¡Ejerced la caridad! Comprad botas y zapatos para que los niños no vayan nunca descalzos

Zaragoza 1920. Vendiendo roscones frente Iglesia San Pablo. Fotografía de M.M. Chivite.

Autor: CÁNDIDO MARQUESÁN MILLÁN

Fuente:nuevatribuna.es 12/05/2020

El Boletín de Híjar (provincia de Teruel), cuyo Director era mosén Luís Turón, inserto en la “Hoja Catequística Semanal”, impresa por el Arzopispado de Zaragoza y creada por mosén Pedro Dosset, sacerdote hijarano y cuyo ministerio lo desempeñaba en los años 20 del siglo XX en la parroquia de San Pablo de Zaragoza, nos sirve para conocer el mensaje de la iglesia católica, claro y diáfano y profundamente conservador a nivel social, dirigido a los campesinos de Híjar.

En algunos Boletines de Híjar, en concreto, en los números 143, de 5 de diciembre de 1920; y en el nº 149 de 5 de abril de 1921, aparece un artículo, que por su amplitud debe insertarse en varios Boletines, bajo el título de “Origen de la propiedad”. Las razones de ocuparse de esta cuestión se debía a que desde los movimientos socialista, comunista y anarquista preconizaban la abolición de la propiedad privada. La Iglesia católica debía buscar argumentos para que los propietarios pudieran sentirse aliviados, ante la posibilidad de su desaparición.

Las ideas principales del artículo susodicho son las siguientes. Comienza señalando que sobre el origen de la propiedad se han barajado fundamentalmente tres teorías.

1ª) La teoría del “Pacto Social”, defendida por Van Pufendorf, Ronrean y Hobbes. Según ella la propiedad surgió de un pacto o convenio que hicieron los hombres en un principio. Anteriormente todo era de todos, pero esto generaba problemas, ya que todo el mundo quería coger siempre lo mejor. Todo el mundo quería el mejor campo, los mejores frutos, los mejores productos, que ofrecían la naturaleza. Como consecuencia de las tensiones generadas ya que todos los hombres deseaban lo mejor para sí, se llegó a una situación en la que era imposible vivir en paz y concordia. Por ello en determinado momento, los hombres reunidos, acordaron, pactaron, convinieron que cada uno tuviese un trozo de tierra para cultivar, aunque no puede saberse si este reparto se hizo por sorteo, por mayoría de votos o por la fuerza. Este acuerdo, este pacto es, según esta teoría, el origen de la propiedad. El articulista la rechaza argumentando que en ningún pueblo ha quedado constancia de este proceder. Y si este hubiera sido el origen de la propiedad debería haber permanecido alguna documentación histórica. Y no la vemos por ninguna parte. Está teoría del pacto social debemos rechazarla como falsa. Es la que defienden en estos momentos los comunistas y los bolcheviques.

2ª) El derecho de propiedad se basa en una “Ley humana”. El derecho de propiedad, según el articulista, no puede tener  su fundamento en ninguna Ley humana. Esta teoría no tiene menos inconvenientes que la del pacto social, y puede rechazarse con los mismos argumentos. Si una Ley humana crea el derecho de propiedad, ese derecho podría ser suprimido por los poderes públicos, a través de una nueva Ley derogando la Ley anterior. Esto es lo que persiguen los socialistas, quieren alcanzar una mayoría en el Parlamento para cambiar la Ley y privar de los bienes a los propietarios con una indemnización. Esta teoría es falsa y no vale, el derecho de propiedad es anterior a la Ley. La Ley no puede crear el derecho de propiedad en todo caso lo único que hace es sancionarlo.

3ª) El derecho de propiedad  tiene un “Origen divino”. Es según el articulista la única verdadera. Argumenta del siguiente modo. Dios ha creado al hombre para vivir en sociedad; le dio el derecho de formar una familia, le impuso la obligación de criar a los hijos, le dotó de inteligencia y de razón previsora. Para poder cumplir todos estos objetivos le confirió el derecho de propiedad. Sin ella el hombre no puede socializarse, ni tener una familia, ni mantener a unos hijos. La propiedad es sagrada e ir contra ella es ir en contra de los designios divinos.

En otro Boletín de Híjar, de abril de 1921, nuestro redactor se adentra en un problema arduo y difícil, como es el poder explicar y justificar las enormes desigualdades que se presentan en la sociedad. ¿Hasta qué punto  se puede mantener incólume la propiedad privada frente a la miseria de muchos hombres? Aparece una respuesta clara y contundente a esta pregunta. La argumentación es la siguiente.

Nadie, dice León XIII en su Encíclica Rerum Novarum, está obligado a aliviar el prójimo, disponiendo de lo que le es necesario para sí o para su familia, ni disminuyendo nada de lo que el decoro impone a su persona; pero, una vez satisfecha la necesidad y el decoro, es un deber emplear lo superfluo en beneficio de los pobres y menesterosos. Pero ahí está el problema; ¿Qué podemos entender por superfluo?

Nuestro articulista continua argumentando que según Santo Tomás existen tres tipos de bienes; los primeros, los que son necesarios para poder vivir y mantener a la familia; los segundos, los que nos permiten vivir conforme a nuestra condición social (pagar a los criados, mantener la casa con todos sus lujos, coches, conforme al nivel social de cada uno); los terceros son aquellos no indispensables ni para vivir ni para mantener nuestro rango social. Hecha esta distinción de raíz tomista, afirma que los primeros no debemos ni tenemos la obligación de usarlos para socorrer a los pobres; los segundos podemos darlos pero no es obligatorio; los terceros si que debemos usarlos para satisfacer las necesidades del prójimo necesitado. Como vemos, se inclina por la vía de la caridad como solución de los problemas sociales, sin entrar a fondo en la auténtica raíz de las injustas desigualdades sociales, que no es otra que la insultante e injusta repartición de la propiedad. Esa vía de la caridad queda perfectamente reflejada en la poesía del final del artículo, de la cual he extraído un fragmento para titular el escrito.

En el Boletín de Híjar, nº 148, de 9 de enero de 1921, aparece una especie de parodia, bajo el título “Un Ensayo de Comunismo”. El objetivo es claro, transmitir la idea de que es inviable cualquier doctrina de carácter socialista o comunista, pero, dicho todo ello, en un lenguaje claro que lo pudiera entender cualquiera. Didácticamente es todo un alarde en el uso de unos medios adecuados para transmitir claro un mensaje, para un público con muy escaso nivel cultural. Merece la pena reparar en el desprecio que se vislumbra a la hora de caracterizar a determinados personajes, difícil de comprender siendo un Boletín de la Iglesia católica. Es como sigue:

“En el pueblo de Villatonta, provincia de Babia, y partido judicial de Bóbilis, arraigaron tan hondamente las teorías socialistas y comunistas que un día se llegó a proclamar la república de los soviets, para imitar a la afortunada Rusia. Elegido jefe del Soviet el barbero de Villatonta, en cuya casa venía funcionando el Club comunista, se procedió al ensayo del reparto social en la forma que van a ver mis lectores.

Ciudadanos- decía el barbero presidente del Soviet a los vecinos de Villatonta, congregados en asamblea magna-, llegó por fin la hora feliz en que vamos a proceder al reparto de bienes entre los vecinos del pueblo. Si, señores, se procederá a hacer justicia equitativa y se atenderán todas las reclamaciones de los pobres. Los ricos… ¡Qué se revienten! ¡Ya era hora!

-¡Bravooooo!- vociferaron a una todos los que solamente poseían la camisa que llevaban.

-¡Mueran los ricos!- gritó el Canillas, el enterrador.

-Pido la palabra- dijo un jornalero- Yo quiero que se apruebe su mercé al presidente y los que repartan de que mi amo traga como un buitre, y tiene auto, y yo quiero el auto y mucho parné, y fumar buenas brevas… Mi amo será mi chofer.

-Bueno, se concederá lo que pide el ciudadano.

-¡Viva la igualdaaaaaa! ¡Vivaaaa!

-Yo también quiero auto-vociferó otro -y fumar buenos puros, y beber champán y comer bien, y descansar, que ya hi trabajao bastante.

-¡Y yo también! ¡Y yooo! -gritaron todos.

-Señores, eso no puede ser -dijo el barbero- porque no habrá autos, ni brevas, ni champán para todos.

-¡Abajooo!, contestaron muchos.

-Señores, repitió Rapabarbas, disimulando el mieditis que sentía al ver aquella tormenta incipiente, haiga calma y serenidá en el pueblo soberano. Exponga cada cual sus justas aspiraciones y se atenderán las reclamaciones endeviduales de cada uno.

-Pués yo lo que pido es mucho parné -gritó un zanganote muy devoto del dios Baco.

-Y nosotros lo mismo -contestaron a una todos los malos trabajadores de Villatonta.

-Pero señores -repuso el presidente Rapabarbas-, ustedes piden la luna y eso no puede ser. Todos quieren mucho dinero y no hay dinero para todos. Hay que armonizar el capital con le trabajo, y limitar las aspiraciones para que así se pueda conceder a los ciudadanos lo que pidan.

-Pues yo -contestó un vago de profesión- nunca hi trabajao, ni pienso, porque me prueba muy mal, y ahora que va a ser el reparto de bienes, menos que menos. Lo que quiero es vivir muchos años pa gozar. ¡Viva la igualdaaa ¡

-¡Que trebajen los ricos!- gritó el Chupahuevos que, desde su más tierna infancia, le pegó 5 tiros al trabajo.

-Señores- replicó el presidente Rapabarbas- si no limitan sus aspiraciones no nos entenderemos. Tengan muy presente que el trabajo es la fuente de la riqueza, y si todos quieren el dinero. ¿Quién trabajará? Y si no quieren trabajar. ¿Para qué servirá el dinero? Hay que armonizar el capital con el trabajo, entiéndanlo bien.

-¡Viva la armonía y la igualdá!- gritó Crispín el zapatero.

-Pido la palabra- gritó el tío Cuco- Yo quiero que cuando hagan el reparto, me den el olivar del Seco y la viña del Caparranas, que están junto a mis campos.

-El olivar es mío, ¡so mostillo!- vociferó el Seco.

-Y si alguien me quita la viña- añadió Caparranas- lo trataré como a las ranas; mi trabajo me ha costao.

-Es que ahora- replicó Rapabarbas- ya no hay mío, ni tuyo, sino que todo es de todos.

-¡Fuera, ese embustero!- gritaron varios propietarios, al ver los humos que gastaba el Caparranas; y al mismo tiempo voló por los aires un pedrusco anónimo que aterrizó en las costillas del repartidor, y le hizo besar el santo suelo.

-¡Burros, animales!- vociferó el barbero, levantándose y huyendo acosado de puntapiés y cachetes sin firma.

Entonces se armó la más gorda. Unos pedían dinero en abundancia, otros los mejores campos de la huerta, etc, etc.

-La casa de Caparranas será mía desde hoy- vociferó el enterrador que sólo tenía las sepulturas donde caerse muerto.

Y acto continuo, Caparranas defendió su derecho de propiedad, alegando como prueba justificante un garrote de carrasca con el cual dio al pretendiente una paliza fenomenal.

Unas mujeres se agarraron del moño por disputar de quién habían de ser 8 lechoncitos y la puerca criadera del molinero.

-¡Ladrona, más que ladrona!- decíanse mutuamente-, los lechoncitos son míos. Y tirón va, tirón viene, llegaron a decirse raca, se arrancaron el moño, los maridos tomaron parte en la cuestión, y allí hubo gritos, palos, y sobró leña para toda la generación de Villatonta.

Si antes de la cacareada repartición no se entendieron los villatontinos. ¿Qué sería cuando llegará a ser un hecho? Esto es lo que se preguntaban, al retirarse a sus casas después de la pelea, mustios los semblantes, y rascándose en las costillas el escozor, que les habían dejado como recuerdo los estacazos repartidos, antes de la repartición de bienes.

Y esto deben de preguntarse también los bobalicones que se tragan las famosas patrañas del comunismo.”

En la misma línea, sin apartarse lo más mínimo de las líneas anteriores, en otro Boletín de Híjar, el nº 132, de 19 de septiembre de 1920, aparece la siguiente poesía:

-Siendo ayer día de moda
¿Por qué no fuiste al teatro?
-Preguntó a la niña Pura
su buena amiguita Amparo.
-Porque ayer vi a un pobre niño
pisando nieve descalzo,
y hoy voy a comprarle botas
con lo que costaba el palco.-
Imitad, jóvenes bellas,
de Purita el noble rasgo;
privaos algunos días
de ir a ciertos espectáculos,
y con el mismo dinero
que allí pensabais gastaros,
¡ejerced la caridad!
comprad botas y zapatos
para que los niños pobres
no vayan nunca descalzos.

Los 20.000 esclavos de Carlos III

Carlos III comiendo ante su corte (Luis Paret y Alcázar, 1775). WIKIMEDIA COMMONS / MUSEO DEL PRADO

Autor: JOSÉ MIGUEL LÓPEZ GARCÍA

Fuente: elpais.com 2020/07/25

Al concluir la Guerra de los Siete Años en 1763, los ministros de Carlos III decidieron impulsar el desarrollo de la esclavitud dentro del Imperio español. Para tal fin, nada mejor que fomentar en el Caribe plantaciones azucareras similares a las que ya habían creado los franceses y británicos. Esto implicaba auspiciar la creación de compañías nacionales de traficantes de esclavos, cuyos barcos desplazaran a los de otras potencias dedicadas al comercio de las valiosas piezas de indias; y proceder a la reducción de los aranceles que lo gravaban, hasta lograr el libre comercio de esclavos en 1789.

La expansión de la trata negrera corrió pareja a otro hecho de singular relevancia: el soberano se convirtió en el mayor propietario de mano de obra cautiva de la Monarquía hispánica.

La mitad de sus 20.000 esclavos estaban alojados en Cuba construyendo fortificaciones en La Habana o prestando sus servicios en la mina del Cobre en Santiago de Cuba. Otros 8.500 trabajaban en haciendas azucareras y ganaderas diseminadas por Colombia, Perú, Ecuador y Chile. Los 1.500 restantes estaban alojados en la península Ibérica, en los arsenales de la Armada, especialmente en Cartagena, o realizaban obras públicas en las inmediaciones de la Corte, como los 300 esclavos argelinos que desmontaron la subida al Alto del León en el puerto de Guadarrama.

Carlos VII, rey de Nápoles (futuro Carlos III de España), por Giovanni Maria delle Piane, 1737.
Carlos VII, rey de Nápoles (futuro Carlos III de España), por Giovanni Maria delle Piane, 1737. WIKIMEDIA COMMONS / MUSEO DEL PRADO

6.000 esclavos ‘madrileños’

El apogeo de la esclavitud tenía por fuerza que hacerse sentir en el centro neurálgico del Imperio español: al despuntar la década de 1760 había en Madrid unos 6.000 esclavos, que por entonces equivalían al 4% de su población total: su presencia cotidiana en las calles y plazas confería a la capital un aspecto de ciudad multiétnica.

Aviso de la venta de un negro de 20 años junto a un coche nuevo y un par de mulas publicado el 19 de octubre de 1765 en el 'Diario Noticioso de Madrid nº 1524'.
Aviso de la venta de un negro de 20 años junto a un coche nuevo y un par de mulas publicado el 19 de octubre de 1765 en el ‘Diario Noticioso de Madrid nº 1524’. BNE – HEMEROTECA DIGITAL

La mayoría formaba parte del servicio doméstico de los complejos palaciegos de la realeza y de las residencias pertenecientes a la aristocracia, el clero y otras fracciones de la clase dominante, dueñas por excelencia de las consideradas por entonces mercancías, cuyo disfrute también les confería reconocimiento social.

Junto a las múltiples actividades laborales desempeñadas en las casas de sus amos, otro grupo más reducido trabajaba en talleres artesanales, mientras que unos pocos cultivaban con éxito las bellas artes. Es el caso del miembro de la Casa de los Negros del Palacio Nuevo (Palacio Real) Antonio Carlos de Borbón, arquitecto de obras reales y autor de la fábrica de Porcelanas del Buen Retiro, o de su hermano Joseph Carlos de Borbón, pintor de Cámara, 10 de cuyas obras forman parte de la colección del Museo del Prado. Pero incluso estos “privilegiados” fámulos, que después de ser liberados llevaban el nombre y el apellido de su amo, acabaron muriendo en la más absoluta miseria.

Resistencia y rechazo

A finales del reinado de Carlos III, el esclavizado madrileño es un varón negro que tiene menos de 25 años. A diferencia de la centuria precedente, ya no es un «moro de presa«, esto es, un magrebí o un súbdito del Imperio otomano que ha sido capturado en una campaña militar, sino un negro de nación oriundo de las costas del África occidental y, cada vez con más frecuencia, de las colonias hispanoamericanas.

Dicho cambio en el fenotipo, y el consecuente alejamiento de las fuentes de aprovisionamiento de la mano de obra cautiva, hará que su precio en el mercado de esclavos madrileño sea a finales del siglo XVIII cuatro veces más alto que al despuntar la centuria. No obstante, las causas del declive de la esclavitud que por entonces se observa no fueron solo, ni principalmente, económicas, sino que tienen unas raíces sociales más profundas.

Porque, al carecer de los derechos sociales más elementales, estar marcado con un hierro en el rostro y sufrir duros castigos corporales, el esclavizado madrileño ansiaba, lógicamente, la libertad, de ahí que protagonizase numerosos actos de resistencia individual. Para disciplinar a estos rebeldes incorregibles y capturar a los cimarrones, los amos necesitarán del auxilio de las instituciones judiciales, policiales y militares del Estado absolutista, de manera que cuando este comience a quebrar, arrastrará en su caída a esa modalidad de trabajo embridado.

Paisaje con ruinas y figuras pintado por Joseph Carlos de Borbón.
Paisaje con ruinas y figuras pintado por Joseph Carlos de Borbón. WIKIMEDIA COMMONS / MUSEO DEL PRADO

Una muerte anunciada

Finalmente, tampoco podemos pasar por alto el rechazo que esta institución brutal y lucrativa provocó entre las clases populares de la metrópoli, de suerte que sus miembros no dudarán en ayudar a los esclavos en apuros o incluso procederán a linchar a algún amo que maltrataba a su negro en la vía pública en 1808.

Desde esta perspectiva, el decreto de las Cortes españolas que en 1837 abolió la esclavitud legal en la península Ibérica solo puso el punto y final a la crónica de una muerte anunciada.


El presente artículo constituye un resumen de una parte de la obra ‘La esclavitud a finales del Antiguo Régimen. Madrid, 1701-1837. De moros de presa a negros de nación’. Madrid: Alianza Editorial, 2020, en la cual el curioso lector podrá encontrar todas las referencias bibliográficas y archivísticas.


José Miguel López García es profesor titular del Departamento de Historia Moderna y Coordinador del Equipo Madrid de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Madrid.

Memoria Histórica: 1808. Así vendieron España a Napoleón los Borbones

Autor: Julio Merino

Fuente: elcorreodeespana.com 25/07/2020

Por seis millones de francos anuales y dos castillos en Francia) Napoleón: “No se puede comprar un Imperio por menos”

La familia de Carlos IV de Goya

Me contaba mi viejo amigo Federico Carlos Sainz de Robles, el máximo conocedor de la obra de Galdós, que Don Benito se murió sin poder llevar a cabo el más grande de sus sueños literarios: escribir una obra de teatro sobre los Borbones, en la que pudiera sintetizar lo que fue la “Familia Borbón española”, desde Felipe V a Don Alfonso XIII… y que no había podido ni empezar , aunque los había estudiado a fondo e incluso lo había hablado con la Reina Isabel II en París, porque no sabía en qué género desarrollarla, si como comedia, como drama, como tragedia, como zarzuela, como vodevil, o como el grandioso “Parsifal” de Wagner, un compendio de bondades y miserias, de envidias y celos de traiciones y corrupciones y hasta de erotismo o pornografía… Y que al final había llegado a una conclusión, como le confesó a su amada Doña Emilia (se refería a la Condesa de Pardo Bazán): “Amor, me rindo, tengo que abandonar mi sueño de hacer la vida de los Borbones… para mi es imposible, esto solo lo podría hacer el loco de Valle-Inclán, ya que si existe un esperpento en el mundo ese es el de los Borbones españoles. ¡Un rotundo esperpento!”.

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Hace muchos años escribí una serie de relatos sobre los Borbones españoles. Hoy me complace reproducir el que le dediqué a Carlos IV y Fernando VII cuando la vergüenza de Bayona y la entrega de la Corona de los Reinos de España a Napoleón. En síntesis los “hechos” que llevaron a la sublevación del “2 de mayo” fueron estos:

  • Entre el 19 y 23 de marzo de 1808 se produjo el “Motín de Aranjuez”, que provocaron y pagaron en oro los nobles serviles al Príncipe de Asturias y en el que Godoy, Príncipe de la Paz, Grande de España y Primer Ministro, fue derrocado, apaleado y hecho prisionero.
  • Ante esta situación de fuerza el Rey Carlos IV abdica en su hijo: “Como los achaques de que adolezco no me permiten soportar por más tiempo el grave peso del gobierno de mis reinos y me sea preciso para reparar mi salud gozar en un clima más templado de la tranquilidad de la vida privada, he determinado, después de la más seria deliberación, abdicar mi corona en mi heredero y muy caro hijo el Príncipe de Asturias”. Y Fernando es proclamado Rey de España.
  • Enterado de ello el mariscal Murat, que como lugarteniente de Napoleón ya domina militarmente Madrid, rechaza la proclamación del Príncipe como Rey y convence a Carlos IV de que retire su abdicación, cosa que Carlos IV, presionado por la Reina María Luisa, hace en carta dirigida a Napoleón: “Yo fui forzado a renunciar; pero asegurado ahora con plena confianza en la magnanimidad y el genio del grande hombre que siempre ha mostrado ser amigo mío, yo he tomado la resolución de conformarme con todo lo que ese mismo grande hombre quiera disponer de nosotros y de mi suerte, la de la Reina y la del Príncipe de la Paz. Dirigido a V.M.I.  y R (Vuestra Majestad Imperial y Rey): una protesta contra los sucesos de Aranjuez y contra mi abdicación. Me entrego y enteramente confío en el corazón y amistad de V.M., con lo cual ruego a Dios que os conserve en su santa y digna guarda”.
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Castillo de Marracq (Bayona) donde se acordó la venta de España

Aunque al mismo tiempo y como única condición le pide al Mariscal francés que ponga en libertad al “pobre Príncipe de la Paz”. La Reina va más allá, y con una inconsciencia asombrosa, le pide a Murat que consiga de Napoleón la concesión al Rey su esposo, a ella misma y al Príncipe de la Paz de lo necesario para poder vivir los tres juntos en un lugar conveniente para su salud, sin autoridad y sin intrigas.

Lo que plantea una situación curiosa. El Príncipe es Rey por la abdicación de su padre y no es Rey porque su padre, el Rey, se ha retractado y retirado su abdicación… y quien manda y domina Madrid y España es Murat en nombre de Napoleón. Por tanto está claro que será Rey de España quien decida el Emperador francés (que además está amparado por el Tratado de Erfurt con el Emperador Alejandro I de Rusia, que le cede España y por el Tratado de Fontainebleau que unen los destinos de Francia y España).

Así vive España entre el ”Motín de Aranjuez” del mes de marzo y finales del mes de abril: con dos Reyes y sin ningún Rey. En este tiempo el Emperador, que ya tiene en la mente quedarse con la Corona de España para hacer Rey a uno de sus hermanos, envía a Madrid al servir general Savary, duque de Rovigo, para que por las buenas o por las malas les lleve a su presencia al Príncipe de Asturias y Fernando, ante el temor de que Napoleón apoye a su padre y él se quede sin Corona, acepta el “viaje” hacia el encuentro con el Emperador (en tres etapas: Burgos, Vitoria y Bayona).

El 19 de abril el Príncipe llega a Bayona y esa misma noche cena con Napoleón, en el castillo de Marracq, donde se ha instalado con la emperatriz Josefina y su Corte. Fernando se enfada porque es tratado como Príncipe y no como Rey.

Entonces los Reyes, Carlos IV y María Luisa, también temerosos de que Napoleón se incline por su hijo, toman con urgencia el camino de Bayona y se presentan ante el Emperador, acompañados, eso sí, del “querido Manuel” (Godoy), quien algo sorprendido le dice a Josefina:

  • “Yo no sé dónde voy a alojar a toda esta gente”

Y aquí comienza la tragicomedia. Porque nada más llegar a Bayona los Reyes y encontrarse con Napoleón éste, sin poder contener, le dice a Savary:

  • General ¡ y ésta es la Reina de España! ¡Qué barbaridad! Pero si tiene la piel totalmente amarilla y parece una momia… Jamás había visto una mujer con aire tan falso y malo, ni ridículo… ¿Y el Rey? No me extraña que España esté hundida.
  • Sire, ¿y qué me dice del amante?
  • ¿Godoy? Eso se lo diré después, pues ya llega el Príncipe.
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Manuel Godoy, Príncipe de la Paz y amante de la Reina María Luisa

Y ciertamente el Príncipe entró en la estancia acompañado del canónico Escoiquiz, su mentor y hombre de confianza, y tras saludar al Emperador se acercó a besar la mano a su padre. Entonces Carlos IV le dio un empujón y lo apartó de si sin contemplaciones: 

  • ¿Qué, no has ultrajado bastante mis canas? ¡Vete! ¡No quiero verte! ¡Vete!

Y tuvo que ser el propio Napoleón quien separase al padre y al hijo, los dos Reyes de España, y aplacar al Rey. Naturalmente el Príncipe se retiró. Tras esta primera escena el Emperador hizo pasar al comedor a los “invitados” y allí sucedió algo digno de Quevedo.

El protocolo imperial había montado dos mesas separadas: una para el Emperador, la Emperatriz y los Reyes y otras para los mariscales Lannes y Bessiéres, el general Savary y Godoy, el Príncipe de la Paz. Eso no le gustó al Rey y menos a la Reina. Querían que Godoy estuviese a su lado y así se lo hicieron saber a Napoleón, quien sin poder evitar una sonrisa acepta la petición y enseguida acomodan a Godoy en la mesa presidencial, justo a la derecha de la Reina. Los mariscales y Savary se llevan las manos a la cabeza ¡diplomáticamente!

Pero, antes de iniciarse la comida, todavía Napoleón tiene que presenciar el insólito “caso del agua”, ya que era costumbre del Rey de España ponerse ante sí tres jarras de agua con temperaturas distintas. Entonces el Rey, sabia y minuciosamente las mezclaba hasta encontrar el resultado a su gusto. Napoleón, Josefina y los Mariscales abrían los ojos con sorpresa.

Entonces, y solo entonces (o sea, cuando vio a Godoy sentado en su mesa y se había servido y probado el primer vaso de agua) se dirigió a Napoleón en estos términos:

  • Sire, sabe que soy un admirador y servidor de S.M.I. (Su Majestad Imperial) y que haré lo que S.M.I. se digne a decidir sobre mis Reinos. Francia será más grande con España a su lado. Disponga, pues, S.M.I. y R. de la Corona de España como mejor le plazca y mi admiración por el hombre más grande de la Historia será total. 
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Fernando VII, el Rey “felón”

Naturalmente Napoleón se sintió halagado y sobre todo satisfecho, pues veía cumplirse sus planes. Así que tomó la palabra y tras “echarle piropos” al Rey y a la Reina (y hasta al Príncipe de la Paz) les fue explicando y convenciendo de la necesidad que tenía, en bien de Europa, de la Corona de España. Palabras, palabras, palabras… que cuando Napoleón se ponía a hablar de sus sueños y sus proyectos hasta resultaba simpático y arrollador. También sacó a relucir la situación del Príncipe de Asturias y sus temores ante la tozudez que mostraba, “Su hijo está mal aconsejado por esos nobles que tanto le influyen y tanto le perjudican” (especialmente -dijo- ese canónigo que no le deja ni a sol ni a sombra).

Pero, el Rey, que parecía estar en otro mundo, en lugar de responder algo al Emperador se limitó a decirle a la Reina:

  • Oye, Luisa, come más de esto que está buenísimo.

Napoleón, una vez más sorprendido, miraba a sus generales y sonreía con toda la pillería que había aprendido del sibilino Talleyrand y pensando que “aquel fantoche solo pensaba en comer mientras le arrebataban su Corona y sus Reinos”.

Lo curioso es que esta comida y esta escena sucedían, precisamente, el día “2 de mayo” de 1808… justo mientras los mamelucos aplastaban a los madrileños en la Puerta del Sol y en el Parque de Monteleón. ¡¡Ironías del destino!!

Sin embargo, lo “gordo” vino tres días después, el 5 de mayo, es decir, cuando las noticias de la masacre y los fusilamientos de Madrid llegaron a Bayona, porque entonces el Emperador “voló” a caballo a la residencia donde había instalado a los Reyes de España y hasta allí hizo llevar al Príncipe Fernando… a quien acusó nada más verle y frontalmente de haber fomentado el motín. Carlos IV aprueba las palabras del Emperador y le grita al hijo:

  • ¡Tú! ¡Tú has sido seguro el incitador de esa carnicería! ¡La sangre de mis vasallos ha corrido y también la de los soldados de mi gran amigo Napoleón por tu culpa! ¡Vete! ¡No quiero verte más!

Y la Reina, “hecha una furia” -según el biógrafo Castelot- insulta ferozmente a su hijo y le grita a la cara:

  • ¡Bastardo! ¡Eres un bastardo! ¡Y maldita la hora que te traje al mundo! ¡Te teníamos que haber fusilado cuando lo de El Escorial!

Y dirigiéndose a Napoleón:

  • Sire, no lo dude ¡mande a este bastardo al cadalso!

Napoleón, sin embargo, aprovecha el momento y la situación para decirle con cara de pocos amigos al Príncipe de Asturias:

  • Si de aquí a media noche no habéis reconocido a vuestro padre como Rey legítimo y lo comunicáis a Madrid, seréis tratado por mí como un rebelde. Se acabaron las contemplaciones.

Y Fernando, cobarde como siempre, espantado y lleno de miedo, no solo cede, abdica y reconoce a su padre como Rey legítimo, sino que se acerca a Carlos IV y se hinca de rodillas llorando y pidiéndole perdón, como hijo y como súbdito.

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Castillo de Valençay, residencia del Ministro Talleyrand

Mariscal Lannes -dice Napoleón- acompañe al Príncipe a su residencia y asegúrese que mañana mismo salga para su nuevo destino en el castillo de Valençay.

Y al quedarse solo con los Reyes, Carlos IV ya no duda y abdica a favor de Napoleón. El Reino de España ya tiene nuevo Rey, porque el Emperador ya había elegido a su hermano José para sustituir a los españoles.

Sin embargo, la Reina, más atrevida o más insensata que el Rey, se dirige a Napoleón y le dice:

  • Sire, al Rey y a la Reina les complace que este asunto tan espinoso se haya resuelto a favor de S.M.I., pero creo que a cambio S.M.I. debería proporcionarnos los medios necesarios para nuestra subsistencia y un lugar decente para retirarnos con nuestro querido Príncipe de la Paz. Los tres queremos vivir apartados y lejos de cualquier intriga.
  • Señora -le responde Napoleón- Francia nunca abandona a sus amigos. Serán siempre atendidos como Reyes.
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Ninguno de los tres volverían a España en vida.

Los Reyes y Godoy recibirían 6 millones de francos anuales y los castillos de Compiègne y Chambord, más la servidumbre necesaria, y de por vida.

Sin embargo, sí volvieron a ver en dos ocasiones a S.M.I. Napoleón Bonaparte, una a la vuelta de su rápida campaña en España y la toma de Madrid y otra poco antes de su marcha a la campaña de Rusia. Entonces supo por el siempre servir general Savary lo siguiente:

  • Sire, lo de esta familia no tiene nombre. ¿Sabe, Sire, que el Rey, la Reina y Godoy viven juntos los tres como si fuesen un solo matrimonio?
  • ¿En la cama también? -pregunta con sorna el Emperador.
  • Según sus servidores, también. Bueno, en realidad tienen tres dormitorios, cada uno el suyo… pero las Damas de Honor de la Reina y las doncellas aseguran que muchas mañanas los han encontrado a los tres en la cama de la Reina.
  • O sea, una cama redonda.
  • Por lo que se dice, sí, Sire.
  • Bueno, general, si ellos son felices así no se inmiscuya en sus vidas privadas. ¡Son pobres gentes! … y no se puede comprar un Imperio por menos.

Bueno, ya lo saben, yo ni quito ni pongo Rey pero ayudo a mi señor…y mi señor será siempre… ¡La verdad y la Historia! (o la Intrahistoria).

Julio MERINO

Periodista y Miembro de la Real Academia de Córdoba

Los Laxalt, una familia vasca al servicio de Estados Unidos, 1941-1945

Foto oficial del 7º Batallón del 20º Regimiento de Ingenieros, en Camp American University, Washington, DC, antes de su despliegue en febrero de 1918, en el que se encontraba Jean Pierre Laxalt Etchart (Compañía C / Compañía 21) (http://www.20thengineers.com/images/ww1-7bn-before.jpg).

Autor: Asociación Sancho de Beurko

Fuente: eldiario.es 25/06/2020

Con 36 años, el suletino Jean Pierre Laxalt Etchart se encontraba en Ardentes, en el centro de Francia, —a unos 650 kilómetros de su localidad natal de Aloze-, inmerso en la Gran Guerra de 1914 que asolaría parte del país. La diferencia con sus coetáneos en cuanto a su participación en el conflicto se encontraba en que Jean Pierre fue reclutado por el Ejército de Estados Unidos (EEUU), país en el que residía desde 1902. Regresó a defender Francia en marzo de 1918, por primera (y última) vez desde su salida, 16 años antes. Fue uno de los “luchadores forestales” del Regimiento de Ingenieros —el mayor regimiento del ejército norteamericano que haya existido. Durante el mismo periodo de tiempo, en uno de estos temibles frentes de trincheras se hallaba el soldado del ejército francés, Jean Michel (Alpetche) Bassus, nacido en 1894 en Buenos Aires, Argentina, de padres bajo navarros, y cuya vida, se entrelazaría impredeciblemente con la de los Laxalt en un futuro no muy lejano.

Tras su desmovilización, Jean Pierre retomó su vida como criador de ovejas en Nevada. Previamente le habían acompañado en su labor, y de manera exitosa, desde 1910 y durante unos cuantos años, sus hermanos Pierre y Dominique Laxalt Etchart, llegados a EEUU en 1904 y 1906, respectivamente. Ambos habían nacido en Liginaga; Pierre, en 1878, y Dominique en 1886. En 1914, Pierre “Pete” Laxalt Etchart se casó con Marie “Mary” Ucarriet, nacida en 1892, en Aldude, Baja Navarra, y llegada al país con sus padres en 1912. Tuvieron cuatro hijos: Gabriel “Gabe” Peter (1915-1979), Adelle Marie (1917-2003), Robert John (1920-1972) y Lucille Catherine (1921-1980). Tres de ellos, Gabriel, Robert y Lucille tomaron parte activa en la Segunda Guerra Mundial (SGM).

Gabriel y Robert se alistaron en las Fuerzas Áreas en 1941. Gabriel Laxalt Ucarriet lo hizo ocho meses antes del ataque a Pearl Harbor, mientras Robert Laxalt Ucarriet se presentó voluntario dos días después de la agresión japonesa. Gabriel fue destinado al personal de mantenimiento de la flota aérea, y sirvió al final de la guerra en el 534º Grupo de Servicio Aéreo, siendo licenciado con el rango de sargento en 1945. Robert fue destinado a la Base de Islandia, establecida por el ejército de EEUU el 7 de julio de 1941 para la defensa de la isla y como punto estratégico entre Europa y Norte América. Allí permaneció durante todo el conflicto bélico.

En agosto de 1941, Lucille Laxalt Ucarriet se inscribió en el Children’s Hospital, en San Francisco, California, para capacitarse como enfermera. Mientras estaba en la escuela de enfermería, Lucille fue admitida en los Cuerpos de Enfermeras Cadetes de EEUU el 1 de julio de 1943, fecha de su creación por parte del Congreso de EEUU. Tenían por objetivo el de capacitar a enfermeras para las fuerzas armadas y hospitales gubernamentales y civiles. Más de 124.000 enfermeras que se inscribieron en este programa federal se graduaron durante el curso de la guerra para suplir la grave escasez de enfermeras, tanto en el país como en el extranjero. El gobierno volvía a requerir la participación activa de las mujeres, pero no en los mismos términos de igualdad que el hombre. A fecha de hoy las mujeres de los Cuerpos de Enfermeras Cadetes son las únicas de todos los cuerpos uniformados que sirvieron en la SGM que no han sido todavía reconocidas como veteranas de guerra por parte del gobierno estadounidense.

En diciembre de 1920, una joven bajo navarra de 29 años, Therèse Alpetche Bassus, arribaba al Puerto de Nuevo York desde Burdeos, Francia, donde su familia regentaba el Hotel Amerika y una de las primeras agencias de viaje entre Europa y las Américas. Therèse “Theresa”, nacida en 1891 en Baigorri, Baja Navarra, tenía como destino San Francisco. Es en esta ciudad, en el Hotel España, propiedad de una familia vasca, donde residía su hermano Jean Michel, quién, tras el fin de la Gran Guerra, había llegado en octubre de 1919, siguiendo los pasos de su hermano Maurice, residente en EEUU desde 1914. Jean Michel se estaba muriendo por los efectos de un ataque con gas venenoso usado durante la guerra. Therèse tenía por objetivo el de regresar con su hermano a Francia. Desgraciadamente Jean Michel falleció en 1921 y fue enterrado en Reno, Nevada, donde su hermana erigió un monolito en su memoria. Therèse decidió permanecer en el país, contrayendo matrimonio, al de poco tiempo, con Dominique Laxalt Etchart. Tuvieron seis hijos: Paul Dominique (1922-2018), Robert Peter “Bob” (1923-2001), Suzanne Marie (Hermana Mary Robert de la Orden de la Sagrada Familia; 1925-2019), John Maurice (1926-2011), Marie Aurelie (1928-2019) y Peter Dominique “Mick” (1931-2010).

Al igual que sus primos, tres de los Laxalt-Alpetche también contribuyeron al esfuerzo de la guerra. Paul Dominique Laxalt Alpetche fue reclutado en 1942 y durante tres largos años, y de éstos 18 meses en el extranjero, sirvió en los Cuerpos Médicos del Ejército (una unidad no combatiente), hasta su licenciamiento con el grado de sargento. Es durante la Batalla de Leyte, en Filipinas, donde cuidó de un joven oficial vasco-nevadense, Leon Etchemendy Trounday (un héroe de las Aleutianas), gravemente herido. “Demasiada sangre, demasiados heridos y soldados muriéndose”, escribiría Paul, décadas más tarde, en sus memorias (1). Paul llegó a ser elegido vicegobernador de Nevada (1962-1964), gobernador de Nevada (1967-1971), y finalmente senador de EEUU por el Estado de Nevada (1974-1987). Paul se convirtió en el primer senador vasco en la historia estadounidense. Fue la mano derecha e íntimo amigo del presidente Ronald Regan. Paul fue enterrado con honores militares en el Cementerio Nacional de Arlington, Virginia.

Su hermano Robert Laxalt Alpetche interrumpió sus estudios para alistarse en el ejército. Sin embargo, no fue aceptado debido a un leve soplo cardíaco. A través de las conexiones políticas de la familia, Robert finalmente consiguió un trabajo con el Servicio Diplomático del Departamento de Estado en Washington DC. Fue asignado como oficial de cifras a la Legación Diplomática y enviado al Congo Belga en 1944. Sirvió en un puesto avanzado en la selva en el contexto de una guerra secreta de espías entre los Aliados (la Oficina de Servicios Estratégicos, la actual CIA) y los alemanes por el control de una mina en la provincia de Katanga que producía un mineral poco conocido (en aquel momento) llamado uranio —el ingrediente esencial de la bomba atómica (2). Robert enfermó de malaria y fue repatriado en marzo de 1945. Tenía 21 años. En 1951, Robert acompañó a su padre a su lugar de nacimiento por primera vez después de 47 años como pastor de ovejas en Nevada y el norte de California. Basado en la historia de su padre, escribió Sweet Promised Land (1957), su segunda novela y uno de sus libros más conocidos. Robert fundó la University of Nevada Press en 1961 y fue su director hasta 1983. Junto a William A. Douglass y Jon Bilbao fundaron el Programa de Estudios Vascos en la Universidad de Nevada en 1967. Robert fue un prolífico escritor de ficción y no ficción. Se convirtió en la “voz de los vascos” en el oeste americano (3).

Casi al final de la guerra, John Maurice Laxalt Alpetche fue reclutado por la Armada, sirviendo a bordo del barco de municiones USS Mount Katmai en el Oeste del Pacifico. Fue licenciado con el grado de administrativo de segunda clase en julio de 1946. Abandonó su bufete de abogados para participar en las campañas electorales de su hermano Paul, estableciéndose posteriormente en Washington DC.

Tras la muerte de Paul en 2018, a los 96 años, la de Suzanne Marie (la Hermana Mary Robert), en octubre del pasado año, a la edad de 94, supuso el fin de la primera generación vasca de los Laxalt nacida en EEUU. Los Laxalt-Ucarriet, aunque fallecieron relativamente jóvenes, dejaron tras de sí un legado de superación y de defensa de libertades que hoy en día intentamos preservar a toda costa. Los Laxalt-Alpetche, quizás la cara más visible de esta extraordinaria familia vasco-americana, son posiblemente el paradigma de una historia de emigración exitosa, de lucha por la supervivencia, y de la conquista social, económica y política de una familia en una sola generación. Hicieron del lejano oeste americano, y especialmente de Nevada, su hogar, siendo este un valor que los Laxalt continúan atesorando con gran ahínco.

Si quieres colaborar con “Ecos de dos guerras” envíanos un artículo original sobre cualquier aspecto de la SGM o la Guerra Civil y la participación vasca o navarra al siguiente email: sanchobeurko@gmail.com

Los artículos seleccionados para su publicación recibirán una copia firmada de “Combatientes Vascos en la Segunda Guerra Mundial”.“Combatientes Vascos en la Segunda Guerra Mundial”

Laxalt, Paul. (2000). Nevada’s Paul Laxalt. A Memoir. Reno, Nevada: Jack Bacon & Co.

Robert Laxalt escribió en 1998 sus peripecias en el Congo Belga durante la SGM, bajo el título de, A private war: an american code officer in the Belgian Congo. (Reno: University of Nevada Press).

Río, David. (2007). Robert Laxalt: The voice of the Basques in American literature. Reno: Center for Basque Studies, University of Nevada, Reno.

Por qué la América española se dividió en muchos países y Brasil quedó en uno solo

Fuente: bbc.com 11/09/2020

España y Portugal eran las grandes potencias marítimas del siglo XV y se disputaban el control comercial y religioso del mundo.

Cuando Cristóbal Colón volvió de su primer viaje a América, empezó una pelea entre los dos reinos, arbitrada por la Iglesia Católica, para ver quién tenía el derecho sobre esos territorios.

Tras duras negociaciones, acordaron repartirse el globo en el histórico Tratado de Tordesillas: todo lo que quedaba al este de la línea divisoria pasaba a manos de la corona portuguesa y lo que quedaba al oeste a manos de la corona castellana.

Los dos imperios coloniales dominaron de esta forma gran parte del continente durante más de 300 años, pero acabaron de forma muy distinta.

Al independizarse, la América Española se fragmentó en muchos países y la portuguesa quedó en uno solo.

En este video con animaciones te explicamos por qué Brasil y el resto de América Latina tomaron rumbo tan distintos y cómo eso dio lugar al mapa político, económico y cultural que conocemos hoy.

Guión: Camilla Costa y Carol Olona; Presentación: Ana María Roura; Diseño, animación y sonido: Kako Abraham; Edición: Agustina Latourrette; Editora: Carol Olona

Los 20 000 esclavos de Carlos III, el ‘mejor’ alcalde de Madrid

Carlos III comiendo ante su corte (Luis Paret y Alcázar, 1775). Wikimedia Commons / Museo del Prado

Autor: José Miguel López García

Fuente: theconversation.com 23/07/2020

Al concluir la Guerra de los Siete Años en 1763, los ministros de Carlos III decidieron impulsar el desarrollo de la esclavitud dentro del Imperio español. Para tal fin, nada mejor que fomentar en el Caribe plantaciones azucareras similares a las que ya habían creado los franceses y británicos. Esto implicaba auspiciar la creación de compañías nacionales de traficantes de esclavos, cuyos barcos desplazaran a los de otras potencias dedicadas al comercio de las valiosas piezas de indias; y proceder a la reducción de los aranceles que lo gravaban, hasta lograr el libre comercio de esclavos en 1789.

La expansión de la trata negrera corrió pareja a otro hecho de singular relevancia: el soberano se convirtió en el mayor propietario de mano de obra cautiva de la Monarquía hispánica.

Carlos VII, rey de Nápoles (futuro Carlos III de España), por Giovanni Maria delle Piane, 1737. Wikimedia Commons / Museo del Prado

La mitad de sus 20 000 esclavos estaban alojados en Cuba construyendo fortificaciones en La Habana o prestando sus servicios en la mina del Cobre en Santiago de Cuba. Otros 8 500 trabajaban en haciendas azucareras y ganaderas diseminadas por Colombia, Perú, Ecuador y Chile. Los 1 500 restantes estaban alojados en la Península ibérica, en los arsenales de la Armada, especialmente en Cartagena, o realizaban obras públicas en las inmediaciones de la corte, como los 300 esclavos argelinos que desmontaron la subida al Alto del León en el puerto de Guadarrama.

6 000 esclavos ‘madrileños’

Aviso de la venta de un negro de 20 años junto a un coche nuevo y un par de mulas publicado el 19 de octubre de 1765 en el Diario Noticioso de Madrid nº 1524. BNE – Hemeroteca Digital

El apogeo de la esclavitud tenía por fuerza que hacerse sentir en el centro neurálgico del Imperio español: al despuntar la década de 1760 había en Madrid unos 6 000 esclavos, que por entonces equivalían al 4% de su población total: su presencia cotidiana en las calles y plazas confería a la capital un aspecto de ciudad multiétnica.

La mayoría formaba parte del servicio doméstico de los complejos palaciegos de la realeza y de las residencias pertenecientes a la aristocracia, el clero y otras fracciones de la clase dominante, dueñas por excelencia de estas valiosas mercancías, cuyo disfrute también les confería reconocimiento social.

Junto a las múltiples actividades laborales desempeñadas en las casas de sus amos, otro grupo más reducido trabajaba en talleres artesanales, mientras que unos pocos cultivaban con éxito las bellas artes. Es el caso del miembro de la Casa de los Negros del Palacio Nuevo (Palacio Real) Antonio Carlos de Borbón, arquitecto de obras reales y autor de la fábrica de Porcelanas del Buen Retiro, o de su hermano Joseph Carlos de Borbón, pintor de Cámara, diez de cuyas obras forman parte de la colección del Museo del Prado. Pero incluso estos “privilegiados” fámulos, que después de ser liberados llevaban el nombre y el apellido de su amo, acabaron muriendo en la más absoluta miseria.

Paisaje con ruinas y figuras pintado por Joseph Carlos de Borbón. Wikimedia Commons / Museo del Prado

Resistencia y rechazo

A finales del reinado de Carlos III, el esclavizado madrileño es un varón negro que tiene menos de 25 años. A diferencia de la centuria precedente, ya no es un moro de presa, esto es, un magrebí o un súbdito del Imperio otomano que ha sido capturado en una campaña militar, sino un negro de nación oriundo de las costas del África occidental y, cada vez con más frecuencia, de las colonias hispanoamericanas.

Dicho cambio en el fenotipo, y el consecuente alejamiento de las fuentes de aprovisionamiento de la mano de obra cautiva, hará que su precio en el mercado de esclavos madrileño sea a finales del siglo XVIII cuatro veces más alto que al despuntar la centuria. No obstante, las causas del declive de la esclavitud que por entonces se observa no fueron solo, ni principalmente, económicas, sino que tienen unas raíces sociales más profundas.

Porque, al carecer de los derechos sociales más elementales, estar marcado con un hierro en el rostro y sufrir duros castigos corporales, el esclavizado madrileño ansiaba la libertad, de ahí que protagonizase numerosos actos de resistencia individual. Para disciplinar a estos rebeldes incorregibles y capturar a los cimarrones, los amos necesitarán del auxilio de las instituciones judiciales, policiales y militares del Estado absolutista, de manera que cuando este comience a quebrar, arrastrará en su caída a esa modalidad de trabajo embridado.

Una muerte anunciada

Finalmente, tampoco podemos pasar por alto el rechazo que esta institución brutal y lucrativa provocó entre las clases populares de la metrópoli, de suerte que sus miembros no dudarán en ayudar a los esclavos en apuros o incluso procederán a linchar a algún amo que maltrataba a su negro en la vía pública en 1808.

Desde esta perspectiva, el decreto de las Cortes españolas que en 1837 abolió la esclavitud legal en la Península ibérica sólo puso el punto y final a la crónica de una muerte anunciada.


El presente artículo constituye un resumen de una parte de la obra ‘La esclavitud a finales del Antiguo Régimen. Madrid, 1701-1837. De moros de presa a negros de nación’. Madrid: Alianza Editorial, 2020, en la cual el curioso lector podrá encontrar todas las referencias bibliográficas y archivísticas.

José I, un rey sin súbditos

El reinado de José I fue poco eficaz debido a la guerra de independencia.
 El reinado de José I Bonaparte

Autor: JOAN-MARC FERRANDO

Fuente: lavanguardia.com 23/12/2018

A mediados de 1808, José Bonaparte pisaba España. Primero pasó por San Sebastián y de allí se dirigió a Madrid, con una breve estancia en Vitoria. La capital recibió con hostilidad al nuevo rey. Ello quedó reflejado cuando, a los pocos días, fue proclamado oficialmente monarca de España y las Indias en una ceremonia en la que casi ningún cortesano le dio apoyo.

Contrariamente a la leyenda popular, José I era un hombre inteligente, sumamente culto y con talento para moverse en las turbulentas aguas de la política. Además, era honesto y, a pesar de su rechazo inicial de la corona española, pretendía gobernar con magnanimidad y acento ilustrado.

Pero tenía una debilidad: admiraba a su hermano pequeño. Napoleón Bonaparte quería poner al frente de la débil monarquía española a un familiar suyo. Para ello, llamó a Carlos IV y a su valido, Manuel Godoy, a Bayona. También acudió Fernando VII con la intención de ser legitimado como rey.

Fernando VII también acudió a Bayona para hablar con Napoleón. TERCEROS

Napoleón puso fin a la discusión entre los monarcas sobre quién debía reinar. Primero, forzó a Fernando VII a que devolviera la corona a su padre, Carlos IV, y después, forzó a este último a cedérsela a cambio de una renta de 30 millones anuales. Poco más tarde, el Emperador se la entregó a su hermano José, que en junio de 1808 era proclamado por Napoleón como rey de España.

Un rey intruso

Ya como monarca, antes de asentarse en sus nuevos dominios, José I reunió a una comisión de notables en Bayona, donde redactó una constitución inspirada en el Código Napoleónico. El texto jurídico, que pretendía congraciarse con los súbditos españoles, combinaba elementos del derecho español con los principios ilustrados de la Revolución Francesa.

También formó un gobierno con españoles partidarios del candidato napoleónico. Tan solo un reducido grupo de “afrancesados”, entre los que se contaba Leandro Fernández de Moratín o Francisco Goya, prestaba su apoyo al nuevo rey.

Francisco Goya inicialmente formó parte de los afrancesados. TERCEROS

José I inició un programa de reformas que chocaba constantemente con la oposición de sus súbditos. En las calles, corrían rumores y bulos acerca del alcoholismo del rey y su adicción al juego, lo que le granjeó el apodo de Pepe Botella.

En España la guerra se recrudecía, lo cual obligó a Napoleón a intervenir personalmente en el conflicto para combatir a los españoles. Ello provocó que José se viera supeditado a los designios de su hermano pequeño.

Viñeta que alude al falso alcoholismo de José Bonaparte. TERCEROS

A pesar de la guerra, el año 1810 fue el más estable del reinado de José I gracias a las victorias militares francesas. Sin embargo, el conflicto bélico no cesaba y era una verdadera sangría para el ejército imperial. Para someter a los españoles, el Emperador gobernaba de forma autoritaria y ordenó a sus tropas que emplearan severas medidas para aplastar a la población.

Las injerencias de Napoleón en el reinado de su hermano fueron cada vez más frecuentes a medida que el curso de la guerra se torcía para los Bonaparte, incluso se anexionó virtualmente Cataluña al Imperio francés.

José I reinó apenas cinco años, con escasa efectividad debido a la guerra de Independencia, pero con un ambicioso programa reformista.

En 1812, José I intentó un último gobierno efectivo. Convocó las Cortes generales con la esperanza de contrarrestar la influencia de las Cortes de Cádiz, pero fracasó. En los meses siguientes, las tropas imperiales fueron derrotadas en España así que, a mediados de 1813, José I regresó a Francia, donde abdicó del trono.

Atrás quedaron los apenas cinco años de reinado, con escasa efectividad debido a la guerra de Independencia, pero con un ambicioso programa reformista. Estas fueron las medidas más importantes que José I intentó llevar a cabo:

Las cortes de Cádiz de 1812 intentaron ser contrarrestadas por José I. TERCEROS

1. Suprimió los señoríos y el Consejo de Castilla, la institución principal del Antiguo Régimen. También reprimió a los Grandes de España que se opusieron a su gobierno.

2. Hizo varias reformas en el trazado urbano de Madrid, para lo cual derribó viviendas insalubres y abrió nuevas plazas. Por ello los madrileños le bautizaron con el apodo de Pepito Plazuelas.

3. Planteó la idea de crear una pinacoteca pública donde exponer la Colección Real. Su idea no prosperó, pero fue el germen del futuro Museo del Prado.

4. Napoleón decidió en febrero de 1810 poner las provincias vascas, Navarra, Aragón y Cataluña bajo gobiernos militares independientes en detrimento de la autoridad de su hermano José I. Para contrarrestarlo, este intentó reorganizar España en prefecturas, al estilo francés. El emperador se opondría tajantemente.

Los consejos que Napoleón despreció sobre la «locura» de conquistar España: «Se creía invencible y cayó»

Montaje de un detalle del cuadro de Paul Delaroche (1845) representando a Napoleón tras la abdicación en Fontainebleau, sobre una bandera de España utilizada en la Guerra de Indendencia – ABC

Autor: Israel Viana

Fuente: abc.es/historia 05/08/2020

Dicho por sus propios generales pocos años después de ser humillado en la Guerra de Independencia de 1808, a Napoleón Bonaparte le salió muy cara la osadía de intentar conquistar España. No cabe duda de que por aquellos años, el emperador francés se consideraba ya dueño y señor de Europa. En solo tres años se había designado Rey de Italia y colocado a su hermano Luis al frente del Reino de Holanda. Había conquistado el Reino de Nápoles y nombrado monarca a su hermano mayor, José. También había establecido y puesto bajo su protección la Confederación del Rin con casi todo los Estados alemanes. Y, por último, había aniquilado a los Ejércitos de Prusia, Rusia y Austria y conquistado Portugal, el ducado de Varsovia y el Reino de Westfalia.

Sin embargo, la invasión de España en 1808 fue su perdición. Un hecho que Napoleón no reconoció hasta encontrarse en su lecho de muerte en la isla de Santa Elena. «Todas las circunstancias de mis desastres vienen a vincularse con este nudo fatal; la guerra de España destruyó mi reputación en Europa, enmarañó mis dificultades y fue una escuela para los soldados ingleses. Fui yo quien formó al ejército británico en la Península», escribió el emperador en las memorias que escribió durante su destierro.

No lo vio a tiempo, no calculó bien sus posibilidades y, sobre todo, no quiso escuchar los consejos de sus lugartenientes más experimentados. De ello había dejado constancia en 1807, cuando zanjó la discusión con sus generales con estas palabras: «Es un juego de niños. Esa gente no sabe lo que es un ejército francés, créanme, será rápido. Cuando mi gran carro político está lanzado, tiene que pasar, y pobre de aquel que caiga bajo sus ruedas».

«La gente sufría»

Con un montón de opositores y la prensa amordazada en Francia, uno de los primeros críticos de Napoleón fue uno de sus capitanes, Fraçois-Casimir, que describió así el sufrimiento de sus compañeros en España, durante los primeros compases de la guerra: «La gente sufría como si estuviera asfixiada entre dos colchones». Algo que experimentó él mismo en sus propias carnes, pues pasó varios años preso de los británicos antes de poder regresar a su país.

Antes del inicio de las hostilidades, Napoleón veía a España como un objetivo fácil. Un país muy dividido y en continua competencia por controlar el poder. Por un lado, los partidarios de Carlos IV y el primer ministro Manuel Godoy y, por otro, la nobleza, ejército y clero, que conspiraban alrededor del hijo del monarca, Fernando. El «Complot de El Escorial», en octubre de 1807, fue un reflejo de dicha crisis y Bonaparte, muy hábil, procuró situarse en medio de ambos bandos para ganarse el favor de todos y, en un futuro próximo, incorporar la Península Ibérica y todas sus riquezas coloniales al imperio francés.

El plan trazado parecía desarrollarse a la perfección. Engañó a Godoy para que firmara el Tratado de Fontainebleau en octubre de 1807. Así obtuvo el permiso de Carlos IV para atraversar España con 110.000 soldados, con el objetivo de, supuestamente, conquistar Portugal. Pero todo era un engaño. A su paso por nuestro país, el ambicioso general empezó a conquistar todas las ciudades que se encontró a su paso. No parecía que algo pudiera salir mal, sobre todo después de que Napoleón consiguiera que toda la Familia Real dejara España, en mayo de 1808, y viajara hasta Bayona para que el Rey y su hijo Fernando VII abdicaran oficialmente en favor de su hermano José.

La «úlcera» de Napoleón

La trampa estaba hecha, porque el general Joachim Murat, cuñado de Bonaparte y jefe de su Ejército en España, se encontraba ya apostado en Chamartín con 25.000 mil hombres. «Nos cuesta mucho trabajo creer que los propósitos de los franceses no fueran evidentes ante los ojos de nuestros conciudadanos. Los testigos nos hablan insistentemente del malestar creciente de la población madrileña. No sabían qué hacer, porque los galos tenían en la capital a todos aquellos soldados», explicaba el comandante José Manuel Guerrero en su artículo «El ejército francés en Madrid», publicado en la «Revista de Historia Militar» en 2004.

Joachim Murat, en un cuadro de Jean Baptiste Joseph Wicar
Joachim Murat, en un cuadro de Jean Baptiste Joseph Wicar

Cuando alguno de sus ministros intentó demostrarle que la conquista era una tarea muy difícil, los argumentos que le daban eran barridos por Napoleón con respuesta tan insolentes como: «Si esta guerra fuera a costarme 80.000 soldados, no la haría, pero no llegarán a 12.000». No se imaginaba entonces, ni por lo más remoto, que la mayoría de sus 110.000 soldados no regresaría jamás a Francia, ni que empezaba a gestarse la catástrofe que algunos historiadores calificaron como su «úlcera».

En varias ocasiones, el emperador francés expresó también su opinión despectiva hacia nuestro ejército y hacía España en general, asegurando que podría anexionarlo con tropas de segunda categoría, con poco presupuesto y escaso equipo. Y a pesar de las advertencias, se resistió a considerar como peligrosa la fuerza de los patriotas españoles, a los que a menudo calificaba de «brigands» (bandoleros). Nadie pudo hacerle entrar en razón. En palabras de Stendhal, el genial autor de «Rojo y negro», sus propios ministros estaban «se sentían embotados» por la autoridad desmedida que demostraba y por el desquiciado ritmo de trabajo que había impuesto a su Ejército durante los años anteriores.

«Napoleón ya no era el general Bonaparte»

El coronel Charles D’Agoult, que había sido nombrado segundo teniente con solo 17 años y que había participado activamente en la conquista de España, fue también muy crítico con su emperador:«Del genio a la locura no hay tanta distancia. Ya sea enajenación por el poder absoluto, ya sea por un debilitamiento prematuro de sus facultades, no hay duda de que Napoleón ya no era el general Bonaparte».

Al igual que Maximilien Sébastien Foy, el general francés que llegó a Tolosa y acabó retirándose a Irún, huyendo finalmente a Francia: «La naturaleza fija un límite más allá del cual las empresas locas no pueden ser conducidas con prudencia. Ese límite, el emperador lo alcanzó en España y lo rebasó en Rusia. Si entonces hubiese escapado a su ruina, su inflexible fatuidad lo hubiese llevado a encontrarlo en cualquier otra parte distinta a Bailén o Moscú».

No pensó que por el camino se encontraría al general Castaños, al Empecinado y a un pueblo entero dispuesto a hacerle frente aunque fuera con piedras, como demostró desde el mismo 2 de mayo de 1808, cuando Madrid saltó por los aires. «Se oían gritos de “¡armas, armas, armas!”. Los que no vociferaban en las calles, vociferaban en los balcones. Y la mitad de los madrileños eran simplemente curiosos al principio, después de la aparición de la artillería todos fueron actores», contaba Benito Pérez Galdós en sus «Episodios Nacionales». Los españoles no tardaron en levantarse, convencidos de que podía y debían echar al invasor. El Gobierno llamó a filas a sus ciudadanos y consiguieron reunir a 30.000 hombres, la gran mayoría de ellos milicianos sin ninguna experiencia en combate.

«España destruyó mi reputación»

La Guerra de Independencia se saldó con 110.000 bajas entre los franceses, según las cifras de Jean Houdaille, a los que habría que sumar otros 60.000 muertos más de las tropas aliadas que les acompañaron. «España, fortuna de los generales, tumba de los soldados», llegaron a escribir con tiza muchos de sus soldados en las casas españoles, en abierta señal de desaprobación con las decisiones de Napoleón. Según François Malye en «Napoleón y la locura española» (Edaf, 2008), estas críticas se debían a que los soldados vivían la guerra como una «locura» y «un infierno», donde «la violencia del conflicto permanecerá en su memoria durante años, con aquellas feroces represalias que sucedían a unas atrocidades espantosas».

El historiador francés explica que algunos de estos, como es el caso de Junot y Fournier-Sarlovèze, sufrieron enfermedades mentales clínicamente probadas por los reveses sufridos en sus enfrentamientos con los españoles, puesto que eran soldados con el espíritu ya quebrado por las heridas y la furia de quince años de guerras. Otros mostraron su oposición al despotismo del emperador por razones mucho más egoístas. «Nos quitó de cargar la mochila antes de tiempo», reprochó en 1814 el mariscal Lefebvre, al considerar que no les había permitido enriquecerse tanto como él al ordenar la huida de España. Lo dijo precisamente tras la entrevista que los mariscales sostuvieron con él para forzarle a su primera abdicación. Y algunos generales, además, protagonizaron conspiraciones contra Napoleón, como la «de Oporto», en la que intentaron socavar su poder, pero este reaccionó a tiempo y los apartó del Ejército.

«¿Cómo pudo pensar que un conflicto de esta importancia podía dirigirse desde París, cuando sus correos tardaban dos meses en llegarles a sus generales, siempre y cuando los emisarios no fueran masacrados antes por los guerrilleros?», se pregunta Malye. «En 1807, el emperador, en la cima de su gloria, se creía invencible. Esa será la causa de su caída. Embriagado por dos años de victorias, de Austerlitz a Friendland, ahora reinaba sobre un inmenso imperio y distribuía las coronas de la vieja Europa entre los miembros de su familia», responde el historiador francés. Pero, efectivamente, Napoleón subestimó y menospreció el valor y la fuerza del Ejército español.

Los audios de Nixon

Autores: ÁLVARO DE CÓZAR|GONZALO CABEZA

Fuente: elpais.com 2020-06-08

A principios de los setenta, la Administración del presidente estadounidense Richard Nixon estaba preocupada por el futuro de España. Les inquietaba la mala salud del general Franco y pensaban que su muerte podría traer inestabilidad a un país que necesitaban para mantener sus bases militares y sus empresas. El Mediterráneo se había convertido en una zona disputada con los comunistas y los americanos tenían en España un firme aliado.

La preocupación de Nixon le hizo disponer de toda la maquinaria diplomática para estrechar los lazos con los protagonistas del tardofranquismo e incluso organizar misiones secretas para obtener información.

Los avatares de esa relación entre Estados Unidos y España quedaron registrados en el sistema de grabación que el presidente hizo instalar en el Despacho Oval de la Casa Blanca y en el audiodiario de un miembro de su staff. Esos audios se encuentran en la Biblioteca Presidencial de Nixon y han sido transcritos y traducidos íntegros por primera vez para la elaboración de XRey, un podcast sobre la vida del rey Juan Carlos que se emite en Spotify.

EL PAÍS los publica ahora íntegramente:

Arriba, Francisco Franco y Richard Nixon en Madrid, durante la visita del presidente de EE UU a España en 1970. Debajo, a la derecha, Nixon y su esposa en la Casa Blanca, junto a los entonces príncipes de España Juan Carlos y Sofía durante la visita de estos a Washington a primeros de 1971. Debajo, el secretario de Estado Henry Kissinger y el presidente del Gobierno de España Luis Carrero Blanco en Madrid en diciembre de 1973. Y a la izquierda, esquema de las bases militares estadounidenses en España recogido en las actas del Congreso de EE UU en 1970.EFE / US NATIONAL ARCHIVES

Enlace a los audios

El desastre de Annual de 1921 y Alfonso XIII. El informe Picasso

Cadáveres de los soldados españoles en Monte Arruit

Autor: EDMUNDO FAYANAS ESCUER

Fuente: nuevatribuna.es 24/04/2020

Entre los meses julio y agosto del año 1921, el ejército español sufrió una gran derrota militar en Annual frente a las tribus rifeñas. Se produjo el abandono de la posición de Annual y la posterior retirada y rendición del fuerte Arruit. Es la mayor debacle sufrida por un ejército colonial europeo en el territorio africano. No se sabe con seguridad el número de muertos, pero la cifra más aproximada ronda los 12.000 hombres.

¿Qué pasó en Annual?

El general Martínez Silvestre cruza el río Almerkan y se acerca a las colinas de Annual, que era la zona donde se encontraban las cabilas más belicosas del Rif, como las de Tesaman y los Beni Urriaguel de Abd el Krim.

Ante el avance del ejército español, las cabilas contraatacan. El veintiuno de julio conquistan el fuerte de Igueriberi y al día siguiente el campamento de Annual. Así fue relatada la retirada:

“Se abandona la posición con todos sus elementos, sin órdenes, sin instrucciones, con prisas, sin conocer ni plan ni dirección, revueltas las fuerzas, confundidas, sin jefes, puede decirse acosadas por el enemigo, y sin más idea visible que la salvación individual, por la huida, vergonzosa en unos, inexplicable en otros y lamentable en todos, siendo inútiles los esfuerzos de unos cuantos para contener esta avalancha que tan impremeditadamente se había dejado desbordar…

Es imposible hacer la descripción exacta de esos momentos de pánico, descrito de tan diversos modos por los diferentes testigos, que de ello no se saca más que una triste impresión”.

Nador se encontraba solamente a trece kilómetros de Melilla. Se rinde a los rifeños el tres de agosto. El nueve de agosto, una columna de tres mil hombres dirigida por el general Felipe Navarro, que había resistido un asedio de trece días en el monte Arruit, es masacrada.

Se derrumbó todo el frente en sólo veinte días, dándose el caso de que algunas posiciones fueron abandonadas sin haber sido hostigadas.

El general Fernández Silvestre encabezó una serie de decisiones erróneas desde el punto de vista militar. Se adentró en el Rif sin tomar las mínimas precauciones, estableciendo posiciones defensivas aisladas e inconexas, lo que unido a la ausencia de suministros básicos a la tropa que carecía incluso de agua, llegando a beberse su propia orina, careciendo de alimentos, falta de munición, de calzado adecuado…, todo esto generó una masacre entre los soldados a manos de los rebeldes rifeños.

Abd el Krim hace prisioneros a unos seiscientos soldados españoles. El jefe de las cabilas solicita un rescate de un millón de pesetas a cambio de liberar a estos soldados. La respuesta de Alfonso XIII fue negativa, añadiendo el siguiente comentario “qué cara es la carne de gallina”.

Es difícil explicar esta derrota, pues las tribus rifeñas no eran muy numerosas, ni estaban bien armadas, aunque si contaban con fusiles construidos en Europa.

El ejército español no contaba con la suficiente preparación y las tropas en general estaban mal equipadas. A pesar de esto, esta derrota solo es posible entenderla por los grandes errores del mando del ejército español en África, con un plan excesivamente ambicioso y precipitado.

El informe Picasso se convirtió en una dramática sucesión de muestras de incompetencia militar, de cobardía y desorganización, reveló el desastre en toda su crudeza y no escatimó en detalles sobre los vicios y corruptelas del Ejército

El ejército español contaba en esas fechas en Melilla con 25.790 hombres, de los cuales unos 5.000 eran tropas indígenas y casi la totalidad de estas tropas indígenas desertaron y se unieron a los rifeños.

Algunos historiadores consideran que la actuación del general Fernández Silvestre se debió a que se había sentido menospreciado al nombrarse como Alto Comisionado en Marruecos a su compañero, el general de división, Dámaso Berenguer, y no él.

Sin embargo, otros historiadores, entre los que me encuentro, consideramos que siguió las órdenes directas de Alfonso XIII, saltándose la cadena de mando. Esto fue lo que le llevó al desastre y a su propio suicido para salvar el papel del rey.

CONSECUENCIAS EN LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

El impacto en la sociedad española de la derrota de Annual fue brutal, no sólo por la derrota, sino por la cantidad de muertos que generó. Era preciso determinar las responsabilidades y las negligencias, que se habían producido. Para dirigir la investigación se nombra al General de División, Juan Picasso González.

Este general estaba destinado en el Consejo Supremo de Guerra Marina y era el representante militar español en la Sociedad de Naciones. Era tío del pintor Pablo Picasso. Su nombramiento levantó bastante oposición, porque se consideraba que su trabajo era salvar el honor del ejército, acallar las responsabilidades de los políticos y salvar el papel del rey Alfonso XIII, que tuvo una participación muy directa en el desastre.

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Antes de darse a conocer el informe Picasso, muchas personas y bastantes políticos consideraron que este informe sólo buscaba distraer y alargar la situación, para que este desastre se fuera olvidando con el transcurso del tiempo.

Indalecio Prieto, diputado socialista por Bilbao decía lo siguiente:

“Quien quiera enterarse de lo ocurrido en la zona de Melilla, por esta información había que dedicar un par de años de lectura, no se enterará de nada y acabará por perder la cabeza: veinte generaciones de ratones harán sus nidos en esta montaña de papel, He aquí en qué parará toda la depuración de responsabilidades a través de las investigaciones oficiales”.

Indalecio Prieto llegó incluso a referirse al general Picasso como “el constructor del panteón del olvido”. Todos eran escépticos con la actuación del general Picasso. En el periódico La Libertad en su edición del seis de septiembre del año 1921, el periodista Luis de Tapia publica unas coplillas que decían:

Si en telegramas o cables.
Oís decir que Picasso.
Va a encontrar responsables
No hagáis caso.
Los errores fueron ciertos;
Pero en asuntos de guerra, a las causas y a los muertos se les echa tierra…..
¡La plancha será no chica
Si en buscar en lo alto da.
Si Picasso en lo alto pica, marrará.

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A pesar de las serias dudas de la labor que debía realizar el general Picasso, éste hizo un intenso trabajo de nueve meses, escribiendo un detallado expediente, que iba mucho más allá del típico informe judicial. Este informe supuso un ejercicio de memoria, para cuya realización se emplearon fuentes orales, documentales y de todo tipo, con la debida prevención y una pulcra metodología.

Indalecio Prieto que había fustigado anteriormente al general Picasso en una intervención de noviembre de 1922, agradece al presidente haber llevado el expediente al Congreso y dice lo siguiente. “mi más ferviente, mi más rendido, más obligado todavía que además tiene la virtud de que nadie pudiera poner la mácula de sospecha de una adulación al dignísimo general del Ejército español que ha instruido este expediente”.

En otra intervención de Indalecio Prieto dice lo siguiente: “Hemos sentido la amargura de ver en ellas ratificado con el sello indiscutible de la imparcialidad y de la documentación, una síntesis admirable donde campean el mérito y la claridad de exposición. El mejor relato moral lo hace este hombre verdaderamente insigne, este ciudadano, que se llama don Juan Picasso”.

El objetivo de dicho informe era recuperar la memoria de aquellos días y salvarla para el futuro. Además de su valor judicial, lo debemos considerar como un gran trabajo de memoria histórica muy contrastado.

El informe es recogido por parte de la clase política con variedad de opiniones. El sector político crítico con dicho Expediente lo formaban los partidos de la derecha, que habían estado gobernando esos años, pues pone en evidencia el desastre de su gestión y además pensaban que se les podía pedir responsabilidades políticas. En este sector de la derecha política estaban los conservadores y los liberales.

INICIO DEL PROCESO DE INVESTIGACIÓN

El general Picasso conocía bien la realidad de Marruecos, tanto de su terreno geográfico, como de sus gentes, pues poseía una Laureada obtenida en el conflicto de Melilla en el año 1893.

El general Berenguer, que era el Alto Comisionado en Melilla, solicita al ministro de la Guerra, el vizconde de Eza, el nombramiento de un oficial general, para que investigase los hechos y depurase las responsabilidades por el desastre de Annual.

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Se publica una Real Orden, el cuatro de agosto de 1921, por parte del ministro de Guerra, donde se nombra al General de División Picasso para la investigación del desastre de Annual que contaría con la ayuda del auditor de Brigada Juan Martínez de la Vega.

Coincide este nombramiento con la dimisión del gobierno presidido por Allende Salazar. Alfonso XIII nombra a Antonio Maura como presidente del gobierno y éste nombra ministro de la Guerra a Juan de la Cierva.

Picasso solicita al general Berenguer los planes de operaciones el quince de agosto, para saber cómo había actuado el general Fernández Silvestres (este general era amigo íntimo de Alfonso XIII). El general Berenguer traslada un escrito, el veinte de agosto, al ministro de la Guerra, solicitando instrucciones si dar o no dar los planes de operaciones ya que no se considera autorizado para darlas al general Picasso y además muestra sus reticencias a entregárselos.

El veinticuatro de agosto hay una Real Orden, en la que se prohíbe el acceso al general Picasso a los planes de operaciones y a las disposiciones al respecto del Alto Comisionado y exige al general Picasso que sus investigaciones debían limitarse a los hechos realizados por los jefes, oficiales y tropas, nada más.

El general Picasso muestra en carta enviada al ministro de la Guerra, el treinta y uno de agosto, su total desacuerdo con el Real Orden y plantea la posibilidad de poder investigar todo lo sucedido y considera que: “… Dicho sea en el mayor respeto, no parece sujeto proporcionado a mi representación”, ya que consideraba Picasso que la Real Orden de cuatro de agosto le daba facultades para “… Con arreglo al artículo 762 del Reglamento de Campaña… esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en los sucesos de este campo… sería insigne sutileza concretar las responsabilidades a sucesos incidentales, consecuencia natural u obligada de los errores y desaciertos del mando”.

El general Picasso muestra su queja por estas restricciones y así por ejemplo cuando critica duramente la retirada de Annual dice: “….y en ese momento aparece un punto oscuro, que no se ha podido dilucidar en la información gubernativa por la limitación impuesta al juez instructor y a la que con tanta frecuencia nos hemos tenido que referir…, relacionada con un telegrama del Alto Mando”. Y continúa: “Vine a la ingrata comisión que desempeño animado de la mejor conformidad, acometiéndola con empeño superior a mis fuerzas y, desde luego, ratifico que entró en mi ánimo, deliberadamente, envolver en las actuaciones al Alto Mando, por prestigio del mismo, por deber de justicia y por respetuoso afecto; pues si de algo tengo que tildarle es, en mi opinión, de condescendía; y por ello he tomado como punto de partida de mis indagaciones el suceso lamentable y significativo de Abarrán”.

En la misma carta, el general Picasso solicita que se le relevase de la investigación de los hechos sucedidos en Annual y se le permita continuar su trabajo como representante militar español ante la Sociedad de Naciones.

A pesar de esto, el general Picasso se traslada a Melillay hace declarar a setenta y siete personas que habían participado en Annual. Tras nueve meses de trabajo, regresa a Madrid, el veintitrés de enero de 1922, con un expediente formado por 2.433 folios. El general entrega el expediente, el dieciocho de abril de 1922, y un resumen al ministerio de la Guerra.

El general Picasso tenía presente en todo momento que los testigos tenían la prioridad no de favorecer la depuración de responsabilidades o esclarecer la verdad de los hechos, sino evitar en la medida de lo posible que les salpicara la investigación y salvar sus responsabilidad.

Por Real Orden del veintiuno de abril, se entrega el expediente Picasso al Consejo Supremo de Guerra y Marina. También se proporciona el expediente Picasso al fiscal militar, José García Moreno, el veinticuatro de abril. Éste lo devuelve al Consejo Supremo el veintiséis de junio, pronunciándose de la siguiente forma:

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pasar lo actuado al reunido, en Sala de Justicia, por haber hallado indicios de responsabilidades penales, solicitando ratificar todos los testimonios y subsanar las deficiencias halladas; abrir expediente para detallar méritos y recompensas; y comunicar lo actuado al Ministerio de la Guerra”.

El fiscal togado, Ángel Romanos, remitió, el veintiocho de junio, un escrito al Consejo identificándose con el informe del fiscal militar. El fiscal militar, José García Moreno resumía su conclusión sobre la derrota de Annual de la siguiente manera: “… Se debió a la negligencia e irresponsabilidad del Alto Mando”.

Se reunió el Consejo Supremo en pleno, el seis de julio, acordando pasar lo actuado a la recién constituida Sala de Justicia. Rechaza la formación de expedientes de recompensas y remite al Ministerio de la Guerra una copia del expediente, del informe del fiscal militar y de los acuerdos del Consejo.

Ese mismo día, reunido el Consejo Supremo de Guerra y Marina, presidido por el general Aguilera, decidió procesar a treinta y nueve militares por negligencia o abandono de su deber en Annual, además de los treinta y siete oficiales que aparecían imputados en el propio expediente Picasso. Entre los encausados se incluía al general Dámaso Berenguer, que era Alto Comisionado en Marruecos cuando ocurrieron los hechos, a quien el Expediente Picasso no acusaba, pero del que se criticaba la estrategia que había seguido.

Así el diez de julio, el pleno del Consejo Supremo acuerda el procesamiento del general Dámaso Berenguer, pidiendo al Senado el suplicatorio correspondiente dada su condición de senador, y por esta razón el general Berenguer dejó el cargo de Alto Comisario.

Se acuerda no procesar a ningún civil en ese mismo auto por no corresponder a la jurisdicción del Consejo, por lo que quedaron fuera del sumario el presidente del gobierno en ese tiempo. Manuel Allendesalazar y el ministro de la Guerra Juan de la Cierva.

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El informe Picasso se convirtió en una dramática sucesión de muestras de incompetencia militar, de cobardía y desorganización, reveló el desastre en toda su crudeza y no escatimó en detalles sobre los vicios y corruptelas del Ejército, concluyendo claramente, que habían sido los principales causantes de la debacle, junto con los errores estratégicos del mando.

El general Picasso sintetizaba el informe de esta manera:

“En resumen: hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y no prever nada y de nuestro exceso de confianza; y todo ello constituye, a juicio del declarante, una grave responsabilidad, que el país tiene derecho de exigir a todos; porque si es cierto que las autoridades e incluso ex Ministros han visitado el territorio y encontrado todo perfectamente, y que el Mando ha felicitado por los resultados alcanzados, que después se desplomaron como un castillo de naipes, no lo es menos, por desgracia, que la oficialidad, en su misión de preparar el instrumento que ha de usarse para combatir, ha olvidado que cuando por medios que podrán tener excusas, pero que eran graves, obtuvo ventajas materiales, prometió solemnemente dedicar todos sus esfuerzos, en primer término, a mejorar la condición de soldado y la capacidad del Ejército, y ha dejado incumplida esta promesa, en perjuicio de la Patria, que necesita, no un Ejército que se sacrifique, sino un Ejército que triunfe, preparándose en los periodos de paz, porque en la guerra no se aprende nada”.

LAS MEDALLAS DE ANNUAL

Uno de los aspectos que llamó la atención del general Picasso es la gran petición de condecoraciones y de ascensos solicitados por méritos de guerra, que se demandaron a pesar del desastre de Annual.

Picasso reconoció algunos méritos en la defensa de algunas posiciones, pero señalaba grandes prevenciones y decía lo siguiente “los militares de cualquier clase no aleguen por servicio distinguido el regular desempeño de su obligación…, pues si tantos creen haberse comportado tan esforzadamente, no se comprende entonces la consumación de la catástrofe en las condiciones que los hechos relatan”.

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Picasso y su investigación permitieron que muchas de las condecoraciones solicitadas fueran denegadas y aquellas que fueron concedidas alcanzaron gran valor, a pesar todo, se evitó el clientelismo y la picaresca en este tipo de condecoraciones.

Veamos un ejemplo de solicitud de condecoración y fue el caso de la defensa del pozo número dos de Tistutin. Este pozo estaba custodiado por los cabos Jesús Arenzana y Rafael Lillo junto a cuatro soldados. Así es el relato que se presentó:

El cabo Arenzana relató la heroica defensa del pozo, un pacto con los rifeños que duró mientras hubo agua y una hábil retirada hacia territorio colonial francés, en la cual fueron descubiertos por dos rifeños, a los que dio muerte el propio cabo. Sus compañeros ratificaron dicho testimonio.

El general Picasso se creyó este caso y propusieron el ascenso de estos seis hombres. La opinión pública los trató como héroes y se solicitó la Laureada para el cabo Arenzana.

El periódico ABC, en noviembre del año 1922, los trató de héroes y decía “Del veintiocho de julio al dos de agosto resistieron de forma inverosímil, llegado el último extremo, reuniéndose los seis defensores con su jefe, y relevándole de toda responsabilidad, inutilizaron las armas y el motor del pozo y se internaron en la zona francesa, después de haber pasado grandes peligros y penalidades”.

Sin embargo, a finales de 1922 se iba a conocer, que la verdad era muy diferente a la relatada por el cabo Arenzana y entre todos habían creado una gran mentira. Lo cierto es que se habían rendido sin resistir, además de pagar cien pesetas, para que los llevaran a la zona francesa.

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El informe Picasso en el congreso

El Congreso se había mostrado muy crítico con la actuación del ejército y su intento de ocultación de los hechos. Por eso, muchos diputados pedían la creación de una Comisión de Investigación de los hechos y destacaba el diputado socialista Indalecio Prieto. El presidente del gobierno, el conservador José Sánchez Guerra, ante las presiones que recibía, decidió entregar el expediente Picasso al Congreso.

LA PRIMERA Comisión Parlamentaria de Responsabilidades

Se forma una Comisión Parlamentaria de Responsabilidades, que recibe el nombre de los “Diecinueve”. El tres de noviembre del año 1922, el ministro de la Guerra remitió al Presidente del Congreso de los Diputados una relación de testimonios deducidos del expediente y una serie de documentos y telegramas considerados de interés.

El trece de noviembre se reciben siete documentos más. Durante ese mes hubo grandes debates en el Congreso sobre el informe Picasso y sobre lo ocurrido en Melilla.

Estos debates transcienden a la prensa, así como algunos hechos de la derrota de Annual, que indignaron a la opinión pública, sobre todo al conocer el real número de muertos que en algunos casos se cifraban en 12.000 muertos españoles.

Se producen fuertes debates en el Congreso los días veintiuno y veintidós. El diputado socialista, Indalecio Prieto acusó directamente al rey Alfonso XIII de lo sucedido, como jefe del Ejército y del Estado. Los monárquicos y los conservadores intentaban defender al rey y el buen nombre del ejército

Ante las acusaciones que se vertían en estas sesiones parlamentarias, el presidente del gobierno, Sánchez Guerra, decidió presentar su dimisión ante el Congreso de los Diputados diciendo:

“Señor Presidente del Congreso de los Diputados: en vista de la actitud de las minorías, digo a S.S. que la sesión no puede continuar porque no hay Gobierno, pues yo me marcho desde aquí a Palacio a presentar la dimisión”.

Para sustituirlo, Alfonso XIII nombró al liberal Manuel García Prieto. Sin embargo, el debate sobre las responsabilidades políticas por la derrota de Annual siguió. El Congreso se convirtió en una auténtica pesadilla para el rey, con el asunto de las responsabilidades debatiéndose abiertamente en comisiones y discursos.

LA SEGUNDA Comisión Parlamentaria de Responsabilidades

Se constituyó la Segunda Comisión de Responsabilidades el diez de julio de 1923, formada por 21 diputados, que debía emitir una resolución en veintiún días.

El general Berenguer, que era Alto Comisionado en Marruecos en esa época, fue llamado a declarar ante la Comisión el siete de agosto.

Se niega a la Comisión las actas de la Junta de Defensa Nacional, el día once de agosto.

Esto hace entender que el propio rey estaba implicado en el desastre, de ahí la negativa de la entrega de la documentación. Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos y la falta de acuerdo de los miembros de la Comisión, acordaron convocar el Pleno de la Cámara para el dos de octubre y que se efectuase una votación general sobre el asunto.

Sin embargo, el Pleno nunca llegó a reunirse, pues el trece de septiembre de 1923 el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, da un golpe militar, disuelve el Parlamento español y proclama la Dictadura con el visto bueno del rey, finalizando así el proceso de depuración de responsabilidades.

EL EXPEDIENTE PICASSO Y LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA

Cuando se produce el golpe militar gobernaba, Manuel García Prieto del Partido Liberal, que contaba con mayoría absoluta con 222 escaños sobre los 437 que formaban el Congreso y había sido elegido, en las elecciones de abril de 1923, y había obtenido el 54,28% de los votos.

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El general Miguel Primo de Rivera en el manifiesto que hizo público para justificar el golpe de Estado, aludió: “a las pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades… El país no quiere oír hablar más de responsabilidades, sino saberlas, exigirlas pronta y justamente, y esto lo encargaremos, con limitación de plazo, a Tribunales de autoridad moral y desapasionados de cuanto ha envenenado hasta ahora la política”.

No es aventurado afirmar, que el expediente Picasso tuvo mucho que ver en ese golpe realizado por el general Primo de Rivera, pues el golpe militar se produjo en buena medida para frenar la labor de unas Comisiones de Investigación, que partieron del exhaustivo informe del general Picasso, empleándolo además como fuente fundamental para juzgar los hechos.

El golpe de Estado de Primo de Rivera sería la respuesta de los militares, que con él venían a considerar responsables a todo el sistema político.

Al día siguiente del golpe, toda la documentación de la Comisión Picasso que se encontraba en el Congreso de los Diputados fue requisada. De esta forma, Alfonso XIII consigue evitar sus responsabilidades.

Paraliza la Comisión de Responsabilidades y apuesta por la impunidad del Ejército, que se materializa en las amnistías, que desde febrero de 1924 se conceden a Navarro, Cavalcanti, Araujo, Berenguer, Lacanal y Tuero.

Para justificarse, se permitió que siguiera la actuación del Consejo Supremo de Guerra, para así evitar, que se dijera que el golpe militar intentaba tapar el escándalo sobre la actuación de Alfonso XIII en el desastre de Annual.

El Expediente Picasso califica de negligente la actuación de los generales Dámaso Berenguer que era el Alto Comisionado en Marruecos y el general Felipe Navarro segundo Jefe de la Comandancia General de Melilla y de temeraria la del general Manuel Fernández Silvestre.

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Ante la duda que se planteaba sobre la actuación de algunos de los componentes del Consejo Supremo, se procedió a sustituir a aquellos miembros más críticos por otros adictos al Dictador. Como consecuencia de estos cambios, su presidente, el general Aguilera presentó su dimisión en marzo del año 1924, para no ser cómplice de la situación.

Se emite la sentencia, en junio de 1924, y en dicho fallo se declara absuelto al general Felipe Navarro que era el segundo jefe de la Comandancia General de Melilla y el general Dámaso Berenguer que era Alto Comisionado en Marruecos cuando se produjeron los hechos, recibió una pena leve, que consistía en la separación del servicio y el pase a la reserva.

El cuatro de julio de 1924, Alfonso XIII decreta una amplia amnistía para todos los implicados en el desastre de Annual, incluido el general Dámaso Berenguer. El rey Alfonso XIII acabaría nombrando un tiempo después al general Berenguer jefe de su casa real.

Se daba carpetazo con esta sentencia al asunto de las responsabilidades sin ninguna consecuencia. La factura que tuvo que pagar el rey por intentar poner fin a su pesadilla personal, al final resultaría muy costosa, pues la decisión de unir su suerte a la del Dictador y a la de la Dictadura, lo llevara al exilio siete años y medio después.

La Asamblea Nacional, en el año 1927, exigía enjuiciar la política general desde el uno de julio de 1909. Como consecuencia, se lleva a cabo una importante búsqueda documental que afectaría en gran medida a Marruecos. De nuevo, pasa a la actualidad el informe Picasso y Primo de Rivera deposita en el Congreso, lo que ha logrado reunir de dicho informe, creándose la Tercera Comisión de Responsabilidades.

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Esta Comisión fue un fracaso, pues se le negó toda la información reservada o había sido retirada previamente, con lo cual las investigaciones quedaron en nada

LA SEGUNDA REPÚBLICA Y EL EXPEDIENTE PICASSO

Convencido de que Primo de Rivera quería destruir el expediente, el diputado Bernardo Mateo Sagasta Echeverría, que era el presidente de la segunda Comisión de Investigación, se llevó el expediente de los archivos del Congreso y lo ocultó en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos, de la que era director.

En este lugar, permaneció hasta el advenimiento de la Segunda República, cuando Mateo Sagasta devolvió el Expediente al Congreso en el año 1930.

El rey fue procesado y condenado in absentia en las Cortes, entre los días diecinueve y veinte de noviembre, por la Comisión de Responsabilidades. Esta condena se produce no sólo por el propio Expediente Picasso, sino por la documentación que se obtuvo en el registro domiciliario de José Antonio Primo de Rivera que era hijo del Dictador.

El Dictador, Miguel Primo de Rivera, tras abandonar el poder, y salir de España camino de París llevaba varias maletas de documentos. El Resumen elaborado por el propio Juan Picasso fue enviado a las Cortes y fue publicado en el año 1931, al igual que los informes de la Comisión de Responsabilidades.

EL INFORME PICASSO EN LA ACTUALIDAD

El informe Picasso fue recuperado en su totalidad y transferido al Archivo Histórico Nacional en el año 1990. El Expediente Picasso propiamente dicho consta de 10 piezas y 2. 418 folios. Todo este contenido ha sido digitalizado y puede consultarse en el Portal de Archivos Españoles, donde aparece como “Información Gubernativa instruida para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de posiciones del territorio de la Comandancia General de Melilla en el mes de julio de 1921”.

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Junto con el Expediente Picasso, el Archivo Histórico Nacional contiene una pieza íntimamente relacionada, que incluye testimonios obtenidos con posterioridad, por parte de los prisioneros españoles implicados en el desastre de Annual y liberados años más tarde. Tiene como nombre “Causa en única instancia instruida por el Consejo Supremo de Guerra y Marina para depurar las responsabilidades en que pudiera haber incurrido el Mando con motivo de los sucesos desarrollados en el territorio de la Comandancia General de Melilla en los meses de julio y agosto de 1921”. Esta causa posee 39 piezas separadas, todas ellas públicamente accesibles.

Alfonso XIII y el desastre de Annual

Durante los veintiocho años del reinado de Alfonso XIII siempre intervino en la vida política del gobierno, no asumiendo que era un rey bajo una Constitución y la cual le marcaba cual era su papel, sin embargo, esto no lo aceptó nunca. Su intromisión en los asuntos militares fue de forma continua y persistente.

Recordemos lo que dijo el uno de enero de 1902:

“En este año me encargaré de las riendas del Estado, acto de suma transcendencia tal como están las cosas, porque de mi depende si ha de quedar en España la monarquía borbónica o la república; porque yo me encuentro el país quebrantado por nuestras pasadas guerras, que anhela por un alguien que les que de esta situación.

La reforma social a favor de las clases necesitadas, el ejército con una organización atrasada a los adelantos modernos, la marina sin barcos, la bandera ultrajada, los gobernadores y alcaldes que no cumplen las leyes, etc.

En fin, todos los servicios desorganizados y mal atendidos. Yo puedo ser un rey que llene de gloria regenerando a la patria, cuyo nombre pase a la Historia como recuerdo imperecedero de su reinado, pero también puede ser un rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y por fin puesto en la frontera.

Yo espero reinar en España como Rey justo. Espero al mismo tiempo regenerar la patria y hacerla, si no poderosa, al menos buscada, o sea, que la busquen como aliada. Si Dios quiere para bien de España”.

Alfonso XIII tenía una pobre formación política, pero fue consciente, de que el papel del Rey había quedado reducido a una función institucional. Sin embargo, esto nunca lo asumió Alfonso XIII y, creía que solo una monarquía con capacidad de acción política podría evitar el avance del republicanismo, que crecía visiblemente, reforzado por los movimientos socialista y anarquista.

Lo grave del tema de la derrota de Annual para Alfonso XIII era su íntima amistad con el general Manuel Fernández Silvestre, que seguía directamente las órdenes que le daba el rey. Debemos saber, que fue este general el que lanzó la ofensiva sin ninguna preparación y sin los medios necesarios, de ahí el fracaso de la operación.

El general Manuel Fernández murió en la misma mañana, que se produjo la desbandada en Annual. Parece ser que se suicido tras pegarse un tiro, de esta forma protegía a su amigo Alfonso XIII del deshonor.

El apoyo que da Alfonso XIII al golpe militar de Primo de Rivera, en un momento que era cuestionado su papel, no solo por las fuerzas políticas, sino por cada vez más amplias capas de la población española, viene a corroborar, que su apoyo al golpe, era un pacto con ellos, para limpiar sus responsabilidades junto con las del propio ejército español, que una vez más había mostrado su mala calidad militar y la corrupción que le carcomía por dentro.

OTROS ASPECTOS DEL INFORME PICASSO

La derrota de Annual fue el mayor fracaso de un ejército colonial europeo en África. Sin embargo, otros países también sufrieron grandes derrotas, Gran Bretaña fue derrota en la batalla de Isandhlawana y esto sólo provocó una acusación contra el primer ministro Disraeli, por haber descuidado los asuntos de Sudáfrica.

Italia fue derrotada en Adua y provocó la caída del gobiernos Rudini, pero apenas hubo más consecuencias.

El general Picasso murió en cinco de abril de 1935 y lo único que apareció en prensa, fue alguna esquela con un par de días de retraso y sin ninguna referencia al principal motivo de su fama.

El general Picasso adquirió la fama pero hemos de saber, que contó con la inestimable ayuda del general Aguilera, presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina. También jugaron un papel muy importante muchos de los subordinados del general que trabajaron con él.


BIBLIOGRAFIA

VV.AA. “El expediente Picasso: las sombras de Annual”. 2004. Almena. Madrid. Carrasco García, Antonio. “Las imágenes del Desastre”. 1999. Almena. Madrid.
La Porte Fernández-Alfaro, Pablo. “El desastre de Annual y la crisis de la Restauración en España (1921-1923)”. 2003, Moreno.
Pando Despierto, Juan. “Historia secreta de Annual”. 1999. Ediciones Temas de Hoy, S.A. Madrid.
Palma Moreno, Juan Tomás. “Annual 1921. 80 años del Desastre”. 2001. Almena. Madrid.

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