Día Internacional de la Mujer: ¿Qué pasó el 8 de marzo de 1857?.

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Dos integrantes de un piquete durante la huelga de las camiseras de Nueva York de 1909, precedente del Día Internacional de la Mujer. / ARCHIVO

Fuente: El Periódico, 7/03/2019

El incendio de una fábrica de camisas de Nueva York en el que murieron 146 personas marcó la lucha por los derechos de la mujer.

El Día Internacional de la Mujer del 8 de marzo fue declarado por la ONU en 1975. Dos años más tarde se convirtió en el Día Internacional de la Mujer y la Paz Internacional. En Estados Unidos se celebra oficialmente tan solo desde 1994, a pesar de que es en aquel país donde se encuentran los orígenes de la conmemoración. ¿Por qué se eligió ese día?

La explicación más verosímil se remonta a mediados del siglo XIX, en plena revolución industrial. El 8 de marzo de 1857, miles de trabajadoras textiles decidieron salir a las calles de Nueva York con el lema ‘Pan y rosas’ para protestar por las míseras condiciones laborales y reivindicar un recorte del horario y el fin del trabajo infantil.

Fue una de las primeras manifestaciones para luchar por sus derechos, y distintos movimientos, sucesos y movilizaciones (como la huelga de las camiseras de 1909) se sucedieron a partir de entonces. El episodio también sirvió de referencia para fijar la fecha del Día Internacional de la Mujer en el 8 de marzo, jornada reivindicativa a la que Google dedica hoy un ‘doodle’.

Doodle de Google dedicado al Día Internacional de la Mujer
‘Doodle’ de Google dedicado al Día Internacional de la Mujer. 

El capítulo más cruento de la lucha por los derechos de la mujer se produjo, sin embargo, el 25 de marzo de 1911, cuando se incendió la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York. Un total de 123 mujeres y 23 hombres murieron. La mayoría eran jóvenes inmigrantes de entre 14 y 23 años.

Según el informe de los bomberos, una colilla mal apagada tirada en un cubo de restos de tela que no se había vaciado en dos meses fue el origen del incendio. Las trabajadoras y sus compañeros no pudieron escapar porque los responsables de la fábrica habían cerrado todas las puertas de escaleras y de las salidas, una práctica habitual entonces para evitar robos.

Trabajadoras textiles de Nueva York, durante una huelga en 1910, precedente del Día Internacional de la Mujer
Trabajadoras textiles de Nueva York, durante una huelga en 1910. 

El desastre industrial, el más mortífero de la historia de la ciudad, supuso la introducción de nuevas normas de seguridad y salud laboral en EEUU.

Precedentes del Día Internacional de la Mujer

Antes de esta fecha, en EEUU, Nueva York y Chicago ya habían acogido el 28 de febrero de 1909 un acto que bautizaron con el nombre de ‘Día de la Mujer’, organizado por destacadas mujeres socialistas como Corinne Brown y Gertrude Breslau-Hunt.

En Europa, fue en 1910 cuando durante la 2ª Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague (Dinamarca) con la asistencia de más de 100 mujeres procedentes de 17 países, se decidió proclamar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=9DrZPOfF68s]

Detrás de esta iniciativa estaban defensoras de los derechos de las mujeres como Clara Zetkin Rosa Luxemburgo. No fijaron una fecha concreta, pero sí el mes: marzo.

Derecho a votar

Como consecuencia de esa cumbre de Copenhague, el mes de marzo de 1911 se celebró por primera vez el Día de la Mujer en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. Se organizaron mítines en los que las mujeres reclamaron el derecho a votar, a ocupar cargos públicos, a trabajar, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.

Coincidiendo con la primera guerra mundial, la fecha se aprovechó en toda Europa para protestar por las consecuencias de la guerra.

El color morado

La celebración se fue ampliando progresivamente a más países. Rusia adoptó el Día de la Mujer tras la Revolución comunista de 1917. Le siguieron muchos países. En China se conmemora desde 1922, mientras que en España se celebró por primera vez en 1936.

El color morado es el color representativo del Día de la Mujer, y el que adoptan las mujeres o los edificios como signo de la reivindicación. Fue el color que en 1908 utilizaban las sufragistas inglesas. En los 60 y los 70 las mujeres socialistas escogieron este color como símbolo de la lucha feminista y posteriormente se le asoció a la jornada que se celebra cada 8 de marzo.

Kautsky y la izquierda británica en 1913 .

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Eduard Bernstein con Karl Kautsky, hacia 1925

Autor: Eduardo Montagut.

Fuente: Nueva Tribuna, 21/02/2019

Kautsky publicó el 26 de diciembre de 1913 un artículo en Neue Zeit, la principal revista teórica del SPD, y que en España se pudo leer gracias El Socialista sobre la unidad del socialismo británico, y sobre el carácter del laborismo.

La Segunda Internacional siempre luchó para que en cada país solamente hubiera un partido socialista. Uno de los grandes objetivos fue su empeño en que se terminara con la intensa división en Francia, una recomendación que fue seguida con la creación de la SFIO en 1905. En este sentido, muy importante fue la resolución tomada por el Congreso de Ámsterdam. En dicho Congreso se aprobó una resolución sobre la unidad. Para que la clase obrera tuviera fuerza en su lucha contra el capitalismo se hacía indispensable que hubiera un único partido socialista en cada país, enfrente de los partidos burgueses, como había un único proletariado. En consecuencia, todos los militantes, fracciones u organizaciones que se considerasen socialistas tenían el deber de trabajar para conseguir la unidad sobre la base de los principios establecidos por los Congresos internacionales. La Segunda Internacional y los Partidos de las naciones donde existiese tal unidad tenían el deber de ponerse a disposición para ayudar a que este acuerdo tuviese éxito.

Pues bien, la Oficina de la Internacional, que se había reunido en Londres en 1913 para preparar el Congreso de la Internacional de Viena, también había tratado sobre la unidad socialista en Gran Bretaña y en Rusia, aprobándose que la Socialdemocracia alemana, pilar de la Segunda Internacional, debía ayudar con su ejemplo y estímulo a los socialistas de ambos países para conseguir la unidad organizativa.

Así pues, Kautsky se había puesto manos a la obra, y había escrito el trabajo aludido. Su análisis es de una gran lucidez, partiendo siempre de un análisis de la realidad económica, social y política británicas desde el siglo anterior, intentado adaptar el modelo de organización política socialista a dicha realidad, sin procurar imponer el alemán o continental.

El líder alemán consideraba que en Inglaterra faltaba una teoría común que ayudase a que se realizase la unidad. Allí habían nacido la Revolución Industrial y el capitalismo, y por eso, se había desarrollado antes que en ningún sitio la lucha política de la burguesía y del proletariado, pero antes de que se hubiera producido una investigación teórica profunda de la sociedad. En consecuencia, el país más avanzado económicamente había conservado los modos más antiguos de pensamiento. El proletariado británico se movía en unas líneas de pensamiento premarxista, sin un gran interés por la teoría, algo que compartía con la burguesía. En el Reino Unido la práctica había precedido a la teoría, generándose un evidente menosprecio a la misma y a todo tipo de política que no trajese ventajas prácticas. Kautsky estaba aludiendo, evidentemente, a la falta de marxismo en Inglaterra, a pesar de que allí escribiera gran parte de su obra Marx, y al sentido práctico británico, que compartían todas las clases.

El pensamiento de muchos socialistas británicos seguía bebiendo del radicalismo, una corriente que, como bien sabemos, se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVIII, y de una evidente filantropía de origen burgués. Kautsky citaba a Owen, Comte, Carlyle, Stuart Mill, Spencer y Henry George. Hasta el marxismo británico era peculiar. Los dos grandes marxistas, Hyndman y Ernest Belfort Bax rechazaban realmente la interpretación materialista de la Historia.

En la Europa continental, y especialmente en Alemania, en cambio, el movimiento social se había desarrollado después que el político, y los sindicatos, aunque organizaciones independientes del Partido, estaban íntimamente ligados al mismo. En Inglaterra, por su parte, el movimiento obrero solamente se había desarrollado desde mediados del siglo XIX a través de los sindicatos, que dirigían tanto las luchas económicas como las políticas de la clase trabajadora. Otro aspecto importante a destacar era cómo el Partido Liberal británico había conseguido seducir a los trabajadores durante un tiempo.

Pero los problemas de la industria británica en los años setenta del siglo XIX trajeron cambios en relación con el panorama descrito. Los sindicatos comenzaron a estancarse, y se desarrolló una intensa miseria en el seno de la clase trabajadora no organizada. Kautsky observaba un fenómeno que conoce bien la historiografía en relación con la crisis de 1873. En principio, la bajada de precios benefició a todos los grupos sociales, como se puso de manifiesto en la alimentación. La carne, un lujo durante gran parte del siglo XIX, comenzó a aparecer en la mesa de los obreros. Hubo un evidente estímulo del comercio, surgiendo tiendas y almacenes en los barrios. También hubo un abaratamiento del transporte público, como el popular tranvía. Los salarios de los obreros cualificados, a pesar de la deflación, se mantuvieron relativamente altos gracias al poder y presión de las Trade Unions. La huelga, ya legal, era un instrumento muy eficaz y temido. Los sindicatos contaban con bolsas de resistencia para las huelgas, por lo que ya no era tan fácil romperlas. Además, tenían un enorme control sobre la formación profesional e impedían que los patronos pudieran contratar a mano de obra menos cualificada para los puestos que necesitaban una formación alta. En conclusión, los obreros más cualificados resistieron muy bien la crisis. Estaríamos hablando de una verdadera aristocracia obrera.

Pero los trabajadores no cualificados, que eran la mayoría, no disfrutaron de las mismas ventajas. Aunque no vieron bajar sustancialmente sus salarios, las pagas siguieron siendo inseguras y las jornadas laborales muy largas, como mínimo de diez horas. Pero el problema principal era el aumento vertiginoso del paro. Se calcula que en tiempos de la Gran Depresión hasta un 30% de la población de la capital londinense tenía serios problemas para subsistir.

Esta situación explosiva de gran parte de la clase obrera, no atendida por el sindicalismo clásico, motivó el surgimiento de un nuevo tipo de sindicato para los más desfavorecidos y que se centró en tres grandes objetivos. Si el sindicalismo de los trabajadores cualificados buscaba el mantenimiento y/o mejora del status de sus afiliados, el nuevo sindicato recuperó y actualizó las antiguas reivindicaciones del movimiento obrero: mejora salarial y reducción de la jornada laboral. Aunque la principal demanda sería el mantenimiento del puesto de trabajo. Era un sindicalismo mucho más radical y eso asustó a la patronal, a las autoridades y hasta la clase media, ya acostumbrada al otro sindicato, compuesto por miembros que no se encontraban tan alejados de su propia condición socioeconómica.

La tensión volvió a Gran Bretaña cuando ya se había casi olvidado la que se había desatado en la época del cartismo, casi medio siglo antes. El 13 de noviembre de 1887 tuvo lugar el conocido como Bloody Sunday, es decir, el Domingo Sangriento. Una manifestación convocada en pleno centro de Londres, en Trafalgar Square para pedir la libertad del líder nacionalista irlandés Parnell terminó con más de cien heridos y dos muertos. Dos años después, en 1889, se produjo la primera gran huelga de trabajadores sin cualificación profesional. Era la huelga de los estibadores del puerto londinense. En 1890 se celebró la primera manifestación del Primero de Mayo. En 1893 los mineros de Yorkshire, las Midlands y del Lancashire paralizaron las minas durante casi cuatro meses, algo inaudito. En ese año se alcanzó un récord de horas perdidas por huelgas.

Esta conflictividad generó una intensa represión, pero también la reacción de los políticos y pensadores más conservadores. Para los gobiernos y la patronal el estallido de huelgas sería la causa de la crisis económica y las dificultades por las que pasaba el Taller del Mundo, cuya hegemonía era ya seriamente cuestionada por la potencia económica de Alemania y de los Estados Unidos. En este clima se agudizó también el darwinismo social.

Pero también es cierto que esta conflictividad supuso la entrada en una nueva etapa del movimiento obrero en Gran Bretaña, la que permitió el nacimiento del socialismo de tipo anglosajón, ya que surgieron pensadores que consideraron que esta agitación se terminaría si se alcanzaba la justicia social y el fin de la evidente miseria que se vivía junto con la opulencia más ostentosa. Esto es a lo que se refería Kautsky cuando decía que en los años ochenta comenzó a surgir la necesidad de crear un partido socialista. Así pues, en 1884 un grupo de seguidores de Marx fundaron la Social Democratic Federation, de la que se escindiría la Liga Socialista de Morris. Para el político y pensador alemán la SDF había hecho un gran trabajo para expandir el pensamiento socialista, pero no se había conseguido crear un partido de masas, como el alemán o el de otros países europeos. Y no lo había conseguido porque los trabajadores británicos seguían creyendo en el sindicato, antes que nada. Las organizaciones políticas socialistas se habían quedado en sociedades de propaganda. Kautsky no alude explícitamente a la Sociedad Fabiana, pero podríamos encuadrarla en este contexto.

laborismo

Los padres del marxismo británico habrían buscado un camino distinto para llegar a constituir un partido del trabajo, que uniera las sociedades marxistas con los sindicatos, y que fuera totalmente independiente de los partidos existentes, como el liberal, algo que Kautsky consideraba muy diferente al modelo socialdemócrata alemán o europeo continental. Un partido del trabajo formado por los sindicatos, en alusión explícita al Partido Laborista, era distinto al SPD, partido socialista de masas al lado de los sindicatos. Esa era la causa que, en su opinión, no terminaban de cuajar la SDF británica en este modelo de partido.

Un sindicato o federación de sindicatos no podía adoptar una actitud tan decidida y clara como una organización puramente política, porque los sindicatos tendían a aglutinar en su lucha económica a elementos de opiniones políticas distintas y hasta indiferentes hacia la política. Si la tradición era sindical, era muy complicado que un partido de sindicatos (el Partido laborista) pudiera superar dicha tradición.

Pero Kautsky, aunque claramente partidario de su modelo, no era un defensor de que se aplicase a Inglaterra porque contradecía un principio defendido por Engels, y que era la consideración de que la situación del proletariado dependía de características históricas de cada lugar, que había que tener siempre en cuenta, por lo que intentar aclimatar lo que se había hecho en Alemania o en la Europa continental, como habían intentado los marxistas británicos era un claro fracaso. Así pues, la cuestión no era elegir entre un modelo u otro, sino atender a la realidad británica, y que no era otra que la del partido de sindicatos para conseguir un partido de masas. Kautsky había defendido siempre que el Partido del Trabajo inglés fuera admitido en la Segunda Internacional. 

En contraposición, los marxistas ingleses se habían enfrentado al Partido del Trabajo, como si fuera simplemente un partido social avanzado como otros del continente europeo, pero Kautsky no interpretaba el laborismo así, aunque tuviera elementos de tipo liberal. Que el Partido no fuera declarado socialista no significaba que los socialistas debían mantenerse alejados del mismo, sino trabajar unidos. Kautsky consideraba que, si un día los trabajadores británicos llegasen tan lejos intelectualmente como los alemanes, serían los más poderosos del mundo. Si en Alemania la lucha política se dirigía a la conquista del poder, en Inglaterra era por conquistar a los trabajadores.

Esa lucha solamente alcanzaría éxito dentro de la única organización política de masas británica, el laborismo. Si los marxistas británicos querían influir en el mismo debían integrarse. Kautsky era, en conclusión, un firme partidario de la unidad.

Hemos trabajado con el número 1686 de El Socialista.

Henri Poincaré, el profeta del caos que probó que hay problemas imposibles de resolver.

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El francés Henri Poincaré (1854-1912), es considerado uno de los mejores matemáticos de todos los tiempos. Trabajó en mecánica celeste, topología, relatividad y es considerado el fundador de la teoría del caos. También planteó la Conjetura de Poincaré, en 1904, un problema de topología que no fue resuelto hasta 2003 por Grigori Perelman.

Autor: Marcus du Sautoy

Fuente: BBC. 16/09/2018

Henri Poincaré había verificado cada paso de su argumento. Su prueba acaba de recibir un premio matemático de la Academia de Ciencias en Suecia.

Pero uno de los jueces planteó una pregunta sobre uno de los pasos y Poincaré se dio cuenta de que había cometido un grave error.

Ese alarmante error, sin embargo, llevó a Poincaré a realizar un descubrimiento matemático extraordinario.

Destellos

Henri Poincaré es uno de los gigantes de las matemáticas y uno de los genios de la historia. Además de matemático, fue astrónomo y físico teórico.

En este sentido, su enfoque de las matemáticas no era diferente al de Sir Isaac Newton 200 años antes.

Poincaré era un gran creyente en la «intuición matemática».

«Un científico digno de su nombre, sobre todo un matemático, experimenta en su trabajo la misma impresión que un artista; su placer es igual de grande y de la misma naturaleza», dijo.

Con su portentosa memoria, solía resolver los problemas completamente en su cabeza y, una vez resueltos, escribía rápidamente los resultados.

Sobre cómo llegó a la respuesta al reto que le había valido el premio de la Academia de las Ciencias contó:

«Todos los días me sentaba en mi mesa de trabajo, me quedaba una o dos horas, probaba una gran cantidad de combinaciones y sin obtener resultados«.

«Una noche, contrariamente a mi costumbre, me tomé un café y no pude dormir«.

«Las ideas se levantaron en las multitudes; las sentí colisionar hasta que se entrelazaron en pares, por así decirlo, formando una combinación estable. A la mañana siguiente solo tuve que escribir los resultados, lo que me llevó unas horas.

«El pensamiento es solo un destello entre dos largas noches, pero este destello lo es todo«.

Antes de que todo se tornara caótico…

En 1885, el Rey Oscar II de Suecia y Noruega decidió celebrar su 60 cumpleaños ofreciendo un premio matemático.

Tres matemáticos eminentes fueron convocados para elegir un desafío matemático apropiado y juzgar las respuestas.

Rey Oscar II de Suecia y NoruegaDerechos de autor de la imagen GETTY IMAGES
Image caption ¿Qué le regalas a un rey que lo tiene todo? La solución a un problema matemático.

La pregunta que plantearon fue: ¿podemos establecer matemáticamente si el Sistema Solar continuará girando como un reloj, o es posible que en algún momento futuro, la Tierra se salga de órbita y desaparezca de nuestro sistema planetario?

Cuando Poincaré comenzó a explorar y encontró que estaba entrando en un territorio matemático increíblemente difícil.

Para simplificar un poco las cosas, comenzó estudiando un sistema con solo dos planetas. Isaac Newton ya había demostrado que sus órbitas serían estables. A partir de ahí, pasó a analizar qué sucede cuando se agrega otro planeta a la ecuación.

El problema es que, tan pronto como tienes tres cuerpos en un sistema, la Tierra, la Luna y el Sol, por ejemplo, la cuestión de si sus órbitas son estables se vuelve muy complicada, tanto que ya había dejado perplejo al poderoso Newton.

«Considerar simultáneamente todas estas causas de movimiento y definir estos movimientos mediante leyes exactas que admitan el cálculo fácil excede, si no me equivoco, el poder de cualquier mente humana», escribió el físico y matemático británico.

Sistema SolarDerechos de autor de la imagen GETTY IMAGES
Image caption¿Cuán estable es el Sistema Solar?

Sin inmutarse, Poincaré se puso a trabajar. Y aunque no pudo descifrar el problema por completo, el documento que presentó sobre el llamado «problema de 3 cuerpos» fue más que suficientemente brillante para ganar el premio del rey Oscar.

«A partir de ese momento, el nombre de Henri Poincaré se hizo conocido por el público, que luego se acostumbró a considerar a nuestro colega ya no como un matemático de particular promesa sino como un gran erudito del que Francia tiene derecho a estar orgullosa», señaló matemático Gaston Darboux, entonces secretario permanente de la Academia Francesa de Ciencias.

Al borde del caos

Fue cuando se estaba por publicar la solución de Poincaré en una edición especial de la revista de la Real Academia Sueca de Ciencias, Acta Mathematica, que salió a la luz el error en su trabajo.

Poincaré telegrafió al presidente de los jueces Gösta Mittag-Leffler para contarle la mala noticia, con la esperanza de limitar el daño.

«Las consecuencias de este error son más serias de lo que pensé en un principio. No voy a ocultarte la angustia que este descubrimiento me ha causado (…) No sé si todavía pensarás que los resultados que quedan merecen la gran recompensa que les has otorgado. Te escribiré extensamente cuando pueda ver las cosas más claramente», decía el telegrama.

Además, trató de evitar que la revista se imprimiera: publicar un documento erróneo en honor del rey sería un desastre.

Tierra, Luna y SolDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption El modelo simplificado lo llevó a cometer el error.

Mittag-Leffler estaba «extremadamente perplejo» al escuchar las noticias.

«No es que dude que tus escritos serán, en cualquier caso, considerados como la obra de un genio por la mayoría de los geómetras y que serán el punto de partida para todos los esfuerzos futuros en la mecánica celeste. Por lo tanto, no pienses que lamento haberle otorgado el premio», le contestó el matemático sueco.

«Pero lo terrible es qutu carta llegó demasiado tarde y su trabajo ya se ha distribuido», agregó.

La reputación de Mittag-Leffler estaba en juego por no haber recogido el error antes de que hubieran otorgado públicamente el premio a Poincaré.

«Por favor, no digas una palabra de esta historia lamentable a nadie. Te daré todos los detalles mañana», le pidió a su colega francés y pasí las siguientes semanas tratando de recuperar las copias impresas sin levantar sospechas sobre el embarazoso error.

Mittag-Leffler le sugirió a Poincare que pagara por la impresión de la versión original. Poincaré, que estaba mortificado, lo hizo, a pesar de que la cuenta llegó a más de 3.500 coronas, 1.000 más que el premio que había ganado originalmente.

El grave error de suponer

Como cualquier matemático diligente (o quizás obsesivo), Poincaré trató de corregir su error, de entender dónde y por qué se había equivocado.

Se dio cuenta que sencillamente no estaba bien aproximar de la forma que él había sugerido: su suposición de que un pequeño cambio en las condiciones iniciales resultaría en un pequeño cambio en el resultado era incorrecta.

Patos en línea con uno yendo para otro ladoDerechos de autor de la imagen GETTY IMAGES
Image caption Por pequeña que sea una desviación en el sistema, el cambio puede ser inmenso.

«Poincaré fue capaz de demostrar que es posible tener un sistema que se puede definir de manera muy sencilla y, sin embargo, puede producir movimientos realmente muy complicados, que se pueden entender pero no predecir. Y esa es una desviación radical del estándar que se tenía hasta entonces», explica el matemático y astrónomo Carl Murray.

En 1890, Poincaré escribió un segundo documento extenso en el que explicaba su creencia de que pequeños cambios podrían hacer que un sistema aparentemente estable se descompense repentinamente.

Esas mariposas

Lo que Poincaré demostró, tras sobreponerse de la angustia, es que existen ciertos problemas en el mundo para los cuales las matemáticas no pueden predecir la solución.

Efectivamente: esa poderosa disciplina que muchos consideran como la reina de las ciencias tiene límites.

Es el llamado «efecto mariposa»: la noción de que una mariposa agitando sus alas hace pequeños cambios en la atmósfera que posiblemente podrían causar un tornado en Tokio.

Mariposas en PerúDerechos de autor de la imagenSCIENCE PHOTO LIBRARY
Image caption Probablemente hayas oído hablar de que el batir de alas de una delicada mariposa puede tener consecuencias colosales en algún lugar del mundo.

Fue el nacimiento de la teoría del caos, uno de los conceptos más importantes del siglo pasado y una nueva rama matemática que está en el corazón de muchos sistemas naturales, desde cómo la población de una determinada especie varía con el tiempo hasta el ritmo de tu corazón, desde el Sistema Solar hasta nuestro clima.

Una teoría que cambió nada menos que nuestra comprensión del Universo.

El caos es la partitura en la que está escrita la realidad*

El caos hace que predecir el futuro sea tremendamente difícil.

Eso no quiere decir que el caos sea la matemática de la aleatoriedad o la probabilidad. Un sistema caótico sigue estando controlado por estrictas ecuaciones matemáticas pero, y esa fue la gran sorpresa, un cambio muy pequeño en las condiciones iniciales puede conducir a resultados muy diferentes.

Y en caso de que todavía te estés preguntando lo mismo que el rey Oscar hace 134 años –¿Es estable nuestro Sistema Solar?-, recientes modelos de computador señalan que a pesar de miles de años de estabilidad, es «posible» que una pequeña perturbación causada por un asteroide rebelde sea suficiente para despedazar nuestro sistema planetario.

Pero los modelos de computadora no son matemáticas. Y, hasta el día de hoy, una solución puramente matemática a este problema sigue eludiéndonos.

* «Trópico de Cáncer» (1934), Henry Miller

Los conservadores europeos a fines del siglo XIX.

Autor: Eduardo Montagut. 14/08/2018

Fuente: nuevatribuna.es.

En este artículo aportamos algunas claves sobre el conservadurismo a finales del siglo XIX, cuando los Estados liberales se habían asentado con un sistema político basado en el turno en el poder entre las dos familias básicas del liberalismo: el progresista o denominado liberal en sí, y el conservador, como ocurría en España.

Las fuerzas conservadoras europeas estaban integradas por la alta burguesía industrial y financiera, los terratenientes, las altas jerarquías del Estado en su parte civil y militar, gran parte del clero y la vieja aristocracia, que se adaptó a la nueva situación con el derrumbe del Antiguo Régimen, al no verse afectado su poder económico, como ocurrió en el caso español. En realidad, el conservadurismo europeo aunaba los intereses de las partes más elevadas de la burguesía con los miembros de los estamentos privilegiados de antaño en una suerte de cierta pervivencia de elementos del Antiguo Régimen en el nuevo, conformando una oligarquía, y como valladar frente a las tendencias liberales progresistas, democráticas, radicales y del pujante movimiento obrero. Esa fue la base social, por ejemplo, del Partido Conservador de Cánovas del Castillo a partir de 1875.

Los conservadores defendían un conjunto de ideas comunes, con las salvedades propias de cada país, como ocurrirá con la cuestión religiosa, ya que todos son firmemente partidarios de la presencia política y social de la religión, pero en unos sitios, sería la anglicana, en otros la evangélica y, por fin, la católica.

Ya en el terreno estrictamente político, eran partidarios del mantenimiento de instituciones que procedían del pasado, especialmente la Monarquía. No se trataba de conservar el modelo absoluto de derecho divino, pero sí de permitir que la institución monárquica mantuviese un gran poder, a través de la fórmula de la soberanía compartida con el poder legislativo (Parlamento, Cortes), y que encarnase el poder ejecutivo. Es el modelo, por ejemplo, consagrado en la Constitución española de 1876.

El sistema político conservador se basaría en la fórmula de un sufragio muy censitario, tanto para votar como para ser votado. El conservadurismo tenía en la cámara alta (Senado) una institución clave para frenar cualquier veleidad democrática que pudiera nacer en las cámaras bajas (Asambleas Nacionales, Congresos de Diputados). Para ello, su composición se restringió no sólo con la aplicación del sufragio censitario, sino también con la reserva de un cupo de los escaños de los Senadores para miembros natos, surgidos de la alta administración civil, militar y eclesiástica, o representando corporaciones e instituciones. Por fin, la Corona se reservaría un porcentaje de nombramientos de sus componentes.

La Iglesia es otra institución que debía conservar su poder e influencia, o se debía restaurar después de la pérdida de su poder económico y de influencia en la vorágine del ciclo revolucionario anterior. La Iglesia supone un instrumento muy eficaz, por su poder en relación con las mentalidades, la moral y la educación, frente a las tendencias democráticas, de izquierdas y del movimiento obrero. De nuevo acudimos al caso español. Después de la evidente pérdida de posiciones con las desamortizaciones y las propuestas del liberalismo progresista y democrático, el conservadurismo de Cánovas supone para el clero un resurgimiento evidente, con gran peso en la educación y en la difusión de la moral católica en una versión muy moderada, además de asentar firmemente sus bases económicas.

En cuestiones económicas, el conservadurismo tendía a la defensa de políticas proteccionistas, muy evidentes desde la gran crisis de 1873. También sostendrá los intereses de los terratenientes. En el caso español es evidente el reforzamiento del proteccionismo en la Restauración borbónica después del avance librecambista que se planteó en el Sexenio Democrático, en favor de los intereses de la oligarquía industrial y agrícola. El conservadurismo, por su parte, defendía la adopción de posturas imperialistas, aunque en algunos sectores del mismo, y en algunos países, costó aceptar esta nueva realidad.

El conservadurismo ponía el fiel de la balanza en el mantenimiento del orden público frente al desarrollo y garantía de los derechos, sintiendo alergia hacia los de reunión, asociación y libertad de expresión (imprenta). El conservadurismo intentará emplear la ley y el uso de la fuerza del Estado frente al pujante movimiento obrero, tanto en lo que se refiere a los sindicatos, como a los nuevos partidos socialistas.

En el seno del conservadurismo europeo merece una atención especial el británico, tanto por su importancia, como por sus peculiaridades, que lo hacen tener unas características propias. En efecto, los conservadores británicos, especialmente de la mano de Disraeli, fueron mucho más proclives a emprender reformas en el sistema político, frente a sus homólogos continentales. En este sentido, promovieron reformas electorales para ampliar la base social del sistema, lo que les valió un respaldo electoral en sectores sociales que en el continente nunca se hubieran decantado por defender la causa conservadora. El culmen de esta relación entre el conservadurismo y algunos sectores de las capas populares se daría después de la época de Disraeli entre un sector político que planteó la defensa de la denominada “democracia tory”, aunando a conservadores con algunos liberales, y promoviendo la adopción de una política social. En este grupo se destacó la figura de Randolph Churchill, muy crítico con el conservadurismo de viejo cuño.

En el conservadurismo alemán habría que destacar la división que se produjo en su seno entre los denominados “conservadores clásicos”, muy apegados a las tradiciones prusianas frente a la nueva realidad de la Alemania unida, y los “conservadores jóvenes”, firmes defensores de Bismarck, que había emprendido una revisión del conservadurismo prusiano para adaptarlo al Imperio alemán. En todo caso, ante el prestigio del canciller, la inevitable realidad, y el empuje de las fuerzas liberales y católicas, el conservadurismo alemán se reunificó bajo un conjunto de ideas inamovibles: la lealtad al káiser y la defensa de su poder constitucional, el firme apoyo a Iglesia Evangélica frente a la Iglesia Católica, un acusado militarismo y el mantenimiento de los privilegios aristocráticos en el sistema político y en la sociedad alemana.

Un mapa alternativo de París (y de la modernidad)

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El ‘flâneur’ prototípico parisino que aparece en ‘Encyclopédie morale du XIX’ (1840-1842).

Autora:  VANESSA GRAELL, 31 MAY. 2018 13:04

Fuente: El País.

La ciudad moderna se forjó en el París del XIX, que Haussman abrió en canal para dibujar sus bulevares. En la urbe del capitalismo y del mercado, Baudelaire escribió los versos más bellos y ya hablaba de nosotros, de los antihéroes urbanos, de la alienación y la soledad. El arquitecto Antonio Pizza lo cuenta en ‘Habitantes del abismo’

Si algún poeta ha sido ciudad, ése es Charles Baudelaire. Adecuó su métrica al ritmo de París e inventó un estado de ánimo para la ciudad: el spleen, ese andar errabundo y melancólico. No es que Baudelaire escribiera París. Fue París. Y lo imaginó desde su habitación, desde las 17 habitaciones de las casas que tuvo por toda la ciudad, en una huida constante de sus acreedores. Se proclamaba a sí mismo un exiliado en París: no era él quien había huido de su patria, era la ciudad la que se alejaba bajo sus pies, la que ya no era como los parisinos la conocían. Porque el barón Haussman la abrió en canal para dibujar una nueva retícula urbana, interminables bulevares de línea recta: una ciudad-mercado, capitalista y burguesa, con el glamour de boutiques y pasajes.

El París de la década de 1850 fue el preludio de todas las ciudades modernas, incluso de las metrópolis americanas (los primeros rascacielos de Chicago se levantaron en 1870). «Un microcosmos de la historia universal», tal y como lo definió Victor Hugo. En ese París se forjó el modelo de la urbe contemporánea, pero también el del individuo moderno y alienado, solo en la multitud, el tipo de antihéroe urbano que aún perdura en la literatura, salvo que hoy viste tejanos y deportivas, no sombrero y chaqué.Habitantes del abismo. Literatura, arte y crítica en el París de Baudelaire (Ediciones Asimétricas) disecciona esa ciudad en transformación a través de la figura simbólica de Baudelaire, en un libro de difícil clasificación escrito por el arquitecto Antonio Pizza, catedrático de Historia del Arte y Arquitectura en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). «Es la pesadilla de los libreros, nunca saben en qué sección colocarlo», admite mientras toma un té en la librería Laie.

Habitantes del abismo puede leerse de muchas maneras:una crónica de viaje a la ciudad que dio origen a la modernidad, un ensayo de literatura comparada, una reflexión estética y plástica, una crítica de cómo la arquitectura influyó en el modo de vida y el pensamiento de los habitantes. Estamos ante una compleja constelación de fragmentos literarios (las palabras de Baudelaire son la columna vertebral, analizadas por Walter Benjamin, que casi ejerce de guía), obras de arte (de Manet a Delacroix), espacios insólitos (las catacumbas, las alcantarillas), metáforas (la noche, el deseo, la prostituta…), un catálogo de tipos urbanos (del dandy a la grisette)… «El concepto de modernidad, tal y como lo utilizamos hoy, viene de Baudelaire. Fue un personaje dramático y contradictorio, lo que es consustancial a la modernidad:el entender que no hay verdades ni valores absolutos», sostiene Pizza, que fue el primer editor en España (en 1995) del seminal El pintor de la vida moderna, el particular tratado de Baudelaire sobre la creación artística, única posibilidad de redención en el caos vertiginoso de la época moderna.

Si Baudelaire es el protagonista, el barón Haussman se erige en inevitable antagonista, que arrasa las callejuelas históricas y populares, el París romántico y decadente. Todos los intelectuales reservaron duras críticas a Haussman -Fournel le tilda de «Attila de la línea recta»- y su idea de progreso, que calificaron de«enorme hipocresía, una mentira de un jesuitismo colosal» (Émile Zola) o como «una Babilonia americana del futuro» (hermanos Goncourt). Hugo lo resume en la dura sentencia:«Vandalismo es arquitecto». Siglo y medio después, Antonio Pizza lo analiza así:«La reforma obedecía a un proceso de saneamiento de la ciudad, claro. Pero también fue una operación de especulación inmobiliaria que enriqueció al ayuntamiento, sumido en una profunda crisis. Se expropiaron terrenos a la población marginal para venderlos a comerciantes y burgueses. La consecuencia fue la llegada del capitalismo en su forma más pura, la mercantilización de los espacios públicos, de los comportamientos y de las formas de vida». Es decir: la ciudad de hoy.

«Baudelaire transformó la ciudad en material de poesía. No hay ninguna situación en Europa en que la identificación del escritor y la ciudad sea tan fuerte. Londres tiene diferentes figuras: Dickens, Poe, incluso Engels… Pero los cambios que vivió París en apenas dos décadas, la transformación tan brutal del paisaje, no se habían conocido nunca en la existencia humana», resalta Pizza, que ya comparó París y Londres en un ensayo previo, en su trilogía de ciudades enfrentadas: Viena-Berlín (2002) y Chicago-Nueva York (2012), ambos escritos junto a Maurici Pla y bajo el subtítulo Teoría, arte y arquitectura entre los siglos XIX y XX. Pero es en París donde está el origen de la ciudad moderna (y de sus melancolías).

Historia del vestido, el siglo XIX.

Fuente: Revista de Historia.

Durante las dos primeras décadas del siglo XIX hay una continuidad del estilo Imperio que había empezado en el siglo anterior. El traje femenino llegaba hasta el tobillo y tenía un amplio escote, lo que puso de moda enormes chales para cubrirse.

Historia del vestido, el siglo XIX

Las conquistas napoleónicas también influían en el vestir; tras la expedición de Napoleón en Egipto la moda se tiñó de cierta orientalidad y se puso de actualidad el turbante.

Historia del vestido, el siglo XIX

La Guerra de la Independencia volvió a despertar interés hacia lo español. Los hombres adoptaron nuevamente la capa española, y la mantilla, la peineta y el abanico reclamaban la atención de las mujeres.

Historia del vestido, el siglo XIX

Por su parte, el vestuario masculino acusó una gran influencia inglesa. Aparece el fenómeno del dandy, el hombre que destaca por su elegancia sin llamar la atención. Se ponen de moda los fracs, chalecos y corbatas. A partir de ahora será la mujer la que se convierta en la gran protagonista de la moda.

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Cómo ha cambiado el consumo de energía desde el siglo XVIII.

Imagen: JohnGreyTurner.

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Fuente: Think Big, Telefónica. 28 de julio de 2013

Desde los comienzos de la Revolución Industrial hasta ahora, las sociedades han cambiado mucho su forma de consumir energía. En el siglo XVIII no existían los combustibles fósiles, pese a que el petróleo se utilizaba desde hacía tiempo con fines médicos y militares, siendo la principal fuente energética la madera. Hoy en día, las renovables conviven al lado de la nuclear y las principales fósiles, mientras que la electricidad ha sido parte esencial en el desarrollo, facilitando el almacenamiento y el transporte.

Una de las agencias estadounidenses para la energía, la US Energy Information, ha publicado recientemente un gráfico en el que se puede ver la evolución del consumo energético desde 1776, fecha fijada por ser el año de la independencia del país. La información se refiere exclusivamente a Estados Unidos, pero no deja de ser un reflejo de los cambios que ha habido a lo largo del tiempo globalmente.

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