Primavera de Praga: la disidencia aplastada.

Los tanques del Pacto de Varsovia acabaron con el sueño reformista de Checoslovaquia la noche del 20 al 21 de agosto de 1968. La invasión se venía fraguando desde hacía semanas

Autor: Albert Garrido

Fuente: El Períodico. 21/07/2018

Algo flotaba en el ambiente de la Europa de 1968 que hizo posible la llegada de la Primavera de Praga. Más allá del deseo de activar los resortes para poner al día el socialismo real, la economía planificada y el Estado que todo lo puede, las sociedades europeas a ambos lados de la divisoria, bautizada telón de acero por Winston Churchill, reunían todos los ingredientes para un cambio de paradigma. Al mismo tiempo, la lógica aplastante de la guerra fría, el reparto en áreas de influencia y el equilibrio del terror –los arsenales nucleares– imponían un ‘statu quo’ sin resquicios para salirse de él. En este clima nació la Primavera de Praga, que generó una gran esperanza y sucumbió a la ‘realpolitik’.

Jóvenes checos con banderas acaban de subirse a  un camión volcado mientras otros rodean tanques soviéticos en el centro de Praga el 21 de agosto de 1968. / AP (LIBOR HAJSKY)

Cuando los tanques del Pacto de Varsovia cercenaron el experimento checo la noche del 20 al 21 de agosto de 1968, el proceso de liberalización del régimen, el socialismo con rostro humano defendido por la facción aperturista del Partido Comunista, encabezada por Alexander Dubcek, había emitido con generosa claridad suficientes señales de cambio como para alarmar a la Unión Soviética. Después de la desestalinización (1956) y de la caída en desgracia de Nikita Jruschov (1964), la ‘troika’ formada por Leonid Brézhnev, Alekséi Kosygin y Nikolái Podgorni instauró en la URSS un reparto de poder que acabó con las conspiraciones de palacio de la ‘nomenklatura’, consagró la doctrina de la soberanía limitada aplicada a los aliados –los socios del Pacto de Varsovia– y desoyó las advertencias de agotamiento del modelo. Frente a este muro, la Primavera de Praga tuvo los días contados.

Ota Sik, presidente de Eslovaquia –Checoslovaquia era entonces un Estado binacional–, señaló con insistencia durante 1967 la necesidad de abrir la economía y descentralizarla; Dubcek, primer secretario del partido desde el 5 de enero de 1968, remarcó que era preciso democratizar las instituciones; los jóvenes universitarios y una parte muy importante del profesorado, seguramente mayoritaria, los intelectuales que colaboraban en la revista ‘Literarni Noviny’ y los artistas que habían dejado a un lado el acartonamiento del realismo socialista reclamaban que se remozara el régimen y se asentara el pluralismo. François Fetjö (1909-2008), un clásico de la historiografía de los regímenes comunistas, escribió en 1969: «Otro de los crímenes checoslovacos consistió en las medidas adoptadas con el fin de transformar el Estado en algo verdaderamente jurídico».

La libertad de prensa y el apego de los jóvenes a la cultura pop alteraban el pulso de Moscú

Para Fetjö y otros estudiosos de su generación, desde Moscú se justificó la intervención de agosto como un movimiento en defensa del socialismo y de las «posiciones de clase», cuando en realidad la reforma promovida por el PC checo se ajustaba como un guante a una mano a aquello enunciado en el programa del PCUS: hacer del partido una organización representativa de todo el pueblo y no solo de la clase obrera. Medio siglo después de la liquidación de la Primavera es más verosímil entender que la reacción soviética obedeció a la incompatibilidad entre la iniciativa de los reformistas checos y la sumisión a toda costa que exigía el Kremlin (no tenían cabida el revisionismo, la disidencia y el pluralismo).

Lo mismo alteraba el pulso a Moscú la libertad de prensa que el apego de los jóvenes a las manifestaciones de la cultura pop, especialmente las musicales; la misma desconfianza provocaban los discursos de Dubcek que la libertad de circulación y la presencia en Praga de intelectuales extranjeros.

Miguel Delibes, invitado

Uno de invitados fue el escritor Miguel Delibes, que acudió a la capital checa para dar varias conferencias sobre novela española. De vuelta a Valladolid, publicó en el semanario progresista ‘Triunfo’ una serie de cinco reportajes a partir del 25 de mayo de 1968, donde puso de manifiesto sus dudas: «Praga –si no se pliega o no la pliegan– puede alumbrar unas bases de convivencia con una amplia perspectiva de futuro. Es decir, Checoslovaquia puede consumar su evolución hacia un socialismo humanista y democrático o puede fracasar, abrumada por las presiones de su poderoso enemigo».

Puede decirse que el eurocomunismo echó a andar como proyecto tras la ruptura del PCI con la URSS

Sucedió esto último. Los acontecimientos se precipitaron a partir del momento en que la URSS tuvo la seguridad de que en el congreso del PC checo que debía celebrase en septiembre de 1968 los delegados prescindirían de 73 miembros del comité central –los afectos al diktat soviético– de los casi 200 que formaban parte de él. Y se precipitaron asimismo a causa del temor de que el ejemplo checo cundiera en otros países, de manera especial en aquellos donde la implantación de regímenes comunistas careció desde el principio de apoyo social, especialmente Polonia y la República Democrática Alemana (la heterodoxia de Nicolae Ceaucescu, que apoyó la Primavera, nunca preocupó al Kremlin).

Señales de decadencia

Hoy resulta sorprendente que los gobernantes soviéticos no percibieran por aquel entonces que el modelo emitía las primeras señales de decadencia o desgaste a causa de dos costosísimas empresas: la carrera armamentista y la carrera espacial, acaso dos caras de la misma moneda, que dinamizaron la economía de Estados Unidos, pero proyectaron sombras sobre el futuro soviético. Para los ideólogos del socialismo realmente existente, Mijail Suslov entre ellos, el centralismo económico y el reparto de papeles en el Comecon, el mercado común del Este, eran innegociables y debían ser los motores de una economía moderna y competitiva. La llamada normalización checa, capitaneada por Gustav Husak, consistente en liquidar el programa primaveral, trajo consigo, entre otras cosas, la vuelta a aquel ruinoso modelo.

Un hombre ayuda a los heridos en el centro de Praga, en el primer día de la invasión del Pacto de Varsovia. / AP (LIBOR HAJSKY)

La URSS temía que el ejemplo checo cundiera en otros países vecinos, como Polonia y la RDA

¿Qué otras cosas incluyó la normalización? «La intervención en Checoslovaquia destruye la fe en la propia narrativa marxista, no solo en la Unión Soviética, ni solo en el leninismo, sino en el marxismo y su planteamiento del mundo moderno», afirma Tony Judt (1948-2010) en ‘Pensar el siglo XX’. En el análisis de los acontecimientos que hizo el gran historiador dominan dos ideas: la Primavera creó la ilusión de que había un espacio para la disidencia hasta que los tanques llegaron a Praga y, a partir de aquel momento, hubo una dinamización de la crítica del marxismo desde el marxismo.

Eric Hobsbawm (1917-2012) fue aún más lejos: la acometida del Pacto de Varsovia «demostró ser el fin del movimiento comunista internacional con centro en Moscú, que ya se había resquebrajado con la crisis de 1956 (el levantamiento popular en Hungría)».

La impresión de que algo se había desmoronado con la cancelación de la vía checa se puso de manifiesto en el discurso que Dubcek pronunció desde la sede de la presidencia, en el castillo de Praga, el 27 de agosto, después de tres días de dramáticas conversaciones en Moscú. La periodista Margita Kollarova, que trabajaba en la radio estatal, describió así el momento: «Comenzó a hablar. Se notaba que estaba sumamente agotado y emocionado. Trataba de explicar que la nación superaría la crítica situación. Exhortaba a la ciudadanía a mantener la calma. Cuando tocó el tema del desarrollo de las conversaciones en Moscú, casi no pudo hablar. Se confundía y hacía pausas. Dubcek lloraba y no podía concentrarse».

Desfondamiento

El convencimiento del líder de la Primavera de Praga de que era posible renovar el sistema desde dentro explica su desfondamiento. «Hacía vida social, iba a la piscina pública y se unía a la gente sencilla para asistir a los partidos de fútbol y de hockey sobre hielo. Pero ¿tenía una política clara? Era ante todo comunista y jamás quiso salirse de ese marco», explica el historiador Oldrich Tuma. Otros comunistas, militantes desde los días de la ocupación nazi como el propio Dubcek, sufrieron un parecido impacto emocional, agravado muchas veces por la experiencia del exilio. Si las reformas económica y política no las podía hacer el partido, quién estaba legitimado para hacerlas, quién tenía derecho a impedirlas, se preguntaba Ota Sik muchos años más tarde.

La repercusión de las fallidas reformas en toda la izquierda occidental fue enorme

La repercusión del drama checo en la izquierda occidental fue enorme. Al mismo tiempo que los gobiernos se limitaban a una retórica condenatoria, sujetos a la lógica de las áreas de influencia, se abrió un debate político en el que participaron todos los registros del pensamiento marxista y no marxista. Puede decirse que el eurocomunismo echó a andar como proyecto político a partir de la ruptura con la URSS, rotunda y sin reservas, del Partido Comunista italiano (PCI) dirigido por Luigi Longo; más tardía y contenida en el Partido Comunista francés (Waldeck Rochet); llena de complejas tensiones en el Partido Comunsita español, en la clandestinidad y con un pasado de dirigentes exiliados en la URSS al final de la guerra civil, incluidos Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo.

Aún hoy, medio siglo más tarde, la reflexión abierta por el PCI sigue siendo motivo de análisis. Los herederos del pensamiento de Antonio Gramsci abrieron la caja de Pandora al reconocer la imposibilidad de realizar la revolución socialista en los países capitalistas, al renunciar a la tutela soviética, al poner sobre la mesa el hecho inapelable de que la izquierda estaba lejos de ostentar la hegemonía cultural. La decisión de Enrico Berlinguer, secretario general a partir de 1972, de sentar al partido frente al espejo de la realidad y de renunciar a los eslóganes de antaño impregnó a toda la izquierda, fuese o no comunista, y puso los cimientos del compromiso histórico, que Longo nunca apoyó y que frustró el asesinato de Aldo Moro (1978).

Un asunto interno

Al volver sobre los sucesos de hace 50 años adquiere especial relevancia la hipótesis desarrollada por el historiador y activista Tariq Ali, integrante del comité editorial de la ‘New Left Review’: la contención de los países occidentales durante la crisis se debió en gran parte a su temor a que un eventual éxito de la reforma checa pusiera en discusión su modelo social. Resulta más convencional, y quizá más cercana a lo sucedido entonces, la versión según la cual el presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, en el ocaso de su mandato, se atuvo a las reglas del juego y entendió que el caso checo era un asunto interno del bloque del Este; entendió que una actitud más militante, entrañaba demasiados riesgos en plena efervescencia de la guerra de Vietnam. Este era el sistema de pesas y medidas de la guerra fría.

PROTAGONISTAS

Jirina Siklova
Socióloga (1935)

Depurada por reformista

Militante comunista desde su juventud, estudió Historia y Filosofía y emprendió una brillante carrera académica como socióloga, con una dedicación especial en los estudios de género en su país y en otras sociedades del Este. Fue una figura destacada de la facción comunista que apoyó a Alexander Dubcek, y abandonó el partido a raíz de la intervención soviética. Perdió su puesto en la universidad, trabajó de conserje y luego de trabajadora social en un hospital. En 1981 pasó por la cárcel y fue detenida con frecuencia en tanto que una de las impulsoras de la ‘Carta 77’, promovida entre otros por Vaclav Havel. En sus trabajos en la clandestinidad o publicados en el extranjero acuñó la expresión ‘zona gris’ para referirse a la colaboración entre los disidentes y los comunistas reformistas encuadrados en el partido.


Milan Kundera
Escritor (1929)

Desposeído de la nacionalidad

Hijo del pianista y musicólogo Ludvik Kundera, creció en un ambiente culto y abierto a la innovación. Como muchos otros intelectuales de su generación, la democratización impulsada por Alexander Dubcek aguzó su espíritu crítico y la revisión del socialismo real, tan presente en las páginas de la revista ‘Literarni Noviny’, que llegó a vender 300.000 ejemplares. En ‘La broma’ (1968) retrata con ironía la lógica de los regímenes totalitarios y en ‘La insoportable levedad del ser’ (1984), su novela más vendida, la peripecia nacional de Checoslovaquia. Se exilió en Francia en 1975, fue desposeído de la nacionalidad checa en 1979 y dos años después adquirió la francesa. En ‘El libro de la risa y el olvido’ (1978) ha dejado escrito: «La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido».


Gustav Husak
Político (1913-1991)

Piloto de la ‘normalización’ del país

Militante comunista desde 1933, estudió Derecho, formó parte de la resistencia contra la ocupación alemana, pero después de la guerra fue víctima de una de las últimas purgas stalinistas: juzgado y condenado a cadena perpetua, salió de la cárcel a raíz de la apertura que siguió al 20º congreso del PCUS. Combatió al presidente Antonin Novotny, apoyó las primeras iniciativas de Alexander Dubcek, pero a raíz de la intervención soviética se puso al frente de la llamada ‘normalización’. En 1969 fue nombrado secretario general del Partido Comunista y en 1975 sucedió en la presidencia del país a Ludvik Svoboda. Allí permaneció hasta el 10 de diciembre del año 1989, superado por los acontecimientos que siguieron a la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989).


Alexander Dubcek
Político (1921-1992)

Condenado al ostracismo

Ingresó en el Partido Comunista checoslovaco durante la ocupación alemana del país. A partir de 1949 ocupó cargos de responsabilidad en el partido, estudio Derecho y entre 1955 y 1958 asistió a la escuela de cuadros en Moscú. El anquilosamiento político, la crisis económica y el ‘diktat’ soviético le llevaron a encabezar la corriente reformista del partido hasta alcanzar la secretaría general el 5 de enero de 1968, de la que desplazó al stalinista Antonin Novotny. La intervención del Pacto de Varsovia en agosto del mismo año le condenó al ostracismo –acabó de agente forestal–, aunque no cejó en su empeño renovador. En 1989 fue acogido como un héroe en Praga y ocupó la presidencia del Parlamento. Murió en un accidente de coche poco antes de la división de su país en dos estados.

 

La historia de una espeluznante foto: el primer hombre que murió en una misión espacial.

Fuente: grandesmedios.com. 17/05/2018

En la imagen: un grupo de agentes de la Unión Soviética se mantiene custodiando unos restos. Se trata de una escena triste y el final de un personaje histórico de la carrera espacial internacional. Vladimir Komarov fue el primer cosmonauta de ese país en volar al espacio exterior en más de una oportunidad. También fue el primer ser humano en morir en una misión espacial.

Junto con Yuri Gagarin, quien se convirtió en el primer ser humano en alcanzar el espacio exterior, Komarov dedicó su vida a la aviación y se hicieron grande amigos. En el año 1967 tanto Komarov como Gagarin fueron asignados a la misma misión en la órbita terrestre. Los 2 estaban al tanto de que la cápsula espacial no garantizaba un vuelo seguro. Komarov afirmó entre sus amigos que era muy probable que falleciera en el vuelo. No obstante, nunca desistió debido a que no quería de Gagarin muriera. Quien fuera su amigo sería su reemplazo.

Misión complicada

Meses antes el líder de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev, propuso realizar una misión que sería una cita entre 2 naves espaciales.

El plan a ejecutar era el siguiente: lanzar la cápsula Soyuz 1 con Komarov en su interior. Un día después lanzar un segundo vehículo con otros 2 cosmonautas. La idea era que ambas naves se encontraran. Para ello Komarov iría de una nave a otra e intercambiaría lugares con uno de sus colegas para luego volver a casa en la segunda cápsula.

Vladimir Komarov
Vladimir Komarov estaba entre los mejores amigos de Gagarin. Aquí se los ve cazando juntos.

Lo que deseaba Brezhnev era celebrar un triunfo en medio del 50 aniversario de la revolución comunista. El líder dejó claro que la misión debía realizarse sin ningún tipo de negativa.

El deseo de Brezhnev enfrentaba diversos problemas. Gagarin, quien ya era un héroe en su país, y un grupo de especialistas evaluaron la Soyuz 1 y encontraron más de 200 problemas serios en la estructura de la máquina. En resumen, la cápsula era muy peligrosa para navegar en el espacio. Para Gagarin la misión debía al menos posponerse.

En un intento para que esto sucediera, Gagarin redactó un memo de 10 páginas y se lo entregó a su mejor amigo en la KGB, V. Russayev. Nadie quien tuvo conocimiento del memo se atrevió a enviarlo a la cadena de mando. De hecho, los militares o agentes que tuvieron acceso al documento fueron enviados a Siberia, degradados o despedidos. A 1 mes para el lanzamiento, Komarov se percató que la suspensión no sería algo viable. Entonces decidió reunirse con el ya degradado agente Russayev y le mencionó: “No regresaré de ese vuelo. Si me niego a volar entonces enviarán al piloto de respaldo”. Ese era Yuri Gagarin.

Día del lanzamiento

El 23 de abril de 1967 sería el lanzamiento. Ese día un periodista local dio a conocer que Gagarin llegó al lugar y exigió colocarse un traje espacial. Su actitud fue catalogada como un “capricho repentino”. Muchos pensaron que estaba tratando de salvar a su amigo de una muerte segura.

Al final la nave despegó con Komarov a bordo.

Vladimir Komarov
Nave espacial Soyuz 1 (representación artística), el sitio del accidente y Vladimir Komarov.

Una vez que la Soyuz inició su órbita sobre la Tierra los problemas comenzaron a aparecer. El primero fue que las antenas no abrieron de la forma correcta, lo que dejó sin energía eléctrica a la nave limitando la función de los equipos de navegación. Esto produjo que el lanzamiento del día siguiente fuera cancelado. Lo peor era que las posibilidades de que Komarov regresara con vida disminuían a cada hora.

Otros problemas que se presentaron fue la degeneración del sistema de control térmico, las comunicaciones con la Tierra eran irregulares y la nula orientación astronómica debido a la falta de energía eléctrica. En pocas palabras, había que regresar a Komarov en la primera oportunidad posible.

Durante unas 5 horas Komarov intentó sin éxito orientar el módulo. No obstante, a pesar de sus esfuerzos lo peor estaba por llegar. La nave reingresó a la atmósfera terrestre, pero cuando la cabina descendía, el paracaídas principal tuvo un despliegue errado, mientras que el segundo quedó enredado. Los 2 fallos fueron advertidos por Gagarin en el memo que había escrito.

Último minutos antes de morir

Komarov, sabiendo que iba a morir, se comunicó con los oficiales de control en Tierra. Alexei Kosygin, quien para ese entonces era el primer ministro soviético, lo llamó para decirle que era un héroe. La esposa de Komarov también estuvo presente durante la llamada para hablar sobre qué se les diría a sus hijos. Se trató de una escena llena de tristeza con el mismo Kosygin llorando.

Muerte de Vladimir Komarov
Valentina Komarov, la viuda del cosmonauta soviético Vladimir Komarov, besa una fotografía de su esposo muerto durante su funeral oficial, celebrado en la Plaza Roja de Moscú el 26 de abril de 1967.

Posteriormente, la nave se estrelló en la superficie terrestre a más de 200 kilómetros por hora con Komarov en su interior. Con el impacto la cápsula explotó. Cuando llegaron los equipos de la Fuerza Aérea Soviética solo había restos metálicos. Solo pudieron identificar la parte superior de la Soyuz.

Los restos fueron inmortalizados en la imagen con la que se abre el artículo. Al poco tiempo las cenizas de Komarov fueron enterradas en la necrópolis de la muralla del Kremlin en la Plaza Roja. Como homenaje a Komarov se le otorgó póstumamente una segunda orden Lenin y la Orden del Héroe de la Unión Soviética.

En cuanto a Gagarin, este murió en un accidente aéreo en 1968, un año antes de que los astronautas de los Estados Unidos llegaran a la Luna.

Los Romanov, últimos meses antes de la ejecución.

La familia Romanov, en 1913 (de izquierda a derecha, Olga, María, Nicolás II, la zarina Alejandra, Anastasia, Alekséi y Tatiana. / PERIODICO

Autora: Anna Abella

Fuente: El Periódico, 03/07/2018

En la habitación de 5×6 metros del sótano de la casa Ipatiev de Ekaterimburgo, en la noche del 16 al 17 de julio de 1918, fueron ejecutados a tiros por los bolcheviques el zar Nicolás II, la zarina Alejandra Fiodorovna, su hijo y heredero, el pequeño y hemofílico Alekséi, y sus cuatro hijas, María, Olga, Tatiana y Anastasia. Junto a ellos, murieron tres sirvientes y su médico. El comisario del Sóviet de los Urales Yákov Yurovski, al frente de nueve hombres, cumplió la orden de matarlos y de hacer desaparecer sus cuerpos, cubriéndolos con ácido y enterrándolos en secreto a varios kilómetros. Un destino que las víctimas nunca sospecharon y del que está a punto de cumplirse un siglo. “Ni el zar ni la zarina creo que supieran algo de su final trágico. Al revés, con toda su devoción y preocupación por sus hijos, no querían perder la esperanza hasta el último minuto”, opina desde Rusia la traductora Tatiana Shavaliova, basándose en las cartas y telegramas, diarios y memorias de la familia imperial pero también del tutor y profesor de francés Pierre Gilliard y otros testigos de aquellos meses.

Con una selección de ese material, armado cronológicamente y traducido del ruso original, Shavaliova ha construido ‘Romanov. Crónica de un final: 1917-1918’ (Páginas de Espuma), un relato epistolar que desnuda fragmentos de la vida cotidiana y del ánimo y pensamiento de los últimos zares en sus últimos meses de vida, los que pasaron confinados desde el inicio de la Revolución rusa en febrero de 1917, cuando el pueblo, golpeado por el hambre y la primera guerra mundial, salió a la calle al grito de “Pan, tierra y paz”. Las condiciones de los encierros, primero en Tsárskoye Seló (cerca de Petrogrado, luego San Petersburgo) y Tobolsk (Siberia) y, finalmente, en Ekaterimburgo, cada vez fueron peores y más restrictivas.

El sótano de la casa de Ekaterimburgo, tras la ejecución.

Numerosas fotos, notas a pie de página y textos contextualizadores completan un libro, propuesto por el editor de Páginas de Espuma, Juan Casamayor, que ha contado con la colaboración de Ezra Alcázar, director de la revista mexicana de literatura ‘Inundación Castálida’, donde Shavaliova publicó un artículo sobre los Romanov del que surgió la idea.

Mucho se ha escrito de la leyenda y el mito que rodeó el final de los zares o de la influencia que el oscuro monje Rasputín ejerció sobre la zarina. La ausencia de cadáveres (no fue hasta los años 90 que se reveló el hallazgo de los restos) y las noticias contradictorias abonaron rumores como el de la supuesta supervivencia de Anastasia. “Pero la historia de la familia y de sus últimos días es poco conocida”, constata Shavaliova. Las misivas muestran a un zar que, con el diminutivo de Nicky, llamaba a su mujer “Solecito lindo”, y a una zarina que se dirigía a él como “mi querido, mi amado, mi tesoro” o “mi ángel, luz de mi vida”. A Alcázar, lo que más le sorprendió “fue la devoción a la familia”, cuenta desde México: “el descubrir a un Nicolás II que era un mal político pero un gran padre. A Alejandra como una mujer sumamente pasional, en la política y en la vida personal. Descubrir una monarquía muy sencilla, las chicas habían sido voluntarias y durante el encierro cortaban leña y hacían otros trabajos”, añade el periodista.

Anastasia y Tatiana, trabajando durante uno de los encierros.

De hecho, el zar también serraba árboles junto a sus hijos y cuidaba la huerta. Aunque viven con incertidumbre, desasosiego y angustia por la falta de noticias del exterior y el saber que sus cartas y conversaciones son controladas, pasean y leen (el primer Sherlock Holmes de ‘Estudio en escarlata’, de Conan Doyle; ‘Guerra y paz’, de Tolstói; novelas históricas de Merezhkovski…), van a misa y Nicolás II disfruta de sus hijos y juega con ellos, a cartas, al backgamonn… “Ahora paso mucho más tiempo con mi linda familia”, escribe en mayo, tras cumplir 49 años y lamentar cuánto añora también a su “querida madre”.

El zar y su hijo Alekséi, serrando troncos en Tobolsk.

Zar y zarina apelaban ‘Baby’ o ‘Rayito de sol’ a su único hijo varón, por el que toda la familia se desvivía, ya que su hemofilia hacía que un hematoma tardara días en curar y limitaba sus movimientos. “Alekséi tiene un dolor en la mano y por eso ha tenido que pasar todo el día acostado”, escribe Nicolás II en su diario, en mayo de 1917. Antes, el chaval, de 13 años, y sus cuatro hermanas han pasado el sarampión y Alejandra mantiene puntualmente informado a su marido (antes de que este se vea obligado a abdicar en marzo y antes de que le confinen junto a la familia en Tsárskoye Seló) de la fiebre de cada uno y de que se les cayó tanto el pelo que tuvieron que raparlos a todos.

Las hijas de los zares, rapadas tras el sarampión.

“Me siento grave, herido y triste”, escribe tras abdicar el ya ex-zar, a pesar de que su esposa, aún invocando a Rasputín, le reclama que “ejerza mano dura y muestre su poder”, al tiempo que le anima: “Todo nuestro amor ardiente y caluroso te rodea, mi maridito, mi único, mi todo (…) Siente mis manos, que te abrazan, mis labios unidos a los tuyos cariñosamente, siempre juntos, siempre inseparables”.

La zarina, «soberbia, severa y majestuosa»

Kerenski, ministro del Gobierno provisional revolucionario y supervisor del primer encierro, detectó “la diferencia de carácter y temperamento de la pareja”. “En su posición de prisionero, Nicolás II disfrutaba de su nuevo modo de vida (…) -decía en sus memorias-. Su mujer pasaba un tiempo difícil por la pérdida del poder, y no podía resignarse a su nueva posición. Tenía ataques psicóticos”. “Era una mujer soberbia, severa y majestuosa”, “atractiva e inteligente”, que a “pesar de estar quebrantada e irritada en aquel momento, tenía una voluntad férrea”.

“Ella, con la lejana sombra de Rasputín –opina Casamayor-, es la muestra de un orgullo familiar y dinástico heredado de 300 años atrás. No les importa el pueblo, del que están muy distanciados”. Los recuerdos de un ayuda de cámara del zar revelan cómo un oficial de la guardia rezachó dar la mano a Nicolás II, quien le preguntó ¿Por qué, querido mío?’. ‘Soy del pueblo –le respondió-. Usted no ha querido darle la mano al pueblo y yo tampoco lo haré”.

El zar y su familia, rodeados de soldados de la guardia cosaca, en 1916.

“No sabían mucho de la situación del pueblo, pero lo que sabían les preocupaba”, señala la traductora citando a la zarina en una carta a una amiga: “¡Oh, gente, gente! Pobres flacos. No tienen carácter, amor patrio, ni a Dios. Por eso castiga al país. Pero no quiero pensarlo ni voy a creer que Él (Dios) lo deje morir. Como los padres castigan a sus hijos desobedientes, así Él actúa con Rusia”.

“Rusia tenía problemas, sí; los zares vivían como en otro mundo, seguramente sí, no sabían cómo vivía un campesino, pero los bolcheviques tampoco -reflexiona Alcázar- La revolución era necesaria y fue buena hasta que se convirtió en el horror totalitarista. Y desde el principio hubo chispazos de violencia y autoritarismo: eso fue el asesinato de los Románov, un aviso del horror que vendría después”.

“Sé que todo esto no durará mucho”, escribía la zarina, esperanzada, a una amiga en diciembre de 1917. Siete meses después llegaba la inesperada masacre, de la que aún hoy no existen pruebas de si la ordenó Lenin, como apuntó Trotski. Aquella sangrienta noche de agosto, el Ejército rojo también mató a dos de los tres perros de la familia, solo se salvó Joy, el springer spaniel del zarévich, que, como apuntaba el propio Nicolás II en su diario un año antes, ya había sobrevivido a la mordedura de una serpiente durante un paseo. Joy sería adoptado por un coronel del Ejército blanco que llegó al lugar a los pocos días de la ejecución. Meses antes, su joven amo, de 13 años, preguntaba a su tutor: “Si ya no hay más zar, ¿quién va a dirigir Rusia?”.

El hijo del zar, Alekséi, con su perro Joy.

La memoria de los zares, en la Rusia actual

“Ahora, en Rusia, la dinastía Romanov se percibe con más objetividad. Ya pasamos la época soviética y la negación del régimen monárquico. Gobernaron durante 300 años, son inherentes a la historia rusa y sin ellos Rusia hubiera sido distinta. Para los rusos la época de los zares es una época histórica”, explica la traductora Tatiana Shavaliova, que recuerda que la canonización de los Romanov por la Iglesia ortodoxa rusa en 1981 y en el 2000, “tiene que ver con la resignación y devoción de la familia en sus últimos días”, no con la valoración política del zar.


De hecho, cada año se celebran en Ekaterimburgo “los días zarinos”, del 10 al 20 de julio, con exhibiciones, lecturas y conciertos y una procesión de 20 kilómetros hasta la catedral, construida cerca de donde tiraron los cadáveres.

Tres razones por las que el Ejército Rojo venció en Stalingrado.

UIG VIA GETTY IMAGES

Autor:  Alexéi Timoféichev

Fuente: Huffingtonpost.es , 18/02/2018.

El pasado 2 de febrero se cumplieron 75 años de uno de esos hitos que marcan la Historia: el final de la batalla de Stalingrado (actual Volgogrado, en Rusia). Este enfrentamiento armado supuso un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial: cambió totalmente su curso e hizo que Alemania saliese como perdedora del conflicto. Pero, dada la fortaleza del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial, ¿cómo consiguió vencer la Unión Soviética? ¿Cuáles fueron las claves de la victoria?

Hemos resumido en tres los motivos por los que el Ejército Rojo acabó con las tropas nazis.

1. La dura resistencia soviética

En un primer momento fue prácticamente imposible evitar la ofensiva alemana sobre la ciudad en 1942. El ejército nazi quería cortar las vías de suministro rusas a través del Volga y quitarle a Moscú el petróleo del Cáucaso. En previsión de esta estrategia, los soviéticos acumularon todos sus recursos para contrarrestar la ofensiva.

Entonces, Stalin comenzó una dura estrategia de motivación en el frente. En el verano de 1942 lanzó la Orden 227 mediante la cual acusaba a «algunos miembros del ejército» de «relajarse hablando de que podemos retirarnos más hacia el este» y declaró que era el momento de «dejar de retirarse». De ahí el conocido lema: «¡Ni un paso atrás!«.

En agosto, la retirada soviética se detuvo en Stalingrado. Las autoridades pedían a los residentes de la ciudad que convirtieran «cada bloque de edificios, cada barrio, cada calle en un fortín inexpugnable». Las tropas alemanas continuaron bombardeando la región, a pesar de la energía de los habitantes soviéticos. Un oficial alemán recordaba así la batalla: «No entiendo de dónde sacan la energía los rusos. Es la primera vez en esta guerra que me encomiendan una tarea que no puedo cumplir…».

DEA / BIBLIOTECA AMBROSIANA
Soldados alemanes luchando en Stalingrado. Septiembre, 1942.

2. La importancia de los héroes y los símbolos

La resistencia del pueblo soviético tuvo su recompensa. Alrededor de 760.000 soldados recibieron la medalla «por la defensa de Stalingrado» y más de 100 obtuvieron el mayor premio de la época: ser condecorados como Héroes de la Unión Soviética.

Pero los símbolos de la resistencia rusa no fueron solo sus soldados. La casa de Pávlov, un edificio de apartamentos aparentemente normal, que se convirtió en un fuerte improvisado del Ejército Rojo. A pesar de que la defendieron solo 24 personas, los alemanes no pudieron tomarla en los tres meses que duraron las ofensivas contra la ciudad. Según Vasili Chuikov, uno de los principales generales soviéticos en Stalingrado, los nazis perdieron más hombres tratando de conquistar la casa de Pávlov que durante la toma de París.

Otro de los lugares simbólicos de la resistencia fue Mamáiev Kurgán, una colina en lo alto de la ciudad. Allí tuvieron lugar diversas batallas y desde ella se podía controlar prácticamente todo Stalingrado. Las tropas soviéticas se atrincheraron en las laderas de la misma, donde fallecieron decenas de miles de soldados. Tras la batalla, se comprobó que en el suelo de la colina había entre 500 y 1.250 piezas de metralla por metro cuadrado.

ROGER VIOLLET/GETTY IMAGES
Frente ruso en las calles de Stalingrado. Octubre, 1942.

3. Los errores alemanes

Tras la resistencia, comenzó la contraofensiva soviética. En el mes de noviembre las tropas de la URSS empezaron su estrategia y entonces, el conflicto estuvo en parte determinado por los errores de los comandantes alemanes.

El primero se debió a que la Wehrmacht (fuerzas armadas alemanas) sobrestimó su propio potencial y trató de alcanzar dos objetivos simultáneamente, dispersando así sus tropas. Por un lado, quería llegar hasta el Cáucaso para quedarse con el petróleo de Azerbaiyán y, por otro, tomar la ciudad. El general mayor Hans Doerr escribió tras la batalla: «Stalingrado ha entrado en la historia como el mayor error jamás cometido por comandantes militares».

El segundo se produjo en el mes de noviembre cuando las tropas nazis alargaron los flancos de su ofensiva sobre Stalingrado a lo largo de cientos de kilómetros. Esto se debió a que estaban convencidos de que, tras su ataque, el Ejército Rojo carecía de recursos para lanzar una contraofensiva. Además, para ello no contaron solo con tropas alemanas sino también aliadas: italianos, húngaros y rumanos, aunque en menor número que los nazis. Kurt Zeitzler, Jefe del Estado Mayor General de la Wehrmacht, recordó posteriormente que avisó a Hitler de que alrededor de Stalingrado «había un serio peligro que debía ser liquidado». Hitler lo llamó «pesimista desesperado».

Lo que también fue clave, según señaló Zeitzler, fue que en otoño de 1942 la efectividad de las tropas soviéticas, así como el nivel de los comandantes, aumentó de manera significativa. De esta forma, el Ejército Rojo tan solo necesitó cuatro días para romper el cerco de las tropas del Eje y rodear a unos 300.000 soldados alemanes. El resto, ya es historia.

TASS VIA GETTY IMAGES
Soldados alemanes se rinden en Stalingrado. 1942.

El día que Stalin se enamoró del fútbol en la Plaza Roja.

La Plaza Roja el 6 de julio de 1936, cuando se disputó un partido en honor a Stalin

Autor: Jaime Rodríguez.

Fuente: El Mundo, 19/06/2018.

Hoy Rusia respira fútbol en todas sus ciudades, desde los coquetos clubs de playa de Sochi hasta las calles de Rostov, la ciudad portuaria donde hace un siglo era tan fácil enamorarse como acabar desplumado. Dicen que, por la mezcla racial de tal cruce de caminos, la belleza de sus mujeres era tan arrebatadora como peligrosas sus tabernas. El Mundial es orgullo para el país. Durante los partidos, lo comprobó España en su debut, los aficionados locales rompen a gritar ‘Rusia, Rusia’ de repente, mientras encienden las luces de sus móviles. Que se prepare la selección para una noche de intenso patriotismo si en octavos le toca cruzarse con la anfitriona.

Vladimir Putin le gusta más la caza que la pelota, pero quiere utilizar el campeonato para afianzar el sentimiento nacional, demostrar a los suyos y al exterior su capacidad organizativa y enviar un mensaje al mundo de poderío. Tira del fútbol, un deporte que entró con acento inglés en el Imperio en 1898, a través de San Petersburgo, y que no apareció en la capital hasta el nuevo siglo. Primero, en un rústico formato denominado fútbol salvaje, donde había tantas patadas a las piernas como al balón. Esa modalidad era heredera de la peleas dominicales que vecinos de todos los barrios de la ciudad organizaban a orillas del río Moscova. Lucha regulada y con ciertos toques de, digamos, caballerosidad (siempre uno contra uno, no cebarse, utilizar guantes y gorro, no golpear bajo la cintura, no perseguir al herido…).

En los años 20 el fútbol fue evolucionando gracias al impulso de los clubes de Moscú. Fue el del barrio obrero de Presnya el que más popularidad alcanzó, gracias al esfuerzo de los hermanos Stárostin, con el primogénito Nikolai al frente. El fútbol en la Unión Soviética no se entiende sin este clan, creadores del Spartak, maestros del fútbol para la familia Stalin y, como muchas figuras relevantes de la época, víctimas del feroz aparato represor comunista. Su rivalidad con los equipos del Ejército Rojo (CSKA) y de la policía secreta (Dinamo) les pasaría grave factura más adelante.

Nunca les perdonaron que fuera el Spartak el equipo elegido por el Partido Comunista para mostrar a Stalin cómo era ese deporte que tanto éxito tenía entre la población. Se decidió que el 6 de julio de 1936, en la Jornada de la Cultura Física, el equipo más popular de la ciudad, el que sus propios jugadores habían levantado sus primeros campos de entrenamiento, pico y pala en mano, enseñaran al gran líder los encantos del fútbol.

Espartaco

Unos meses antes el club había sido rebautizado, en otro golpe de imagen que ayudó a fomentar su fama de entidad valiente, del pueblo y alejado del aparato gubernamental (todo lo alejado que se podía estar en aquellos salvajes años 30 del Estalinismo). Tras noches en vela debatiendo, Nikolai se acordó de Espartaco, el esclavo gladiador que lideró la rebelión contra la República romana. »Spartak, en ese nombre breve y sonoro se advertía un espíritu indomable. Me pareció muy adecuado», recuerda en sus memorias, mencionadas en Fútbol y poder en la URSS de Stalin, un interesante librito de Mario Alessandro Curletto.

Para la exhibición fue necesario tejer una inmensa alfombra de fieltro de 10.000 metros cuadrados para que tapara los adoquines de la Plaza Roja y se pudiera jugar el partido. Los propios futbolistas ayudaron a la mayúscula misión, cosiendo por la noche el tapete y recogiéndolo por la mañana para no interrumpir la circulación. Los sectores oficialistas vinculados a los clubes rivales trataron de boicotear el evento por todas las vías. Los bomberos denunciaron que semejante tapiz corría el riesgo de provocar un gran incendio y la policía secreta, que los jugadores podrían sufrir graves lesiones sobre la dura superficie de la plaza, »con la mala imagen que eso daría ante Stalin», advertían.

Nikolai Stárostin, ya por entonces máximo dirigente del Spartak, tuvo que tirar de ingenio, seducción y contactos en las altas esferas para que el evento no se cancelara. Ante la presencia de dos comisarios preocupados por los riegos físicos de la cita, ordenó a uno de sus futbolistas que se tirara al suelo. Lo hizo obediente. »¿Te duele algo?», le preguntó. »Para nada, estoy perfecto» fue la respuesta que dejó sin argumentos a las autoridades contrarias a ese peculiar partido organizado por el Spartak.

El objetivo era entretener a Stalin durante media hora, y si antes mostraba síntomas de aburrimiento, suspender de inmediato el encuentro. Un amigo de Nikolai, ubicado en el palco cerca del terrible dictador, mostraría discretamente un pañuelo blanco al mínimo gesto de reprobación del dirigente. En esa época, con desapariciones diarias, fusilamientos y deportaciones masivas, molestar lo más mínimo al líder supremo era peligrosísimo.

Pero, al contrario, el famoso fútbol, esa pasión de las calles, entusiasmó al primer camarada, obligando a estirar el partido hasta 43 minutos. Otra vez le tocó a Nikolai Stárostin improvisar, porque el show entre el Spartak y su combinado reserva, perfectamente ensayado, estaba ajustado tan sólo a media hora. Todo correspondía a un guion previo, desde los goles, cada uno en una suerte distinta para que Stalin apreciara la variedad del deporte (de cabeza, de penalti, de tiro lejano…), hasta las jugadas defensivas y, por supuesto, el resultado final: 4-3 para el primer equipo. Reconocería Nikolai en sus memorias que esos 13 minutos extra, sin pautas previas, fueron los más largos de su ajetreada vida.

El partido fue un éxito para el fútbol en Moscú y, por extensión, en toda la URSS, aunque a los Stárostin le salió muy caro. En 1941 fueron detenidos por idear, según los cargos inventados por sus enemigos, un complot para asesinar al propio Stalin. Tan disparatada acusación se terminó diluyendo, pero no pudieron evitar ser culpables de difundir valores burgueses en la patria. Bastaron a los represores unos comentarios positivos de Nikolai sobre el tenis, modalidad prohibida por el comunismo, para que él y sus tres hermanos pasaran más de diez años en prisiones y campos de trabajo.

En los años 50, vivo gracias al fútbol (hizo de entrenador en las diferentes cárceles por dónde pasó) retomó las riendas del Spartak, no sin antes convertirse durante un tiempo en protegido del propio hijo de Stalin, Vasily. Un loco, entre otras muchas cosas, del fútbol. Hoy en el nuevo estadio del equipo del pueblo, Polonia juega contra Senegal.

Cuando la pulga desafió al elefante. La ruptura entre Albania y la URSS

Fotografía que muestra al yugoslavo Miladin Popović, a una partisana no identificada y a Enver Hoxha (Wikimedia).

Autor:  Xavier Baró Queralt,  

Tras la muerte de Stalin en 1953, la URSS inició un proceso de revisión de las políticas estalinistas. La Albania socialista de Enver Hoxha decidió plantar cara a la URSS de Jruschov y, de la mano de la China de Mao, generó una verdadera crisis en el seno del comunismo internacional.

El 5 de marzo de 1953 murió Iósif V. Stalin. Tras diversas luchas palaciegas, a las que se sumó la ejecución de Lavrenti Béria (1899-1952), considerado un obstáculo para la desestalinización, subió al poder Nikita Jruschov (1884-1971). Jruschov cuestionó de manera clara la política de Stalin, sobre todo en lo que se refiere al culto al líder y las excesivas purgas. El nuevo líder soviético, antiguo colaborador de Stalin, no dudó en afianzarse en el poder eliminando a sus antiguos colaboradores, y optó por revisar muchos aspectos de la política estalinista. Así, por ejemplo, el concepto de «dictadura del proletariado» fue progresivamente substituido por el de «Estado de todo el pueblo», y se optó por restablecer las relaciones diplomáticas con la Yugoslavia de Josip Briz, Tito (1892-1980).

Funeral de Stalin (1953) (Wikimedia).
Funeral de Stalin (1953) (Wikimedia).

¿Cómo reaccionó ante tales acontecimientos la Albania de Enver Hoxha (1908-1985)? Desde un primer momento, Hoxha estableció un régimen netamente marxista-leninista, marcado por una clara identificación con las políticas estalinistas. A pesar de que el pequeño estado balcánico se libró del yugo fascista y nazi sin la ayuda de los soviéticos, los comunistas albaneses se alinearon siempre con los postulados estalinistas. Hay que tener presente que Hoxha se sintió siempre amenazado por sus vecinos, la Grecia capitalista y la Yugoslavia socialista de Tito, que pocos años antes había pretendido anexionarse Albania, y a su vez había tenido la osadía de plantar cara a la todopoderosa URSS de Stalin. Así pues, en la Albania socialista no sentaron muy bien las nuevas políticas aperturistas («revisionistas», según Hoxha) de los jruschovistas. 

En un primer momento, ambos regímenes optaron por mantener las formas, y la colaboración se mantuvo con toda normalidad. De hecho, los acuerdos económicos firmados entre la URSS de Jruschov y la Albania de Hoxha comportaron una clara mejora en la maltrecha economía albanesa, a la sazón uno de los estados más pobres de Europa. Así, hay un acuerdo unánime entre los especialistas en afirmar que la ayuda soviética a Albania mejoró de manera clara las duras condiciones de vida de los albaneses: se triplicó el número de médicos (129 en 1950; 378 en 1959), se multiplicó por cuatro el número de camas de hospital (1765 en 1945; 5500 en 1953) y disminuyó la mortalidad infantil. Mejoró también el desarrollo en educación: entre 1945 y 1950 se duplicó el número de escuelas, alumnos y profesores, y el analfabetismo pasó del 85% en 1945 al 31% en 1950. En 1957 se fundó la Universidad de Tirana. Por todos estos motivos, los historiadores se refieren al bienio 1958-1959 como «los años dorados» de la economía albanesa.

Nikita Jruschov (Wikimedia).
Nikita Jruschov (Wikimedia).

Pero el régimen de Hoxha no estaba dispuesto a tolerar ningún atisbo de «revisionismo», y aún menos si esto podía suponer que se cuestionara su autoridad en el país. La economía se hallaba supeditada a la ideología. La Albania socialista inició una política de propaganda enérgica y contundente en la que se cuestionaba la falta de coherencia de Jruschov, y la prensa albanesa recogió con todo lujo de detalles de qué manera la Unión Soviética se apartaba de los postulados estalinistas. 

Así, se inició una doble actividad política. Por una parte, Hoxha apartó del Partido del Trabajo de Albania (PTA) a los elementos filosoviéticos, como la dirigente Liri Belishova, de la que se dijo que «le han ofuscado las adulaciones y los epítetos sonoros de los dirigentes soviéticos y se ha puesto de acuerdo con ellos». Por otra parte, el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) había convocado una reunión de 81 partidos comunistas de todo el mundo para el mes de noviembre de 1960 en el que se pretendía afianzar el liderazgo de Jruschov, sobre todo frente a la creciente influencia de la China de Mao Zedong (1893-1976). Hoxha optó de manera clara por la vía maoísta, que consideraba que se mantenía fiel al legado estalinista. Los medios de comunicación albaneses se movilizaron para reivindicar la ortodoxia del socialismo albanés, y los titulares fueron cada vez más enérgicos y combativos, resaltando con orgullo que un pequeño país como Albania podía (y debía) plantar cara a un gigante como la URSS. Merece la pena destacar algunos textos, eminentemente clarificadores: «iremos a Moscú no con diez banderas, sino con una sola, con la bandera del marxismo-leninismo» (discurso de Hoxha, 6 de septiembre de 1960), «que la declaración de Moscú sea lo más fuerte posible, que contenga pólvora y no algodón» (carta de Hoxha, 4 de octubre de 1960), «los albaneses estamos dispuestos a quedarnos incluso sin pan con tal de no violar los principios, no traicionar al marxismo-leninismo» (discurso de Hoxha, 31 de octubre de 1960).

Mientras tanto, los colaboradores de Jruschov acusaban a los albaneses de dogmáticos y sectarios, y les amenazaban con retirar cualquier tipo de ayuda económica. Criticaban a Hoxha su excesivo recelo hacia la Yugoslavia de Tito, y apelaban al espíritu internacionalista del socialismo para que los albaneses no desentonaran en la cumbre de Moscú. Unos días antes de la celebración de dicha cumbre tuvo lugar en el Kremlin un encuentro del más alto nivel diplomático entre Enver Hoxha y Nikita Jruschov. Las fuentes soviéticas y albanesas coinciden en el fracaso que supuso dicha cumbre, y Hoxha recogió en un libro de memorias una transcripción de las acaloradas discusiones. Ya sabemos que los libros de memorias siempre se deben tomar con cautela, puesto que pueden contener muchas inexactitudes y manipulaciones. En cualquier caso, hay una anécdota que merece la pena la pena ser transcrita y, sea como fuere, «se non è vero, è ben trovato»:

«—Jruschov: Se acalora usted, me ha salpicado de saliva, no se puede discutir con usted.

—Hoxha: Usted dice siempre que somos coléricos.

—Jruschov: Y ustedes deforman mis palabras. ¿El intérprete conoce bien el ruso?

—Hoxha: No le eche la culpa al intérprete, porque conoce muy bien el ruso. Yo le respeto a usted, y usted debe respetarme.

—Jruschov: Así quiso hablar conmigo Macmillan, antiguo primer ministro de la Gran Bretaña.

—Shehu y Kapo (albaneses): El camarada Hoxha no es Macmillan, por lo tanto, retire lo que acaba de decir.

—Jruschov: ¿Y dónde me lo meto?

—Shehu: Métaselo en el bolsillo.

—Kapo: No estoy de acuerdo en que se desarrollen así las conversaciones».

El presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, visitó a Mao Zedong en 1972 (Wikimedia).
El presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, visitó a Mao Zedong en 1972 (Wikimedia).

Podemos apreciar de manera clara que las relaciones entre albaneses y soviéticos no podían pasar por peor momento. Finalmente, llegó el día de la intervención de Hoxha en la conferencia de los 81 partidos comunistas y obreros. El 16 de noviembre de 1960 estalló toda la artillería albanesa ante la mirada incrédula de Jruschov y el resto de líderes comunistas del planeta. Hoxha acusó a la URSS de haber traicionado a la ideología marxista-leninista, de haber vertido falsas acusaciones sobre Stalin, y de haber iniciado una política servil ante los Estados Unidos de América. También, por supuesto, recriminó la actitud pactista con la Yugoslavia de Tito. La coexistencia pacífica, según Hoxha, sólo suponía la derrota ante el bloque capitalista.

Tras la reunión de Moscú, los líderes albaneses regresaron a su país, satisfechos por haber plantado cara al gigante «revisionista». Las críticas de la URSS y del resto de países socialistas, a las que se debe sumar la posición enérgica de la española Dolores Ibárruri, «La Pasionaria» (1895-1989), quien acusó a los albaneses de morder la mano que les daba de comer, reafirmó aún más al nacionalismo comunista albanés, que formalizó la ruptura oficial con la Unión Soviética, y consolidó las alianzas con la China de Mao. 

Sin embargo, y ya en la década de 1970, Mao recibió a Richard Nixon (1913-1994), presidente de los Estados Unidos, y los albaneses comunistas, fieles a sus principios, también abandonaron las alianzas con la China «revisionista». Pero esta es ya otra historia. En cualquier caso, no debe sorprendernos que, cuando Jruschov escribió sus memorias, dedicara estas dos perlas a la Albania socialista, a la que definió como «el perturbador número uno de los países socialistas», y sentenció que «los albaneses son peores que animales».

Para saber más:

Crankshaw, Edward (editor) (1970). Kruschev recuerda. Madrid: Santillana. 

Droz, Jacques (dir.) (1983). Historia general del socialismo: de 1945 a nuestros días, vol. IV, Barcelona: Destino.

Halliday, Jon. (1986). The Artful Albanian: The Memoirs of Enver Hoxha. Londres: Chatto&Windus.

Hoxha, Enver. (1977). Albania frente a los revisionistas jruschovistas. Tirana: Casa Editora “8 Nëntori”.

Hoxha, Enver. (1980). Los jruschovistas. Tirana: Casa Editora “8 Nëntori”.

Kruschev, Nikita. (1975). Memorias: el último testamento. Barcelona: Editorial Euros.

Vickers, Miranda. (2014). The Albanians: a Modern History. Londres/Nueva York.

La historia secreta de cómo Alemania Oriental y la Unión Soviética construyeron el Muro de Berlín.

GETTY IMAGES Image caption Las autoridades de Alemania del Este comenzaron a erigir de forma abrupta el muro de Berlín en 1961.

Fuente: BBC Mundo.8 de abril de 2018.

Autor: Patrick Major

Berlín había sido un espacio peculiar desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Era una ciudad «isla» cuatripartita, dirigida por los cuatro ocupantes, cada uno con su propio sector, pero encerrado dentro de la zona soviética y a más de 160 kilómetros de las zonas occidentales de Estados Unidos, Reino Unido y Francia.

En represalia por los intentos de formar el estado de Alemania Occidental separado en 1948, Stalin había explotado la posición expuesta de Berlín Occidental cortando sus enlaces terrestres hacia el oeste.

Pero Berlín Occidental eventualmente se convirtió en una espina permanente para la Alemania del Este circundante. La CIA y el MI6 la usaban como base de espionaje de avanzada; su economía atraía a decenas de miles de viajeros de Alemania Oriental.

En la noche del 13 de agosto de 1961, esta grieta en la Cortina de Hierro se cerró con una brusquedad dramática.

Desde la una de la madrugada, cordones humanos de la policía fronteriza de Alemania del Este y milicianos descendieron al límite del sector soviético para enfrentarse a la policía de Berlín Occidental y las tropas estadounidenses, británicas y francesas.

Construcción del muro de Berlín.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption Pronto el alambra de púas fue dando paso a estructuras de hormigón.

Grandes depósitos de alambre de púas, así como cercas de malla y postes de concreto, se erigieron rápidamente justo adentro del sector este, a veces hasta aprovechando farolas y vías de tranvías soldados para hacer barreras improvisadas.

Cuatro días más tarde, sin contramedidas occidentales, las autoridades de Alemania del Este comenzaron a construir una estructura más permanente de bloques de cemento y losas de hormigón: el Muro de Berlín propiamente dicho.

De un solo golpe, la RDA había puesto fin a un éxodo humano en marcha desde 1945, que había alcanzado proporciones epidémicas en el verano de 1961.

Apodado por el partido Republikflucht, o «fuga de la República», uno de cada seis del alemanes del este se habían ido al oeste, la mayoría vía Berlín.

Ni con zanahorias

Desde 1958, las autoridades comunistas habían estado particularmente alarmadas ante el número de médicos, profesores e ingenieros que se marchaban.

Personas saludan desde el otro lado del muro.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl muro, de súbito, comenzó a separar a quienes había sido vecinos.

A pesar de la política de zanahoria y palo, no lograban disuadir a los desertores mientras mantenían la frontera abierta, como exigía el estado cuatripartito especial de Berlín.

Desde mayo de 1960, la Stasi, la temida policía secreta de la Alemania Oriental, había sido reclutada pero solo había podido interceptar a uno de cada cinco.

Y concluyeron: «Un cierre total de Berlín Occidental no es posible y por lo tanto no se puede dejar el combate de Republikflucht a los órganos de seguridad de la RDA solamente».

Se necesitaba una solución más radical, que implicara un aislamiento físico de Berlín Occidental, una válvula de una sola vía que mantuviera a los alemanes orientales en el este, pero que no negara el acceso del occidente al oriente.

Pelea con Kennedy

Los alemanes del Este habían contemplado en privado esta idea a lo largo de la década de 1950, pero habían sido vetados por el hermano mayor soviético a favor de una solución diplomática.

Nikita Jruschov y Walter Ulbricht.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn julio de 1961, Nikita Jruschov accedió a la petición del líder de Alemania oriental, Walter Ulbricht, para construir una barrera física que separara Berlín.

En mayo de 1961, el líder de Alemania Oriental, Walter Ulbricht, le solicitó formalmente a Moscú que cerrara la frontera.

Pero fue solo después de la confrontación del primer ministro soviético, Nikita Jruschov, con el nuevo presidente estadounidense, John F. Kennedy, en junio, seguida por un intransigente discurso televisado de este último, a finales de julio, que el líder del Kremlin finalmente cedió.

La decisión de construir un muro llegó por lo tanto última hora, y tuvo que llevarse a cabo en secreto extremo, a fin de evitar una estampida de gente queriendo salir.

Un anillo de hierro

Al día siguiente del discurso de Kennedy, el 26 de julio, Jruschov le ordenó al embajador soviético que le dijera a Ulbricht que tenían que «usar la tensión en las relaciones internacionales para rodear Berlín con un anillo de hierro«.

«Esto debe hacerse antes de concluir un tratado de paz».

Alambre de púas cerca de la Puerta de Brandemburgo.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionPor seguridad, los británicos colocaron en el lado occidental un alambre de púas cerca de la Puerta de Brandemburgo.

En efecto, el líder soviético estaba cortocircuitando la crisis diplomática que él mismo había desencadenado en noviembre de 1958 al emitir un ultimátum a las potencias occidentales para que desalojaran Berlín Occidental o aceptaran un acuerdo de paz que los habría obligado a reconocer lo que consideraban un estado títere soviético ilegítimo: la llamada «República Democrática Alemana».

La soberanía de la RDA le habría dado a los alemanes orientales el control directo sobre las autopistas de tránsito entre Berlín Occidental y Alemania Occidental, así como sobre los corredores aéreos.

Alemania Oriental efectivamente habría podido comenzar un segundo bloqueo de Berlín.

La discreta operación rosa

El discurso de Kennedy había dejado en claro que Estados Unidos estaba dispuesto a ir a la guerra para defender Berlín Occidental, pero cualquier compromiso con un Berlín Oriental abierto había brillado por su ausencia.

Implícitamente, se le había dado mano libre a los comunistas en su sector.

John F. Kennedy.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl entonces presidente de EE.UU., John F. Kennedy, había dejado clara su disposición de ir a la guerra para defender Berlín occidental.

Desde ese punto, «la operación rosa» -el plan para cortar Berlín Occidental- se desarrolló rápidamente bajo el más estricto secreto.

La cadena de mando normal fue eludida, y en total sólo unos 60 funcionarios de la RDA sabían de ella.

El jefe de operaciones en tierra era Erich Honecker, número dos en el partido comunista de Alemania Oriental, destinado a convertirse en líder de la RDA una década más tarde. En 1961, era el secretario de seguridad del Politburó responsable de la seguridad interna y militar.

El cierre de la frontera se llevaría a cabo desde un sábado por la noche hasta el domingo por la mañana, para evitar posibles paralizaciones en las fábricas; el partido tenía dolorosos recuerdos de las huelgas masivas del 17 de junio de 1953.

Para el 24 de julio, la sección de seguridad del partido había calculado que el cierre total requeriría 27.000 días-hombre de trabajo y casi 500 toneladas de alambre de púas.

Anillo de tanques

Los pocos elegidos del ministerio del Interior se reunieron en la escuela de formación del Volkspolizei, en las afueras de Berlín, bajo las órdenes de Willi Seifert, comandante de las tropas del interior, pero también exrecluso de Buchenwald, por lo tanto con amplia experiencia «desde dentro» de instalaciones de máxima seguridad.

Erich Honecker.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionSolo unos pocos funcionarios de la RDA, incluyendo al futuro líder Erich Honecker conocían los planes para construir el muro.

Poco a poco, los materiales para las cercas fueron secretamente trasladados a la capital desde otras regiones fronterizas y unidades policiales. Pero no se trataba solo una acción policial.

A finales de julio, el jefe del Estado Mayor de las fuerzas soviéticas, el teniente general Ariko, se reunió con su homólogo de Alemania Oriental, el mayor general Riedel, para discutir la coordinación del «anillo de hierro» de los tanques soviéticos y alemanes orientales que proporcionaría una fuerza de disuasión a 1,6 kilómetros detrás las unidades de policía.

El ejército comenzó la planificación conspirativa en Schloß Wilkendorf, al noreste de Berlín, donde el ministro de Defensa Heinz Hoffmann, Riedel y otros 11 oficiales trazaron los planes para una avanzada en el más estricto silencio de radio, detallando hasta la necesidad de amortiguar los tanques.

Occidente despistado

Mantener en secreto la operación también era importante pues había mucha especulación sobre cuánto sabía Occidente de antemano.

Tanques soviéticos desplegados en Berlín.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionSoviéticos y alemanes orientales desplegaron un «anillo de hierro» con tanques en apoyo a las obras del muro.

Los estadounidenses tenían un superespía del Kremlin, Oleg Penkovsky, que el 9 de agosto supo de la acción inminente pero no pudo transmitir la información hasta después del evento.

Las estimaciones previas de inteligencia de la CIA, ya en otoño de 1957, por ejemplo, habían predicho el posible cierre de fronteras. El Comité Conjunto de Inteligencia británico llegó a conclusiones similares en febrero de 1959.

En 1961, sin embargo, los analistas de la CIA estaban más obsesionados con lo que sucedería si los soviéticos intentaban repetir el bloqueo de 1948 para expulsar a los aliados de Berlín occidental atacando las rutas de tránsito.

También hubo informes de acaparamiento de alambre de púas, pero estos no eran nuevos y, como con la mayoría de las evaluaciones de inteligencia, el problema era una sobrecarga de información. Las misiones militares de los aliados occidentales, que podían recoger inteligencia abiertamente, no encontraron evidencia de la acción inminente.

Como los estadounidenses informaron el 2 de agosto: «Situación en gran medida igual que hace una semana«.

El 12 de agosto, los británicos también descartaron soluciones drásticas: «Los rusos probablemente estén más impresionados por los riesgos de disturbios si la ruta de escape es completamente cortada que por el daño actual a la RDA».

Una opción poco clara

La evidencia que ha salido a la luz de fuentes de Alemania Occidental tampoco es concluyente.

Konrad Adenauer.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl canciller de Alemania occidental, Konrad Adenauer, había sido advertido sobre la importancia que tenía Berlín occidental para el régimen comunista del Este.

El Bundesnachrichtendienst (BND), el servicio secreto de la República Federal de Alemania, tenía una gran red de informantes anticomunistas en la RDA.

Esa red recaba información de inteligencia militar. Su jefe, Reinhard Gehlen, afirmó en sus memorias que el BND había informado de la acción antes de que ocurriera.

Su informe de julio de 1961 efectivamente indicaba que el cierre de las fronterasdel sector era considerado como una posibilidad real e inminente.

A pesar de estos indicadores aparentemente amenazadores, hubo informes contradictorios.

La inteligencia interna de Alemania Occidental, Verfassungsschutz, le dijo al canciller, Konrad Adenauer, que, aunque «la isla de Berlín Occidental se ha convertido en una cuestión de vida o muerte para el régimen comunista», unas restricciones de viaje más contundentes serían «intolerables para toda la población».

Por lo tanto, parece probable que la comunidad de inteligencia sabía que el cierre de Berlín era una opción que el Este estaba sopesando y planificando activamente, pero no estaba segura de una fecha exacta.

El momento y lugar correcto

«La lección estratégica y táctica más importante de la exitosa acción del 13 de agosto», como registraron sus contrapartes en la Stasi, «es la importancia de mantener en secreto el momento en el tiempo, como un requisito previo decisivo para más golpes exitosos contra el enemigo, en el momento correcto y en el lugar correcto».

Antes de una reunión de los principales líderes del bloque oriental, el 1 de agosto,Ulbricht habló con Jruschov durante dos horas por teléfono en una conversación descubierta hace pocos años en Moscú.

Walter Ulbricht y Nikita Khrushchev.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption Walter Ulbricht y Nikita Jruschov acordaron en secreto la construcción del muro.

Después de algunas bromas sobre el estado de la colectivización de la RDA, Khrushchev repitió su llamado a poner «un anillo de hierro alrededor de Berlín».

«Creo que nuestras tropas deberían poner el anillo, pero sus tropas deberían controlarlo».

Ulbricht estaba claramente muy preocupado por un embargo económico occidental contra la RDA y gran parte de sus comentarios se referían la situación económica de Alemania Oriental.

Los dos finalmente terminaron hablando de la seguridad:

Jruschov: Leí informes originales de los servicios secretos occidentales que estiman que las condiciones para un levantamiento han madurado en la RDA. Ellos están usando sus propios canales para evitar que las cosas lleguen a un levantamiento porque eso no logrará nada. Están diciendo: no podemos ayudar y los rusos aplastarán todo con tanques. Por lo tanto, están pidiéndole a la gente que espere hasta que las condiciones sean adecuadas. ¿Es eso realmente cierto? No estoy seguro y estoy basándome solamente en los informes occidentales.

Ulbricht: Tenemos información de que, de forma lenta pero segura, reclutando desertores y organizando la resistencia, el gobierno de Bonn está preparando las condiciones para un levantamiento que tendrá lugar en el otoño de 1961. Vemos losmétodos que usa el enemigo: la iglesia organiza el retiro de los agricultores de los colectivos, aunque con poco éxito; hay acciones de sabotaje… Un levantamiento no es realista, pero hay acciones posibles que podrían causarnos un gran daño internacional.

Sin embargo, incluso en esta etapa, Ulbricht parecía estar contemplando medidas graduales que requerían preparación política.

«Realízalo cuando quieras», respondió el líder del Kremlin. «Podemos coordinarlo en cualquier momento».

Sin embargo, estaba más inclinado a la conspiración que su homólogo de Alemania Oriental: «Antes de la introducción del nuevo régimen fronterizo no deberías explicar nada, ya que eso solo aumentaría el movimiento de refugiados y podría conducir a una estampida… Te daremos una, dos semanas para que puedas prepararte económicamente».

Walter Ulbricht.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionWalter Ulbricht quería que la construcción se hiciera de forma muy rápida.

Jruschov luego planteó el estado de las cuatro potencias de Berlín: ¿debería la frontera rodear el Gran Berlín en lugar de solo los sectores occidentales?

Sin embargo, Ulbricht se mantuvo firme; el cerco pasaría por el centro de la ciudad: «Por encima de todo, tiene que suceder rápido».

Jruschov confiaba en que Occidente no reaccionaría de forma exagerada: «Cuando implementes estos controles, todos estarán satisfechos. Además, van a tener una muestra del poder que detentas«.

Ulbricht: «Sí, entonces lograremos la estabilización».

A pesar de la conversación, una cuestión de guerra y paz requería el respaldo político del Pacto de Varsovia. Aunque para cuando llegó la reunión del 3 al 5 de agosto, la suerte ya estaba echada.

Ya en el primer día, en lo que probablemente fue una reunión privada con Jruschov, el líder de la RDA había elaborado los elementos esenciales de lo que estaba por venir, y para entonces tenían una fecha: 13 de agosto.

«Bromeamos entre nosotros porque en Occidente se supone que el 13 es un día desafortunado«, recordó Jruschov más tarde. «Bromeé que para nosotros y para todo el campo socialista sería un día muy afortunado».

Una mujer intenta escapar hacia Berlín occidental.
Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGESImage captionAunque el muro se construyó para evitar que los ciudadanos de Alemania oriental se fugarán a Occidente, muchas personas siguieron intentando hacerlo.

El 12 de agosto, alrededor de las 4 p.m., Ulbricht firmó la inminente acción y luego invitó a los funcionarios del gobierno y del partido a su residencia rural en el lago Dölln, al norte de Berlín, para dar un paseo y cenar.

Hablando con el embajador soviético, el líder del partido de Alemania del Este, en un raro estallido de humor, bromeó diciendo: «No los dejaré ir hasta que la operación termine. Por si acaso».

Los líderes reunidos estaban un poco desconcertados por la ronda de bromas e interludios musicales, hasta que alrededor de las 9.30 p.m.,Ulbricht, repentinamente los convocó a una sesión de emergencia del Consejo de Ministros para aprobar las medidas por venir.

Cuando los invitados se separaron hacia la medianoche, el camino de regreso a Berlín ya estaba lleno de tanques rusos.

La operación rosa había comenzado.

«Un muro es no muy agradable, pero es muchísimo mejor que una guerra», dijo John F. Kennedy.

________________________________________

Patrick Major, el autor de este artículo, es profesor de Historia Moderna en la Universidad de Reading. Sus libros incluyen «A la sombra del muro: Historias verdaderas del pasado dividido de Berlín» y «Detrás del muro de Berlín: Alemania Oriental y las fronteras del poder«.

L.a Operación Barbarroja

Fuente: Revista de Historia.

En 1938, la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin firmaron el pacto de no agresión germano-soviético, denominado Pacto Ribbentrop-Mólotov, con el cual también se estrechaban vínculos comerciales y económicos. A pesar de este pacto, la decisión de atacar la URSS ya estaba decidida por Hitler antes del comienzo de la Guerra, y la expuso por primera vez el 13 de julio de 1940, en una reunión con los altos mandos militares.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, Pacto Ribbentrop-Mólotov

La Operación Barbarroja

En esta reunión, Hitler, expuso sus planes estratégicos:

“Si aplastamos Rusia, Inglaterra perderá su última tabla de salvación en Europa, y Gran Bretaña se hundirá con ella. Rusia tiene que ser liquidada y cuanto antes mejor”.

El interés del ataque a la Unión Soviética viene precedido por el interés de los campos petrolíferos del Caúcaso y el trigo de Ucrania, a la vez que por el antibolchevismo de Hitler. Previo ataque a la Unión Soviética, Hitler había estudiado la campaña en Rusia de Napoleón, teniendo en cuenta el fracaso de los ejércitos franceses en las nevadas rusas. Por ello, había desechado en un principio invadir la URSS sin terminar antes con el frente oeste, o sea, firmar la paz con Gran Bretaña.

Esta misión se le confió a Rudolf Hess, uno de los más fervientes seguidores de Hitler, con un gran fracaso. Fue encarcelado en Gran Bretaña y repudiado por Hitler. A pesar de este fracaso diplomático, la idea de atacar la URSS ya estaba prevista, pensando que la ocupación de la misma no duraría más de seis meses, y con ello privando a Inglaterra de su única posible salvación. Stalin, previo ataque de Alemania, había recibido información de los planes alemanes por diversas fuentes.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, restos del Bf-110 de Rudolf Hess en Inglaterra

Espías soviéticos (la llamada y conocida red de espías “la Orquesta Roja”) y el propio Churchill le alertaron de la inminente invasión. Stalin, hizo caso omiso de dicha información, pensando que el líder británico buscaba enfrentarle con Hitler, desatendiendo los múltiples requerimientos de prepararse para el ataque alemán, e incluso enviando materias primas al Reich (cromo, níquel, combustible, trigo), siendo el día 21 de Junio el último envío de transporte de material desde la Unión Soviética, y el día en que Stalin tuvo que reaccionar, ya que las tropas alemanas atravesaron la frontera soviética.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, tropas alemanas en el Partenón

La operación Barbarroja estaba proyectada para mayo de 1941, pero las dificultades que surgieron en Grecia a raíz de la intervención italiana en dicho país y en los Balcanes, retrasaron la operación cuatro semanas más, semanas que serían fatales para las fuerzas de la Wehrmacht.

La Operación Barbarroja

La Operación Barbarroja, objetivos.

La operación Barbarroja tenía tres objetivos en 3000 kilómetros. Hacia el Norte estaba el objetivo ideológico, Leningrado (la ciudad de Lenin, la cuna de la Revolución Rusa). En el centro, el objetivo político, Moscú (la ciudad de Stalin). Al Sur, el objetivo económico, Ucrania. El 22 de Junio, los primeros zapadores de la Wehrmacht entran en territorio ruso. Este ataque sorpresa a la Unión Soviética se extendió en un frente que iba desde Finlandia hasta el Mar Negro.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja

Este ataque se realizó mediante 153 divisiones alemanas y tropas extranjeras. Los alemanes contaban con tres millones de soldados, 600000 vehículos motorizados, 7000 cañones, 3600 carros de combate y más de 2700 aviones. Las tropas extranjeras estaban compuestas por casi 500000 soldados (rumanos, eslovacos, finlandeses, húngaros y voluntarios franceses y fascistas españoles). El Ejército Rojo contrapone en el frente occidental a dos millones y medio de hombres.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, noticia en la Europa Ocupada

Una cifra similar se distribuye entre el Cáucaso (contra Gran Bretaña, a la cual Moscú considera un enemigo potencial) y Extremo Oriente (contra Japón). El ataque principal lo desencadenan tres Grupos de Ejércitos alemanes, el del Norte (Wilhem von leeb) (26 divisiones y 4ª flota aérea), el del Centro (Fedor von Dock) (51 divisiones, y 2ª flota aérea) y el del Sur (Gerd von Rundstedt) (59 divisiones, 4ª flota aérea).

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, la aviación soviética fue prácticamente destruida en tierra

Artículo completo

Guerra de Vietnam: sangre, napalm y lágrimas.

 

Autor: JULIO MARTÍN ALARCÓN29/04/2015

Fuente: elmundo.es

Matar más. La guerra es una cuestión de número y quien tenga una mayor lista de cadáveres acabará perdiendo la contienda. Básicamente, estas fueron las conclusiones del Mando Conjunto del Ejército de EE UU en Vietnam -MACV- y la consigna que aplicaron para afrontar una realidad bélica radicalmente distinta a la experiencia de la II Guerra Mundial.

El comandante en jefe de las tropas estadounidenses entre 1964 y 1968, el general William Westmoreland, formuló las claves del drama tras la decisión de Lyndon B. Johnson de incrementar la ayuda militar de EE UU al gobierno de Vietnam del Sur y comenzar, de facto, una guerra total en el Sudeste Asiático. Todo se precipitó el 12 de agosto de 1964, tras un incidente en la bahía de Tonkín entre dos lanchas lanzatorpedos norvietnamitas y el destructor Maddox, que patrullaba en la zona. El Pentágono elaboró un informe que lo calificó de agresión y que sirvió al presidente para una mayor implicación en la guerra civil entre el norte comunista y la Junta Militar del sur, con el resultado de la mayor escalada bélica desde la victoria sobre Alemania y Japón en 1945.

No podían invadir territorio enemigo, o se arriesgaban a una confrontación directa con China, sobre todo, aunque también con la URSS

Johnson aprobó en el Congreso para tal efecto la denominada Resolución del golfo de Tonkín, que desataría un infierno de prácticamente diez años, y la peor derrota de los norteamericanos en toda su historia.

La resolución facultaba al presidente para una casi total movilización del Ejército, aunque nunca se declarase formalmente la guerra, por cuestiones políticas. Estas serían las que determinarían decisivamente el contexto en el Sudeste Asiático: EE UU solo apoyaba a Vietnam del Sur en contra de los comunistas de Ho Chi Minh del norte y, por tanto, no tenía como objetivo recuperar terreno y traspasar el paralelo 17º por el que estaba divido el país desde el fin de la Guerra de Indochina en 1954. No podían invadir territorio enemigo, o se arriesgaban a una confrontación directa con China,sobre todo, aunque también con la URSS, que apoyaban de forma indirecta al régimen de Ho Chi Minh. Por tanto, no se practicó una guerra convencional consistente en recuperar territorio al enemigo para expulsarle, sino en una pura cuestión de desgaste humano.

Matar más, la estrategia del ‘Body Count’

La estrategia de Westmoreland se basó en aniquilar al Viet Cong -la guerrilla comunista survietnamita infiltrada- y el NVA -Ejército de Vietnam del Norte-, para que la población se echara en brazos del Gobierno de Vietnam del Sur y la amenaza comunista fuera neutralizada. La triste realidad es que, a pesar del difundido derrotismo sobre la campaña militar de Vietnam, el Ejército acertó en lo primero: EE UU salió claramente victorioso del Body Count -estadística de muertos-, pero se equivocó totalmente en lo segundo.

Aniversario Guerra de Vietnam

Al contrario, los comunistas ganaron cada vez más apoyo en el sur durante el desarrollo de la guerra, una realidad que constató la CIA, pero que el Ejército se negó a admitir. Prefirieron cifrar su éxito en pérdidas del enemigo respecto a las propias, el denominado Kill Ratio, otro de los principales argumentos de la época que filtró el Pentágono para convencer a los ciudadanos de que la guerra se estaba ganando. Si la estrategia era arriesgada, brutal y poco factible desde el punto de vista técnico, la táctica para llevarla a cabo resultó un auténtico calvario: había que localizar a un enemigo escurridizo en la jungla, su terreno, y eliminarlo.

El célebre Seek and destroy -buscar y destruir- se convirtió en el concepto referencial de la lucha durante la primera fase, de 1964-1968, denominada War of Attrition -guerra de agotamiento-. Cuando se localizaban unidades enemigas, un batallón o incluso un pelotón se trasladaba a la zona para acabar con el enemigo, se entablaba combate y se le bombardeaba. Después de cada operación regresaban a las zonas seguras. No había, pues, límites claros, ni frentes. La unidad básica de combate más usual fue el pelotón -la más pequeña en un ejército- y los helicópteros se convirtieron en la pieza básica, ya que transportaban y retornaban a los soldados en cada operación. Estos ascendían ya a medio millón hacia 1966. Jonhson, que había infravalorado la determinación norvietnamita, creía realmente que podría ganar la guerra con la alternativa de los números que le ofrecía Westmoreland y embarcó a la juventud norteamericana en una auténtica pesadilla.

Artículo completo

Los españoles que defendieron la URSS.

Soldados españoles que lucharon del lado de la URSS.

Autor: LEONCIO SORIANO

Fuente:  Diario Público.

Muchos de ellos habían soñado con verla al menos desde hace tres años, también noviembre de 1936 cuando conocieron a los primeros soviéticos, vieron los chatos y los moscas, como llamaban en España los cazas I-15 e I-16, los tanques T-26 y BT-5.

Algunos ya habían estado aquí hace dos años, nada más llegar a la URSS. Entonces, inundada por multitudes, risa, color y alegría, la Plaza Roja les pareció mucho más pequeña de lo que imaginaban por las fotos y sus imágenes de cine. Ahora, cubierta por la nieve y la oscuridad, sumida en el silencio, se hacía inmensa. Parecía increíble que a contados kilómetros estuvieran las columnas acorazadas alemanas. Igual que hace cinco años en España, las avanzadas fascistas estaban a contados kilómetros del corazón de Rusia y la presencia de la unidad española en la Plaza Roja era prueba de la confianza que gozaban en la URSS los «españoles de Stalin».

Continuar leyendo «Los españoles que defendieron la URSS.»