servicios secretos soviéticos como infiltrado de la policía estalinista: el NKVD. Ramón Mercader pronto recibió la misión de asesinar a León Trotsky.

Una vez en México, Trotsky se instaló en la Casa Azul, propiedad de Frida Khalo y Diego Rivera, conocidos artistas de los círculos intelectuales mexicanos. La relación de Trotsky y Frida Khalo ha sido ampliamente discutida. Ambos llegaron a ser incluso amantes. En cualquier caso, durante su estancia en México, Trotsky se vio rodeado casi constantemente por admiradores y seguidores de sus ideas intelectuales. Y de este hecho se aprovecharía Ramón Mercader para cometer su crimen.

Mercader utilizaría la identidad falsa de Jacques Mornard. El servicio secreto soviético preparó un encuentro aparentemente casual con Silvia Ageloff, secretaria personal de Trotsky. Mercader inició una relación sentimental prefabricada con Ageloff, lo que, poco a poco, le permitió introducirse en los círculos más íntimos de Trotsky. Aun así el proceso fue lento. De hecho, Mercader era el “plan B” del servicio secreto soviético.

En la madrugada del 23-24 de Mayo de 1940, un grupo de pistoleros encabezado por David Alfaro Siqueiros (rival artístico e intelectual de Diego Rivera) asaltó la Casa Azul. El ataque fue repelido y, ante el fracaso de la operación, el propio Stalin dio el visto bueno a la Operación Pato.

Mornard comenzó a escribir artículos periodísticos, con el objetivo secreto de presentárselos a Trotsky para unas hipotéticas correcciones y así poder acceder a su domicilio. Y entonces sucedió lo inevitable. 20 de Agosto de 1940. Trotsky aceptó que Mornard le presentara unos manuscritos. Trotsky se acercó a una ventana para ver con claridad los papeles y entonces Mornard atacó.

Un piolet clavado en la nuca. Sangre. Gritos. Golpes. Convulsiones.

Así murió uno de los pensadores más importantes del siglo XX.

Tras el asesinato de Trotsky, Mercader del Río pasó casi veinte años en prisión. Durante este tiempo se dedicó a alfabetizar a sus compañeros de prisión. Tras su salida de la cárcel se trasladó hasta la URSS, dónde se le conocía como Ramón Pavlovich López. Recibió la distinción de Héroe de la Unión Soviética y la Medalla de Lenin.

Por extraño que pueda parecer, estos años en la URSS pasaron factura a Mercader del Río. Quizá porque fue entonces consciente de lo que significaba vivir bajo una dictadura, por mucho que la suya fuera una dictadura proletaria y su cárcel, una cárcel de oro.

Se trasladó a La Habana castrista. Murió en Octubre de 1978. Antes de desaparecer, Mercader del Río escribió una carta a Santiago Carrillo solicitando asilo político en España. Su petición fue denegada.

“Mató a Trotsky, pero malo no era”.

Eso es lo que Sara Montiel llegó a decir de Ramón Mercader, un personaje ambivalente, complejo y tan fascinante como el propio Trotsky.

Mercader no era lunático de ojos saltones con vocación de magnicida, sino un caballero culto, educado y refinado. Quizá un tanto burgués, aún a pesar de su fanatismo comunista.