El desastre de Annual de 1921 y Alfonso XIII. El informe Picasso

Cadáveres de los soldados españoles en Monte Arruit

Autor: EDMUNDO FAYANAS ESCUER

Fuente: nuevatribuna.es 24/04/2020

Entre los meses julio y agosto del año 1921, el ejército español sufrió una gran derrota militar en Annual frente a las tribus rifeñas. Se produjo el abandono de la posición de Annual y la posterior retirada y rendición del fuerte Arruit. Es la mayor debacle sufrida por un ejército colonial europeo en el territorio africano. No se sabe con seguridad el número de muertos, pero la cifra más aproximada ronda los 12.000 hombres.

¿Qué pasó en Annual?

El general Martínez Silvestre cruza el río Almerkan y se acerca a las colinas de Annual, que era la zona donde se encontraban las cabilas más belicosas del Rif, como las de Tesaman y los Beni Urriaguel de Abd el Krim.

Ante el avance del ejército español, las cabilas contraatacan. El veintiuno de julio conquistan el fuerte de Igueriberi y al día siguiente el campamento de Annual. Así fue relatada la retirada:

“Se abandona la posición con todos sus elementos, sin órdenes, sin instrucciones, con prisas, sin conocer ni plan ni dirección, revueltas las fuerzas, confundidas, sin jefes, puede decirse acosadas por el enemigo, y sin más idea visible que la salvación individual, por la huida, vergonzosa en unos, inexplicable en otros y lamentable en todos, siendo inútiles los esfuerzos de unos cuantos para contener esta avalancha que tan impremeditadamente se había dejado desbordar…

Es imposible hacer la descripción exacta de esos momentos de pánico, descrito de tan diversos modos por los diferentes testigos, que de ello no se saca más que una triste impresión”.

Nador se encontraba solamente a trece kilómetros de Melilla. Se rinde a los rifeños el tres de agosto. El nueve de agosto, una columna de tres mil hombres dirigida por el general Felipe Navarro, que había resistido un asedio de trece días en el monte Arruit, es masacrada.

Se derrumbó todo el frente en sólo veinte días, dándose el caso de que algunas posiciones fueron abandonadas sin haber sido hostigadas.

El general Fernández Silvestre encabezó una serie de decisiones erróneas desde el punto de vista militar. Se adentró en el Rif sin tomar las mínimas precauciones, estableciendo posiciones defensivas aisladas e inconexas, lo que unido a la ausencia de suministros básicos a la tropa que carecía incluso de agua, llegando a beberse su propia orina, careciendo de alimentos, falta de munición, de calzado adecuado…, todo esto generó una masacre entre los soldados a manos de los rebeldes rifeños.

Abd el Krim hace prisioneros a unos seiscientos soldados españoles. El jefe de las cabilas solicita un rescate de un millón de pesetas a cambio de liberar a estos soldados. La respuesta de Alfonso XIII fue negativa, añadiendo el siguiente comentario “qué cara es la carne de gallina”.

Es difícil explicar esta derrota, pues las tribus rifeñas no eran muy numerosas, ni estaban bien armadas, aunque si contaban con fusiles construidos en Europa.

El ejército español no contaba con la suficiente preparación y las tropas en general estaban mal equipadas. A pesar de esto, esta derrota solo es posible entenderla por los grandes errores del mando del ejército español en África, con un plan excesivamente ambicioso y precipitado.

El informe Picasso se convirtió en una dramática sucesión de muestras de incompetencia militar, de cobardía y desorganización, reveló el desastre en toda su crudeza y no escatimó en detalles sobre los vicios y corruptelas del Ejército

El ejército español contaba en esas fechas en Melilla con 25.790 hombres, de los cuales unos 5.000 eran tropas indígenas y casi la totalidad de estas tropas indígenas desertaron y se unieron a los rifeños.

Algunos historiadores consideran que la actuación del general Fernández Silvestre se debió a que se había sentido menospreciado al nombrarse como Alto Comisionado en Marruecos a su compañero, el general de división, Dámaso Berenguer, y no él.

Sin embargo, otros historiadores, entre los que me encuentro, consideramos que siguió las órdenes directas de Alfonso XIII, saltándose la cadena de mando. Esto fue lo que le llevó al desastre y a su propio suicido para salvar el papel del rey.

CONSECUENCIAS EN LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

El impacto en la sociedad española de la derrota de Annual fue brutal, no sólo por la derrota, sino por la cantidad de muertos que generó. Era preciso determinar las responsabilidades y las negligencias, que se habían producido. Para dirigir la investigación se nombra al General de División, Juan Picasso González.

Este general estaba destinado en el Consejo Supremo de Guerra Marina y era el representante militar español en la Sociedad de Naciones. Era tío del pintor Pablo Picasso. Su nombramiento levantó bastante oposición, porque se consideraba que su trabajo era salvar el honor del ejército, acallar las responsabilidades de los políticos y salvar el papel del rey Alfonso XIII, que tuvo una participación muy directa en el desastre.

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Antes de darse a conocer el informe Picasso, muchas personas y bastantes políticos consideraron que este informe sólo buscaba distraer y alargar la situación, para que este desastre se fuera olvidando con el transcurso del tiempo.

Indalecio Prieto, diputado socialista por Bilbao decía lo siguiente:

“Quien quiera enterarse de lo ocurrido en la zona de Melilla, por esta información había que dedicar un par de años de lectura, no se enterará de nada y acabará por perder la cabeza: veinte generaciones de ratones harán sus nidos en esta montaña de papel, He aquí en qué parará toda la depuración de responsabilidades a través de las investigaciones oficiales”.

Indalecio Prieto llegó incluso a referirse al general Picasso como “el constructor del panteón del olvido”. Todos eran escépticos con la actuación del general Picasso. En el periódico La Libertad en su edición del seis de septiembre del año 1921, el periodista Luis de Tapia publica unas coplillas que decían:

Si en telegramas o cables.
Oís decir que Picasso.
Va a encontrar responsables
No hagáis caso.
Los errores fueron ciertos;
Pero en asuntos de guerra, a las causas y a los muertos se les echa tierra…..
¡La plancha será no chica
Si en buscar en lo alto da.
Si Picasso en lo alto pica, marrará.

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A pesar de las serias dudas de la labor que debía realizar el general Picasso, éste hizo un intenso trabajo de nueve meses, escribiendo un detallado expediente, que iba mucho más allá del típico informe judicial. Este informe supuso un ejercicio de memoria, para cuya realización se emplearon fuentes orales, documentales y de todo tipo, con la debida prevención y una pulcra metodología.

Indalecio Prieto que había fustigado anteriormente al general Picasso en una intervención de noviembre de 1922, agradece al presidente haber llevado el expediente al Congreso y dice lo siguiente. “mi más ferviente, mi más rendido, más obligado todavía que además tiene la virtud de que nadie pudiera poner la mácula de sospecha de una adulación al dignísimo general del Ejército español que ha instruido este expediente”.

En otra intervención de Indalecio Prieto dice lo siguiente: “Hemos sentido la amargura de ver en ellas ratificado con el sello indiscutible de la imparcialidad y de la documentación, una síntesis admirable donde campean el mérito y la claridad de exposición. El mejor relato moral lo hace este hombre verdaderamente insigne, este ciudadano, que se llama don Juan Picasso”.

El objetivo de dicho informe era recuperar la memoria de aquellos días y salvarla para el futuro. Además de su valor judicial, lo debemos considerar como un gran trabajo de memoria histórica muy contrastado.

El informe es recogido por parte de la clase política con variedad de opiniones. El sector político crítico con dicho Expediente lo formaban los partidos de la derecha, que habían estado gobernando esos años, pues pone en evidencia el desastre de su gestión y además pensaban que se les podía pedir responsabilidades políticas. En este sector de la derecha política estaban los conservadores y los liberales.

INICIO DEL PROCESO DE INVESTIGACIÓN

El general Picasso conocía bien la realidad de Marruecos, tanto de su terreno geográfico, como de sus gentes, pues poseía una Laureada obtenida en el conflicto de Melilla en el año 1893.

El general Berenguer, que era el Alto Comisionado en Melilla, solicita al ministro de la Guerra, el vizconde de Eza, el nombramiento de un oficial general, para que investigase los hechos y depurase las responsabilidades por el desastre de Annual.

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Se publica una Real Orden, el cuatro de agosto de 1921, por parte del ministro de Guerra, donde se nombra al General de División Picasso para la investigación del desastre de Annual que contaría con la ayuda del auditor de Brigada Juan Martínez de la Vega.

Coincide este nombramiento con la dimisión del gobierno presidido por Allende Salazar. Alfonso XIII nombra a Antonio Maura como presidente del gobierno y éste nombra ministro de la Guerra a Juan de la Cierva.

Picasso solicita al general Berenguer los planes de operaciones el quince de agosto, para saber cómo había actuado el general Fernández Silvestres (este general era amigo íntimo de Alfonso XIII). El general Berenguer traslada un escrito, el veinte de agosto, al ministro de la Guerra, solicitando instrucciones si dar o no dar los planes de operaciones ya que no se considera autorizado para darlas al general Picasso y además muestra sus reticencias a entregárselos.

El veinticuatro de agosto hay una Real Orden, en la que se prohíbe el acceso al general Picasso a los planes de operaciones y a las disposiciones al respecto del Alto Comisionado y exige al general Picasso que sus investigaciones debían limitarse a los hechos realizados por los jefes, oficiales y tropas, nada más.

El general Picasso muestra en carta enviada al ministro de la Guerra, el treinta y uno de agosto, su total desacuerdo con el Real Orden y plantea la posibilidad de poder investigar todo lo sucedido y considera que: “… Dicho sea en el mayor respeto, no parece sujeto proporcionado a mi representación”, ya que consideraba Picasso que la Real Orden de cuatro de agosto le daba facultades para “… Con arreglo al artículo 762 del Reglamento de Campaña… esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en los sucesos de este campo… sería insigne sutileza concretar las responsabilidades a sucesos incidentales, consecuencia natural u obligada de los errores y desaciertos del mando”.

El general Picasso muestra su queja por estas restricciones y así por ejemplo cuando critica duramente la retirada de Annual dice: “….y en ese momento aparece un punto oscuro, que no se ha podido dilucidar en la información gubernativa por la limitación impuesta al juez instructor y a la que con tanta frecuencia nos hemos tenido que referir…, relacionada con un telegrama del Alto Mando”. Y continúa: “Vine a la ingrata comisión que desempeño animado de la mejor conformidad, acometiéndola con empeño superior a mis fuerzas y, desde luego, ratifico que entró en mi ánimo, deliberadamente, envolver en las actuaciones al Alto Mando, por prestigio del mismo, por deber de justicia y por respetuoso afecto; pues si de algo tengo que tildarle es, en mi opinión, de condescendía; y por ello he tomado como punto de partida de mis indagaciones el suceso lamentable y significativo de Abarrán”.

En la misma carta, el general Picasso solicita que se le relevase de la investigación de los hechos sucedidos en Annual y se le permita continuar su trabajo como representante militar español ante la Sociedad de Naciones.

A pesar de esto, el general Picasso se traslada a Melillay hace declarar a setenta y siete personas que habían participado en Annual. Tras nueve meses de trabajo, regresa a Madrid, el veintitrés de enero de 1922, con un expediente formado por 2.433 folios. El general entrega el expediente, el dieciocho de abril de 1922, y un resumen al ministerio de la Guerra.

El general Picasso tenía presente en todo momento que los testigos tenían la prioridad no de favorecer la depuración de responsabilidades o esclarecer la verdad de los hechos, sino evitar en la medida de lo posible que les salpicara la investigación y salvar sus responsabilidad.

Por Real Orden del veintiuno de abril, se entrega el expediente Picasso al Consejo Supremo de Guerra y Marina. También se proporciona el expediente Picasso al fiscal militar, José García Moreno, el veinticuatro de abril. Éste lo devuelve al Consejo Supremo el veintiséis de junio, pronunciándose de la siguiente forma:

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pasar lo actuado al reunido, en Sala de Justicia, por haber hallado indicios de responsabilidades penales, solicitando ratificar todos los testimonios y subsanar las deficiencias halladas; abrir expediente para detallar méritos y recompensas; y comunicar lo actuado al Ministerio de la Guerra”.

El fiscal togado, Ángel Romanos, remitió, el veintiocho de junio, un escrito al Consejo identificándose con el informe del fiscal militar. El fiscal militar, José García Moreno resumía su conclusión sobre la derrota de Annual de la siguiente manera: “… Se debió a la negligencia e irresponsabilidad del Alto Mando”.

Se reunió el Consejo Supremo en pleno, el seis de julio, acordando pasar lo actuado a la recién constituida Sala de Justicia. Rechaza la formación de expedientes de recompensas y remite al Ministerio de la Guerra una copia del expediente, del informe del fiscal militar y de los acuerdos del Consejo.

Ese mismo día, reunido el Consejo Supremo de Guerra y Marina, presidido por el general Aguilera, decidió procesar a treinta y nueve militares por negligencia o abandono de su deber en Annual, además de los treinta y siete oficiales que aparecían imputados en el propio expediente Picasso. Entre los encausados se incluía al general Dámaso Berenguer, que era Alto Comisionado en Marruecos cuando ocurrieron los hechos, a quien el Expediente Picasso no acusaba, pero del que se criticaba la estrategia que había seguido.

Así el diez de julio, el pleno del Consejo Supremo acuerda el procesamiento del general Dámaso Berenguer, pidiendo al Senado el suplicatorio correspondiente dada su condición de senador, y por esta razón el general Berenguer dejó el cargo de Alto Comisario.

Se acuerda no procesar a ningún civil en ese mismo auto por no corresponder a la jurisdicción del Consejo, por lo que quedaron fuera del sumario el presidente del gobierno en ese tiempo. Manuel Allendesalazar y el ministro de la Guerra Juan de la Cierva.

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El informe Picasso se convirtió en una dramática sucesión de muestras de incompetencia militar, de cobardía y desorganización, reveló el desastre en toda su crudeza y no escatimó en detalles sobre los vicios y corruptelas del Ejército, concluyendo claramente, que habían sido los principales causantes de la debacle, junto con los errores estratégicos del mando.

El general Picasso sintetizaba el informe de esta manera:

“En resumen: hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y no prever nada y de nuestro exceso de confianza; y todo ello constituye, a juicio del declarante, una grave responsabilidad, que el país tiene derecho de exigir a todos; porque si es cierto que las autoridades e incluso ex Ministros han visitado el territorio y encontrado todo perfectamente, y que el Mando ha felicitado por los resultados alcanzados, que después se desplomaron como un castillo de naipes, no lo es menos, por desgracia, que la oficialidad, en su misión de preparar el instrumento que ha de usarse para combatir, ha olvidado que cuando por medios que podrán tener excusas, pero que eran graves, obtuvo ventajas materiales, prometió solemnemente dedicar todos sus esfuerzos, en primer término, a mejorar la condición de soldado y la capacidad del Ejército, y ha dejado incumplida esta promesa, en perjuicio de la Patria, que necesita, no un Ejército que se sacrifique, sino un Ejército que triunfe, preparándose en los periodos de paz, porque en la guerra no se aprende nada”.

LAS MEDALLAS DE ANNUAL

Uno de los aspectos que llamó la atención del general Picasso es la gran petición de condecoraciones y de ascensos solicitados por méritos de guerra, que se demandaron a pesar del desastre de Annual.

Picasso reconoció algunos méritos en la defensa de algunas posiciones, pero señalaba grandes prevenciones y decía lo siguiente “los militares de cualquier clase no aleguen por servicio distinguido el regular desempeño de su obligación…, pues si tantos creen haberse comportado tan esforzadamente, no se comprende entonces la consumación de la catástrofe en las condiciones que los hechos relatan”.

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Picasso y su investigación permitieron que muchas de las condecoraciones solicitadas fueran denegadas y aquellas que fueron concedidas alcanzaron gran valor, a pesar todo, se evitó el clientelismo y la picaresca en este tipo de condecoraciones.

Veamos un ejemplo de solicitud de condecoración y fue el caso de la defensa del pozo número dos de Tistutin. Este pozo estaba custodiado por los cabos Jesús Arenzana y Rafael Lillo junto a cuatro soldados. Así es el relato que se presentó:

El cabo Arenzana relató la heroica defensa del pozo, un pacto con los rifeños que duró mientras hubo agua y una hábil retirada hacia territorio colonial francés, en la cual fueron descubiertos por dos rifeños, a los que dio muerte el propio cabo. Sus compañeros ratificaron dicho testimonio.

El general Picasso se creyó este caso y propusieron el ascenso de estos seis hombres. La opinión pública los trató como héroes y se solicitó la Laureada para el cabo Arenzana.

El periódico ABC, en noviembre del año 1922, los trató de héroes y decía “Del veintiocho de julio al dos de agosto resistieron de forma inverosímil, llegado el último extremo, reuniéndose los seis defensores con su jefe, y relevándole de toda responsabilidad, inutilizaron las armas y el motor del pozo y se internaron en la zona francesa, después de haber pasado grandes peligros y penalidades”.

Sin embargo, a finales de 1922 se iba a conocer, que la verdad era muy diferente a la relatada por el cabo Arenzana y entre todos habían creado una gran mentira. Lo cierto es que se habían rendido sin resistir, además de pagar cien pesetas, para que los llevaran a la zona francesa.

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El informe Picasso en el congreso

El Congreso se había mostrado muy crítico con la actuación del ejército y su intento de ocultación de los hechos. Por eso, muchos diputados pedían la creación de una Comisión de Investigación de los hechos y destacaba el diputado socialista Indalecio Prieto. El presidente del gobierno, el conservador José Sánchez Guerra, ante las presiones que recibía, decidió entregar el expediente Picasso al Congreso.

LA PRIMERA Comisión Parlamentaria de Responsabilidades

Se forma una Comisión Parlamentaria de Responsabilidades, que recibe el nombre de los “Diecinueve”. El tres de noviembre del año 1922, el ministro de la Guerra remitió al Presidente del Congreso de los Diputados una relación de testimonios deducidos del expediente y una serie de documentos y telegramas considerados de interés.

El trece de noviembre se reciben siete documentos más. Durante ese mes hubo grandes debates en el Congreso sobre el informe Picasso y sobre lo ocurrido en Melilla.

Estos debates transcienden a la prensa, así como algunos hechos de la derrota de Annual, que indignaron a la opinión pública, sobre todo al conocer el real número de muertos que en algunos casos se cifraban en 12.000 muertos españoles.

Se producen fuertes debates en el Congreso los días veintiuno y veintidós. El diputado socialista, Indalecio Prieto acusó directamente al rey Alfonso XIII de lo sucedido, como jefe del Ejército y del Estado. Los monárquicos y los conservadores intentaban defender al rey y el buen nombre del ejército

Ante las acusaciones que se vertían en estas sesiones parlamentarias, el presidente del gobierno, Sánchez Guerra, decidió presentar su dimisión ante el Congreso de los Diputados diciendo:

“Señor Presidente del Congreso de los Diputados: en vista de la actitud de las minorías, digo a S.S. que la sesión no puede continuar porque no hay Gobierno, pues yo me marcho desde aquí a Palacio a presentar la dimisión”.

Para sustituirlo, Alfonso XIII nombró al liberal Manuel García Prieto. Sin embargo, el debate sobre las responsabilidades políticas por la derrota de Annual siguió. El Congreso se convirtió en una auténtica pesadilla para el rey, con el asunto de las responsabilidades debatiéndose abiertamente en comisiones y discursos.

LA SEGUNDA Comisión Parlamentaria de Responsabilidades

Se constituyó la Segunda Comisión de Responsabilidades el diez de julio de 1923, formada por 21 diputados, que debía emitir una resolución en veintiún días.

El general Berenguer, que era Alto Comisionado en Marruecos en esa época, fue llamado a declarar ante la Comisión el siete de agosto.

Se niega a la Comisión las actas de la Junta de Defensa Nacional, el día once de agosto.

Esto hace entender que el propio rey estaba implicado en el desastre, de ahí la negativa de la entrega de la documentación. Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos y la falta de acuerdo de los miembros de la Comisión, acordaron convocar el Pleno de la Cámara para el dos de octubre y que se efectuase una votación general sobre el asunto.

Sin embargo, el Pleno nunca llegó a reunirse, pues el trece de septiembre de 1923 el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, da un golpe militar, disuelve el Parlamento español y proclama la Dictadura con el visto bueno del rey, finalizando así el proceso de depuración de responsabilidades.

EL EXPEDIENTE PICASSO Y LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA

Cuando se produce el golpe militar gobernaba, Manuel García Prieto del Partido Liberal, que contaba con mayoría absoluta con 222 escaños sobre los 437 que formaban el Congreso y había sido elegido, en las elecciones de abril de 1923, y había obtenido el 54,28% de los votos.

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El general Miguel Primo de Rivera en el manifiesto que hizo público para justificar el golpe de Estado, aludió: “a las pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades… El país no quiere oír hablar más de responsabilidades, sino saberlas, exigirlas pronta y justamente, y esto lo encargaremos, con limitación de plazo, a Tribunales de autoridad moral y desapasionados de cuanto ha envenenado hasta ahora la política”.

No es aventurado afirmar, que el expediente Picasso tuvo mucho que ver en ese golpe realizado por el general Primo de Rivera, pues el golpe militar se produjo en buena medida para frenar la labor de unas Comisiones de Investigación, que partieron del exhaustivo informe del general Picasso, empleándolo además como fuente fundamental para juzgar los hechos.

El golpe de Estado de Primo de Rivera sería la respuesta de los militares, que con él venían a considerar responsables a todo el sistema político.

Al día siguiente del golpe, toda la documentación de la Comisión Picasso que se encontraba en el Congreso de los Diputados fue requisada. De esta forma, Alfonso XIII consigue evitar sus responsabilidades.

Paraliza la Comisión de Responsabilidades y apuesta por la impunidad del Ejército, que se materializa en las amnistías, que desde febrero de 1924 se conceden a Navarro, Cavalcanti, Araujo, Berenguer, Lacanal y Tuero.

Para justificarse, se permitió que siguiera la actuación del Consejo Supremo de Guerra, para así evitar, que se dijera que el golpe militar intentaba tapar el escándalo sobre la actuación de Alfonso XIII en el desastre de Annual.

El Expediente Picasso califica de negligente la actuación de los generales Dámaso Berenguer que era el Alto Comisionado en Marruecos y el general Felipe Navarro segundo Jefe de la Comandancia General de Melilla y de temeraria la del general Manuel Fernández Silvestre.

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Ante la duda que se planteaba sobre la actuación de algunos de los componentes del Consejo Supremo, se procedió a sustituir a aquellos miembros más críticos por otros adictos al Dictador. Como consecuencia de estos cambios, su presidente, el general Aguilera presentó su dimisión en marzo del año 1924, para no ser cómplice de la situación.

Se emite la sentencia, en junio de 1924, y en dicho fallo se declara absuelto al general Felipe Navarro que era el segundo jefe de la Comandancia General de Melilla y el general Dámaso Berenguer que era Alto Comisionado en Marruecos cuando se produjeron los hechos, recibió una pena leve, que consistía en la separación del servicio y el pase a la reserva.

El cuatro de julio de 1924, Alfonso XIII decreta una amplia amnistía para todos los implicados en el desastre de Annual, incluido el general Dámaso Berenguer. El rey Alfonso XIII acabaría nombrando un tiempo después al general Berenguer jefe de su casa real.

Se daba carpetazo con esta sentencia al asunto de las responsabilidades sin ninguna consecuencia. La factura que tuvo que pagar el rey por intentar poner fin a su pesadilla personal, al final resultaría muy costosa, pues la decisión de unir su suerte a la del Dictador y a la de la Dictadura, lo llevara al exilio siete años y medio después.

La Asamblea Nacional, en el año 1927, exigía enjuiciar la política general desde el uno de julio de 1909. Como consecuencia, se lleva a cabo una importante búsqueda documental que afectaría en gran medida a Marruecos. De nuevo, pasa a la actualidad el informe Picasso y Primo de Rivera deposita en el Congreso, lo que ha logrado reunir de dicho informe, creándose la Tercera Comisión de Responsabilidades.

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Esta Comisión fue un fracaso, pues se le negó toda la información reservada o había sido retirada previamente, con lo cual las investigaciones quedaron en nada

LA SEGUNDA REPÚBLICA Y EL EXPEDIENTE PICASSO

Convencido de que Primo de Rivera quería destruir el expediente, el diputado Bernardo Mateo Sagasta Echeverría, que era el presidente de la segunda Comisión de Investigación, se llevó el expediente de los archivos del Congreso y lo ocultó en la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos, de la que era director.

En este lugar, permaneció hasta el advenimiento de la Segunda República, cuando Mateo Sagasta devolvió el Expediente al Congreso en el año 1930.

El rey fue procesado y condenado in absentia en las Cortes, entre los días diecinueve y veinte de noviembre, por la Comisión de Responsabilidades. Esta condena se produce no sólo por el propio Expediente Picasso, sino por la documentación que se obtuvo en el registro domiciliario de José Antonio Primo de Rivera que era hijo del Dictador.

El Dictador, Miguel Primo de Rivera, tras abandonar el poder, y salir de España camino de París llevaba varias maletas de documentos. El Resumen elaborado por el propio Juan Picasso fue enviado a las Cortes y fue publicado en el año 1931, al igual que los informes de la Comisión de Responsabilidades.

EL INFORME PICASSO EN LA ACTUALIDAD

El informe Picasso fue recuperado en su totalidad y transferido al Archivo Histórico Nacional en el año 1990. El Expediente Picasso propiamente dicho consta de 10 piezas y 2. 418 folios. Todo este contenido ha sido digitalizado y puede consultarse en el Portal de Archivos Españoles, donde aparece como “Información Gubernativa instruida para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de posiciones del territorio de la Comandancia General de Melilla en el mes de julio de 1921”.

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Junto con el Expediente Picasso, el Archivo Histórico Nacional contiene una pieza íntimamente relacionada, que incluye testimonios obtenidos con posterioridad, por parte de los prisioneros españoles implicados en el desastre de Annual y liberados años más tarde. Tiene como nombre “Causa en única instancia instruida por el Consejo Supremo de Guerra y Marina para depurar las responsabilidades en que pudiera haber incurrido el Mando con motivo de los sucesos desarrollados en el territorio de la Comandancia General de Melilla en los meses de julio y agosto de 1921”. Esta causa posee 39 piezas separadas, todas ellas públicamente accesibles.

Alfonso XIII y el desastre de Annual

Durante los veintiocho años del reinado de Alfonso XIII siempre intervino en la vida política del gobierno, no asumiendo que era un rey bajo una Constitución y la cual le marcaba cual era su papel, sin embargo, esto no lo aceptó nunca. Su intromisión en los asuntos militares fue de forma continua y persistente.

Recordemos lo que dijo el uno de enero de 1902:

“En este año me encargaré de las riendas del Estado, acto de suma transcendencia tal como están las cosas, porque de mi depende si ha de quedar en España la monarquía borbónica o la república; porque yo me encuentro el país quebrantado por nuestras pasadas guerras, que anhela por un alguien que les que de esta situación.

La reforma social a favor de las clases necesitadas, el ejército con una organización atrasada a los adelantos modernos, la marina sin barcos, la bandera ultrajada, los gobernadores y alcaldes que no cumplen las leyes, etc.

En fin, todos los servicios desorganizados y mal atendidos. Yo puedo ser un rey que llene de gloria regenerando a la patria, cuyo nombre pase a la Historia como recuerdo imperecedero de su reinado, pero también puede ser un rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y por fin puesto en la frontera.

Yo espero reinar en España como Rey justo. Espero al mismo tiempo regenerar la patria y hacerla, si no poderosa, al menos buscada, o sea, que la busquen como aliada. Si Dios quiere para bien de España”.

Alfonso XIII tenía una pobre formación política, pero fue consciente, de que el papel del Rey había quedado reducido a una función institucional. Sin embargo, esto nunca lo asumió Alfonso XIII y, creía que solo una monarquía con capacidad de acción política podría evitar el avance del republicanismo, que crecía visiblemente, reforzado por los movimientos socialista y anarquista.

Lo grave del tema de la derrota de Annual para Alfonso XIII era su íntima amistad con el general Manuel Fernández Silvestre, que seguía directamente las órdenes que le daba el rey. Debemos saber, que fue este general el que lanzó la ofensiva sin ninguna preparación y sin los medios necesarios, de ahí el fracaso de la operación.

El general Manuel Fernández murió en la misma mañana, que se produjo la desbandada en Annual. Parece ser que se suicido tras pegarse un tiro, de esta forma protegía a su amigo Alfonso XIII del deshonor.

El apoyo que da Alfonso XIII al golpe militar de Primo de Rivera, en un momento que era cuestionado su papel, no solo por las fuerzas políticas, sino por cada vez más amplias capas de la población española, viene a corroborar, que su apoyo al golpe, era un pacto con ellos, para limpiar sus responsabilidades junto con las del propio ejército español, que una vez más había mostrado su mala calidad militar y la corrupción que le carcomía por dentro.

OTROS ASPECTOS DEL INFORME PICASSO

La derrota de Annual fue el mayor fracaso de un ejército colonial europeo en África. Sin embargo, otros países también sufrieron grandes derrotas, Gran Bretaña fue derrota en la batalla de Isandhlawana y esto sólo provocó una acusación contra el primer ministro Disraeli, por haber descuidado los asuntos de Sudáfrica.

Italia fue derrotada en Adua y provocó la caída del gobiernos Rudini, pero apenas hubo más consecuencias.

El general Picasso murió en cinco de abril de 1935 y lo único que apareció en prensa, fue alguna esquela con un par de días de retraso y sin ninguna referencia al principal motivo de su fama.

El general Picasso adquirió la fama pero hemos de saber, que contó con la inestimable ayuda del general Aguilera, presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina. También jugaron un papel muy importante muchos de los subordinados del general que trabajaron con él.


BIBLIOGRAFIA

VV.AA. “El expediente Picasso: las sombras de Annual”. 2004. Almena. Madrid. Carrasco García, Antonio. “Las imágenes del Desastre”. 1999. Almena. Madrid.
La Porte Fernández-Alfaro, Pablo. “El desastre de Annual y la crisis de la Restauración en España (1921-1923)”. 2003, Moreno.
Pando Despierto, Juan. “Historia secreta de Annual”. 1999. Ediciones Temas de Hoy, S.A. Madrid.
Palma Moreno, Juan Tomás. “Annual 1921. 80 años del Desastre”. 2001. Almena. Madrid.

Paralelismos ultras cien años después

Autor: PABLO FERNÁNDEZ-MIRANDA DE LUCAS

Fuente: Nueva Tribuna 20/03/2020

“La libertad es una deidad nórdica, adorada por los anglosajones…/… el fascismo conoce ídolos, no adora fetiches y, si es necesario, volverá a pasar de nuevo con calma sobre el cuerpo más o menos descompuesto de Diosa Libertad…/…. Para las juventudes intrépidas, inquietas y duras que se asoman al crepúsculo matutino, hay otras palabras que ejercen un atractivo mucho mayor, y son: orden, jerarquía, disciplina”.

Esto lo decía Benito Mussolini en “Gerarchia”, en marzo de 1923. Y así lo recoge Antonio Scurati en “El hijo del siglo” en el que desvela con la precisión de un entomólogo, el ADN del fascismo italiano desde la nada hasta su llegada al poder.

Por supuesto que la historia cambia con los tiempos y no es cíclica. Es de desear que las circunstancias no se repitan, pero el ascenso de las corrientes ultras en Hungría, Francia, Italia, Alemania y España; y también en otros continentes como es el caso de Brasil o Ecuador, obliga a echar la vista atrás para no repetir viejos errores.

Pero sobre todo llama la atención cómo en la Italia de los años 20 del pasado siglo, llega un momento, al igual que en el caso de Hitler en Alemania, en el que las alianzas con otros sectores ideológicos hasta entonces mayoritarios con respecto al propio fascismo, resultan imprescindibles para que estos últimos “toquen” poder y  los utilicen como trampolín para después acapararlo en su totalidad, momento en el que esos aliados, que creían poder embridarles, reciben la coz.

Las pautas y argucias para que se produzca la inicial alianza son siempre similares: el desorden, el desbarajuste, la supuesta o real debilidad del estado para hacer frente a las crisis bien ante  potencias extranjeras tras la primera guerra mundial en el caso de Italia, o Alemania, o el espantajo de la invasión de inmigrantes que nos arrebatan el trabajo y nuestra forma de vida, aderezado con el peligro de ruptura de la “patria” en el caso español.

Los esperpentos son agitados y el desorden social orquestado como planteamiento y nudo en el teatro político, para que tenga como desenlace la recuperación del Estado fuerte: “…el fascismo reivindicará la plena libertad de acción y reemplazará al Estado que una vez más habrá dado pruebas de impotencia” (Cesaré Rossi. 1º de agosto de 1922)

Pero para ser riguroso, que canten los datos numéricos del cómo y con cuanto llega Mussolini al poder: en las elecciones de 1923 el parlamento nombra a Mussolini presidente del gobierno. Para lograrlo ha tenido que pactar con todo el espectro que no sea la izquierda, formando un ejecutivo en el que incluye, además de a los propios fascistas, a populares, nacionalistas, demócratas y liberales.

Ese parlamento estaba formado por 429 diputados. ¿Qué porcentaje tendrían los fascistas para el Duce fuese nombrado presidente? ¿El 60%?, ¿el 50%?, ¿el 40%? No: tenían el 8,15%; solo 35 de esos 429 diputados eran del partido fascista. La clave para que eso fuese posible fue muy simple, crear el desorden y que el centro y la derecha, con mucha más representación que ellos, pactaran creyendo que, al darles la responsabilidad del gobierno todo se encauzaría y volvería a ser un estado fuerte, contando con la fortaleza paramilitar del propio fascio. Es decir, con la promesa, de volver al orden que ellos mismos habían roto.

hitler y musoliniPor supuesto una de las primeras cosas que hizo Mussolini una vez tomó los mandos es reformar la ley electoral de tal manera que, al poco tiempo, al pasar de un sistema proporcional a un sistema de representación mayoritaria de los distritos, obtuvieron el 75% de los diputados en las siguientes elecciones, laminando a todos los demás puesto que ya no les eran necesarios.

Hay otro eje nada despreciable. La división de la izquierda facilitó el camino. En el 2020 la estrategia anterior, de la derecha, a la formación del gobierno de coalición entre los socialistas  y Unidas Podemos era impedir el acuerdo a toda costa. Incluidas las amenas personales a diputados de ámbito local o minoritario y haciendo lo posible por dividir al PSOE apelando al “patriotismo” de “varones” e “históricos”.

De haber salido bien y tener que repetir las elecciones por tercera vez, por agotamiento ciudadano ante la “inoperancia” de los instrumentos institucionales, pocas dudas hay de que el pacto tripartito hubiese sido inevitable y justificado: “más vale que haya cualquier gobierno al desgobierno”, “si la izquierda no sabe pactar que gobierne la derecha”; cantinelas repetidas desde diversos sectores.

Benito Mussolini, Milán, 4 de octubre de 1922: “lo que nos separa de la democracia no son los adminículos electorales. ¿Qué la gente quiere votar? ¡Pues que vote! ¡Votemos todos hasta el hastío y la imbecilidad!”. “El momento fugaz que los socialistas no han sabido aferrar está ahora en manos del fascismo; nosotros, hombres de acción, no lo dejaremos escapar y marcharemos”.

La muralla y la plataforma en los tiempos actuales, para hacer imposible lo que plantea esa frase, y que han demostrado su eficacia en Alemania y en los sitios donde se ha practicado es el cordón sanitario del resto de formaciones. Y, la mascarilla y los guantes para alejar ese gran riesgo político, la unidad en la materialización del programa social y de progreso en el que la crítica y la discrepancia son fundamentales para la síntesis y el avance, pero en el que la “pureza” y el  criticismo serían las cuñas para horadar el dique de contención.   

Una microhistoria del fascismo: la defensa del fascista Telesio Interlandi

 Leonardo Sciascia

Autor: Javier Gimeno.

Fuente: Nueva Tribuna 25/01/2020

“El fascismo constituye una enfermedad moral, un morbo contemporáneo esparcido por todos los lugares del mundo”.Benedetto Croce

El 25 de abril de 1945 y tras años de lucha contra el fascismo, la movilización popular logró acabar con la llamada República Social italiana de Benito Mussolini y éste fue ejecutado públicamente en una plaza de Roma. El periodista Telesio Interlandi [1], brazo derecho del Duce, dirigió por encargo suyo las principales publicaciones del fascio italiano, como el periódico Il Tevereo las revistas Quadrivio y La difesa della razza. Esta última era la más influyente, especialmente querida por el dictador, por ser el órgano propagandístico en Italia del nacionalsocialismo como arma ideológica para fundar el racismo italiano, cuyo principal teórico y mentor no era otro que el propio Telesio Interlandi.

Una vez derrotado el régimen faccioso, cientos de partisanos se lanzaron a las calles a perseguir y fusilar sin juicio a cuantos fascistas se toparan. Telesio Interlandi tuvo la inmensa fortuna de salvar su vida gracias a su detención junto con su hijo Cesare. Fortuna que vio colmada con la aparición del abogado socialista Enzo Paroli, cuya calidad ética y humana le llevó no sólo a ejercer su defensa en el juicio correspondiente sino también a arriesgar su vida y la de su familia escondiendo en su casa a Interlandi y a su hijo para librarles de la ira partisana.

Antes de decidir su defensa, el abogado quería conocer de su propia voz el pensamiento de Interlandi y para ello fue a visitarle a la cárcel. Enzo Paroli rechazaba el viejo maniqueísmo que de forma simplista divide a los hombres en dos bloques monolíticos y cerrados: el de los buenos y el de los malos, de modo tal que quienes pertenecen a uno jamás pueden recibir influencias del otro ni mucho menos abandonar el que le corresponde para pasarse al contrario. Paroli entendía que ambos bandos son perfectamente permeables y por consiguiente no resulta extraño que existan hombres a caballo entre uno y otro como algo consustancial a la naturaleza humana donde existe el bien y el mal en diferentes grados. Como hombre, el abogado se consideraba ejemplo de ello.

Tal vez por eso el abogado decidió asumir la defensa de aquel individuo, acaso porque la vida nos demanda a todos, justamente, la necesidad de vivir y de afirmar la propia vida en sí misma. También a los seres dominados por la vileza y la ignominia como el que tenía delante

“La historia humana es el pensamiento de Dios sobre la tierra de los hombres”, sostenía Interlandi, para quien Roma es una “fórmula divina a la que se tiende universalmente sin tener conciencia de ello”. Esta idea era nueva y antigua a la vez porque era la idea de la Nación y de la Patria con mayúsculas. Para el fascismo genuino, la Nación y la Patria se sustentaban en Roma como “fórmula divina a la que universalmente se tiende, el nuevo esplendor que busca aflorar entre las miles de miserias del mundo actual para dar a la criatura humana una patria menos ingrata”. Ello bajo la incuestionable idea de Dios como encarnación de la única Verdad reveladora de la identidad del espíritu que sustenta a la Raza Superior, la cual se sustancia en una “certeza absoluta, rotunda… la única capaz de dar sentido a las cosas, a la vida de un pueblo… liberadora de aquello que anhela perturbar la perfección de la ley que la rige, la absoluta perfección interna de cada idea verdadera y el orden que irremediablemente se desprende de ella”.

Para el fascista el mundo gravitaba con una indiferencia enorme y soberana que había combatido toda su vida, “la indiferencia de los débiles y necios, la perezosa y simulada mansedumbre de los temerosos y de los eternos indecisos”. Indiferencia y mansedumbre contra las que él mismo desde las páginas de sus publicaciones se había rebelado con firmeza removiendo la conciencia de los inertes y persuadiendo a los comedidos, de todos los incrédulos de la grandeza de la Patria, de la nueva Italia, del proyecto antiguo y siempre nuevo del Duce.

Interlandi estaba convencido de que los judíos se han comportado desde sus orígenes como una sola nación siempre agazapada e infiltrada en otras naciones, en especial, la germánica y la italiana, apoderándose de sus instituciones, de sus organizaciones sociales, de sus gobiernos, con afán de enriquecerse y controlar la economía para su uso exclusivo. Comportamiento que de siempre ha venido aparejado,a juicio del fascista, de un soberano desprecio a la hospitalidad de aquellas naciones que les han acogido.

“Había que acabar con eso de una vez por todas, ponerlos en posición de no hacer daño a la nación que delante de todos tenían el valor de llamar patria pero a la que estaban chupando la sangre como vampiros”, le explicaba Interlandi al abogado.Tras escucharle, éste se convenció de que en su intelecto y en su alma ese hombre portaba el mal en su sentido más profundo. Persuadido de que el pueblo judío era el pueblo más despreciable de la tierra y de que la raza a la que pertenecían era inferior –algo que nunca dejó de predicar durante años en las publicaciones fascistas que había dirigido-, el intelectual faccioso expresaba la firme convicción de su exterminio.

Sorprendió al abogado la existencia en ese hombre de una inteligencia constituida coherentemente, con lucidez, en un instrumento de abyección. Y comprendió que la posesión de un intelecto brillante no bastaba para inclinarse al mal y a la perversión. Se requería poseer, además, una suerte de lo que él llamaba “suplemento del alma”, un sentimiento recóndito en lo más profundo del alma humana que quien lo posee deja traslucir la verdad y el bien. Y también la piedad que inspira la compasión hacia un hombre a punto de ser condenado, y acaso, de morir. Y era justamente ese suplemento del alma lo que el Duce, Interlandi y todos los teóricos del fascismo en todas sus variantes se han empeñado –y continúan a día de hoy- en erradicar. Obviamente, aquéllos jamás han experimentado la debilidad que subyace en la compasión ante un hombre indefenso. Paroli, en cambio, se compadecía de su propio miedo y del pensamiento de quien tenía en frente y de lo que había provocado: la sed de venganza, la violencia agazapada en las miradas, en el lenguaje, en cualquier rincón; el “exilio de la razón”.

Se preguntaba Paroli si su alma dispondría de ese suplemento, no hallando respuesta. Sin embargo, decidió acometer la defensa de aquel individuo, quizá porque la vida nos demanda a todos, justamente, la necesidad de vivir y de afirmar la propia vida en sí misma. También a los seres dominados por la vileza y la ignominia como el que tenía delante, cuyos argumentos en defensa del exterminio de una raza inferior, y en consecuencia, de todas las otras razas igualmente inferiores, podrían convencer a cualquiera cuya alma no estuviera en posesión del suplemento antes aludido.

Paroli era consciente de que su defendido no había cometido en puridad ningún delito. Y sin embargo, fue el autor intelectual de las premisas ideológicas de las cámaras de gas que los nazis implantaron. No tuvo que deportar a nadie a los campos de exterminio –sin cuyas teorías tampoco habrían existido– pero había difundido pensamientos asesinos sin haber matado a ninguna persona con sus propias manos aunque sí con el arma más poderosa que tenemos: el pensamiento. Con sus ideas, Interlandi había provocado uno de los mayores, si no el mayor horror de la humanidad en su historia:“Usted ha contribuido, le decía Paroli, a que se consumase posiblemente el peor de los crímenes: ¡que haya razas y no hombres!… Desde ese punto de vista usted es indefendible… Sin embargo, su presencia aquí… representa para mí la prueba máxima de mi existencia, de mi honor como hombre… Salvarle a usted es salvarme a mí mismo”.

Tal vez por eso el abogado decidió asumir la defensa de aquel individuo, acaso porque la vida nos demanda a todos, justamente, la necesidad de vivir y de afirmar la propia vida en sí misma. También a los seres dominados por la vileza y la ignominia como el que tenía delante.

Enzo Paroli tuvo que sopesar todos los riesgos que enfrentaba al asumir la defensa. El primero, obviamente, era el que corría él y su familia de ser agredidos o asesinados por grupos de partisanos en cuanto se extendiera la voz de que iba a ser el abogado defensor de un fascista, y no de uno cualquiera. Como ocurría no pocas veces en situaciones semejantes, cuando caía un régimen desaparecían por arte de magia sus partidarios, y de la noche a la mañana todo el mundo se convertía en fiel seguidor del nuevo sistema. “Los peores enemigos son siempre los semejantes, los que forman en la misma fila”, pensaba Paroli. Es lo que estaba sucediendo en Italia nada más desaparecer el régimen de Mussolini.

Como ha recordado el filósofo Enzo Traverso, el antifascismo se convirtió en una suerte de religión civil en su afán de practicar la violencia revolucionaria contra cualquier sospechoso de fascista. Esa práctica ignominiosa que Passolini describió en una colección de sus ensayos recién publicada en Italia como el fascismo de los antifascistas[ii]. Ideas nobles como las que poseen argumentos sólidos que refutan los fundamentos de una ideología execrable pueden llegar a convertirse en su justificación por quienes las malinterpretan o tergiversan. Ejemplos los hallamos en las quemas de iglesias o persecuciones y asesinatos sin juicio de curas y monjas o de individuos adeptos –o tan sólo sospechosos sin pruebas de adepción- a los sublevados de la II República española.

En determinadas ocasiones, pensaba el abogado, la vida nos enfrenta a nuestras propias contradicciones, nos llama a ser nosotros mismos o a repudiarnos para siempre. Recordaba El entierro del conde de Orgaz que contempló en Toledo, la “gran serenidad y equilibrio de gesto” de la muerte expresada en su rostro ya cadavérico y en todos los caballeros que acompañaban su cuerpo. Y en ese momento pensaba que “es la muerte la que confiere dignidad a la vida: por qué se muere, por quién se muere”.

Dios, Nación, Patria, Raza Superior, Fórmula Divina, Idea Verdadera, Nuevo Esplendor, Verdad Reveladora, Certeza Absoluta, Absoluta Perfección, Orden, indiferencia de los débiles y necios, mansedumbre de los temerosos, de los pusilánimes y eternos indecisos. Mimbres que conforman las señas de identidad del fascismo, ideas fuerza argumentales de la raza superior frente a la raza inferior: la judía. Como bien sabemos, el fascismo se reproduce adaptando su lenguaje a la coyuntura de cada época y de cada lugar. Sustituyamos Nación o Patria por España, Francia, Alemania, Italia…; cambiemos Raza Superior o Absoluta Perfección por Españoles, Franceses, Alemanes, Italianos… también con mayúscula; en lugar de raza inferior estemos atentos para oír hablar de inmigrantes y pobres;si antes hablaban de desorden hoy hablan de dictadura progre; los que entonces eran débiles, necios, pusilánimes o eternos indecisos hoy son homosexuales, lesbianas, transexuales,ideología de género;frente al adoctrinamiento ideológico de populistas, comunistas y bolivarianos escucharemos a Dios, su Verdad Reveladora, la Fórmula Divina, el Pin Parental.

[i]Texto inspirado en la novela corta del escritor y juez italiano Vincenzo Vitale publicada en España con el título «En esta noche del tiempo» por El Perro Malo/Laertes, 2019. La idea inicial era de Leonardo Sciascia pero su enfermedad le impidió escribirla y poco antes de su muerte se la encargó a su íntimo amigo Vincenzo Vitale. Es de agradecer la labor que desempeñan pequeñas editoriales difundiendo obras de autores desconocidos en nuestro país, como la que hace El Perro Malo/Laertes de la mano de su editor Paco Carvajal. La introducción, traducción y entrevista que realiza Manuel Carreras al autor son también dignas de reconocimiento.

[ii] Colección de ensayos publicados en Italia en 2018 por la editorial Garzanti Classici. No existe edición española.

La Italia fascista que se retrató en la Guerra Civil

Cañones de artillería italianos en Sigüenza (Guadalajara), en octubre de 1936. La fotografía la tomó Guido Giovinazzi. CDMH / MINISTERIO DE CULTURA

Autor: Manuel Morales

Fuente: El País, 21/12/2019

Se los ve desembarcando en Cádiz o a punto de cruzar el Ebro para la gran batalla, también en sus pequeños carros de combate, que parecen de juguete, camino de Guadalajara, donde perdieron la única batalla importante que ganaron las tropas republicanas en la Guerra Civil. Son fotografías de episodios de la contienda española en los que participaron los soldados italianos del Cuerpo de Tropas Voluntarias, casi 50.000 hombres. Otras son de actos públicos en los que, por ejemplo, se ve al general Franco con su hija o condecorando a un soldado.

Como otras colecciones fotográficas del conflicto, esta ha permanecido décadas en manos de particulares, hasta que por fin ve la luz. Son 212 imágenes vintage en papel que pertenecieron al coronel Luis de Martín-Pinillos (1877-1956), militar africanista que participó en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, luego fue gobernador militar de Cáceres y, a partir del 29 de julio de 1937, Franco lo situó al frente de la poderosa y temible Inspección de los Campos de Concentración de Prisioneros de guerra (ICCP), organismo encargado de articular el sistema represivo. Los servicios prestados al régimen le valió el ascenso a general.

Martín-Pinillos no era fotógrafo, las imágenes que estuvieron en su poder y ha adquirido el Ministerio de Cultura, por unos 15.000 euros a una nieta suya, fue un regalo de los amigos y aliados italianos. Martín-Pinillos inició esa relación con los jefes de las tropas enviadas por Mussolini cuando pelearon juntos en el primer asedio a Cádiz, que lograron romper los republicanos. “Él no hizo ningún uso de esas fotos, han estado en manos de la familia. Se encontraban en una caja, pero en buen estado”, dice Teresa Engenios Martín, jefa del Servicio de  Coordinación Archivística, perteneciente al Ministerio de Cultura.

Casi todas las instantáneas llevan al reverso el sello del Istituto Nazionale LUCE (Libera Unione Cinematografica Educativa), órgano de propaganda italiano, creado en 1920, que se puso a las órdenes de la Italia fascista desde 1924. Cuando estalló la Guerra Civil, el LUCE envió a varios profesionales a España para loar las esperables hazañas bélicas de sus tropas. Tuvo incluso una sede permanente en Salamanca, desde diciembre de 1936, dependiente de la Oficina de Prensa y Propaganda italoespañola, a cuyo frente estaba el periodista Guglielmo Danzi. Precisamente a este se lo ve en una de las instantáneas del brazo del general José Millán-Astray, posando a las puertas de la Catedral nueva de Salamanca. Danzi era el enlace oficioso entre Franco y Mussolini.

El general Millán-Astray (derecha) con el periodista Guglielmo Danzi delante de la catedral nueva de Salamanca.
El general Millán-Astray (derecha) con el periodista Guglielmo Danzi delante de la catedral nueva de Salamanca. URBANI CDMH / MINISTERIO DE CULTURA

Además del material para trabajar, llegaron a España un jefe de reparto, dos operadores cinematográficos, un fotógrafo y tres técnicos. Hubo hasta tres reporteros que se dedicaron a aquella tarea, entre los que destacó Guido Giovinazzi. Su misión principal era documentar fotográfica y cinematográficamente los eventos en que participasen sus soldados, pero también ceremonias civiles y castrenses, manifestaciones folclóricas… Además, había un objetivo más ambicioso, como apunta el estudioso Félix Monguilot-Benzal en un artículo publicado por la Filmoteca Valenciana: «Crear las bases para una posterior afirmación de la cinematografía italiana entre el público y los empresarios». Por lo tanto, que se empezase a apreciar la marca italiana en los espectadores españoles para facilitar la posterior penetración de sus películas.

La llegada de las tropas italianas se produjo en Cádiz, en febrero de 1937, como muestra una de las imágenes. Tras el fracaso en Guadalajara, estos soldados fueron enviados a varios focos de lucha, como Sigüenza o el frente de Aragón, donde participaron en batallas tan sangrientas como Belchite, Teruel o la del Ebro. Entre las tomas hay una espectacular del puente de Fraga (Huesca) hundido y otras más curiosas, como la del aeródromo de Soria, en la que junto a un avión a la espera de entrar en combate se ve un carro tirado por bueyes.

Los fotógrafos siguieron durante todo el conflicto a los soldados de su país allí donde entraban en combate, ya fuese el cerro de Los Ángeles (Madrid) o Málaga… No son, sin embargo, imágenes de lucha, no hay heridos, sino que son tomas del antes y el después. Los voluntarios italianos regresaron a su país en octubre de 1938 y con ellos llegó el final de la presencia del LUCE en España.

Los otros lugares contemplados para un Estado judío antes de la creación de Israel en territorio palestino

El primer primer ministro israelí, David Ben-Gurion, en la proclamación oficial del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, en Tel Aviv. AFP/GETTY IMAGES

Fuente: BBC Mundo, 5/11/2017.

¿Pudo haber un Estado judío en África o Argentina? Tal vez.

Esta semana se cumplió el centenario de la Declaración Balfour, un documento que cambió la historia de Medio Oriente para siempre y que desencadenó uno de los conflictos más difíciles de resolver de los tiempos modernos.

La Declaración Balfour fue el documento en el que por primera vez el gobierno británico respaldó el establecimiento de «un hogar nacional para el pueblo judío» en Palestina.

Sin embargo antes de esa declaración, se debatieron otras opciones territoriales para establecer un futuro Estado judío.

Judíos ortodoxos en Jerusalén.
Image captionPor razones religiosas e históricas Palestina siempre fue la opción preferida. Pero se consideraron otras.

La Declaración Balfour fue hecha a través de una carta enviada por el ministro de Exteriores británico, Arthur Balfour, al barón Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía en Gran Bretaña.

La idea de establecer «un hogar para el pueblo judío» parte del I Congreso Sionista celebrado en Basilea en 1897, explicó a BBC Mundo José Antonio Lisbona, historiador y experto en Historia del Judaísmo Contemporáneo.

En ese primer momento, había una línea dentro de los pensadores judíos que considera que lo importante es tener un Estado para que dejen de ser perseguidos, le dijo a BBC Mundo Carmen López Alonso, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.

Otros, en cambio, son defensores desde el primer momento de establecer ese futuro Estado en Palestina, argumentado los vínculos históricos del pueblo judío con ese territorio.

Foto del texto de la declaración de Balfour.
Image captionFoto del texto de la declaración de Balfour.

Pero a fines del siglo XIX, época en la que ese territorio estaba bajo dominio del Imperio Otomano, la tarea parecía imposible.

Quizá por eso, sobre la mesa también se barajaron otras posibilidades, al menos como un «hogar nacional» provisional para el pueblo judío.

El plan Uganda

Así se conoce el que fue, según Lisbona, el «único plan oficial y serio» para establecer un Estado judío en un territorio que no fuera Palestina.

Según este historiador, se trató de un plan oficial porque fue el propio gobierno de Reino Unido el que ofreció en 1903 otorgar una parte del antiguo territorio británico en África Oriental al pueblo judío como patria.

El presidente de Uganda en una visita al Museo del Holocausto.
Image captionEl presidente de Uganda en una visita al Museo del Holocausto.

Aunque se le conoce como plan Uganda, en realidad la oferta de territorio también contemplaba parte del de Kenia.

Fue ofrecido por el propio Balfour a Jaim Weizmann —quien se convertiría después en el presidente de Israel y en ese entonces era presidente de la Agencia Judía— y al padre de la teoría sionista, Theodor Herzl.

El propio Herzl, autor del libro «Der Judenstaat» (El Estado Judío, 1896) y considerado el padre del Estado de Israel, planteó la idea en el Sexto Congreso Sionista celebrado en Basilea, Suiza, en 1903.

El sionismo era un movimiento que abogaba por la creación del Estado para los judíos en el territorio palestino, por lo que la idea de que ese Estado se creara en un lugar diferente generó numerosos debates dentro de la organización sionista, explicó Lisbona.

Finalmente, dicha posibilidad fue rechazada en 1905, cuando ganó la opción de que el territorio para el futuro Estado judío fuera en Palestina.

«¿Palestina o Argentina?»

Theodor Herzl, fundador del sionismo político.
Image captionTheodor Herzl, fundador del sionismo político.

La opción de Argentina también apareció en varios textos y fue una corriente defendida por algunos líderes judíos, aunque Lisbona considera que «fue más bien una entelequia».

El propio Herzl considera Argentina como una posibilidad para un asentamiento masivo de judíos en una parte de su libro «Der Judenstaat», bajo el epígrafe «¿Palestina o Argentina?», en el que hace referencia al al país sudamericano como «uno de los más fértiles de la tierra, de inmensa superficie, población escasa y clima templado».

Leon Pinsker, autor de «Autoemancipación» (1882), considerado un texto fundacional del sionismo y que sirvió de inspiración a Herzl para su «Estado judío», fue un defensor de la opción argentina, al igual que Maurice de Hirsch, uno de los impulsores de las colonias judías en América.

Argentina, al igual que Uganda, ofrece una clara ventaja: un vasto territorio vacío, en el que no había que expulsar a ningún pueblo ya establecido, explicó la profesora López Alonso.

Ese era uno de los principales inconvenientes de la opción Palestina: ya había una población árabe establecida.

Cómo una carta cambió el destino de Medio Oriente

«De 1893 a 1921 hubo emigraciones importantes de judíos de Polonia, Ucrania y Rusia a Argentina», explica Lisbona, «pero no hubo ninguna oferta oficial por parte del gobierno argentino, como sí hubo en el caso de la Declaración Balfour por parte de Reino Unido, que sí tenía algún derecho geoestratégico una vez que expulsa a los turcos de lo que sería Palestina».

¿Un Estado judío en Siberia?

Aunque fue una opción posterior a la Declaración Balfour, algunos consideran que el precedente del Estado judío se encuentra en los límites de Siberia.

Los dirigentes de la antigua URSS entregaron una región a cada una de las naciones que la conformaban, y así, en 1934 se creó la Región Judía Autónoma de Birobidzhan, situada en la frontera entre Rusia y China.

Birobidzhan Regional Museum
Image captionUna imagen de archivo de la Región Judía Autónoma de Birobidzhan.

Aunque miles de judíos se establecieron allí, y la lengua oficial era el yiddish, la idea de crear en este lugar el Estado judío no prosperó, ya que el sionismo era la corriente principal, y Palestina, su objetivo.

En la segunda mitad de los años 30, los líderes judíos de Birobidzhan fueron víctimas de las purgas de Joseph Stalin.

10 propuestas de Hefter fuera de Palestina

Joseph Otmar Hefter, creador de Nai Judá (Nueva Judea), fue defensor de crear un hogar en forma de Estado para el pueblo judío en el continente americano.

En un panfleto de 1938, Hefter manifiesta su rechazo al movimiento sionista, y defiende la creación de un Estado judío en el continente americano.

Barco cargado de refugiados judíos procedentes de Europa llegando al puerto de Haifa, durante el Mandato Británico sobre Palestina, en 1947.
Image captionUn barco cargado de refugiados judíos procedentes de Europa llegando al puerto de Haifa, durante el Mandato Británico sobre Palestina, en 1947.

Hefter publicó un mapa con 10 propuestas de «hogar» para el pueblo judío, entre ellas una opción en un territorio entre la Guyana Británica, Venezuela y Brasil y otra entre Brasil y Paraguay.

También propuso Birobidzhan, Australia, Alaska, Canadá, una parte de Egipto, parte de la África Oriental o el sudeste de Asia como un posible Estado para el pueblo judío.

Sin embargo, como le indicó la profesora López Alonso a BBC Mundo, una vez que se impuso la corriente sionista, ningún otro lugar rivalizó en términos reales con el territorio palestino para ser el hogar del futuro Estado judío.

Vista de la ciudad de Jerusalén.
Image captionEl plan aprobado por la ONU planteaba un régimen especial para la ciudad de Jerusalén.

Tras la derrota del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, la Declaración Balfour fue respaldada por las potencias aliadas e incluida en el Mandato Británico sobre Palestina, aprobado por la Liga de las Naciones (organismo que antecedió a la ONU) en julio de 1922, mediante el cual Reino Unido quedaba formalmente encargado de la administración de esos territorios.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, y tras el Holocausto, la presión por establecer un Estado judío aumentó.

El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General aprobó un plan para la partición de Palestina, que recomendaba la creación de un Estado árabe independiente y uno judío y un régimen especial para la ciudad de Jerusalén.

Celebraciones tras la proclamación del Estado de Israel.
Image captionEl 14 de mayo de 1948 fue proclamado el Estado de Israel.

El plan fue aceptado por los israelíes, pero no por los árabes, que lo veían como una pérdida de su territorio. Por eso nunca se implementó.

Pero un día antes de que expirara el Mandato Británico de Palestina, el 14 de mayo de 1948, la Agencia Judía para Israel, representante de los judíos durante el Mandato, declaró la independencia del Estado de Israel.

Ahí comenzó el largo conflicto entre israelíes y palestinos que llega hasta nuestros días.

Imágenes de tres años de anarquísmo

Milicianos en el cuartel Bakunin (Bruc), en una foto de Antoni Campañà, de agosto de 1936. ARXIU CAMPAÑÀ

Autor: José ángel Montañés

Fuente: El País, 3/12/2019

El Arxiu Fotogràfic de Barcelona expone las fotografías de la Oficina de Información y Propaganda de la CNT-FAI (1936-1937)

El 21 de enero de 1939 las tropas franquistas estaban a las puertas de Barcelona, una ciudad exhausta y agotada por tres años de conflicto. Ante el inminente desenlace, los miembros de la Oficina de Información y Propaganda de la CNT-FAI deciden abandonar su sede en la cuarta planta de la casa CNT-FAI, de la vía Durruti (actual Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana). Con ellos se llevan 43 cajas de madera diseñadas para transportar fusiles Mauser con varias toneladas de documentación que cargan en un camión rumbo a Ámsterdam. Entre el material, miles de fotografías y negativos de la sección gráfica de la Oficina tomadas durante la guerra; uno de los fondos fotográficos propagandísticos más importantes de la historia del anarquismo ibérico. Pero el material tuvo que permanecer en Londres y Oxford durante toda la Segunda Guerra Mundial, antes de llegar a Ámsterdam debido a la ocupación nazi.

MÁS INFORMACIÓN

Por fin, en 1947 ingresaron en la sede del Institut Internacional de Historia Social de Ámsterdam (IISG) un total de 2.288 fotografías, 5.590 negativos, 259 placas de vidrio de autores como Antoni Campañà, Katy Horna, David Marco, Margaret Michaelis y los Pérez de Rozas, entre otros fotógrafos reconocidos y anónimos. Poco se sabe de ella, solo que la dirigió Jacinto Toryho y vivió su mayor actividad entre julio de 1936 a mayo de 1937, momento en el que la ciudad se convirtió en referente de la lucha social y las reivindicaciones obreras. La oficina continuó en activo toda la guerra y convivió con el Comissariat de Propaganda de la Generalitat.

Casa CNT-FAI, situada en via Durruti (actual sede de Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana) en el segundo aniversario de la muerte de Durruti, en noviembre de 1938.
Casa CNT-FAI, situada en via Durruti (actual sede de Fomento Nacional del Trabajo de Via Laietana) en el segundo aniversario de la muerte de Durruti, en noviembre de 1938. AUTOR DESCONOCIDO

Pese a su importancia, hasta ahora no se había realizado una investigación, una publicación o un trabajo expositivo serio que pusiera en valor el impresionante legado gráfico de este movimiento, que ha permanecido 80 años casi inédito. Hasta ahora que el Arxiu Fotogràfic de Barcelona (AFB) ha inaugurado la exposición Gráfica anarquista. Fotografía y revolución social, 1936-1939 en la que se expone (hasta el 16 de mayo, gratis) este rico y desconocido fondo.

Organizada junto con el Observatori de la Vida Quotidiana (OVQ), la Fundación Anselmo Lorenzo y el Ateneu Enciclopèdic Popular las imágenes dejan claro que la oficina realizó bien su trabajo ilustrando las bonanzas y conquistas revolucionarias. En las imágenes, de soldados en el frente, de campesinos realizando su labor o de trabajadores en los puestos, pero también ocupando los despachos que hasta hace poco tiempo ocupaban los dueños, no hay nada de naturalidad. Todo son posados rígidos sea en una enorme empresa textil o de soldados en el cuartel del Bruc tomado las instalaciones por las armas.

La exposición, comisariada por Andrés Antebi, Pablo González Morandi, Teresa Ferré y Roger Adam, muestra gran parte de estas imágenes y algunos de los diarios, revistas, opúsculos, boletines, libros en el que se difundieron. También en el cine, como en la cinta Reportaje del movimiento revolucionario en Barcelona, la primera película que se hizo de la Guerra Civil,

Miembros de la Junta de la sección de técnicos del sindicato de Agua, Gas, Electricidad y Combustible de la CNT de Barcelona, en 1937.
Miembros de la Junta de la sección de técnicos del sindicato de Agua, Gas, Electricidad y Combustible de la CNT de Barcelona, en 1937. PÉREZ DE ROZAS (ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA)

“De la revisión de todo el material se deduce que se trata de una iniciativa más organizada y menos anárquica de los que podía parecer, en la que todo está perfectamente planificado”, explican los comisarios. En la exposición queda patente el interés por romper con la imagen estigmatizada de que el anarquismo era sinónimo de violencia, irracionalidad y pobreza. Para acabar con todo eso, produjeron una iconografía propia como la de los sanos e imponentes retratos de milicianos de Antoni Campañà.

En la muestra destaca el trabajo de una fotógrafa comprometida como Katy Horne que vino a fotografiar el conflicto de primera mano. En el otro extremo las imágenes de la saga, padre e hijo, de los Pérez de Rozas, que “sorprendentemente por su ideario conservador” fotografiaron las colectivizaciones de los obreros y campesinos pagados por los recursos de esta oficina anarquista. Entre medio un buen número de profesionales y aficionados que con sus fotos (a 10 pesetas cada una) inmortalizaron el momento.

El archivo permaneció sin abrir hasta 1975 y sigue siendo propiedad de la institución y de los camaradas que lo promovieron y lo utilizaron. “Aquí continúa siendo peligroso, aunque no le han faltado novios, desde la Generalitat hasta el Ministerio”, explica con contundencia Sònia Turón, secretaria de cultura de la CNT. El 20 de febrero verá la luz un libro con este material y el trabajo de los comisarios, que para ellos solo es el comienzo de un “relato que hay que seguir construyendo”.

El Vaticano y España durante la Guerra Civil

Procesión y ofrenda del Cabildo Catedralicio y del Clero Secular a la Virgen del Pilar (entre 1936 y 1939). Miguel Marín Chivite / Biblioteca Nacional de EspañaCC BY-NC-SA

Autor: Santiago Navarro de la Fuente

Fuente: The conversation, 1/10/2019

En 1936, la nunciatura apostólica en España se enfrentaba a un cambio de ciclo. La marcha del ya cardenal Federico Tedeschini ponía fin a un periodo de representación iniciado en 1921, todavía durante el pontificado de Benedicto XV. El fin de etapa coincidía también con la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero y con la crisis del posibilismo católico tras la derrota. Pero no fue el único cambio.

El auditor de la representación, Tito Crespi, se suicidó en abril. Lo hizo mientras marchaba a Roma en barco para reponerse de un severo trastorno depresivo. Eso provocó que Silvio Sericano fuese destinado a la nunciatura de Madrid. Aquella llegada fue la primera de las provisionalidades que marcaron la representación del Papa en España durante la Guerra Civil, como he estudiado en el libro La Santa Sede y la Guerra Civil.

La etapa de Sericano

Poco después del suicidio de Crespi, en junio, fue cuando Tedeschini marchó definitivamente a Roma. La nunciatura quedó entonces en manos de Sericano como encargado provisional de negocios. Su papel estaba en mantener la representación a la espera de la llegada del nuevo nuncio, Filippo Cortesi.

Durante el periodo que medió entre la salida de Tedeschini y el golpe de Estado de julio, Sericano demostró gran habilidad a la hora de defender los derechos de los católicos usando el ordenamiento jurídico democrático de la Segunda República, en una muestra de la tendencia que la Santa Sede parecía querer imprimir al nuevo periodo de sus relaciones con el gobierno español.

El golpe de Estado de julio y el comienzo de la guerra sorprendieron a una nunciatura a cargo de Sericano, que hubo de mantener la representación en calidad de encargado de negocios en aquellas circunstancias. Finalmente, Cortesi nunca llegó y en la Navidad de 1936 fue destinado a Polonia.

Isidro Gomá en el XXX Congreso Eucarístico
Internacional en Cartago (1930). 
Fondo Marín-Kutxa Fototeka /
Wikimedia CommonsCC BY-SA

La condición provisional de la representación del Papa en España no sólo afectó a Sericano, sino que se proyectó también sobre los dos primeros representantes del pontífice ante el gobierno de los sublevados. Así, el cardenal arzobispo de Toledo Isidro Gomá fue representante confidencial y oficioso ante Franco entre la Navidad de 1936 y octubre de 1937.

Le sucedió, como encargado de negocios, Ildebrando Antoniutti, quien había llegado a España a finales de julio de 1937 con la misión inicial de ocuparse de la repatriación de los niños vascos evacuados antes de la caída de Bilbao.

Las relaciones provisionales

Este rasgo de provisionalidad que compartieron las tres misiones, muy distintas entre sí en muchos aspectos, permite analizar cómo las relaciones formales del gobierno de los católicos al máximo nivel se fueron apagando ante el gobierno de la Segunda República y comenzaron a construirse con las autoridades emanadas del golpe militar. No nos referiremos, por tanto, a la posición de la Iglesia a nivel español ante el conflicto; cuestión compleja, que merece un tratamiento por sí misma.

Retrato de Monseñor Cicogniani (1942).
 Ruiz Vernacci / Fototeca del Patrimonio HistóricoCC BY-NC

Las fuentes del Archivo Secreto Vaticano y las de la Sagrada Congregación para Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios permiten reconstruir cómo fue este proceso que culminó con la acreditación de Gaetano Cicognani como nuncio ante Franco. No fue un nombramiento casual, puesto que se trataba del último representante del Papa en Austria antes de la anexión de aquel país al III Reich.

Las orientaciones que la Santa Sede dio a sus distintos representantes en este periodo revelan muy bien las profundas diferencias entre las preocupaciones del episcopado español y las del gobierno romano de la Iglesia. También reflejan sus diferentes percepciones sobre los peligros y las potencialidades que aquel conflicto suponía para los católicos en particular y para los españoles y el resto del mundo en general.

Así, mientras en la primavera de 1937 Pío XI publicó tres documentos de máximo nivel sobre el “comunismo ateo”, el nazismo y la situación de la Iglesia en México, su contenido influyó muy poco en la elaboración de la Carta Colectiva del episcopado pocos meses después.

Vocablos de hielo

Esta fue una muestra más de la impermeabilidad de buena parte del catolicismo español a ciertas orientaciones de la Santa Sede, como lo había sido la parcial recepción del mensaje del Papa a los huidos de la guerra en septiembre de 1936; un texto que la prensa franquista tachó de “vocablos de hielo”, en una expresión que incomodó mucho a la Secretaría de Estado vaticana.

Las misiones diplomáticas provisionales de la Santa Sede durante la Guerra Civil abordaron no sólo los problemas derivados de la persecución religiosa y la destrucción de los templos y las estructuras eclesiales. También se ocuparon de la reconstrucción de la Iglesia en cuanto fue posible y procuraron la asistencia a los fieles que permanecían en la zona republicana. Llevaron a cabo determinadas misiones de caridad destinando a ello importantes sumas llegadas tanto del Vaticano como de católicos de otras partes del mundo y se afanaron en influir en el mayor grado posible para que la España que resultase del dramático conflicto fuese lo más conforme al catolicismo, tratando de neutralizar las amenazas percibidas en ambos contendientes.

La trascendencia del enfrentamiento entre españoles también afectó a la Iglesia en otros muchos países, en los que el apoyo a cada uno de los contendientes fue motivo de especial debate. Sobre todo, fue causa de distintas movilizaciones a favor de los católicos españoles: ya fuera acogiendo a los niños evacuados del conflicto o enviando ayuda económica para la atención de los damnificados y la reconstrucción de templos (aunque en alguna ocasión puntual el destino de aquellas cantidades fuera desviado hacia lo militar).

Nazismo, comunismo, prácticas eugenésicas, políticas educativas, orientaciones pastorales hacia la conquista o hacia la reconciliación… todo ello puebla las trepidantes misiones que en aquellos años ostentaron Sericano, Gomá y Antoniutti. Unos meses que marcaron irreversiblemente sus vidas y en los que su acción también se reveló determinante para la situación de los católicos en España.

Espectros del Fascismo. Curso-seminario sobre el pasado y el presente de la extrema derecha

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Fuente: socialescepcor.wordpress.com 

Comenzamos las actividades de la asesoría del ámbito cívico-social del CEP de Córdoba con una propuesta de gran inteŕes y actualidad. Se trata de un curso-seminario sobre la extrema derecha, pasado y presente. En esta actividad pretendemos hacer una reflexión sobre diversos aspectos de esta ideología que, tras su derrota en 1945, parecía haber desaparecido pero que, como estamos viendo en la actualidad, ha vuelto con mucha fuerza. ¿Es el mismo Fascismo o se trata de una nueva ideología inspirada en aquella y adecuada a las nuevas condiciones y problemática del siglo XXI?.

El curso-seminario está dirigido tanto al profesorado de Ciencias Sociales como al de Filosofía. en él participarán profesores y especialistas del tema como Álvaro Castro, autor de una tesis sobre el pensador gaditano José Permartín , uno de los promotores del pensamiento reaccionario español de la época franquista; el profesor de la Universidad Complutense de Madrid José Luis Villacañas, autor de una amplia obra de carácter filosófico e histórico y el periodista y ensayista Esteban Hernández , autor de diversos ensayos sobre la derecha española y el surgimiento de nuevos partidos de izquierda como es el caso de Podemos.

Se pretende que sea una actividad participativa y reflexiva, en la que los asistentes debatan con los ponentes sobre estos aspectos de gran interés tanto desde el punto de vista histórico como político y puedan llevarse a sus clases las conclusiones que de esteos debates se obtengan.

Iremos informando del desarrollo de la actividad.

Incluyo a continuación el programa de este seminario.

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La memoria de Annual: una incierta gloria

El general Berenguer y su Estado Mayor. Postal de la época. Colección particular.

Autor: JOAN PALOMÉS

Fuente: ctxt.es 24/09/2019

La patria está en peligro, dicen en el Congreso de los Diputados. Y esos mismos apelan a nostalgias nocturnales. Los Reyes Católicos velan las esencias y los redobles de los Tercios de Flandes apuran el sueño. La derecha se refuerza con espadones. Vox, por ejemplo, ha presentado cinco generales como cabezas de lista en las elecciones generales. La patria está en peligro…

La Ley de Memoria Histórica, tantas veces diferida, tantas veces cuestionada, es la bestia negra de una narrativa que dormitaba en el mausoleo del Valle desde la Transición y que resurge, ahora ya sin escrúpulos, para reivindicar la historia fascista plasmada en aquella parcial “Causa General instruida por el Ministerio Fiscal sobre la dominación roja en España” de 1940. Sólo existe una verdad, la de los vencedores –que todavía lo son– y que debiera quedar atada y bien atada. “Quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el pasado”, decía George Orwell.

España es tierra de excelsas impunidades y notables falsificaciones. El siglo XX, todo él, es una buena prueba de ello. Se consagran las gestas épicas y los contados héroes entorchados, pero se omiten las muchas vergüenzas y los numerosos descalabros con miles y miles de muertos a costa del pobrerío. Las guerras de Marruecos y la dolorosa aventura colonial española en África están trufadas de desastres silenciados y responsabilidades olvidadas. El Protectorado de Marruecos, al fin y al cabo, marcó las horas de la política española durante cincuenta años: 25.000 soldados muertos, la Semana Trágica y otras revueltas, las recurrentes crisis gubernamentales con 15 presidentes de Gobierno entre 1917 y 1923, el fin de la Restauración borbónica y el exilio de Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera, las tensiones en el seno del ejército entre africanistas y junteros… De Melilla salen las primeras tropas sublevadas contra la República y los generales africanistas son golpistas, salvo algunas excepciones que se mantuvieron fieles al gobierno (Riquelme, Miaja…).

El Protectorado

La entrada española en la rapiña africana fue accidental. A la greña franceses, británicos y alemanes en el expolio del continente, acordaron esas potencias que la estratégica puerta del Mediterráneo –las regiones de Rif y Yebala del norte marroquí, equivalente a la provincia de Badajoz– quedara asignada a una potencia menor, decadente y sin mayores pretensiones. España estaba sumida en una depresión existencial –el unamuniano “me duele España”–  después de perder en 1898 de manera humillante los últimos jirones del Imperio de ultramar, Filipinas, Cuba, Guam y Puerto Rico, tras vergonzosas derrotas navales en Santiago de Cuba y Cavite, incompetencia militar estratégica incluida. El país había quedado sin honra ni barcos.

El tratado de Fez de 1912, en definitiva, no era más que un subarriendo a España de una zona del Protectorado francés de Marruecos, la más áspera, yerma e indómita que ni el sultán había podido domeñar y que complementaría las plazas españolas de Ceuta, Melilla, Alhucemas y Vélez de la Gomera. Así, el Protectorado español de Marruecos se percibió como una oportunidad de recuperar el prestigio nacional y el honor de un ejército desolado.

Y luego estaba eso que se denominaba “misión civilizadora”, exquisito eufemismo de las potencias coloniales para justificar el saqueo. El conocimiento científico que se tenía del territorio y los autóctonos no era excesivamente sofisticado. “El berberisco es astuto, cauteloso, sanguinario y traidor. La conmiseración y el perdón los suele tomar siempre por debilidad. Sólo el castigo le puede meter en orden y en disciplina”, se lee en el tratado de 1910 Geografía Militar de Marruecos del capitán de Infantería Antonio García Pérez. Y más adelante, reivindica con soltura las “sobradas pruebas que acreditan las excepcionales condiciones de la raza española para colonizar pueblos, por muy apartados que éstos se hallen y por muy diferentes que sean sus cualidades étnicas; las aptitudes de nuestra raza márcanse en la historia de la humanidad de modo brillante, unas veces por el genio, otras por la bravura y siempre por la abnegación más contagiosa”.

Pero España, en esos años, no estaba para demasiadas misiones civilizadoras en tierras africanas: la tasa de analfabetismo entre la soldadesca superaba el 60% y en la península, también en esos años, una comitiva encabezada por un campechano Alfonso XIII y el obispo de Coria descubría el inframundo de las Hurdes, tierra de hambre y miseria, atraso endémico, bocio y cretinismo y donde la civilización estaba ausente.

Antecedentes nada gloriosos

Las hazañas bélicas del ejército español en territorio rifeño nunca han sido especialmente gloriosas. Habría que remontarse a mediados del siglo XIX con las victorias del general Prim en Wad-Ras y Castillejos contra el sultán de Marruecos, plasmadas en los óleos de Mariano Fortuny y en el callejero de las ciudades españolas. Poco después, finalizando el siglo XIX, tiene lugar la denominada “guerra de Margallo”, donde se produce la primera desbandada de las tropas españolas frente a los rifeños en la que muere el general y gobernador de Melilla García Margallo. Refiere Manuel Ciges Aparicio en su libro España bajo la monarquía de los Borbones que fue un joven oficial llamado Primo de Rivera –el futuro dictador– quien le descerrajó un tiro en la cabeza al general por su conexión con un lucrativo negocio de venta de armas a los mismos rifeños a los que combatía. El historiador Gerald Brenan también mantiene la tesis según la cual el general y gobernador Margallo y su camarilla hicieron una cuantiosa fortuna con el contrabando de armas al enemigo. La corrupción con galones será una constante a lo largo de todo el Protectorado.

En el mes de julio de 1909 se dieron los prolegómenos de lo que vendría pocos años después. Un batallón al mando del general Pintos es sorprendido en el barranco del Lobo, en las estribaciones del monte Gurugú. La retirada vulnera las más elementales reglas de la estrategia militar y se produce la escabechina: casi 200 muertos, entre ellos el general Pintos, y 600 heridos. La historia oficial bautizó el revés como el Desastre del Barranco del Lobo. Fue el primer Desastre oficial y las coplas de luto inundarán las calles españolas:

 “Melilla ya no es Melilla,

Melilla es un matadero

donde van los españoles

a morir como corderos”.

Ese mismo mes, en Barcelona, los barrios populares se levantaron contra el sistema de leva que convertía Marruecos en un moridero de pobres. Las prácticas tan extendidas de la redención a metálico y la sustitución permitían a los hijos de las clases acomodadas y de la burguesía librarse de la guerra o ser sustituidos por otro mozo por la módica cantidad de 2.000 pesetas. Un obrero de los Altos Hornos de Bilbao ganaba en esa época 5 pesetas diarias. En 1912 esa infame práctica se “democratizó”: se derogaban las circunstancias eximentes pero nacía el soldado de cuota que a cambio de una aportación económica –entre 1500 y 3000 pesetas– tenía el privilegio de elegir destino, pernoctar en su domicilio y limitaba su estancia a cinco meses en el cuartel en lugar de los tres años que duraba el servicio militar para el resto de desdichados. Eso sí: el equipo y el uniforme corrían por su cuenta. “Hijo quinto y sorteao, hijo muerto y no enterrao”, se decía en la calle.

Juan Pando, en su memorable Historia secreta de Annual, aporta otra de las diversas maneras de escaqueo entre la oficialidad. La familia del movilizado en el Rif donaba a la unidad donde se hallaba destinado el beneficiario un coche rápido, así llamados los Ford 20HP, que costaban unas 4.000 pesetas, a condición de que el oficial o suboficial en cuestión fuese el conductor del vehículo más un ayudante por él designado. Estos rápidos cargados de jefes y oficiales huyendo hacia Melilla simbolizarían la imagen de la suprema cobardía cuando se produce el derrumbe de Annual en 1921.

Annual

El Desastre de Annual es la mayor derrota que un ejército colonial haya sufrido nunca. Entre julio y agosto de 1921, 14.000 soldados en desbandada dejaron la vida en los pedregales, veredas, vaguadas, poblados, destacamentos, blocaos y montes del Rif. “Había tantos muertos en algunas partes del trayecto entre Uestía y Río Seco que el camión tenía que ir pisando los cadáveres”, relata el soldado Vicente Garrido, testimonio recogido en el Expediente Picasso. En apenas dos meses, una amplia ofensiva de las cabilas lideradas por el líder rifeño Abdelkrim Al Jatabi, de la cabila de Beni Urriaguel, provocó la debacle que aniquiló la Comandancia General de Melilla.

Abarrán, Sidi Dris, Igueriben, Annual, Izzumar, Arruit, Zeluan, Nador… son nombres cubiertos de luto que deberían fijarse en la memoria colectiva y, sin embargo, ausentes en los libros de texto. No hay ninguna calle de Annual o plaza de Monte Arruit en las ciudades españolas. La retórica patriótica glosa las gestas heroicas, las muertes vanamente gloriosas y los oropeles del valor pero omite con pudor la cobardía y el pavor del mando, la ineptitud del general, la corrupción del oficial, la incompetencia de la comandancia y, en fin, la responsabilidad del rey.

De Annual los patriotas recuerdan con arrobo la gesta del Regimiento de Caballería Alcántara 14, al mando del teniente coronel Primo de Rivera –hermano del futuro dictador–,  porque con sus cargas a galope tendido protegió la huida desesperada de las tropas que huían de Annual  hacia Monte Arruit a un alto precio: de un contingente de 700 hombres, apenas sobrevivió un centenar. La hazaña todavía se recuerda entre los nostálgicos. En el año 2012, noventa años después, el Consejo de Ministros decidió conceder al regimiento la Laureada de San Fernando por aquella actuación.

EL DESASTRE DE ANNUAL ES LA MAYOR DERROTA QUE UN EJÉRCITO COLONIAL HAYA SUFRIDO NUNCA

Del puñado de Laureadas que se repartieron en Annual destaca la del cabo Arenzana, que con un reducido contingente de soldados resistió durante trece días en el destacamento del Pozo nº 2 de Tistutín frente a cientos de moros aviesos. La numantina resistencia incluía asaltos a bayoneta calada, luchas cuerpo a cuerpo a cuchilladas y decenas de moros muertos. Un par de años después, durante un interrogatorio a uno de los soldados integrantes del destacamento, que hasta entonces había permanecido en el hospital, se destapa la trola. Ni épica ni gloria: que se habían rendido desde el primer día; que habían permanecido en calidad de prisioneros en el propio destacamento; que salvaron la vida a cambio de hacer funcionar el motor que sacaba el agua del pozo para la aguada de los animales de la zona; que cuando se acabó la gasolina los despojaron de todas sus pertenencias y los dejaron libres dirigiéndose hacia la zona francesa, unos kilómetros al sur. Al cabo Arenzana, ascendido a sargento, le respetaron el grado pero lo desposeyeron de la condecoración en total y absoluto silencio y discreción. El bochorno era abrumador y, al fin y al cabo, no abundaban los héroes del pueblo.

Un glorioso ejército

Y es que, en definitiva, las condecoraciones, medallas, ascensos y galones son la savia que alimenta el espíritu militar. El Ejército español era especialmente pródigo en ese capítulo, tanto como mezquino con el rancho y las alpargatas de los soldados. Entre 1909 y 1914, se produjo una verdadera tómbola de entorchados repartiéndose 132.925 condecoraciones y 1.587 ascensos por méritos de guerra, una cifra inaudita habida cuenta de las pocas victorias a reseñar o batallas memorables que recordar. El despropósito quedaba así: 54 Cruces de San Fernando, 878 Cruces de María Cristina, 28.771 Cruces Rojas del Mérito Militar pensionadas y otras 100.605 sin pensionar, amén de otros abalorios de menor calado. Ojo al dato de las cruces pensionadas tan anheladas por los señores oficiales…

Poco después, durante el Desastre del 21, los caminos y veredas que presenciaron la desbandada de las tropas quedarían regados de estrellas, galones y medallas de la oficialidad –de aquella oficialidad gloriosamente condecorada– de las que se despojaban para confundirse con los soldados de a pie. “El testigo encontró que mucha gente se acogía entre los mulos, aguardando la primera ocasión de montarlos, bajo pretexto de estar heridos o enfermos” (…) “y otros oficiales se arrancaban las divisas, las gorras y hasta los leggins, para que no conocieran su condición”, relata el teniente de Artillería Fernando Gómez López en el expediente Picasso. Otro testimonio, el del paisano Verdú, refiere que “pasaban muchos rápidos con oficiales, y a eso de las catorce del día 23, vieron llegar a dos que dijeron ser oficiales y que iban con alpargatas y guerreras de soldados, que fueron los primeros en llegar a pie, pues los anteriores pasaban en rápidos” .

El teniente coronel Fernández Tamarit, también interrogado, reconocía que “no hubo quien restableciera el orden, brillando por su ausencia el Mando. Muertos unos, arrastrados otros por el torrente, nadie pudo ni supo contenerlo” (…) “la retirada terminó en un sálvese quien pueda desdichado, fatal consecuencia de errores que eran de todos, y de los que la oficialidad del Ejército, ni aún muriendo, pueden redimir a éste”.

El expediente está repleto de testimonios relatando la inopia del Mando, incluso entre las conclusiones del propio general Picasso: “Es necesario exigir responsabilidades a cuantos, con olvido del honor militar y del prestigio de las armas, no han sabido responder al cumplimiento de sus indeclinables deberes en el general fracaso de la moral, absteniéndose, eludiendo o excusando su participación personal, suscribiendo capitulaciones incomprensibles, evadiéndose del territorio, desamparando posiciones o abandonándose a desalentada fuga presa de pánico insuperable”.

La falta de empaque ya se anticipaba en una carta del teniente coronel Fernández Tamarit al general Silvestre, comandante general: “Es una vergüenza eso de que los coroneles pasen la vida en la plaza (Melilla) o en España con permiso, rascándose la barriga, y solo suban al campo cuando va a hacerse una operación con la columna de  recompensas”. En los días críticos de julio de 1921, cuando empieza la debacle, la mitad de jefes no se encontraba en sus puestos y el general Picasso se asombra del número de permisos por enfermedad concedidos.

En cuanto a las capitulaciones incomprensibles, destaca el relato que hace el general Picasso de la rendición de Monte Arruit por el general Navarro, en ese momento Comandante General de Melilla tras la muerte –o suicidio– del general Silvestre en Annual. “El día 11 de agosto, al fin, mientras se corrían las órdenes para el desarme y salida de las tropas, a la una de la tarde, el general con algunos oficiales, buscando un lugar de sombra, salieron de la posición acompañados de unos jefes moros que, poco a poco, fueron alejándolos hasta la estación de ferrocarril, donde entraron, y en ese momento los moros irrumpieron en la posición, abriendo a traición el fuego sobre las tropas, agotadas e indefensas en su mayoría, dedicándose los moros al saqueo”. La guarnición fue aniquilada tras la salida del general y sus oficiales en busca de una sombra. En apenas treinta minutos de fuego graneado y degüello a discreción el campamento y sus alrededores quedaron sembrados con 2.600 cadáveres de desdichados. Dos años después, el general Navarro y sus oficiales, junto con otros oficiales, tropa y algunos civiles capturados en otras guarniciones, hasta alcanzar la cifra de 357, fueron canjeados a cambio de 4,3 millones de pesetas. 

Una estructura obsoleta

El ejército de la Restauración que heredó Alfonso XIII en 1902 era un ejército de camarillas y favoritos, de estómagos agradecidos y compadreo, de espadones y ambiciosos, tan anquilosado como sobredimensionado, tan costoso como anticuado. La decisiva participación de la cúpula en la vida política era proverbial y contaba con admiradores tanto entre las filas liberales como conservadoras.  El propio rey constituyó su particular lobby –quizá el más influyente junto al de los industriales– con sus allegados, gerifaltes y generales que medraron a su amparo. Un ejército pretoriano, como lo definió el historiador e hispanista Stanley Payne. De hecho, los dos grandes responsables del Desastre, los generales Dámaso Berenguer, Alto Comisario de Marruecos, y Manuel Fernández Silvestre, Comandante General de Melilla, eran gentilhombres del rey, sus compañeros de francachelas e instalados en sus cargos africanos a instancias de Alfonso XIII.

En esos años, en el escalafón figuraban 529 generales y casi 24.000 oficiales para una tropa de poco más de 100.000 hombres: un oficial por cada cuatro soldados. Una ratio delirante si la comparamos con la proporción de los ejércitos británico y francés, que era de 1 a 20. Y aún en 1921, el Anuario Militar registraba 466 generales en activo. No es extraño, pues, que entre la guerra y las onerosas mamandurrias de las charreteras el presupuesto militar de 1922 devorase el 51% de los fondos del Estado. El editorial del diario ABC, en su edición del 10 de noviembre de 1922, era rotundo al respecto: “España paga un presupuesto de guerra muy superior a sus recursos. Y, sin embargo, no hay ejército. Desde los 157 millones de pesetas en 1906, el presupuesto de guerra ha llegado a los 581 millones de 1921, que representa, en tan breve periodo, un aumento del 267%. Y no hay ejército”.

La vida alegre de Melilla

Melilla, durante el protectorado, era la perla del sur, el dinero corría a espuertas y no había compañía de variedades que se preciara que no incluyera Melilla en sus giras. Las tonadilleras Lola Montes y Concha Piquer regalaban sus coplas en el Teatro Reina Victoria y a la plaza de toros de la ciudad acudía lo más granado de la península: Juan Belmonte, Machaquito…  En el barrio del Real abundaban los prostíbulos de tronío para los jefes y oficiales y eran legendarias las casas de juego, las apuestas y las timbas en las que los militares con galones derrochaban auténticas fortunas. El juego y la corrupción, ambos muy extendidos, llegarían a ser una de las múltiples causas del hundimiento de la Comandancia General de Melilla. 

El diputado socialista Indalecio Prieto, poco después del Desastre del 21, iniciaba uno de sus discurso en el Congreso de Diputados con un “Melilla es un lupanar y una ladronera” y el diputado Crespo de Lara, tras exigir y obtener determinada información reservada al ministro de la Guerra, hizo enmudecer el Congreso: entre 1920 y 1921 “se han suicidado 47 jefes y oficiales; han perdido su carrera, por fallos del Tribunal de Honor, 63 (…) y a 144 oficiales se les había ofrecido retirarse para no ser sometidos a un Tribunal de Honor”. La mayoría de ellos a causa del juego. Y en el apartado de lo que benévolamente se denominaban inmoralidades administrativas, es decir, desfalcos, malversaciones y corrupciones varias, “hay un número considerable, 59, y de éstos 30 corresponden a jefes y oficiales del ejército de operaciones de África”. Durante el año 1920, hasta 11 capitanes cajeros de Cuerpos de Melilla pidieron la separación del ejército, la mayoría de ellos por haber dispuesto indebidamente del dinero de sus cajas.

La corrupción estaba tan extendida que afectaba a todos los estamentos y beneficiaba a demasiados en mayor o menor medida, en función del escalafón. De ahí, la displicencia reglamentaria.  El Expediente Picasso recoge el peculiar caso del auxiliar de Intendencia Julio Lompart que, durante el asedio de Zeluán, “realizaba la venta a dinero, tanto a soldados como a unidades, de los artículos del depósito de víveres a su cargo”. En Zeluán sobrevivieron muy pocos. No fue el caso de Lompart que, sin embargo, murió con la satisfacción de haber hecho una buena caja.

Una práctica muy frecuente, casi rutinaria, era la de tasar los convoyes de mercancías duplicando el coste real. En el territorio había numerosos destacamentos y guarniciones que requerían de avituallamiento periódicamente.  En Meserah, una de tantas posiciones, se consumían semanalmente cerca de 500 cargas y mientras la contabilidad oficial valoraba cada carga en 36 pesetas, el coste real era de 19,85 pesetas. A medida que se ascendía en la jerarquía, los negocios eran más rotundos y voluminosos.

ESPAÑA TIENE EL DUDOSO HONOR DE HABER SIDO EL PRIMER PAÍS EN BOMBARDEAR DESDE EL AIRE CON GAS MOSTAZA ADUARES, ZOCOS EN DÍAS DE MERCADO Y CABILAS RIFEÑAS

Incluso, la prensa de la época se hizo eco de un escándalo que estalló en el Parque de Larache y al que se dio amplia cobertura a lo largo del juicio. El diario La Voz señalaba que “en Larache se repartían algunos oficiales de Intendencia de los que manejan fondos, del más alto al más bajo, la cantidad de 300.000 pesetas mensuales que obtenían haciendo diversos equilibrios y operaciones”. Eso que actualmente se denominaría contabilidad creativa. La cantidad mensual a repartir entre los socios era considerable habida cuenta que el sueldo de una capitán era de 600 pesetas y el negocio llevaba algunos años funcionando. Los comandantes Muñoz Calchineri, director del Parque, y José García Restrebada, Jefe de Administración, los capitanes García Bremón, Jordán y Rodríguez Aller, el comisario de Guerra Francisco Montes del Castillo, entre otros, se repartían entre 40.000 y 20.000 pesetas cada mes. Durante el proceso, la prensa reveló detalles de las fastuosas vidas de los imputados, como la del comandante Montes del Castillo, que ni siquiera vivía en Larache sino en Tánger, en la lujosa Villa Porchet, con numerosa servidumbre y una flotilla de coches de lujo o la del capitán Jordán que se pasaba meses en Puerto de Santa María, donde vivía su amante, y en Ronda, donde poseía una finca valorada en tres millones de pesetas.

Mientras tanto, morían los soldados, galeotes de la patria, en el Kert, en Abarrán, en Arruit o en Nador. El soldado Viance, protagonista de la novela Imán, de Ramón J. Sender, define crudamente su condición: “Nosotros somos lo que en la prensa y en las escuelas llaman héroes. Llevar sesos de un compañero en las alpargatas, criar piojos y beber orines: eso es ser héroes. Yo soy un héroe. ¡Un héroe!”.

El expediente Picasso

El Desastre de  Annual fue un sacrificio inútil de miles y miles de hijos de la clase trabajadora y jóvenes campesinos que conmocionó  la sociedad española hasta el punto que el ministro de la Guerra, vizconde de Eza, se vio obligado a enviar al general Juan Picasso a Melilla para investigar los hechos y depurar responsabilidades. Tras nueve meses de recabar documentación y testimonios surge el llamado Expediente Picasso, 2500 folios de honestidad y de memoria que retratan el pozo infecto en que se había convertido la Comandancia General de Melilla con responsabilidades que apuntaban al propio Alfonso XIII.

Las conclusiones contemplan un cúmulo de incongruencias estratégicas, errores militares, desidia ante la corrupción y decisiones equivocadas. Desde la insensata ofensiva del general Silvestre, Comandante General,  que desguarneció numerosas posiciones a la pusilanimidad del general Berenguer, Alto Comisario, que negó la ayuda a los destacamentos sitiados. De la ubicación de las posiciones, en altozanos, sin aljibe ni depósitos de víveres ni municiones, que convertiría las aguadas en un siniestro pimpampum que teñiría las aguas de sangre, a la instrucción de la tropa llevada al matadero, que “no conocían el manejo del arma, no habían salido nunca al campo, según sus propias manifestaciones, ni hecho práctica de fuego”, según relata el cabo Antonio Padró. Y todo ello bajo la sombra fúnebre de los 14.000 muertos contabilizados en el expediente.

A pesar de las limitaciones que se le impusieron, como la prohibición de acceder a documentación, correspondencia o informes que involucraran al Alto Estado Mayor y al rey, el general Picasso no pudo evitar incluir al general Dámaso Berenguer, Alto Comisario y máxima autoridad en el Protectorado, en el listado de 39 oficiales -20 de ellos superiores al grado de capitán- que debieran ser sometidos a juicio ante un tribunal militar. Una lista que, pocos meses después, aumentaría hasta 77 jefes y oficiales.

Cuando se hizo público el Expediente Picasso las calles estallaron de indignación y en el Congreso de Diputados se constituyó una comisión parlamentaria para depurar responsabilidades.  Pero en septiembre de 1923, una semana antes de la reunión prevista de la comisión investigadora en las Cortes, el general Primo de Rivera da un golpe de estado e instaura la dictadura, con el aplauso del rey Alfonso XIII, que respiraría aliviado. Una de las primeras medidas que tomó fue la de amnistiar a los militares que habían sido procesados, incluido Berenguer, y zanjar así la cuestión de Annual. Aunque el Protectorado seguiría siendo un matadero. En diciembre de 1924, y con el dictador asumiendo el mando en África, la retirada de Xauen enterraría 2.000 muertos más en el cementerio del Rif.

Dice la historia que Dámaso Berenguer fue nombrado Jefe de la Casa Militar del rey y, posteriormente, Jefe del Gobierno, sucediendo a Primo de Rivera. La vida seguía y la venganza no tardaría en llegar al Rif: España tiene el dudoso honor de haber sido el primer país en bombardear desde el aire con iperita –el gas mostaza– aduares, zocos en días de mercado y determinada cabilas rifeñas, violando el Tratado de Versalles que prohibía su uso.

La memoria histórica es un ejercicio de simple y elemental  justicia. La omisión, el silencio o el olvido de las atrocidades y las vergüenzas del Rif han falsificado impunemente la historia oficial, la de los héroes que mueren estúpidamente por la patria, la de las banderas al viento hacia la victoria, la de los caballeros del honor, la de los generales gloriosos, la de los desembarcos triunfales. Sin embargo, aquella mortandad, aquellos miles y miles de jóvenes llevados al pudridero merecen un reconocimiento. Eso sería memoria histórica.

La normalización del fascismo

Hitler y Mussolini en Munich, Alemania, el 18 de junio de 1940. Everett Historical / Shutterstock

Autor: John Broich

Fuente: The Conversation, 10/09/2019

¿Cuál es la manera apropiada de informar sobre un fascista?

¿Cómo se debe cubrir el auge de un líder político que va dejando un reguero documental que da cuenta de su anticonstitucionalismo, racismo y enaltecimiento de la violencia? ¿La prensa debe destacar el hecho de que el individuo en cuestión actúa en los márgenes de las normas sociales establecidas o debe, por el contrario, resignarse a transmitir que quien gana unas elecciones es “normal” por definición porque su liderazgo refleja la voluntad del pueblo?

Estas fueron las cuestiones a las que la prensa estadounidense tuvo que hacer frente tras el ascenso de los líderes fascistas en Italia y Alemania durante los años veinte y treinta del siglo pasado.

Líder vitalicio

Benito Mussolini conquistó el poder en 1922, al culminar la marcha sobre Roma secundado por 30.000 camisas negras, y tres años después se declaró líder vitalicio. Aunque estas acciones no casaban con los valores estadounidenses, Mussolini gozaba del trato favorable de los mediosnorteamericanos, que le dedicaron al menos 150 artículos entre 1925 y 1932, la mayoría de ellos en un tono amable, neutral o pretendidamente difuso.

Benito Mussolini se dirige a la multitud durante la ceremonia de inauguración de la ciudad de Sabaudia el 24 de septiembre de 1934. AP Photo

El Saturday Evening Post incluso se atrevió a publicar por fascículos la autobiografía del Duce en 1928. Varios medios, desde el New York Tribunehasta el Chicago Tribune, pasando por el Plain Dealer de Cleveland, reconocían que el nuevo “movimiento Fascisti” empleaba unos “métodos algo duros” al tiempo que elogiaban la salvación de Italia frente a la extrema izquierda y valoraban la revitalización de su economía. Desde la perspectiva de estos medios, el anticapitalismo que surgiría tras la Segunda Guerra Mundial en Europa sería una amenaza mayor que el fascismo.

Curiosamente, mientras la prensa consideraba al fascismo un novedoso “experimento”, cabeceras como The New York Times solían asegurar que el movimiento había devuelto a lo que llamaban la “normalidad” a un país turbulento como Italia.

Por el contrario, periodistas como Hemingway y medios como el New Yorker rechazaron de plano la normalización de una figura antidemocrática como la de Mussolini. Y John Gunther, de Harper’s Magazine, le dedicó un afiladísimo perfil sobre su manipulación de una prensa estadounidense que no era capaz de resistirse a los encantos del dictador.

El “Mussolini alemán”

El éxito de Mussolini en Italia legitimó a los ojos de la prensa estadounidense el ascenso al poder de Hitler, al cual apodaron entre finales de los años veinte y principios de los treinta el “Mussolini alemán”. Dada la positiva acogida al italiano por parte de los medios, Hitler comenzó su andadura desde un punto de partida favorable a sus propósitos. Además, gozaba de la ventaja que le otorgaba el impresionante salto del Partido Nazi en las urnas desde finales de los veinte, cuando era una opción marginal para los teutones, a 1932, año en que ganó holgadamente las elecciones federales.

Sin embargo, parte de la prensa menospreciaba a Hitler al considerarlo poco más que un bufón. Era un “histérico extravagante” de “beligerante discurso” cuya apariencia, según Newsweek, era “caricaturesca” y “recuerda a Charlie Chaplin”. Cosmopolitan, por su parte, afirmaba que era “tan locuaz como inseguro”.

Jóvenes alemanes leen el periódico el 18 de mayo de 1931. AP Photo

Cuando el partido de Hitler vio incrementada su influencia en el Parlamento, e incluso después de haber sido investido canciller en 1933 (alrededor de un año y medio antes de hacerse con el poder de manera dictatorial), numerosos grupos mediáticos estadounidenses vaticinaron que sería desplazado por políticos más tradicionales o que tendría que moderar su discurso. Tenía un séquito de adeptos, sí, pero estaba formado por “votantes fácilmente impresionables” embaucados por “doctrinas radicales y remedios vacuos”, sostenía el Washington Post.

Ahora que Hitler tenía que trabajar con un gobierno, el New York Times y el Christian Science Monitor pronosticaban que los políticos “serios” acabarían con el movimiento nazi. Ya no le bastaría con tener un “agudo sentido del instinto dramático”. A la hora de gobernar, su falta de “sensatez” y su reducida “profundidad de pensamiento” lo dejarían expuesto.

De hecho, el New York Times escribió que la llegada de Hitler a la cancillería solo serviría para “dar cuenta al pueblo alemán de su propia futilidad”. La prensa se preguntaba entonces si Hitler no se arrepentiría de no haber pujado en la carrera por el Gabinete, donde seguramente habría asumido un número de responsabilidades mayor.

Si bien la prensa norteamericana tendía a condenar el documentado antisemitismo de Hitler a principios de los años treinta, se produjeron excepciones notables. Algunos periódicos no dieron importancia a episodios de violencia contra ciudadanos judíos alemanes, de los que aseguraron que se trataba de propaganda como la que proliferó durante la Primera Guerra Mundial. Numerosos diarios y periodistas, incluso aquellos que condenaban la violencia de manera categórica, repitieron una y otra vez, en un esfuerzo por alcanzar la normalidad, que las agresiones eran cosa del pasado.

Los periodistas eran conscientes de que no podían criticarlo con vehemencia si querían seguir teniendo acceso al régimen nazi. Tanto era así que un locutor de la CBS no informó sobre la paliza que sufrió su propio hijo a manos de unos camisas pardas por no haber saludado al Führer. Cuando Edgar Mowrer, corresponsal del Chicago Daily News, escribió en 1933 que Alemania se estaba convirtiendo en “un manicomio”, las autoridades germanas conminaron al Departamento de Estado de los Estados Unidos a llamar a capítulo a sus reporteros. Allen Dulles, quien posteriormente llegaría a ser director de la CIA, trasladó a Mowrer que “estaba tomándose la situación alemana demasiado en serio”. Así las cosas, el editor de Mowrer le buscó un destino fuera de Alemania, ya que temía por su vida.

Hacia finales de la década de los treinta la mayoría de los periodistas estadounidenses se habían dado cuenta del error que habían cometido al subestimar a Hitler o al no ser capaces de visualizar la gravedad de los actos que podía llevar a cabo. No obstante, se produjeron algunas vergonzosas excepciones, como la oda al régimen que compuso Douglas Chandler para el reportaje Changing Berlin de la revista National Geographic en 1937. Por su parte, Dorothy Thompson, que había calificado a Hitler en 1928 como un hombre de una “insignificancia asombrosa”, se percató de su desacierto hacia la mitad de la década siguiente, momento en que, al igual que Mowrer, comenzó a dar la voz de alarma.

“Nadie puede reconocer a un dictador antes de que él mismo se quite la careta”, argumentó en 1935. “No se presenta a las elecciones con la vitola de dictador, sino que pretende representarse a sí mismo como el instrumento de la voluntad nacional”, añadió. Trasladando la lección a Estados Unidos, escribió: “Si tuviéramos un dictador, sin duda aparentaría ser uno de los nuestros y tendría por propósito defender a capa y espada los valores americanos tradicionales”.