La decepción de De Gaulle con Franco.

 

 

Francisco Franco, Máximo Cajal y Charles de Gaulle, en su encuentro en junio de 1970. EFE

Autor:  MARC BASSET

Fuente: El País, 03/07/20188.

El resumen de la reunión, la primera y única entre dos de los generales más célebres del siglo XX, fue breve pero elocuente. “Ah, pero si es un anciano”, contó el general De Gaulle después de ver a Francisco Franco en Madrid. Como si hubiera poco que contar, como si el diálogo entre ambos se hubiera parecido más a un intercambio superficial en una visita de cortesía que al cara entre dos figuras a la historia contemporánea. De Gaulle tenía 79 años; Franco, 77.

El abogado Gregorio Marañón, nieto del ilustre científico y humanista del mismo nombre, aún recuerda cada una de las palabras del estadista francés tras el encuentro de los dos estadistas. Él se encontraba ahí, junto a su padre, Gregorio Marañón Moya, y su tío, Tom Burns. Pasaron un buen rato hablando los cuatro. El lugar del encuentro fue el Cigarral, la finca de los Marañón en las afueras de Toledo. El día, el 8 de junio de 1970, después de haber comido en El Pardo De Gaulle y Franco. “A Franco le dedicó tres palabras”, dice Marañón.

Hacía un año que De Gaulle —el líder de la Francia libre contra la ocupación nazi, el fundador de la V República, el estadista que quiso devolverle la grandeur a su nación y cayó arrastrado por la onda expansiva del 68— había abandonado el poder. Franco —el sublevado que ganó la Guerra Civil con la ayuda por los nazis, el proscrito de lo que entonces no se llamaba comunidad internacional, que lo acabó tolerando por las necesidades de la Guerra Fría— llevaba más de tres décadas en el poder. De Gaulle había emprendido junto a su mujer y un ayudante un viaje privado por aquella España, mitificada por él, de Don Quijote y Carlos V. Y Franco no había desaprovechado la ocasión para agasajarlo, en la medida que el esquivo general lo permitió.

El encuentro es un episodio poco conocido en la biografía de ambos. Un libro recién publicado en Francia lo aborda e imagina qué ocurrió.

En Un déjeuner à Madrid (Un almuerzo en Madrid), el periodista Claude Sérillon, conocido presentador de telediarios y asesor durante un tiempodel presidente François Hollande, especula con qué pudo pasar aquel mediodía en el Pardo, la residencia del dictador.

“Estos dos personajes de la Historia, en campos opuestos, personalidades con parecidos y diferencias, ¿qué pudieron decirse? Mi libertad de novelista era hacer esto”, dice Sérillon. “Es posible que se conformasen con lugares comunes, y charlasen sin más, pero quise imaginar, un poco como en una obra de teatro, que en confrontación fueron un poco más allá”. Y añade: “En la voluntad del general de ir a ver a Franco, había el deseo de ver la cara a su enemigo pero también de medirse a otro personaje de la historia”.

El debate es si la conversación fue un cúmulo de banalidades protocolarias o si llegaron a tratar cuestiones sustanciales. Marañón, que escuchó a De Gaulle resumir la reunión con el escueto “…pero si es un anciano”, cree que la frase es reveladora. “Él fue a ver a este militar ilustre, y se encontró a un anciano decrépito que no hablaba”, dice Marañón, que entonces tenía 28 años.

Como en los buenos misterios, hay un tercer hombre en el duelo entre Franco y De Gaulle. Y es quien aporta la solución: no hacía falta fabular para conocer detalles de la reunión.

El tercer hombre es Máximo Cajal (1935-2014), entonces un joven diplomático, que estuvo presente. Cajal contó el episodio en sus memorias, Sueños y pesadillas. Memorias de un diplomático (Tusquets, 2010), fuente que Sérillon no tiene en cuenta. Allí explica que el ministro de Exteriores, Gregorio López Bravo, le encargó una doble misión: hacer de intérprete y tomar notas. Recuerda que, ya en la reunión, cuando De Gaulle le vio apuntando, le “fulminó con la mirada”.

Franco, escribe Cajal, tenía la “voz débil y fatigada, difícilmente audible”. Hablaba poco: parecía impresionado. El francés le dijo a Cajal: “Él es el general Franco, es mucho; yo era el general De Gaulle, era suficiente”. Y añadió: “Pero era otra época”.

De Gaulle, el enemigo de Hitler y el liberador de Francia, declaró su admiración por Franco, al haber «sabido mantener a España al margen de conflictos internacionales, de tal forma que sobre todo había primado el interés de su país”. Coincidieron en otros puntos. “Yo he debilitado mucho a los partidos políticos, pero no los he destruido”, dijo De Gaulle. “Sucede que en un Estado de opinión los partidos políticos existen, pero pugnan por debilitar al país; luchan contra su unidad”, corroboró Franco.

La conversación duró 45 minutos. Después De Gaulle y Franco fueron a almorzar. Por la tarde, los De Gaulle viajaron a Toledo. El expresidente francés rechazó dormir en Madrid invitado por Franco, y la embajada francesa hizo las gestiones necesarias para que se hospedasen en una residencia privada, escribe Gregorio Marañón en su libro Memorias del Cigarral (Taurus, 2015).

Vista la altura de De Gaulle, 1,96 metros, tuvieron que traer una cama del Parador de Toledo, porque no cabía en las del Cigarral, recuerda Marañón. La impresión no se le ha borrado. “Es la sensación de estar hablando de un personaje de dimensiones históricas que era consciente de ello. En el gesto, en la mirada, en la palabra”, dice.

De Gaulle murió seis meses después —cinco años antes que Franco— sin poder realizar su otro gran sueño, además de viajar a España: conocer China.

MALRAUX Y MAURIAC LO VIVIERON COMO UNA OFENSA

La vista del general Charles De Gaulle a Franco en junio de 1970 decepcionó a dos de los intelectuales más próximos, André Malraux y François Mauriac. Malraux, que combatió contra Franco en la Guerra Civil y fue ministro de Cultura del general, declaró a Jean Lacouture, biógrafo de De Gaulle, que si De Gaulle hubiese visitado al dictador español siendo aún presidente de Francia, él hubiera dimitido. Mauriac escribió: “Me dejó helado. Lo sufrí como una ofensa”.

Para De Gaulle, retirado del poder, el viaje a España fue un ejercicio de ambigüedad. Así explicó la conversación de El Pardo al periodista Michel Droit: “Debí de decirle algo así como: ‘A fin de cuentas, usted ha sido positivo para España’. Y usted sabe bien lo que este ‘a fin de cuentas’ sobreentendía…”. Y añadió: “Pues sí, positivo, pese a todas las represiones, todos los crímenes. Stalin también los cometió, e incluso mucho más…”.

Lacouture cuenta en la biografía esta y otras anécdotas sobre un viaje y una reunión que fueron quizá el último acto político de un gigante del siglo XX. Con su esposa, Yvonne, visitaron Santiago de Compostela, Ávila, Madrid, Toledo, Jaén, Córdoba… Jean Mauriac, periodista de la agencia France Presse (e hijo de François Mauriac) que cubrió la visita, escribió: “Al general le gustó, en España, la rudeza del clima, la austeridad de los sitios, el aislamiento de los pueblos que, en el curso de los siglos, determinaron el carácter nacional”.

Cuando Castro quiso fichar a Bardem.

Fuente: El Mundo, 21/04/2018

Autor: Matías Rebolledo.

Corría el mes de abril de 1959. Una máquina de escribir recién comprada estampa letra a letra, mancha a mancha, una carta tan curiosa como descriptiva del tiempo en el que fue concebida. El destinatario es Juan Antonio Bardem, hermano de Pilar y tío de Javier, uno de los guionistas más importantes de la historia del cine español y reconocido miembro del Partido Comunista de España: «(…) Buenos días (la verdad es que no ha habido malos días) y un pisar más firme que el que se estila por acá. Y el recuerdo de 6 horas estupendas en La Habana, donde el Director General de Cine es nuestro amigo Alfredo Guevara quien, con otros, vino a recibirme». El remitente es Ricardo Muñoz Suay, quien luego fundaría la Filmoteca Valenciana y que termina la frase: «Objetivo número 1 de Fidel en el cine: hacer un film con Bardem».

En esa época, J.A. Bardem acababa de colaborar con Suay para rodar Sonatas, una de sus películas más reconocidas como director junto a la celebrada Los inocentes, ya de 1962. En Cuba, la revolución liberada por Castro para derrocar a Batista llevaba apenas tres meses en pie y España vivía en los albores de la reforma económica de la dictadura de Franco que se materializaría en la década de los 60. «Solo lo nuestro, para nosotros, es la salida», escribe Suay. Ello también significa el gusto de Fidel Castro y los suyos por el cine, no en vano y con el aperturismo, por su cine privado de La Habana pasaron Steven Spielberg, Sean Penn, Kevin Costner o su «amigo» Oliver Stone.

Por si fuera poco, la carta describe el proyecto de película de manera tan minuciosa que uno se pregunta por qué no llegó a realizarse. Con fecha de envío del 2 de abril, Suey asegura haber hablado con Lucía Bosé para que la dirigiese y que esta cuenta con el «permiso» de su marido, Luis Miguel «Dominguín». Toros, comunismo, franquismo, cine, exilio y la promesa de una gran película sobre la revolución cubana: «Si sábado lo resuelvo te mandaría un cable a la dirección de Hollywood que tú debes enviarme». La historia del cine español, negro sobre blanco.

Esta carta es una de las joyas que presenta la exposición Memorias de Luz. Historia del cine español en la Filmoteca Valenciana que acogerá hasta el 3 de junio la sede central en Madrid del Instituto Cervantes. Fundada hace ahora tres décadas por Suay, la institución que vela por el cuidado de la producción cinematográfica valenciana organiza la muestra en colaboración con el Institut Valencià de Cultura: «La idea era condensar el primer siglo de historia de nuestro cine en una exposición con todo nuestro patrimonio no fílmico», afirmó su director general, Abel Guarinos.

Más allá de las curiosidades y piezas de colección cinéfilas como la misiva antes citada o el plan de rodaje de Bienvenido Mr. Marshall (película en la que Bardem escribió el guion junto a Berglanga), en la exposición se podrá disfrutar de hasta 62 carteles originales de la historia del cine patrio. El visitante se encontrará con la mirada furtiva de Catherine Deneuve en la Tristana de Luis Buñuel, o con el mismísimo Charles Chaplin caracterizado como un torero en su adaptación de Carmen. A todo color y en gran formato.

Comisariada por Nieves López Menchero, responsable del fondo de la Filmoteca, Memorias de Luz es una retrospectiva tan bien cuidada como frágil: «Hemos tenido que superar muchos años de vicisitudes políticas y económicas para poder mostrarlo. De hecho, después del trabajo de restauración el papel es muy frágil y han tenido que seleccionarse tipos de cristal muy concretos para exponerlos sin dañarlos más y que puedan ser disfrutados por los ciudadanos, que es a quien pertenece este patrimonio», afirmó.

La muestra, que estará abierta al público hasta principios del mes de junio, se completa con varios bocetos y grabados de grandes producciones españolas de la década de los cincuenta o catálogos del NO-DO restaurados para su exposición.«Una de las cosas más interesantes que se puede observar es cómo cambian los reclamos durante el Gobierno de la República, con la Guerra Civil y con el Franquismo», aseguró la comisaria. Se fue Fidel, se fue Bardem y se fue Suay, pero aquella carta y el legado fílmico que dejaron ya forma parte del patrimonio cultural.

El día que Franco entró en Catalunya

La popular Calle Mayor de Lleida protegida con sacos terreros de las balas que el Ejército Popular disparaba desde el otro lado del río (Fons Porta / Servei Audiovisuals)

Fuente: La Vanguardia, 01/04/2018 23:52 | Actualizado a 02/04/2018

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El 27 de marzo de 1938, las tropas de legionarios y marroquíescomandados por el general Yagüe entraron por la mañana en Barbastro y Fraga y hacia el final del día tomaron Massalcoreig, la primera localidad catalana ocupada por el ejército franquista. Yagüe había roto las defensas republicanas y después de atravesar el Cinca tenía muy claro su próximo objetivo, conquistar Lleida para la España de Franco. Mañana, 3 de abril, se cumplen 80 años de aquella batalla que significó la irrupción por la fuerza de las armas de un nuevo régimen político. La caída de Lleida significó para el bando republicano la certeza de que la guerra no podía ganarse. Los franquistas pronto llegarían al mar por Vinaròs y aislarían Catalunya, desde el margen izquierdo del Segre por el oeste y del Ebro por el sur. Según los historiadores, Yagüe quería atravesar el Segre y avanzar hacia Barcelona, pero Franco se lo impidió. La guerra aún duraría otro año.

El mismo día 27 de marzo, los aviones italianos y alemanesbombardearon Lleida sin piedad, acción que repitieron el día 30 con el ánimo de debilitar la moral combativa. Buena parte de la población civil optó por abandonar la ciudad, y de estos, muchos se refugiaron en pueblos vecinos o en torres de la huerta. Lleida quedó desierta y con grandes columnas de humo y polvo, sin agua, ni luz, derruidos numerosos edificios oficiales y en la práctica, inhabitable en buena parte del centro histórico. Cuando las bombas dejaron de caer, llegó la 46ª División, comandada porValentín González, conocido como El Campesino , al que se había encargado, junto a otros batallones, la defensa de Lleida.

Aviones italianos y alemanes habían bombardeado antes la ciudad intensamente

La resistencia republicana en los campos alrededor de la capital consiguió frenar el avance durante cinco días, a costa de numerosas bajas causadas por la artillería nacional, la aviación y también unidades de carros de combate. Yagüe concentró sus fuerzas por la carretera de Zaragoza y así el día 2 de abril conseguían tomar la colina de Gardeny al mismo tiempo que otras columnas se infiltraban por la carretera de Huesca.

Según el historiador Joan Sagués, autor de La Lleida vençuda i ocupada del 1938 (Pagès Editors), “los combates fueron muy intensos, calle por calle, casa por casa, y los republicanos ya estaban preparados para lo peor, así que incendiaron varias casas en el centro y con el Tabor Ifni Sahara y la 43 Bandera de la Legión pisándoles los talones pasaron al margen izquierdo del Segre y dinamitaron el Pont Vell, aunque hay otras versiones que aseguran que sólo dinamitaron el del Ferrocarril”.

La caída significó para el bando republicano la certeza de que la guerra no podía ganarse

La voladura se produjo una media hora después de que los soldados franquistas izaran la bandera rojigualda en la Seu Vella y se desplegaran por el centro urbano histórico. El río era la tierra de nadie que dividía el frente de guerra. Los republicanos pasaron de defender la ciudad a disparar sobre ella. La República había perdido Lleida, pero la ocupación franquista no trajo la paz, pues el frente todavía permanecería activo nueve meses más, hasta Navidad.

La tarde del domingo 3 de abril, el general Yagüe tomó posesión de la Comissaria de la Generalitat en Lleida, la actual Diputación, y tras izar la bandera en el balcón, dio un discurso a los escasos leridanos que habían salido de sus refugios. “Vengo en nombre del Caudillo a daros el pan, la paz y la justicia”.

La caída de Lleida fue considerada una “resistencia heroica” por la prensa republicana, mientras que los diarios de la zona nacional resaltaban que “Lérida volvió el ­domingo a ser de España”, según recoge Sagués en su libro. La es­trategia seguida por El Campesino fue criticada incluso por cama­radas comunistas, como José del Barrio, que, en sus memorias, le acusa de abandonar su puesto, ­escudándose en que se encontraba enfermo. Está confirmado que Valentín González marchó de Lleida mucho antes de la voladura del puente y que fue trasladado a Barcelona en ambulancia.

La fotografía, de autor desconocido, es el único documento gráfico de los combates entre republicanos y franquistas por las calles de Lleida
La fotografía, de autor desconocido, es el único documento gráfico de los combates entre republicanos y franquistas por las calles de Lleida (Arxiu fotogràfic/Ateneu Popular)

Las calles de Lleida se llenaron de soldados y al día siguiente de la ocupación, la población civil empezó a congeniar con los conquistadores. Detrás del Estado Mayor de Yagüe viajaba una numerosa comitiva de periodistas, españoles y extranjeros. Entre ellos cabe destacar el tándem formado por Víctor Ruiz Albéniz, que firmaba con el seudónimo de El Tebib Arrumi, abuelo del exalcalde de Madrid Alberto Ruiz Gallardón, y el fotógrafo José Demaría, más conocido como Campúa. La crónica de El Tebib Arrumi describe una ciudad “con muy poca gente” y destrozada por la “iracundia” del enemigo “sobre todas las iglesias y la magnífica catedral”. También explica que algunas zonas son peligrosas por los disparos republicanos desde el otro lado del río y se refiere a El Campesino, que “escapó ayer tarde a las seis, acreditándose como discípulo de Prieto a costa de tanta fuga como va practicando”.

A su vez, las fotos de Campúa muestran cadáveres por las calles, casas abiertas por las bombas y el encuentro entre la población que saluda brazo en alto, además de muchos soldados con guitarras y botellas de vino. Un compañero de fatigas de Ruiz Albéniz y Campúa siguiendo la campaña de Yagüe es el barman Perico Chicote, que se encarga de la intendencia de los periodistas y del propio general. Campúa lo fotografía paseando por una ciudad y bebiendo vino, celebrando la victoria.

Pese a la ocupación franquista, el frente aún seguiría activo nueve meses más

La normalización de la vida ciudadana y de los servicios públicos era muy difícil al estar la ciudad en primera línea de fuego y el retorno de los vecinos fue escalonado. Paralelamente se inició una dura represión que conllevó el uso de varios edificios religiosos y la propia Seu Vella como cárceles, el espacio previo al juicio sumarísimo y en su mayoría al pelotón de fusilamiento. Según Joan Sagués, “los nueve ­meses posteriores a la ocupación fueron de duros combates en todo el frente del Segre, como el de la masacre del Merengue, en la cabeza de puente de Balaguer, donde centenares de soldados de la denominada Quinta del Biberón cayeron muertos por las ametralladoras de una columna falangista”. Es muy posible que la caída de Lleida fuera uno de los hechos bélicos que llevaron a Màrius Torres a componer tal vez su poema más famoso, La ciutat llunyana, una reflexión íntima sobre la derrota y la destrucción de “la ciutat d’ideals que volíem bastir”, y como reconstruirla con la esperanza. “Ja no ens queda quasi cap més consol que creure i esperar la nova arquitectura amb què braços més lliures puguin ratllar el teu sòl”.

Con un trozo de Catalunya en sus manos, Franco firmó el día 5 de su puño y letra la derogación del Estatuto de Autonomía y tres días después fusilaba a Manuel Carrasco i Formiguera. Juan Negrín tuvo que formar un nuevo Gobierno con un programa de trece puntos para negociar la paz. “Resistir es vencer”.

El ludismo: la sublevación del hombre contra las máquinas.

Autor: Eduardo Montagut

Origen: nuevatribuna.es

La aplicación de los nuevos inventos de las máquinas en la industria textil provocó un claro empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores en la Revolución Industrial: bajada de salarios y aumento del paro. Una máquina podía hacer más trabajo que el que hacían los trabajadores y se podían bajar los sueldos a los que no era despedidos. Así pues, no parece extraño que los trabajadores expresaran su descontento destruyendo la maquinaria, en la primera fase del movimiento obrero, en el proceso de toma de conciencia de clase. Se pretendía presionar a los patronos para evitar despidos, mejorar las condiciones laborales y buscar aumentos de salario. Hobsbawm denominó a esta etapa la de la “negociación colectiva a través del motín”. Estas acciones tenían algún grado de organización, aunque muy rudimentario. Los trabajadores enviaban comunicados amenazadores a los empresarios antes de una acción violenta contra las máquinas. Siguiendo una vieja tradición, eran firmados con el nombre de Ned Ludd, un legendario calcetero que, supuestamente, fue el primero en romper el bastidor de un telar. Ese es el origen del nombre de este movimiento- ludismo- y que se refiere, por tanto, a las acciones organizadas por los trabajadores ingleses en los últimos decenios del siglo XVIII y primeros años del siglo XIX, contra las máquinas. Acciones parecidas se produjeron en el resto de Europa.

La primera medida contra la destrucción de máquinas y fábricas se dio en 1769 con una ley aprobada por el Parlamento inglés. Estos delitos serían castigados con la pena capital. Los trabajadores elevaron protestas al parlamento para que se prohibiese el empleo de las máquinas. Al no conseguir ninguna respuesta positiva a sus demandas, se reanudaron las destrucciones en los primeros decenios del siglo XIX. Como el movimiento alcanzó una enorme dimensión, el gobierno inglés respondió con el empleo del terror. En 1812 se generó, al respecto, un intenso debate parlamentario. Lord Byronpronunció un discurso contra el proyecto de ley, pero de nada sirvió. La ley castigaría con la pena de muerte, como antes, las destrucciones.

En España también se dio el fenómeno de la destrucción de máquinas e incendios de fábricas en los albores del proceso de industrialización. Las primeras manifestaciones de ludismo en España tuvieron lugar en Alcoy en el mes de marzo de 1821, en plenoTrienio Liberal. Los tejedores ocuparon la ciudad y una multitud destruyó muchas máquinas, exigiendo al Ayuntamiento que se desmontasen las que quedaban. Estos hechos provocaron la intervención del ejército. Las Cortes tomaron la decisión de indemnizar a los fabricantes. Las autoridades quisieron ver la mano de la reacción absolutista detrás de esta violencia pero, en realidad, fue el primer episodio de odio hacia una tecnología que podía afectar al salario y al empleo. El siguiente episodio tuvo lugar en Camprodón, al destruirse máquinas de hilar y cardar. Se detuvo a algunos de los responsables y cuatro de ellos fueron juzgados. También se produjeron sucesos semejantes en Segovia y otras localidades.

Ante esta sucesión de acontecimientos y para evitar su reproducción se dictó la Real Orden  de 24 de junio de 1824, ya restaurado el absolutismo fernandino y que fue obra del ministro Luis López Ballesteros. La disposición establecía tres medidas. La primera de ellas podría ser calificada de pedagógica, ya que ordenaba a las autoridades locales, religiosas y militares de los distintos lugares que instruyesen a los parados sobre los beneficios que proporcionaba la introducción de la tecnología. La segunda medida era claramente punitiva porque advertía que si se repetían los desórdenes se abrirían procesos judiciales y se dictarían severas penas. Por fin, la tercera medida tenía un componente social. Había que procurar emplear a los parados en caminos, obras públicas y trabajos comunitarios.

Pero esta orden no frenó los incidentes. En aquel momento el problema tenía que ver con la cuestión del alargamiento de las piezas textiles. La introducción de la maquinaria permitía producir más piezas en menos tiempo. Los patronos pretendían que se aumentase el largo de las piezas y, de ese modo, pagar menos salario, ya que éste se abonaba por pieza, además de poder despedir a una parte de los trabajadores. Por eso el ludismo prendió tanto entre los obreros que seguían teniendo trabajo como entre los que se quedaban sin él. Ante el aumento de los conflictos a finales de los años veinte en Barcelona, las autoridades obligaron a imponer a los fabricantes un límite para el largo de las piezas. Esto ocurría en 1827, pero los empresarios no hicieron mucho caso a esta disposición. Los tejedores protestaron y la Comisión de Fábricas no atendió las demandas. Al final, en 1831 la autoridad intervino para intentar evitar los conflictos e impuso un máximo para el largo de las piezas.

Pero la medida del límite del largo tampoco frenó la conflictividad social, especialmente en Barcelona. En 1834, los obreros protestaron ante el capitán general por la bajada de los salarios y los despidos. Los patronos contestaron en la Comisión de Fábricas que no estaban bajando los salarios y acusaron a los obreros de holgazanería. Las quejas continuaron al año siguiente.

En 1835 se produjo uno de los hechos más conocidos de este fenómeno de destrucción de máquinas, aunque debe ser enmarcado en un contexto más amplio de fuerte agitación social y política, con el gobierno de Toreno y la Milicia Nacional enfrentados, en pleno auge de la guerra carlista y con la primera quema de conventos de la Historia contemporánea española. Nos referimos al incendio de la fábrica “El Vapor” de Bonaplata y Cía, el día 5 agosto. En los días sucesivos fueron ejecutados cuatro de los responsables y encarcelados otros muchos. Es curioso comprobar que la prensa de Barcelona se lanzó contra estos hechos y no tanto contra la quema de conventos. Muchos empresarios se asustaron y no instalaron las máquinas que habían comprado, aunque muchos otros decidieron aumentar de nuevo la longitud de las piezas. El jefe político de Barcelona dictó un Bando obligando a los fabricantes a cumplir lo que se había establecido sobre el largo de las piezas textiles en el año 1831, pero dejó muy claro que se arrestaría a los obreros que se moviesen bajo el pretexto de que el fabricante no cumplía lo estipulado. Además se creó una Comisión mixta que debía inspeccionar las fábricas y con el fin de resolver los conflictos laborales. Pero en junio de 1836 losobreros de Sabadell intentaron destruir máquinas. En estos momentos comenzó a superarse esta etapa del movimiento obrero español porque empezó a tenerse conciencia de la importancia de luchar por el reconocimiento del derecho de asociación, aunque siguió habiendo algunos episodios de ludismo.

Sixto Cámara (1824-1859), un aldeano revolucionario

Fuente: Anatomía de la Historia.

Autor: Roberto Pastor Cristóbal, 13/05/2015

El siglo XIX es el momento de las grandes revoluciones pero también, y valga la obviedad, el de los héroes revolucionarios.

En la época del romanticismo se elevaron los espíritus y pasiones, contribuyendo a forjar los grandes mitos nacionales encarnados en acontecimientos y personajes. Así nació la Historia como disciplina formalizada, para contar las grandes hazañas que habían llevado al hombre hasta el camino del progreso. El recuerdo es, sin embargo, selectivo y a pesar de que poseemos crónicas y biografías que narran multitud de hechos únicamente algunos han prevalecido en la memoria de las naciones europeas.

La Rioja dio al liberalismo español a Salustiano de Olózaga (1805-1873) y a Práxedes Mateo Sagasta (1825-1903). Mas en un humilde pueblo de la ribera del Ebro nació un quizás más desconocido pero no menos singular protagonista de grandes sucesos en la convulsa etapa decimonónica española. Hablamos de Sixto Cámara, un socialista utópico español.

La forja de un rebelde

Sixto Sáenz de la Cámara y Echarri nació el 6 de agosto de 1824 en Aldeanueva de Ebro (actualmente, en la comunidad autónoma de La Rioja), un pueblo con una gran historia en movimientos y hombres contrarios al statu quo. Fue hijo de Escolástica Echarri y de Saturio Sáenz de la Cámara, quien había sido escribano del ayuntamiento y alcalde en pleno final del Trienio Liberal (1823). La familia era humilde y poca formación pudo darle pero sí le inculcaron el ardor de la lucha, y en plena adolescencia se alistó en una milicia para combatir al carlismo. La Rioja era tierra fronteriza entre el bando cristino o liberal y los absolutistas partidarios de Carlos, hermano de Fernando VII.

Sixto Cámara nació, vivió y murió en plena época de transformación de España, a todos los niveles. Políticamente se estaba constituyendo un régimen liberal-burgués basado en la constitución de un nuevo Estado controlado por oligarquías. Un control al servicio del régimen de la propiedad, nuevo definidor del sistema social. Débil pero constante fue el cambio económico con una agricultura que debía orientarse al mercado capitalista y una frágil industrialización periférica. Madrid aunaría todos estos cambios y además, quizás junto a Barcelona, se convertiría en el gran epicentro de los acontecimientos y de las nuevas ideas que venían de Europa.

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Los españoles que defendieron la URSS.

Soldados españoles que lucharon del lado de la URSS.

Autor: LEONCIO SORIANO

Fuente:  Diario Público.

Muchos de ellos habían soñado con verla al menos desde hace tres años, también noviembre de 1936 cuando conocieron a los primeros soviéticos, vieron los chatos y los moscas, como llamaban en España los cazas I-15 e I-16, los tanques T-26 y BT-5.

Algunos ya habían estado aquí hace dos años, nada más llegar a la URSS. Entonces, inundada por multitudes, risa, color y alegría, la Plaza Roja les pareció mucho más pequeña de lo que imaginaban por las fotos y sus imágenes de cine. Ahora, cubierta por la nieve y la oscuridad, sumida en el silencio, se hacía inmensa. Parecía increíble que a contados kilómetros estuvieran las columnas acorazadas alemanas. Igual que hace cinco años en España, las avanzadas fascistas estaban a contados kilómetros del corazón de Rusia y la presencia de la unidad española en la Plaza Roja era prueba de la confianza que gozaban en la URSS los «españoles de Stalin».

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Las claves del documento que revela cómo fue asesinado Lorca.

Documentos policiales de 1965 prueban el asesinato de Lorca por homosexual y masón

Autor: Diego Barcala,

Fuente: El Diario, 23/04/2015.

El relato que la Policía franquista hizo en 1965 de los últimos días de vida de Federico García Lorca, difieren poco de lo que los investigadores han revelado hasta ahora. Pero los detalles, en un suceso tan nebuloso, han revuelto el estómago del mundo lorquiano. El documento del Ministerio de Gobernación revelado en exclusiva por eldiario.espone sobre la mesa tres nuevos asuntos. Primero, resulta que el poeta fue fusilado solo con otra persona y no con otros tres como se creía. Segundo, fue enterrado «a flor de tierra». ¿Quién dijo esto al policía que tuvo que redactar este informe? ¿Fue Manolo Castilla el comunista al que ahora creíamos como su enterrador? ¿O había otras fuentes entre el piquete que le mató de madrugada en agosto de 1936? Y tercero, según la Policía, fue «pasado por las armas» tras «haber confesado», no sabemos qué, pero las especulaciones se disparan.

El informe elaborado en 1965 a petición de la Embajada española en París y con el permiso de Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, es gasolina para la especulación, pero afianza los cimientos de la teoría del asesinato ideológico. Lorca fue asesinado por rojo y por homosexual. Nada de disturbios de guerra, ni balas perdidas, ni rencillas personales. Pese a lo que dijo durante 40 años el franquismo, Federico García Lorca, fue un asesinado ideológico. El documento, 29 años posterior a su muerte, sigue aludiendo como delito la homosexualidad que califica como «aberración». La propia sobrina nieta del poeta, enemistada con el hispanista Ian Gibson por el empeño de este en encontrar sus restos pese a la oposición familiar, aseguraba que la alusión a que el poeta fue detenido por homosexual «no tiene sentido».

La cuestión homófoba, que ahora conocemos en un documento oficial, afianza la investigación histórica y lo que apuntaban los miles de rumores de la ciudad nazarí. Una de los episodios sin confirmar, que los testigos granadinos fueron narrando uno a uno a los hispanistas extranjeros que acudieron en busca del poeta a lo largo del siglo XX, sitúa a uno de los asesinos en el bar Pasaje. Se trata del abogado derechista Juan Luis Trescastro que pocas horas después del asesinato le confiesa en voz alta: «Yo mismo le he metido dos tiros por el culo por maricón» (El hombre que detuvo a García Lorca. Ian Gibson. Editorial Aguilar).

Error en los nombres

La fiabilidad del documento ahora encontrado merma cuando se cita al Gobernador Civil de Granada en 1936, Juan Valdés Guzmán. El documento cambia su nombre por el de Miguel. Un error impropio puesto que Juan Valdés era un hombre famosísimo en Granada. «Al que conocía todo Dios», como resume el propio Gibson al conocer el hallazgo documental. Juan Valdés es a quien acusó Ramón Ruiz Alonso, el supuesto urdidor de toda la detención, de haber dado la orden.

Dicho esto, estremece la seguridad con la que la Policía de 1965 asegura que fue fusilado solo con otra persona. Hasta ahora, las diferentes investigaciones daban por ciertas las informaciones que decían que Lorca fue enterrado junto a dos banderilleros anarquistas (Joaquín Arcollas y Francisco Galadí) y el maestro republicano Dióscoro Galindo. Tan cierta fue tomada esta cuestión que toda la vía judicial y administrativa iniciada para encontrar los restos del poeta se ha basado en el derecho de los familiares de los supuestos acompañantes de fosa del poeta.

A flor de tierra

Desgraciadamente, el documento no aporta alguna pista clave sobre el paradero exacto de los restos. «A dos kilómetros de Fuente Grande», es toda la precisión que aporta la Policía. Pero el redactor del informe añade cuatro palabras inquietantes: «A flor de tierra». Es decir, según lo que se sabía en 1965 del entierro, no se hizo a gran profundidad. Este aspecto reabre multitud de especulaciones. Por ejemplo, la que a grito en cielo lanzó Gibson cuando fracasó la operación de búsqueda de Lorca junto al monolito. El hispanoirlandés alertó de que una investigación de los años 80 sobre las obras del parque Federico García Lorca en Alfacar (junto al lugar donde se buscó), incluía el testimonio de un albañil que aseguró haber guardado unos huesos bajo la fuente central después de haberlos encontrado en un movimiento de tierra. Y otro detalle más. Junto al monolito donde sólo se encontraron rocas en el subsuelo, fueron plantados en los años décadas después de la Guerra Civil unos cuantos pinos que todavía hoy crecen sobre lo que antes pudo ser un terreno propicio para cavar.

Por último, es interesante el relato de los supuestos delitos cometidos por el autor de La casa de Bernarda Alba. Masón, socialista y homosexual. Hasta ahora, la versión de la historia oficial decía que el diputado Ruiz Alonso ordenó el registro de la Huerta de San Vicente (el hogar de los García Lorca) en busca de una radio que Federico tenía para conectar con Moscú. Cierto es que la acusación de comunista era habitual en las detenciones de entonces, pero que la policía no cite este hecho en el informe y que asegure que Lorca confesó antes de morir, es el ingrediente definitivo del terremoto lorquiano.

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Revista Hispania Nova

Revista de Historia Contemporánea, nº 13, 2015.

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Hispania Nova, nº 13 (2015)

Artículos

La sombra de Ernő Gerő. La acusación de trotskismo a los brigadistas húngaros: Albacete (1938) y Budapest (1949) PDF
Ádam Ánderle 1-25
Daniel Ortega y Mijaíl Gorbachov. Nicaragua y la URSS en los últimos años de la guerra fría (1985-1990) PDF
Mª Dolores Ferrero Blanco 26-53
El régimen parlamentario de la Segunda República y las relaciones entre su presidente, el Gobierno y las Cortes PDF
Miguel Ángel Giménez Martínez 54-77
El éxodo de los niños republicanos en la guerra civil: Primitiva Francés Casanova, 1936-1939 PDF
Rosa María Aragüés Estragués 78-98
Dibujando la guerra civil. Representación de la guerra civil (1936-1939) en los cómics publicados desde 1976 PDF
Michel Matly 99-125
La teorización de Julio Aróstegui sobre la historia del tiempo presente como historia vivida PDF
Magdalena González 126-133
Sociedad civil y movilización autonomista en Andalucía: los grupos de “Solidaridad andaluza” (1975-1985) PDF
Javier Contreras 134-157

Dossier

Las guerras civiles. Reflexiones sobre los conflictos fratricidas de la época contemporánea. Europa-América. Introducción PDF
Severiano Rojo Hernández, Eduardo González Calleja (coordinadores) 158-163

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El frente español de los artistas británicos.

Creación del artista Joan Miró en la exposición ‘Conciencia y conflicto: Artistas Británicos y Guerra Civil española’ ELMUNDO.es

Fuente: El MUndo, 11/11/2014.

Autora: CONXA RODRÍGUEZ.

Está documentado que 2.500 británicos se alistaron a las Brigadas Internacionales para luchar en la guerra civil española en defensa de la II República. El número indica que el conflicto bélico tocó la fibra social de Reino Unido, donde los artistas se involucraron en la trágica división de España. La reacción de artistas y sociedad ante la guerra es el hilo narrativo que zurce la exposición «Conciencia y conflicto: Artistas Británicos y Guerra Civil española», abierta en Pallant House Gallery, de Chichester, sur de Inglaterra, hasta el 15 de febrero de 2015.

«Muchos artistas se vieron engullidos por la guerra en un país extranjero debido a sus convicciones políticas, preocupados por la expansión del fascismo en Europa y por lo que significaría para Gran Bretaña, y preocupados también por los refugiados y las víctimas de la guerra», explica Simon Martin, director artístico de Pallant House y comisario de la exposición. La galería ha logrado reunir unas 80 obras de unos 30 artistas entre los que destacan Henry Moore, Edward Burra, Wyndham Lewis, Roland Penrose, Francis Rose, William Russell Flint, Frank Brangwyn, Clive Branson, Ursula McCannell o Quentin Bell, cuyo hermano Julian murió en la contienda española, ambos hijos de Vanessa Bell y sobrinos de la escritora Virginia Woolf.

Pinturas, acuarelas, grabados, pósters, esculturas, tapices, fotografías y películas son los medios artísticos que surcan este recorrido británico-español en el lenguaje abstracto o figurativo. Los artistas como creadores de arte y como ciudadanos activos y llevados por sus convicciones ideológicas forman dos ventanas para mirar esta reunión de obras y material gráfico. Cuadros de Pablo Picasso o Joan Miró, como fuentes de referencia, alternan con los trabajos de los británicos. ‘Mujer llorando’, de Picasso de 1937, y fragmentos de la visita del ‘Guernica’ a Londres en 1938 se presentan junto a los dibujos de la desconocida Felicia Browne, la primera mujer voluntaria muerta en España. Felicia dejó un descriptivo cuerpo de dibujos de escenas de guerra españolas, captadas por la británica.

La llegada de los niños vascos refugiados en Gran Bretaña, la formación del grupo surrealista o de la asociación Frente Unido contra el fascismo y la guerra, que llegó a contabilizar 600 miembros, son algunas de las iniciativas paralelas a la reacción, puramente artística, que se produjo en Reino Unido ante la guerra española.

Las exposiciones ‘Artistas en ayuda de España’, de 1936, y ‘Retratos de España’, de 1938, se rememoran como las muestras precedentes a la actual que se presenta como la primera en Reino Unido que indaga en la implicación de los artistas británicos en el conflicto civil de alcance internacional. La mayoría de los artistas que reaccionaron ante la guerra se colocaron en defensa de la República, pero hubo también quién apoyó el golpe de Estado del general Francisco Franco. Wyndham Lewis, Francis Rose y William Russell Flint dieron su brazo a torcer en favor del fascismo mientras que Henry Moore o Quentin Bell lo condenaron.

Artículo completo en El Mundo.

 

Histórico reconocimiento a las víctimas de la ‘Operación Bolero’ contra el exilio español

Parte del cementerio de Berlín donde están enterradas varias de las víctimas de la ‘Operación Bolero’. / Manuel Martorell

Autor: MANUEL MARTORELL.

Fuente: Cuarto poder, 2/04/2015.

Cuando me pidieron que diera una conferencia el 24 de marzo en el Instituto Cervantes de Berlín en homenaje a las hermanas Josefa y Elisa Úriz, no podía imaginarme que me toparía, de lleno, con la ‘Operación Bolero’, uno de los episodios más vergonzosos de la Guerra Fría desencadenado en 1950 contra el exilio republicano español de Francia. Así lo relataron testigos presenciales de aquellos hechos, tanto al final de la conferencia, como al inaugurar una exposición sobre la trayectoria vital de las dos hermanas, y en la recepción que en honor de aquellos exiliados organizó la Embajada de España en Alemania.

De acuerdo con el plan elaborado por el Gobierno del socialista René Pleven –también formaba parte del Consejo de Ministros el futuro presidente Francois Mitterrand–, cientos de cuadros comunistas, en su mayoría miembros de la Resistencia, fueron sacados de sus casas a las 5 de la madrugada del 7 de septiembre de ese año, algunos semidesnudos, maniatados, tratados como criminales y abandonados, sin comida, agua, documentación ni explicación alguna, en tierra de nadie junto a la Alemania Oriental; otros, fueron encarcelados y deportados en barco a Córcega o Argelia.

Formalmente la operación se denominaba con cierta ironía ‘Bolero-Paprika’: ‘Bolero’ para los españoles, que formaban el grueso de los deportados, y ‘Paprika’ (pimiento, pimentón) para los militantes del Este, que también los había. La justificación: el PCE y sus organizaciones se habían convertido en la ‘quinta columna’ de una hipotética invasión soviética de Europa, tal y como habían denunciado, en medio de una psicosis colectiva, periódicos tan serios como Le Monde o France-Soir.

Tras las redadas, la policía mostró como irrefutable prueba del delito los arsenales de armas, explosivos, multicopistas y radio-enlaces incautados en los registros sin que nadie explicara que todo aquel material procedía de la época de la Resistencia y estaba destinado a los ‘maquis’ que todavía seguían la guerra de guerrillas contra el régimen franquista.

Entre las pocas voces que tuvieron el valor de disentir, destacó la de Henri Groués, más conocido como Abat Pierres, sacerdote, fundador de los Traperos de Emaus y encarcelado por la Gestapo durante la II Guerra Mundial por colaborar con los resistentes.

En la lista con orden de ‘absoluta urgencia’ para su expulsión por motivos de ‘seguridad nacional’, había verdaderos héroes de la lucha contra la ocupación nazi de Francia, como el comandante Galeano, o las propias hermanas Úriz, responsables del ‘maquis español’ en la región de París junto a los también hermanos Josep y Conrad Miret, muertos a manos de los nazis.

Margarita Bremer, una de las participantes en el homenaje de Berlín, recordaba un detenido que fue sacado de casa en pijama. Los policías le dijeron que se vistiera y que cogiera un plato y una cuchara para desayunar. Él, pensando que no tardaría en regresar, les dijo que prefería desayunar en su casa. Jamás volvió y fue colocado, con los demás, en la frontera con el ‘bloque soviético’.

El grupo de Fernando Lafuente, que en 1950 tenía 16 años, estuvo vagando sin rumbo, escondiéndose de día y caminando de noche, gracias a que uno de los deportados había estado en un campo de exterminio, entendía algo de alemán y podía interpretar los carteles que encontraban. Como ocurrió con la mayor parte de los deportados en esta zona de Europa Central, al ser localizados por los soviéticos pasaron a ser sospechosos de espionaje. En algunos casos, la situación se aclaró gracias a las explicaciones que suministró a las autoridades de Alemania Oriental el Partido Comunista de Francia; en otros casos, antiguos brigadistas internacionales, que sabían algo de castellano, hicieron de intérpretes.

Elsa Osaba, en su relato particular, explica que su tío José “se suicidó… ¡de un disparo en la espalda!” mientras otro familiar, de nombre Francisco, fue encarcelado durante años cuando todavía no se había recuperado del trauma por haber estado en el tétrico campo de concentración de Mauthausen.

Orden de expulsión de 'urgencia absoluta' contra Elisa Úriz. / badostain.net
Orden de expulsión de ‘urgencia absoluta’ contra Elisa Úriz. / badostain.net

Además, todas las organizaciones y  publicaciones vinculadas al PCE fueron prohibidas, entre ellas la Unión de Mujeres Españolas, en la que militaban las Úriz, y la revista Mujeres Antifascistas, a cuyo consejo de redacción pertenecía Elisa, la menor de las dos hermanas. Mayor escarnio supuso la liquidación de la Amicale des Anciens FFI (Fuerzas Francesas del Interior), es decir la asociación que agrupaba a los antiguos combatientes españoles de la Resistencia, muchos de los cuales habían entregado sus vidas para liberar a Francia del yugo nazi.

Estas dos hermanas, de origen navarro,  pioneras de la renovación pedagógica en España, destacadas militantes en la II República y la Guerra Civil, lograron retrasar su expulsión casi un año hasta que en agosto de 1951. Recibida en abril la correspondiente orden, tuvieron que abandonar Francia y refugiarse en Berlín Oriental ese mes, formando con los demás una peculiar comunidad de un centenar de personas que habían sufrido el exilio por partida doble, primero tras la Guerra Civil y después debido a la ‘Operación Bolero’.

Homenaje a las víctimas

Hoy prácticamente no quedan supervivientes de aquellos hechos, salvo algunos hijos o nietos de aquellos deportados. Concretamente, en el homenaje de Berlín estaban presentes, aparte de Fernando Lafuente y Margarita Bremer, ya citados, la hija y nieta de esta última, Anja y Friederike, Mercedes Álvarez (hija de Ángel Álvarez), Paloma Plaza (hija de Eliseo Plaza), Julio Aristizábal y la doctora Olga García Domínguez, que llegó a Berlín Oriental unos años más tarde.

Sus mayores, como Elisa y Josefa Úriz, fueron enterrados en lugares especialmente habilitados y de forma preferente junto a los brigadistas internacionales de la Guerra de España, al lado de otros destacados luchadores por el socialismo y contra el régimen hitleriano en los dos principales cementerios de la extinta República Democrática de Alemania.

Jamás, desde la Guerra Civil, una representación oficial de España había reconocido ese sufrimiento hasta la inauguración de la exposición sobre las hermanas de origen navarro que permanecerá abierta hasta el 5 de abril y que, probablemente, recorrerá otras ciudades alemanas. Tanto a la inauguración como a la recepción oficial de la Embajada, asistió una delegación del Ayuntamiento del Valle de Egüés y del Concejo de Badostáin, de donde eran originarias, presidida por Alfonso Etxeberría y Xabier Ziritza.

Olga García Domínguez, que conoció personalmente a Elisa Úriz, se encargó de agradecer el histórico gesto hacia los exiliados al embajador, Pablo García-Berdoy, quien lamentó que esta iniciativa no se hubiera realizado antes.

El mismo sentido tuvo la intervención de la directora del Instituto Cervantes, Cristina Conde, que destacó expresamente el reconocimiento a quienes, víctimas de la psicosis de la Guerra Fría, sufrieron el exilio por partida doble. Desde el Instituto Cervantes se planteó incluso la posibilidad de que se pudiera llevar la exposición a París, dando así ocasión a que Francia también borrara este punto negro de su historia contemporánea.

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