Los zawisza, niños soldados que combatieron a los nazis.

Fuente: BBC MUndo. 01/08/2015.

El primero de agosto de 1944 se registró en Varsovia la mayor rebelión civil que enfrentarían los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Los ecos del horror que se vivió en la capital de Polonia en ese período aún resuenan en las calles de la ciudad.

El objetivo final de la rebelión era lograr la independencia de Polonia, ocupada por alemanes y la Unión Soviética en 1939, cuando eran aliados.

El programa Witness de la BBC entrevistó a Andrei Slawinski, uno de los protagonistas de este momento clave en la historia de esa nación, en la víspera de conmemorarse el 71 aniversario.

La ocupación

«Cuando Alemania ocupó Polonia, se comportaron razonablemente bien. Pero en esta oportunidad comprendimos que todo sería muy distinto», relata Slawinski.

Desfile frente a Hitler
5 de octubre 1939: las tropas alemanas desfilan frente a Adolfo Hitler tras su entrada a Varsovia.

Y a medida que se intensificó la presencia nazi en el país, las cosas fueron empeorando.

Así como persiguieron a la élite intelectual polaca, los nazis expulsaron a miles de personas de sus hogares, forzándolos a trabajar en campos de concentración, incluyendo a los niños.

Confiscaron propiedades y clausuraron todas las instituciones culturales del país. Incluso prohibieron a la Organización Scout de Polonia. De modo que los scout pasaron de inmediato a convertirse en militantes activos de la resistencia.

El surgimiento de los zawisza

En 1942 uno de los scout contactó a Andrei. «Un día cuando estaba en la escuela, y tenía 13 o 14 años, uno de los muchachos se me acercó y me preguntó si quería pertenecer a los zawisza, una palabra polaca para describir a un caballero medieval, reconocido por sus altos valores morales y amor por su país. Yo dije que sí«, recuerda.

Los hermanos Jeleniewicz del servicio postal de los scouts distribuyendo información de la insurgencia en agosto de 1944.

Los zawisza era el nombre que les daban a los miembros más jóvenes –de 13 y 15 años- de los scouts en la resistencia. Los mayores, entre 15 y 17 años, se unían a los Batallones Escolares.

Los mayores de 18 años pasaban a formar parte de los Grupos Tormenta, como soldados combatientes del Ejército Nacional de Polonia. Todos juntos eran conocidos como los Rangos Grises.

«Todo lo hacíamos bajo un absoluto secreto. Ni mis padres sabían qué estaba haciendo. Yo tenía reuniones con ochos personas en mi casa. Ellos sabían que estaba pasando, pero no decían nada», explica Andrei.

En aquellos años, Andrei y sus amigos no participaron de ninguna acción bélica. Pasaban el tiempo discutiendo sobre política y sobre su papel cuando viniera el levantamiento contra los nazis.

Cuando cumplió 15 años, las cosas comenzaron a cambiar. «Estábamos muy entusiasmados por todo. Estaba emocionado de tener 15 años porque podría incorporarme a los Batallones Escolares. No te imaginas el orgullo de ser un verdadero soldado a los 15 años«, señala.

Pero en realidad no hubo mucha alharaca o ceremonia cuando Andrei se incorporó a los Batallones Escolares en diciembre de 1943. Todo debía permanecer en secreto.

Nazis en motos en las calles de Varsovia
Los nazis se paseaban por las calles, que ya eran suyas, por la fuerza.

Nazis en retirada

No obstante, para finales de 1943 el curso de la guerra había cambiado. Los nazis se encontraban en retirada, rebasados por el poderío del ejército de la otrora Unión Soviética.

Pero los polacos organizados en la resistencia clandestina, leales a al gobierno anti-comunista que se encontraba en el exilio, no confiaban en los rusos a pesar de la propaganda soviética que hablaba de los deseos de Moscú porque Polonia tuviese un estado fuerte, independiente y de los polacos.

Toma de un auto alemán por insurgentes
Toma de un auto alemán por insurgentes polacos.

El ejército soviético había ocupado toda la región oriental de Polonia al inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando ilegalizaron a los scouts. Ahora, a principios de 1944, estaban listos para tomar todo el país.

Mientras tanto, en la ocupada Varsovia, Andrei y los Batallones Escolares comenzaban a entrar en acción.

«Eran acciones muy tontas. Les hacíamos llamadas amenazadoras a miembros de la comunidad netamente alemana en Varsovia, a quienes los nazis habían declarado una raza superior. Organizábamos visitas de directores de funerarias a sus casas, o rompíamos las ventanas con piedras y luego echábamos a correr como locos», relata.

Sólo un pequeño grupo de estudiantes se atrevía a participar en estas actividades. En su mejor momento, los Rangos Grises llegaron a tener 17.000 miembros en toda Polonia.

«En nuestra sección del Batallón Escolar tenía seis amigos muy queridos. Una amistad que duró mucho tiempo, aunque muchos de ellos murieron durante la rebelión», comenta Slawinski.

El 1º de agosto

Prisioneros alemanes
Civiles alemanes tomados como prisioneros durante la rebelión.

El día que comenzó la revuelta, los alemanes hicieron claras advertencias de lo que ocurriría si sus habitantes ofrecían resistencia.

Los grupos detractores ya estaban organizados, y una de las principales organizaciones que participaban eran los scouts, quienes rechazaron la presencia alemana desde los primeros días de la ocupación del país.

En los días previos al levantamiento, se escuchaban en todas las calles de Varsovia las amenazas de las retaliaciones alemanas ante cualquier acción en contra de los designios nazis en la ciudad.

Ignorando esas advertencias, Slawinski, entonces de 15 años de edad, tomó su puesto en una de las barricadas construidas en el centro de Varsovia y se hizo protagonista de la lucha desde ese primer día de agosto.

Soldado alemán
Soldado alemán en una barricada tomada, gritándole órdenes a la resistencia polaca.

«Me dieron la última pistola que tenían, una muy pequeña. Los alemanes se habían fortificado en el otro extremo de la calle y yo debía impedir que avanzaran con mi pequeña pistola», cuenta con emoción.

A pesar de la carencia de armas y municiones, los insurgentes aspiraban frenar el avance nazi por unos días, hasta que llegaran las fuerzas aliadas.

Cuando la rebelión comenzó la resistencia polaca se comunicaba con el mundo exterior a través de la radio. Peroa pesar de los pedidos de ayuda, las tropas soviéticas, desplegadas en los alrededores de la ciudad, no respondieron.

La pesada artillería alemana fue demoliendo la ciudad, y las tropas nazis fueron tomando represalias contra toda la población civil.

Andrei recuerda una noche en particular, cuando se encontraba escondido en ático de un edificio en la zona central de Varsovia.

«Estaba durmiendo cuando de repente vino un oficial y gritó que todos debíamos bajar a la barricada, porque los alemanes iban a atacar».

Los disparos de artillería habían provocado un incendio en la parte alta de la barricada.

«Me dijeron que subiera al tope de la barricada y recibiera baldes de agua para apagar el incendio. Yo estaba medio dormido y no sé cómo me atreví a montarme arriba de la barricada, porque quedé completamente visible para los soldados alemanes que comenzaron a dispararme continuamente«, relata Andrei todavía con el miedo en su voz.

Héroes al final

Enfermos y hambrientos polacos salieron de sus escondites
Enfermos y hambrientos polacos salieron de sus escondites cuando la rebelión cesó.

Por más de dos meses los habitantes de Varsovia lucharon encarnizadamente contra el ejército alemán.

Unos 250.000 polacos perdieron la vida.

La ciudad finalmente se rindió a los alemanes en octubre de 1944.

monumento gueto varsovia
Pasaron 40 años antes de que hubiera un monumento conmemorativo de la rebelión.

Andrei escogió rendirse como soldado y pasó a ser prisionero de guerra.

Cuando la guerra terminó en Europa, los soviéticos tomaron control de Polonia e instalaron un gobierno plegado a los intereses de Moscú.

Pasaron 40 años antes que pudiera construirse un monumento en Varsovia para conmemorar la rebelión, y para que Andrei y sus compañeros zawisza de los Rangos Grises fueran reconocidos como héroes en la desesperada lucha por la independencia de Polonia.

El ludismo: la sublevación del hombre contra las máquinas.

Autor: Eduardo Montagut

Origen: nuevatribuna.es

La aplicación de los nuevos inventos de las máquinas en la industria textil provocó un claro empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores en la Revolución Industrial: bajada de salarios y aumento del paro. Una máquina podía hacer más trabajo que el que hacían los trabajadores y se podían bajar los sueldos a los que no era despedidos. Así pues, no parece extraño que los trabajadores expresaran su descontento destruyendo la maquinaria, en la primera fase del movimiento obrero, en el proceso de toma de conciencia de clase. Se pretendía presionar a los patronos para evitar despidos, mejorar las condiciones laborales y buscar aumentos de salario. Hobsbawm denominó a esta etapa la de la “negociación colectiva a través del motín”. Estas acciones tenían algún grado de organización, aunque muy rudimentario. Los trabajadores enviaban comunicados amenazadores a los empresarios antes de una acción violenta contra las máquinas. Siguiendo una vieja tradición, eran firmados con el nombre de Ned Ludd, un legendario calcetero que, supuestamente, fue el primero en romper el bastidor de un telar. Ese es el origen del nombre de este movimiento- ludismo- y que se refiere, por tanto, a las acciones organizadas por los trabajadores ingleses en los últimos decenios del siglo XVIII y primeros años del siglo XIX, contra las máquinas. Acciones parecidas se produjeron en el resto de Europa.

La primera medida contra la destrucción de máquinas y fábricas se dio en 1769 con una ley aprobada por el Parlamento inglés. Estos delitos serían castigados con la pena capital. Los trabajadores elevaron protestas al parlamento para que se prohibiese el empleo de las máquinas. Al no conseguir ninguna respuesta positiva a sus demandas, se reanudaron las destrucciones en los primeros decenios del siglo XIX. Como el movimiento alcanzó una enorme dimensión, el gobierno inglés respondió con el empleo del terror. En 1812 se generó, al respecto, un intenso debate parlamentario. Lord Byronpronunció un discurso contra el proyecto de ley, pero de nada sirvió. La ley castigaría con la pena de muerte, como antes, las destrucciones.

En España también se dio el fenómeno de la destrucción de máquinas e incendios de fábricas en los albores del proceso de industrialización. Las primeras manifestaciones de ludismo en España tuvieron lugar en Alcoy en el mes de marzo de 1821, en plenoTrienio Liberal. Los tejedores ocuparon la ciudad y una multitud destruyó muchas máquinas, exigiendo al Ayuntamiento que se desmontasen las que quedaban. Estos hechos provocaron la intervención del ejército. Las Cortes tomaron la decisión de indemnizar a los fabricantes. Las autoridades quisieron ver la mano de la reacción absolutista detrás de esta violencia pero, en realidad, fue el primer episodio de odio hacia una tecnología que podía afectar al salario y al empleo. El siguiente episodio tuvo lugar en Camprodón, al destruirse máquinas de hilar y cardar. Se detuvo a algunos de los responsables y cuatro de ellos fueron juzgados. También se produjeron sucesos semejantes en Segovia y otras localidades.

Ante esta sucesión de acontecimientos y para evitar su reproducción se dictó la Real Orden  de 24 de junio de 1824, ya restaurado el absolutismo fernandino y que fue obra del ministro Luis López Ballesteros. La disposición establecía tres medidas. La primera de ellas podría ser calificada de pedagógica, ya que ordenaba a las autoridades locales, religiosas y militares de los distintos lugares que instruyesen a los parados sobre los beneficios que proporcionaba la introducción de la tecnología. La segunda medida era claramente punitiva porque advertía que si se repetían los desórdenes se abrirían procesos judiciales y se dictarían severas penas. Por fin, la tercera medida tenía un componente social. Había que procurar emplear a los parados en caminos, obras públicas y trabajos comunitarios.

Pero esta orden no frenó los incidentes. En aquel momento el problema tenía que ver con la cuestión del alargamiento de las piezas textiles. La introducción de la maquinaria permitía producir más piezas en menos tiempo. Los patronos pretendían que se aumentase el largo de las piezas y, de ese modo, pagar menos salario, ya que éste se abonaba por pieza, además de poder despedir a una parte de los trabajadores. Por eso el ludismo prendió tanto entre los obreros que seguían teniendo trabajo como entre los que se quedaban sin él. Ante el aumento de los conflictos a finales de los años veinte en Barcelona, las autoridades obligaron a imponer a los fabricantes un límite para el largo de las piezas. Esto ocurría en 1827, pero los empresarios no hicieron mucho caso a esta disposición. Los tejedores protestaron y la Comisión de Fábricas no atendió las demandas. Al final, en 1831 la autoridad intervino para intentar evitar los conflictos e impuso un máximo para el largo de las piezas.

Pero la medida del límite del largo tampoco frenó la conflictividad social, especialmente en Barcelona. En 1834, los obreros protestaron ante el capitán general por la bajada de los salarios y los despidos. Los patronos contestaron en la Comisión de Fábricas que no estaban bajando los salarios y acusaron a los obreros de holgazanería. Las quejas continuaron al año siguiente.

En 1835 se produjo uno de los hechos más conocidos de este fenómeno de destrucción de máquinas, aunque debe ser enmarcado en un contexto más amplio de fuerte agitación social y política, con el gobierno de Toreno y la Milicia Nacional enfrentados, en pleno auge de la guerra carlista y con la primera quema de conventos de la Historia contemporánea española. Nos referimos al incendio de la fábrica “El Vapor” de Bonaplata y Cía, el día 5 agosto. En los días sucesivos fueron ejecutados cuatro de los responsables y encarcelados otros muchos. Es curioso comprobar que la prensa de Barcelona se lanzó contra estos hechos y no tanto contra la quema de conventos. Muchos empresarios se asustaron y no instalaron las máquinas que habían comprado, aunque muchos otros decidieron aumentar de nuevo la longitud de las piezas. El jefe político de Barcelona dictó un Bando obligando a los fabricantes a cumplir lo que se había establecido sobre el largo de las piezas textiles en el año 1831, pero dejó muy claro que se arrestaría a los obreros que se moviesen bajo el pretexto de que el fabricante no cumplía lo estipulado. Además se creó una Comisión mixta que debía inspeccionar las fábricas y con el fin de resolver los conflictos laborales. Pero en junio de 1836 losobreros de Sabadell intentaron destruir máquinas. En estos momentos comenzó a superarse esta etapa del movimiento obrero español porque empezó a tenerse conciencia de la importancia de luchar por el reconocimiento del derecho de asociación, aunque siguió habiendo algunos episodios de ludismo.

El compromiso político de Emmeline Pankhurst

Fuente: muyhistoria.es

Autora: María Fernández Rei

Esta británica fue una de las mayores impulsoras del sufragismo europeo, el movimiento que luchó a favor del derecho al voto femenino.

Pankhurst (1858-1928) nació en una rica familia y,a pesar de crecer en la encorsetada sociedad victoriana, su madre la educó en los principios feministas. En 1879 se casó con Richard Marsden Pankhurst, una abogado que apoyaba públicamente el sufragismo.

Emmeline comenzó pronto su compromiso con la causa sufragista y fundó en 1892 la Liga a Favor del Derecho al voto de la Mujer y, en 1903, la Unión Política y Social de la Mujer (WSPU). Fueron partidos en los que militaron célebres sufragistas como Annie Kenney, Ethel Smyth o Emily Davison, que falleció en una acción de protesta, al lanzarse a los pies de un caballo durante una carrera hípica.

Por primera vez en la Historia, las mujeres reivindicaron sus derechos en la calle y encabezaron decenas de marchas y manifestaciones, que llevaron en numerosas ocasiones a Pankhurst a la cárcel. Sin embargo, su figura ha sido criticada en ocasiones porque, al pertenecer a la burguesía, recibía un trato deferente en prisión y no sufría las mismas privaciones que sus compañeras de lucha.

Falleció en Londres en 1928, el mismo año en que el Gobiernobritánico aprobaba su mayor ambición: el voto femenino en el Reino Unido.

 

L.a Operación Barbarroja

Fuente: Revista de Historia.

En 1938, la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin firmaron el pacto de no agresión germano-soviético, denominado Pacto Ribbentrop-Mólotov, con el cual también se estrechaban vínculos comerciales y económicos. A pesar de este pacto, la decisión de atacar la URSS ya estaba decidida por Hitler antes del comienzo de la Guerra, y la expuso por primera vez el 13 de julio de 1940, en una reunión con los altos mandos militares.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, Pacto Ribbentrop-Mólotov

La Operación Barbarroja

En esta reunión, Hitler, expuso sus planes estratégicos:

“Si aplastamos Rusia, Inglaterra perderá su última tabla de salvación en Europa, y Gran Bretaña se hundirá con ella. Rusia tiene que ser liquidada y cuanto antes mejor”.

El interés del ataque a la Unión Soviética viene precedido por el interés de los campos petrolíferos del Caúcaso y el trigo de Ucrania, a la vez que por el antibolchevismo de Hitler. Previo ataque a la Unión Soviética, Hitler había estudiado la campaña en Rusia de Napoleón, teniendo en cuenta el fracaso de los ejércitos franceses en las nevadas rusas. Por ello, había desechado en un principio invadir la URSS sin terminar antes con el frente oeste, o sea, firmar la paz con Gran Bretaña.

Esta misión se le confió a Rudolf Hess, uno de los más fervientes seguidores de Hitler, con un gran fracaso. Fue encarcelado en Gran Bretaña y repudiado por Hitler. A pesar de este fracaso diplomático, la idea de atacar la URSS ya estaba prevista, pensando que la ocupación de la misma no duraría más de seis meses, y con ello privando a Inglaterra de su única posible salvación. Stalin, previo ataque de Alemania, había recibido información de los planes alemanes por diversas fuentes.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, restos del Bf-110 de Rudolf Hess en Inglaterra

Espías soviéticos (la llamada y conocida red de espías “la Orquesta Roja”) y el propio Churchill le alertaron de la inminente invasión. Stalin, hizo caso omiso de dicha información, pensando que el líder británico buscaba enfrentarle con Hitler, desatendiendo los múltiples requerimientos de prepararse para el ataque alemán, e incluso enviando materias primas al Reich (cromo, níquel, combustible, trigo), siendo el día 21 de Junio el último envío de transporte de material desde la Unión Soviética, y el día en que Stalin tuvo que reaccionar, ya que las tropas alemanas atravesaron la frontera soviética.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, tropas alemanas en el Partenón

La operación Barbarroja estaba proyectada para mayo de 1941, pero las dificultades que surgieron en Grecia a raíz de la intervención italiana en dicho país y en los Balcanes, retrasaron la operación cuatro semanas más, semanas que serían fatales para las fuerzas de la Wehrmacht.

La Operación Barbarroja

La Operación Barbarroja, objetivos.

La operación Barbarroja tenía tres objetivos en 3000 kilómetros. Hacia el Norte estaba el objetivo ideológico, Leningrado (la ciudad de Lenin, la cuna de la Revolución Rusa). En el centro, el objetivo político, Moscú (la ciudad de Stalin). Al Sur, el objetivo económico, Ucrania. El 22 de Junio, los primeros zapadores de la Wehrmacht entran en territorio ruso. Este ataque sorpresa a la Unión Soviética se extendió en un frente que iba desde Finlandia hasta el Mar Negro.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja

Este ataque se realizó mediante 153 divisiones alemanas y tropas extranjeras. Los alemanes contaban con tres millones de soldados, 600000 vehículos motorizados, 7000 cañones, 3600 carros de combate y más de 2700 aviones. Las tropas extranjeras estaban compuestas por casi 500000 soldados (rumanos, eslovacos, finlandeses, húngaros y voluntarios franceses y fascistas españoles). El Ejército Rojo contrapone en el frente occidental a dos millones y medio de hombres.

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, noticia en la Europa Ocupada

Una cifra similar se distribuye entre el Cáucaso (contra Gran Bretaña, a la cual Moscú considera un enemigo potencial) y Extremo Oriente (contra Japón). El ataque principal lo desencadenan tres Grupos de Ejércitos alemanes, el del Norte (Wilhem von leeb) (26 divisiones y 4ª flota aérea), el del Centro (Fedor von Dock) (51 divisiones, y 2ª flota aérea) y el del Sur (Gerd von Rundstedt) (59 divisiones, 4ª flota aérea).

La Operación Barbarroja
La Operación Barbarroja, la aviación soviética fue prácticamente destruida en tierra

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Crack de 1929: causas, desarrollo y consecuencias.

Artículo sobre el crack de 1929.

Autor: Enrique López Fdez de Lascoiti, Universidad Autónoma de Madrid.

Fuente: Revista Internacional del Mundo Económico y del Derecho. Volumen I (2009) Págs. de 1 – 16.

Resumen: El crack del 29, fue una la mayor crisis jamás conocida que estalló el 24 de octubre de 1929. En esta fecha la bolsa de valores de Wall Street sufrió una caída en sus precios. Esto provocó la ruina de muchos inversores, tanto grandes hombre de negocios como pequeños accionistas, el cierre de empresas y bancos. Esto conllevó al paro a millones de ciudadanos. Pero el problema no solo quedó en Nueva York, esto se trasladó a casi todos los países del mundo como un efecto dominó. Afectó tanto a países desarrollados como a los que estaban en vías de desarrollo. Europa se estaba recuperando de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, entonces su situación empeoro. Lo que comenzó como un simple descenso de las cotizaciones en la bolsa de Nueva York, en el otoño de 1929, se convirtió, en poco tiempo, en la mayor crisis de la historia del capitalismo.

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Waterloo en sangre y tinta.

Carga de la caballería británica durante la batalla de Waterloo

Fuente: eldiario.es

Autor: Joaquín Torán

El domingo 18 de junio de 1815 llovió intensamente. El suelo se embarró de tal forma que apenas se podía maniobrar. Los soldados se trababan en combates cuerpo a cuerpo, a bayonetazos. Los cadáveres, despedazados por el fuego de artillería, salpicaban el escenario. Las tropas aliadas, un contingente heterodoxo formado por holandeses, belgas renuentes a formar parte del yugo imperial napoleónico, británicos y alemanes, estaban dirigidas por Arthur Wellesley, el duque de Wellington, y por el septuagenario príncipe Gebhard Leberech von Blücher, un duro general que se creía embarazado de un elefantito. Del otro lado, estaba el feroz ejército de Napoleón. Ambos cuadros se habían masacrado durante dos días en las accidentadas inmediaciones de Bruselas.

El decisivo enfrentamiento entre Napoleón y sus adversarios se inició a las 11.30 y se prolongó durante casi doce horas. Aunque la victoria estuvo a punto de inclinarse varias veces del lado francés, con un Ejército más numeroso y fiero, fueron los sucesivos errores de sus mandos los que terminaron por decantar la batalla.

Napoleón encargó la dirección y planificación de la contienda al mariscal Ney, «el más valiente entre los valientes», un soldado aguerrido pero impetuoso, cuya precipitación acabó condenando a su Ejército. Además, el emperador vitalicio (ostentaba el rango como concesión de sus antiguos enemigos) cometió el peor error posible en un militar experimentado: subestimó al rival. Napoleón creyó en todo momento poder separar al Ejército británico del prusiano, machacarlos por separado, y plantarse en apenas una jornada en el palacio real de Bruselas. La realidad, sin embargo, fue que su milagroso regreso del exilio mantuvo al mundo en vilo durante aproximadamente cien días.

Las consecuencias de la derrota de Napoleón se extendieron por toda Europa. El declive del general puso fin a las aspiraciones independentistas de los polacos, cuyas tierras pertenecían al imperio ruso. Entre sus más insignes miembros, se encontraba el conde Jan Potocki. Viajero infatigable, matemático, soldado, Potocki debe su fama universal a Manuscrito encontrado en Zaragoza (1804-1805), novela gótica que nace de sus experiencias bélicas napoleónicas. Al descubrir que el mundo que soñó se desintegraba, enfermo de neurastenia, se disparó en diciembre de 1815 un tiro en su biblioteca. La bala la fabricó limando una cucharilla de plata.

'La carga de los escoceses grises en Waterloo', de Stanley Berkeley

Una batalla muy literaria: humanidad y épica

Las noticias del triunfo aliado no tardarían en propagarse. Cuando el mayor Percy, hijo de buena familia, realizó su memorable viaje para presentarse ante la plana mayor del Gobierno inglés con la noticia del triunfo, cuentan que el habitualmente contenido príncipe regente, ante quien debía responder, chilló histéricamente. Es una anécdota más de las numerosas que se conocen sobre aquella batalla. Muchos de sus participantes, así como de los testigos de aquellos días, sabedores de la trascendencia del conflicto, llenaron páginas sobre sus impresiones y sobre maniobras técnicas. La batalla de Waterloo es una de las más estudiadas de la historia. Ayuda la abundancia de datos sobre la misma.

Un buen manual sobre lo que fue y supuso Waterloo acaba de llegar a las librerías.Waterloo. La historia de cuatro días, tres ejércitos y tres batallas (Edhasa) es el último libro del escritor Bernard Cornwell, especialista en novela histórica. Cornwell posiblemente sea uno de los mayores expertos en aquel conflicto que «lo cambió todo». En 1981 creó al fusilero Richard Sharpe, protagonista de 22 novelas en las que se narra su participación en importantes acontecimientos de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Sean Bean le puso rostro televisivo.

La postrera aparición del fusilero será en la decisiva famosa batalla en suelo belga.  Sharpe en Waterloo, de 1992, encumbró a Cornwell como estudioso: su vívida y honesta recreación es de las mejores que se han escrito sobre el 18 de junio de 1815. Su reciente ensayo sigue esa estela de honestidad y viveza.

Cornwell, en contra de lo que es habitual dentro de la triunfalista historiografía británica, no se decanta por ningún bando. Su obra es amena, exhaustiva, logra embutir al lector dentro de una casaca y situarlo, con pavor, en los bucólicos páramos devastados de Bélgica.

El mayor de sus méritos es el de transmitir la sensación de chapuza, improvisación y desbandada que caracterizó las últimas jornadas guerreras de un Napoleón en el ocaso. El escritor priva de toda épica el conflicto, rebajándolo a su dimensión humana. Nada que ver con Arthur Conan Doyle.

'La carga de los coraceros franceses en Waterloo', H.F. Philippoteaux

Mundialmente conocido por ser el padre del detective Sherlock Holmes, Conan Doyle suspiró por ser más bien reconocido como escritor de novelas históricas. Él mismo se declaraba más partidario de este tipo de literatura. Como buen novelista británico de su tiempo, se atrevió con todos los géneros populares. Sus relatos de terror son muy dignos. La novela policíaca dio en sus manos un salto cualitativo como pasatiempo de salón.

Conan Doyle admiraba y temía a Napoleón. Concibió una serie humorística y casi picaresca sobre el brigadier Gerard, soldado del Ejército francés. Del narrador escocés es también esta frase: «Estaba muy bien pintar caricaturas suyas (del general francés), y cantar tonadas burlescas sobre él, y considerarle un usurpador, pero yo he de hablar acerca del miedo que despertaba ese hombre, y que se extendió como una sombra negra sobre toda Europa». Pertenece a  La gran sombra(Valdemar), una novela breve, de algo más de cien páginas, llena de momentos hermosos, como corresponde a un libro melancólico y triste.

En La gran sombra (1892), Conan Doyle cede el protagonismo a dos amigos campestres que acaban enrolándose contra Napoleón para consumar una venganza. La presencia del general es una amenaza paralizante. El escritor le otorga un cameo imponente. También se tomará la licencia de convertir en personaje de ficción al abogado, y posterior novelista, Walter Scott; en su ficción, Scott luchaba contra el temible enemigo francés, algo que jamás hizo en la realidad. Fue, eso sí, uno de los primeros europeos en visitar el campo de batalla tras el armisticio y en hablar con veteranos.

A Waterloo le dedicó un poema, por el que no quiso percibir nada: las ganancias las destinó a un fondo para viudas y huérfanos de la guerra. El poema, tremendamente flojo, no figura entre lo más granado de su producción.

Una batalla muy literaria: el desencanto y la crítica

Para tener una visión modélica, en la ficción, de lo que fue Waterloo, hay que dejar de lado la documentada imaginación de Conan Doyle y recurrir a las fuentes. En la práctica, La Cartuja de Parma, de Stendhal, lo es. Marie-Henri Beyle, verdadero nombre del autor, participó como intendente militar, y testigo de excepción, en varias de las campañas del Gran Corso, hasta su primera caída en 1814. Con él estuvo en Brunswick, en España, en Italia. Coincidía con el general en sus simpatías republicanas.

La Cartuja de Parma es casi su testamento literario: compuesta en apenas dos meses durante 1839, es una novela marcada por la pasión. Es, además, la catarsis de un hombre acuciado por la soledad y el desafecto. Su estampa de Waterloo no es amable. Tiene visos de locura, de pesadilla. Sitúa a Fabricio, su ingenuo protagonista, en un escenario presidido por el estrépito y la barahúnda, en el que se mata y se sobrevive de manera infame.

Esta aproximación descarnada a la batalla, alejada de cualquier atisbo romántico, disgustó a sus contemporáneos franceses, salvo a Balzac. León Tolstói, afrancesado como la mayoría de nobles de su país, admitiría haberse enamorado de esas pocas y cruentas páginas y de haberlas usado para su retrato de Austerlitz, uno de los más sonados éxitos de Napoleón, en su monumental Guerra y paz (1865).

Stendhal escribe: «Con que la guerra no era ya aquel noble y común arrebato de almas generosas que él (Fabricio) se había imaginado por las proclamas de Napoleón». El desencanto del ferviente republicano francés es mayúsculo. La magnitud de esta distancia es clamorosa, por proferirla quien dedicara una incompleta biografía, y varias escenas en Rojo y negro (1830), al amado general.

En esa sentencia, se opuso al juicio de Victor Hugo cuando proclamaba que «Waterloo no fue una batalla sino un cambio de frente por parte del Universo». La derrota francesa sólo pudo deberse, refiere el autor de Los miserables, y así lo creyeron muchos de sus compatriotas, a inescrutables disposiciones del Destino. La propaganda napoleónica, auspiciada por el propio Emperador, hizo creer en la imbatibilidad de Francia y en la invencibilidad de Napoleón. El corso, cultivado como era, amaba a los hagiógrafos latinos.

La visión mítica de Napoleón no fue compartida por todos los franceses. Por ejemplo, los escritores Erckmann-Chatrian, que formaban un talentoso y exitoso tándem, serían muy críticos con la política de movilización y levas implantada por el general. Quizás les pesaba el origen: Émile Erckmann y Alexandre Chatrian eran oriundos de Lorena, región disputada por Francia y Alemania a lo largo de la historia. Waterloo (1865), secuela de Historia de un recluta de 1813 (1864), es un alegato antibelicista que rehúye el entusiasmo.

El general Rapp informa a Napoleón de la carga contra los rusos, pintura del barón Gérard

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La Rebelión contra España de los criollos de Oruro y la emancipación de Argentina

La Rebelión contra España de los criollos de Oruro

La Rebelión contra España de los criollos de Oruro y la emancipación de Argentina

Los calabozos de Oruro en Buenos Aires, albergaron a los cabecillas de la rebelión orureña iniciada el 10 de febrero de 1781, que adquirió características excepcionales para España, al ser una masacre de ricos comerciantes y mineros peninsulares protagonizada por criollos, siendo juzgada la causa en la capital del Virreinato del Río de la Plata. Al ser caratulada como secreta fue desconocida hasta nuestros días, y a su desconocimiento colaboró el que estuvieran el Regimiento Fijo de Infantería, de Burgos y de Extremadura, alojados en el mismo solar que los reos. Sin embargo, en aquellos días debió ser conocida porque ellos fueron trasladados en varias oportunidades, y tuvieron libertad condicional dentro del marco de la ciudad.

La Rebelión contra España de los criollos de Oruro

La rebelión de Oruro, Alto Perú (actual Bolivia) fue una de las primeras rebeliones encabezadas por criollos en América, a la cual podría achacársele móviles caudillescos e individualistas de ambición personal más que anticoloniales, porque la carencia de un programa libertario permitió a sus líderes un comportamiento ambivalente y oportunista entre el apoyo a Túpac Amaru o a los españoles, según fuera su conveniencia coyuntural.

La Rebelión contra España de los criollos de Oruro

La condición de criollos les deparaba una serie de privilegios estamentales, de los cuales carecían los indios que encabezaron las rebeliones indígenas, siendo notorias las diferencias sustentadas con los juicios sumarios y ejecuciones llevados a cabo contra estos últimos. En cambio, a los criollos de Oruro, luego de un largo juicio en Buenos Aires, penoso por las condiciones en que se los mantuvo encarcelados en los primeros años, el Consejo de Indias los dejó en libertad, anulando la causa al alegar vicios de procedimiento notorios que impedían aprobar la sentencia dictada.

La Rebelión contra España de los criollos de Oruro

Por ello, debe considerársele un caso judicial en que los pasos de procedimiento mal aplicados complicaron la causa de tal modo que no existió otra posibilidad que desechar todas las pruebas y testimonios; el cual, de haber sido llevado a cabo legalmente y en tiempo lógico, podría haber concluido con condenas a muerte para los principales ejecutores.

Con todo, parece probable que los españoles empezaran a sentir que no podían perder el apoyo de los criollos, sus aliados naturales, cuando comenzaban a soplar vientos ideológicos emancipatorios en las colonias americanas, y corrían el peligro de perderlas. De modo que, el Consejo de Indias habría enmascarado una resolución política detrás de un dictamen profesional, pudiendo desechar todos los testimonios de los estamentos y castas, para terminar no aprobando ciertamente los dichos de los criollos implicados en la rebelión, aunque dejando dudas razonables al respecto.

La Rebelión contra España de los criollos de Oruro

Pudo haber un nexo conductor a través del presbítero Mariano Bernal, reo de la causa, que prestó servicios en el Real Colegio durante algunos años, y por las libertades condicionales. Suponiéndose que tal situación podría haber redundado en el conocimiento de su accionar subversivo contra el poder español, de parte de muchos porteños y la identificación consecuente. No por casualidad, después de mayo de 1810 serían identificados como “libertadores del Perú”, y secuaces de Túpac Amaru, aunque ello no fuera verídico, cuando debido a sus privilegios (haciendas y minas) pronto se enfrentaron con los seguidores del inca.

La Rebelión contra España de los criollos de Oruro

También puede establecerse que el Brigadier Cornelio Saavedra, potosino, llamaba Oruro a la actual calle Moreno, debido a la cita que Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López hacen de un parte de batalla de las invasiones inglesas donde la menciona con ese nombre, especificando esa única cuadra que actualmente va de Perú a Bolívar.

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Guerra de Vietnam: sangre, napalm y lágrimas.

 

Autor: JULIO MARTÍN ALARCÓN29/04/2015

Fuente: elmundo.es

Matar más. La guerra es una cuestión de número y quien tenga una mayor lista de cadáveres acabará perdiendo la contienda. Básicamente, estas fueron las conclusiones del Mando Conjunto del Ejército de EE UU en Vietnam -MACV- y la consigna que aplicaron para afrontar una realidad bélica radicalmente distinta a la experiencia de la II Guerra Mundial.

El comandante en jefe de las tropas estadounidenses entre 1964 y 1968, el general William Westmoreland, formuló las claves del drama tras la decisión de Lyndon B. Johnson de incrementar la ayuda militar de EE UU al gobierno de Vietnam del Sur y comenzar, de facto, una guerra total en el Sudeste Asiático. Todo se precipitó el 12 de agosto de 1964, tras un incidente en la bahía de Tonkín entre dos lanchas lanzatorpedos norvietnamitas y el destructor Maddox, que patrullaba en la zona. El Pentágono elaboró un informe que lo calificó de agresión y que sirvió al presidente para una mayor implicación en la guerra civil entre el norte comunista y la Junta Militar del sur, con el resultado de la mayor escalada bélica desde la victoria sobre Alemania y Japón en 1945.

No podían invadir territorio enemigo, o se arriesgaban a una confrontación directa con China, sobre todo, aunque también con la URSS

Johnson aprobó en el Congreso para tal efecto la denominada Resolución del golfo de Tonkín, que desataría un infierno de prácticamente diez años, y la peor derrota de los norteamericanos en toda su historia.

La resolución facultaba al presidente para una casi total movilización del Ejército, aunque nunca se declarase formalmente la guerra, por cuestiones políticas. Estas serían las que determinarían decisivamente el contexto en el Sudeste Asiático: EE UU solo apoyaba a Vietnam del Sur en contra de los comunistas de Ho Chi Minh del norte y, por tanto, no tenía como objetivo recuperar terreno y traspasar el paralelo 17º por el que estaba divido el país desde el fin de la Guerra de Indochina en 1954. No podían invadir territorio enemigo, o se arriesgaban a una confrontación directa con China,sobre todo, aunque también con la URSS, que apoyaban de forma indirecta al régimen de Ho Chi Minh. Por tanto, no se practicó una guerra convencional consistente en recuperar territorio al enemigo para expulsarle, sino en una pura cuestión de desgaste humano.

Matar más, la estrategia del ‘Body Count’

La estrategia de Westmoreland se basó en aniquilar al Viet Cong -la guerrilla comunista survietnamita infiltrada- y el NVA -Ejército de Vietnam del Norte-, para que la población se echara en brazos del Gobierno de Vietnam del Sur y la amenaza comunista fuera neutralizada. La triste realidad es que, a pesar del difundido derrotismo sobre la campaña militar de Vietnam, el Ejército acertó en lo primero: EE UU salió claramente victorioso del Body Count -estadística de muertos-, pero se equivocó totalmente en lo segundo.

Aniversario Guerra de Vietnam

Al contrario, los comunistas ganaron cada vez más apoyo en el sur durante el desarrollo de la guerra, una realidad que constató la CIA, pero que el Ejército se negó a admitir. Prefirieron cifrar su éxito en pérdidas del enemigo respecto a las propias, el denominado Kill Ratio, otro de los principales argumentos de la época que filtró el Pentágono para convencer a los ciudadanos de que la guerra se estaba ganando. Si la estrategia era arriesgada, brutal y poco factible desde el punto de vista técnico, la táctica para llevarla a cabo resultó un auténtico calvario: había que localizar a un enemigo escurridizo en la jungla, su terreno, y eliminarlo.

El célebre Seek and destroy -buscar y destruir- se convirtió en el concepto referencial de la lucha durante la primera fase, de 1964-1968, denominada War of Attrition -guerra de agotamiento-. Cuando se localizaban unidades enemigas, un batallón o incluso un pelotón se trasladaba a la zona para acabar con el enemigo, se entablaba combate y se le bombardeaba. Después de cada operación regresaban a las zonas seguras. No había, pues, límites claros, ni frentes. La unidad básica de combate más usual fue el pelotón -la más pequeña en un ejército- y los helicópteros se convirtieron en la pieza básica, ya que transportaban y retornaban a los soldados en cada operación. Estos ascendían ya a medio millón hacia 1966. Jonhson, que había infravalorado la determinación norvietnamita, creía realmente que podría ganar la guerra con la alternativa de los números que le ofrecía Westmoreland y embarcó a la juventud norteamericana en una auténtica pesadilla.

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Adolf Hitler, el gallinita

Adolf Hitler y Eva Braun

Autor: Carlos Prieto, 17/05/2015.

fuente: El Confidencial

Hitler no está vivo. Lo decimos porque, ahora que se cumplen siete décadas de su suicidio, quizá se topen ustedes con algún artículo asegurando que el icono del Tercer Reich está tomando las aguas en Bariloche, compartiendo bungaló brasileño con Elvis o en la mismísima Luna… En efecto, lo crean o no, una de las teorías de la conspiración más populares asegura que los nazis enviaron a Hitler a la Luna en un cohete poco antes de la toma rusa de Berlín; si esto es así, a Neil Armstrong le debió dar un infarto cuando se topó en el satélite con un tipo con bigote completamente desaforado…

Bromas aparte, los últimos pasos de Hitler están lo suficientemente documentados como para que existan ensayos como La máscara del mando (Turner), de John Keegan, estudio que compara el liderazgo militar de cuatro figuras históricas: Alejandro Magno, Wellington, Grant y Hitler.

Aunque cada uno de estos líderes es hijo de su época –a Alejandro Magno le gustaba jugarse el pescuezo en el frente, loca costumbre que ha ido perdiendo fuerza con el tiempo­–  el análisis de las particularidades militares de Hitler nos permite comprender mejor los últimos días del Tercer Reich.

El título del largo capítulo dedicado al líder nacionalsocialista (90 páginas) no deja lugar a muchas dudas:  El falso heroísmo: Hitler como jefe supremo. ¿Era Hitler un gallinita?

He aquí las palabras del Führer al pueblo alemán el día (22 de diciembre de 1941) que decidió asumir el mando pleno de las operaciones militares:

“Conozco la guerra desde el tremendo conflicto en el frente occidental de 1914 a 1918. Experimenté personalmente los horrores de casi todas las batallas como soldado raso. Fui herido en dos ocasiones y después estuve a punto de quedarme ciego. Es el ejército el que carga con el peso de la batalla. He decidido, por lo tanto, en mi condición de jefe supremo de las fuerzas armadas alemanas, asumir personalmente la jefatura del ejército. De este modo, nada de lo que os atormente, de lo que os pese y de lo que os angustie me será desconocido”.

¿Conclusiones de Keegan sobre el arrojo militar del líder? Que no pisaba el frente bélico ni en pintura.

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Historia del vestido, el siglo XIX.

Fuente: Revista de Historia.

Durante las dos primeras décadas del siglo XIX hay una continuidad del estilo Imperio que había empezado en el siglo anterior. El traje femenino llegaba hasta el tobillo y tenía un amplio escote, lo que puso de moda enormes chales para cubrirse.

Historia del vestido, el siglo XIX

Las conquistas napoleónicas también influían en el vestir; tras la expedición de Napoleón en Egipto la moda se tiñó de cierta orientalidad y se puso de actualidad el turbante.

Historia del vestido, el siglo XIX

La Guerra de la Independencia volvió a despertar interés hacia lo español. Los hombres adoptaron nuevamente la capa española, y la mantilla, la peineta y el abanico reclamaban la atención de las mujeres.

Historia del vestido, el siglo XIX

Por su parte, el vestuario masculino acusó una gran influencia inglesa. Aparece el fenómeno del dandy, el hombre que destaca por su elegancia sin llamar la atención. Se ponen de moda los fracs, chalecos y corbatas. A partir de ahora será la mujer la que se convierta en la gran protagonista de la moda.

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