Riego, el hombre que no quiso ser Napoleón

Riego conducido por los realistas a la cárcel de La Carolina. (Dominio público)

Autor: Francisco Martinez Hoyos

Fuente: La Vanguardia 1/01/2020

Tras una larga guerra en la que su pueblo había luchado por devolverle el trono, Fernando VII se apresuró a abolir la Constitución de Cádiz. Corría el año 1814. En aquella España que regresaba al absolutismo, el monarca pretendía que todos hicieran como si la revolución liberal no hubiera existido. En sus propias palabras, deseaba quitar las innovaciones “de en medio del tiempo”. Sin embargo, los partidarios del gobierno constitucionalista no estaban dispuestos a obedecer así como así.

Apenas seis años después, un pronunciamiento reinstauraba la Carta Magna. Este año se cumple el bicentenario del comienzo del Trienio Liberal, un período en el que brilló el coronel Rafael del Riego (1794-1823), figura central en su época, aunque a menudo mal conocida hoy. La izquierda le ha venerado como gran precursor de la democracia, mientras la derecha suele denostarle.

Para evitar los tópicos de las reseñas biográficas al uso, disponemos de la tesis de doctorado de Víctor Sánchez Martín, Rafael del Riego, símbolo de la revolución liberal (Universidad de Alicante, 2016), un trabajo hercúleo de más de mil páginas que maneja fuentes procedentes de numerosos archivos. Como señala el autor, debemos esclarecer quién fue el personaje hasta 1819, porque su juventud es una etapa poco conocida.

Retrato de Rafael del Riego.
Retrato de Rafael del Riego. (Dominio público)

Sabemos que combatió en la guerra de la Independencia y, al ser hecho prisionero, acabó deportado en Francia. Según la versión más repetida, allí entró en contacto con el liberalismo y la masonería. En realidad, no hay datos que avalen esta hipótesis. Cuando regresó a España, reanudó su carrera militar sin que el gobierno absolutista sospechara de sus convicciones ideológicas. Es más, obtuvo puestos de estado mayor. Solo se politizó en sentido liberal al comprobar la incapacidad de la monarquía para resolver los problemas del país.

El pronunciamiento

En 1819 ya se había convertido en un partidario de la Constitución. Ese año, un poderoso ejército se había reunido en Cádiz, preparado para marchar a reprimir los levantamientos independentistas en los territorios americanos. Riego, uno de sus comandantes, se alzó el 1 de enero de 1820 contra la autoridad real. El militar publicó un manifiesto en el que criticaba la guerra por injusta, convencido de que no había que combatir el secesionismo con las armas.

Bastaba, a su juicio, con el restablecimiento de la Constitución: eso haría que el independentismo dejara de tener apoyos. La verdad es que su planteamiento pecaba de ingenuo, porque, a esas alturas, se hiciera en la península lo que se hiciera, la independencia de América ya era irreversible. Carece de sentido imaginar, como tantas veces se hace, que las cosas hubieran podido ser distintas si el ejército de Cádiz hubiera llegado a cruzar el Atlántico.

Fernando VII se apresuró a jurar fidelidad al liberalismo con unas palabras hipócritas

En un primer momento pareció que la sublevación de Riego estaba destinada al fracaso por falta de respaldo popular. Sin embargo, cuando su columna estaba a punto de disolverse, estallaron rebeliones en ciudades como La Coruña y El Ferrol. Fernando VII, asustado, se apresuró a jurar fidelidad al liberalismo con unas palabras que desde entonces son el paradigma de la hipocresía política: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Era un engaño, pero muchos le creyeron.

No a cualquier precio

Se ha dicho que Riego proclamó la Constitución de Cádiz por iniciativa propia, pero esta no es una afirmación demostrable. Su actuación refleja los deseos de los militares más progresistas del momento. El problema fue la falta de consenso en torno a esta medida: el liberalismo se dividió entre los partidarios de la Carta Magna y los que criticaban el texto de 1812 como excesivamente radical. A lo largo del Trienio, Riego sería acusado falsamente de rebelde y republicano.

Como muestra Sánchez Martín, se distinguió por su escrupuloso respeto a las normas constitucionales. Por inclinación personal simpatizaba con el liberalismo más progresista de la época, pero como presidente de las Cortes Generales trató de mantener una posición neutral.

Placa conmemorativa en Tuña, Asturias, lugar de nacimiento de Riego.
Placa conmemorativa en Tuña, Asturias, lugar de nacimiento de Riego. (Dominio público)

Las reformas democratizadoras no contaban con el suficiente apoyo. En medio de continuas peleas entre las corrientes liberales, el orden público empezó a venirse abajo por la proliferación de guerrillas absolutistas.

Para reprimirlas, el gobierno no podía fiarse de muchas autoridades de dudosa lealtad, dispuestas a cambiar de bando a la menor ocasión. ¿Cómo sacar adelante, en aquellas circunstancias tan complicadas, el programa liberal? Algunas voces se alzaron a favor de la mano dura. Había que hacer como los revolucionarios franceses y aplastar la oposición reaccionaria por la fuerza.

Riego rechazó este camino, incapaz de tomarlo en consideración por su respeto a la legalidad. No estaba dispuesto a convertirse en una especie de Napoleón español con poderes dictatoriales. De hecho, prefería retirarse de la vida pública si su presencia contribuía a desunir al liberalismo.

Esta voluntad conciliadora quedó patente en numerosas ocasiones, sobre todo con motivo de las manifestaciones en las que su retrato se paseaba por las calles como gesto de afirmación política radical. Él nunca estuvo de acuerdo con estas convocatorias, ante el temor de que fueran contraproducentes y contribuyeran a que los ánimos se desbordaran. El supuesto Riego extremista, por tanto, no es más que una leyenda. Lo que encontramos es un espíritu apaciguador.

La situación se hizo desesperada cuando las tropas francesas invadieron la península en 1823 para devolver a Fernando VII sus plenos poderes. Riego se puso al frente de sus tropas, pero fue vencido. Se ha dicho que su derrota obedeció a su ineptitud militar, pero, para ser justos, debe tenerse en cuenta que mandaba soldados inexpertos.

De nuevo con autoridad ilimitada, el rey no tuvo piedad. Nuestro protagonista murió en la horca. Se consolidó así un mito de largo alcance. Un siglo después, el himno que cantaban las tropas de Riego se convirtió en el oficial de la Segunda República.

Riego, 200 años del golpe por la libertad

El mariscal Rafael de Riego, líder liberal español del siglo XIX. ATENEO DE MADRID

Autora: Amalia Bulnes.

Fuente: El País 31/12/2019

Hace dos siglos, el general asturiano se alzó contra la monarquía absoluta de Fernando VII. Su victoria inauguró el Trienio liberal

Las Cabezas de San Juan, en la provincia de Sevilla, una villa enclavada en el Bajo Guadalquivir que aún hoy es tránsito obligado hacia Cádiz, amanecía, a las 8 de la mañana del 1 de enero de 1820, escribiendo la página más sobresaliente de su historia. Un episodio que es también trascendental para enmarcar la historia contemporánea en España: el pronunciamiento del general Rafael del Riego (Tuña, Asturias, 1784 – Madrid, 1823) que, alzado en armas, pretendía obligar a Fernando VII a abandonar el régimen absolutista restaurado en 1814, tras la Guerra de la Independencia, y volver a acatar la Constitución proclamada por las Cortes de Cádiz en 1812. El triunfo -aunque no inmediato- de esta revolución abrió la puerta al llamado Trienio Liberal, un periodo en el que, por primera vez en la historia, España iba a estar regida por un sistema constitucional. “Las luces de Europa no permiten ya, señor, que las naciones sean gobernadas como posesiones absolutas de los reyes (…). Resucitar la Constitución de España, he aquí su objeto: decidir que es la Nación legítimamente representada quien tiene solo el derecho de darse leyes a sí misma”, rezaba el manifiesto que, dirigido al monarca absolutista, leyó el militar en la hoy llamada plaza de la Constitución del municipio sevillano aquel primero de año del que se cumplen dos siglos.

Personaje sobre el que aún hoy no existe un consenso —“ha pasado a la historia como un personaje controvertido, héroe para unos, militar golpista para otros”, reconoce el exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra—, es no obstante indudable que Riego fue el gran protagonista del que está considerado el primer golpe militar de la historia de España. Infiltrado desde el final de la Guerra de la Independencia en los movimientos clandestinos del Ejército que ejercían la oposición liberal al régimen de Fernando VII —que había abolido la Constitución del 12 “como si no hubiera ocurrido jamás”—, el general se encontraba aquel 1 de enero en las provincias limítrofes con Cádiz junto a otros 20.000 hombres. Todos ellos debían embarcar a América con el fin de sofocar las revueltas independentistas que estaban irrumpiendo en territorios del aún Imperio Español. Pero, en un giro que daría la vuelta al curso de la historia española, se salió del guion y proclamó la Constitución de Cádiz.

Las voces más críticas, entre las que se encuentra la de Manuel Moreno Alonso, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, creen que “Riego encontró un pretexto excelente, toda la parafernalia liberal del triunfo de la Constitución, para no ir a las colonias. Nunca se ha puesto de relieve, pero la causa clave es que no quería ir a América”, asegura el profesor, para quien “la labor de Riego fue desgraciada en todos los sentidos y sumió al país en el caos”. “La celebración de esta efeméride debe evitar una única visión histórica determinada», insiste Moreno Alonso. «Hay que ser críticos con las cosas disonantes que tuvo el golpe: lo hicieron dejando a un lado a los doceañistas, esto es, embistieron contra los propios liberales, y Riego obedeció, no a la voluntad popular, sino a las logias masónicas a las que se debía”. En ellas había ingresado años antes por encontrar allí uno de los resortes más poderosos en la lucha contra el absolutismo.

Por el contrario, Guerra cree que “no es posible olvidar que, más allá de las conjeturas acerca de la motivación personal que le indujo a actuar como lo hizo, Riego se subleva reclamando la Constitución liberal de 1812, se opone a la felonía del Rey absolutista y es reprimido brutalmente con un final trágico de descuartizamiento. A partir de 1812, la vida política española tomó el camino del autoritarismo hasta 1978 con la Constitución vigente, salvando el corto período de la República de 1931, que terminó también de manera autoritaria”.

A esta voz se suma la del profesor Alberto González Troyano, profesor de Literatura en las universidades de Fez (Marruecos), Cádiz y Sevilla y Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz de Ciencias Sociales en 2012. “La gesta de Riego ha repercutido de manera más que positiva en la construcción de la España liberal. Deberíamos enfocar el acontecimiento del pronunciamiento como el primer ejemplo en la historia de nuestro país de un militar que se alza en favor de la causa constitucional. Riego no es él mismo, ni sus causas particulares, sino lo que representa: recogió la voluntad colectiva y logró que, durante tres años, el liberalismo triunfara en España”, asegura.

Fernando VII tardó en reaccionar casi tres meses. Fue necesario que una gran multitud rodeara el Palacio Real de Madrid para que atendiera a las exigencias de Riego. Lo hizo con un manifiesto que incluía la histórica proclamación por la que fue apodado El felón, en relación con su deslealtad: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Así comenzaba el Trienio Liberal, un sueño breve que acabó con Riego guillotinado en la Plaza de la Cebada de Madrid por orden del propio monarca, que no había dejado de maniobrar para hacer fracasar el ensayo liberal y que se consumó con la entrada en España de los Cien Mil Hijos de San Luis comandados por el duque de Angulema. “Riego asistió solo a su final, abandonado por todo el mundo. Fue un hombre de pocas luces, un mito inconsistente construido sobre un personaje que estaba hecho con una cera que ardía mal”, insiste el profesor Moreno Alonso.

No obstante, recuerda Guerra, “no está nuestra historia contemporánea tan llena de personajes que hayan dado su vida por defender los valores democráticos constitucionales como para dejar pasar un aniversario redondo, 200 años, sin recordar al general Riego. Durante más de dos siglos en España no se alcanzó la construcción de un Estado moderno porque las fuerzas reaccionarias del momento se conjuraban para impedirlo: el trono, la espada, el altar y las grandes fortunas agrarias. El principio liberal que proclama el liberal Riego se confirma con la Constitución del 78, que se mira mucho en la del 12, con un Ejército que asume el papel que le consigna la Constitución y con un monarca —en realidad son dos— que defienden la democracia constitucional, en febrero de 1981 y en octubre de 2017 como fechas culminantes”.

HIMNO DE RIEGO

Otro de los grandes hitos por los que el nombre de Riego sigue asociado a la historia del Liberalismo de España es el himno que lleva su nombre y que nació ese mismo 1 de enero de 1812 para acompañar la marcha del general con las tropas sublevadas que obligaron al rey a firmar la Constitución en 1820. A pesar de seguir siendo conocido por el nombre de Riego, la letra fue obra de su amigo Evaristo Fernández de San Miguel, teniente coronel y compañero en la insurrección. El autor de la música, sin embargo, se desconoce de manera oficial, aunque existen varias teorías, entre las que sobresale la autoría del compositor romántico José Melchor Gomis. A pesar de su enorme popularidad en la I y la II República –con la inclusión de una letra satírica- solo llegó a ser himno oficial en el Trienio Liberal.